Isabella
Él me recogió
cuando no tenía otro lugar a donde ir.
Él no me
utiliza, me lastima o se olvida de mí. No me trata como si no fuera nada, me
subestima o me hace sentir insegura.
Él me recuerda,
se ríe conmigo y me mira. Él me escucha, me protege y me ve. Puedo sentir sus
ojos sobre mí en la mesa del desayuno, y mi corazón late tan fuerte cuando lo
escucho estacionar en la entrada después del trabajo.
Tengo que
detener esto. No puede suceder.
Mi hermana me
dijo una vez que no hay hombres buenos, y si encuentras uno, él probablemente
no esté disponible.
Solo que Edward
Masen no es el que no está disponible.
Yo soy.
Edward
La llevé,
porque pensé que yo estaba ayudando.
Ella cocinaba
algunas comidas y limpiaba un poco. Fue un arreglo fácil.
A medida que
pasan los días, sin embargo, se está convirtiendo en algo menos fácil. Debo
evitar que mi mente se desvíe hacia ella y dejar de contener la respiración
cada vez que me tropiezo con ella en la casa. No puedo tocarla, y no debería
desearlo.
Sin embargo,
cuanto más encuentro mi camino cruzando el de ella, más se está convirtiendo en
parte de mí.
Pero no somos
libres de ceder a esto. Ella tiene diecinueve años y yo tengo treinta y ocho.
Y el padre de
su novio.
Desafortunadamente,
ambos se mudaron a mi casa.
Capitulo 1
Isabella
No
responde. Es la segunda vez que llamo en quince minutos, y también he estado
enviando mensajes de texto sin suerte. ¿Pensaba seguir recordando de estar aquí
a las dos?
Termino
la llamada y miro el reloj sobre la barra, viendo que ya es casi medianoche.
Todavía dos horas, antes que mi novio piense que salí del trabajo y que
necesito que me recoja.
Y
yo que pensaba que tendríamos una sorpresa esta noche, yo saliendo temprano.
Mierda.
Necesito
arreglar mi auto. No puedo seguir confiando en él para que me lleve a todos
lados.
La
música llena el aire a mi alrededor, los clientes ríen a mi derecha y uno de
los otros camareros llena el refrigerador con hielo a mi izquierda.
Siento
unas punzadas de inquietud en la nuca. Si no responde, entonces está dormido o
salió. Ambas cosas podrían significar que se acordará de mí después que sea
demasiado tarde. No siempre es poco confiable, pero ésta tampoco sería la
primera vez.
Ese
es el problema de hacer de tu amigo tu novio, supongo. Todavía piensa que puede
salirse con la suya con cualquier cosa.
Saco
la camisa y la mochila del gabinete debajo de los grifos y meto el teléfono en
mi bolsillo. Me pongo la camisa de franela sobre la blusa, la abotono y meto la
parte delantera del dobladillo en mis jeans, tapándome. Me visto un poco sexy
para conseguir propinas, pero no voy a salir de aquí de esta manera.
—¿A
dónde vas? —pregunta Esme, mirándome mientras saca una cerveza.
Miro
a mi jefa, su cabello negro con mechones rubios en la parte superior de su
cabeza y una cadena de pequeños corazones tatuados alrededor de su antebrazo.
—Hay una función de
medianoche de Evil Dead en The Grand Theatre —contesto mientras cierro
el gabinete y deslizo la correa de mi bolso de cuero sobre mi cabeza—. Iré a
matar el tiempo y esperaré allí a Jacob.
Termina
de servir su cerveza y me mira como si hubiera un millón de cosas que quisiera
decir, pero ni siquiera sabe por dónde empezar.
Sí,
sí, lo sé.
Desearía
que dejara de mirarme así. Hay una buena posibilidad de que Jacob no esté aquí
a las dos de la madrugada, considerando que no contesta el teléfono en este
momento. Ya lo sé. Podría estar completamente borracho en la casa de algún
amigo.
O
podría estar en casa durmiendo, con la alarma puesta para venir a buscarme a
las dos, y dejó su teléfono en otra habitación. No es probable, pero es
posible. Tiene dos horas. Le daré dos horas.
Además,
mi hermana está trabajando, y nadie aquí puede irse para llevarme a casa. El
trabajo es lento esta noche y me voy temprano porque soy la única sin un hijo
que mantener.
Aunque
necesito desesperadamente el dinero de la misma manera.
Agarro
la correa del bolso sobre mi pecho, sintiendo que debería tener más de
dieciocho años.
Bueno,
diecinueve ahora,
casi olvido qué día es hoy.
Respiro
hondo, alejando la preocupación por esta noche. Muchas personas de mi edad
luchan por dinero, no pueden pagar facturas, y tienen que conseguir aventones.
Sé que es demasiado esperar que a estas alturas ya tuviera todo resuelto, pero
sigue siendo embarazoso. Odio parecer incapaz.
Y
tampoco puedo culpar a Jacob. Fue mi decisión utilizar lo que quedaba del
dinero de mi préstamo estudiantil para ayudarlo a arreglar su auto. Él
también ha estado allí para mí. En un momento, fuimos lo único que teníamos.
Girando,
Esme deja la cerveza en la barra frente a Grady, uno de los clientes
habituales, y toma su dinero, lanzándome otra mirada mientras introduce la
venta en la caja registradora.
—No
tienes un buen auto —afirma—. Y está oscuro afuera. No puedes caminar al
teatro. Los traficantes sexuales solo buscan chicas sexys y jóvenes con cabello
rubio y esa mierda.
Resoplo.
—Tienes
que dejar de ver películas de Lifetime.
Puede
que estemos a poca distancia de algunas ciudades más grandes, y Chicago está a
solo unas pocas horas, pero todavía estamos en medio de la nada.
Levanto la partición y salgo
de detrás de la barra.
—El
teatro está a la vuelta de la esquina —indico—. Llegaré en diez segundos si
corro como si estuviera siendo entrenada en la milicia.
Le
doy una palmadita en la espalda a Grady mientras me voy, el cabello gris de su
cola de caballo se mece mientras se gira para guiñarme un ojo.
—Adiós,
niña —se despide.
—Buenas
noches.
—Isabella,
espera —grita Esme sobre la máquina de discos, y giro mi cabeza para mirarla.
Observo
mientras saca una caja del refrigerador junto con una caja de vino de una sola
botella y las empuja sobre la barra hacia mí.
—Feliz
cumpleaños —dice, sonriéndome como si supiera que pude haber pensado que se
olvidó.
Esbozo
una sonrisa, levanto la pequeña caja de Krispy Kreme y veo media docena de
donas.
—Fue
todo lo que pude recoger a toda prisa —explica.
Oye,
es pastel. Más o menos. No me estoy quejando.
Cierro
la caja y levanto la solapa de mi bolsa de cuero, escondiendo mi botín, vino y
todo. Por supuesto, no esperaba que alguien me diera algo, pero aun así es
agradable ser recordado. Cam, mi hermana, sin duda me sorprenderá con una linda
camisa o sexy par de pendientes, mañana cuando la vea, y mi padre probablemente
me llame en algún momento de esta semana.
Sin
embargo, Esme sabe cómo hacerme reír. Tengo edad suficiente para trabajar en un
bar, pero no tengo edad para beber. Darme un poco de vino que pueda disfrutar
fuera del local será mi pequeña aventura de esta noche.
—Gracias
—contesto y salto sobre la barra, plantando un beso en su mejilla.
—Cuídate
—dice.
Asiento
y me doy vuelta, saliendo por la puerta de madera y hacia la acera.
La
puerta se cierra tras de mí, la música en el interior ahora es un sordo
zumbido, y mi pecho se hunde, liberando la respiración que no sabía que había
estado conteniendo.
La
quiero, pero desearía que no se preocupara por mí. Me mira como si fuera mi
madre y quisiera arreglarlo todo.
Supongo que debería sentirme
afortunada al tener una madre como ella.
El
bien recibido aire fresco me inunda, el frío de la noche me eriza la piel en
los brazos y el fragante aroma de las flores de mayo me recorre la nariz. Echo
la cabeza hacia atrás, cierro los ojos y aspiro una bocanada de aire mientras
mi largo flequillo me hace cosquillas en la mejilla con la ligera brisa.
Las
noches de verano están llegando.
Abro
los ojos y miro a la izquierda y luego a la derecha, viendo que las aceras
están vacías, pero los autos siguen alineados a ambos lados de la calle. El
estacionamiento VFA también está lleno. Su noche de Bingo generalmente se
convierte en una escena de bar a esta hora, y parece que los viejos tiempos aún
siguen fuerte.
Girando
a la izquierda, saco la goma de mi cabello, dejando caer los rizos sueltos, y
deslizo la banda alrededor de mi muñeca mientras empiezo a caminar.
La
noche se siente bien, a pesar que todavía está un poco helada. Hay mucho licor
en cada grieta, filtrándose en mi nariz toda la noche.
Demasiado
ruido y demasiados ojos, también.
Aumento
el paso, emocionada por desaparecer en el oscuro teatro por un tiempo.
Normalmente no voy sola, pero cuando muestran una película de los 80, como Evil
Dead, tengo que ir. A Jacob le gustan los efectos especiales y no confía en
las películas hechas antes de 1995.
Sonrío,
pensando en sus peculiaridades. No sabe lo que se está perdiendo. Los 80 fueron
fantásticos. Es toda una década de diversión. No todo tenía que tener un
significado o ser profundo.
Es
un escape bienvenido, especialmente esta noche.
Al
doblar la esquina y llegar a la taquilla, veo que llego unos minutos antes, lo
cual es genial. Odio perder los avances al principio.
—Uno,
por favor —le digo al cajero.
Saco
de mi bolsillo un montón de propinas que hice esta noche y pago los siete con
cincuenta por el boleto. No es que tenga dinero de sobra, con el alquiler
vencido y un pequeño montón de facturas sobre el escritorio de Jacob y mío, en
nuestro apartamento, que todavía no podemos pagar, pero no es como si siete
dólares me hicieran rica o me dejaran en la ruina.
Y
es mi cumpleaños, entonces…
Al
entrar, evito el puesto de venta y me dirijo al siguiente juego de puertas
dobles. Solo hay un teatro, y sorprendentemente, este lugar ha sobrevivido
durante sesenta años, incluso en el auge de los grandes centros de cine con
doce salas construidos en las ciudades circundantes. The Grand tuvo que ser
creativo, con proyecciones de medianoche de películas clásicas como esta noche,
pero también eventos de disfraces y fiestas privadas. No vengo aquí mucho, con
mi horario escolar y de trabajo, pero es un lugar agradable y oscuro en el que
te quieres perder por un tiempo. Privado y tranquilo.
Al
pasar por las puertas, reviso mi teléfono una vez más para ver que Jacob aún no
ha llamado ni enviado mensajes de texto. Silencio el tono y lo vuelvo a
deslizar en mi bolsillo.
Algunos
anuncios se repiten en la pantalla, pero las luces de la sala todavía están
encendidas, y escaneo rápidamente la habitación, viendo a unos pocos solitarios
dispersos. También hay una pareja sentada en la fila de atrás a mi derecha, y
un pequeño grupo de chicos está en medio; digo jóvenes por el sonido de su risa
desconsiderada. De aproximadamente trescientos asientos, doscientos ochenta y
cinco todavía están disponibles, y prácticamente puedo elegir.
Bajo
cinco o seis filas, encuentro una vacía y me deslizo, tomando asiento en la
mitad. Dejo mi bolsa y saco en silencio la caja de vino púrpura, leyendo la
etiqueta en la tenue luz.
Merlot. Esperaba que fuera vino blanco, pero
estoy segura que Esme necesita deshacerse de estas cosas. Solo lo servimos
cuando hay un evento al aire libre y no queremos vidrio afuera.
Descorchándola,
olfateo el aroma picante, sin sentir ninguno de los aromas sofisticados que los
sommeliers parecen captar del vino. No hay rastro de roble con un “audaz aroma
de cerezas dulces” o algo por el estilo. Deslizando mi bandeja frente a mí,
aprovecho la fila vacía que tengo delante y doblo las rodillas, colocando mis
Chucks en el apoyabrazos entre los asientos vacíos.
Dejando
la caja, saco mi teléfono del bolsillo trasero, por si Jacob llama, y lo pongo
en la bandeja junto al vino.
Pero,
en cambio, se cae de la bandeja. Cae entre mis piernas y al suelo, subo mis
rodillas para intentar atraparlo, pero golpean la bandeja y hacen que la caja
de vino se derrame en el suelo.
Mi
boca se abre y jadeo.
—¡Mierda!
—suelto en un suspiro.
¿Qué
demonios?
Plantando
de nuevo mis pies en el suelo, aparto la bandeja y me hundo en el suelo,
tanteando alrededor en busca de mi teléfono. Mis dedos se hunden en el vino
derramado, y hago una mueca ante el desastre. Mirando sobre los asientos, veo
el grupo de tres chicos unas filas más abajo, exactamente al frente de mí y
justo en la línea de la inminente cascada de vino.
Gimo.
Genial.
Una
ligera capa de sudor enfría mi frente, y me levanto, sacando la bufanda de mi
bolso para secarme los dedos. Odio arruinarla, pero no tengo servilletas.
Qué
desastre.
Hasta
aquí llegó lo de escaparme por dos horas.
Busco
alrededor un acomodador con una linterna, estando muy segura que este teatro no
los contrata, en especial a esta hora de la noche, pero la única linterna que
tengo está en mi teléfono, y los pisos están oscuros.
Al
no ver a nadie, tomo mi bufanda y mi bolso y subo a la siguiente fila,
inclinándome y mirando bajo los asientos para ver si puedo ver mi teléfono.
Cuando no encuentro nada. Subo a la siguiente fila y luego a la siguiente, muy
segura de que lo escuché deslizarse. Ya que las filas de asientos están
inclinadas, no pudo haber ido muy lejos. Maldición.
Moviéndome
a la siguiente fila, dejo mis cosas y me arrodillo, mirando bajo las filas a mi
izquierda y derecha, tanteando con las manos. Un par de largas piernas,
cubiertas por jeans están al frente, y alzo la mirada, viendo a un hombre
sentado con los dedos llenos de palomitas a medio camino de su boca. Baja la
mirada hacia mí con las cejas levantadas.
—Lo
siento —susurro, metiendo mi cabello tras mi oreja—. Dejé caer mi bebida y mi
teléfono se deslizo a alguna parte. ¿Le importaría…?
Duda
un momento y luego parpadea, enderezándose.
—Sí,
claro. —Mueve su bandeja a un lado y se levanta, sacando algo de su bolsillo—.
Toma.
Enciende
la linterna de su teléfono y se agacha, iluminando bajo los asientos.
Inmediatamente,
veo mi teléfono bajo el asiento a su lado y lo tomo. Gracias a los cielos.
Ambos nos ponemos de pie, y mis hombros se relajan. No puedo permitirme un
reemplazo ahora. Paso los dedos sobre la pantalla, asegurándome de no sentir
grietas.
—¿Todo
bien? —pregunta.
—Sí,
gracias.
Apaga su linterna y estira
la mano, pasando sus dedos por la parte inferior de mi teléfono, los lleva a su
nariz, oliendo.
—Es…
—Hace una mueca—. ¿Vino?
Bajo
la mirada al suelo, viendo que está de pie sobre la bebida que derrame tres
filas arriba.
—Oh
cielos. —Lo miro—. Lo siento mucho. ¿Está por todas partes?
—No,
no, está bien. —Suelta una risita, y sus labios se curvan más hacia un lado con
su sonrisa, mientras se aparta del desastre—. No sabía que vendían licor aquí.
Agarro
mi bufanda y limpio mi teléfono.
—Oh,
no lo hacen —respondo suavemente, para no perturbar a los otros en la sala—.
Acabo de salir del trabajo. Mi jefa me la dio por… mmm —sacudo la cabeza,
buscando las palabras—, para, eh… celebrar.
—¿Celebrar?
—Shh
—sisea alguien.
Ambos
miramos al tipo una fila atrás y en el extremo derecho, quien nos está
disparando una mirada fulminante de reojo. Ni los avances ni la película han
comenzado todavía, y no estamos en su línea de visión, pero supongo que estamos
molestándolo. Me muevo, de regreso a mi bolso.
El
hombre ayudándome toma su bebida y palomitas y me sigue, y puedo percibir el
ligero aroma de su gel de baño.
—Solo
voy a alejarme del desastre —indica.
Se
sienta un par de sillas a un lado, me mira y luego de regreso a donde estuve
sentada cuando mi teléfono y vino se cayeron.
—Puedes
sentarte. —Apunta el asiento a su lado, probablemente dándose cuenta que
también estoy sola esta noche.
—Gracias
—le dijo—. Solo iré…
No
termino. Retrocedo y tomo mi bolso, dándome la vuelta para ir a mi propio
asiento cuando veo a un tipo y una chica entrar al teatro. Me congelo,
viéndolos girar a la izquierda hacia la fila trasera del otro lado de la sala y
tomar asiento.
Mierda.
Sam McCabe. El único otro
novio que he tenido aparte de Jacob, y hace parecer a Jacob como un príncipe.
Desafortunadamente, todavía le encanta lanzarme indirectas cada vez que tiene
la oportunidad, y no hay forma en el infierno de que vaya a lidiar con él esta
noche.
—¿Estás
bien? —pregunta el tipo de la luz del teléfono cuando no me muevo—. Prometo que
no me propasaré. Eres muy vieja para mí.
Le
disparo una mirada, olvidándome de Sam y la chica por un momento. ¿Demasiado
vieja para él? Observo su más de metro ochenta, la silueta de los músculos
a través de su camiseta, y su abultado brazo derecho con una manga completa de
tatuajes desapareciendo bajo su camiseta. He visto muchos tipos en el bar, y no
se ve como ninguno de diecinueve años que haya conocido. Tiene que tener al
menos, ¿qué? ¿Treinta?
Resopla.
—Estoy
bromeando —señala, su boca se extiende en una amplia sonrisa que hace que mi
rostro caiga un poco—. Si no quieres ver la película sola, eres bienvenida a
sentarte. Es lo único que quise decir.
Muevo
mi mirada a Sam y a quien sea que está con él, pero luego un grupo de chicos de
repente entra por las puertas dobles, haciendo mucho ruido mientras ingresan al
teatro. Veo a Sam apartar la vista de la chica y mirar la conmoción, y me dejo
caer en el asiento al lado del tipo por instinto, sin querer que Sam me viera.
—Gracias
—le digo al tipo a mi lado.
Siento
la presencia de mi ex en el teatro, y los viejos recuerdos regresan, recordando
lo impotente que le permití hacerme sentir en un momento. Solo quiero una noche
en la que no esté pensando en todo.
Me
echo hacia atrás y me relajo, pero entonces miro de reojo, la cercana
proximidad de un tipo que no conozco sentado a mi lado de repente es como una
ardiente hoguera e imposible de ignorar.
Giro
la cabeza, mirándolo con aprensión.
—No
eres un asesino en serie, ¿verdad?
Frunce
su ceño y me mira.
—¿Tú
lo eres?
—Por
lo general son hombres caucásicos y antisociales.
¿Un
hombre apuesto aquí solo? Mmm…
Arquea
una gruesa ceja.
—Y
se ven como una persona normal —añade, con sospecha en su voz mientras me mira
de arriba abajo.
La luz de los avances en la
pantalla se refleja en sus ojos, ninguno de los dos se mueve, pero no puedo
soportarlo más. Suelta una suave risa.
Finalmente
extiendo mi mano hacia él.
—Soy
Isabella. Lamento lo del vino.
—¿Isabella?
—repite, tomando mi mano y estrechándola—. Un nombre inusual para una chica.
—No,
en realidad no. —Me relajo contra el asiento y me cruzo de brazos, levantando
las rodillas y plantando mis zapatos entre los dos asientos vacíos frente a
mí—. Es el nombre del interés romántico de Tom Cruise en Cocktail,
¿recuerdas?
Alza
las cejas con duda.
—¿Cocktail?
—repito—. La película de 1988 sobre las acrobacias del barman.
—Oh,
claro. —Pero tiene esta mirada de inseguridad en sus ojos, y no estoy segura de
que sepa de qué demonios le estoy hablando.
—¿Te
gustan las películas de los 80? —pregunto, apuntando a la película que estamos
por ver en la pantalla.
—Me
gustan las películas de terror —aclara y me ofrece las palomitas—. Esta
es un clásico. ¿A ti?
—Amo
los 80. —Tomo un pequeño puñado y pongo una en mi boca—. Mi novio odia mi gusto
para las películas y la música, pero no puedo resistirme. Vengo aquí cuando
proyectan algo de la década.
Me
siento incomoda con la mención al azar del novio, pero no quiero darle una
impresión equivocada aquí. Miro rápidamente su mano izquierda, afortunadamente
no veo un anillo de bodas. Sería erróneo sentarme aquí con un tipo casado.
Pero
solo me mira a sabiendas.
—¿Breakfast
Club es tu favorita, verdad? —dice—. ¿Y cualquier otra creación de John
Hughes?
—¿Tienes
algo en contra de The Breakfast Club?
—Las
primeras diez veces que la vi, no.
Una
sonrisa estira mis labios. Supongo que la pasan mucho por televisión.
Se
inclina cerca.
—Los
80 fueron la época de los héroes de acción —dice, su profunda voz cerca y
susurrada—. La gente olvida eso. Arma Letal, Duro de Matar, Terminator,
Rambo…
—Jean-Claude
Van Damne —añado.
—Exactamente.
Muerdo
la esquina de mi boca, así no me rio, pero mi estómago se sacude igual, y dejo
salir un resoplido.
Frunce
el ceño.
—¿De
qué te ríes?
—Nada
—respondo rápidamente, asintiendo—. Van Damne. Es un gran actor. Tiene
películas muy relevantes.
Sin
embargo no puedo ocultar la risa de mi rostro, y frunce el ceño sabiendo que
soy una mentirosa.
Justo
entonces escucho una risita desde alguna parte detrás de mí, y giro la cabeza
sobre mi hombro, viendo a Sam alejado de la pantalla e inclinándose hacia la
chica, besándose abiertamente.
—¿Los
conoces? —pregunta el hombre a mi lado.
Niego.
Él no debe saber mis cosas.
Nos
quedamos en silencio, y termino las palomitas en mi mano, dejando caer mi
cabeza hacia atrás mientras miro el techo alto y los antiguos arcos dorados
arriba. Él está sentado a mi lado, e inhalo y exhalo lentamente, a pesar del
golpeteo en mi pecho.
¿Por
qué estoy nerviosa? Es Sam.
No,
ni siquiera estoy pensando en él en este momento.
La
gente habla a nuestro alrededor, esperando que la película empiece, pero no
puedo escuchar lo que están diciendo, y no me importa. Mi piel se siente
cálida.
—Entonces,
¿qué estudian en Doral State? —pregunta.
Le
disparo una mirada de sorpresa. ¿Cómo sabe a dónde voy a la escuela?
Asesino
serial.
Pero
entonces apunta a mi bolso en el suelo, y veo el llavero colgando de este con
el emblema de la universidad grabado.
Oh,
duh.
Me
enderezo.
—Paisajismo
—contesto—. Quiero hacer bonitos los espacios exteriores.
—Eso
es bueno. Trabajo en construcción.
Le
muestro una media sonrisa.
—Entonces, haces bonitos los
espacios interiores.
—No,
en realidad no.
Me
rio ante su tono sombrío como si estuviera muy aburrido de lo que hace.
—Los
hago funcionales —me corrige.
Mueve
sus ojos avellana hacia mí, cálidos y penetrantes, pero entonces su mirada baja
a mi boca por un segundo, y un aleteo llega a mi estómago. Aparta la mirada
rápidamente y bajo los ojos, teniendo dificultades para respirar.
Aclarándome
la garganta, me inclino y saco la caja de donas de mi bolso y las pongo en la
bandeja, moviendo la pequeña bandeja frente a mí y levantando la tapa.
El
dulce aroma golpea mi nariz inmediatamente, y mi estómago gruñe.
Vuelvo
a mirar a la ventana de proyección, preguntándome si la película comenzará
pronto, porque estaba guardándolas para ese momento, pero ahora estoy muerta de
hambre.
Siento
los ojos del tipo sobre mí, y lo miro, explicando el porqué de las donas.
—Es
mi cumpleaños. Adicional al vino, mi jefa me dio el único pastel que pudo
conseguir en un supermercado.
Tomo
una y me recuesto, subiendo mis pies al reposabrazos frente a mí.
—¿Vas
a comerte seis donas? —cuestiona.
Detengo
la dona a unos centímetros de mi boca y lo miro.
—¿Eso
te disgustaría o algo?
—No,
solo me pregunto si obtendré una.
Sonrío
y muevo la caja, indicándole que se sirva.
Toma
la del glaseado sencillo, y no estoy segura si es porque no le gustan las
florituras o solo está tratando de dejarme las que tienen las chispas de
colores, pero, de cualquier forma, me gusta. Nos acomodamos, pero no puedo
evitar echarle una ojeada de vez en cuando.
Su
cabello es castaño claro, y sus ojos se ven azules, verdes o avellana
dependiendo del tipo de luz que los ilumine desde la pantalla. Tiene un poco de
barba en su rostro ovalado, una nariz pulida y mi mirada es atraída a la forma
en que su cincelada mandíbula se flexionaba mientras mastica. Hay unas líneas
muy débiles alrededor de sus ojos, así que puede que tenga más de treinta, pero
podría ser solo por el tiempo de trabajar bajo el sol. Es alto, fuerte,
atlético y bronceado, y sus ojos de repente se mueven a un lado como si
sintiera que lo estoy mirando. Vuelvo a dirigir la mirada al frente.
Demonios.
Eso
está bien, ¿verdad? Es normal encontrar a otras personas atractivas. Eso
sucede. Quiero decir, Scarlett Johansson es atractiva. Eso no quiere decir que
esté interesada en ella.
Mordisqueo
de nuevo mi dona, mi mirada yendo a un lado de nuevo, observando sus brazos y
los múltiples tatuajes. Engranajes y pernos, como el armazón de un robot, un
trabajo tribal que definitivamente dice que fue un chico de los 90, y apenas
puedo ver lo que creo es un reloj de bolsillo que parece que está tratando de romper
su piel. Es como una mezcla sin ningún tema discernible, pero es un trabajo
hermoso. Me pregunto cuál es la historia tras ellos.
Tomo
otro bocado, el glaseado rosa y las chispas arcoíris envían descargas
eléctricas al fondo de mi boca, haciéndome querer meter toda la cosa en mi
boca.
—Sabes,
de verdad me gustaría tener abdominales —comento, masticando—, pero estas están
muy buenas.
Suelta
una carcajada, mirándome y riéndose.
—¿Qué?
—Nada.
Simplemente eres… —Aparta la mirada como si buscara las palabras—. Eres solo,
como, interesante o… ¿algo? —Sacude la cabeza—. Lo siento, no sé qué quiero
decir. —Y entonces de la nada dice—: Linda. —Como si acabara de recordarlo—.
Quiero decir que eres linda.
Mi
estómago da un vuelco, y el calor inunda mis mejillas como si estuviera de
nuevo en quinto año, cuando era un halago tremendo que el chico que te gustaba
te dijera que eras linda. Sé que habla de mi personalidad y no de mi
apariencia, pero me gusta.
Termina
la dona y toma un sorbo de su soda.
—Entonces,
¿qué edad tienes? —pregunta—. ¿Unos veintitrés, veinticuatro?
—Claro,
en un tiempo.
Suelta
una risa.
—Diecinueve
—respondo finalmente.
Toma
aire y suspira, hay algo extraño en su mirada.
—¿Qué?
—Tomo el último mordisco y rozo mis manos entre sí, apoyando e inclinando mi
cabeza contra la silla.
—Ser
tan joven de nuevo —reflexiona—. Parece que fue ayer.
Bueno, ¿qué edad podría
tener? Diecinueve no pudo haber sido hace tanto para él. ¿Diez años? ¿Tal vez
doce?
—Entonces,
¿harías algunas cosas diferentes si pudieras volver? —indago.
Esboza
una tensa sonrisa y me mira, sus ojos serios.
—Déjame
decirte algo… un pequeño consejo, ¿está bien?
Escucho,
mirándolo y con mis ojos fijos en los suyos.
—Avanza
a toda marcha —me dice.
¿Eh?
Debe
ver la confusión en mis ojos porque continúa:
—El
tiempo se pasa como una bala —asegura—, y el miedo te da las excusas que buscas
para no hacer las cosas que sabes que deberías. No dudes de ti misma, no lo
pienses dos veces, no dejes que el miedo te contenga, no seas perezosa,
y no bases tus decisiones en lo felices que harán a otros. Solo hazlo, ¿bien?
Lo
miro, y desafortunadamente, parece que es lo único que puedo hacer. Quiero
sonreír, porque mi corazón está henchido y se siente bien, pero también estoy
llena de algo que no puedo identificar. Es como una docena de emociones
diferentes inundándome a la vez, y lo único que puedo hacer es tomar pequeñas y
superficiales bocanadas de aire.
—Bien
—le susurro.
No
estoy segura si lo que dijo fue lo que quería escuchar o lo que necesitaba
escuchar, pero siento que mis hombros se cuadran un poco más y mi barbilla se
levanta con buena disposición. Por el tiempo que dure, soy un poco más
valiente, y él es mi nuevo héroe.
Observo
mientras saca una pequeña caja y procede a encender un fósforo, la pequeña
llama brilla intensamente. Lo pone en una de las donas, todo el glaseado rosa
que Esme pidió, porque sabe que es mi color favorito, brilla en la luz. Siento
mi corazón calentarse por el gesto.
Bajando
los pies, me inclino hacia adelante, cierro los ojos y pido lo que quiero en mi
cabeza, luego apago la llama.
Sin
embargo, no deseé lo que siempre deseo. Mi mente de repente queda en blanco, y
no estoy recordando todas las cosas que necesito y quiero ahora mismo fuera de
este teatro. Solo lo único en lo que puedo pensar.
Ambos
nos sentamos y nos acomodamos, cada uno con otra dona cuando las luces
finalmente se atenúan, y el sonido envolvente nos golpea desde ambos lados del
teatro.
Durante
los próximos noventa minutos, comemos y reímos, y escondo mi rostro un par de
veces cuando sé que algo está por venir. Salto aquí y allá, y me río de él
cuando lo hace, porque parece avergonzado. Después de un rato, noto que mi
cabeza se inclina hacia él, y él tiene su pie sobre la silla vacía delante de
nosotros con su cabeza inclinada, también, y estamos completamente cómodos. Ni
siquiera se me ha ocurrido mantener una cierta distancia.
No
veo muchas películas con otras personas. No estoy acostumbrada a simplemente
sentarme en silencio con alguien más. Los horarios de Jacob y los míos no
siempre se combinan, mi hermana Cam ya no tiene tiempo libre, y la mayoría de
mis amistades de la escuela secundaria no duraron más allá de la graduación
hace un año. Es agradable pasar el rato.
En
el momento en que se publican los créditos, no estoy segura de recordar gran
parte de la película. Pero no he estado tan relajada en mucho tiempo. Me reí,
sonreí, bromeé y olvidé todo lo que estaba sucediendo allí afuera, y lo
necesitaba. Realmente no quiero volver a casa todavía.
Las
luces comienzan a encenderse y lentamente me siento, llevando mis pies al suelo
mientras trago el nudo en mi garganta y lo miro. Él también se sienta, pero
apenas se encuentra con mis ojos.
De
pie, paso la correa del bolso sobre mi cabeza y recojo mi basura.
—Bueno,
van a dar Poltergeist en unas pocas semanas —dice detrás de mí,
levantándose y llevándose la basura consigo—. Si te veo, me aseguraré de
sentarme en un terreno más alto.
Me
río en voz baja, pensando en el vino. Ambos salimos de la fila y caminamos
hacia las puertas, y noto que Sam y su cita ya no están en sus asientos. Deben
haberse ido ya, pero, a decir verdad, olvidé que estaban aquí hace mucho
tiempo.
Poltergeist. ¿Eso significa que él estará aquí
entonces? ¿Es esta su manera de avisarme despreocupadamente en caso de que
también quiera venir?
Pero
no, sabe que tengo novio.
Sin
embargo, no puedo dejar de pensar que, si por alguna razón Jacob y yo no
pasamos otro mes, ¿vendría al cine entonces, sabiendo que él estaría aquí?
Parpadeo
larga y duramente, sintiéndome culpable mientras camino por el pasillo.
Probablemente estaría aquí. No hay muchos “partidos” en esta ciudad, y me
divertí esta noche. Este tipo es interesante.
Y
apuesto.
Y
con trabajo.
Debería juntarlo con mi
hermana mayor. Cómo ha pasado desapercibido bajo su radar todo este tiempo es
un misterio para mí.
Empujamos
la puerta, los últimos salen del teatro y nos detenemos en el vestíbulo,
tirando toda nuestra basura.
Lo
miro y mi corazón se salta un latido al verlo a la luz más brillante y parado
frente a mí. Ojos avellana. Definitivamente avellana. Pero más verde en el
exterior del iris.
Su
cabello está peinado con poco producto y es lo suficientemente largo como para
pasarle los dedos, dejo caer la mirada a su cuello liso y bronceado. Sin
embargo, no puedo ver si hay una línea de bronceado bajo el cuello de su
camiseta. ¿Es así en todas partes? Una imagen espontánea de él martilleando y
arrastrando madera sin una camisa destella en mi mente y yo…
Cierro
los ojos otra vez, sacudiendo la cabeza. Sí, vaya, está bien.
—Mmm,
será mejor que me vaya —menciono, agarrando la correa de mi bolso—. Espero que
mi novio me esté esperando en el bar para recogerme ahora.
—¿Bar?
—¿Grounders?
—respondo, pensando que probablemente debería conocer el lugar. Es uno de los
únicos tres bares en la ciudad, aunque muchos favorecen a Poor Red's o al club
de striptease por sobre el bar en que trabajo—. Salí un poco temprano esta
noche, inesperadamente, pero es quien me recoge, y no pude ponerme en contacto
con él. Aunque debería estar allí ahora.
Empuja
la puerta para abrirla, sosteniéndola para mí cuando salgo del teatro, y me
sigue.
—Bueno,
espero que hayas tenido un buen cumpleaños, a pesar de tener que trabajar
—dice.
Me
muevo hacia la derecha hacia donde está Grounders, y él se desvía hacia la
izquierda.
—Y
gracias por hacerme compañía —le digo—. Espero no haber arruinado la película
para ti.
Me
mira por un momento, su respiración se vuelve más pesada cuando una mirada
desgarrada cruza su rostro. Finalmente, sacude la cabeza, apartando la mirada.
—No,
en absoluto —asegura.
Pasa un momento de silencio
y, lentamente, ambos nos alejamos un poco más, pero ninguno de los dos da la
espalda.
El
silencio se hace más largo, la distancia más lejana, y finalmente levanta una
mano, dándome una pequeña despedida antes de meter ambas manos en sus bolsillos
traseros.
Se
despide.
—Buenas
noches —dice.
Solo
lo miro fijamente. Sí, buenas noches.
Y
luego me alejo, mi estómago se retuerce más apretadamente.
Ni
siquiera conseguí su nombre. Sería bueno decir “hola” si me encuentro con él de
nuevo.
Sin
embargo, no tengo tiempo para lamentarme porque mi teléfono suena y lo saco del
bolsillo, viendo el nombre de Jacob en la pantalla.
Me
detengo en la acera y respondo:
—Hola,
¿estás en Grounders? —pregunto—. Estoy casi allí.
Sin
embargo, no dice nada, y me detengo, llamándolo por su nombre.
—¿Jacob?
¿Hola, estás ahí?
Nada.
—¿Jacob?
—digo más fuerte.
Pero
la línea está muerta. Voy a llamarlo, pero escucho una voz detrás de mí.
—¿Tu
novio se llama Jacob? —pregunta el hombre del teatro—. ¿Jacob Masen?
Me
giro para verlo caminar lentamente hacia mí.
—Sí
—contesto—. ¿Lo conoces?
Duda
por un momento, como si estuviera aceptando algo, y luego extiende su mano y
finalmente se presenta.
—Soy
Edward. Edward Masen.
¿Masen?
Se
detiene un momento y luego agrega:
—Su
padre.
Mis
pulmones se vacían.
—¿Qué?
—Exhalo.
¿Su
padre?
Mi boca se abre, pero la
cierro de nuevo, mirando a este hombre con nuevos ojos mientras la comprensión
es asimilada.
Jacob
ha hablado de su padre de pasada, sabía que vivía en el área, pero no son
cercanos, por lo que sé. La impresión que tuve del padre de Jacob, por las
breves menciones de su hijo, no coincide con el hombre con el que hablé esta
noche en el teatro. Es agradable.
Y
es fácil hablar con él.
Y
apenas parece lo suficientemente mayor como para tener un hijo de diecinueve
años, por todos los cielos.
—¿Su
padre? —repito en voz alta.
Me
da una sonrisa cortante, y sé que este es un giro de los acontecimientos que
tampoco esperaba.
Después
oigo su celular vibrar en su bolsillo, y lo saca, revisando la pantalla.
—Y
si me está llamando ahora, debe estar en problemas —dice, mirando el teléfono—.
¿Necesitas un aventón?
—¿Un
aventón adónde?
—La estación de policía,
supongo. —Suspira, contesta el teléfono y lidera el camino—. Vámonos.
9 comentarios:
Uf que desilusion que sea justo el papa! Pero esta muy bueno el comienzo. Gracias por la nueva historia. Saludos!
Es una historia atrapante para mí.
Pero que mal que sea el padre.
Qué desilusión para ambos.
En qué estará metido Jacobo.
Gracias por tu TIEMPO!!!!!
Parece k Jake no es muy decente
Papi Ed al rescate
Jacob es un chico problemas, y el papá un papacito 😉😜😍😅 gracias 😘💕
Hola hola nena como siempre se avecina una muy buena adaptación y pinta para tener mucho drama, me atrapados con este capítulo mu guías gracias y te leo en el siguiente
Saludos y besos
Me encanto
Qué desilusión... parece ser que Jacob es una "joyita. Cada cuánto actualizarás?
Qué difícil va estar la relación, porque no vamos a negar que se sintieron atraido por uno por el otro.
Gracias por la historia.
me encanta la historia, una consulta de quien es la historia original???
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