CAPÍTULO 6
Rosalie salió de la reunión de la junta con su
confianza habitual y la satisfacción de haber hecho todo lo que se propuso hacer. Los empleados de ventas y de marketing sabían lo que se esperaba de ellos con los nuevos productos creados para poner en marcha
en un par de meses, y había
informado a los de atención
al cliente del riguroso entrenamiento que iban a
estar pasando. Su trabajo había sido de mala calidad en los últimos tiempos, y era totalmente inaceptable.
Era increíble. Después de un mes de pasar tiempo con Emmet, de ser sumisa con él en el dormitorio o en cualquier otro lugar que tuvieran relaciones sexuales, su nivel de confianza
había aumentado aún más. Ella mantenía el
mismo nivel de control en el mundo de los negocios que siempre
había tenido, sólo que era más feliz de lo que nunca había sido.
Cuando llegó a su oficina, cerró la
pesada puerta detrás de ella, cruzó la alfombra de felpa a su
escritorio de caoba.
Estaba sentada en su
silla ejecutiva muy cómoda y
se echó hacia atrás por un momento. Su mente seguía girando sobre lo que tenía que hacer hoy. Tenía unos pocos clientes con quien
ponerse en contacto, otra
reunión con todos sus gerentes, y luego el día llegaría a
su fin.
Era viernes, y después
del trabajo sería el momento de ella y
Emmet
para "jugar". Una sonrisa curvó la comisura de
sus labios mientras abría
uno de sus cajones y recogía el flogger de ante negro.
Ahora
lo guardaba en su oficina
todo el tiempo, y sólo tocarlo hizo que su coño se humedeciera
y que sus pezones dolieran en anticipación a
esta noche. No sabía lo que estarían haciendo, pero sabía que lo que fuera sería emocionante.
—Hola, Maestro, —murmuró.
Fuera de la
habitación o en otras situaciones sexuales, no se refería a él como maestro, pero a veces realmente la
excitaba llamarlo así mientras
estaba en el trabajo. Se sentía traviesa
y juguetona.
—Hola bebé. —Su voz baja,
sexy la hizo hormiguear aún más y se imaginó la mirada llena de humo en
sus ojos que ella había llegado a
amar.
Le gustaba todo de él.
—¿Qué estás haciendo ahora?
Ella cerró los ojos y lo imaginó en su escritorio, su largo pelo rubio
hasta los hombros resaltado por la iluminación fluorescente.
Estaría usando una camiseta de gimnasia sin mangas, flexionando sus bíceps esculpidos mientras
sostenía el teléfono en su oído. Como de
costumbre, tendría un aspecto absolutamente delicioso, y
quería
comérselo todo.
—Estoy pensando
en ti. —Ella corrió la lengua por el labio inferior—.
Imaginando chupar esa gran polla tuya, llevándote profundo dentro de mi boca.
Un gruñido bajo, sensual llegó a través
del
teléfono.
—Estoy devorando tu gusto dulce, con mi cabeza entre tus muslos,
tus manos en mi pelo, y
estás
haciendo esos sonidos de gimoteos adorables. Rosalie casi gimió con las imágenes que estaban creando.
—Tócate a ti misma. —Su voz era baja y
ronca,
y de mando—. Frota tu clítoris.
Ella dio un grito ahogado.
—¿Aquí? ¿Ahora?
—Debería
cerrar la puerta.
—No, nena. —Su orden fue completamente excitante—. Tira de la falda hasta la cintura y
fóllate a ti misma con los dedos. Imagina que soy yo.
Se mordió el labio inferior y calzó su
falda en la cintura
mientras continuaba observando la puerta de su oficina. Dio un suave gemido cuando
separó los muslos y se metió los dedos en sus pliegues. Todo lo
que llevaba debajo de la falda eran sus medias
hasta el muslo porque Emmet
le había ordenado no usar bragas o tanga
debajo
de la ropa.
—Sí, —dijo—. Eso
es. Puedo imaginarte dando vueltas a tu clítoris
con el
dedo.
Se estremeció por la necesidad y
el peligro de ser atrapados.
—¿Estás acariciando tu
pene?
—Estoy de pie junto
a mi escritorio, mis pantalones cortos hasta los muslos, pensando
en ti mientras me paso la mano
arriba y abajo de mi erección.
La imagen fue suficiente para aumentar
la excitación de
Rosalie hasta tal el
punto que podría
llegar con apenas
su orden. Se quejó en voz alta.
—Quiero tu polla dentro de mí, Emmet.
—Mete dos de tus dedos
en tu coño.
—Emmet dio un gemido—.
Siénteme, bombeando mis caderas, conduciéndome en
ti tan duro que te hago gritar.
El sonido de su respiración era un poco más pesado.
—¿Estás usando el auricular para que ambas manos están libres?
—Sí. —Bombeaba sus dedos dentro y fuera de su coño, sin importarle
en absoluto si alguien entraba
por esa puerta. No podría
verla desde la cintura para abajo, de todos modos.
—Toma tu mano libre y deslízala dentro
de tu sostén y pellizca uno de tus pezones, —ordenó.
—¿Qué? —Contuvo la respiración e hizo más lento el movimiento de su mano en su canal.
—Haz lo que te digo, Rosalie, o te castigaré tan pronto como te
vea esta noche.
La idea de su clase de castigo
envió
una emoción a
través de su vientre. Sin embargo,
odiaba también decepcionarlo. Levantó la mano, sus ojos todavía en la puerta de la oficina,
y deslizó sus dedos en su
chaqueta ajustada y por debajo de la copa de encaje de su sujetador hasta que llegó a su pezón.
—Pellízcalo. Duro. —Era como si pudiera verla—. Estoy acariciando mi
polla mas duro, imaginando que haces lo que te digo.
Rosalie no pudo evitar
un gemido apenas pellizcó su pezón y metió
sus dedos dentro y
fuera
de su coño.
—Esto es tan caliente... Maestro. Le dio un sonido bajo de aprobación.
—Saca los dedos fuera de tu coño y saborea tus jugos para mí.
—Rosalie... —dijo en un tono de advertencia.
—Lo hago. —Se sentía sin aliento mientras sacaba la mano de su coño y metía dos dedos en su
boca
y los chupaba. Su
almizcle en su mano era fuerte, y probó el mismo sabor que cuando él la había besado después
de lamerla ahí abajo a ella. Sólo que esto era más intenso
e increíblemente excitante.
—Mmmm... me encanta tu sabor. —Sonó como si
su respiración se hubiera acelerado—.
Ahora acaricia
tu clítoris. Tócate a ti misma hasta que creas
que te vas a venir. Y no dejes
de pellizcarte los pezones. —Hizo una pausa y se quejó antes de añadir—, ¿Estás haciendo lo que te dije que hagas?
—Sí, Señor. —El pensamiento de ser
capturada agregaba
una excitación adicional a su emoción. El sujetador
se había deslizado por debajo de sus pechos y sus pezones eran grandes y evidentes a través del material
de la chaqueta ajustada. Tammy siempre golpeaba, pero ¿qué si esta vez no lo hacía?
—¿Preocupada por ser
atrapada? —preguntó, como si le leyera el pensamiento.
—Sí. —Apenas
podía hablar por su necesidad de llegar al clímax—.
¿Puedo venirme ahora, Maestro?
—No, —dijo y ella gimió de nuevo—. ¡Quita
tus manos
de tu coño y pezones y endereza tu ropa.
—¿Quieres que
me detenga? —Parpadeó—.
Pero tengo tanto
que
venirme...
—¿Qué te he enseñado
acerca de la gratificación retrasada? —dijo en un tono exigente—. Si discutes
conmigo de nuevo, Rosalie, te voy a castigar por eso esta noche.
Como si aun leyera su mente, Emmet dijo:
—Quiero que lamas tus jugos de tus dedos, y no te laves las manos.
Llevó las palmas de las manos a
su escritorio.
—¡Emmet!
—Eso es un castigo, bebé. Te dije que no discutieras
conmigo.
—Pero…
—¿Estás pidiendo un castigo, Rosalie?
—No, Maestro, —respondió, pensando en
cómo podría conseguir pasar su reunión con los
gerentes y no dar la mano o acercarse demasiado a
nadie.
—Ahora chúpate los dedos. —Obedeció mientras él continuaba—. Te voy a recoger esta noche a
las siete. Usa algo sexy.
—Sí, Señor. —Un estremecimiento corrió por su vientre. No sabía qué
esperar cuando él la recogía. Le gustaba mantener las
cosas
como una sorpresa y sólo le decía en que forma debía vestir y cuando la
recogería. La mantenía en vilo, preguntándose qué haría
con ella luego, o que le haría hacer.
—Buena chica. —Bajó la voz y ella sintió
como si estuviera
cepillando
sus labios sobre su oreja—. Te veré esta noche, nena.
—Adiós,— dijo justo antes de desconectarse.
*****
La casa de Rosalie
era grande, moderna, eficiente y le encantaba. En su
cocina, todos sus electrodomésticos eran de acero inoxidable, sus encimeras de
granito, y sus muebles de madera
de cerezo. El suelo era de grandes baldosas de Toscana y había tenido un diseñador de interiores decorando todas sus habitaciones, incluyendo su gimnasio y
habitaciones de huéspedes.
No pudo evitar sonreír ante la idea de su sala de ejercicios. Sin duda, no era nada como la de Emmet, a pesar de que habían hecho buen uso de ella un par de veces. A veces se quedaban y jugaban en su casa, a veces en la de ella.
Una vez más, Rosalie miró su reflejo en
el espejo del pasillo. Llevaba un
vestido de satén de estilo
oriental que terminaba unas tres pulgadas por encima de
las rodillas y tenía cuello mao. El vestido era azul mar, por lo que
resaltaba el azul de sus ojos. Palillos chinos con incrustaciones sostenían su pelo. No llevaba
medias de nylon y
tenía tacones con correas. Que la aspen
si no se veía bien.
Una cosa
acerca de ella era que no tenía escasez
de confianza en sí misma. No era una mujer que se
intereRosalie en opiniones de
los demás de ella... pero sí
importaba lo que Emmet pensaba de
ella.
Tal vez estaba
comenzando a preocuparse demasiado por él.
La campanilla de la puerta
sonó y recogió su bolso que combinaba
con el estilo oriental
de la repisa debajo del espejo y sus tacones
resonaron en el azulejo, mientras caminaba hacia la puerta de entrada. Así como no le gustaba
que
la hicieran esperar, ella no hacía
que los demás esperaran por ella.
Cuando abrió la puerta estuvo acerca
de fundirse al ver a Emmet. Vestía un traje negro que sólo aumentaba su poderosa presencia. Su cabello rubio hacía contraste con el
negro del traje, al igual que sus ojos marrones, contrastaban
con su pelo.
—Hermosa. —Acarició su mejilla con los nudillos, tan ligeramente que se estremeció—. Eres siempre la mujer más bella que conozco.
—Gracias. —Rosalie
sonrió—. Te ves muy bien también, —dijo y
él mostró su sonrisa-para-morir.
Antes de Emmet,
había pensado en lo que los
hombres
llaman caballerosidad, como
machismo. Ahora tenía una apreciación completamente diferente de
los hombres que trataban a las mujeres con ese tipo de respeto.
Sí, antes de Emmet, había estado muy tensa.
Como siempre, hablaban
de todo bajo el sol. Durante el mes pasado habían aprendido
mucho el uno del
otro. Habían hablado de sus
padres y sus
tres
hermanos, así como de su madre divorciada y
su padre. Hablaron sobre su trabajo y sus clientes, incluso los deportes y sus artistas favoritos.
Algo que la había sorprendido por completo acerca de este
pedazo de hombre, era que le gustaba el arte, e incluso iban a
un espectáculo o una
sinfonía de vez en cuando. En el
último mes habían ido a un par de
juegos de entrenamiento de primavera, un
ballet, una obra de
teatro, una película, y
a comer todos los sábados
y domingos. Durante la semana tendían a pasar más tiempo en casa de Rosalie porque estaba más cerca de su trabajo, desde ahí, Emmet viajaba
por todo el valle
a trabajar con sus clientes.
Antes de que se diera cuenta,
llegaron a una hermosa
casa antigua en las
estribaciones de Catalina. Era una casa de dos pisos
con grandes columnas, una puerta de entrada que destacaba y un camino pavimentado circular con una fuente de agua
enorme en el medio.
La
casa estaba
iluminada brillantemente,
candelabros de cristal visibles a través de las ventanas grandes, así como un grupo de
gente bien vestida. Al parecer, la había llevado a una fiesta a juzgar por lo que ella podía ver en la casa y varios coches aparcados en la calzada.
Emmet no dio ninguna
explicación, simplemente
dio la vuelta
a su lado del vehículo para
asistirla
al
salir
del
bajo coche deportivo. Le gustaba sorprenderla acerca de lo que iba a ocurrir a continuación.
Era
la parte
bromista de su personalidad y tal vez la dominante, también, dado que él deseaba hacerla esperar por todo.
La noche olía a agua de la fuente y los aromas
del desierto. Todavía era primavera y el viento era fresco
contra su
piel. Emmet se
sentía
tibio y confortable a su lado mientras la guiaba hacia la casa con su mano en la parte baja de su espalda.
Cuando llegaron a la casa, simplemente abrió la puerta y caminó dentro. Al parecer se trataba de un encuentro pequeño,
íntimo y había varias personas mezclándose, comiendo
bocadillos y bebiendo copas de champán.
Antes de que nadie pareciera
notarlos, la escoltó hacia
una pareja mayor. El hombre
tenía el pelo castaño entrecano y llevaba un esmoquin
negro elegante como cualquier otro hombre en
la habitación. Sus penetrantes ojos eran de un azul brillante y le dijeron que era
fuerte, inteligente y no un hombre
con el que se juega.
La mujer estaba elegante en su esbelto vestido negro, su pelo rubio
recogido en una trenza francesa clásica. Sus ojos castaños
eran del mismo
color del cacao caliente que los de Emmet y tenían la misma intensidad.
—Mamá, papá, esta es Rosalie Hale. —Emmet le
sonrió—. Rosalie,
estos son mis padres, Elizabeth y Edward.
Rosalie se sorprendió por el hecho de que Emmet la
hubiera llevado a
conocer a sus padres, pero sonrió.
—Un placer, —dijo mientras Edward Cullen tomaba su mano y rozaba sus labios con los nudillos.
—Que joven mujer tan bella, —dijo Edward con una sonrisa mientras le soltaba la mano y golpeaba a
su hijo en la espalda.
—Ya era hora de que Emmet te trajera aquí. —Cuando se
separaron, Elizabeth le dio a
Rosalie una sonrisa brillante—. Nos
ha dicho mucho acerca de ti y hemos estado esperando realmente tener la oportunidad de
conocerte.
Rosalie miró a Emmet, sorprendida de que hubiera hablado
de ella a sus padres. Él pasó la mano por la parte baja de su espalda. Su contacto y el genuino
saludo de sus padres llenaron
el pecho de Rosalie con un calor confortable.
—Hoy es el quincuagésimo aniversario de mamá y papá,
—dijo Emmet mientras miraba a
su madre y
su padre.
—Eso es maravilloso. —Rosalie lo decía con
todo su corazón. Sus propios
padres se habían divorciado
cuando
ella era todavía una niña—. Felicitaciones.
Hablaron un poco más con sus padres
antes de trasladarse. Demasiado nerviosa para comer cualquiera de los entremeses, se negó cuando Emmet le
ofreció.
Sirvió a cada uno una copa de champán en flautas de cristal fino antes de trasladarse a mezclarse con otros huéspedes.
—Mi hermano Edward y su novia Isabella, —dijo Emmet, mientras los presentaba.
—Rosalie Hale.
Rosalie dio la mano a los dos, sonrió y
conversó, viéndose a gusto de estar en casa de sus padres y conociendo a su familia. Emmet no pudo evitar una sonrisa al pensar en cómo su hermano y Isabella se habían conocido. Edward era profesor universitario y Isabella había sido su estudiante de segundo año. Ella era joven, pero preparada, inteligente y madura.
Pero una vez que se
encontró con Rosalie, sus sentimientos cambiaron. Oh sí, él quería darle todos los placeres que pudiera, con la excepción de compartirla con otro
hombre.
De ninguna manera en
el
infierno iba a
compartirla
con nadie.
Posteriormente se desplazaron y se hicieron las presentaciones con su hermano policía, Jasper, y la mujer que había sido su novia del instituto antes de que ella lo
dejara después de la graduación
y se fuera del estado. Quince años más tarde, Jasper detuvo a Alice por exceso de velocidad y
se habían enamorado de nuevo. No esperaron por un compromiso. En su lugar, se dirigieron
inmediatamente a Las Vegas para casarse y volaron a París de
luna
de miel.
Finalmente se encontraron con el tercer hermano de Emmet, Carslie, y su novia Esme. Emmet hizo una sonrisa ahogada. Esme se ruborizó de un rojo furioso
como lo hacía cada vez que veía a
Emmet.
Cuando Carslie tuvo su primera cita
con Esme, Carslie y Emmet había pasado la noche complaciéndola, junto con su amigo,
Aaron Richards. Había
sido un grupo de cuatro,
el que probablemente no olvidaría nunca. Honestamente no creía
que Esme lamentara esa noche, pero
se veía muy linda cada vez que se sonrojaba alrededor suyo y de Aarón.
Sin embargo, ¿compartir a Rosalie? Nunca.
En lo que a él se
refería, ella era suya.
Cuando terminaron de comer, Emmet
se disculpó del otro grupo, diciendo
que necesitaban un poco de aire fresco. Estaba
demasiado borracha para
darse cuenta de que estaba guiándola al
piso de arriba hasta que estaban en el piso superior. La condujo por un pasillo, a
través de un hermoso dormitorio y salió a un balcón que rodeaba la parte trasera de la casa. Las vides crecían en abundancia, derramándose desde el techo por encima de ellos, en el porche.
Más vides se
habían
arrastrado hasta la casa a deslizarse por la barandilla. La brisa traía algo dulce, como madreselva y
rosas.
—Por aquí, nena. —Emmet la tomó por el codo—.
Hay algo que quiero mostrarte.
Cuando llegaron a un extremo del balcón, contuvo el aliento ante la visión de las luces de la ciudad de Tucson extendiéndose a través del desierto. Una alfombra de
diamantes estaba delante
de ellos. Debido a
que el Observatorio Nacional Kitt Peak estaba tan cerca, hacía años la ciudad había tenido que cambiar todas las farolas
a un color naranja suave en lugar de un blanco brillante, porque las luces habían estado
interfiriendo con la capacidad del observatorio para estudiar los cielos.
Rosalie se aferró
al borde del balcón mientras
miraba
hacia la noche
maravillosamente clara. Emmet se situó detrás de ella, su cuerpo caliente
contra el suyo, hasta
que empezó a deslizar su vestido
hacia
arriba y sobre
su culo desnudo.
—Emmet, —dijo en un tono bajo, incluso cuando ella se estremecía de emoción—. ¿Qué estás haciendo?
—Voy a follarte.
—¿Aquí? —Apenas pudo mantener baja
la voz—. ¡Alguien nos puede
atrapar!
—Parte de tu castigo, bebé. —Él le frotó el culo con las manos—. Vas a
estar preocupada todo el tiempo de que cualquiera pueda salir de una de las habitaciones que dan al balcón y vernos follar.
La emoción y el miedo rodaron a través de su vientre y su coño se humedeció.
—Emmet…
—¿Estás discutiendo conmigo otra
vez, Rosalie? —Su tono era dominante, poderoso.
Un gemido bajo se le escapó
cuando llegó entre sus muslos y le acarició el coño.
—¿Estás muy húmeda y encendida, no es así?, — dijo en una declaración,
no en una pregunta.
—Sí, Señor,
—respondió con otro escalofrío y le dio un sonido de
satisfacción.
—Amplía tu postura. —Apretó
sus manos entre sus muslos mientras ella se aferraba a la
baranda del balcón. Obligó
a sus piernas a abrirse ancho y la fresca brisa rozó su coño y
culo desnudos.
Su corazón latía con
fuerza y su sangre se agolpó
en las orejas. ¿Y si fueran capturados?
Rosalie tuvo que ahogar un grito. Su coño hizo espasmos al instante y casi llegó
al clímax. La sensación de ebriedad
de la champaña se
añadió a la
experiencia,
por lo que parecía
casi surrealista.
Oía voces, y cuando miró hacia abajo encima de la barandilla vio invitados
mezclándose en el patio.
Se mordió el labio para no gemir esos sonidos de pequeños gimoteos que no podía contener.
—Solo piensa,
—murmuró mientras la tomaba—. Cualquiera
de los invitados podría mirar desde abajo y verme follarte.
Sus palabras y
el pensamiento de ser atrapados, ya sea desde el porche o
el patio, la hacían estar aún más encendida. Dios, su polla la estiraba, la llenaba, y
él golpeaba tan dentro de ella. Empujó
su vestido aún más
alto para poder llegar
a sus pezones
y estaba prácticamente desnuda.
El dolor de él pellizcando los pezones quedó relegado cuando
raspó el culo con su ropa, su culo sensible aún seguía
dolorido por la paliza de la noche
anterior.
Nunca dejaba de sorprenderla cómo de enormes eran sus orgasmos con
él, y éste no iba a ser una excepción. La tormenta acercándose se apoderó de su cuerpo y tuvo que morderse el interior de su mejilla para no gritar. Aun así se le escapó un gemido y sólo esperaba que nadie tuviera
tan buen oído.
La tormenta rugía en su interior y se retorcía bajo su control sobre su cuello y por su
necesidad de llegar al clímax.
—Ahora, bebé, —susurró—. Puedes correrte ahora.
Él apretó la mano en su boca, reteniendo un grito que la gente debajo seguramente habría oído. La corriente de su orgasmo llegó a su cabeza en
Quería bajar a la terraza para recuperar el aliento y esperar hasta que
sus piernas se estabilizaran.
Sin embargo, siguió follándola, conduciéndose en
ella una y otra vez hasta que estuvo
a punto de gritar con otro orgasmo. Él aún sostenía
su mano sobre su boca, lo que en sí misma
era una sensación erótica. Un gemido apenas
contenido llegó de Emmet mientras sentía el pulso de
su polla en
su núcleo. Se apoyó en
su trasero desnudo y
ella
lo sintió temblar
con su liberación.
Cuando finalmente se separaron, Rosalie trató de recuperar el aliento. Él la abrazó por unos momentos más, hasta que pensó que podía pararse y
tiró hacia debajo de su vestido para que ella estuviera completamente cubierta
de nuevo.
La besó en la nuca y
se estremeció.
—Volveré enseguida, —murmuró—. No te muevas.
Ella no podría aunque lo
intentara. En un momento, estaba de vuelta. La cogió en sus brazos
y le dio vuelta para enfrentarla a él de modo que su espalda
estaba contra la baranda de piedra. La cremallera de
sus pantalones estaba subida y
su camisa pegada al pecho, y ella sólo podía suponer que se había ido esos pocos segundos para librarse
del condón.
Emmet la besó, su lengua deslizándose a través de sus labios. Esta vez fue un beso sensual, no dominante, como de costumbre. Suspiró en su boca y envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
Después del largo y apasionado beso, él se apartó y le sonrió.
—Déjame ver tu mano. —Ella levantó la mano derecha y
Emmet
sacudió la cabeza—. La izquierda.
Un nudo subió por su garganta mientras levantaba la mano, de modo que el anillo brillara con la luz proveniente
de la planta baja. Astillas de luz se fracturaron brillando desde los diamantes y los zafiros
que lo rodean.
Rosalie no podía hablar.
Se quedó
mirando su mano, las emociones atacándola. La emoción
y el miedo mezclándose con...
amor. Miró a Emmet y
él le
tomó la cara entre las manos.
—Yo sé lo que quiero,
—dijo, —y te deseo a ti. Desde el momento en que entraste en mi oficina, diciéndome en términos inequívocos lo que querías,
supe que tenía que tenerte.
Rosalie estaba
todavía un poco mareada por el sexo
fabuloso y
el champán, pero no tan mareada como para tener ninguna duda en su mente sobre cual sería su respuesta.
—Es curioso, —dijo—. Pero eso es exactamente lo que pensé de ti, que te deseaba. No sabía cuánto hasta que me lo enseñaste.
—No voy a aceptar
nada menos que un sí, —dijo con confianza en su mirada.
—Y eso es exactamente lo que obtendrás
de mí. —Ella se acurrucó contra su pecho—. Te amo, Emmet,
así de simple.
La besó en la parte superior de la cabeza, rodeándola con su fuerza.
—Teniendo en cuenta cuánto me enamoré de ti, es algo muy bueno, Rosalie
Hale.
FIN
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bueno muchas gracias por leer esta adaptacion.
1 comentario:
Me encanto, muchas gracias!!
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