martes, 11 de septiembre de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 35


Isabella
La primera noche de Tanya salió a pedir de boca. Era una natural, y gracias a que teníamos el mismo tamaño, fue capaz de llevar el traje de Caperucita Roja que Zafrina había comprado para mí. Le dije a Zafrina que hiciera otro pedido de trajes de mi talla, pero diferentes a los que ya tenía. Zafrina me dijo que tardarían un par de días, pero que estaba bien. No me importaba compartir con Tanya hasta entonces.

Cuando fui a hablarle sobre el coqueteo sutil, me di cuenta de que ya lo estaba haciendo.

Cuando pensé en hablarle de las botellas con mezcla de la casa, llenas de té helado, Tanya ya se había dado cuenta.

Y cuando la vi inclinándose sobre la barra para colocar un beso en la mejilla de un gran gastador, estaba un poco molesta. Estaba claro que no era necesario.

Las chicas en el escenario estaban bailando una canción de Rihanna "Bitch Better Have My Money", y yo estaba hipnotizada. Balanceaban sus caderas con delicadeza, sus pechos ocultos detrás de pasteles espumosos, y sus expresiones eran sensuales. Realmente eran bellezas, nuestras Doce Diamantes.


A mitad de la noche, me volví a encontrar a mi hermano sentado en el bar justo enfrente de mí, con una ligera sonrisa. Chillé sorprendida y luego me lancé sobre la barra para envolver mis brazos alrededor de él. Me reí en su oído:

—¿Cuánto tiempo has estado ahí mirándome observar la nada?

Él me devolvió el abrazo y luego me besó en la mejilla.

—Sólo un minuto. —Se retiró y comenzó—: ¿Puedo h…?

Pero se detuvo a media frase, perdiendo su enfoque cuando su mirada se posó en Tanya. Su ceño se frunció.

—¿Quién es?

Me volví un segundo para ver a Tanya y luego me volví hacia él.
—Tanya Denali. Es nueva. Comenzó esta noche. Ella es una amiga de la familia.

Pero James estaba perdido en ella. Escondí mi sonrisa. Negó con la cabeza ligeramente antes de comenzar de nuevo.

—¿Puedo hablar contigo un minuto?

Miré la barra. Había un montón de gente esperando, e incluso con Alice, Tanya, Rosalie y yo, la cola no disminuía. Hice una mueca.

—¿Hay alguna posibilidad de que puedas esperar cinco minutos, justo hasta que ayude con esta multitud?

James me sonrió, y creó haber jurado orgullo allí.

—Tomate el tiempo que necesites. Puedo esperar.

Esperó diez minutos sin pestañear, y finalmente, cuando la multitud se desvaneció un poco, le hice una seña a Alice para que supiera que iba a tomarme un descanso. Ella me guiñó un ojo y caminé alrededor de la barra, pasando mi brazo a través del de James, y dirigiéndonos al único espacio libre en el club.

—¿Qué pasa?

Vaciló, y cuando empezó a hablar, era cauteloso.

—Así que, sabes que Phil era rico, ¿verdad?

Pensé en esto, entonces me encogí de hombros.

—No lo sabía, no.

¿Qué tenía eso que ver conmigo?

James asintió.

—Lo era. Y tengo su herencia.

Levanté la vista hacia él.

—Deberías de tenerla.

Sacudió la cabeza.

—Pero yo no soy su único hijo. Tú también eres su hija. Y quiero compartirla contigo.

Oh. Entendí. Se sentía en la obligación.

Mi corazón se hinchó y me calentó con felicidad. Le sonreí, tocando su mejilla con cicatrices.

—Eres dulce, James, pero no. No la quiero.

Me tomó la mano contra su mejilla y la apretó.

—Demasiado tarde, Isabell. Ya está en tu cuenta bancaria.

Me aparté, frunciendo la frente.

—¿Qué?

James se aferró a mi mano, negándose a dejarla ir.

—Hablé con Edward la semana pasada. Estuvo de acuerdo en que podías usar el dinero, y la libertad que este tipo de dinero trae. Él quiere que te establezcas, y yo también. —Su agarre en mi mano se suavizó—. Él era un padre de mierda, Isabella. El dinero no lo es todo, pero por lo menos nos debía eso.

Bueno. Él quería que yo tuviera el dinero y era inflexible acerca de eso.

—¿De cuánto dinero estamos hablando aquí? —le pregunté en voz baja.
Haciendo señas con los dedos, me indicó que acercara. Acerqué mi cabeza y susurró una cifra en mi oído.

Mis ojos se abrieron, di un salto hacia atrás con un jadeo, empujándolo en el pecho.

—¡No me jodas! —Mi boca estaba abierta y mi cabeza daba vueltas—. Oh Dios mío. ¡Cállate!

El cuerpo de James se sacudió de risa silenciosa.

—Sí.

Mi mente era un desastre. Eso era más dinero del que una persona podría gastar en toda su vida. No podía pensar. Yo era un desastre.

Entonces, de repente, dejar escapar:

—¿Qué pasa si quiero donarlo a la caridad?

Las cejas de James se alzaron. Estaba claro que no esperaba esa pregunta. Lo pensó un momento antes de responder:

—Es tu dinero, Isabella. Puedes hacer lo que quieras con él. Si deseas donarlo, hazlo.

—Oye, Isabella.

Alguien habló detrás de mí. Me volví para ver a Tanya mirando pacientemente hacia James, con los ojos pasando por las cicatrices de su rostro. No me miró cuando volvió a hablar, pero mantuvo la mirada fija en el hombre alto y melancólico a mi lado.

—Edward te está buscando.

—Tanya, este es mi hermano James. James, esta es Tanya, nuestra nueva camarera.

Eso sacó a Tanya de su estado. Sus cejas se alzaron y sonrió.

—¿Tienes un hermano?

Entonces, de repente, fue como si las cicatrices de James hubieran desaparecido y ella sólo tenía ojos para el hombre detrás de ellas.

Ella se adelantó y tendió la mano.

—Eres un hombre afortunado de tener una hermana como Isabella —terminó con un guiño.

James se quedó mirando el pequeño cohete que era Tanya y luego, lentamente, con cuidado, le tomó la mano, temblando ligeramente.

—Lo sé.

Ella arrugó la nariz adorablemente.

—Sin embargo, estoy segura de que tú tampoco estás mal.

Añadí con una carcajada:

—No lo está. —Sonreí suavemente hacia James—. Es bastante impresionante.

James soltó la mano de Tanya y ella colocó la mano sobre su brazo.

—¿Quieres una bebida? Puedo traerte una.

Oh mi.

Tanya estaba prestándole toda su atención a James, y parecía como si él no estuviera seguro de cómo manejarlo. Bajó la mirada y meneó la cabeza.

—Estoy bien. Gracias.

Estaba segura de que había pasado un tiempo desde que James consiguió ese tipo de atención, y por la forma en que Tanya lo miraba, él se había ganado una admiradora.

No quería que su conversación unilateral terminara, así que hice algo que probablemente no debería haber hecho.

—Oye, Tanya, lo has hecho muy bien esta noche. No quiero presionarte demasiado duro. Estás fuera por el resto de la noche.

La frente de Tanya se frunció.

—Oh, bien. Entonces, ¿qué hago ahora?

—Siéntate. Toma una bebida. Disfruta del espectáculo —le dije.

—¿Yo sola? —cuestionó, viéndose un poco incómoda.

—No —dije y luego parpadeé inocentemente hacia mi hermano—. Siéntate con James.

Ambos se quedaron en silencio.

Yo había hecho mi movimiento; ahora les tocaba a ellos. James habló primero, y me miró mientras lo hacía.

—Yo debería irme.

Le lancé un beso de broma. Pero entonces Tanya lo miró con los ojos muy abiertos. El pesar en ellos era claro.

—¿Necesitas irte?

El cuello de James se sonrojó.

—No necesito irme, pero debo hacerlo.

Tanya parecía medianamente devastada, pero dejó salir fríamente:

—Oh, bien. Claro. —Ella se rió en voz baja, y pronunció con gracia—: Tiene mejores cosas que hacer que vigilar al bebé.

James la miró y parpadeó, frunciendo el ceño en confusión. Él preguntó lentamente:

—A menos que... ¿quieres que me quede?

Los hombros de Tanya se relajaron y una verdadera sonrisa apareció.

—¿Lo harías?

Sin dudarlo.

—Joder, sí.

Y así fue como se hizo, gente.

Tanya sonrió, dando un paso adelante para enlazar su brazo con el de James, y los miré caminar para encontrar una mesa.

Los observé por el resto de la noche, y cuando Alice preguntó dónde estaba la Oompa Loompa, señalé a la sala, y las dos los vimos reír juntos, sentados muslo a muslo.

James volvió la cara para hablar directamente en el oído de Tanya, pero ella se volvió hacia él al mismo tiempo. Se miraron a los ojos un segundo antes de que Tanya cerrara los suyos y se inclinó un poco hacia delante. Sus labios conectaron con los de James, y después de un momento de incredulidad, cerró los ojos y dejó que sucediera. Se besaron dulcemente, tan mansamente, que mi corazón dio un vuelco.

Alice tenía una mirada de asombro en la cara, y la mía secundaba esa expresión.

Bueno, eso fue rápido.

Tanya elevó sus manos hasta las mejillas de James y James retrocedió como si le hubieran dado una descarga eléctrica. Bajó la cara y dijo algo antes de ponerse de pie y dejar a Tanya sentada allí sola.

Ella se desplomó en su silla y negó con la cabeza, viéndose miserable. James era un hombre orgulloso. Tenía que darle tiempo. Sus cicatrices eran una tragedia para él.

Miré a Alice, y ella me devolvió la mirada triste. Esperaba que James le diera a Tanya una oportunidad.

Después de todo, el tiempo cura todas las heridas. O eso es lo que decían.

Alice
Estaba de pie junto a la ventana mirando la luna, perdida en mis pensamientos. Vestida con el kimono negro y rojo que Jasper me había comprado, mis entrañas se apretaban de los nervios.
Era la hora.

Me volví hacia donde yacía en mi cama, desnudo como el día en que nació, y extendí la mano para agarrar la cruz de oro colgando de mi cuello —otro regalo de Jasper— antes de tragar saliva y hablar en voz baja.

—Jasper... cariño... necesito que hagas algo por mí, ¿de acuerdo? No preguntes. Sólo necesito que lo hagas.

Su rostro se volvió para mirarme y frunció el ceño.

—¿Por ti, nena? Cualquier cosa.

Y eso también lo decía en serio.

Maldita sea.

Mis labios temblaron. Tomé una respiración profunda antes de exhalar lentamente.

—Necesito que te vayas a casa. —Las primeras lágrimas cayeron e inhalé entrecortadamente—. Necesito que te vayas a casa y que no vuelvas aquí, ¿de acuerdo?

Mi barbilla cayó y mis brazos se apretaron alrededor de mí.

—Tienes que ser tú. Tienes que irte. Porque seguiré haciendo esto. —Aparté mis ojos cuando volví a levantar la mirada—. Porque seguiré amándote, y ya no puedo hacerlo. —Tragué saliva con fuerza, limpiándome las lágrimas de mis mejillas, y traté de lograr calmarme—. Así que tienes que irte.

Cuando él no hizo ademán de marcharse, mi cara se derrumbó y supliqué a través de un susurro:

—Por favor.

Ahí estaba, a descubierto, y estaba sorprendida por cuán mierda se sentía. No había alivio, ningún peso fuera de mis hombros. En todo caso, el peso se había triplicado.

Me estaba perdiendo a mí misma.

Él parpadeó hacia mí, sin moverse por un momento, antes de incorporarse.

—¿De qué estás hablando, nena? —Él sostuvo sus brazos hacia mí y el corazón me gritó para que me acercara y me envolviera en ellos—. Vuelve a la cama —pronunció.

Negué con la cabeza.

—No. —Mi voz fue más dura de lo que pretendía que fuera.

Me acerqué a la cama, sentándome con mi muslo rozando el suyo. Lo miré a los ojos y pronuncié las palabras que tanto temía decir.

—Dime que me amas, Jasper. —Mi mano salió disparada para agarrar la suya y casi le supliqué—. Sólo dime que me amas.

Su pulgar rozó el mío durante un buen rato antes de que murmurara:

—¿De qué va todo esto? —Ante mi silencio, preguntó—: ¿Es en serio, nena? ¿Vas a dejar que me vaya? ¿Así sin más? —Frunció el ceño confundido.

Entendía la confusión. Yo nunca había hecho esto antes. No era una reina del drama, y nunca le había exigido nada a Jasper Hale.

Él era mi corazón y alma, y lo amaba con todo lo que tenía, pero estaba oficialmente agotada de nuestra no-relación. Quería más. Necesitaba más.

Era todo o nada.

Con el rostro impasible, dije:

—No puedo seguir con esto, Jasper. No puedo ser la mujer a la que llames a las tres de la mañana para un consuelo sexual nocturno. Me merezco algo mejor, como un hombre que no tenga miedo de amar a una mujer. —Negué con la cabeza—. No te entiendo. En un momento eres caliente, y al siguiente, eres frío. —Mi voz tembló—. Tengo casi treinta años. No puedo esperarte por siempre.

Sus brazos me rodearon. Me acercó y lo dejé. Me levantó a su regazo, me abrazó con fuerza, y me sostuvo cerca cuando dijo:

—Quiero que pienses en esto, ¿está bien? No tomes decisiones apresuradas. Sólo... sólo piensa en esto. Y si esto es lo que realmente quieres por la mañana, me iré. Te dejaré sola. ¿Trato hecho?

Una noche más.

Aferrándome a él, asentí contra su pecho.

Mi Corazón se rompió en ese mismo momento.

Cuando la mañana llegara, los dos sabíamos cuál iba a ser mi decisión.


Edward
—¿Te has decidido? —pregunté mientras me acercaba a mi Ratón desde atrás, observándola desplazarse inquietamente por los sitios web de caridad.

Con una mano debajo de su barbilla, gruñó:

—No. —Luego suspiró—. Hay demasiados. No tengo idea de cómo decidir cuáles valen lo suficientemente la pena para donarles.

Pensé en eso.

Sería una decisión difícil que tomar. Di un paso hacia adelante, tiré hacia atrás la silla del escritorio, y la levanté. Me senté en su lugar y la bajé hasta mi regazo.

—Incluso si sólo das la mitad de tu herencia, hay un montón de dinero allí. Por qué no dividirlo en cuatro o seis y donar a múltiples causas.

Isabella se relajó contra mí, apoyando su cabeza en mi pecho, acurrucándose en mi regazo como un gato.
—Esa no es una mala idea. Podría hacer eso. —Dejó escapar un suspiro de frustración—. Pero eso no hace la decisión más fácil.

—Siempre podrías sacarlos de un sombrero —dije, simplemente disfrutando de la sensación de esta pequeña criatura en mis brazos, sin hablar en serio en lo más mínimo.

Me aferraba a ella y el mundo desaparecía. Tranquilizaba mi mente y mi alma se elevaba cuando estaba cerca de ella. Isabella Swan era la mejor parte de mí, y la mantendría feliz por el resto de mi vida.

Ella se quedó inmóvil y me miró con ojos muy abiertos, con una expresión que decía “Ahora, ¿por qué no pensé en eso?”

—Esa es una idea genial —susurró.

Una pequeña sonrisa adornó su hermoso rostro y se inclinó hacia arriba para besarme. Tomé sus labios suavemente, sumergiéndome para probarla, y ella suspiró suavemente.

—Te amo, Edward.

Había llegado el momento de explicarle algo a Mina, algo acerca de quién era yo.

—Nunca he pertenecido a nadie, Isabella —comencé—. Siempre he tenido una sensación de soledad dentro de mí, y nunca la he comprendido, no cuando estoy constantemente rodeado de gente. Sin embargo, entiendo que difiero de las masas. En un constante estado de confusión, el malentendido me incomoda. —Mi ceño se frunció—. Siempre estoy pensando, “¿qué dije para molestar a Alice?” o “¿por qué Emmett me mira de esa forma?”, “¿por qué mi cerebro no funciona como debería?”

Me detuve un momento, y Isabella escuchaba atentamente.

—Habría dado todo por ser normal. A tu alrededor, me siento normal. —Puse mi mano contra su barbilla y pasé mi pulgar sobre la línea de su mandíbula—. Nunca he tenido normalidad. Tú me diste eso. Planeo pagarte lo que te debo por el resto de mi vida.

Ella se inclinó contra mi mano y cerró los ojos.

—Nos salvamos el uno al otro. —Abrió los ojos y me miró con cariño—. Creo que podemos decirlo abiertamente, cariño.

Tal vez ella tenía razón. Quizás estábamos destinados a encontrarnos. De cualquier manera, haría todo a mi alcance para asegurarme de que Isabella tuviera una vida plena y feliz. Al igual que ella me la había dado a mí.

***
Mi teléfono sonó y lo saqué de mi bolsillo para leer el mensaje.

Alice: Ven aquí. Tenemos que hablar. EN PRIVADO.

Me giré para ver a Isabella y a Nessa, quienes estaban sentadas en el suelo viendo una película infantil en la televisión. Estaban separadas pero tomadas de la mano.

Se me cerró la garganta.

No quería irme, pero Alice era mi hermana. Ella era importante para mí y cuando me llamaba, quería estar allí.

Poniéndome de pie, me tranquilicé cuando Isabella se volvió para mirarme.

—Volveré pronto. Alice me necesita.

Isabella me lanzó un beso y lo llevé conmigo mientras salía por la puerta principal y hacía el corto viaje a la casa de mi hermana.

Ella me estaba esperando en la puerta principal, manteniéndola abierta. Con un movimiento de su brazo, dijo:

—Entra.

Sonaba seria. Alice raramente era cortante conmigo y justo ahora, parecía molesta. Caminé por las escaleras mientras cruzaba el umbral de su casa, dije:

—Algo está mal.

Resopló, caminando a través de su comedor y tomando asiento.

—Sí, algo está mal, Edward —Sacudió su barbilla, haciéndome un gesto parta que tomara asiento, así que eso hice.

—¿Qué es? —pregunté cuidadosamente.

Alice se recostó en su silla y preguntó en voz baja:

—¿Amas a Isabella?

Mi rostro se volvió severo. Qué pregunta tan estúpida.

—Por supuesto que amo a Isabella.

¿De qué se trataba esto?

Mi Corazón latía con fuerza. Cuando las cosas se relacionaban con Mina, no perdía el tiempo.

—¿Qué está pasando, Alice?

Entonces dijo algo que no esperaba. Con ojos tristes, murmuró:

—Estoy un poco decepcionada contigo.

Los latidos en mi pecho aumentaron.

—¿Por qué?

Mi hermana negó con la cabeza.

—La propuesta pública fue linda, Edward. Estuviste perfecto. —Sacudió la cabeza—. Pero estaba esperando que dieras un paso más arriesgado, te pondrías sobre una rodilla y le haría a Isabella la pregunta de una manera que la haría sentir especial.

Bajé el rostro, momentáneamente perdido en mis pensamientos, y cuando levanté mi cabeza para mirarla de nuevo, pregunté:

—¿Crees que a Isabella le gustaría eso? ¿Una propuesta?

Alice me sonrió amablemente y dijo:

—Toda mujer quiere una propuesta sobre la que pueda contarle a sus hijos.

¿Hijos? ¿Con Isabella?

Me gustaba esa idea.

Sí. Una propuesta.

Podía hacer eso.

Mi mente se preparó, me incliné ligeramente hacia adelante y pregunté:

—¿Qué tengo que hacer?

Nas sonrió entonces.

—Pensé que nunca lo preguntarías.

Isabella

Algo estaba pasando.

No estaba segura de qué era exactamente, pero Edward estaba actuando distraído y un poco apagado, incluso para ser él.

Cuando le pregunté qué le pasaba, él negó con la cabeza y murmuró algo acerca de tener demasiado en su mente. Le dije que podía hablar conmigo y cuando se volvió hacia mí y me sonrió, dijo que íbamos a hablar cuando fuera necesario.

Confiaba en Edward con cada pedazo de mí y si él me dijo que no me preocupara, me gustaría probar mis fuerzas para no hacerlo.

Pero lo amo, lo que significa que iba a seguir adelante y preocuparme de todos modos.

Era domingo y después de tener un previsible sábado por la noche en el club, Edward despertó para hacer ejercicio y, aunque parte de mí quería ser un pájaro mañanero, me quedé acurrucada en mi cama.

Estaba cansada y por eso dormí de corrido hasta las 11:30, y ahora Edward estaba a punto de llegar de su carrera en cualquier momento.

Caminando con mi culo adormecido bajé las escaleras y me arrastré hasta la cocina para servirme una taza de café. Había tomado el primer sorbo cuando Vanessa entró en la cocina, con una taza vacía colgando a punto de caérsele mientras que con la otra se frotaba sus pequeños y cansados ojos. Ella se quejó:

—No siesta. No siesta. —Luego pisoteó con un pequeño pie.

Esme la siguió.

—Nessa, cariño, estás cansada. Y cuando estás cansada, necesitas una siesta.

Esme giró los ojos ligeramente y sonrió de una manera que se interpretaba: “niños, ¿no?”.

Nessa ya estaba a mi lado, levantando los brazos y sin dudarlo, la cogí en mis brazos, meciéndola de lado a lado y besándola en la frente con amor. Sus ojos ya estaban empezando a cerrarse cuando Edward entró por la puerta trasera. Y cuando él me vio, sosteniendo a Nessa, poniendo a su auto-mal-humor a dormir, sus ojos se calentaron.

Se abrió paso hacia delante y la besó en la regordeta mejilla antes de volverse hacia mí y besar mis labios, suavemente como pluma. Una Vanessa ahora durmiendo dejó caer la taza al suelo de la cocina que se estrelló contra el suelo con un sonido metálico que la hizo sacudirse aunque no se despertó.

Edward la sacó de mis brazos, la abrazó y la llevó hasta su habitación donde podía dormir la siesta cómodamente. Lo seguí escaleras arriba para que pudiera verlo desnudarse y cuando llegué a nuestra habitación, él ya estaba saliendo.

—Nos tomaremos la noche libre —dijo.

Mi nariz se arrugó.

—¿Qué? ¿Por qué?

Edward me miró, con las manos en la cintura de sus pantalones de chándal.

—Porque lo mereces.

Me gustaba el club. Era mi hogar lejos de casa. Me divertía allí.

Con un ligero encogimiento de hombros, pronuncié un sincero:

—Está bien, no necesito una noche libre. Me encantan las noches en el club, además, son sólo tres días a la semana.

Él parpadeó hacia mí, parecía sorprendido de que no quisiera una noche para mí.

—Pensé que podríamos ir a cenar. A ese lugar ruso que te gusta.
Ooh.

Blini y Pelmeni. Era increíble, pero era noche de trabajo. Podíamos ir en cualquier otro momento.

Él añadió algo que me hizo cambiar de parecer en un segundo.

—Sería como nuestra primera cita.

Mi sonrisa fue felina y lenta.

—¿Quiere tener una cita esta noche?

Él asintió con la cabeza.

—Sí. Solo nosotros dos.

Mierda, eso era dulce.

¿Cómo puedo decir que no a eso?

—Está bien. —Sonreí genuinamente—. Pero, para que lo sepas: para ti, soy una cosa segura, bebé. Siempre.

Su labio tembló dejando caer su sudor por su cuerpo desnudo. Dejé escapar un silbido de apreciación y su cuerpo temblaba de risa silenciosa. Luego lo seguí hasta el baño para mirarlo bañarse porque... bueno... podía.

***
Al llegar a nuestro destino para cenar, Edward habló con la mujer del mostrador muy rápido en ruso, cada vez más y más frustrado con cada palabra, hasta que dio un golpe con la mano sobre el mostrador y se volvió hacia mí. Su rostro estaba rígido, y sus labios apretados.

—Tienen reserva para un servicio privado.

No me molestó que el corto viaje fuera en vano, estaba feliz de estar allí con Edward.

—Está bien, cariño. Podemos ir a comer a otro lugar.

Él me miró y dijo con los dientes apretados:

—No, tiene que ser aquí.

Parpadeé ante su insólita rabieta.

—Bueno, aquí no es posible, así que vamos a ir a otro lugar. —Lo tomé de la mano y lo llevé fuera del restaurante, pasando mi pulgar por sus nudillos—. No es para tanto, Edward. Volveremos otro día.

Con su mandíbula apretada, él asintió, pero me di cuenta que estaba disgustado, y no entendía por qué. No podía creerlo, era sólo la comida.
Cuando entramos en el coche y Edward me preguntó dónde deberíamos comer, fui brutalmente honesta con él.

—Cariño, todo lo que quiero hacer es ir a casa, ver unas películas y comer pizza contigo. Junto con desnudarnos después, esa sería la mejor cita del mundo.
Él me miró un buen rato antes de que me tomara la mano, la llevara a su boca, me diera un beso suave en la parte posterior de la mano y suspirara.

—Si eso es lo que deseas, Ratón.

Volvimos a una casa vacía y me quité los zapatos, sosteniéndolos mientras subimos las escaleras. A medio camino, chillé cuando Edward me levantó en sus brazos y me llevó el resto del camino al interior del dormitorio.

Alguien había limpiado el desorden de ropa que había dejado en el sofá, la cama estaba hecha impecablemente y la luz del baño estaba encendida, un olor maravillosamente dulce venía de dentro.

Edward tomó mis manos entre las suyas y me miró, con sus ojos cálidos.

—Quería que esta noche fuera especial. Hasta el momento, no lo ha sido, pero voy a compensarte. —Me dirigió al baño y abrió la puerta, revelando qué era el dulce olor.

Había preparado un baño de burbujas con olor a vainilla y pétalos de rosa esparcidos por todo ello.

Se me cortó la respiración.

—Oh, cariño. Es precioso.

Sus manos cayeron sobre mis hombros desde atrás y apoyó la barbilla en mi cabeza.

—¿Por qué no te das un buen baño? Voy a llamar para pedir una pizza y cuando haya terminado podemos encontrar una película para ver.
Me volví, obligándolo a que me soltara. Lo miré y le dije con fiereza:

—Esta es la mejor cita de mi vida. Sé que apenas ha comenzado, pero sé que lo es. —Me acerqué para apretar su mano—. Esto es especial.

Sus ojos se suavizaron aún más y llegó a la manija de la puerta del baño.

—Ve. Relájate con el baño —pronunció, cerrando la puerta detrás de él.

Hice lo que me dijo, me desvestí y me deslicé dentro de la bañera. Me empapé en el agua caliente de la bañera por un buen rato, hasta que el agua empezó a ponerse ligeramente fría.

¿De dónde había venido todo este romance?

Parecía como si Edward sintiera la necesidad de probarse a sí mismo o algo por el estilo. Tendría que ser franca con él. No necesitaba el romance, sólo necesitaba que Edward fuera él mismo y estaría por siempre feliz.

Dejé que el agua me limpiara y luego me vestí con una bata blanca. Cuando salí del cuarto de baño para decirle a Edward que había terminado, silbé con fuerza.

¿Por qué?, preguntas.

Porque en medio de la habitación estaba Edward de pie, con las luces apagadas. Cientos de velas lo iluminaban todo, la habitación brillaba con la suave iluminación. Dobló las sábanas y tragó con fuerza, ante mi expresión de sorpresa mientras mi mirada revoloteaba por la habitación. Aún vestido, Edward cambió su peso de pie y me tendió la mano.

Dudé solo un segundo antes de acercarme a él, poniendo mi mano en la suya.

—¿Qué es esto? —le pregunté quedamente intimidada.

Dio un paso hacia atrás, lejos de mí y metió la mano en el bolsillo de su camisa, en su pecho. Cuando la retiró, bajó la mirada hacia lo que había sacado de su bolsillo y cuando mis ojos se posaron en la tarjeta con notas que sostenía, mi frente se arrugó.

Edward se aclaró la garganta, una vez, dos veces y una tercera vez.

—Isabella —leyó—, la forma en que nos encontramos fue muy inusual y admito que estaba más que aliviado cuando me enteré de que no eras una ladrona.

Mis cejas se alzaron, pero él no lo vio, por lo que continuó.
—Y estoy...

Él miró alrededor de la habitación, sobre la cama y al sofá antes de mirarme y anunciar:

—Me olvidé las flores. Espera.

Pasó zumbando junto a mí y salió de la habitación, dejándome en el medio de la habitación, con la boca abierta.

Regresó en menos de un minuto, sosteniendo un hermoso ramo de flores en la mano. Se aclaró la garganta otra vez y continuó.

—Y estoy agradecido por haberte conocido.

Extendió las flores y leyó robóticamente:

—Aquí en este ramo hay Hiedra, Lila y Camelia.

Cambió a otra tarjeta y siguió:

—La Hiedra simboliza la fidelidad. La Lila simboliza el primer amor. Y la Camelia simboliza el agradecimiento y aprecio.

Me acercó aún más las flores, así que las tomé. Parecía aliviado cuando lo hice. A la luz de las velas, vi el brillo del sudor en su frente. Se aflojó la corbata, tragó saliva y leyó:

—Con este ramo, te hago una promesa. Una promesa de que siempre te seré fiel y te adoraré, nunca lo dudes.

Abanicándose el rostro con las tarjetas, levantó su mirada hacia mí y me preguntó:

—¿Hace calor aquí?

Me encogí de hombros, sosteniendo mis flores pero no hablé. Él estaba en modo presentación. Cambió de tarjeta y habló mecánicamente, con voz ronca.

—Dicen que los pingüinos se aman para toda la vida —levantó la mano otra vez y tiró con fuerza de la corbata—, y yo quiero ser tu pingüino.

Sacudió la corbata más fuerte hasta que la desarmó, dejándola colgando de su cuello. Rápidamente desabrocho el botón superior de su camisa. Miró al otro lado de la habitación, a la mesita de noche y murmuró:

—La maldita vela se apagó.

¿Espera? ¿Él quería ser mi pingüino?

¿Eh?

Se movió para ir a encender la vela pero se lo impedí.

Era obvio. Él estaba angustiado.

Lo tomé su brazo, lo puse frente a mí y le pregunté:

—Cariño, ¿qué es todo esto?

Edward cerró los ojos firmemente. Se sentó en el borde de la cama y dejó escapar un largo suspiro. Con el antebrazo se secó el sudor de la frente y metió la mano en el bolsillo de su pantalón.

Sacó una caja de terciopelo negro y la puso sobre su rodilla.
Respiro profundamente, abrió la caja, me miró a los ojos y negó con la cabeza.

—¿No ves que estoy tratando de no arruinar una propuesta?

Miré hacia abajo y parpadeé hacia el anillo acomodado dentro de su hermosa caja.

—Pero nosotros ya estamos comprometidos. Un poco.

Sostuvo la caja, pasándose una mano por la cara y lanzó un bajo:

—Sólo quería que esto fuera romántico.

Me arrodillé delante de él, arrastrándome entre sus piernas abiertas, y lo miré con ternura.

—Oh, cariño. No necesito romance —le dije—. Sólo te necesito exactamente como eres.

Apretó la mandíbula, ni siquiera podía mirarme. Esto significaba algo para él. Así que intenté otra cosa.

Le hablé en voz baja:

—Edward, este momento es solo entre tú y yo. Aunque tu presentación fue muy informativa, nunca fui de palabras floridas. Sólo dame palabras que te salgan del Corazón, bebé.

Él me miró, con una triste mueca dibujada en su rostro. Respiró hondo y cuando abrió la boca, la belleza salió. Soltó junto con un suspiro:

—Tú lo eres todo para mí.

Mis ojos ya estaban inundados.

—Daría mi vida antes que decepcionarte y le haría daño a cualquiera que tratara de apartarte de mi lado. Nunca he conocido a una mujer más amable que tú. Eres maravillosa con Vanessa. Quiero tener hijos contigo, todos los que tú me dejes, para que podamos experimentar la paternidad, juntos.

Me mordí el labio, pero las lágrimas no dejaron de caer. Ellas empañaron mis ojos y se arrastraron por mis mejillas.

—Voy a ser un buen padre para ellos. Rezo para que nuestros bebés sean como tú, pero si son como yo, no quiero que te preocupes, porque yo los guiaré y les demostraré que son amados, incluso si no entienden lo que eso significa. Voy a enseñarles.

Mis ojos se cerraron dejando salir unos sollozos entrecortados. Me aferré a la rodilla de Edward en busca de apoyo.

—Voy a pasar mi vida amándote y pasarás una vida feliz convirtiéndome en una mejor persona, como lo has hecho hasta ahora con tu mera presencia.

Me tendió la caja y susurró un nervioso:

—Voy a ser el hombre que te mereces. No lo he sido, Ratón, pero estoy trabajando en ello. Cásate conmigo y mi único objetivo en la vida va a ser el de tomar todas las medidas para que no te arrepientas jamás.

Él tomó mi mano y con dedos temblorosos, deslizó el anillo en su lugar. Se ajustaba perfectamente.

—¿Quieres casarte conmigo, Isabella?

Me quedé mirando el anillo, brillando a la luz de las velas, parpadeando con lágrimas cuando una risa entrecortada se me escapó.

—Sí. —Me reí de nuevo, abrazando a Edward por el cuello y besando su mejilla sin afeitar—. Mil veces sí.

Y Edward respiró de nuevo. Su pecho se agitó y me rodeó con sus brazos con fuerza. Su única respuesta fue susurro:

—¡Oh, gracias a Dios!

Nos reímos, hicimos el amor toda la noche y no podía recordar un momento en que fuera más feliz.

El cumpleaños de Vanessa llegó la semana siguiente, y Edward no estaba seguro de si era apropiado hacer nada por ello. Yo, sin embargo, no estaba de acuerdo. Mientras que entendía que su madre había muerto recientemente, Vanessa era una niña. Ella no entendía eso. Le expliqué a Edward que al tener una fiesta, le estábamos dando nuestro amor y mostrándole nuestro apoyo.

Ella se merecía una fiesta.

Con Alice, Rosalie y Tanya de mi lado, Emmett y Jasper nos lo ganamos al poco tiempo, y finalmente Edward se hizo a la idea de hacer algo para hacer a su hija feliz.
Honestamente, creo que ser padre era algo natural para Edward, pero ser un papá era una cosa totalmente nueva para él. No estaba acostumbrado a tener que ofrecer algo más que un apoyo monetario para Vanessa, y ahora que se había liberado de ese papel, estaba cayéndose en este especie de sueño, disfrutándolo inmensamente.

Cuando Vanessa metía la pata, corría hacia Edward. Cuando Nessa necesitaba besos, le fruncía los labios a Edward. Y cuando tenía que ir al baño, aunque Esme estaba cerca, quería que Edward estuviera de pie junto a la puerta para que pudiera cantar con él.

El hombre inteligente que era Edward, rápidamente se acostumbró a poner a Vanessa en la cama por la noche, cantando sus canciones y leyendo sus historias. Me pregunté si Esme era incluso necesaria a tiempo completo. Una parte de mí estaba segura de que se mantenía alrededor como si fuera la figura de una abuela. Ella era de la familia, después de todo. Y lo dijo ella misma: dónde Nessa fuera, ella también lo hacía.

Pasó que tropecé a través de la canción de Edward para que Nessa durmiera la otra noche. Y cuando digo que tropecé, me refiero que me deslicé como un maldito acosador para obtener una visión de cómo lo manejaba. Su versión de “Twinkle, Twinkle, Little Star” era algo como esto:

Brilla, brilla, pequeña estrella,
Gas quemándose es lo que eres
Por encima del mundo, tan arriba,
Quemarás gas hasta que mueras.
Brilla, brilla, pequeña Estrella,
Gas quemándose es lo que eres.

Con mi cabeza pensando en el título, me quedé impresionada. Y me encendió.

¿Quién sabía que las canciones infantiles pudieran ser tan informativas? ¿Y sexy?

Envié las invitaciones para el tercer cumpleaños de Vanessa. Fui casi lo suficientemente cruel como para hacer que fuera una fiesta de disfraces, pero decidí ser amable con nuestros invitados y deseché la idea. Aunque, ver a Edward vestido de cowboy, con chaparreras y llevando un sombrero Stetson, era casi suficiente como para hacerme cambiar de opinión

Cuando llegó el día, nuestra casa estaba llena de gente. Rara vez teníamos un invitado en un día normal, y era normalmente familia, pero ver la casa llena de caras sonrientes, de globos de color rosa y de serpentinas purpuras, era reconfortante.

Nessa, vestía como una princesa en un brillante vestido de color rosa con una tiara de plata dispuesta alrededor de sus rizos. Estaba como loca de alegría. Cada vez que una persona llegaba, ella sonreía, tomaba sus manos, y los llevaba dentro, murmurando:

—Gacias po veni.

Su “Gracias por venir” era un poco apagado, pero era tan adorable que incluso James estuvo conquistado por ella. Ella alzó sus brazos hacia él y, vacilantemente, él la levantó sobre su cadera. Ella empujó su mejilla con cicatrices con sus dedos suaves y miró a su cara con sus ojos de gacela.

—¿Uwe?

Él se volvió hacia mí, desesperado por una traducción. Sonreí ante su expresión de “ayúdame”.

—Quiere saber si te duele.

James sacudió su cabeza.

—No Uwe —pronunció, tomando su manita regordeta y poniéndola contra la carne arrugada de allí—. No me duele, ángel. Ya no.

Por el rabillo del ojo, vi a Tanya de pie contra la pared, con un vaso, y miraba a James como si fuera el hombre más sexy del mundo. Tenía los ojos llenos de lujuria, regalándose la vista, y cuando me atrapó mirando, sonreí.

Tanya arrugó la nariz y discretamente me levantó el dedo medio.

Va a pasar, recuerden mis palabras. Yo haría lo que tuviera que hacer para que se engancharan. Ella lo quería. Él la quería. ¿Por qué era tan difícil de entender?

Dios, la gente era estúpida.

Alice miró a Jasper desde el otro lado de la habitación, y cuando él sintió sus ojos en él y levantó su cabeza, ella bajó su mirada. No era la primera vez en las últimas semanas que la veía hacer eso. También no se le escapó la pista a Edward de que Jasper había dejado de venir al complejo. No habían hablado aún.

Algo había pasado entre ellos, y Alice no se estaba abriendo, probablemente debido a que aún era demasiado doloroso para hablar.

Todo lo que sabía era que Alice era miserable y Jasper había desarrollado el temperamento de un T-Rex con picazón en las bolas.

Las relaciones estaban colapsando a nuestro alrededor, pero Edward y yo éramos más fuertes que nunca.

Sonreí para mí y miré hacia mi anillo de compromiso de oro blanco. Era elegante con sólo tres pequeños diamantes, pero lo amaba más que a cualquier otra cosa que hubiera poseído en toda mi vida. Y además… Edward lo había elegido.

Lo más difícil que había tenido que hacer fue decirle a Edward que había decidido tener un largo noviazgo. No debería haber estado preocupada. Él simplemente respondió con un:

—Está bien —y añadió—, pero todavía nos vamos a casar, ¿no?

Yo le aseguré enfáticamente que lo haríamos, pero que no estaba preparada para eso ahora mismo. Estaban pasando tantas cosas, en primer lugar con el club, luego con mi recién descubierta herencia, y finalmente con el curso de fotografía que estaba haciendo. Cuando estuviera lista para casarme, quería ser egoísta y tener todo sobre nosotros como pareja, y no quería precipitar eso, porque nos merecíamos más que una boda apresurada y llena de estrés.

Pero iba a suceder. Eventualmente.
Eché un vistazo alrededor de la habitación justo a tiempo para ver a Rosalie levantar su mano, tirarla hacia atrás, y abofetear la cara de Emmett con tanta fuerza que hizo eco a través de la habitación. La alta pelirroja se quedó allí un momento, jadeando, con sus ojos brillando antes de mirar alrededor de la habitación, se sonrojó furiosamente, y susurró roncamente:

—Perdonen.

Dejó la habitación, y Emmett, viéndose inafectado con una ardiente marca roja en su mejilla, se volvió hacia la gente y frunció el ceño.

—¿Qué? ¿Nunca han visto a una mujer abofetear a un hombre? —Me miró y murmuró—: Creo que es la hora del pastel.

Lo miré de vuelta.

—No, no lo es.

Ante el feroz ceño de Emmett, mis cejas se levantaron y dije:

—Um, quiero decir, ¡es la hora de pastel gente!

Vanessa, que ahora estaba en manos del tío Charlie, fue traída a la mesa donde Carmen había colocado el pastel de doble capa rosa con mariposas de chocolate blanco a su alrededor. Un coro de “Feliz Cumpleaños” comenzó, y Nessa se sentó en el regazo de Edward, sonriendo, aplaudiendo y cantando, a pesar de que no se sabía las palabras.

Cuando llegó el momento de apagar las velas, se inclinó hacia adelante y sopló con todas sus fuerzas, apretando sus diminutos puños por el esfuerzo. Las velas se apagaron y una alegría se extendió a nuestro alrededor.

Yo estaba sonriendo con tanta fuerza que dolía.

Más aplausos se escucharon después de que Nessa engañó a Edward para encender las velas de nuevo, para sólo poder apagarlas.

Alice nos llamó para tomar fotos, y levantando a Vanessa de Edward, me senté en su regazo y la coloqué a ella sobre el mío. Abracé a Nessa con fuerza, y Edward envolvió sus brazos alrededor de mi cintura. Nessa señaló la cámara justo antes de que se tomara la foto y una risa se me escapó. La foto fue tomada de todos modos, Edward mirándome con amor mientras yo cerraba los ojos y reía, y Nessa sonriendo ampliamente, apuntando hacia la cámara.

Esta imagen sería la primera de muchas. Fue ampliada y enmarcada, y Edward la colgó en la sala de estar para que todos la vieran. Cualquier persona con un par de ojos podría distinguir lo que éramos.

Éramos una familia.


6 comentarios:

TataXOXO dijo...

Awwww que cosa más hermosa, tanto el cumpleaños, como Edward en su pedida de matrimonio !!!¡ aunque me dolió mucho la situación de Alice y Jasper, es necesario que él entienda que Alice no es cualquiera!!!
Besos gigantes!!!
XOXO

cari dijo...

Q hermoso ❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤ Gracias

Unknown dijo...

Me da muchas pena que Jasper no valore a Alice.
Un gusto que James consiga a alguien que lo ame por cono es por dentro. Y Nessa es adorable.

Kar dijo...

Hola hola Annel ame la pedida de matrimonio fue sincera tal y como es el y el cumpleaños de Nessa fue solo la confirmación de que ya son una familia
Gracia nena vamos por el Epílogo
Saludos y besos

Anónimo dijo...

awwwwwwwwwwwwwwww
que capitulo mas lindo
me encanto la celebracion de cumpleaños de nessa
y la propuesta de ed me dio risa y ternura
el tan nervioso leyendo y sudando
y bella sin entender ni pio
uff rosalie sigue haciendo de las suyas

MELANY dijo...

Que bonita pedida de mano original como Ed 😍😍

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina