Isabella
Me
senté en el sofá, con las piernas dobladas debajo de mí, tomando mi café
mientras observaba a Nessa bailando una de las muchas canciones pegadizas de
los Wiggles que estaba sonando en el televisor. Ella puso sus manos en el aire,
aplaudió cuando se le solicitaba, pisoteaba con sus pequeños pies regordetes, y
cantó, aunque no estaba muy segura de en qué idioma pensaba Nessa que los
Wiggles cantaban. Sonaba como que ella estaba con el swahili.
Edward entró
con una taza de café en la mano, miró a su niña, y sonrió, sacudiendo la
cabeza. Sonreí, y mis hombros se sacudieron con risa silenciosa. Él estaba
preparándose para su entrenamiento, mirando el reloj, en pantalones de chándal
y sin camiseta. Mi vientre se apretó ante la vista de su torso desnudo.
Esos
amplios hombros sólo esperaban por mí. Y cuando teníamos nuestro tiempo a
solas, yo me aferraba a ellos, sosteniéndome para la cabalgata como si nadie
más importara.
La
leve marca roja en el hombro izquierdo me hizo enrojecer. Podría haber
utilizado ese hombro para sostenerme después de mi orgasmo, mordiéndolo y
aferrándome a él, mis uñas incrustadas en sus brazos mientras gemía mi
liberación.
La
puerta principal se abrió y Emmett entró, aún viéndose adormilado en sus
vaqueros azules y camiseta negra, caminó directo hacia la niña bailando
enfrente de la televisión. No se molestó con los saludos. Cogió a Vanessa y
ella gritó con entusiasmo.