miércoles, 30 de mayo de 2018

Un Alma Compartida Capítulo 6

Capítulo 6

Isabella

Los espejos no mentían. Podían alzar el ego, pero podían fácilmente ser crueles y castigadores. 

El espejo del baño de Edward estaba siendo una malvada perra.

Mostraba cada moretón, cada línea, y cada hueso que sobresalía de una forma que me dejó sorprendida. 


Pero mi cabello estaba limpio, y probablemente olía como hombre, pero al menos no olía mal. Me acaricié la cara limpia, y aunque mi cara estaba de un agradable color rosa, no tenía maquillaje de tres días acumulado ni adherido en mis pestañas, lo que era genial.

Llegó el momento de dejar el baño, y rápidamente me di cuenta que no tenía ropa. Abrí la puerta un centímetro y me asomé dejando que el vapor saliera alrededor 
de mí. 

—¿Edward?

Entró en la habitación e, incómoda por mi estado de desnudez, cerré la puerta. 

Tocó ligeramente. 

—¿Isabella?

—Oye… ―comencé, miré hacia la puerta, rodando mis dedos—. Hola. —Rodé mis ojos ante mi confusa mente y tomé una profunda inspiración—. Me acabo de dar cuenta que no tengo ropa y… —tragué duro, pasando el aprensivo nudo de mi garganta, y terminé suavemente—. Necesito ropas. 

No respondió por un largo momento y entonces tocó de nuevo. 

—No tengo ropa de mujer, pero esto funcionará para la noche.

Abrí la puerta, escondiéndome detrás de ella, y su larga mano apareció dentro. Estaba sosteniendo una camiseta blanca. Agradeciéndoselo, la tomé. Me la puse y abroché los botones. Me entristecía la forma en que nadaba en ella. 

Hubo una vez, en la que tenía curvas que habrían llenado esta camisa agradablemente. Se veía más como una maldita sábana sobre mí. Miré hacia mis piernas y me pregunté por qué me quejaba del peso extra que solía tener. Era decepcionante ver largas y nudosas rodillas a través de la delgada y pálida piel de mis piernas.

Me sentí fea.

Dejé salir un largo suspiro y me enderecé, casi tragándome la lengua. Mis pequeños pechos eran altos y mis pezones visibles a través del delgado material de la camisa.

Oh, diablos no.

Miré hacia abajo para ver al oscuro parche entre mis muslos notándose  también.

Um… doble diablos no.

Me acerqué a la puerta y llamé suavemente. 

—Disculpa, ¿Edward?

Estaba ahí en un segundo. 

—¿Algún problema?

—Me estaba preguntando ¿Tienes una camisa más oscura que pueda usar?

Hizo una pausa un momento y después preguntó con desagrado.

—¿Tienes una preferencia de color?

Esta noche lo hacía, maldita sea.

Me di cuenta que sonaba necesitada, pero no quería que él me viera así.

—Lo siento. Está bien. Haré que funcione —añadí arrepentida—. Lo siento.

Colocando mi cabeza entre mis manos, me di ánimo mentalmente.

Este hombre ha sido extremadamente amable contigo esta noche Isabella. En unascuantas miserables horas te estará dando cosas con las que sólo podías haber soñado. No seas desagradecida. 

Un ligero golpe en la puerta y está se abrió unos centímetros. Su mano apareció sosteniendo algo oscuro. Lo tomé y la puerta se cerró. Lo alcé.

Era una camisa negra.

La tensión que no sabía que estaba ahí desapareció mientras el alivio me hizo 
reír suavemente. Grité:

—Gracias.

Respondió suavemente.

—De nada, Ratón.

Me volví a vestir, sosteniendo la camisa blanca en mi mano mientras salía del baño. Las luces estaban apagadas, pero Edward había encendido dos lámparas altas, una a un lado del sofá, el cual ahora estaba extendido para ser una cama, y una a un lado de la mesita de noche, a un lado de la cama. 

Mis ojos se ampliaron cuando vi a Edward de espaldas a mí.

Con su espalda desnuda. 

Oh, cielos. Su musculosa espalda desnuda. 

Se giró ante mi ligero jadeo. Incluso aunque aún estaba usando sus pantalones de vestir, se había quitado sus zapatos y calcetines, dejando libres sus largos pies. Bajando mi cara caliente, me apresuré a la cama y me lancé sobre ella, cubriéndome hasta el pecho con las pesadas sábanas. 

Me miró atentamente, analizando mi cara. Sus ojos me desentrañaban parte por parte y era molesto.

La incomodidad me obligó a evitar sus ojos. El silencio nos rodeaba y entonces 
dijo en voz baja:

—No te gusta que las personas te vean.

Mis ojos se encontraron con él. 

—¿Disculpa? 

Sus ojos recorrieron mi cara limpia. 

—No te puedes esconder detrás de maquillaje. Puedes intentarlo, pero no lo lograrás. No conmigo.

Hizo una pausa y entonces dijo:

—Te veo.

No era algo que una persona normal habría dicho. Era implacable y calculado e iba al grano, casi como si no supiera la incomodidad que sus palabras causaban en mí. Casi como si no le importara. 

Pero vi que sí le importaba. Dijo las palabras de una manera gentil como para no asustarme. Dijo lo que veía, y fue todo.

Escogí mis palabras cuidadosamente y hablé lentamente. 

—Cualquier máscara en la calle es una buena máscara.

Se sentó en el sofá cama, haciéndose hacia atrás hasta que sus piernas estaban estiradas frente a él. Cruzó sus brazos sobre su amplio pecho. 

—Las máscaras no le quedan bien a personas con tu cara. 

—¿Mi cara? —pregunté entrecerrando la mirada. Sabía que no era hermosa,  pero no pensé que fuera fea.

Se aclaró la garganta, y mi corazón se saltó un latido. 

—Una cara como la tuya hace que los hombres tropiecen. —Inclinó su cabeza para mirarme desde un nuevo ángulo—. Caras como la tuya son talladas en estatuas, inmortalizadas en piedra para que el mundo la vea a lo largo de los años. 

Tomó una profunda inspiración y entonces exhaló lentamente:

—Eres… arte. 

Mi piel se puso de gallina mientras el sonrojo subía por mi cuello. Mis labios se abrieron y mis orejas quemaban.

¿Qué diablos acababa de decir?

—Quiero saber más sobre ti, Isabella, pero ya es tarde y tengo una cita por la mañana.

Me pregunté si me dejaría sola en la casa o si me llevaría con él

Se metió bajo las sábanas y apagó su lámpara. Lo escuché removerse y me di cuenta que esperó hasta estar cubierto antes de quitarse sus pantalones, los cuales aterrizaron en el suelo con un golpe sordo. Estaba segura que era más por mi propio beneficio que el suyo. Después de todo, no tenía problemas quitándose su camisa frente a mí.

Aprecié el pequeño gesto. Algo de la tensión restante se deslizó fuera de mí. 
Realmente parecía un chico agradable. Pero aun así, no conocía a este hombre, y después de todo lo que había hecho por mí, mi mente me advirtió de estar alerta con él. Después de todo, nadie era así de considerado. 

Encontrando el interruptor, apagué la lámpara de la cama y me hundí en las sábanas. Estaba tan cálido y acogedor que podía haber llorado. No había tenido una cama en meses.

Mis ojos se volvieron pesados y parpadeé lentamente. Fue entonces cuando las palabras se me escaparon sin permiso.

—¿Edward? —Gruñó adormilado en respuesta—. Si tratas de colarte en esta cama esta noche, gritaré “sangriento asesino” y grito fuerte. 

Sonó divertido cuando respondió:

—Ah, pero Isabella… —hizo una pausa para dar efecto—, ¿quién estará alrededor para escucharte? 

***

La mañana llegó y casi como todos los días me desperté con el sol.

No había dormido tan bien desde… bueno… nunca. Me sentí descansada y renovada. Parecía que no podía encontrar la fuerza para dejar las cálidas sábanas de la cama, pero el baño me llamaba de una semi urgente manera. Pensé despertar a Edward para preguntarle dónde estaba el baño dado que no había uno en su suite, pero decidí no hacerlo. No quería ser una molestia. 

Quitado las sábanas, me deslicé fuera de la cama y caminé de puntillas hasta la puerta. Tiré de la manija, pero se atrancó. Frunciendo el ceño, miré abajo para ver una llave dentro de la cerradura. 

¿Por qué esta puerta se cerraba desde dentro?

No tenía tiempo de pensar en ello. Suavemente la giré y escuché el seguro 
abrirse, y afortunadamente la puerta cedió sin ningún chirrido. Me deslicé a través de ella, sin ser detectada. 

Caminé delicadamente por el corredor, abriendo puertas mientras caminaba. 
Las primeras dos estaban cerradas. Tuve suerte con la tercera. Era exactamente lo que necesitaba y me tomé mi tiempo, agradecida por tener un momento para mí.

Mi tiempo en las calles significaba que estaba acostumbrada a mi propia  compañía. Se sentía extraño estar alrededor de gente. Suponía que era algo con lo que tendría que estar cómoda rápidamente, viendo que iba a trabajar sirviendo bebidas a la gente. Se esperaba que los camareros fueran sociables, y mentalmente juré hacer lo mejor para no ser torpe. 

Me levanté del baño, lavé mis manos, abrí la puerta y grité. Alto.

Edward estaba de pie ahí, vestido sólo con un par de bóxers grises, inclinado contra la pared, parpadeando con sus ojos adormilados.

Apretando mi acelerado pecho, jadeé. 

—Necesitaba usar el baño.

Su voz pesada por el sueño, murmuró:

—Ya lo veo.

Mis mejillas comenzaron a quemar. 

—No me enseñaste donde estaba el baño la otra noche. 

Parpadeó de nuevo. 

—Me di cuenta de eso.

Mis palmas comenzaron a sudar. Con los ojos muy abiertos, solté ansiosamente:

—No estaba robando nada.

Sus ojos recorrieron mi cuerpo vestido sólo con una camisa. 

—No, no se ve como que lo estés haciendo.

Entonces sentí la necesidad de recordarle. 

—Dejé tu reloj en el mostrador del baño.

Hizo un gesto con mi barbilla hacia abajo señalando a su muñeca… donde el reloj estaba, asegurado apretadamente. 

—Está bien —susurré con alivio. Tragué fuerte asintiendo—. Bien entonces.

Alejándose de la pared, se estiró lánguidamente de una forma felina. Espié los músculos de su abdomen apretándose de la forma más deliciosa. Mis ojos fueron atraídos al camino de vello que llevaba debajo de su ombligo hacia abajo.

Entonces fue cuando me di cuenta que estaba mirando directamente a su polla cubierta. Con un pequeño jadeo, levanté la cabeza y miré su pecho. 

Se rascó ligeramente la barba de su mandíbula de acero. 

—Deberíamos vestirnos para desayunar. 

¡Sí!, gritó mi mente. ¡Las ropas son buenas! 

Lo seguí hacia la habitación y vi mi ropa doblada ordenadamente en la mesita de noche. Debió de haberlas sacado de la secadora en la mitad de la noche.

La pila era pequeña. Revolví entre ella, mis cejas frunciéndose en confusión. 

—¿Dónde está el resto de mi ropa? 

Caminando hacia el armario, respondió fríamente. 

—Donde pertenecen. En la basura.

La furia se encendió a través de mí, pero hablé calmadamente. 

—Esa era toda la ropa que tenía.

—Lo sé.

Claramente molesta, me puse mí único par de bragas limpias debajo de la larga camisa. Mis pantalones negros les siguieron, y poniéndome de espaldas al armario, me saqué la camiseta negra y la remplacé por mi camiseta blanca. Miré hacia abajo y maldije en voz baja. 

Mis pezones habían salido a decir hola. 

—¿Dónde está mi sostén?

Él salió del armario, aún en bóxers, y haciendo sus cosas sin mirarme murmuró:

—Te lo dije. En la basura. 

Alzando la camisa negra para que cubriera mis protuberancias femeninas, jadeé en sorpresa antes de espetar. 

—¡Era el único que tenía!

—Estaba roto.

—Hacía su trabajo —respondí, cayendo en la histeria. 

Escuchando mi molestia, giró su cara para mirarme y después le dio una mirada a mi pecho antes de alzar una ceja. 

—No necesitas un sostén.

Mi cara ardía. Coloqué mis brazos a mi alrededor tan fuerte como pude sin doblarme sobre mí misma. 

Bueno, eso fue grosero. Simplemente debió haberme dicho que mis tetas eran pequeñas y que uno necesitaba bajar mis pantalones para asegurarse de que era, de hecho, una chica.

Hombre, este chico estaba haciendo maravillas con mi autoestima. 

—Necesito ducharme —anunció—. Y tú esperarás justo aquí.

Mi hosca respuesta de “Señor, sí, señor” fue cortada mientras la puerta del baño se cerraba detrás de él.

Genial. Simplemente genial.

Esperé obedientemente en el borde de la cama y silenciosamente me pregunté sobre mi decisión de tener fe en este hombre. 

No sabía que era una terriblemente buena idea.

Edward, recién bañado y vestido con un traje gris de tres piezas sobre una camisa blanca impecable, me llevó por la puerta trasera de su casa, pasando por un camino hacia una casa aún más grande.

Caminamos en completo silencio, pero mientras nos acercábamos a la puerta, 
me ordenó en voz baja: 

—No hables. 

Acomodando el enorme suéter de cachemira que me prestó, asentí, permitiéndole llevarme de la mano por un vestíbulo idéntico al suyo y a la derecha, hacia un enorme comedor. 

Había una bandeja con fruta en el centro de la mesa con un jarrón decorativo a cada lado. Había un hombre sentado a la mesa leyendo el periódico, un tobillo apoyado sobre su rodilla. 

También llevaba un traje, pero a diferencia de Edward, tenía aspecto intimidante.

Lo reconocí de inmediato. A este hombre le había robado la billetera anoche. Era el hermano de Edward .

—Emmet —dijo Edward a modo de saludo mientras entrábamos en el cuarto. Intenté quitar mi mano de la suya, pero la sostuvo con firmeza. Tiré un par de veces más y finalmente, por compromiso, apoyó mi mano en su codo.

El hombre, Emmet, no levantó la vista del periódico. 

—Buenos días. 

Levantó su taza de café y bebió. Aún leyendo, su ceño se frunció. 

—¿Adónde desapareciste anoche? ¿Y dónde encontraste mi billetera? No me di cuenta de que la había perdido hasta que Rosalie me la devolvió.

—No la perdiste —respondió Edward—. Isabella la robó.

Y mi corazón se detuvo.
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Hola a todas que les pareció que creen que pase ahora...
Nos vemos el viernes con capitulo nuevo.

16 comentarios:

Letty Martínez dijo...

Siii. Me encantoooooo!!!! Esperé con ansias el capitulo desde el lunes. Pero la espera valió la pena muchas gracias Annel por favor continúa la maravillosa historia

Kar dijo...

Oh cielos como siempre Edward es físicamente incapaz de mentir, pero que es mejor establecer la situación de Bella y porque va a trabajar en el bar
Me encanto el capítulo
Te leo el viernes
Saludos y besos Annel 😘😘😘😘

Unknown dijo...

Este Edward es de piedra realmente, y demasiado honesto, con todo es asi, desde la apariencia de Bella y su cuerpo hasta presentarle la ladrona de su billetera a Emmett. Gracias, a la espera de otro capi.

beata dijo...

Capìtulo muy corto... Me gustò y espero el pròximo.

TataXOXO dijo...

Ouch... parece que Edward siempre es muy sincero.... Espero que Emmett la perdone igual que hizo Edward....
Besos gigantes!!!
XOXO

Unknown dijo...

Nooooo. Xq se lo dijo?? :O

saraipineda dijo...

Jajajajajajajajajajaja XD ni que ni hiba a decir nada jajajajajajajajajajaja traidor jajajaja pero me imagino que hay un propósito jajajaja Graciassssssssssss graciassssssssssss

Karen Aguilar dijo...

Oh!!!!! Se lo dijo!!!! No puede ser.... ya espero el viernes!!

Anónimo dijo...

¡Y justo tenía que acabar ahí! Espero con ansias el siguiente.

Ana dijo...

Graciaaaas

crysty.katy dijo...

dios se la presento a emmmett como la ladrona de su cartera emmett va a pegar el grito por esto

carola dijo...

Ay no que vaa pasar ahora con la pobre bella. Esta historia cada vez esta mejor.

MELANY dijo...

K soplon como la suelta así ni habísa para vorrer 😲

Adriu dijo...

Hola...me encanta como va encaminada esta historia
Espero saber xq es así Edward xq no es crueldad solo sinceridad demasiado pura...tal vez autismo... No lo sé pero me encanta

diana dijo...

Edward es demasiado honesto 😬!!!

cari dijo...

OMG este Edward no miente y es muy directo pobre Bella , gracias. 😘💕

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina