viernes, 21 de abril de 2017

capitulo 6 Controlada por la Ley

CAPÍTULO 6



Jasper vio el destello de cautela mezclado con el deseo en la mirada de Alice. No le importaba si ella se sentía un poco nerviosa acerca de sus pretensiones para con ella. Esta vez no iba a dejar que se fuera.
Mientras el mozo se hacía cargo de la factura, Jasper puso su mano sobre el muslo desnudo de Alice debajo de la mesa. Él levantó el dobladillo de su vestido más alto, hasta que apenas cubría su pubis.
—Jasper, para—, dijo entre dientes y puso su mano sobre la suya, tratando de evitar que fuera más lejos.
—Recuerda lo que te dije. —Metió la mano un poco más, hasta que sus dedos tocaron la banda de la pierna de su ropa interior. Bikini, si no se había equivocado. —Cuestionar todo lo que hago te dará un castigo.




Incluso en la luz tenue podía ver sus mejillas rosadas y contuvo una sonrisa mientras frotaba el paño húmedo entre sus muslos y encendía el mando a distancia. Alice se sorprendió una vez más, sacudiéndose contra su mano. Se mordió el labio inferior, como si tratara de contener una queja o un grito, no estaba seguro de qué.
El camarero regresó y Alice parecía positivamente mortificada mientras dejaba al vibrador continuar y le acariciaba las bragas sobre sus pliegues. Jasper no creía que el camarero pudiera ver, y le gustaba ver a Alice retorcerse.
Cuando estaban listos para salir, apagó el vibrador y quitó la mano, y ella prácticamente se desplomó en su asiento.
—Eres tan malo—, se las arregló para decirle sin aliento.
—No has visto nada todavía—, le dijo y ella le lanzó una mirada sensual que le dijo que estaba lista para cualquier cosa que hubiera reservado para ella.
La película que la llevó a ver era una de acción y aventura. Ninguno de ellos habría disfrutado viendo películas de chicas o algo cursi. Eran adictos a la acción y Alice estaba definitivamente satisfecha con su elección.
—Me siento como una adolescente—, dijo mientras tomaba un bocado delicado de la bolsa de palomitas de maíz que le entregó. —No he ido a cenar y al cine desde hace tanto.
—Debemos probar el autocine. —Caminó cerca de ella mientras llevaban sus palomitas, refrescos y regaliz rojo. Lo miró sorprendida. —Muchos viejos recuerdos, dijo él.
—¿Todavía esta abierto?
—Ya lo creo. Tal vez vayamos ahí en nuestra próxima cita y rememoremos más viejos  recuerdos.

Las mejillas de Alice se sonrojaron de nuevo. La llevó a la fila en lo más alto del cine, en los asientos de la esquina, igual a como hacían cuando eran adolescentes. Maldita sea, se veía tan caliente esta noche en su sexy, corto vestido negro y zapatos de tacón. Su aroma de rosas y flores silvestres lo volvía loco, y tuvo que luchar para evitar tener una constante erección.
Todo el tiempo que miraron la película, tuvo el brazo envuelto alrededor de sus hombros y ella se retorció mientras dejó el vibrador encendido.
—Recuerda—, murmuró en su oído. —Ningún clímax sin mi permiso.
—Sí, oficial—, dijo con los dientes apretados y Jasper rió entre dientes.
Cuando la película hubo terminado, Jasper le cogió la mano, salieron del cine a la noche fría y la ayudó a poner su abrigo sobre los hombros.
Su polla ya estaba dolorida cuando llegaron al apartamento de Alice. Quería estar dentro de ella más que la vida misma, pero tenía la intención de hacerla esperar.
Usó la llave de Alice para entrar al condominio, cerró la puerta y echó la llave. Antes de que pudiera alejarse de él, la agarró y la besó con toda la pasión que había estado creciendo entre ellos toda la noche. Sus labios eran suaves, su boca tan flexible por debajo de la suya.
Hizo gemidos dulces, suaves lamentos y la aplastó contra él, presionando su erección potente contra su vientre. Puso sus brazos alrededor de su cuello y jugueteó con el pelo corto de su nuca. Gimió y la besó antes de llegar a tirar del clip de su cabello. Echó el clip a un lado y deslizó los dedos por su pelo suelto.
Cuando se apartó, estaba casi mareado de necesidad por ella y quiso desvestirla directamente en su vestíbulo.
—Champagne—, dijo, su voz ronca de deseo.—Para celebrar.

Alice asintió con la cabeza a pesar de que no se movió por un momento. Sus ojos azules estaban oscuros, sus labios húmedos estaban separados y su cabello rubio caía salvaje alrededor de sus hombros. Dios, cómo quería clavarla contra la pared y tomarla con fuerza y rápido.
Mientras caminaba hacia la cocina, miró su dulce, pequeño culo balancearse, sus piernas tonificadas flexionarse bajo el dobladillo de su vestido corto, mientras caminaba en sus zapatos de tacón alto. Las imágenes de los dos desnudos en la cama, se hicieron más intensas y apretó los dientes. Para distraerse a sí mismo -y distraerla- hizo girar el control remoto justo cuando abría la nevera.
Con un pequeño grito, dio un paso atrás, pero se aferró a la manija del refrigerador para mantener el equilibrio. Alice lanzó una mirada de pura sensualidad mientras dejaba el vibrador continuar, metió la mano en la nevera y sacó la botella de champagne.
Jasper tomó la botella mientras ella buscaba en sus armarios y sacaba un par de copas. Las imágenes pasaron por su mente, de ella en su cocina, en su cama, siempre.
Jasper negó con la cabeza. Veinticuatro horas y ya estaba pensando en ella mudándose con él.
El pop del corcho fue fuerte y Alice se rió cuando la espuma se derramó por los lados de la botella. Llenó cada copa y dejó la botella antes de que cada uno tomara una de las copas de champagne.
Durante un largo momento se miraron el uno al otro, sus copas listas para hacer un brindis.
—Por finalmente encontrarnos de nuevo—, dijo Alice con suavidad, haciéndose eco en sus palabras de sus sentimientos.
—Por nosotros—, dijo antes de tocar la copa de ella y tomar un largo trago.

Ella se rió, mientras bebía toda la copa.
—Se supone que es para disfrutar.
Tomó la copa de ella y la dejó en el mostrador antes de tomarla en sus brazos. —Tengo la intención de disfrutar. —La besó de nuevo, con la intención de hacer precisamente eso. Su aliento era cálido contra su boca mientras murmuraba:
—¿En dónde está tu habitación?
Ella llevó las copas mientras él cogió el champán y una de las rosas rojas del florero sobre la mesa. La siguió escaleras arriba, disfrutando de la vista de su culo bien formado y sus piernas largas. Cuando llegó al rellano, siguieron por un corto pasillo a una habitación que era únicamente Alice. Estaba llena de muebles antiguos de madera de caoba, desde el tocador hasta los vestidores, un asiento encantador y un par de sillas. Pinturas impresionistas al óleo en las paredes, botellas de cristal de todo tipo, tamaños y formas en su tocador, fotos de familia y otras personas dispersas en todas las superficies disponibles y jarrones de flores de colores en su escritorio. Y para su placer extremo, había una cama con dosel, de cuatro postes.
Perfecta.

En el momento en que llegaron a su cama, Alice era un manojo de nervios.
Ellos estaban en su territorio, pero él todavía tenía el control.
Jasper puso la botella de champán y la rosa roja en la mesilla de noche junto a la cama. Tomó su copa vacía de ella, coronó su medio llena copa de champagne y volvió a llenar su propia copa. Una vez que puso la botella de champagne abajo, levantó su copa de nuevo.

—Por hacer nuevos recuerdos—, dijo con voz áspera, y Alice chocó su copa contra la suya.
Esta vez ella bebió el champagne mientras lo observaba por encima del borde de la copa. Sus miradas se sostuvieron hasta que ambos vaciaron sus copas.
Jasper tomó la suya y dejó las dos a un lado.
—¿Tienes algún pañuelo?
Alice levantó las cejas. Tenía la sensación de que sabía exactamente para qué quería usar los pañuelos, y la idea hizo que su cuerpo se volviera loco.
De un cajón inferior de su tocador, sacó un paquete de pañuelos de todos los tamaños, formas, texturas y colores, y los entregó a Jasper. Los tiró en la cama y se acercó a ella.
—Date la vuelta—, dijo mientras la tomaba por los hombros y giraba, de modo que su espalda estuvo hacia él. Se estremeció al sentir el contacto de sus dedos cepillar su columna vertebral mientras bajaba la cremallera hasta donde terminaba en la parte superior de sus nalgas.
Con las manos suaves, empujó el material de sus hombros y dejó caer el vestido al suelo, dejándola sólo en los tacones, la ropa interior de encaje y el sujetador nuevo que había comprado para esta noche. Salió del vestido y se alegró cuando Jasper lo recogió y lo puso cuidadosamente en una de las sillas antiguas de su habitación.
El champagne estaba empezando a surtir efecto y se sintió un poco mareada mientras regresaba a ella. Le frotó los hombros y lentamente la miró de pies a cabeza.
—Eres tan hermosa.
Llegó hasta él y no la detuvo cuando le desabrochó la camisa. El champagne la hacía un poco torpe, pero la abrió todo el camino hasta la cintura. Se sacó la camisa fuera del pantalón y se la quitó antes de tirarla a un lado. Alice quería correr las palmas de sus manos sobre los músculos de su pecho, el abdomen y bíceps. Quería explorar cada parte de él.
Pero él estaba ocupado quitándose los zapatos, los calcetines y dejando caer sus pantalones como si no pudiera esperar más. Cuando estuvo desnudo, lo alcanzó y pasó los dedos sobre su erección que parecía imposiblemente más grande de lo que había estado ayer por la noche.
Alice jadeó cuando él deslizó los dedos en su ropa interior y en sus pliegues. Llegó a su núcleo, retiró el vibrador que estaba resbaloso con sus jugos y lo puso en la mesita de noche.
Agarró su polla más fuerte, esperando que la deslizara en su interior, donde sus dedos y el vibrador habían estado. Pero le dio un gruñido bajo, la recogió en sus brazos y la llevó la corta distancia hasta su antigua cama con dosel. Se rió por el movimiento rápido y el efecto que el champagne estaba teniendo en ella.
Jasper la instaló en el centro de la cama y la besó suavemente antes de alcanzar uno de sus pañuelos de seda. Temblores sacudieron su cuerpo mientras le rozaba los labios con la parte interna de su muñeca antes de atarla firmemente a la pata de la cama. Tomó otro pañuelo y se fue al otro lado de la cama, besó el interior de su muñeca y luego restringió ese brazo. Ella no se cansaba de ver su cuerpo desnudo mientras la ataba. Cada músculo flexionándose con sus movimientos y su polla arqueada contra su vientre, diciéndole lo mucho que la deseaba.
Alice estaba tan concentrada en mirarlo que apenas se fijó en él besando el interior de cada tobillo y fijándolo a la pata de la cama. Era tan puramente masculino, tan fluido en sus movimientos que ella no se cansaba de mirarlo.
Cuando terminó y ella estuvo despatarrada en la cama, se sentó en el borde del colchón con la rosa en una mano. Le tocó la nariz con el pimpollo y luego, lentamente, lo deslizó sobre sus labios y barbilla, hasta el hueco de su garganta. Sus atenciones sensuales causaron que una parte de ella cayera enamorada de él un poco más.
Sabía que estaba cayendo rápidamente hacia ese punto, y se preguntó si la había perdonado y se interesaba por ella otra vez en la misma forma en que ella estaba empezando a interesar por él.
Comenzando a amarlo otra vez.
Jasper puso la rosa en su vientre luego bajó su sostén de delicado encaje por debajo de los pechos por lo que se alzaron, los pezones doloridos por su boca.
—Estás más bella que nunca—, murmuró mientras se inclinaba hacia adelante, luego chasqueó su lengua en uno de sus pezones.
Alice gimió y arqueó la espalda, empujando sus pechos en su cara. Dio una risa suave y lamió el otro pezón. En lugar de chuparlos, levantó la cabeza y rozó la rosa sobre cada uno de los picos húmedos, lo que la hizo gemir por las sensaciones exquisitas.
Continuó sus movimientos lentos y sensuales con la rosa, arrastrándola hacia abajo por el vientre, en el interior de cada uno de sus muslos. Rozó el capullo sobre la tela que cubría su coño y ella gritó y tiró contra las satinadas restricciones.
—Jasper, por favor.
—¿Qué quieres, ángel? —Arrastró la rosa por encima de uno de sus muslos hasta la rodilla. —Cuéntame.
—Quiero tu boca en mi coño—. Alice no tenía ningún problema diciéndole exactamente lo que quería. —Luego quiero tu polla dentro de mí.
—Mmmmm... —Deslizó la rosa hasta el interior de su tobillo y le hizo cosquillas, haciendo que luchara contra sus ataduras de nuevo. —No siempre se puede tener lo que quieres—, dijo y ella gimió.
Continuó su lenta tortura sensual, deslizando la rosa por la parte inferior de un pie, haciéndole cosquillas, y luego fue al otro pie e hizo lo mismo. Los ojos de Alice se humedecieron por ser incapaz de moverse, mientras bromeaba con cada terminación nerviosa hasta que su cuerpo se sintió vivo.
Jasper tomó la rosa y la dirigió hasta el interior de la otra pierna, y pensó que iba a morir. La suavidad de los pétalos acariciando su piel la hizo sentir dolorida, le hizo querer venirse con una ferocidad que tuvo que aplacar.
Una vez más, barrió la rosa sobre el paño húmedo que cubría su sexo, y otra vez tiró contra sus ataduras. Trajo su nariz a la ropa interior e inhaló audiblemente.
—Maldita sea, hueles bien—, dijo mientras se aferraba al borde de sus bragas y tiraba a un lado el material.
Alice se hubiera salido de la cama al primer golpe de la lengua de Jasper si no hubiera estado restringida. Su grito resonó en la habitación y arqueó sus caderas, rogando por más. Hizo un sonido bajo, como un gruñido mientras insertaba la lengua en su canal y luego bañaba sus pliegues.
—Déjame venirme, déjame venirme, déjame venirme—, suplicó, con lágrimas de necesidad y frustración fugándose hacia debajo de las comisuras de sus ojos.
En lugar de contestarle, le mordió el clítoris y gritó de nuevo. Apretados torbellinos de sensaciones se construyeron en su cuerpo, intensificando lo que había sentido durante toda la noche con el vibrador en su interior. Su cuerpo se ruborizó con el calor mientras él introducía sus dedos en su canal sin dejar de lavar su clítoris.
El calor en su cuerpo causó que el sudor la cubriera con un suave brillo y ella se sintió como si estuviera en llamas. Sacudió la cabeza de lado a lado.
—Jaaaaasper! ¡Por favor!

Se levantó, una mirada intensa en sus hermosos rasgos mientras su polla dio un golpecito a su canal. Apoyó las manos sobre la cama, a ambos lados de su pecho.
Sí, sí, sí, sí, sí, sí!
Con una mirada salvaje en sus ojos, Jasper golpeó su polla directo en ella.
Alice gritó y luchó contra el dominio que los pañuelos tenían en sus muñecas y tobillos. Todo se sentía tan correcto con él dentro de ella. Como si fueran dos mitades que finalmente se juntaran de nuevo.
Se metió dentro y fuera con movimientos lentos, medidos, y se mordió el labio para no gritar y rogarle de nuevo que la dejara venirse.
Sus labios se encontraron con los suyos en un beso con fuerza dominante.
Un beso de propiedad.
La sensación de tenerlo dentro de ella, su cuerpo en movimiento contra el suyo, su olor masculino y picante, todo eso se combinó para intoxicarla mucho más que los efectos del champagne.
Lo miró a los ojos y su expresión era feroz e intensa.
—Tú me perteneces a mí de nuevo, ángel. Dilo.
—Yo soy tuya y tú sabes muy bien que eres mío, Jasper Cullen—, dijo ella sin vacilar.
Sonrió, con una chispa en sus ojos y comenzó a empujar más y más rápido. Tan duro que la cabecera golpeaba contra la pared y ella lo sentía profundo, tan profundo. Quería abrazarlo, para envolver sus piernas alrededor de él. Pero la sensación de estar atada se añadía a la creciente necesidad de llegar al orgasmo.




Su necesidad debió haber estado en sus ojos porque se acercó y le susurró al oído: —Córrete, cariño.
Esas dos palabras suaves, desataron una reacción en cadena que la tuvo llorando y gritando. El fuego que había estado creciendo ferozmente en su cuerpo estaba tan caliente que pensó que los pañuelos podrían arder en sus tobillos y muñecas.
Espasmos tras espasmos, salían de su núcleo mientras Jasper continuaba impulsándose dentro y fuera de ella. Luego gruñó su clímax mientras su cuerpo se estremecía entre sus muslos y su polla latía en su centro. Después de unos cuantos golpes más, mantuvo sus caderas apretadas a la de ella y tomó su boca con otro beso, reclamando.
Estaba respirando fuerte mientras Jasper se apartaba de ella y desataba cada uno de los pañuelos en cuestión de segundos. Tan pronto como estuvo libre, la envolvió en sus brazos, la cabeza bajo su barbilla, su muslo fijando sus caderas hacia abajo, y su mejilla presionada contra el pecho. Olía a sudor y sexo y ella nunca se había sentido tan querida, tan protegida... no desde...
—Quería decir lo que dije—. La abrazó con más fuerza a medida que hablaba.
—Esta vez no voy a dejarte ir.

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ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina