Capitulo 17
Edward
mantuvo su promesa. Cuando llegaron las nueve de la mañana y Rosalie irrumpió
en mi habitación como siempre, Edward estaba justo donde se suponía que debía
estar: entrenando en su garaje.
Rosalie
levantó la cortina hasta arriba de manera desagradable para anunciar su
presencia.
—¿Te
dormiste tarde? —espetó cuando gruñí y eché las mantas sobre mi cabeza.
—Como
puedes ver —refunfuñé.
Como
no había posibilidad de que se fuera, me uní a ella en mi ventana para espiar a
mi novio mientras entrena. Mi novio. Sonaba tan raro. Y todavía no se
sentía real. Por un segundo me pregunté si era real. ¿Contaba si simplemente me
había dicho que ahora era su novia? ¿O tenía que concordar con él, de hecho,
para que fuera real? Después de pensarlo, sin embargo, estaba bastante segura
de que había concordado con él, incluso aunque no lo hubiera dicho con
palabras.
Mi
novio.
—¡Hola!
—¿Cuándo comenzó Rosalie a aplaudir sus manos en mi cara?—. ¡Tierra
llamando a Bella!
—¿Huh?
—Escúpelo.
Ahora mismo.
—¿Qué?
—Estás sonriendo como
mamá en un concierto de los New Kids On The Block.
—¡No
lo estoy!
—Y
ahora te estás sonrojando. ¡Dime lo que está pasando!
Edward
ahora es mi novio. Mi novio digno de babear. Y, ¿cómo estuvo tu noche?
—No
pasa nada.
No
podía decirle a Rosalie acerca de Edward. Me mataría. Aunque dudaba que Edward
fuera a dejarme mantenerlo en secreto por mucho más. Probablemente iba a saltar
a través de la puerta de entrada cantándoselo a mis padres en cuanto terminara
de ejercitarse. Caray. Eso iba a ser incómodo.
Como
sea. No iba a decir una palabra.
—Mentirosa,
mentirosa. ¡Pantalones! ¡Prendidos! ¡Fuego! ¡Lo ví!
—¡Qué
fenómeno, Rosalie, cállate! —dije entre dientes, corriendo a través de la
habitación para cerrar la puerta de un portazo—. ¡Si mamá y papá descubren que
pasó la noche aquí, estoy muerta!
Los
ojos de Rosalie se abrieron como platos.
—¿PASÓ
LA NOCHE AQUÍ? —gritó. Afortunadamente lo gritó en un susurro—. Sólo lo había
visto acompañarte a casa cuando volvías de hacer de niñera. ¿A qué te refieres
con que pasó la noche aquí?
¡Mierda!
—¿Dije
pasó la noche aquí? Me refería a que me acompañó a casa anoche.
—Dímelo
todo ahora o le diré a papá.
—No
delatarías a tu propia hermana.
—¡Si
no dejas de pasar la noche con Edward no tendré una hermana!
—¿Podrías
tranquilizarte? No es como si hubiéramos hecho algo.
—Oh
por Dios, ¡te estás sonrojando otra vez! ¿Qué hicieron?
—¡Nada!
Rosalie parecía como
si le fuera a salir vapor por las orejas y yo me sentía como si todo se
derrumbara en mi cara. La conversación entera había sido a través de susurros,
pero nos gritábamos con tanta fuerza la una a la otra que íbamos a terminar
luchando violentamente.
Fui
la primera en rendirme. Me hundí en la cama y me tranquilicé lo suficiente para
hablar en voz normal.
—Me
besó. Ahora soy su novia. Pero no pasó nada más. Sólo dormimos.
Rosalie
no siguió mi ejemplo de calmarse. Pareció enojarse incluso más.
—El
bicho raro recibe información de policías corruptos y acecha escenas del crimen
y ¿tú decides ser su novia?
