miércoles, 24 de mayo de 2017

capitulo 6 tomandolo personalmente

CAPÍTULO 6





Rosalie salió de la reunión  de la junta con su  confianza habitual y la satisfacción de haber hecho todo lo que se propuso hacer. Los empleados de ventas y de marketing sabían lo que se  esperaba de ellos con los nuevos productos  creados  para poner en marcha en un par de meses,  y había informado a los de atención al cliente del riguroso entrenamiento que iban a estar pasando. Su trabajo había sido de mala calidad en los últimos tiempos, y era totalmente inaceptable.


Era increíble. Después de un mes de pasar tiempo con Emmet, de ser sumisa con él en el dormitorio o en cualquier otro lugar que tuvieran relaciones sexuales, su nivel de confianza  había aumentado aún más. Ella mantenía el mismo nivel de control en el mundo de los negocios que siempre había tenido, sólo que era más feliz de lo que nunca había sido.

Cuando llegó a su oficina, cerró la pesada puerta detrás de ella, cruzó la alfombra  de felpa a su  escritorio de caoba. Estaba  sentada  en su  silla ejecutiva muy cómoda y se echó hacia atrás por un momento. Su mente seguía girando sobre lo que tenía que hacer hoy. Tenía unos pocos clientes con quien ponerse en contacto,  otra reunión con todos  sus  gerentes,  y luego el día llegaría a su fin.

Era viernes, y después del trabajo sería el momento de ella y Emmet para "jugar". Una sonrisa curvó la comisura de sus labios mientras abría uno de sus cajones y recogía el flogger de ante negro. Ahora lo guardaba en su oficina todo el tiempo, y sólo tocarlo hizo que su coño se  humedeciera y que sus pezones dolieran  en anticipación a esta  noche. No sabía lo que estarían haciendo, pero sabía que lo que fuera sería emocionante.



Su teléfono celular sonó y comprobó el identificador de llamadas. Emmet. Su ritmo cardíaco se aceleró y guardó de nuevo el flogger en el cajón. Pulsó el botón de su auricular para responder a su llamada.

—Hola, Maestro,  —murmuró.  Fuera de  la  habitación o  en  otras situaciones sexuales, no se refería a él como maestro, pero a veces realmente la excitaba llamarlo así mientras estaba en el trabajo. Se sentía traviesa y juguetona.

—Hola bebé. Su voz baja, sexy la hizo hormiguear aún más y se imaginó la mirada llena de humo en sus ojos que ella había llegado a amar. Le gustaba todo de él.

—¿Qué estás haciendo ahora?

Ella cerró los ojos y lo imaginó en su escritorio, su largo pelo rubio hasta los hombros resaltado por la iluminación fluorescente. Estaría usando una camiseta de gimnasia sin mangas, flexionando sus bíceps esculpidos mientras sostenía  el  teléfono  en su  oído. Como de costumbre,  tendría   un aspecto absolutamente delicioso, y quería comérselo  todo.

—Estoy pensando en ti. —Ella corrió la lengua por el labio inferior. Imaginando chupar esa gran polla tuya, llevándote profundo dentro de mi boca.

Un gruñido bajo, sensual llegó a través del teléfono.

—Estoy devorando tu gusto dulce, con mi cabeza entre tus muslos, tus manos en mi pelo, y estás haciendo esos  sonidos de gimoteos adorables. Rosalie casi gimió con las imágenes que estaban creando.

—Tócate a ti misma. —Su voz era baja y ronca, y de mando—. Frota tu clítoris.

Ella dio un grito ahogado.

—¿Aquí? ¿Ahora?



—Estás en tu oficina o no estaríamos hablando de chupar mi polla. Su mirada se centró en la puerta de la oficina grande.
—Debería cerrar la puerta.

—No, nena. —Su orden fue completamente excitante—. Tira de la falda hasta la cintura y fóllate a ti misma con los dedos. Imagina que soy yo.

Se  mordió el labio inferior y calzó su  falda en la cintura mientras continuaba observando la puerta de su oficina. Dio un suave gemido cuando separó los muslos y se metió los dedos en sus pliegues. Todo lo que llevaba debajo de la falda eran sus  medias hasta  el muslo porque Emmet le  había ordenado no usar bragas o tanga debajo de la ropa.

—Sí, —dijo—. Eso es. Puedo imaginarte dando vueltas a tu clítoris con el dedo.

Se estremeció por la necesidad y el peligro de ser atrapados.

—¿Estás acariciando tu pene?

—Estoy de pie junto a mi escritorio, mis pantalones cortos hasta los muslos, pensando en ti  mientras me paso la mano arriba y abajo de mi erección.

La imagen  fue suficiente para aumentar la excitación de Rosalie hasta tal el punto que podría llegar con apenas su orden. Se quejó en voz alta.

—Quiero tu polla dentro de mí, Emmet.

—Mete  dos  de  tus  dedos  en  tu  coño. —Emmet dio un gemido—. Siénteme,  bombeando mis caderas, conduciéndome en ti tan duro que te hago gritar.



—Oh, Dios  mío. Rosalie se  retorció contra su mano—. Siento  tus caderas entre mis muslos. Todavía estoy dolorida por la paliza que me diste por ser una chica mala.

El sonido de su respiración era un poco más pesado.

—¿Estás usando el auricular para que ambas manos están libres?

—Sí. —Bombeaba sus dedos dentro y fuera de su coño, sin importarle en absoluto si alguien entraba por esa puerta. No podría verla desde la cintura para abajo, de todos modos.

—Toma tu mano libre y deslízala dentro de tu sostén  y pellizca uno de tus pezones, —ordenó.

—¿Qué? —Contuvo la respiración e hizo más lento el movimiento de su mano en su canal.

—Haz lo que te digo, Rosalie, o te castigaré tan pronto como te vea esta noche.

La idea de su clase de castigo envió una emoción a través de su vientre. Sin embargo, odiaba   también decepcionarlo.  Levantó la mano, sus  ojos todavía en la puerta de la oficina, y deslizó sus dedos en su chaqueta ajustada y por debajo de la copa de encaje de su sujetador hasta que llegó a su pezón.

—Pellízcalo. Duro. —Era como si pudiera verla—. Estoy acariciando mi polla mas duro, imaginando que haces lo que te digo.

Rosalie no pudo evitar un gemido apenas pellizcó su pezón y  metió sus dedos dentro y fuera de su coño.

—Esto es tan caliente... Maestro. Le dio un sonido bajo de aprobación.
—Saca los dedos fuera de tu coño y saborea tus jugos para mí.



Sus ojos se abrieron por la sorpresa. Nunca había tenido a hacer eso antes.

—Rosalie... —dijo en un tono de advertencia.

—Lo hago. —Se sentía sin aliento mientras sacaba la mano de su coño y metía dos dedos en su boca y los chupaba. Su almizcle en su mano era fuerte, y probó el mismo sabor que cuando él la había besado después de lamerla ahí abajo a ella. Sólo que esto era más intenso e increíblemente excitante.

—Mmmm... me encanta tu sabor. —Sonó como si su respiración se hubiera acelerado—.  Ahora acaricia tu clítoris. Tócate a ti misma hasta que creas que te vas a venir. Y no dejes de pellizcarte los pezones. —Hizo una pausa y se quejó antes de añadir—, ¿Estás haciendo lo que te dije que hagas?

—Sí, Señor. —El pensamiento de ser  capturada agregaba una excitación adicional a su emoción.  El sujetador se había deslizado por debajo de sus pechos y sus pezones eran grandes y evidentes a través del material de la chaqueta ajustada. Tammy siempre golpeaba, pero ¿q si esta vez no lo hacía?

—¿Preocupada por ser  atrapada? —preguntó,  como si  le  leyera  el pensamiento.

—Sí. —Apenas podía hablar por su necesidad de llegar al clímax—.
¿Puedo venirme ahora, Maestro?

—No, —dijo y ella gimió de nuevo.  ¡Quita tus  manos de tu coño y pezones y endereza tu ropa.

—¿Quieres  que me detenga?  —Parpadeó—. Pero tengo  tanto  que venirme...

—¿Qué te he enseñado acerca de la gratificación retrasada? —dijo en un tono exigente—. Si discutes  conmigo de nuevo, Rosalie, te voy a castigar por eso esta noche.



Sí, Señor. Le dolía el coño y los pechos mientras se reorganizaba la falda, tiraba de su sujetador de nuevo sobre sus  pechos y se  ajustaba la chaqueta. Necesitaba ir al baño y lavarse el almizcle de los dedos.

Como si aun leyera su mente, Emmet dijo:

—Quiero que lamas tus jugos de tus dedos, y no te  laves las manos. Llevó las palmas de las manos a su escritorio.

—¡Emmet!

—Eso es un castigo, bebé. Te dije que no discutieras conmigo.

—Pero…

—¿Estás pidiendo un castigo, Rosalie?

—No, Maestro, —respondió, pensando en cómo podría conseguir pasar su reunión con los gerentes y no dar la mano o acercarse demasiado a nadie.

—Ahora chúpate los dedos. —Obedeció mientras él continuaba—. Te voy a recoger esta noche a las siete. Usa algo sexy.

Sí, Señor. —Un estremecimiento corrió por su vientre. No sabía qué esperar cuando él la  recogía. Le  gustaba  mantener las  cosas  como una sorpresa y sólo le decía en que forma debía vestir y cuando la recogería.  La mantenía en vilo, pregunndose qué haría con ella luego, o que le haría hacer.

—Buena chica. —Ba la voz y ella sintió como si estuviera cepillando sus labios sobre su oreja—. Te veré esta noche, nena.

—Adiós,— dijo justo antes de desconectarse.



*****

La casa de Rosalie era grande, moderna, eficiente y le encantaba. En su cocina, todos sus electrodomésticos eran de acero inoxidable, sus encimeras de granito, y   sus  muebles de madera de cerezo. El suelo era de grandes baldosas de Toscana y había tenido un diseñador de interiores decorando todas sus habitaciones, incluyendo su gimnasio y habitaciones de huéspedes.

No pudo evitar sonreír ante la idea de su sala de ejercicios. Sin duda, no era nada como la de Emmet, a pesar de que habían hecho buen uso de ella un par de veces. A veces se quedaban y jugaban en su casa, a veces en la de ella.

Una vez más, Rosalie miró su reflejo en el espejo del pasillo. Llevaba un vestido de satén  de estilo  oriental que terminaba unas tres  pulgadas por encima de las rodillas y tenía cuello mao. El vestido era azul mar, por lo que resaltaba el azul de sus ojos. Palillos chinos con incrustaciones sostenían su pelo. No llevaba medias de nylon y tenía tacones con correas. Que la aspen si no se veía bien.

Una cosa acerca de ella era que no tenía escasez  de confianza en sí misma. No era una mujer que se intereRosalie en opiniones de los demás de ella... pero importaba lo que Emmet pensaba de ella. Tal vez estaba comenzando a preocuparse demasiado por él.

La campanilla  de la puerta sonó y recogió su bolso que combinaba con el estilo oriental de la repisa debajo del espejo y sus tacones resonaron en el azulejo, mientras caminaba hacia la puerta de entrada. Así como no le gustaba que la hicieran esperar, ella no hacía que los demás esperaran por ella.

Cuando abrió la puerta estuvo acerca de fundirse al ver a Emmet. Vestía un traje negro que sólo aumentaba su poderosa presencia. Su cabello rubio hacía contraste con el negro del traje, al igual que sus ojos marrones, contrastaban con su pelo.

—Hermosa. —Acarició su mejilla con los nudillos, tan ligeramente que se estremeció—. Eres siempre  la mujer más bella que conozco.

—Gracias. —Rosalie sonrió—. Te ves muy bien también, —dijo y él mostró su sonrisa-para-morir.



Tomó la mano de Emmet cuando la sostuvo  levantada para ella. Cuando salían, él era siempre el caballero. Era sólo cuando jugaban su juego de roles que ella actuaba como la esclava servil, lo cual encontraba sorprendentemente erótico.

Antes   de  Emmet, había pensado  en  lo  que  los   hombres  llaman caballerosidad,  como machismo. Ahora tenía una apreciación completamente diferente de los hombres que trataban a las mujeres con ese tipo de respeto.

Sí, antes de Emmet, había estado muy tensa.  Como siempre, hablaban de todo bajo el sol. Durante el mes pasado habían aprendido mucho el uno del otro. Habían hablado  de sus  padres y sus  tres  hermanos, así como de su madre divorciada y su padre. Hablaron sobre su trabajo y sus clientes, incluso los deportes y sus artistas favoritos.

Algo que la había sorprendido  por completo acerca de este  pedazo de hombre, era que le gustaba el arte, e incluso iban a un espectáculo o una sinfonía de vez en cuando.  En el último mes habían ido a un par de juegos de entrenamiento de primavera, un ballet, una obra de teatro, una película, y a comer todos los sábados y domingos. Durante la semana tendían a pasar más tiempo en casa de Rosalie porque estaba más cerca de su trabajo, desde ahí, Emmet viajaba por todo el valle a trabajar con sus clientes.

Antes de que se diera cuenta, llegaron a una hermosa casa antigua en las estribaciones de Catalina. Era una casa de dos pisos con grandes columnas, una puerta de entrada que destacaba y un camino pavimentado  circular con una fuente  de  agua  enorme en  el  medio. La   casa   estaba   iluminada brillantemente, candelabros de cristal  visibles a través  de las  ventanas grandes, así como un grupo de gente bien vestida. Al parecer,  la había llevado a una fiesta  a juzgar por lo que ella podía ver en la casa  y varios coches aparcados en la calzada.

Emmet no dio ninguna explicación, simplemente dio la vuelta a su lado del vehículo para  asistirla  al  salir  del  bajo coche  deportivo. Le   gustaba sorprenderla acerca de lo que iba a ocurrir  a continuación.  Era la parte bromista de su personalidad y tal vez la dominante, también, dado que él deseaba hacerla esperar por todo.

La noche olía a agua de la fuente y los aromas del desierto. Todavía era primavera  y el viento era fresco  contra su  piel. Emmet se  sentía  tibio y confortable a su lado mientras la guiaba hacia la casa con su mano en la parte baja de su espalda.

Cuando llegaron a la casa, simplemente abrió la puerta y cami dentro. Al  parecer se  trataba  de  un encuentro pequeño, íntimo y  había varias personas mezclándose, comiendo bocadillos y bebiendo copas de champán.

Antes  de que nadie pareciera notarlos, la escoltó  hacia una pareja mayor. El hombre tenía el pelo castaño entrecano y llevaba un esmoquin negro elegante como cualquier otro hombre en la habitación. Sus penetrantes ojos eran de un azul brillante y le dijeron que era fuerte, inteligente y no un hombre con el que se juega.

La mujer  estaba  elegante en su esbelto  vestido negro, su pelo rubio recogido en una trenza francesa clásica. Sus ojos castaños  eran del mismo color del cacao caliente que los de Emmet y tenían la misma intensidad.

—Mamá, papá, esta es Rosalie Hale. —Emmet le sonrió—. Rosalie, estos son mis padres, Elizabeth y Edward.

Rosalie se sorprendió por el hecho de que Emmet la hubiera llevado a conocer a sus padres, pero sonrió.

—Un placer, —dijo mientras Edward Cullen tomaba su mano y rozaba sus labios con los nudillos.

—Que joven mujer tan bella, —dijo Edward con una sonrisa mientras le soltaba la mano y golpeaba a su hijo en la espalda.



Se sorprendió aún más cuando Elizabeth la saludó familiarmente y la besó en la mejilla.

—Ya era hora de que Emmet te trajera aquí. —Cuando se  separaron, Elizabeth le dio a Rosalie una sonrisa brillante—. Nos ha dicho mucho acerca de ti y hemos estado esperando realmente tener la oportunidad de conocerte.

Rosalie miró a Emmet, sorprendida  de que hubiera hablado  de ella a sus padres. Él pasó la mano por la parte baja de su espalda. Su contacto y el genuino saludo de  sus  padres llenaron el pecho de  Rosalie con un calor confortable.

—Hoy es el quincuagésimo aniversario de mamá y papá, —dijo Emmet mientras miraba a su madre y su padre.

—Eso es  maravilloso.  —Rosalie lo decía   con todo  su  corazón. Sus propios padres se  habían divorciado  cuando ella era todavía una niña—. Felicitaciones.

Hablaron un poco más con sus padres antes de trasladarse. Demasiado nerviosa para comer cualquiera de los entremeses, se negó cuando Emmet le ofreció.

Sirvió a cada uno una copa de champán en flautas de cristal fino antes de trasladarse a mezclarse con otros huéspedes.

—Mi hermano Edward y su  novia Isabella,  —dijo Emmet, mientras los presentaba.

—Rosalie Hale.

Rosalie dio la mano a los dos, sonrió y conversó, viéndose a gusto de estar en casa de sus padres y conociendo a su familia. Emmet no pudo evitar una sonrisa al pensar en cómo su hermano y Isabella se habían conocido.  Edward era profesor universitario y Isabella había sido su estudiante de segundo año. Ella era joven, pero preparada, inteligente y madura.



Emmet y sus tres hermanos estaban todos en el bondage y la dominación, y habían compartido a menudo las mujeres en el pasado. Una vez que sus hermanos se  habían comprometido o  casado,  eso,  por supuesto,  había terminado.  Emmet había pensado que iba a perder el dulce placer que él y otro hombre pueden dar a una mujer. Le encantaba ver las miradas de éxtasis  en sus caras por lo que los hombres podían ofrecer juntos. Se había entregado a sus propias fantasías y había estado con más de una mujer a la vez, pero había algo dulce y placentero en ayudar a una mujer  a experimentar  sus  más profundos y oscuros deseos.

Pero una vez que se encont con Rosalie, sus sentimientos cambiaron.  Oh sí,  él quería darle todos  los  placeres que pudiera, con la excepción de compartirla con  otro  hombre. De  ninguna manera en  el  infierno iba a compartirla con nadie.

Posteriormente se desplazaron y se hicieron las presentaciones con su hermano policía, Jasper, y la mujer que había sido su novia del instituto antes de que ella lo dejara después de la graduación y se fuera del estado. Quince años más tarde, Jasper detuvo a Alice por exceso de velocidad y se habían enamorado de  nuevo. No esperaron por un compromiso. En su  lugar, se  dirigieron inmediatamente a Las Vegas para casarse y volaron a París de luna de miel.

Finalmente se encontraron con el tercer hermano de Emmet, Carslie, y su novia Esme. Emmet hizo una sonrisa ahogada. Esme se ruborizó de un rojo furioso como lo hacía cada vez que veía a Emmet. Cuando Carslie tuvo su primera cita con Esme, Carslie y Emmet había pasado la noche complaciéndola, junto con su amigo, Aaron Richards.  Había sido un grupo de cuatro, el que probablemente  no olvidaría nunca. Honestamente no creía que Esme lamentara esa noche, pero
se veía muy linda cada vez que se sonrojaba alrededor suyo y de Aarón.


Sin embargo, ¿compartir a Rosalie?  Nunca. En lo que a él se refería, ella era suya.

Después de un par de horas de llegar a conocer a la familia de Emmet, mezclándose con los otros huéspedes y disfrutar de una comida formal en la mesa, la cabeza de Rosalie estaba dando vueltas por demasiado champán. Casi como la sensación de vértigo que a menudo obtenía del sexo increíble con Emmet.

Cuando terminaron de comer, Emmet se disculpó del otro grupo, diciendo que necesitaban  un poco de aire fresco. Estaba demasiado borracha para darse cuenta de que estaba guiándola al piso de arriba hasta que estaban en el piso superior. La condujo por un pasillo, a través de un hermoso  dormitorio  y salió a un balcón que rodeaba la parte trasera de la casa. Las vides crecían en abundancia, derramándose  desde el techo por encima de ellos, en el porche. Más vides se habían arrastrado hasta la casa a deslizarse por la barandilla. La brisa traía algo dulce, como madreselva y rosas.

—Por aquí, nena. —Emmet la tomó por el codo—. Hay algo que quiero mostrarte.

Cuando llegaron a un extremo  del balcón, contuvo el aliento ante la visión de las luces de la ciudad de Tucson extendiéndose a través del desierto. Una alfombra de diamantes estaba delante de ellos. Debido a que el Observatorio Nacional Kitt Peak estaba tan cerca, hacía años la ciudad había tenido que cambiar todas  las farolas a un color naranja suave en lugar de un blanco brillante, porque las luces habían estado  interfiriendo con la capacidad del observatorio para estudiar los cielos.

Rosalie se  aferró al borde del balcón mientras miraba hacia la noche maravillosamente clara. Emmet se  situó  detrás  de ella, su cuerpo caliente contra el suyo, hasta que empe a deslizar su vestido hacia arriba y sobre su culo desnudo.

—Emmet, —dijo en un tono bajo, incluso cuando ella se  estremecía de emoción—. ¿Qué estás haciendo?



Él acarició su nuca al descubierto.

—Voy a follarte.

—¿Aquí? —Apenas pudo mantener   baja la voz—. ¡Alguien nos puede atrapar!

Parte de tu castigo, bebé. —Él le frotó el culo con las manos—. Vas a estar preocupada todo el tiempo de que cualquiera pueda salir de una de las habitaciones que dan al balcón y vernos follar.

La  emoción y el miedo rodaron a través de su  vientre  y su  coño se humedeció.

—Emmet…

—¿Estás   discutiendo  conmigo otra   vez,  Rosalie?  —Su  tono   era dominante, poderoso.

Un gemido bajo se le escapó cuando llegó entre sus muslos y le acarició el coño.

—¿Estás muy húmeda y encendida, no es así?, dijo en una declaración, no en una pregunta.

—Sí, Señor, —respondió con otro  escalofrío y le dio un sonido de satisfacción.

—Amplía tu postura. —Apretó sus manos entre sus muslos mientras ella se aferraba a la baranda del balcón. Obligó a sus piernas a abrirse ancho y la fresca brisa ro su coño y culo desnudos.

Su corazón latía con fuerza y su sangre se agolpó en las orejas. ¿Y si fueran capturados?



Oyó el silbido de una cremallera, y luego el sonido de apertura del paquete del condón. En sólo un momento,  Emmet forzó la cabeza hacia abajo, colocando su mano en la nuca y se metió profundo dentro de ella.

Rosalie tuvo que ahogar un grito. Su coño hizo espasmos al instante y casi llegó al clímax. La  sensación de ebriedad de la champaña  se  añadió a la experiencia, por lo que parecía casi surrealista. Oía voces, y cuando miró hacia abajo encima de la barandilla vio invitados mezclándose en el patio.

Se mordió el labio para no gemir esos sonidos de pequeños gimoteos que no podía contener.

—Solo piensa, —murmuró  mientras la tomaba—. Cualquiera  de los invitados podría mirar desde abajo y verme follarte.

Sus palabras y el pensamiento de ser atrapados, ya sea desde el porche o el patio, la  hacían estar  aún más encendida. Dios, su polla la estiraba, la llenaba, y él golpeaba tan dentro de ella. Empujó su vestido aún más alto para poder llegar a sus pezones y estaba prácticamente desnuda.

El dolor de él pellizcando los pezones quedó relegado cuando raspó el culo con su ropa, su culo sensible aún seguía  dolorido por la paliza de la noche anterior.

Nunca dejaba de sorprenderla cómo de enormes eran sus orgasmos con él, y éste  no iba a ser una excepción. La tormenta acercándose se apoderó de su cuerpo y tuvo que morderse el interior de su mejilla para no gritar. Aun así se le esca un gemido y sólo esperaba que nadie tuviera tan buen oído.

La tormenta rugía en su interior y se retorcía bajo su control sobre su cuello y por su necesidad de llegar al clímax.

—Ahora, bebé, susurró. Puedes correrte ahora.

Él apretó la mano en su boca, reteniendo un grito que la gente debajo seguramente habría oído. La corriente de su orgasmo llegó a su cabeza en
forma de remolino para girar junto con el mareo que todavía sentía por la champaña.

Quería bajar a la terraza para recuperar el aliento y esperar hasta que sus piernas se estabilizaran.  Sin embargo, siguió follándola, conduciéndose en ella una y otra vez hasta que estuvo a punto de gritar con otro orgasmo.  Él aún sostenía  su mano sobre su boca, lo que en misma era una sensación erótica. Un gemido apenas contenido llegó de Emmet mientras sentía el pulso de su polla en su núcleo. Se apoyó en su trasero desnudo y ella lo sintió temblar con su liberación.

Cuando finalmente  se separaron, Rosalie trató de recuperar el aliento.  Él la abrazó por unos momentos más, hasta que pensó que podía pararse y tiró hacia debajo de su vestido para que ella estuviera completamente cubierta de nuevo.
La besó en la nuca y se estremeció.

—Volveré enseguida, —murmuró—. No te muevas.

Ella no podría aunque lo intentara. En un momento,  estaba de vuelta. La cogió en sus  brazos y le dio vuelta para enfrentarla a él de modo que su espalda estaba contra la baranda de piedra. La cremallera de sus pantalones estaba subida y su camisa pegada al pecho, y ella sólo podía suponer que se había ido esos pocos segundos para librarse del condón.

Emmet la besó, su lengua deslizándose a través de sus labios. Esta vez fue un beso sensual, no dominante, como de costumbre. Suspiró en su boca y envolvió sus brazos alrededor de su cuello.

Después del largo y apasionado beso, él se apartó y le sonrió.

—Déjame ver tu mano. —Ella levantó la mano derecha y Emmet sacudió la cabeza—. La izquierda.



Preguntándose qué demonios estaba  haciendo, obedeció. Le  tomó la mano y en la oscuridad deslizó algo fresco por encima de su dedo anular. Algo que sin  duda se sentía  como un anillo con una piedra grande en la parte superior de la misma.

Un nudo subió por su garganta mientras levantaba la mano, de modo que el anillo brillara con la luz proveniente de la planta baja. Astillas de luz se fracturaron brillando desde los diamantes y los zafiros que lo rodean.

Rosalie no podía hablar. Se  quedó mirando su  mano, las  emociones atacándola. La emoción  y el miedo mezclándose con... amor. Miró a Emmet y él le tomó la cara entre las manos.

—Yo lo que quiero, —dijo, —y te deseo a ti. Desde el momento en que entraste  en mi oficina, diciéndome en términos inequívocos lo que querías, supe que tenía que tenerte.

Rosalie estaba  todavía un poco mareada por el sexo  fabuloso y  el champán, pero no tan mareada como para tener ninguna duda en su mente sobre cual sería su respuesta.

—Es curioso, —dijo—. Pero eso es exactamente lo que pensé de ti, que te deseaba. No sabía cuánto hasta que me lo enseñaste.

—No voy a aceptar nada menos que un sí, —dijo con confianza en su mirada.

—Y eso  es  exactamente lo que obtendrás de mí. —Ella se  acurrucó contra su pecho—.  Te amo, Emmet, así de simple.

La besó en la parte superior de la cabeza, rodeándola con su fuerza.

—Teniendo  en cuenta cuánto me enamoré de ti, es  algo muy bueno, Rosalie Hale.


FIN
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bueno muchas gracias por leer esta adaptacion.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me encanto, muchas gracias!!

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina