ARGUMENTO:
La consultora de diseño de software
Esme Platt
programa una entrevista para un puesto en Consultoría Cullen, pero una fuerte tormenta de lluvia, un bolso derramado y un encuentro casual con un pedazo de hombre
caliente que conoció en circunstancias
muy comprometedoras hace unos meses, pueden hacer de esa entrevista una fantasía erótica pura y simple.
Desde el momento en que Carslie
Cullen ve a Esme y
recuerda dónde la
conoció, sabe que ella sería una perfecta sumisa. Cuando se le cae la
cartera y un flogger se desliza fuera, la entrevista da un giro totalmente diferente hacia territorio tabú. La bella pelirroja se encuentra
sin Dom y Carslie se encuentra sin sumisa.
En un encuentro sensual, Carslie se
encuentra ofreciendo a Esme un puesto diferente, entonces descubre que le gustaría hacer que ese puesto sea
permanente y convencer a Esme de tomarlo.
CAPÍTULO 1
La lluvia golpeaba sobre Esme
Platt mientras se apresuraba hacia el imponente edificio de oficinas, donde se
encontraban las oficinas
de la Consultoría Cullen, en el centro de Tucson. Ella amaba la lluvia y su olor a limpio, pero ahora daría cualquier
cosa por que fuera un buen día seco del desierto.
—¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea! —Murmuró cuando llegó a
las puertas de cristal y tiró de una para abrirla.
En el espacio de tiempo que le
había llevado llegar desde su coche
al edificio,
quedó totalmente empapada. Su camisa de seda color crema estaba pegada a su piel, y
su falda malva de lino, excursionaba encima de sus muslos, malditamente
cerca de exponer sus ligas, su pequeño secreto culpable: usar ropa interior sexy por debajo de
su ropa.
Gracias a Dios que se había recogido el pelo y estaba
sujeto con un
clip, por lo que al menos no se veía como un caniche ahogado. Los rizos naturales de su
pelo rojo se volvían
locos
cuando se
mojaba. Ya era bastante malo que fuera a asistir a su entrevista de trabajo viéndose como si hubiera tomado una ducha con su ropa puesta.
Tanto el guardia de seguridad como el empleado del mostrador
de información miraron con interés, pero no les hizo caso y dio pasos rápidos hacia los ascensores.
Respiró profundamente, mientras esperaba y sus nervios saltaron cuando sonó. Mientras subía, se enganchó la correa
de su maletín negro de imitación caimán por sobre el hombro y tiró hacia abajo de
su falda, esperando verse medianamente presentable. Realmente quería impresionar al
dueño y
CEO1 de la empresa,
con su apariencia profesional-
tanto por eso.
Una vez que se bajara
en
el piso
de Consultoría Cullen, iba a
encontrar un cuarto de baño y retocar su maquillaje. Dios, ¿por qué no había pensado en eso cuando estaba en el nivel inferior?
¡Porque vas a llegar tarde si no te apuras, es por eso!
Carslie Cullen había accedido a una entrevista antes de tiempo esa noche, porque
el horario de trabajo actual de Esme no le permitía el tiempo
que necesitaría para sentarse y discutir sus calificaciones con él. Ella era consultora de diseño de software y su contrato iba a expirar pronto.
Cuando Esme salió del
ascensor, se congeló. ¡Maldita sea! Se abría directamente a la zona de recepción, no a un pasillo
en el que pudiera correr
hasta el baño y echar un vistazo a su maquillaje.
Acomodó su pelo hacia arriba y
se
encontró con que un rizo o dos se habían escapado y dio un suspiro de frustración.
Una mujer de pelo gris de la misma edad y contextura que la
abuela de Esme se levantó
de su silla detrás del escritorio de la recepcionista, alzó
las cejas, por lo que Esme se preguntó si la falda estaba
al revés, o si su maquillaje se había derretido por toda su cara.
—¿Acabas de dejar un concurso de camisetas mojadas? —, dijo la mujer con diversión
en su voz.
—Que…— Esme miró su blusa crema de seda y sintió una bocanada de calor
en sus mejillas y las raíces de su cabello. La seda era prácticamente invisible sobre su piel, su
sujetador de satén se traslucía, tan claramente
como si no estuviera usando nada sobre él. Y, —Oh, Dios mío—, dijo al ver
sus pezones duros y en punta a través del material.
—Miró a la recepcionista con horror. —Yo…Yo…
—¿Sra. Meyers? —Una voz profunda y
masculina vino desde la izquierda.
Su piel se erizó con más calor. Si se trataba de Carslie
Cullen, iba a morir de vergüenza. El suelo también podría tragársela en ese momento.
¡No dejes que sea Cullen! No dejes que sea…
—Carslie Cullen—. Le tendió la mano cuando
ella giró lentamente hacia él y sus ojos se encontraron. —Justo a tiempo.
—Uhhh—, fue el único sonido que se las
arregló
para hacer mientras el calor inundaba su
cuerpo.
Una sensación zumbante se
dirigió directamente
a su estómago cuando le estrechó la mano. Algo brilló en
sus ojos azules, pero
rápidamente se desvaneció cuando la soltó.
Dios, el hombre era guapísimo. El pelo rubio cortado cuidadosamente, amplios hombros por debajo de un traje caro y una corbata azul que
hacía juego con el azul de sus ojos.
Y parecía algo familiar...
Él amablemente mantuvo su mirada en su cara y no en la blusa mojada mientras le soltaba la mano.
—¿Te vas por hoy, Teresa? —Le preguntó a la mujer de más edad que aún tenía una expresión de diversión.
—Si no se me necesita, señor Cullen—,
dijo la mujer que había llamado Teresa, —voy a salir hacia esa tormenta
encantadora. El resto del personal ya se ha ido por hoy.
Cullen asintió y sonrió.
—Disfruta de tus nietos mientras tu hija está en la ciudad.
—Lo haré, esos
pequeños monstruos—. Teresa miró a Esme con una sonrisa.—Nos vemos el lunes.
Mientras Teresa apretaba el botón del ascensor para bajar, Carslie
hizo un gesto hacia una puerta alta de caoba en la esquina de
la amplia sala llena de cubículos. —La calefacción esta encendida en mi oficina, así que debería entrar en calor, Sra. Meyers.
No es que su cuerpo
no estuviera en llamas ya de vergüenza y por la intensa mirada en los ojos del hermoso hombre -y el hecho de que ella estaba desnuda, prácticamente, de la
cintura para arriba. Pensamientos de él calentándola, personalmente, llenaron su mente y sus mejillas se pusieron en llamas.
Esme tomó una respiración profunda mientras apretaba la correa de
su cartera con una mano y caminaba delante de él, como le había indicado. Se imaginó el calor de su mirada en la espalda mientras le precedía
a su oficina.
Después de que entró,
se sintió como
un autómata,
mientras caminaba a
través de la puerta y se sentaba en uno de los sillones bien acolchados en frente de su escritorio. Se sentó en el borde de su asiento, con
la espalda erguida, su maletín a sus pies. Gotas de agua corrían por su
espalda, terminando en la cintura de la falda. Iba a dejar una condenada mancha de humedad en la silla cuando se pusiera de pie.
Y si su libido no se
calmaba por estar
cerca de Carslie
Cullen, la mancha de humedad no iba a ser sólo de la lluvia.
Su oficina era toda de caoba con moqueta y tapicería de un rico azul marino. Todo, desde el mundo a
través de la ventana, a
las estanterías de
libros con diversas formas de arte, era tal cual se imaginaba que la oficina de un ejecutivo debería verse.
A través de los ventanales
podía
verse la lluvia derramándose sobre la ciudad y gruesas gotas
salpicaban en los cristales.
La habitación olía a
cera, madera y
alfombras nuevas.
El sonido de la puerta que se cerraba
llegó a los oídos de Esme y su corazón latió en su garganta mientras las suaves pisadas venían de detrás de ella, antes de detenerse al llegar a
la silla a su lado. Para su sorpresa,
él se sentó en ella en lugar de detrás de su escritorio.
Cuando Cullen estuvo sentado, todavía la salvó de la vergüenza por
no
mirar
a su pecho. Se apoyó casualmente en la silla y le dio una sonrisa devastadoramente apuesta que tuvo el efecto de hacer que sus pezones se endurecieran y
sus pliegues se pusieran más húmedos.
Oh, Dios mío.
A pesar de que sus pezones debían de estar parados hacia fuera
como picos de montañas,
despejó su garganta y se
sentó
más recta en su asiento, si eso era posible.
—Es un placer conocerlo, señor Cullen—, dijo ella, arreglándoselas
para hacer salir
las palabras de su boca por primera vez.
—Sí, un placer—, se hizo eco, — pero llámame Carslie.
¿Puedo llamarte Esme? —Él la miró como si estuviera haciendo una valoración monumental, aunque no miraba sus pechos. —Te he visto antes
en alguna parte, pero no
acabo de
recordar la ocasión.
—Te ves familiar para mí también—.
Bueno, las palabras venían de la cabeza a la boca. Tal
vez podría hacer esto. —Y Esme está bien.
Maldita sea, la mujer era una preciosidad. Sin
ser obvio al respecto, Carslie observó la parte superior de su cuerpo, sus
delgados hombros, la
elegante curva de su garganta
y sus delicadas facciones. Sus ojos color avellana casi parecían cambiar de color, y
los rizos que habían escapado de
su pelo rojo con puntas levantadas, se
veían muy sexy. Cuando la había seguido, había visto la forma en que su pequeño culo se balanceaba, y
había estudiado sus piernas largas y tonificadas. Se preguntó exactamente lo que llevaba debajo de esa falda. Gracias a la lluvia, él sabía lo que llevaba encima.
Ahora que estaba
cara a cara con ella, no se había perdido que
sus pezones estaban
duros y evidentes
a través de su camisa
transparente – gracias a Dios por la
lluvia- y las curvas de sus grandes pechos le hicieron
agua la boca y a su pene endurecerse.
Se removió en
su asiento, tratando de aliviar la
presión en contra del
cierre, y esperaba que no se viera en su regazo. Imágenes de su collar alrededor de su garganta pasaron
por su mente, su culo rosado
por su látigo y él conduciendo su
polla dentro y fuera de su coño por detrás, mientras la inclinaba sobre un banco de nalgadas.
Maldición. Tenía que poner sus pensamientos
y su erección bajo
control.
Para colmo,
una fuerte corriente
de tensión sexual
chasqueó entre ellos como un alambre eléctrico. Por la mirada en sus ojos y la forma tentativa en que su lengua salió a lamer su labio inferior, estuvo seguro de
que se sentía atraída
por
él como él lo estaba por ella.
Sólo mirándola a
ella y
sus gestos, no tuvo ninguna duda de que sería una excelente sumisa.
Para tener
cierta
apariencia de control, y para aliviar la tensión, comentó sobre el clima y
dijo
que lamentaba que hubiera tenido que salir con tan mal tiempo a la intemperie, a
pesar de que eso no era lo que sentía. Parecía demasiado malditamente deliciosa con su camisa pegada contra el pecho.
Le preguntó si le gustaba su posición actual.
—Ha sido un reto—, dijo con una voz de dormitorio que le hizo pensar más y más sobre como sería desnuda, tal vez incluso atada a su cama. — Pero realmente lo disfruté. Siento que el proyecto esté llegando a su fin.
—¿Por qué estás interesada en un puesto en mi empresa de
consultoría, Esme?—, le preguntó, dejando que
su nombre se deslizara sobre su lengua y disfrutando de su sabor.
Ella todavía estaba sentada
rígidamente en su asiento, y se preguntó
cómo conseguir que se relajase.
—He tomado la decisión de que prefiero trabajar con una empresa de
consultoría que estrictamente por mi cuenta—, dijo.
—¿Por qué es eso? —Él estaba tentado de frotar su pene con una de sus manos, dolía tanto. Fantasías salvajes de hacerla
suya continuaban
tejiéndose a través de su cabeza. Jesucristo, no podía recordar haber sido tan afectado por ninguna mujer.
Los ojos de Esme pasaron del marrón avellana al
verde cuando echó la cabeza hacia un lado. Se
preguntó si ella hizo el movimiento
conscientemente.
—Prefiero estar constantemente en el campo que tener descansos
grandes entre las consultas.
—Razonable—. Se
inclinó hacia
adelante y apoyó los antebrazos sobre los muslos. —¿Estarías interesada en una posición de consultoría
interna? Estoy buscando un diseñador de software para un proyecto de la casa—. Infiernos, el crearía un proyecto para mantener a esta mujer cerca. Había convertido en una regla no involucrarse con cualquiera de sus empleadas, pero si ella trabajaba como consultora, no sería técnicamente una empleada...
—Sí—, dijo sin vacilar y su polla se agitó.
Tenerla cerca... eso sería peligroso y difícil, todo al mismo tiempo.
—¿Cuáles son tus calificaciones? —, preguntó.
—Déjame que te de mi currículum—. Esme se inclinó para recoger el
maletín negro que había traído con ella.
Cuando empezó a sentarse,
él la vio hurgar torpemente, como si las manos le temblaban. El cierre hizo un chasquido al abrirse.
Al momento siguiente dio un pequeño grito, mientras el maletín salía
de
su alcance y el contenido cayó y rodó a través de su piso alfombrado.
—Déjame ayudarte—. Carslie se
levantó de su asiento y se
arrodilló junto a Esme mientras ella frenéticamente recogía elementos para
ponerlos en uno de los bolsillos del maletín.
—Realmente, estoy bien—.
Un sonido ahogado salió de su garganta
cuando levantó la vista para verlo sosteniendo
un flogger de cuero y gamuza, que se
había
caído de su maletín.
Fue en ese momento
en que se acordó exactamente donde la había visto antes.
—Uhhh... —la cara de Esme flameaba, y su cerebro se tomó unas vacaciones de pura vergüenza mientras trataba de
formar una frase coherente.
Ella todavía estaba de rodillas, mientras se ponía en cuclillas
a su lado, a
pocos centímetros de distancia. Él no le dio el flogger de cuero negro y rojo. En su lugar, agarró el mango
con una mano y corrió con los dedos de su otra mano a
través de las tiras de gamuza.
Estaba tan cerca que sentía el calor de su cuerpo, y el latido de su corazón subió un nivel por la forma en que sostenía
el flogger, como si
le fuera familiar. Y si
él...
Esme se aclaró
la garganta mientras acariciaba el flogger, y
se encontraba con su mirada.
—El Baile Fetiche, Las Vegas, hace dos meses—, dijo en voz oscura, peligrosa y sensual.
El maletín se deslizó
de sus dedos otra vez, pero ella apenas se dio cuenta de los contenidos desparramándose.
Oh. Mi. Dios.
Ni una sola palabra salía de su boca, no era que su corazón dejara pasar ninguna palabra.
De repente, parecía estar más cerca de lo que había estado antes y el olor picante de su colonia
causó que la agitación furiosa en su vientre
aumentara.
Carslie tomó el flogger, lo deslizó por un lado de su cara y Esme cerró los ojos. Deslizó las correas de cuero suave más bajo, a lo largo de la curva de
su cuello hacia la apertura de
la blusa mientras hablaba.
—Llevabas un corsé de cuero negro que apenas mantenía tus senos dentro, y una correa de cuero negro que
dejaba ver tu perfecto culo—.
Mientras continuaba, tembló son la sensualidad de sus palabras y la forma en que la acariciaba con el flogger. Con sus ojos todavía cerrados,
se imaginó todo mientras él describía
cómo había sido esa noche. —Estabas usando los tacones altos más sexys que dejaban ver tus piernas largas y
hermosas mientras estaban abiertas, atada a una cruz de San Andrés.
Dios, te veías hermosa mientras estabas siendo azotada. Tu culo
tan rosado y perfecto para follarlo.
Esme jadeó y se detuvo, reposó el flogger en la curva de su cuello.
—Llevabas el collar de otro Dom.
Se lamió los labios y abrió los ojos, pero no podía encontrar su mirada.
Él lo sabía. Dios, él sabía.
—¿Todavía tienes un Dom, Esme?—, le preguntó con esa voz profunda
y penetrante que hizo que su tanga se empapara más.
Ella sacudió la cabeza. La relación entre ella y Terry había terminado
ni un mes después del Baile Fetiche.
—Bien—. Carslie
la cogió con
la guardia baja con su declaración y levantó la mirada para encontrarse con la suya. Acarició el flogger desde la curva de
su cuello a la apertura de la blusa, pero esta
vez fue más allá. —
¿Estás buscando una nueva relación, un nuevo Dom, Esme?
Ella abrió su boca y luego la cerró. Ahora se acordaba de él. Había estado de pie a
un lado, observándola ser azotada
por Terry, su Dom. Carslie
había estado usando la misma sonrisa sexy pero oscura que inclinaba la
esquina de su boca, y había estado vestido con ajustados jeans negros y
una camisa sin mangas negra, de
gamuza. Aún podía recordar sus bíceps finamente tallados que estaban ocultos ahora por la chaqueta del traje.
—¿Eras tú, Esme? — Repetía su nombre cada vez que hablaba con ella,
como un Dom haría. —Respóndeme.
Su voz era tan convincente, tan dominante, que ella
no
podría haberse detenido
a sí misma aunque lo intentara.
—Sí—, susurró.
Carslie trazó el flogger alrededor de uno de sus pezones, haciendo que su cuerpo se
calentara más de lo que ya
estaba. Abrió la boca y casi perdió el equilibrio de donde estaba de rodillas, pero se mantuvo sujetando uno de sus brazos. Sus bíceps flexionados debajo de sus dedos mientras su mano rozaba su hombro y su cuello para ahuecar la parte posterior
de su cabeza.
—Voy a darte un beso, Esme—. Su boca estaba tan cerca de ella, ahora que sentía el calor de su aliento como plumas sobre sus labios. —A menos que me digas que no.
Su corazón cayó de su garganta y comenzó a latir
como
un loco contra su esternón.
—Dime lo que deseas, Esme—. Él acarició la comisura de
su boca. — Quiero que me lo digas.
Le tomó un gran esfuerzo, pero finalmente tuvo las palabras en un
susurro.
—Yo…Yo quiero que me beses.
Una sonrisa de satisfacción masculina pura, curvó sus labios antes de que reclamara su boca con la suya.
Al momento en que sus labios tocaron
los suyos, gimió. Su lengua se
adentró en su boca, tocando y probando con pericia, bromeando y experimentando con ella y su beso. Él sostuvo la parte de atrás
de su cabeza firmemente con una mano, mientras con la otra agarró su
culo tan
apretado que el flogger que aún sostenía se clavó en su carne.
Los gemidos que se levantaban
en su interior, crecieron a medida que
intensificaba el beso, dominándola. Se entregó a él total y completamente.
Antes de que supiera lo que estaba pasando, le había bajado la espalda a la alfombra mientras todavía la estaba besando. Una de sus rodillas se deslizó entre sus muslos, separándolos y causando que
la falda rodara
hacia arriba, casi hasta su coño.
Carslie gruñó mientras continuaba jugueteando con ella, tentándola, probándola con su beso. Mientras se sentaba a horcajadas, comenzó a
explorar su cuerpo con una de sus manos, palmeando sus pechos de a uno a través de su blusa de seda
húmeda, luego pellizcando cada uno de sus pezones, casi tan duro como le gustaba. Se arqueó hacia él y dio un grito en su boca cuando pellizcó sus pezones, tan fuerte
que dolieron. Sí, eso fue
todo.
Los gemidos de Esme se hicieron más fuertes mientras deslizaba
su mano por debajo de su pecho al
muslo.
Deslizó sus dedos hacia arriba y por encima de
la media a
su liguero, y él sonrió contra sus labios.
Carslie movió la mano más arriba de su muslo, y ella contuvo el aliento mientras
le susurraba en los labios: —¡Oh, cariño, ¿qué tenemos aquí?
Esme se quedó quieta por debajo de Carslie, pero su respiración rápida y la oscuridad de sus ojos color avellana
cuando levantó la cabeza, le dijeron
que quería esto.
Mierda, esto era una locura. Él estaba cruzando al
territorio tabú por llevar las
cosas hasta ese punto con una mujer que estaba entrevistando. Pero se sentía tan bien.
Tan bueno. Y ella parecía sentir de la misma manera.
Contuvo la respiración audiblemente mientras pasaba
rozando los dedos por la piel desnuda de su muslo al lado de su liga, empujando la falda más arriba. Se movía lentamente, dándole todas las oportunidades
para poner fin a lo que estaban haciendo.
En cambio, deslizó sus manos alrededor de su cuello y trajo su cabeza más cerca de
ella
para que sus labios se encontraran. Él la besó suavemente luego se apartó.
—Así no es cómo va el juego, ¿verdad, Esme—, afirmó. —Tú haces lo
que te digo cuando te digo.
Sus ojos se abrieron, pero ella no discutió.
Algunas de las cosas
que habían caído de su maletín
rodaron por debajo de su escritorio mientras él mismo se ajustaba, de modo que estaba más firmemente sobre ella.
—Quiero ver tu cabello suelto—. Él movió la mano de su muslo y siguió
sus labios con la punta de
los dedos.
—Pero la lluvia lo habrá puesto todo rizado.
Negó con
la
cabeza.
—No me obligues
a decírtelo dos veces, Esme. ¿Quieres ser castigada?
Se mordió el labio y sacudió la cabeza mientras
ella se
acercaba y
echaba la cara hacia un lado para tener acceso al clip. Lo deslizó libre, y algunos de los rizos comenzaron a
escapar.
Él sonrió y se
arrodilló entre sus muslos para poder usar ambas manos para ahuecar el cabello y
lo extendió a su espalda como un halo de color rojo fuego. Era largo y
rizado, y adorable alrededor de su cara.
Carslie miró el lugar que había subió la falda hasta la parte superior del muslo donde casi podía ver su montículo. Apoyó su mano a un lado de su cabeza y la observó. Tenía las mejillas rosadas,
sus labios entreabiertos, hinchados por sus besos, los párpados pesados y los ojos oscuros,
por el deseo.
Apoyó una mano en el costado de su cabeza y llevó la otra de nuevo hacia abajo, a su falda, donde la elevó más, manteniendo su mirada fija en ella. Ella abrió la boca mientras sus dedos se deslizaban más alto.
—Pon tu mano sobre la mía,
Esme—. Sus palabras salieron más
profundas y
ásperas de lo que había previsto. —Guía los dedos hacia donde quieres que te toque.
Sus ojos se agrandaron y
dudó. Él le dirigió una mirada firme, con la intención de decirle que siga sus instrucciones. Si ella era una buena sumisa y quería que fuera su Dom, tendría que obedecerle sin pausa.
Ella llevó su mano hacia abajo para cubrir la suya y él pudo sentir sus dedos temblorosos mientras lo guiaba desde su liga hacia su montículo.
Jesucristo. No llevaba ropa interior.
Los rizos de su montículo le hicieron cosquillas en
la palma mientras
Esme movía su mano hacia abajo hasta que sus dedos descansaron
en sus pliegues.
Su corazón latía un poco más rápido y su polla le dolía más allá de toda
medida. ¡Qué ganas de bajar su cremallera y sumergirse
en su coño, ahora! Apenas podía contenerse.
Bromeó con sus dedos en los labios
exteriores de sus pliegues, sin ahondar en su humedad todavía. Y él sabía que iba a
estar mojada.
—¿Qué quieres que haga ahora, Esme?
La forma en que sus mejillas se volvieron más rosadas la hacía parecer
aún más deseable.
—Tócame. Frota mi clítoris.
Carslie le regaló una sonrisa de aprobación y
metió los dedos en sus pliegues lisos.
—Estás tan condenadamente húmeda, Esme—. Le acarició
el clítoris y dio un suave gemido.—¿Quieres que te folle?
Volvió a callar, con los labios
entreabiertos, mientras
otro gemido escapaba de ella y trabó su mirada con él.
—¿Quieres?—, repitió.
—Dilo, Esme.
—Yo…— Su voz salió en un susurro ronco. —Yo…Yo quiero que me folles, Carslie.
Él sonrió, deslizó dos dedos en su canal y
comenzó a bombear con ellos
de manera que los nudillos se encontraban con sus pliegues. Esme gritó y arqueó la espalda, levantando el pecho, llamando su atención
sobre sus
grandes pechos bajo la blusa mojada.
Bajó la cabeza y mordió un pezón duro
a través de
la camisa y el sujetador y ella gritó por el dolor de
su picadura.
—¿Te gustó eso, Esme? —
Murmuró mientras movía la boca a su otro pezón.
—Sí—. Ella jadeó mientras le mordió el otro pezón. —Mucho. Me gusta todo lo que me estás haciendo.
Le dio otra sonrisa de satisfacción y golpeó los dedos dentro y fuera de
su coño, al mismo tiempo le mordió y chupó los pezones a través de su camisa
y el sujetador. Gimió y se agarró a sus bíceps, clavando sus dedos
en la chaqueta del traje.
—Oh, Dios mío—. Todo su rostro se ruborizó mientras se retorcía debajo de él. —Estoy tan cerca de llegar.
—Ya sabes cómo funciona, Esme—, dijo mientras deslizaba sus dedos de su núcleo. —No hay orgasmo
sin mi permiso.
Se estremeció y gimió mientras traía los dedos entre ellos y
se los
ponía
en su boca. Chupó los jugos y bebió del olor de su almizcle, mientras la
miraba.
—Sabes tan jodidamente bien, cariño—.
Apoyó las manos a ambos lados de su pecho. —Desabrocha la blusa.
Su garganta
trabajó mientras tragaba, pero sus dedos se movieron de
sus bíceps a los botones de la blusa inmediatamente. Hurgó torpemente en
los botones de la prenda, pero poco a poco cayó abierta a un lado mientras
tiraba del dobladillo fuera de la cintura de la falda. El sujetador apenas
contenía sus pechos
que casi desbordaban las copas. Cuando la blusa estuvo desabrochada, la ayudó a
levantarse en la medida de
lo que necesitaba para que pudiera
deslizarse el material de sus
hombros y arrojar la blusa en una de las sillas.
Dios, amaba cuando una mujer llevaba un sujetador de cierre frontal. Lo desabrochó y se
mordió el labio inferior mientras él lo quitaba por completo de ella,
dejando sus senos
libres, quedando
desnuda de cintura para arriba.
—Maldita sea, eres hermosa—, dijo poco antes de inclinarse y lamer
uno
de sus pezones. Esme hizo un sonido entre la sorpresa y el placer, y luego se quejó cuando su
boca cubrió el pezón y se quejó de nuevo mientras mordía el tenso brote.
Le gustaba el sabor
de su
piel,
sus jugos. Y ahora quería probar todo de ella, en particular su coño.
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