lunes, 11 de junio de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 11

Isabella
No estaba segura del momento en el que abrí los ojos por primera vez la mañana siguiente, ni la segunda, pero cada vez que abría mis ojos, levantaba la cabeza para revisar el sofá cama. Las primeras dos veces, la silueta de Edward era aparente. La tercera vez que comprobé, las sábanas habían sido dobladas y descansaban en una esquina del colchón.

Pestañeé soñolienta a la cama hecha, e independientemente de cuantas veces traté de volverme a dormir después de eso, el sueño no me llegaba.

Parpadeando, salí de la cama, acomodando las sábanas, y arrastrando los pies con cansancio hacia el baño para lavar mi rostro y cepillar mis dientes con mi nuevo y llamativo cepillo de dientes rosa fuerte. Cepillé mi cabello y lo coloqué en una coleta baja. Cuando me consideré presentable, bajé las escaleras, llamando:

—¿Hola? ¿Alguien en casa?

Respondieron desde la habitación de la parte izquierda.

—Aquí, señorita Isabella.

Tan pronto como entré en la cocina, sonreí. Vanessa, vestida con un vestido en color rosa ligero con mangas de volantes, su cabello en una coleta enrollada perfectamente en la parte superior de su cabeza, se sentaba en una silla alta, introduciendo directamente en su boca lo que parecían ser espagueti.

Esme, sentada a su lado, me sonrió.

—Buenas tardes, señorita Isabella.

Con mi voz todavía áspera por el sueño, gruñí:

—Oh, Dios. Por favor. No tienes que ser formal conmigo. Isabella servirá perfectamente, ya que intento llamarte Esme.

La anciana mujer sonrió.

—Puedo hacer eso —Dirigió una mirada de burla a Vanessa—. Ahora, usted,señorita necesita comer y Esme necesita usar el baño.

Miré a Vanessa, quien era la imagen de la calma mientras se alimentaba a sí misma.

—Puedes ir tranquilamente. Yo estaré pendiente de ella.

Su apariencia era dudosa.

—¿Alguna vez has cuidado a un bebé de dos años? Pueden ser un poco agobiantes.

Parpadeé.

—¿Estás planeando pasar todo el día en el baño?

La mujer se echó a reír.

—No. Sólo unos minutos.

Caminé hacia la cafetera y llené una taza.

—Bueno, está bien. 

Tomando la silla que ella acababa de usar, le aseguré:

—Estaremos bien. —Sonreí a la bebecita con pestañas que harían a una mujer adulta llorar en un berrinche envidioso—. De acuerdo, pequeña. Tengamos la fiesta en paz. Soy nueva en esto.

Vanessa respondió tomando algo de comida en su pequeña cuchara y ofreciéndomela en alto mientras hablaba cosas inentendibles.

Fui tocada por su ofrecimiento. Mi sonrisa se suavizó.

—No, amorcito, ese es tu almuerzo. —Levanté mi café—. Este es el desayuno de Isabella.

Pero ella insistió, sosteniendo su cuchara con más fuerza que antes. Meneé mi cabeza una vez más.

—Estoy segura de que está delicioso, pero en verdad, no puedo.

Habló más cosas inentendibles y algo parecido a:

—Yest, Iella. Yest.

Retrocedí, sorprendida.

—¿Acabas de decir Isabella?

Pronunció:

—Iella. Zhena. Iella. Ieeeella. Yest.

Mi sonrisa fue gigante.

—¿Sí dijiste mi nombre, verdad? Eres muy inteligente.

De detrás de mí vino:

—Quiere que comas con ella.

Jadeando sobresaltada, mi cuerpo entero se sacudió en miedo y, levantando una mano hacia mi pecho, me giré para ver a Edward inclinado contra el marco de la puerta que conduce a la lavandería, observándonos a ambas. 

—Me asustaste hasta el pupú. ¿Cuánto tiempo has estado de pie ahí?

Caminó adentrándose en la cocina y casi me tragué mi lengua. Edward en un traje era delicioso, pero Edward usando pantalones deportivos en color gris colgándole debajo de las caderas, su camiseta negra apretada adhiriéndose a su amplio pecho con sudor, y su cabello castaño oscuro deliciosamente despeinado era increíble.

—El tiempo suficiente para saber que los niños te asustan.

Estaba a punto de negar ese hecho cuando Alice entró por la puerta trasera usando una pequeñita camiseta blanca transparente que mostraba su ombligo, un sostén negro visible para todos con un par de ojos, unos vaqueros azules y sandalias de tiras planas del color de la arena. Quitándose sus grandes gafas de sol, me señaló.

—Tú. Levanta tu culo, báñate, y vístete. Tenemos mierda que hacer.

Miré de ella a Edward y de regreso.

—¿En serio?

Asintio.

—Tú y yo, en el club, mezclando bebidas. Puede que terminemos muy ebrias para trabajar esta noche, pero hey —lanzó un ligero encogimiento de hombros y luego sonrió perversamente—, es un riesgo que estoy dispuesta a tomar.

Mordí el interior de mi labio.

—En realidad quería hablar con ustedes sobre eso.

Aclaré mi garganta y comencé:

—Estoy segura de que me vieron anoche. Traté de hacer un buen trabajo. De verdad que lo intenté, pero creo que no sirvo para ello. 

Me paré un momento y luego añadí:

—Destrocé tantos vasos que Rosalie se culpó por los últimos. Luego fui enviada al final de la barra para “estudiar” la guía de bebidas. —Resoplé una risa sin humor—. No soy estúpida. Sé que estaban tratando de sacarme del bar para así poder realizar algo de trabajo. El cuidarme no es parte del trabajo.

Silencio, después Alice habló.

—Oh, wah wah wah. La pobre Isabella está teniendo un momento difícil sirviendo tragos. Que alguien saque el violín de una vez.

—Oye —respondí con irritación.

Edward frunció el ceño.

—¿No te gusta el trabajo?

—No puedo hacer el trabajo si estoy dejando caer vasos a izquierda, derecha, y centro —expliqué, mi voz rogándole que me entendiese.

Alice sacudió la cabeza, pareciendo ligeramente decepcionada.

—Nunca te tomé por una de esas chicas que se deprimen sintiendo lástima por ellas mismas.

—¡No lo soy! —disparé.

—Entonces malditamente prepárate, preciosa —pronunció en completa calma—. ¿Quieres caerte del caballo y dejar que te pisotee? ¿O vas a montarte de nuevo y demostrarle al caballo quién es el jefe? —Rabié en silencio, y por la expresión presumida de Alice, disfrutó cada momento de ello. Sonrió—. Haz de ese caballo tu perra, Isabella. Hazlo.

Me puse de pie y salí dando pisadas fuertes de la cocina, casi derribando a Esme en el camino.

El club tenía un ambiente diferente durante el día. La música estaba apagada y un grupo de personas rellenaba los estantes de la barra, fregando el suelo, y limpiando las mesas y sillas. La presión era nula. Mis hombros estaban ligeros y la tensión que había sentido la noche anterior desapareció.

Después de que Alice me gritase, lo cual noté que era algo así como una fijación suya, subí las escaleras, deje caer mi cabello, me vestí con un par de vaqueros negros, un par de sandalias de tiras blancas, una camisa blanca, y mi suéter en tono caramelo que colgaba de mi hombro. Después de ver la forma en que Alice vestía, supuse que una apariencia casual era aceptable para el día.

Mientras caminabas dentro, reconocí a dos personas del equipo de seguridad, Sam y Embry. Sam había sido el portero cuando había venido aquí aquella primera noche. Él era amable pero riguroso, y yo estaba agradecida de que no me reconociera.

Iba a preguntar por qué lo llamaban Sam, pero era obvio. Su contextura física era como una casa de ladrillos.

Embry, por otro lado, cambió de intenso a gracioso en un segundo. Era alto y no tan musculoso como Sam, pero cuando fruncía el ceño, podría asustar hasta la muerte a cualquiera. Tomó mi mano y besó la parte posterior de ella, prolongándose más de lo debido. Había pasado un tiempo desdeque había recibido algo de atención masculina. Se sintió bien y me reí como una colegiala, mis mejillas sonrojadas por mi sonrisa.

Alice se rió de mí mientras me abanicaba el rostro, caminando hacia el bar. Ella me dio un codazo.

—Mejor te acostumbras a los chicos enamorándose de esa forma. Especialmente con un rostro como el tuyo.

Estaba confundida.

—¿A qué te refieres?

Levantó una ceja.

—¿Pescando cumplidos? 

Pero cuando bajé mi rostro, mi frente fruncida en confusión, murmuró para sí misma:

—Buen Dios, no lo sabes. —Antes de que pudiera decir otra palabra, me jaló hacia el vestíbulo con espejos. Gracias a Dios estaba desierto cuando me colocó justo enfrente de él y se quedó quieta detrás de mí—. ¿Qué observas cuando te ves en el espejo?

Odiaba mi reflejo. Era cruel parecerme tanto a la persona que más extrañaba en el mundo, mi madre. La amé hasta el último momento de su enfermedad, y cuando murió, mi amor se convirtió en una indiferencia fingida. Pretendí que no dolió perderla, mi madre, mi mejor amiga, aunque era una agonía. Cada respiro que tomé por todo el año siguiente fue difícil. Mi vida nunca sería la misma. Ella era puro sol. 

La persona que me cuidó cuando estaba enferma y me hizo reír cuando estaba triste. 

Dependía de ella. Ella era mi todo. Y luego sólo desapareció. 

Mis ojos se posaron en mi mandíbula, me encogí de hombros.

—No lo sé.

—Mírate. Me refiero a que te veas realmente. 

Mis ojos encontraron mi reflejo mientras me preguntaba:

—¿No lo ves? ¿Puedes por lo menos comprender cuán atractiva eres?

—Me parezco a mi madre —susurré.

Alice sonrió gentilmente.

—Apuesto a que era hermosa.

Lo era.

—Era preciosa.

—¿Puedes verlo? —Alice sondeó suavemente. Sacudí mi cabeza. Se estiró alrededor de mí para colocar sus dedos debajo de mi mandíbula, levantándola, y mi reflejo entró forzadamente en mi línea de visión—. Mira más detalladamente. —Se movió para ubicarse a mi lado—. Tienes pómulos elegantes. Tu piel es impecable y cremosa, como porcelana. Tienes una boca pequeña y llena, la cual, apostaré, les da a los hombres toda clase de ideas traviesas. —Mi rubor era intenso—. Tu cabello es sedoso y con brillo, y oscuro sin ser negro. Tus grandes ojos verdes y largas pestañas te hacen parecer exótica y misteriosa. Estoy suponiendo que cuando consigas ganar algo de peso en ese pequeño y ajustado cuerpo, vas a tener curvas en todos los lugares correctos. —Colocó sus manos en mis hombros y apretó lo suficientemente fuerte para hacer su punto—. Eres letal, Isabella. Y ni siquiera lo sabes.

Su discurso me tuvo realmente dándome un vistazo. Nunca me vi como hermosa. Siempre me vi como aceptable, pero sólo eso. Pero mientras ella señalaba todo de mí, pedazo por pedazo, supuse que estaba ahí.

Por primera vez, pude verlo.

—¿Soy bonita? —pregunté cuidadosamente, inspeccionando mi reflejo.

—Ahora sí estás pescando cumplidos —gruñó cuando me empujó hacia un lado, causando que trastabillara y riera—. Pequeña mierda.

Rió mientras entrabamos al área del bar.

Me estremecí tan pronto como mis ojos se afinaron en las filas de vasos en el mostrador.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? Las probabilidades son que deje caer un vaso, abrirme accidentalmente una muñeca, y morir sobre ti.

Alice inclinó su cabeza hacia arriba pensando.

—Hmmm. Sí. Eso podría ser un problema. —Se encogió de hombros—. De nuevo, es un riesgo que estoy dispuesta a tomar.

Reunió un montón de vasos diferentes y señaló a cada uno mientras los nombraba.

—Vaso alto. Copa. Copa balón. Chupito. Cocktail. Martini. Vino. Flauta.

—¿No hay vasos para cerveza?

Parecía complacida por haberlo notado.

—Somos un establecimiento de clase alta. Sí, servimos cervezas importadas, pero descubrirás que nuestra clientela pide mezclas. De lo contrario —metió su mano bajo la barra para sacar otro vaso alto del refrigerador—, los vasos para cerveza son mantenidos fríos y servidos con una rodaja de limón, sin hielo. Estrictamente.

—Fríos. Limón. Sin hielo. —Asentí—. Lo tengo.

Por la mayor parte de dos horas, Alice me enseñó cómo preparar varias órdenes de bebidas comunes.

Me dijo que estaba bien si se me olvidaba lo que iba en cada bebida, luego me mostró las cartas de recetas de todas las bebidas que me enseñó a hacer y más. Con cada bebida adicional, mi confianza se potenciaba, y rápidamente, estaba mezclando, combinando y sacudiendo bebidas como si hubiese nacido para ello.

Cuando finalicé de mezclar mi última bebida del día, Alice inclinó su cadera en el bar, pareciendo extremadamente complacida consigo misma, y yo hice una reverencia con felicidad.

—Gracias. Gracias. Estaré aquí toda la semana.

Una voz con acento resonó detrás de mí.

—Y con una vista como ésta, quién podría resistirse. —Cuando dijo “ésta”, salió como ecta.

Me giré para enfrentar al hombre, quien estaba sonriendo ampliamente a Alice sobre mi cabeza. Ella jadeó, corrió, y luego se lanzó a sus brazos extendidos. 

Riendo, retrocedió y lo besó, en la boca. Acunando sus mejillas barbudas, gritó:
—¡Peter Neige, hijo de perra! Y tan ardiente como siempre, por lo que veo.

Él era ardiente. Como, humeantemente ardiente.

El hombre sonrió, y las líneas alrededor de sus ojos se profundizaron. Parecía estar en sus cuarenta, era tan alto como Emmett, tenía el cabello rubio oscuro, y cándidos ojos verdes. Entendí que era francés, no sólo por su acento, sino también por la forma en la que Alice dijo su nombre. Usaba un par de vaqueros azules. Llevaba su camisa blanca por fuera, y terminó su limpia apariencia con un par de zapatos marrones.

Besó la mejilla de Alice por un largo segundo.

—Te extrañé, mi paloma.

De repente, Alice se apartó, su expresión volviéndose ártica.

—Escuché que estás trabajando para Charlie. —Sonó como una acusación.

Su sonrisa decayó y su rostro se volvió severo. No lo negó.

—Oui.

Se alejó de él, su rostro adolorido tal como su voz.

—¿Cómo pudiste, Peter? Después de lo que hizo… —Se convirtió en algo muy fuerte para hablarlo, y estaba sorprendida por la emoción que ella mostraba.

Alice parecía dura como los clavos. Sea lo que sea que este tipo Charlie haya hecho, debió haber sido bastante malo para garantizar tal reacción.

Emmett entró al bar por la puerta trasera. Miró de forma implacable a Peter.

Luego a la Alice emocionada, a mí y a Peter otra vez.

—Retrocede, Alice. —Ella miró hacia él, sus ojos encendidos en fuego. Emmett habló fríamente como siempre—. Peter vino porque yo lo necesitaba. No lo molestes. Lo lamentarás. 

Aunque sus palabras vinieron en forma de amenaza, la manera en que su voz cambió, suavizándose ligeramente, sugirió que Alice no sabía todos los hechos.

Ella pestañeó las lágrimas, luego volvió su rostro hacia abajo para mirar el suelo, a los pies de Peter.

—Yo también te extrañé —susurró. Y después se fue, apresurándose fuera del bar, hacia el pasillo del baño de damas. Todos la miramos irse.

Un largo silencio siguió.

Emmett dejó escapar un suspiro.

—Te dije que vinieras directo a mí, Neige.

Peter respondió miserablemente.

—Nunca dejé de amarla.

Ante mi suave jadeo, todos los ojos se volvieron hacia mí. Me sonrojé y balbuceé.

—Hol… hola, soy Isabella.

Emmett me fulminó con la mirada.

Yo los fulminé con mi mirada de regreso y luego seguí a Alice dentro del baño de damas. Me senté en el tocador, mirando la puerta cerrada que nos separaba, esperando pacientemente a que ella dejara de llorar.

Al estilo de Alice, abrió la puerta de un golpe, su rostro hinchado y sus ojos suavemente rojos, y pronunció:

—Tiene sentido que todos los hombres tengas pollas ya que todos son unos cabezas de huevo.

Nuestra lección de coctelería había terminado con la llegada de Peter Neige. Tenía curiosidad por el hombre que podría hacer llorar a una mujer como Alice. En el camino a casa, pregunté cuidadosamente:

—Entonces, ¿supongo que Peter es un exnovio? 

Alice trató de ignorarme, pero el silencio era demasiado espeso como para pasarlo por alto. 

—Estuvimos comprometidos por un corto tiempo. Fue un romance relámpago. 

Se terminó antes de empezar. 

—¿Qué pasó? —Usé mi tono más simpático.

Suspiró, seria. 

—Hizo lo que todos los hombres hacen eventualmente. —Hizo una pausa para añadir bajo—. Me decepcionó. 

—¿Lo amabas? 

Alice se quedó callada. Inspiró lentamente y respondió con un suspiro. 

—Solo he amado a un hombre. Y no era Peter. —Cambiando rápidamente de tema, preguntó—: ¿Qué hay de ti, Isabella? ¿Has estado enamorada?

—Sí —respondí fácilmente. Le miré de reojo para medir su reacción—. Me enamoré de mi hermano.

*****************************
Hola a todas muchas gracias por sus comentarios y por leer.
Que les pareció esta noticia.
Recuerden mañana es martes y habrá adelanto  del siguiente capítulo.

8 comentarios:

Unknown dijo...

Ese charlie es quien yo creo q es??
Como que se enamoró de suq hermano??
Ohhh mi dios cada vez se va poniendo más y más interesante Hahahahahahahahaha lo amo en serio gracias por el capitulo te leeré el miércoles :-)

Unknown dijo...

Fue un capitulo genial!! Pero la última declaración de Bella fue mortal, como que se enamoro de su hermano??
Charlie quién es? Será que es el padre de Bella? Ella contó algo de su mamá pero de su papá no se sabe nada.

saraipineda dijo...

O mmmmmmm hermano me dejo con la boca asta el piso jajajaajajaj graciassssssssssss mi lindaaaaaa

MELANY dijo...

Cada capítulo de pone más misterioso 😲😲😲

Kar dijo...

Hola hola pues bien parece que Bella va tomando más confianza tanto para el trabajo como en su persona y tiene un esqueleto en el closet, tal ves hable de su hermano de acogida o será que si tenía un hermano de sangre, muy bien capítulo nena, gracias Annel, te leo en el siguiente
Saludos y besos?😘😘😘😘

beata dijo...

Gracias, la historia se pone mejor con ada apìtulo.

TataXOXO dijo...

Ohh como así que se enamoró de su hermano???? Que paso??? Por eso está en la calle??? :O
Besos gigantes!!!
XOXO

diana dijo...

Como que de su hermano???, y cada vez me intriga más Charlie!!! Gracias.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina