lunes, 4 de junio de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 8


Capitulo 8
Isabella
Alice condujo en silencio, y yo estaba agradecida por la canción en la radio por hacer una situación ridículamente torpe un poco menos torpe.

Después de que Edward me dijo que Vanessa era su hija, dejándome oficialmente sorprendida, la conversación tomó un giro rápido cuando Edward se quedó con la niña, se acercó a su hermana, la besó en la mejilla y le dio las gracias por traer a Vanessa a casa. Las siguientes palabras que salieron de la boca de Alice estaban en otro idioma. Aunque habló en voz baja, las palabras sonaron duras. Emmett se unió a la conversación, y Edward respondió fácilmente. No podía estar segura, pero pensé que podrían estar hablando de mí. Cuando los tres se volvieron para mirarme, se hizo evidente que tenía razón.

¿Muy grosero, chicos?


Edward besó la cabeza de su hija, pero me habló.

—Necesitas algo que ponerte esta noche, y me temo que la ropa que tienes no es apropiadas. Alice te llevará de compras. Compra lo que necesites.

¿Comprar ropa? ¿Con que? ¿Con amor?

—En caso de que no lo hayas notado, no tengo nada de dinero.

Su frente se arrugó.

—Sé que no tienes. Alice tiene mi tarjeta de crédito. Compra lo que mi hermana piense que necesitas.

La protesta comenzó incluso antes de que hablara.

—No puedo aceptar eso. Ya has hecho demasiado.
Emmett me miró de cerca, buscando en mi rostro un signo de engaño, pero lo decía en serio. Los duros ojos de Alice se suavizaron, pero sólo ligeramente. Edward me miró fijamente.

—Tiré tu ropa con la intención de reemplazarlas. Por lo menos, necesitarás vaqueros y una chaqueta de tu talla. —Él suspiró, irritado—. Ni siquiera tienes ropa interior.

Eso era cierto. Hizo tirar mi ropa, dejándome con poco para trabajar. Mis hombros cayeron.

—Bien, bueno, ¿qué tal si lo llamamos un préstamo? Puedes retirar de mi sueldo lo que gaste hoy.

Las caras de los tres adquirieron una mirada de incredulidad.

Nadie habló hasta que Edward dejó escapar un firme:

—No.

Me puse de pie muy recta, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Voy a devolvértelo, Edward, te guste o no. —Después de una breve pausa, admití en voz baja—. No me gusta deberle nada a la gente.

Alice puso los ojos en blanco y gimió, tomando mi muñeca y arrastrándome hacia la puerta.

—No te molestes, niña. Él no va a ceder.

Ahora, mientras nos conducía en silencio, me deslicé más en mi asiento y suspiré.

—¿Hay alguna posibilidad de que me dejes tomar prestado algo de ropa tuya y decirle a tu hermano que la compramos?

Ella me miró, y sus ojos cubiertos por las gafas de sol le daban un aspecto de modelo, ojeó por encima de ellas. No me perdí la ligera curvatura de su labio.

—Soy todo un metro más alta que tú, y pesas menos que yo. Además, no les miento a mis hermanos.

—Genial —murmuré.

Unos pocos minutos de silencio y luego ella comenzó:

—Oye, no te conozco, así que no hay delito ni nada, pero si jodes a mi hermano…

No la dejé terminar. Con mis hombros rígidos la interrumpí:

—No he conocido a tu hermano por más de doce horas, pero en ese tiempo, él ha sido muy amable conmigo, y preferiría comerme mi propia lengua que hacer algo para hacerle daño.

Silencio.
—No muchas mujeres tendrían las bolas para hablarme con tanta audacia, y mucho menos interrumpirme.

Sus labios fruncidos por la sorpresa.

Tal vez era un cumplido, pero todavía estaba enojada por su suposición.

—Tu hermano parece un hombre inteligente. Y él está siempre un paso por delante de mí. Me gustaría pensar que sabe lo que está haciendo, aunque no sé por qué lo está haciendo. Tu hermano no lo sabe, pero él me salvó la vida.

Se movió por la carretera, indicando a la izquierda, y entrando en el estacionamiento del centro comercial.

—Voy a golpearte si haces cualquier cosa para que él se arrepienta de eso.

Colocando mi barbilla en mis nudillos, miré por la ventana del pasajero y refunfuñé.

—Entendido.

***

La tienda de ropa donde Alice me llevó no se parecía a nada que hubiera visto antes. Al entrar, nos sirvieron champán, que bebí una vez antes de dejarlo a un lado, porque sabía a mil culos melosos. La empleada se quedó allí, evaluándome mientras Alice le decía lo que necesitaba.

Me metí en un vestidor que olía a flores silvestres y era del tamaño de una habitación individual, con tres atuendos en la mano. Tan pronto como me desnudé, Alice abrió la puerta y entró.

Chillando, utilicé mi brazo para cubrir mis tetas y susurré:

—¿Qué demonios estás haciendo?

Ella resopló.

—No tienes nada que no haya visto antes, Kulka. —Ante mi claro pánico, giró los ojos—. Relájate, Max. Sólo quería ver cómo te quedaba la ropa.

—Date la vuelta —pedí.

Ella me miró atentamente.

—Jesús. —Finalmente se volvió—. ¿Tan mojigata?

Alcanzando el vestido más cercano, lo tiré sobre mi cabeza.

—Puedes darte la vuelta ahora. —Me miré en el espejo. El vestido era negro, apretado, e innegablemente atractivo, pero…—. Esta no soy yo.

Alice se acercó más, tirando de la prenda, con el ceño fruncido.
—Creo que es una especie de punto, ¿no? —Dio un paso atrás, evaluando el vestido en mí. Negó con la cabeza—. No, no. No está bien. Prueba otro.

Se dio la vuelta antes de que pudiera preguntarle y estaba agradecida. Me quité el vestido negro y me probé uno blanco. En gran medida el mismo estilo, ajustado y entallado, pero éste tenía un estilo lápiz en la parte inferior. Me gustó.

Por la forma en que Alice sonrió, le gustaba también.

—Sí. Ponlo en la pila de sí.

Después de probarme en el resto de la ropa, estaba claro que nada más se veía bien en mí. Alice se quebró bajo la presión, gruñendo:

—Eres tan jodidamente delgada. Pareces enferma.

Lo dijo con ira, y sabía que no debería habérmelo tomarlo a pecho, pero lo hice. Volviendo mi espalda hacia ella, escondí mis ojos brillantes, parpadeando las lágrimas de vergüenza. Sabía lo que parecía. No necesitaba recordatorios. La forma en que me veía me ponía enferma. Sabía que parecía enferma. Me sentía enferma. ¿Pensaba que tenía una opción?

—Oye —pronunció en voz baja y luego añadió con torpeza—, lo siento.

Asentí, todavía de espaldas a ella. Ella suspiró.

—Me llevaré el que te gustó y probaremos en otro lugar, ¿de acuerdo?

El pestillo de la puerta se cerró suavemente detrás de ella, y rápidamente me cambié a mis jeans demasiado grandes, mi desaliñada camiseta blanca y el enorme suéter de Edward, deslizándome en mis chanclas. Desde fuera de la puerta, escuché a Alice hablar con la empleada.

—Vamos a llevarnos esto. El resto lo pensaremos.

—Muy bien —afirmó la empleada—. Ese será 849 dólares$ ¿Cómo va pagar hoy, señorita?

Antes de que Alice pudiera responder, volé fuera del vestuario con rabia.

—¿Has perdido la cabeza?

La empleada inhaló mientras Alice miraba abiertamente hacia mí.

—¿Cuál es tu jodido problema?

—¡No! —grité.

Mirando directamente al empleado, escupí:

—Ese vestido no vale tanto dinero. ¿Sabes a cuántos niños que mueren de hambre podrías alimentar con 800 dólares? ¿Lo sabes? —Con mi voz temblorosa, murmuré—. Qué vergüenza.

Sin esperar una respuesta, salí de la boutique, mis pies apresurándose para llegar a algún lugar, cualquier lugar lejos de allí. No llegué muy lejos antes de que Alice viniera corriendo tras de mí.
—¡Oye! Espera, pequeña tonta.

—Vete a la mierda. —Volví la cabeza, silbando.

Ella me atrapo, gracias a sus ridículamente largas piernas.

—Así que el gatito tiene garras. —Sonrió—. Podríamos llevarnos bien después de todo.

Caminamos una al lado de la otra, y pacientemente, dejándome alejar la ira. Se echó a reír y la miré.

—¿Qué?

Parándose, se echó a reír con más fuerza, agarrándose el estómago y secándose las lágrimas de risa. Cuando consiguió calmarse, se rió disimuladamente.

—Debiste haber visto la cara de esa perra engreída después de que te fuiste.

Se enderezó, poniendo una mano en su pecho, e imitó a la empleada de la tienda:

—¡Bueno, jamás!

No pude evitarlo. Solté un bufido. Me reí suavemente, luego más fuerte, hasta que estaba carcajeándome con hilaridad.

—Por lo menos le di algo de qué hablar con sus amigas engreídas.

Nos encontramos un banco y me senté, Alice se sentó a mi lado.

—Entonces —comenzó—, ¿qué vamos a hacer con la situación de la ropa? —Abrí la boca, pero ella contuvo su palma hacia arriba para detenerme—. Antes de que te lances, vamos a tener que hacer un compromiso.

Mordí el interior de mi labio, mientras se me ocurrió una solución adecuada. Con un suspiro, levanté mi brazo en la dirección de la boutique.

—No necesito ese tipo de cosas. No gastaría tanto normalmente. ¿Sabes cuánto tiempo podría haber vivido en las calles con 800 dólares?

Su rostro se suavizó, al igual que su tono.

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la calle?

—Desde que tenía diecisiete. —Calculé rápidamente—. Tengo veinticuatro ahora, así que durante unos siete años.

Ella asintió lentamente.

—¿Nunca solicitaste ayuda o vivienda?

Sacudí mi cabeza.

—¿Por qué? —preguntó.

Eché un vistazo hacia ella.

—¿Respuesta honesta?

—Nada menos.

—Tardas entre unos dieciocho meses a unos dos años conseguir que te la den. Era mucho tiempo para mí. —Un pequeño encogimiento de hombros y luego lo tomé de profundidad—. Supongo que nunca esperé vivir en la calle tanto tiempo.

Alice se apartó de mí entonces, manteniendo sus ojos en el suelo, contemplando algo. Nos quedamos en un cómodo silencio, disfrutando inmensamente, cuando habló.

—Bueno, ¿dónde vamos después? Tenemos que conseguirte algo para usar esta noche.

Solté un largo suspiro y luego sonreí.

—¿Algunas tiendas de segunda mano por aquí?

Su ceja se elevó.

—Ni muerta me van a atrapar en una de esas, y mucho menos usando ropa de alguien más.

Rápidamente añadió:

—Sin ánimo de ofender.

—No me ofendí. —Mi sonrisa se convirtió en una mueca—. Dame una hora. Apuesto a que incluso puedo encontrar algo para ti.

Ella se burló.

—No es malditamente probable.

Mi sonrisa era como la de un gato.

—¿Quieres apostar?

***

Nuestro viaje a la tienda de segunda mano duró casi dos horas, y para el final de ello, Alice hablaba por los codos. Según lo prometido, encontré algo que incluso ella no podría negar que era increíble. Me arrebató la recortada chaqueta de cuero italiano, y cuando la llevé al mostrador, me las arreglé para regatear el precio a treinta dólares.

Alice miraba con los ojos muy abiertos, claramente impresionada. Más tarde me dijo que al por menor, una chaqueta como esa hubiera costado un mínimo de 400 dólares.

Tuve que admitir que lo hice bien bajo las circunstancias. Algunas de las prendas que elegí eran ligeramente grandes para mí, pero planeaba engordar un poco y recuperar el peso que había perdido en el último año. Me decidí por unas camisetas retro, un par de pantalones de mezclilla, un par de vaqueros negros, una falda lápiz negra a rallas, una blusa blanca que olía un poco como el armario de una abuela pero se veía elegante y femenina, una camisa negra, un suéter blanquecino (también demasiado grande), y un par de pijamas amarillo brillante, que aún llevaban las etiquetas.

Después nos fuimos con las bolsas en la mano y Alice de un considerable mejor humor, le pedí que me llevara a un supermercado local, donde podría conseguir ropa interior, calcetines, unos cuantos pares de tacones, chanclas y zapatillas de deporte baratos, y un cepillo de dientes. Alice me ayudó a elegir sujetadores de mi talla, y después de ver el lamentable estado de mi cuerpo, ella se comprometió a poner un poco de carne en mis huesos, asignando a Carmen a mantenerme alimentada. Cuando nos íbamos, pasamos en el mostrador de cosméticos, y Alice me dijo que eligiera lo básico, preguntándome si sabía cómo hacer mi propio maquillaje.

Sonreí para mis adentros.

—Había un centro comercial a unas pocas cuadras de mi callejón. De vez en cuando me gustaba ir. Había una dulce señora trabajando en cosméticos, y ella debía saber que no tenía el dinero para gastar, porque se sentaba conmigo y me enseñaba cómo aplicar mi propio maquillaje, diciéndome que podía venir en cualquier momento para utilizar los probadores. Así que al final, aprendí.

Elegir el tono apropiado de la base fue difícil, ya que estaba muy pálida, pero Alice ayudó, escogiendo un ligero rubor, delineador de ojos negro y máscara de pestañas, una paleta de sombras de ojos, y un surtido de colores de brillo de labios.

Terminé.

Mientras caminábamos hacia el coche, le pregunté, con cuidado de no regodearme:

—¿Cuánto gastamos en total?

Alice intentó miró hacia mí de reojo.

—Un poco más de unos ciento ochenta dólares, culo inteligente.

Ciento ochenta dólares.

Lo devolvería. No importaba cuánto tiempo tardara.

Mientras conducíamos, Alice me sorprendió bostezando. Codeó mi hombro.

—Oye. No te atrevas a quedarte dormida. Hay una parada más que tenemos que hacer.

A mitad de bostezo, gruñí:

—Estoy tan cansada.

—Puedes tener una siesta cuando vuelvas a la casa. Es probable que lo necesites. Tu turno probablemente terminaría alrededor de las dos a.m.

Necesitaría una siesta. No lo haría hasta las dos a.m. sin dormir.
—¿A dónde vamos?

Ella sonrió con picardía.

—Ya lo verás.


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Que les parecio adonde iran ahora .
bueno no se olviden mañana es martes y habra adelanto asi que esten pendientes nos vemos el miercoles con nuevo capitulo

11 comentarios:

Letty Martínez dijo...

Alice siempre será Alice Hahahahahahahahaha aunque me entristece lo que a sufrido Bella pero con esta familia tan extraña parece q su suerte esta cambiando para bien.
Muchas gracias Annel por el capitulo esperaré hasta el miércoles para saber a donde la llevará Alice

Kar dijo...

Hola hola me.perdi el capítulo del viernes pero ya estoy al corriente. Creo saber a donde van al salón de belleza creo que Bella necesita un buen corte de cabello y un arreglo en sus uñas y ahora si se verá como un chica encargada de la barra ji ji, bueno Alice tuvo una experiencia en el mundo de Bella y creo que es una muestra de que no piensa abusar de Edward y me parece que ya tiene una amiga ojala la así sea
Gracias por el capítulo Ángel, te leí en miercoles
Saludos y besos 😘😘😘😘

Unknown dijo...

Omg!!! De 800 a menos de 200 dlls
Definitivamente bella no queria deberleel alma a edward
Espero la siguiente actualización.

beata dijo...

Gracias por la actualización, este capítulo me pareció muy agradable.

Kari Salinas dijo...

Gracias por el capítulo es increíble cuanto se ahorro Bella y hasta para Alice encontró algo esperemos al miércoles haber que pasa

Unknown dijo...

Que lindo capiii. Me encantó. Gracias.

Unknown dijo...

Seguro que van a la peluquería, Alice le hará un cambio de look. Gracias por el capitulo.

Anónimo dijo...

Por lo menos ya sabemos la edad de Bella y cuanto tiempo ha estado sin hogar. Gracias por el capítulo, espero el siguiente con ansias.

TataXOXO dijo...

Jajajaja me encanta que ella por fin se lleve bien con Alice, pues necesita una amiga.... es lindo que la haya llevado a las tiendas de segunda mano, porque también aprendió que Bella no busca robar a nadie... por lo menos ya no más....
Besos gigantes!!!!
XOXO

cari dijo...

Bella muy ahorrativa y amiga de Alice este par de lokita me encanta 😉😘💕 gracias

Anónimo dijo...

guauuuu
me encanta como bella se esta llevaando con alice
y con ed y emm
dios mio todo lo que ahorro en ropa
se pudo comprar un monton de ropa
por mucho menos de lo que costaba un solo traje en la tienda elegante

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina