martes, 25 de abril de 2017

Capitulo 1 Tomando en Trabajo





ARGUMENTO:



La  consultora de diseño de software  Esme Platt programa una entrevista  para un puesto  eConsultoría  Cullen,  pero una fuerte tormenta  de lluvia,  un bolso derramado y un encuentro casual con un pedazo de  hombre caliente  que conoció en circunstancias  muy comprometedoras hace unos meses, pueden hacer de esa entrevista una fantasía erótica pura y simple.


Desde el momento en que Carslie Cullen ve a Esme y recuerda dónde la conoció,  sabe que ella sería una perfecta  sumisa. Cuando se  le cae la cartera y un flogger se desliza fuera, la entrevista da un giro totalmente diferente hacia territorio tabú. La bella pelirroja se encuentra sin Dom y Carslie se encuentra sin sumisa. En un encuentro sensual, Carslie se encuentra ofreciendo a Esme un puesto diferente, entonces descubre que le gustaría hacer que ese puesto  sea  permanente y convencer a Esme de tomarlo.









CAPÍTULO 1



La lluvia golpeaba sobre Esme Platt mientras se apresuraba hacia el imponente edificio de oficinas, donde se  encontraban las oficinas de la Consultoría Cullen, en el centro de Tucson. Ella amaba la lluvia y su olor a limpio, pero ahora daría cualquier cosa por que fuera un buen día seco del desierto.

—¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea! —Murmuró cuando llegó a las puertas de cristal y tiró de una para abrirla. En el espacio de tiempo que le  había llevado llegar desde  su  coche  al edificio, quedó totalmente empapada. Su camisa de seda color crema estaba pegada a su piel, y su falda malva de lino, excursionaba  encima de sus  muslos, malditamente cerca de exponer sus ligas, su pequeño secreto culpable: usar ropa interior sexy por debajo de su ropa.

Gracias a Dios que se había recogido el pelo y estaba  sujeto con un clip, por lo que al menos no se  veía como un caniche ahogado. Los rizos naturales de su  pelo rojo se  volvían  locos  cuando se  mojaba. Ya era bastante  malo que fuera a asistir  a su entrevista  de trabajo viéndose como si hubiera tomado una ducha con su ropa puesta.

Tanto el  guardia de seguridad como el empleado del mostrador de información miraron con interés, pero no les hizo caso y dio pasos rápidos hacia los ascensores.  Respiró profundamente, mientras esperaba  y sus nervios saltaron cuando sonó. Mientras subía, se enganc la correa de su maletín negro de imitación caimán por sobre el hombro y tiró hacia abajo de su falda, esperando verse medianamente presentable. Realmente quería impresionar al dueño y CEO1  de la empresa, con su apariencia profesional- tanto por eso.

Una vez que se bajara en el piso  de  Consultoría  Cullen,  iba  a encontrar un cuarto de baño y retocar su maquillaje. Dios, ¿por qué no había pensado en eso cuando estaba en el nivel inferior?

¡Porque vas a llegar tarde si no te apuras, es por eso!


Carslie Cullen había accedido a una entrevista antes  de tiempo esa noche, porque el horario de trabajo actual de Esme no le permitía el tiempo que necesitaría para sentarse y discutir sus calificaciones con él. Ella era consultora de diseño de software y su contrato iba a expirar pronto.

Cuando Esme salió del ascensor,   se congeló. ¡Maldita sea! Se abría directamente a la zona de recepción, no a un pasillo en el que pudiera correr hasta el baño y echar un vistazo a su maquillaje.

Acomodó su pelo hacia arriba y se encont con que un rizo o dos se habían escapado y dio un suspiro de frustración.

Una mujer de pelo gris de la misma edad y contextura que la abuela de Esme se levantó de su silla detrás del escritorio de la recepcionista, alzó las cejas, por lo que Esme se pregun si la falda estaba al revés, o si su maquillaje se había derretido por toda su cara.

¿Acabas de dejar un concurso de camisetas  mojadas? —, dijo la mujer con diversión en su voz.

—Que…— Esme miró su blusa crema de seda y sintió una bocanada de calor en sus mejillas y las raíces de su cabello.  La seda era prácticamente invisible sobre su piel, su sujetador de satén se traslucía, tan claramente como si no estuviera usando nada sobre él. Y, Oh, Dios mío—, dijo al ver sus  pezones  duros  y  en  punta  a  través  del  material. —Miró a  la recepcionista con horror. —Yo…Yo…

—¿Sra.  Meyers? —Una voz profunda y  masculina  vino desde  la izquierda.

Su piel se erizó con más calor. Si se trataba de Carslie Cullen, iba a morir de vergüenza. El suelo también podría tragársela en ese momento.

¡No dejes que sea Cullen! No dejes que sea

—Carslie Cullen—.  Le tend la mano cuando ella giró lentamente hacia él y sus ojos se encontraron. —Justo a tiempo.



Uhhh—, fue el único sonido que se las arregló para hacer mientras el calor inundaba su cuerpo.

Una sensación  zumbante se  dirigió directamente  a  su  estómago cuando le  estrechó   la  mano. Algo brilló en  sus   ojos  azules,  pero rápidamente se desvaneció cuando la soltó.

Dios, el hombre era guapísimo.  El pelo rubio cortado cuidadosamente, amplios hombros por debajo de un traje caro y una corbata azul que hacía juego con el azul de sus ojos.

Y parecía algo familiar...

Él amablemente mantuvo su mirada en su cara y no en la blusa mojada mientras le soltaba la mano.

¿Te vas por hoy, Teresa? —Le preguntó a la mujer de más edad que aún tenía una expresión de diversión.

Si  no se me necesita,  señor Cullen—,  dijo la mujer  que había llamado Teresa, —voy a salir hacia esa tormenta encantadora. El resto del personal ya se ha ido por hoy.

Cullen asintió y sonrió.

Disfruta de tus nietos mientras tu hija está en la ciudad.

—Lo haré, esos  pequeños monstruos—. Teresa miró a Esme con una sonrisa.—Nos vemos el lunes.

Mientras Teresa apretaba el botón del ascensor para bajar, Carslie hizo un gesto hacia una puerta alta de caoba en la esquina de la amplia sala llena de cubículos. La calefacción esta  encendida en mi oficina, así que debería entrar en calor, Sra. Meyers.



No es que su cuerpo no estuviera en llamas ya de vergüenza y por la intensa mirada en los ojos del  hermoso hombre -y el hecho de que ella estaba  desnuda, prácticamente, de la cintura para arriba. Pensamientos de él calentándola,  personalmente,  llenaron su mente y sus mejillas  se pusieron en llamas.

Esme to una respiración  profunda mientras apretaba la correa de su cartera con una mano y caminaba delante de él, como le había indicado. Se imaginó el calor de su mirada en la espalda mientras le precedía a su oficina.

Después  de  que  entró,  se   sintió  como  un autómata,  mientras caminaba a través de la puerta y se sentaba en uno de los sillones bien acolchados en frente de su escritorio. Se sentó en el borde de su asiento, con la espalda erguida, su maletín a sus pies. Gotas de agua corrían por su espalda, terminando en la cintura de la falda. Iba a dejar una condenada mancha de humedad en la silla cuando se pusiera de pie.

Y  si su libido no se  calmaba por estar  cerca de Carslie Cullen,  la mancha de humedad no iba a ser sólo de la lluvia.

Su oficina era toda de caoba con moqueta y tapicería de un rico azul marino. Todo, desde el mundo a través de la ventana, a las estanterías de libros con diversas formas de arte, era tal cual se imaginaba que la oficina de un ejecutivo debería verse.

A través de los ventanales podía verse la lluvia derramándose sobre la ciudad y gruesas gotas  salpicaban en los cristales.  La habitación olía a cera, madera y alfombras nuevas.

El sonido de la puerta que se cerraba llegó a los oídos de Esme y su corazón latió en su garganta mientras las suaves pisadas venían de detrás de ella, antes de detenerse al llegar a la silla a su lado. Para su sorpresa, él se sentó en ella en lugar de detrás de su escritorio.

Cuando Cullen estuvo sentado, todavía la salvó de la vergüenza por no mirar a su pecho. Se apo casualmente en la silla y le dio una sonrisa devastadoramente apuesta que tuvo el efecto  de hacer que sus pezones se endurecieran y sus pliegues se pusieran más medos.

Oh, Dios mío.



A pesar de que sus pezones debían de estar parados hacia fuera como picos de montañas, despejó su garganta y se  sentó  más recten su asiento, si eso era posible.

—Es un placer conocerlo, señor Cullen—, dijo ella, arreglándoselas para hacer salir las palabras de su boca por primera vez.

—Sí, un placer—,  se hizo eco, pero llámame Carslie. ¿Puedo llamarte Esme? —Él la miró como si estuviera haciendo una valoración monumental, aunque no miraba sus pechos. —Te he visto antes en alguna parte, pero no acabo de recordar la ocasión.

—Te ves familiar para también—.  Bueno, las palabras vean de la cabeza a la boca.  Tal vez podría hacer esto. —Y Esme es bien.




Maldita sea, la mujer era una preciosidad. Sin ser obvio al respecto, Carslie observó la parte superior de su cuerpo, sus  delgados hombros, la elegante curva de su garganta y sus delicadas facciones. Sus ojos color avellana casi parecían cambiar de color, y los rizos que habían escapado de su pelo rojo con puntas levantadas, se  veían muy sexy. Cuando la había seguido, había visto la forma en que su pequeño culo se balanceaba, y había estudiado sus piernas largas y tonificadas. Se pregun exactamente lo que llevaba debajo de esa falda. Gracias a la lluvia, él sabía lo que llevaba encima.

Ahora que estaba  cara a cara con ella, no se había perdido que sus pezones estaban duros y evidentes a través de su camisa transparente – gracias a Dios por la lluvia- y las curvas de sus grandes pechos le hicieron agua la boca y a su pene endurecerse.

Se removió en su asiento, tratando de aliviar la presión en contra del cierre, y esperaba que no se viera en su regazo. Imágenes de su collar alrededor de su garganta pasaron por su mente, su culo rosado por su látigo y él conduciendo su polla dentro  y fuera de su coño por detrás, mientras la inclinaba sobre un banco de nalgadas.



Maldición.  Tenía que poner sus pensamientos  y su  erección  bajo control.

Para colmo, una fuerte corriente de tensión sexual chasqueó entre ellos como un alambre eléctrico. Por la mirada en sus ojos y la forma tentativa en que su lengua salió a lamer su labio inferior,  estuvo seguro de que se sentía atraída por él como él lo estaba por ella.

Sólo mirándola a ella y sus gestos, no tuvo ninguna duda de que sería una excelente sumisa.

Para tener  cierta  apariencia de control,  y para aliviar  la tensión, comentó sobre el clima y dijo que lamentaba que hubiera tenido que salir con tan mal tiempo a la intemperie, a pesar de que eso no era lo que sentía. Parecía demasiado malditamente deliciosa con su camisa pegada contra el pecho.

Le preguntó si le gustaba su posición actual.

—Ha sido un reto—, dijo con una voz de dormitorio que le hizo pensar más y más sobre como sería desnuda, tal vez incluso atada a su cama. — Pero realmente lo disfruté. Siento que el proyecto es llegando a su fin.

—¿Por qué  estás  interesada  en  un puesto   en  mi empresa  de consultoría,  Esme?,  le  preguntó,  dejando  que su nombre se  deslizara sobre su lengua y disfrutando de su sabor.

Ella todavía estaba sentada rígidamente en su asiento, y se preguntó cómo conseguir que se relajase.

He tomado la decisión de que prefiero trabajar con una empresa de consultoría que estrictamente por mi cuenta—, dijo.

—¿Por qué es eso? Él estaba tentado de frotar su pene con una de sus manos, dolía tanto. Fantasías salvajes de hacerla suya continuaban tejiéndose a través de su cabeza. Jesucristo, no podía recordar haber sido tan afectado por ninguna mujer.



Los ojos de Esme pasaron del marrón avellana al verde cuando echó la cabeza hacia un lado. Se  preguntó si ella hizo el movimiento conscientemente.

—Prefiero estar  constantemente en el campo que tener descansos grandes entre las consultas.

Razonable—. Se  inclinó hacia adelante  y apoyó los  antebrazos sobre los muslos. —¿Estarías interesada en una posición de consultoría interna? Estoy buscando un diseñador de software para un proyecto de la casa. Infiernos, el crearía un proyecto para mantener a esta mujer cerca. Había convertido en una regla no involucrarse con cualquiera  de  sus empleadas, pero si ella trabajaba como consultora, no sería técnicamente una empleada...

—Sí—, dijo sin vacilar y su polla se agitó. Tenerla cerca... eso sería peligroso y difícil, todo al mismo tiempo.

—¿Cuáles son tus calificaciones? —, preguntó.

—Déjame que te de mi currículum—. Esme se inclinó para recoger el maletín negro que había traído con ella.

Cuando empezó a sentarse,  él la vio hurgar torpemente, como si las manos le temblaban. El cierre  hizo un chasquido al abrirse.

Al momento siguiente dio un pequeño grito, mientras el maletín salía de su alcance y el contenido cayó y rodó a través de su piso alfombrado.

Déjame ayudarte. Carslie se  levantó de su asiento y se  arrodilló junto a Esme mientras ella frenéticamente recogía elementos para ponerlos en uno de los bolsillos del maletín.

—Realmente, estoy  bien—.  Un sonido ahogado salió de su garganta cuando levantó la vista  para verlo sosteniendo  un flogger de cuero y gamuza, que se había caído de su maletín.

Fue en ese  momento en que se acordó exactamente donde la había visto antes.


Uhhh... —la cara de Esme flameaba,   y su cerebro se to unas vacaciones de  pura vergüenza mientras trataba  de  formar una frase coherente.

Ella todavía estaba de rodillas, mientras se ponía en cuclillas a su lado, a pocos centímetros de distancia. Él no le dio el flogger de cuero negro y rojo. En su lugar, agarró el mango con una mano y corrió con los dedos de su otra mano a través de las tiras de gamuza.

Estaba tan cerca que sentía el calor de su cuerpo, y el latido de su corazón subió un nivel por la forma en que sostenía  el flogger, como si le fuera familiar. Y si él...

Esme se  aclaró la garganta  mientras  acariciaba el  flogger,  y  se encontraba con su mirada.

—El Baile Fetiche, Las Vegas, hace dos meses—, dijo en voz oscura, peligrosa y sensual.

El maletín se deslizó de sus dedos otra vez, pero ella apenas se dio cuenta de los contenidos desparramándose.

Oh. Mi. Dios.

Ni una sola palabra salía de su boca, no era que su  corazón dejara pasar ninguna palabra.

De repente, parecía estar más cerca de lo que había estado antes y el olor picante de su colonia causó que la agitación furiosa  en su vientre aumentara.

Carslie tomó el flogger, lo deslizó por un lado de su cara y Esme cerró los ojos. Deslizó las correas de cuero suave más bajo, a lo largo de la curva de su cuello hacia la apertura de la blusa mientras hablaba.

—Llevabas un corsé de cuero negro que apenas mantenía tus senos dentro, y una correa de cuero negro que dejaba ver tu perfecto culo—.



Mientras continuaba, tembló son la sensualidad de sus palabras y la forma en que la acariciaba con el flogger. Con sus ojos todavía  cerrados, se imaginó todo mientras él describía cómo había sido esa noche. —Estabas usando los tacones altos más sexys que dejaban ver tus piernas largas y hermosas mientras estaban abiertas, atada a una cruz de San Andrés. Dios, te  veías hermosa mientras estabas siendo azotada. Tu  culo tan rosado y perfecto para follarlo.

Esme jadeó y se detuvo, reposó el flogger en la curva de su cuello.

—Llevabas el collar de otro Dom.

Se lamió los labios y abrió los ojos, pero no podía encontrar su mirada.
Él lo sabía. Dios, él sabía.

¿Todavía tienes un Dom, Esme?, le preguntó con esa voz profunda y penetrante que hizo que su tanga se empapara más.

Ella sacudió la cabeza. La relación  entre ella y Terry había terminado  ni un mes después del Baile Fetiche.

—Bien—. Carslie la cog con la guardia baja con su  declaración y levantó la mirada para encontrarse con la suya. Acarició el flogger desde la curva de su cuello a la apertura de la blusa, pero esta  vez fue más allá.
¿Estás buscando una nueva relación, un nuevo Dom, Esme?

Ella abrió su boca y luego la cerró. Ahora se  acordaba de él. Había estado de pie a un lado, observándola ser azotada por Terry, su Dom. Carslie había estado usando la misma sonrisa sexy pero oscura que inclinaba la esquina de su boca, y había estado vestido con ajustados jeans negros y una camisa sin mangas negra, de gamuza. Aún podía recordar  sus bíceps finamente tallados que estaban ocultos ahora por la chaqueta del traje.

—¿Eras tú, Esme? Repetía su nombre cada vez que hablaba con ella, como un Dom haa. —Respóndeme.

Su voz era tan convincente, tan dominante, que ella no podría haberse detenido a misma aunque lo intentara.



—Sí—, susurró.

Carslie trazó el flogger alrededor de uno de sus pezones, haciendo que su cuerpo se calentara más de lo que ya estaba. Abrió la boca y casi perdió el equilibrio de donde estaba de rodillas, pero se mantuvo sujetando uno de sus brazos. Sus bíceps flexionados debajo de sus dedos mientras su mano rozaba su hombro y su cuello para ahuecar la parte posterior de su cabeza.

Voy  a darte  un beso,  Esme—.  Su boca estaba  tan  cerca de ella, ahora que sentía el calor de su aliento como plumas sobre sus labios. —A menos que me digas que no.

Su corazón cayó de su garganta y comenzó a latir como un loco contra su esternón.

—Dime lo que deseas, Esme—. Él acarició  la comisura de su boca. — Quiero que me lo digas.

Le tomó un gran esfuerzo, pero finalmente tuvo las palabras en un susurro.

—Yo…Yo quiero que me beses.

Una sonrisa de satisfacción masculina pura, curvó sus labios antes de que reclamara su boca con la suya.

Al momento en que sus labios tocaron los suyos, gimió. Su lengua se adentró  en  su  boca,  tocando  y  probando con  pericia, bromeando y experimentando con ella y su beso. Él sostuvo  la parte de atrás  de su cabeza firmemente con una mano, mientras con la otra agarró su culo tan apretado que el flogger que aún sostenía se clavó en su carne.

Los gemidos que se levantaban en su interior, crecieron a medida que intensificaba el beso, dominándola. Se entregó a él total y completamente.

Antes de que supiera lo que estaba pasando, le había bajado la espalda a la alfombra mientras  todavía la estaba besando. Una de sus rodillas se deslizó entre sus  muslos, separándolos y causando que la falda rodara hacia arriba, casi hasta su coño.



Carslie gruñó mientras continuaba jugueteando  con ella, tenndola, probándola con su beso. Mientras se  sentaba  a horcajadas, comen a explorar su cuerpo con una de sus manos, palmeando sus pechos de a uno a través de su blusa de seda  húmeda, luego pellizcando cada uno de sus pezones, casi tan duro como le gustaba. Se arqu hacia él y dio un grito en su boca cuando pellizcó sus pezones, tan fuerte que dolieron. Sí, eso fue todo.

Los gemidos de Esme se hicieron más fuertes mientras deslizaba su mano por debajo de su pecho al muslo. Deslizó sus dedos hacia arriba y por encima de la media a su liguero, y él sonrió contra sus labios.

Carslie mov la mano más arriba de su muslo, y ella contuvo el aliento mientras le susurraba en los labios: —¡Oh, cariño, ¿qué tenemos aquí?

Esme se quedó quieta por debajo de Carslie, pero su respiración rápida y la oscuridad de sus ojos color avellana cuando levantó la cabeza, le dijeron que quería esto.

Mierda, esto  era una locura. Él estaba cruzando al territorio tabú por llevar las cosas hasta ese punto con una mujer que estaba entrevistando. Pero se  sentía  tan  bien. Tan bueno. Y  ella parecía sentir  de la misma manera.

Contuvo la respiración audiblemente mientras pasaba rozando los dedos por la piel desnuda de su muslo al lado de su liga, empujando la falda más arriba. Se movía lentamente, dándole todas  las oportunidades para poner fin a lo que estaban haciendo.

En cambio, deslizó sus manos alrededor de su cuello y trajo su cabeza más  cerca  de  ella  para que  sus  labios  se  encontraran.  Él  la  besó suavemente luego se apartó.

—Así no es cómo va el juego, ¿verdad, Esme—, afirmó. haces lo que te digo cuando te digo.

Sus ojos se abrieron, pero ella no discutió.



Algunas de las cosas  que habían  caído de su maletín rodaron por debajo de su  escritorio mientras él mismo se  ajustaba, de modo que estaba más firmemente sobre ella.

—Quiero ver tu cabello suelto—. Él movió la mano de su muslo y siguió sus labios con la punta de los dedos.

—Pero la lluvia lo habrá puesto todo rizado. Ne con la cabeza.
No me obligues a decírtelo dos veces, Esme. ¿Quieres ser castigada?

Se mordió el  labio y sacudió la cabeza mientras  ella se  acercaba y echaba la cara hacia un lado para tener acceso  al clip. Lo deslizó libre, y algunos de los rizos comenzaron a escapar.

Él  sonrió y se  arrodilló  entre  sus muslos para poder usar ambas manos para ahuecar el cabello y lo extendió a su espalda como un halo de color rojo fuego. Era largo y rizado, y adorable alrededor de su cara.

Carslie miró el lugar que había subió la falda hasta la parte superior del muslo donde casi podía ver su montículo. Apoyó su mano a un lado de su cabeza y la observó. Tenía las mejillas rosadas, sus labios entreabiertos, hinchados por sus besos, los párpados pesados y los ojos oscuros, por el deseo.

Apoyó una mano en el costado  de su cabeza y llevó la otra de nuevo hacia abajo, a su falda, donde la elevó más, manteniendo su mirada fija en ella. Ella abrió la boca mientras sus dedos se deslizaban más alto.

—Pon tu  mano sobre la a, Esme—. Sus palabras salieron más profundas y ásperas de lo que había previsto. —Guía los dedos hacia donde quieres que te toque.

Sus ojos se agrandaron y dudó. Él le dirigió una mirada firme, con la intención  de decirle que siga  sus  instrucciones. Si ella era una buena sumisa y quería que fuera su Dom, tendría que obedecerle sin pausa.



Ella llevó su mano hacia abajo para cubrir la suya y él pudo sentir sus dedos temblorosos mientras lo guiaba desde su liga hacia su montículo.

Jesucristo. No llevaba ropa interior.

Los rizos de su montículo le hicieron cosquillas en la palma mientras Esme movía su mano hacia abajo hasta que sus dedos descansaron en sus pliegues.

Su corazón latía un poco más rápido y su polla le dolía más allá de toda medida. ¡Q ganas de bajar su cremallera y sumergirse en su coño, ahora! Apenas podía contenerse.

Bromeó con sus dedos en los labios exteriores de sus pliegues, sin ahondar en su humedad todavía. Y él sabía que iba a estar mojada.

—¿Qué quieres que haga ahora, Esme?

La forma en que sus mejillas se volvieron más rosadas la hacía parecer aún más deseable.

—Tócame. Frota mi clítoris.

Carslie le regaló una sonrisa de aprobación y metió los dedos en sus pliegues lisos.

—Estás tan condenadamente húmeda, Esme—. Le acarició  el clítoris y dio un suave gemido.¿Quieres que te folle?

Volvió a callar, con los labios  entreabiertos,  mientras  otro gemido escapaba de ella y tra su mirada con él.

—¿Quieres?—, repitió. —Dilo, Esme.

—Yo…— Su voz salió en un susurro ronco. —Yo…Yo quiero que me folles, Carslie.

Él sonrió,  deslizó dos dedos en su canal y comenzó a bombear con ellos de manera que los nudillos se encontraban con sus pliegues. Esme gritó y arqueó la espalda,  levantando  el pecho, llamando su atención sobre sus



grandes pechos bajo la blusa mojada. Bajó la cabeza y mord un pezón duro a través de la camisa y el sujetador y ella gritó por el dolor de su picadura.

—¿Te gustó eso, Esme? Murmuró mientras movía la boca a su otro pezón.

—Sí—. Ella jadeó mientras  le mord el  otro pen. —Mucho. Me gusta todo lo que me estás haciendo.

Le dio otra sonrisa de satisfacción y golpeó los dedos dentro y fuera de su coño, al mismo tiempo le mordió y chupó los pezones a través de su camisa y el sujetador. Gim y se agarró a sus bíceps, clavando sus dedos en la chaqueta del traje.

—Oh, Dios mío—.  Todo su rostro se ruborizó mientras se retorcía debajo de él. —Estoy tan cerca de llegar.

—Ya sabes cómo funciona, Esme—, dijo mientras deslizaba sus dedos de su núcleo. No hay orgasmo sin mi permiso.

Se estremeció y gimió mientras traía los dedos entre ellos y se los ponía en su boca. Chupó los jugos y beb del olor de su almizcle, mientras la miraba.

—Sabes tan jodidamente bien, cariño—.  Apoyó las manos a ambos lados de su pecho. Desabrocha la blusa.

Su garganta trabajó mientras tragaba, pero sus dedos se movieron de sus bíceps a los botones de la blusa inmediatamente. Hurgó torpemente en los botones de la prenda, pero poco a poco cayó abierta a un lado mientras tiraba del dobladillo fuera de la cintura de la falda. El sujetador apenas contenía sus pechos  que casi desbordaban las copas. Cuando la blusa estuvo  desabrochada, la ayudó a  levantarse  en la medida de  lo que necesitaba para que pudiera  deslizarse  el material de sus  hombros y arrojar la blusa en una de las sillas.

Dios, amaba cuando una mujer llevaba un sujetador de cierre frontal. Lo  desabroc y se  mordió el labio inferior mientras él  lo quitaba por completo de ella, dejando sus senos libres, quedando desnuda de cintura para arriba.

—Maldita sea, eres hermosa—, dijo poco antes de inclinarse y lamer uno de sus pezones. Esme hizo un sonido entre la sorpresa y el placer, y luego se que cuando su boca cubrió el pezón y se quejó de nuevo mientras mordía el tenso brote.


Le gustaba el sabor de su piel, sus jugos. Y ahora quería probar todo de ella, en particular su coño.

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