Capitulo
6
Bella suspiro de placer cuando él se deslizo de su
trasero y se paseo en su cuarto de baño. ! ¡Cielos! El era precioso. Cada
hermosa pulgada de él la dejaba anonadada cuando fuera que ella lo mirase, su atención
se iba hacia el sin que ella pudiera evitarlo.
El dolor entre sus piernas era un recordatorio
constante de como de concienzudamente en la tomo. Alturas de las que ella nunca
había imaginado que existieran, placeres que ella quería experimentar
repetidamente. Un deseo que ella nunca podría concederse a sí misma. ¿Puede que
ellos tuviesen una química asombrosa entre las sabanas, pero .aparte de eso? Su
relación seria nefasta.
Ella ya tenía una posición establecida en la vida, un
trabajo importante y dos diplomas con su nombre. Ella buscaba a alguien con un
nivel similar al que ella tenía, un profesional con una vida ordenada. El nunca
encajaría en su vida.
El todavía tenía que encontrarse a sí mismo. Ella sabía
que hacia algo con los ordenadores, al menos eso es lo que todos dicen. Pero
incluso borrando todo eso de su lista de desventajas, el más importante todavía
estaba allí. Ellos estaban y siempre estaría en partes distintas de sus vidas,
una diferencia de edad siempre seguiría siendo una brecha.
Y también estaban los chismes y su trabajo y su
familia. Su padre la había culpado que su relación con Dean no haya funcionado.
Dean había sido su ojito derecho. El hombre perfecto para casarse con su hija más
joven y quedarse a cargo de su prestigioso bufete de abogados. Sus padres podrían
haber tenido ataques al corazón conjuntos si ella llevase a casa a un hombre
joven con tatuajes que trabajaba con ordenadores y conducía por los alrededores
con chatarra de metal ensamblados juntos para formar un vehículo. Ella se
pregunto donde Edward dejaba su coche cuando estaba en los States, porque, de
acuerdo con la Sra. Cullen, el amaba ese montón de
metal. Pero, oh, esos tatuajes, representaciones
de dragones en guerra que le quitaban el aliento. No, su padre la repudiaría, y, a sus 34 anos, a ella aun le
importaban cosas como esa.
Ella se desplazo para apoyarse en su otro costado, alejándose se
la puerta del cuarto de baño. La tristeza la inundo al pensar que él se iba en
dos días y le tomo todo su poder romperlo a la mitad y arrojarlo a un lado.
Ella sabía en lo que se estaba metiendo al estar con él desde un principio: un
encuentro amoroso sexual de tres días, nada más. Conclusión: ella no decepcionaría
a su familia. No otra vez. Y en verdad esto debería ser arrojado lejos tanto
por ella como por él. El se marcharía sin estar emocionalmente unido con ella,
y ella debía y podía hacer lo mismo. Por todo lo que ella sabía, el
probablemente tenía una novia en su casa, quizá muchas. La envidia apretó su corazón.
Ella nunca sería capaz de competir con alguien más joven y más ilusionada con
su atención, no cuando ella tenía una ventaja de diez anos.
Cuando él se deslizo a su lado, su desnudez le hizo mimos, todos
los pensamientos deprimentes crepitaron hasta ser cenizas. Ella se volvió para enfrentarlo.
― ¿Que haces? ―Sus dedos delinearon el contorno de su
cara, sus altos pómulos, el sexy cuadrado de su mandíbula, sus labios.
―Estoy haciendo venir a Bella. ―El acaricio con la nariz su garganta y ella
se rio.
―Si, lo haces; pero para vivir, .Que haces
en los States?
―Diseño juegos. ―El se apoyo en su espalda y la recogió en
sus brazos.
― ¿De verdad? ¿Que clase de juegos?
―Dudo que conozcas alguno.
―Hey, el sobrino de doce años de mi primo
es un jugador, conoceré alguno.
Pruébame.
― ¿Alguna vez has oído hablar de “Crónicas
de Combate”?
―Creo que todos en este planeta lo han
hecho. Espera, ¿Tú lo diseñaste?
―Sip. ¿Conoces esas dos pequeñas letras que
aparecen en la portada de todos los “Crónicas de Combate”?
―El logo de la compañía que diseño esos
juegos. ―Ella
recordaba haber visto las letras EC en las portadas de la mayoría de los juegos
de su sobrino que contaminaban su habitación. EC.
―EC, ¿Edward Cullen?!Oh, Dios mío! Eres
millonario. Pero eres tan...
―.Que? ¿No camino por ahí con bolsas de
dinero atadas alrededor de mi cintura? ― pregunto él, arrastrándola hacia su cuerpo. Su pene era un pilar
de piedra contra su barriga.
―Pero tu tía debería definitivamente haber
dicho algo.
―Ella no lo sabe. No es algo que vaya
diciendo por ahí a la gente. No me ayuda de ninguna forma. Bueno, no la mayoría
del tiempo.
―Pero me lo dijiste a mí.
―En este caso, decírtelo podría ayudarme.
― ¿Como es eso?
― ¿Me dejaras follarte otra vez ahora que
sabes que soy apestosamente rico y bien parecido?
Ella soltó un grito ahogado, mirando a este enigma delante de
ella. Un hombre hecho a sí mismo a la edad de 24 años. ¿Que tiene que probar
tan urgentemente?
―. ¿Como te hiciste esta cicatriz? ―Su una delineo la borrosa línea en la cima de
su nacimiento del cabello bajando por su ojo izquierdo. Cortaba a través de su
ceja dejando atrás un delicado tajo. El se lo restregó distraídamente.
―Mi padre.
La frialdad de su confesión la conmociono.
―Oh, Dios mío. Lo siento.
―No lo sientas. Yo tenía cuatro anos y no podía
aguantar verlo darle de hostias a mi madre más. Intente detenerlo. El deslizo
su vieja daga por mi cara. Pero esa fue la cosa que hizo que mi madre empacara
y lo abandonara por las buenas. La siguiente semana, ella me enrolo en una
clase de karate. Quería saber que yo me podría defender. No he parado de hacer
karate desde entonces.
Su corazón se rompió al pensar en el siendo tan joven y habiendo
pasado por tanto. Una punzada de protectivismo la acribillo. ¿Ella protegerlo?
Eso siempre se sintió de la otra forma. Y ahí estaba otra vez, ese sentimiento
de morirse por él. Ella bajo sus parpados, esperando esconder sus sentimientos
de él. Ella no podía cambiar la dinámica de su aventura, eso sería suicidio
social. El era más joven. Ella era más vieja. Inapropiado para estar de acuerdo
con los estándares en las que ella vivía, estándares que exigían su padre y su
status.
―No te sientas mal por mí. ―La tensión de su mandíbula la advertía para
que mantenga alejada su lastima.
― ¿Me estas tomando el pelo? Eres un
millonario que sabe como romper mi cuello en cinco lugares diferentes de diez
formas distintas con tu menique, como mínimo.
Ella se rio cuando él la doblego bajo el, colocando el peso de su
mitad inferior sobre ella, compensando con sus brazos, así el no la aplastaba.
La punta de los dedos de ella acarició la flexible fuerza de sus brazos. Su
cuerpo entero era una maquina de pelear brillante, su masculinidad nunca ensombrecida,
su poder siempre predominante pero escondido. El la hacía sentir segura.
Su pene navegaba por su constantemente mojada hendidura. Solo la
punta un poco en su interior.
―Estoy limpio ―susurro él en su oreja. Ella se tenso.
Tener sexo sin protección con el cantaba hasta a su ultimo nervio. Tenerlo deslizándose
dentro de ella desnudo le quitaba el aliento. Ella también estaba limpia;
demonios, ella no había tenido sexo desde hace más de un ano y ella todavía
estaba con la píldora, mas por razones reguladoras que por encuentros sexuales
inesperados.
―Se que también estas limpia. Nunca he
tenido sexo sin protección con nadie antes en mi vida. Pero contigo, Bella,
quiero hacerte el amor así.
En los últimos dos días, el la había seducido tan
concienzudamente, incluso cuando el no la estaba tocando o haciéndola venir, y
el todavía la tentaba para que bajase su guardia, para revelarse a sí misma.
Pero después de esto, ella tenía que alejarlo.
Ella levanto sus caderas, invitándolo dentro. El se deslizo por
sus pliegues, creando un tipo distinto de calor mientras que el se acercaba más
profundamente.
Sin romper su agarre de su coño, el enrollo sus manos bajo su
trasero, cubriéndola sobre su regazo mientras que se elevaba a sí mismo para arrodillarse
entre sus muslos. El apretó su pierna izquierda, doblo su rodilla hasta su
pecho, y trajo su pie hasta su pecho. Su otra pierna descansaba en su muslo,
arriba en el aire. El rodeo su rodilla con una mano y mantuvo su pie con la
otra, tan incrustado dentro de ella que se volvió parte de él, su demanda así de
fuerte. Por un loco momento, ella disfruto de la expresión de sus hermosos ojos.
Su intención era clara, honesta, real. Posicionado de esa forma, el la dominaba,
elevándose sobre ella con su masculinidad, la controlaba, y le pertenecía. El
tomo su lugar y la hizo su asunto y la mantuvo ahí, retándola, provocándola
para que intentase derrotarlo. Dulce miedo y una erupción de excitación rodeaba
el aire a su alrededor, y él ni siquiera había empezado a moverse dentro de su coño.
―La edad es solo un número, cariño. ―La advertencia crecía poco a poco en su
conciencia. El tenia que probar algo y él lo probaba de esta manera. Sus dedos
agarraron el blanco edredón de raso sobre su cama. Su caderas se mecieron
dentro de ella, un empuje con confianza que la tenia deslizándose hacia arriba
en la suavidad del cubrecama, otra vez, otra vez, otra vez. La cabeza de su
pene se clavaba deliciosamente dentro de ella. Su punto G se hincho y los
fluidos rebozaban fuera de ella, escapando de los pliegues de su coño,
abrazando su pene y goteando sobre la cama, un caudal que el interrumpía con
cada empuje autoritario de su pene. Su clítoris pulsaba cuando él lo pinchaba y
luego lo pulía con su pulgar. Ella resbalo y cayó y se rindió a su cuerpo y a él.
Su clímax la sacudió, apretándose a su alrededor. El dejo caer hacia atrás su
cabeza y gimió.
Los latidos de su corazón le enviaron escalofríos desde su pie
hasta su pierna, sencillamente otra sensación que sobrecargaba su mente. Sus
nudillos se blanquearon, ella lo sabía, sin mirarlos a ellos, pero necesitaba
algo para conectarla a la tierra, algo que la anclase para dividirse, de caer más
profundo en el otro
final: el final y el principio que era él. Pero él no le permitiría esa red de
seguridad. ¿Por que pensó que lo haría?
El movió su pierna hacia su cintura y cubrió su cuerpo con el
suyo. Uno a la vez, el desenrosco sus dedos del brutal agarre que ella tenía
alrededor de la tela.
―Te deseo. ―Tan pronto como su mano estuvo liberada del cubrecama, ella desplazo
su brazo alrededor de su hombro. El repitió lo mismo con la otra mano. Ella
reacciono de la misma manera. Ambos brazos se dieron prisa para estar rodeando
su cuello. Un sollozo se arreglo en su garganta. Lagrimas que ella no pidió
brotaron en las esquinas de sus ojos y se derramaron contra su cuello. Eso no
era lo que ella quería. Ellos nunca podrían estar juntos.
―Tu eres mía. ―Ella no pudo rechazar su comando, pero no
tuvo un coherente mecanismo para decirle lo contrario. Por ahora, ella tenía
que ser suya. Su pene se hincho dentro de ella, hundiéndose en su humedad. Ella
lo empujo hacia bajo y el todavía mantuvo el equilibrio sobre sus brazos,
siempre tan cuidadoso de que su peso no la aplastara, forzándola a colgarse de él
mientras que él le hacía el amor, lentamente, deliberadamente, absolutamente.
Lagrimas rodaban por sus ojos hacia su cabello. Sus hombros se sacudieron
mientras que ella lloraba silenciosamente en su hombro, el orgasmo que él, tan meticulosamente,
hizo para ella, la evadió, y en lugar de la sensación de bienestar, ella sintió
el dolor de la perdida en su pecho.
—Te amo, Bella. Siempre te he amado—. El se equilibro sobre un brazo, su mano se extendió bajo la
parte inferior de su espalda, levantándola hacia él mientras se vaciaba dentro
de ella. –Te amo —. Bajo
sus labios a los de ella. Ella movió su cabeza lejos de él. Por unos pocos
minutos desesperados el no dijo nada, no se movió dentro de ella, no se alejo
de ella. Luego, en un movimiento fluido, se había ido, de espaldas a ella.
—Creo que debería irme—. Ella endureció
su voz alrededor del nudo en su garganta. No, no quería que se fuera. Quería que
se quedara con ella para siempre, aquí en esta habitación, lejos de todo lo que
la gente podría pensar de ella.
— ¿Por que? ¿Porque te amo?
—Eso no era parte del trato.
— ¿Trato?
¿Que trato? ¿Te refieres al en el que te follaba durante tres días y te dejaba
tranquila para que puedas volver a tu vida como si nada hubiera pasado?
La sangre corrió a su cara ante la verdad de sus palabras. ¿Como podía
el conocer su mente tan íntimamente cuando ella nunca había dejado que nada se escapara?
—Tú no me
amas, Edward—. Ella se bajo de la cama, tomando una sabana con ella para cubrir
su desnudez. –Eres tan joven.
El agarro su cintura y la respaldo contra la pared con una rapidez
que la dejo sin aliento. El contacto de su cuerpo desnudo presionándola quemaba
la endeble sabana y desordenaba sus pensamientos.
—Yo sé lo
que quiero y te he querido desde hace seis años, así que no me digas que esto
es un flechazo, un enamoramiento que pasara cuando vuelva a casa. ¿Por que crees
que me fui al extranjero? ¿Por que crees que me mate trabajando para ganar
dinero? Cuando llego el momento, y espere por ese momento, Bella, quería que
pensaras que era lo suficientemente hombre para tenerte—. Largos
dedos morenos se enredaron en su cabello. –Te amo. Dame una oportunidad para
ver que lo he hecho bien todos estos años—. Su áspera voz bordeo a lo largo de su oreja.
—Edward—. Ella
ahueco la cara de él contra su mano, temblando mientras un helado miedo fluía
en sus venas. El deseo de rendirse a él disminuyo su fuerza de voluntad. Tan fácil
ceder y admitir que sentía algo más profundo por el de lo que lo había hecho
por cualquier otro humano en la tierra. ¿Pero podría sufrir la decepción de su
padre y el desprecio de su madre? El era más que ella y nada, ninguna cantidad
de dinero o amor, cambiaria eso. Su padre sin duda renegaría de ella. Como la
favorita de su padre, su repudio sentimental la devastaría.
¿Y que garantía tenia ella de que Edward se quedaría a su lado a
pesar de todo? No podía forzarlo a una relación en la que en cada paso tendría
que luchar por ella y ella por él. ¿Y si la abandonaba en el momento en que
ella le diera todo lo que valía la pena: su corazón y su alma? El era joven; ¿como
podía pensar que ella era la única mujer para él, cuando el aun tenía toda su
vida por delante?
Cuando su teléfono sonó, aparto la mano de su rostro y se apresuro
a contestar como si fuera su salvavidas. La voz de su padre sonó en el otro extremo
de la línea. Ella medio escucho su relato sobre este nuevo libro que estaba
leyendo y del que ella debía obtener una copia y empezar a leer de inmediato.
Por el rabillo del ojo, vio vestirse y salir de la habitación en silencio mientras
su padre se veía obligado a poner fin a la conversación y le pasaba el teléfono a su madre que quería discutir
detalles de último minuto de la fiesta. El cumpleaños de su padre era en unos días.
Ella no detuvo a Edward. El dolor apuñalo su corazón, y apenas pudo contener
las lagrimas en su voz mientras hablaba con su madre.
—Mama, lo siento, me duele la cabeza. Vendré mañana después del
trabajo, de acuerdo, y podemos dar los toques finales al cumpleaños de papa.
—
¿Toma una aspirina, querida, y duerme
temprano, .de acuerdo?
El teléfono se deslizo de su mano. Las lágrimas corrían por su
rostro. ¿Como podía dejarlo ir? ¿Como podía vivir sin él? Desesperada por
haberlo perdido para siempre, agarro un par de pantalones vaqueros de su
armario, una camiseta y ropa interior, y salto a la ducha. Se enjabono la piel
y el cabello con champú, con el estomago anudado con ansiedad mientras más
tiempo estaban separados. Se seco, se cepillo el pelo en una cola de caballo, y
añadió una capa de lápiz labial en sus hinchados labios. Corrió a la puerta
principal, la abrió, y casi tropezó con la bolsa Coito Curioso en su puerta,
sus bragas dentro del bolso también. Lo metió en la casa, y luego corrió al
otro lado de la calle a la casa de la señora Cullen.
—Sra. Cullen, ¿puedo hablar con Edward por favor?
—Oh, el no está aquí, cariño, dijo algo urgentemente vino y tenía
que salir
Inmediatamente.
El corazón le dio un vuelco. El pánico constriño sus pulmones, por
lo que le era difícil hablar. Se mordió el labio para detener el temblor, miedo
de romperse frente de la puerta de la Sra. Cullen y ahogarse en lágrimas. – ¿El…se
fue a Nueva York?
—Oh, no, vuelve el martes. No, ahora mismo el está en su
apartamento en la ciudad.
La alegría se apodero de ella, dominando la angustia que amenazaba
con extasiarla unos segundos atrás. Respiro profundamente para calmar sus destrozados
nervios.
–Hmm…. ¿me puede dar su dirección, por favor?
El ceno de la Sra. Cullen se hizo más profundo mientras miraba a Bella.
—Por favor, necesito verlo.
—Bueno, está
en la nevera, iré a buscarla rápidamente—. Regreso un minuto después. Bella ni siquiera miro la dirección. Corrió
a su casa, cogió las llaves del coche y la bolsa Coito Curioso, y salió de la
zona residencial a la carretera. Solo cuando se acercaba a la ciudad hecho un
vistazo a la dirección. Así de fácil de encontrar, El Punto Noble, un bloque de
apartamentos de lujo que costaban una fortuna.
Con su corazón martilleando en su garganta, llamo a su puerta. El
no respondió. Golpeo una y otra vez, la desesperación apretando su pecho.
Minutos más tarde, el la abrió con nada más que una toalla
alrededor de su cintura, agua goteando por su magnífico pecho y a lo largo de
su abdomen.
Su cuerpo volvió a la vida. Sorpresa ensombrecía sus ojos.
—Me
preguntaba si, ya sabes, desde que ya te lleve a la boda, si te gustaría ir a
una fiesta de cumpleaños conmigo. Es el septuagésimo de mi padre. El te odia y
probablemente va a querer dispararte, pero me imagino que con toda tu experiencia
en karate, estoy segura de que puedes atrapar balas también.
No iba a huir con él. No, lo iba a mostrar al mundo y gritar que
no podía vivir sin él, ni siquiera durante cinco minutos. Tenía la edad
suficiente como para seguir a su corazón. Su padre iba a tener que aceptar que Edward
era más joven, pero él la hacía feliz, y era más hombre de lo que podía pedir.
—Quédate,
por favor. Es el sábado, por lo que tendrás que quedarte aquí conmigo hasta
entonces.
Su silencio la puso tensa, nerviosa y asustada. Cambio su postura
y se froto las manos en sus pantalones vaqueros mientras la consternación
pesaba sobre ella. ¿Había cambiado de opinión sobre ella?
Siguió su mirada, mientras bajaba a la bolsa que llevaba en la
mano, recordándole que todavía tenía el paquete Coito Curioso.
—Y tengo
este juguete. No sé como usarlo, y oí que solo un chico juguete muy especial me
puede ayudar con esto.
Sus brazos rodearon su cintura. La levanto por encima del umbral, cerró
la puerta, y la respaldo contra una pared con su cuerpo. Ella deslizo su mano entre
ellos y tiro su toalla.
El gimió cuando su pene rozo sus vaqueros.
—Prométeme
que no me vas a dejar—. Dejo caer la bolsa a sus pies y paso los dedos de ambas manos
por el pelo en su nuca. Su cuerpo se inclino hacia él y suspiro con satisfacción.
Ahora que lo tenía en sus brazos otra vez, no quería dejarlo ir nunca.
—Prométeme que te quedaras conmigo—, respondió el.
—Te lo prometo—. Su
aliento se mezclo con el de ella. Ella jadeo en anticipación de su beso y se disolvió
en felicidad cuando el reclamo su boca. – No va a ser fácil, Edward, conmigo.
Soy obsesiva, me atemorizan los chismes y mi familia puede ser muy dura y—
—Eres mía—, susurro
el contra sus labios, y luego la llevo a través de su enorme apartamento y a su
dormitorio. –Eso es lo único que me importa. Voy a luchar por ti, Bella, como
he hecho todos los días desde el primer momento que te vi.
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muchas gracias a todas por seguir esta historia y tambien por leer mañana subire la nueva adaptacion llamada " Dulce Asesino"
esta adaptacion es del libro " The Toy Boy" de la autora April Vine
esta adaptacion es del libro " The Toy Boy" de la autora April Vine
3 comentarios:
m,eencanto muchas gracias
Hay q luchar x lo q se quiere gracias me encanto
Me encanto la historia gracias y espero la siguiente 😜
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