—No
—dije indignada. Guau. Ahora sonaba como una niña de cinco años—. Él sólo me
dijo que lo era. Dijo que no tenía opción.
—¿Y
tú no pensaste que eso fue un poco espeluznante?
En
realidad era bastante ardiente.
—¡BELLA!
—gritó Rosalie, horrorizada. Gritó de verdad esta vez.
Mierda.
Realmente tengo que arreglar el estúpido filtro de mi boca.
—Sí,
realmente lo haces.
¡MIERDA!
—Dame
un respiro, Rosalie. No llevaba puesta la camiseta. ¿Cómo me podía resistir? Tú
misma lo has dicho, que dejarías que te arrastrara a un callejón oscuro con tal
de besuquearte con él.
—¿A
qué te refieres con que no llevaba puesta la camiseta? Dijiste que sólo se
besaron.
—No
es lo que piensas. Sólo me mostraba la cicatriz de donde lo apuñalaron.
—De
donde lo... —Rosalie se puso un poco verde y se dejó caer en la cama—. Comienza
desde el principio —exigió—. Y que no se te ocurra dejar nada afuera.
Suspiré.
—Bien,
veía Delta Force...
Le
conté todo. Absolutamente todo. Y ella era bastante buena no interrumpiendo.
Bueno, bien por Rosalie. Lo que significaba que me dejó terminar la historia
sin hacerse cargo y crear su propia versión basada en lo que quería que pasara.
Pero eso fue todo.
—Entonces
—dije una vez que llegué a la parte donde me desperté con ella abriendo la
cortina—. ¿Ahora ves que nos equivocamos completamente acerca de él, y que es
totalmente dulce y que está bien para mí ser su novia? No te voy a mentir, Rose,
estoy un poco emocionada acerca de esto. Después de anoche, ya no estoy tan
nerviosa. Es justo como dijiste, creo que esto podría ser bueno para mí.
Volví
a mirar afuera de la ventana. Edward ahora hacía levantamientos con sus piernas
hacia afuera como una L en lugar de que colgaran debajo de él. Hombre, es tan
ardiente. Y es todo mío. El pensamiento era suficiente para marearme.
—Bella,
detente —dijo Rosalie—. Basta de babearte.
—¿Por
qué? —No podía evitar ponerme a la defensiva. Rosalie era una completa
aguafiestas.
—Te
diré por qué. Vamos a aclararlo —dijo, poniéndose seria—. Me estás diciendo que
tu novio huérfano vio a su madre ser brutalmente asesinada, fue apuñalado,
perdió a su padre, fue enviado a vivir con su tía loca, sacado de la escuela
por lo que jamás conoció gente de su edad, entrenado para ser una especie de
arma letal, y ahora te obliga a ser su novia.
Eso
casi lo resumía.
—Y
estoy diciendo que todo eso explica por qué Edward puede ser un poco...
—¿Un
fenómeno? —ofreció Rosalie. Mientras que yo intentaba encontrar una palabra
mejor para eso, Rosalie se levantó y comenzó a caminar por mi habitación—. De
acuerdo, estoy totalmente de acuerdo con que todo eso tiene sentido: explica
mucho acerca de Edward. El problema es que mientras que en tu retorcida mente
ves eso como material para un excelente novio, yo veo a James el Destripador
o al Unabomber.
—Rosalie.
—Antisocial.
Excéntrico. Con más problemas que el Sports Illustrated. Probablemente
con un trastorno de personalidad, también conocido como sociópata. ¿Sabes quién
más era sociópata? Ted Bundy.
—Edward
no es Ted Bundy, Rosalie. Y no es el Acuchillador de los Sábados por la Noche.
Rosalie se quedó sin
aliento al recordar algo.
—Bella,
¡no hubo asesinato anoche!
—¿Qué?
—Estuvo
en todas las noticias esta mañana. No se encontró ningún cuerpo. No hubo
asesinato.
—Bien.
—No
bien —discrepó Rosalie.
—¿No
está bien que nadie haya sido asesinado anoche? —pregunté, confundida.
—¿No
lo ves? —preguntó Rosalie.
Obviamente
no.
—¿Ver
qué?
—No
hubo asesinato anoche porque Edward estuvo contigo toda la noche. ¡Es él!
¡Realmente es él! Tiene que serlo.
—¡Dale
un respiro, Rosalie! —exploté finalmente—. No estuviste allí anoche. No lo
viste, no es un psicópata. No lo conoces como yo. No tienes idea de lo que
estás hablando, ¡así que sólo cállate!
—¡No
me callaré! ¡Tu novio es un psicópata! ¡Es peligroso!
—¡Sólo
estás celosa! ¡Estás enojada porque Edward me eligió a mí y no a ti!
Allí
es cuando mi padre finalmente irrumpió en mi habitación medio dormido,
frotándose la cabeza como si tuviera migraña. Su irrupción no podría haber sido
más vital, tampoco, porque lo de los celos había empujado a Rosalie por el
borde.
—¡Supérate
a ti misma! —gritó y luego me llamó algo que estaba segura que le provocaría
estar castigada. Papá se paró entre nosotras, y aunque Rosalie había empezado,
me agarró a mí. Bien hecho, también, porque estaba a punto de arrancarle la
cabeza a ella.
—¡Chicas!
—gritó papá—. ¿Qué está pasando aquí? El vecindario entero puede escucharlas
gritar.
—¡Rosalie
está siendo una idiota!
—Isabella
—dijo mi papá, arrastrándome fuera de la habitación y empujándome por la
puerta—. Ve a caminar y tranquilízate.
—¡Pero
no hice nada! Ella es la que está...
—¡Ve a caminar!
Uh,
sí, en realidad esa no era la primera vez que mi padre me decía aquello.
Probablemente no era ni la milésima vez que me lo había dicho. Lo decía en
serio, además. Esperaba que me fuera a dar una linda caminata... tenía algo que
ver con lo poco razonable e incapaz de escuchar a nadie más cuando estoy
realmente enojada.
Eh,
probablemente tenga razón.
—Como
sea —escupí, y me aseguré de golpear la puerta de la casa tan fuerte que las
paredes retumbaban cuando salí.
Bajo
a la calle en mis pijamas y descalza, golpeando el buzón mientras me iba.
Escuché a Edward llamarme, pero no volví la mirada. Lo último que quería era
pelearme con él porque me enojé con Rosalie —desplazar mi enojo es otra de mis
encantadoras cualidades— o peor, accidentalmente contarle por qué peleábamos
Rosalie
y yo. Sí, eso iría realmente bien.
Debo
haber caminado por dos buenas horas. Papá se había ido cuando llegué a casa,
pero mamá me esperaba, pasando el rato con un libro, probablemente un
psicoanálisis de cómo controlar a tu adolescente fuera de control.
Lo
que dijo cuando entré por la puerta fue—: ¿Te sientes mejor?
Lo
que escuché fue—: Trae tu trasero aquí así podemos tener una charla.
Me
había calmado, pero no me sentía nada mejor. Dije—: No, en realidad. —Y me
hundí en una silla, respondiendo tanto a la pregunta formulada como al mandato
no dicho.
—¿Quieres
hablar sobre eso?
No
sé por qué mi mamá siempre se siente obligada a hacer preguntas cuyas respuestas
ya conoce. La fulminé con la mirada, lo cual no le gustaba. Otra vez, lo que
dijo fue—: Tu hermana está realmente disgustada.
Pero
lo que yo escuché fue—: Cuida tu tono conmigo, jovencita. No quieres hacerme
enfadar ahora mismo.
—No
sé por qué estás tan preocupada por ella —dije, sin vigilar mi tono como
probablemente debería haberlo hecho—. Ella es la que irrumpió en mi habitación
y metió sus narices en mis asuntos, que no le incumben. Es la que me gritó. Es
la que me llamó una...
—Piensa que la odias
—dijo mamá rápidamente antes de que pudiera terminar la oración.
—La
odio de verdad.
—Dijo
que sólo trataba de ayudar.
—Bueno,
debería tratar de meterse en sus propios asuntos.
Mamá
me miró pensativa por un minuto y luego llegó a mí desde otro ángulo.
—Edward
vino hace un rato a buscarte. Te vio marcharte echando chispas. Parecía
realmente preocupado.
Rondaba
en busca de grietas en mi armadura, pero lo único que obtuvo de mí fue otra
mirada malhumorada. Se metió en un enfrentamiento silencioso, el cual gané. Se
rindió luego de dos míseros minutos.
—Bella,
háblame. Dime lo que te está pasando.
—Rosalie
está siendo ridícula. Como siempre.
—No,
Bella. Dime lo que está pasando contigo. Algo te ha estado molestando
últimamente.
—Sí,
Rosalie.
—No
es tu hermana.
Crucé
los brazos sobre mi pecho y volví a agachar la cabeza.
—¿Dónde
está papá? —pregunté, esperando distraerla.
—Se
llevó a tu hermana a almorzar.
—¿Qué?
—Eso dolió—. ¿Desde cuándo papá elige a Rosalie por sobre mí?
Mamá
finalmente suspiró.
—Tu
papá es genial cuando te suspenden por pelearte, o necesitas ayuda con tu
castañazo. Sabe lidiar con los golpes y moretones, o en tu caso, conmociones
cerebrales y hemorragias nasales.
Cuando
mamá consiguió esbozar una sonrisa sincera, mi estómago se revolvió.
—Estás
en territorio desconocido para él ahora mismo —dice, confirmando mis sospechas
de a dónde iba esta conversación—. Tu papá se llevó a Rosalie porque pensó que
tal vez necesitabas a tu mamá esta vez. Así que háblame, Bella. No puedo
ayudarte si no me dices lo que va mal.
—¡Ugh! Nada está mal
conmigo. Estoy
bien.
—Está
bien estar alterada, Bella. Es un momento difícil de tu vida. Estás creciendo y
cambiando...
—¡Oh
por Dios, mamá! ¡Detente! —Me llevo las manos a los oídos y trato de no
vomitar—. No voy a tener esta conversación. Me vino mi período hace como tres
años. Ya sé acerca de los pájaros y las abejas.
No
pude aguantar más y huí a mi habitación. Cuando llegué a las escaleras, mi
madre me llamó con voz molesta. —Si no quieres hablar conmigo sobre esto,
entonces deberías ser más amable con tu hermana. Puede ayudarte, Bella.
Quince
minutos más tarde, mamá llamó a la puerta de mi dormitorio. Me preparé para la
segunda ronda de la charla de padres, pero en lugar de eso, sólo me pasó el
teléfono inalámbrico.
—Aquí
está —dijo en el receptor antes de entregárselo—. Me alegro de que hayan
llamado. Necesita animarse un poco. Traten de hacerla entrar en razón, si
pueden.
Puse
el teléfono lejos de mamá y esperé a que ella se fuera antes de contestar. —¿Edward?
—¡Swaaaaaaaan!
—¿Qué
pasa?
—¿Quién
es Edward?
—¿Por
qué necesitas que te levantemos el ánimo?
—¡Somos
nosotros!
Una
llamada de los tres J juntos siempre era un caos. —Sé quienes son, idiotas.
¿Qué está pasando? ¿Algo nuevo ha sucedido esta semana en el campamento
sus-vidas-son-más-emocionantes-que-la-mía?
—Tomé
un vertedero de seis libras —ofreció James.
—Mientes
—reí. Los J siempre podían hacerme sentir mejor.
—Es
cierto —dijo Jacob—. Todo nuestro equipo ayudó antes y después.
—¡Y
gané veinte dólares!
—Felicitaciones,
James. Has llegado a un nuevo nivel de asco.
—Pero
gané veinte dólares.
—Oh, Dios mío,
chicos. Tienen que venir a casa. Me estoy volviendo loca.
—Eso
es seguro —coincidió Jasper—. Si la mitad de los rumores que hemos escuchado
son ciertos…
—¿Qué
rumores?
—Nada
importante —dijo Jacob—. Así que te convertiste en una chica este verano.
Después,
los chicos empezaran a soltar palabras tan rápido que no pude decir quién decía
qué.
—Usas
rosa.
—Coqueteas
con los chicos.
—Vas
a fiestas.
—Conseguiste
un trabajo en Gap.
—Es
Old Navy —me quejé. Como si eso fuera algo mejor.
—Tienes
una linda delantera.
—¡Cuidado,
Jasper! —le advertí.
—Le
rompiste tanto la nariz a Newton que va a necesitar una cirugía reconstructiva
—dijo Jacob rápidamente—. Estamos muy orgullosos de ti por eso, por cierto.
—Luego
está el rumor que dice que usaste un vestido.
—Olvídate
de eso. He oído que llevaba un bikini.
—Bluuugh.
Ese es un pensamiento aterrador. No he oído ese.
—Cállate,
Jacob.
—No,
chicos, tengo el ganador —salto James—. He oído que fuiste abajo y sucio con Emmett
McCarty.
—¡De
ninguna maldita manera! —gritó Jacob. Obviamente, no había escuchado eso,
tampoco—. ¿Emmett McCarty? ¿En serio? ¿Qué demonios, Swan?
—No
fui abajo y sucio con nadie.
—Ahora,
¿quién es el mentiroso? —bromeó James.
—¿Quién
te dijo eso, James? ¡Dime ahora mismo! Voy a patear su…
—¿Así
que no te besuqueaste con Emmett McCarty? Porque todo el mundo ha estado
diciendo…
—¿Todo el mundo?
¿Quién es todo el mundo? ¡Están en el campamento!
—Swan,
tú eres la única persona que queda en el universo conocido sin un teléfono
celular. La mitad de la escuela nos envió un mensaje sobre ti esta semana.
Gemí
y los chicos se echaron a reír. No podía culparlos, de verdad. No es como si
nunca hubiera obtenido placer con su dolor.
—No
te preocupes demasiado, Swan —dijo Jacob, sonando bastante genuino—. Estamos
llegando a casa en una semana y media. Lo arreglaremos. Vamos a tener una
fiesta de manta y volver de nuevo a lo normal o algo así.
—Sí
—dijo James—. Porque no voy a salir contigo si estás actuando como una chica.
—A
menos que realmente tengas una delantera agradable.
—¡Jasper!
¡Habla una vez más acerca de mi delantera! ¡Te desafío!
—Sí,
amigo —dijo Jacob—. Estamos hablando de Swan. Eso es asqueroso.
—¡Ugh!
¡Muérdanme, perdedores!
Se
sentía bien colgarles, pero no lo suficiente como para no estar completamente
cabreada. Le grité a nadie en particular, y tiré el teléfono, rompiéndolo en
pedazos cuando chocó con mi tocador. Luego manipulé mi equipo de música, subí
al techo, cerré los ojos, y empecé a contar hasta infinito.
***
—¿Cuánto
tiempo has estado aquí? —preguntó Edward, tomando asiento a mi lado.
—No
lo sé. Seis, siete, ocho canciones.
—¿Qué
está pasando?
—Nada.
Estoy bien.
—Sí
—dijo Edward con una sonrisa—. Tienes Rage Against The Machine sonando a
todo volumen porque estás de un humor fantástico.
¿Recuerdan ese
desplazamiento de los problemas de ira? Miré a Edward tan groseramente que no
podía reír en este momento. Sin decir nada, se puso de pie. Por un segundo
pensé que iba a dejarme con mi mal humor, pero en lugar de eso me llevó a Patty’s
y me ordenó un banana split.
—Creo
que le debes una disculpa a tu buzón —dijo una vez que había helado en frente
de mí.
—Mejor
ahí que en el rostro de Rosalie —murmuré.
Edward
sonrió mientras tomaba mi mano y examinaba los nudillos.
—¿Duelen?
Me
encogí de hombros y llevó mi mano a sus labios, besando cada nudillo
individualmente. No hizo precisamente que la hinchazón bajase, pero seguro que
se sintió mucho mejor que el hielo.
—Voy
a vendarte cuando lleguemos a casa —ofreció Edward. Soltó mi mano y dijo—:
Entonces, ¿vas a decirme lo que está mal, o voy a tener que hacerte decirme?
—¿Es
que va a ser un hábito contigo? —le solté—. ¿Forzarme a hacer cosas?
Edward
se encogió de hombros ligeramente. —Si es necesario.
—¿Y
obligarme a ser tu novia? ¿Eso era necesario?
Para
mi disgusto eterno, Edward se rió. —No sólo era necesario. Era una cuestión de
vida o muerte.
—¿De
vida o muerte? ¿Ibas a matarme si decía que no?
Edward
me dio una sonrisa de complicidad y dijo—: No hubiera dejado que dijeras que
no. —Tomó un bocado de helado—. De la misma manera que no voy a dejarte decir
que no pasa nada malo.
—No
pasa nada malo.
La
actitud juguetona de Edward había desaparecido en un instante. —No me mientas, Bella.
—Tuvo la audacia de hacer que sonase como una advertencia.
Dos
podían jugar ese juego.
—No
me controles —gruñí—. No soy tuya. No te pertenezco. Sólo
porque eres fuerte y posiblemente psico, no significa que puedes darme órdenes.
No me gusta que me digan qué hacer. Pregúntale a Rosalie. Trató de decirme qué
hacer esta mañana y casi la golpeo en la cabeza por ello.
—¿Y
qué exactamente fue todo ese griterío esta mañana?
—Rosalie
trataba de decirme que no podía salir contigo. Trata de mantenerme alejada de
ti. Piensa que eres inestablemente… peligroso.
Edward me miró, pero
no creí que fuera yo con quién él se enojó.
—¿Lo
eres? —le pregunté.
—¿Peligroso?
—repitió Edward con fuerza—. Para algunas personas, sí. ¿Para ti? No.
—Entonces,
deja de actuar como si lo fueras. ¿Quieres algo de mí? Pídelo. No utilices el
miedo para tratar de manipularme. ¡Me molesta!
Estaba
tan arriba en este momento, que estuve a punto de llevar esa discusión a la
playa de estacionamiento. Casi esperaba que Edward lo sugiriera en primer
lugar, pero su estado de ánimo volcó en un instante. Me confundí por la
repentina admiración en sus ojos.
—No
voy a poder salirme con la mía nunca más, ¿verdad? —preguntó, casi atemorizado.
—Querías
que no te tuviera miedo. Bueno, aquí estoy, sin miedo. No soportaré ninguna
mierda estúpida, así que ya basta.
Edward
me miró como si todavía no pudiera creer lo que sucedía. Una sonrisa se
extendió por su cara inconscientemente y me dijo—: Nunca nadie me ordenó antes.
—Se
siente bien, ¿no?
Estaba
siendo irónica, pero la sonrisa de Edward se hizo aún más amplia.
—No
tienes ni idea —dijo, y luego me atrajo hacia él para darme un beso.
No
me dio un rápido beso miren-a-la-linda-y-feliz-pareja. Fue un beso
arrójennos-fuera-del-restaurante. Cuando por fin se quitó de encima y se quedó
sin aliento, hizo esa cosa en la que me mira a través de sus pestañas con un
toque de vulnerabilidad, y dijo—: ¿Bella? ¿Podrías darle a tu novio
sobreprotector un descanso y explicarme lo que está mal, así puedo hacer lo que
sea para que se vaya y dejar de preocuparme por ti? ¿Por favor?
Me
eché a reír muy a pesar mío, pero entonces suspiré y tomé mi cuchara. Esto iba
a necesitar un montón de helado.
—No
pasa nada malo, exactamente. Quiero decir, esta mañana Rosalie fue una
idiota total, pero luego lo tuve con mi mamá, también. Además, les colgué a los
J cuando llamaron. Esos idiotas estaban siendo ellos mismos, pero les he dado
más que suficiente munición últimamente para merecer el fuego que tengo hoy.
—¿Qué quieres decir
con munición?
—Supongo
que no lo entiendes porque no me has conocido desde siempre, pero esto —hice un
gesto para mis adentros—, la Bella que has conocido este verano no es la Bella
a la que ellos están acostumbrados. Por alguna razón, todo es diferente. Estoy
hablando de proporciones épicas. Como si hubiera sufrido una invasión en mi
cuerpo. No sé qué está mal conmigo.
—No
creo que haya algo mal contigo. —Edward Sonrió—. A mí me gusta cada cosa de ti.
—Su sonrisa cayó y sus ojos se apretaron más pequeños mientras añadía—: Excepto
tal vez tu afición por Emmett McCarty.
—Bueno,
a ti quizás te guste la nueva yo —le dije, haciendo caso omiso a la mención de Emmett—.
Pero nadie parece saber cómo tratarme. Mi hermana. Mis amigos. Definitivamente
no Emmett… todavía no puedo creer que el idiota me haya besado. Mis padres han
prácticamente desaparecido por las paredes. "Crecer y cambiar"
es la frase que mi madre usó cuando trató de hablar conmigo esta mañana. Y
ahora los J estarán en casa en una semana y media.
—Ah,
sí. El retorno de los amigos pródigos —dijo Edward. Había mantenido su tono
ligero, pero aunque lo supiera o no, la cuchara en su mano ahora se encontraba
doblada en un ángulo de noventa grados.
—Sí.
Vienen a casa, y no sé qué hacer.
—¿Por
qué tienes que hacer algo? ¿No son tus mejores amigos?
—Exactamente
—le dije—. Me conocen mejor que nadie. No van a ser capaces de hacerme frente.
Ni siquiera yo puedo tratar conmigo. Son lo último normal en mi vida, y cuando
regresen y me vean vestida de rosa y saliendo con mi…
Me
atraganté con la palabra y Edward se rió de mí. —Novio, Bella. Tu novio. Puedes
decirlo.
Excepto
que no podía. —Contigo. Van a enloquecer. Entonces me voy a enojar con ellos
por ser idiotas. Tú te pondrás celoso y los odiarás como lo haces con Emmett, y
voy a tener que tomar una decisión. Si te elijo a ti, los J van a querer
golpearte, y cuando traten los vas a matar. Entonces yo voy a estar muerta, vas
a ir a la cárcel, y me veré obligada a pasar el rato con Rosalie y Emmett por
el resto de mi vida.
Edward
arqueó una ceja hacia mí cuando terminé mi perorata.
—Pensaste
todo esto una o dos veces, ¿verdad?
—¡Lo
digo en serio!
Edward me atrajo
hacia su pecho y envolví mis brazos alrededor de él sin siquiera pensar en
ello. Esta cosa del novio tenía sus ventajas.
—Bella, trata de
relajarte un poco —dijo Edward—. ¿Ayudaría si prometo no matarlos? No puedo
prometer que me van a gustar. De hecho, tienes razón, más o menos ya los odio. Pero puedo
controlarme. No voy a hacerte elegir.
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1 comentario:
Rose es una histérica aun q como hermana tiene algo d razón, y este par me dan ternura graciasssss
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