lunes, 28 de enero de 2019

No puedo amarte capitulo 1


Isabella
Él me recogió cuando no tenía otro lugar a donde ir.
Él no me utiliza, me lastima o se olvida de mí. No me trata como si no fuera nada, me subestima o me hace sentir insegura.
Él me recuerda, se ríe conmigo y me mira. Él me escucha, me protege y me ve. Puedo sentir sus ojos sobre mí en la mesa del desayuno, y mi corazón late tan fuerte cuando lo escucho estacionar en la entrada después del trabajo.
Tengo que detener esto. No puede suceder.
Mi hermana me dijo una vez que no hay hombres buenos, y si encuentras uno, él probablemente no esté disponible.
Solo que Edward Masen no es el que no está disponible.
Yo soy.
Edward
La llevé, porque pensé que yo estaba ayudando.
Ella cocinaba algunas comidas y limpiaba un poco. Fue un arreglo fácil.
A medida que pasan los días, sin embargo, se está convirtiendo en algo menos fácil. Debo evitar que mi mente se desvíe hacia ella y dejar de contener la respiración cada vez que me tropiezo con ella en la casa. No puedo tocarla, y no debería desearlo.
Sin embargo, cuanto más encuentro mi camino cruzando el de ella, más se está convirtiendo en parte de mí.
Pero no somos libres de ceder a esto. Ella tiene diecinueve años y yo tengo treinta y ocho.
Y el padre de su novio.
Desafortunadamente, ambos se mudaron a mi casa.
Es un romance independiente y contemporáneo apto para mayores de 18 años.

Capitulo 1

Isabella
No responde. Es la segunda vez que llamo en quince minutos, y también he estado enviando mensajes de texto sin suerte. ¿Pensaba seguir recordando de estar aquí a las dos?

Termino la llamada y miro el reloj sobre la barra, viendo que ya es casi medianoche. Todavía dos horas, antes que mi novio piense que salí del trabajo y que necesito que me recoja.

Y yo que pensaba que tendríamos una sorpresa esta noche, yo saliendo temprano.

Mierda.

Necesito arreglar mi auto. No puedo seguir confiando en él para que me lleve a todos lados.

La música llena el aire a mi alrededor, los clientes ríen a mi derecha y uno de los otros camareros llena el refrigerador con hielo a mi izquierda.

Siento unas punzadas de inquietud en la nuca. Si no responde, entonces está dormido o salió. Ambas cosas podrían significar que se acordará de mí después que sea demasiado tarde. No siempre es poco confiable, pero ésta tampoco sería la primera vez.

Ese es el problema de hacer de tu amigo tu novio, supongo. Todavía piensa que puede salirse con la suya con cualquier cosa.

Saco la camisa y la mochila del gabinete debajo de los grifos y meto el teléfono en mi bolsillo. Me pongo la camisa de franela sobre la blusa, la abotono y meto la parte delantera del dobladillo en mis jeans, tapándome. Me visto un poco sexy para conseguir propinas, pero no voy a salir de aquí de esta manera.

—¿A dónde vas? —pregunta Esme, mirándome mientras saca una cerveza.

Miro a mi jefa, su cabello negro con mechones rubios en la parte superior de su cabeza y una cadena de pequeños corazones tatuados alrededor de su antebrazo.

—Hay una función de medianoche de Evil Dead en The Grand Theatre —contesto mientras cierro el gabinete y deslizo la correa de mi bolso de cuero sobre mi cabeza—. Iré a matar el tiempo y esperaré allí a Jacob.
Termina de servir su cerveza y me mira como si hubiera un millón de cosas que quisiera decir, pero ni siquiera sabe por dónde empezar.

Sí, sí, lo sé.

Desearía que dejara de mirarme así. Hay una buena posibilidad de que Jacob no esté aquí a las dos de la madrugada, considerando que no contesta el teléfono en este momento. Ya lo sé. Podría estar completamente borracho en la casa de algún amigo.

O podría estar en casa durmiendo, con la alarma puesta para venir a buscarme a las dos, y dejó su teléfono en otra habitación. No es probable, pero es posible. Tiene dos horas. Le daré dos horas.

Además, mi hermana está trabajando, y nadie aquí puede irse para llevarme a casa. El trabajo es lento esta noche y me voy temprano porque soy la única sin un hijo que mantener.

Aunque necesito desesperadamente el dinero de la misma manera.
Agarro la correa del bolso sobre mi pecho, sintiendo que debería tener más de dieciocho años.

Bueno, diecinueve ahora, casi olvido qué día es hoy.

Respiro hondo, alejando la preocupación por esta noche. Muchas personas de mi edad luchan por dinero, no pueden pagar facturas, y tienen que conseguir aventones. Sé que es demasiado esperar que a estas alturas ya tuviera todo resuelto, pero sigue siendo embarazoso. Odio parecer incapaz.

Y tampoco puedo culpar a Jacob. Fue mi decisión utilizar lo que quedaba del dinero de mi préstamo estudiantil para ayudarlo a arreglar su auto. Él también ha estado allí para mí. En un momento, fuimos lo único que teníamos.

Girando, Esme deja la cerveza en la barra frente a Grady, uno de los clientes habituales, y toma su dinero, lanzándome otra mirada mientras introduce la venta en la caja registradora.

—No tienes un buen auto —afirma—. Y está oscuro afuera. No puedes caminar al teatro. Los traficantes sexuales solo buscan chicas sexys y jóvenes con cabello rubio y esa mierda.
Resoplo.

—Tienes que dejar de ver películas de Lifetime.

Puede que estemos a poca distancia de algunas ciudades más grandes, y Chicago está a solo unas pocas horas, pero todavía estamos en medio de la nada.
Levanto la partición y salgo de detrás de la barra.
—El teatro está a la vuelta de la esquina —indico—. Llegaré en diez segundos si corro como si estuviera siendo entrenada en la milicia.

Le doy una palmadita en la espalda a Grady mientras me voy, el cabello gris de su cola de caballo se mece mientras se gira para guiñarme un ojo.

—Adiós, niña —se despide.

—Buenas noches.

—Isabella, espera —grita Esme sobre la máquina de discos, y giro mi cabeza para mirarla.

Observo mientras saca una caja del refrigerador junto con una caja de vino de una sola botella y las empuja sobre la barra hacia mí.

—Feliz cumpleaños —dice, sonriéndome como si supiera que pude haber pensado que se olvidó.

Esbozo una sonrisa, levanto la pequeña caja de Krispy Kreme y veo media docena de donas.

—Fue todo lo que pude recoger a toda prisa —explica.

Oye, es pastel. Más o menos. No me estoy quejando.

Cierro la caja y levanto la solapa de mi bolsa de cuero, escondiendo mi botín, vino y todo. Por supuesto, no esperaba que alguien me diera algo, pero aun así es agradable ser recordado. Cam, mi hermana, sin duda me sorprenderá con una linda camisa o sexy par de pendientes, mañana cuando la vea, y mi padre probablemente me llame en algún momento de esta semana.

Sin embargo, Esme sabe cómo hacerme reír. Tengo edad suficiente para trabajar en un bar, pero no tengo edad para beber. Darme un poco de vino que pueda disfrutar fuera del local será mi pequeña aventura de esta noche.

—Gracias —contesto y salto sobre la barra, plantando un beso en su mejilla.

—Cuídate —dice.

Asiento y me doy vuelta, saliendo por la puerta de madera y hacia la acera.

La puerta se cierra tras de mí, la música en el interior ahora es un sordo zumbido, y mi pecho se hunde, liberando la respiración que no sabía que había estado conteniendo.

La quiero, pero desearía que no se preocupara por mí. Me mira como si fuera mi madre y quisiera arreglarlo todo.

Supongo que debería sentirme afortunada al tener una madre como ella.
El bien recibido aire fresco me inunda, el frío de la noche me eriza la piel en los brazos y el fragante aroma de las flores de mayo me recorre la nariz. Echo la cabeza hacia atrás, cierro los ojos y aspiro una bocanada de aire mientras mi largo flequillo me hace cosquillas en la mejilla con la ligera brisa.

Las noches de verano están llegando.

Abro los ojos y miro a la izquierda y luego a la derecha, viendo que las aceras están vacías, pero los autos siguen alineados a ambos lados de la calle. El estacionamiento VFA también está lleno. Su noche de Bingo generalmente se convierte en una escena de bar a esta hora, y parece que los viejos tiempos aún siguen fuerte.

Girando a la izquierda, saco la goma de mi cabello, dejando caer los rizos sueltos, y deslizo la banda alrededor de mi muñeca mientras empiezo a caminar.

La noche se siente bien, a pesar que todavía está un poco helada. Hay mucho licor en cada grieta, filtrándose en mi nariz toda la noche.

Demasiado ruido y demasiados ojos, también.

Aumento el paso, emocionada por desaparecer en el oscuro teatro por un tiempo. Normalmente no voy sola, pero cuando muestran una película de los 80, como Evil Dead, tengo que ir. A Jacob le gustan los efectos especiales y no confía en las películas hechas antes de 1995.

Sonrío, pensando en sus peculiaridades. No sabe lo que se está perdiendo. Los 80 fueron fantásticos. Es toda una década de diversión. No todo tenía que tener un significado o ser profundo.

Es un escape bienvenido, especialmente esta noche.

Al doblar la esquina y llegar a la taquilla, veo que llego unos minutos antes, lo cual es genial. Odio perder los avances al principio.

—Uno, por favor —le digo al cajero.

Saco de mi bolsillo un montón de propinas que hice esta noche y pago los siete con cincuenta por el boleto. No es que tenga dinero de sobra, con el alquiler vencido y un pequeño montón de facturas sobre el escritorio de Jacob y mío, en nuestro apartamento, que todavía no podemos pagar, pero no es como si siete dólares me hicieran rica o me dejaran en la ruina.

Y es mi cumpleaños, entonces…

Al entrar, evito el puesto de venta y me dirijo al siguiente juego de puertas dobles. Solo hay un teatro, y sorprendentemente, este lugar ha sobrevivido durante sesenta años, incluso en el auge de los grandes centros de cine con doce salas construidos en las ciudades circundantes. The Grand tuvo que ser creativo, con proyecciones de medianoche de películas clásicas como esta noche, pero también eventos de disfraces y fiestas privadas. No vengo aquí mucho, con mi horario escolar y de trabajo, pero es un lugar agradable y oscuro en el que te quieres perder por un tiempo. Privado y tranquilo.

Al pasar por las puertas, reviso mi teléfono una vez más para ver que Jacob aún no ha llamado ni enviado mensajes de texto. Silencio el tono y lo vuelvo a deslizar en mi bolsillo.

Algunos anuncios se repiten en la pantalla, pero las luces de la sala todavía están encendidas, y escaneo rápidamente la habitación, viendo a unos pocos solitarios dispersos. También hay una pareja sentada en la fila de atrás a mi derecha, y un pequeño grupo de chicos está en medio; digo jóvenes por el sonido de su risa desconsiderada. De aproximadamente trescientos asientos, doscientos ochenta y cinco todavía están disponibles, y prácticamente puedo elegir.

Bajo cinco o seis filas, encuentro una vacía y me deslizo, tomando asiento en la mitad. Dejo mi bolsa y saco en silencio la caja de vino púrpura, leyendo la etiqueta en la tenue luz.

Merlot. Esperaba que fuera vino blanco, pero estoy segura que Esme necesita deshacerse de estas cosas. Solo lo servimos cuando hay un evento al aire libre y no queremos vidrio afuera.

Descorchándola, olfateo el aroma picante, sin sentir ninguno de los aromas sofisticados que los sommeliers parecen captar del vino. No hay rastro de roble con un “audaz aroma de cerezas dulces” o algo por el estilo. Deslizando mi bandeja frente a mí, aprovecho la fila vacía que tengo delante y doblo las rodillas, colocando mis Chucks en el apoyabrazos entre los asientos vacíos.

Dejando la caja, saco mi teléfono del bolsillo trasero, por si Jacob llama, y lo pongo en la bandeja junto al vino.

Pero, en cambio, se cae de la bandeja. Cae entre mis piernas y al suelo, subo mis rodillas para intentar atraparlo, pero golpean la bandeja y hacen que la caja de vino se derrame en el suelo.

Mi boca se abre y jadeo.

—¡Mierda! —suelto en un suspiro.

¿Qué demonios?

Plantando de nuevo mis pies en el suelo, aparto la bandeja y me hundo en el suelo, tanteando alrededor en busca de mi teléfono. Mis dedos se hunden en el vino derramado, y hago una mueca ante el desastre. Mirando sobre los asientos, veo el grupo de tres chicos unas filas más abajo, exactamente al frente de mí y justo en la línea de la inminente cascada de vino.

Gimo. Genial.

Una ligera capa de sudor enfría mi frente, y me levanto, sacando la bufanda de mi bolso para secarme los dedos. Odio arruinarla, pero no tengo servilletas.

Qué desastre.

Hasta aquí llegó lo de escaparme por dos horas.

Busco alrededor un acomodador con una linterna, estando muy segura que este teatro no los contrata, en especial a esta hora de la noche, pero la única linterna que tengo está en mi teléfono, y los pisos están oscuros.

Al no ver a nadie, tomo mi bufanda y mi bolso y subo a la siguiente fila, inclinándome y mirando bajo los asientos para ver si puedo ver mi teléfono. Cuando no encuentro nada. Subo a la siguiente fila y luego a la siguiente, muy segura de que lo escuché deslizarse. Ya que las filas de asientos están inclinadas, no pudo haber ido muy lejos. Maldición.

Moviéndome a la siguiente fila, dejo mis cosas y me arrodillo, mirando bajo las filas a mi izquierda y derecha, tanteando con las manos. Un par de largas piernas, cubiertas por jeans están al frente, y alzo la mirada, viendo a un hombre sentado con los dedos llenos de palomitas a medio camino de su boca. Baja la mirada hacia mí con las cejas levantadas.

—Lo siento —susurro, metiendo mi cabello tras mi oreja—. Dejé caer mi bebida y mi teléfono se deslizo a alguna parte. ¿Le importaría…?

Duda un momento y luego parpadea, enderezándose.

—Sí, claro. —Mueve su bandeja a un lado y se levanta, sacando algo de su bolsillo—. Toma.

Enciende la linterna de su teléfono y se agacha, iluminando bajo los asientos.

Inmediatamente, veo mi teléfono bajo el asiento a su lado y lo tomo. Gracias a los cielos. Ambos nos ponemos de pie, y mis hombros se relajan. No puedo permitirme un reemplazo ahora. Paso los dedos sobre la pantalla, asegurándome de no sentir grietas.

—¿Todo bien? —pregunta.

—Sí, gracias.

Apaga su linterna y estira la mano, pasando sus dedos por la parte inferior de mi teléfono, los lleva a su nariz, oliendo.
—Es… —Hace una mueca—. ¿Vino?

Bajo la mirada al suelo, viendo que está de pie sobre la bebida que derrame tres filas arriba.

—Oh cielos. —Lo miro—. Lo siento mucho. ¿Está por todas partes?

—No, no, está bien. —Suelta una risita, y sus labios se curvan más hacia un lado con su sonrisa, mientras se aparta del desastre—. No sabía que vendían licor aquí.

Agarro mi bufanda y limpio mi teléfono.

—Oh, no lo hacen —respondo suavemente, para no perturbar a los otros en la sala—. Acabo de salir del trabajo. Mi jefa me la dio por… mmm —sacudo la cabeza, buscando las palabras—, para, eh… celebrar.

—¿Celebrar?

—Shh —sisea alguien.

Ambos miramos al tipo una fila atrás y en el extremo derecho, quien nos está disparando una mirada fulminante de reojo. Ni los avances ni la película han comenzado todavía, y no estamos en su línea de visión, pero supongo que estamos molestándolo. Me muevo, de regreso a mi bolso.

El hombre ayudándome toma su bebida y palomitas y me sigue, y puedo percibir el ligero aroma de su gel de baño.

—Solo voy a alejarme del desastre —indica.

Se sienta un par de sillas a un lado, me mira y luego de regreso a donde estuve sentada cuando mi teléfono y vino se cayeron.

—Puedes sentarte. —Apunta el asiento a su lado, probablemente dándose cuenta que también estoy sola esta noche.

—Gracias —le dijo—. Solo iré…

No termino. Retrocedo y tomo mi bolso, dándome la vuelta para ir a mi propio asiento cuando veo a un tipo y una chica entrar al teatro. Me congelo, viéndolos girar a la izquierda hacia la fila trasera del otro lado de la sala y tomar asiento.
Mierda.

Sam McCabe. El único otro novio que he tenido aparte de Jacob, y hace parecer a Jacob como un príncipe. Desafortunadamente, todavía le encanta lanzarme indirectas cada vez que tiene la oportunidad, y no hay forma en el infierno de que vaya a lidiar con él esta noche.
—¿Estás bien? —pregunta el tipo de la luz del teléfono cuando no me muevo—. Prometo que no me propasaré. Eres muy vieja para mí.

Le disparo una mirada, olvidándome de Sam y la chica por un momento. ¿Demasiado vieja para él? Observo su más de metro ochenta, la silueta de los músculos a través de su camiseta, y su abultado brazo derecho con una manga completa de tatuajes desapareciendo bajo su camiseta. He visto muchos tipos en el bar, y no se ve como ninguno de diecinueve años que haya conocido. Tiene que tener al menos, ¿qué? ¿Treinta?

Resopla.

—Estoy bromeando —señala, su boca se extiende en una amplia sonrisa que hace que mi rostro caiga un poco—. Si no quieres ver la película sola, eres bienvenida a sentarte. Es lo único que quise decir.

Muevo mi mirada a Sam y a quien sea que está con él, pero luego un grupo de chicos de repente entra por las puertas dobles, haciendo mucho ruido mientras ingresan al teatro. Veo a Sam apartar la vista de la chica y mirar la conmoción, y me dejo caer en el asiento al lado del tipo por instinto, sin querer que Sam me viera.

—Gracias —le digo al tipo a mi lado.

Siento la presencia de mi ex en el teatro, y los viejos recuerdos regresan, recordando lo impotente que le permití hacerme sentir en un momento. Solo quiero una noche en la que no esté pensando en todo.

Me echo hacia atrás y me relajo, pero entonces miro de reojo, la cercana proximidad de un tipo que no conozco sentado a mi lado de repente es como una ardiente hoguera e imposible de ignorar.

Giro la cabeza, mirándolo con aprensión.

—No eres un asesino en serie, ¿verdad?

Frunce su ceño y me mira.

—¿Tú lo eres?

—Por lo general son hombres caucásicos y antisociales.

¿Un hombre apuesto aquí solo? Mmm…

Arquea una gruesa ceja.

—Y se ven como una persona normal —añade, con sospecha en su voz mientras me mira de arriba abajo.

La luz de los avances en la pantalla se refleja en sus ojos, ninguno de los dos se mueve, pero no puedo soportarlo más. Suelta una suave risa.
Finalmente extiendo mi mano hacia él.

—Soy Isabella. Lamento lo del vino.

—¿Isabella? —repite, tomando mi mano y estrechándola—. Un nombre inusual para una chica.

—No, en realidad no. —Me relajo contra el asiento y me cruzo de brazos, levantando las rodillas y plantando mis zapatos entre los dos asientos vacíos frente a mí—. Es el nombre del interés romántico de Tom Cruise en Cocktail, ¿recuerdas?

Alza las cejas con duda.

—¿Cocktail? —repito—. La película de 1988 sobre las acrobacias del barman.

—Oh, claro. —Pero tiene esta mirada de inseguridad en sus ojos, y no estoy segura de que sepa de qué demonios le estoy hablando.

—¿Te gustan las películas de los 80? —pregunto, apuntando a la película que estamos por ver en la pantalla.

—Me gustan las películas de terror —aclara y me ofrece las palomitas—. Esta es un clásico. ¿A ti?

—Amo los 80. —Tomo un pequeño puñado y pongo una en mi boca—. Mi novio odia mi gusto para las películas y la música, pero no puedo resistirme. Vengo aquí cuando proyectan algo de la década.

Me siento incomoda con la mención al azar del novio, pero no quiero darle una impresión equivocada aquí. Miro rápidamente su mano izquierda, afortunadamente no veo un anillo de bodas. Sería erróneo sentarme aquí con un tipo casado.

Pero solo me mira a sabiendas.

—¿Breakfast Club es tu favorita, verdad? —dice—. ¿Y cualquier otra creación de John Hughes?

—¿Tienes algo en contra de The Breakfast Club?

—Las primeras diez veces que la vi, no.

Una sonrisa estira mis labios. Supongo que la pasan mucho por televisión.

Se inclina cerca.

—Los 80 fueron la época de los héroes de acción —dice, su profunda voz cerca y susurrada—. La gente olvida eso. Arma Letal, Duro de Matar, Terminator, Rambo…

—Jean-Claude Van Damne —añado.

—Exactamente.
Muerdo la esquina de mi boca, así no me rio, pero mi estómago se sacude igual, y dejo salir un resoplido.

Frunce el ceño.

—¿De qué te ríes?

—Nada —respondo rápidamente, asintiendo—. Van Damne. Es un gran actor. Tiene películas muy relevantes.

Sin embargo no puedo ocultar la risa de mi rostro, y frunce el ceño sabiendo que soy una mentirosa.

Justo entonces escucho una risita desde alguna parte detrás de mí, y giro la cabeza sobre mi hombro, viendo a Sam alejado de la pantalla e inclinándose hacia la chica, besándose abiertamente.

—¿Los conoces? —pregunta el hombre a mi lado.

Niego. Él no debe saber mis cosas.

Nos quedamos en silencio, y termino las palomitas en mi mano, dejando caer mi cabeza hacia atrás mientras miro el techo alto y los antiguos arcos dorados arriba. Él está sentado a mi lado, e inhalo y exhalo lentamente, a pesar del golpeteo en mi pecho.

¿Por qué estoy nerviosa? Es Sam.

No, ni siquiera estoy pensando en él en este momento.

La gente habla a nuestro alrededor, esperando que la película empiece, pero no puedo escuchar lo que están diciendo, y no me importa. Mi piel se siente cálida.
—Entonces, ¿qué estudian en Doral State? —pregunta.

Le disparo una mirada de sorpresa. ¿Cómo sabe a dónde voy a la escuela?

Asesino serial.

Pero entonces apunta a mi bolso en el suelo, y veo el llavero colgando de este con el emblema de la universidad grabado.

Oh, duh.

Me enderezo.

—Paisajismo —contesto—. Quiero hacer bonitos los espacios exteriores.

—Eso es bueno. Trabajo en construcción.

Le muestro una media sonrisa.

—Entonces, haces bonitos los espacios interiores.
—No, en realidad no.

Me rio ante su tono sombrío como si estuviera muy aburrido de lo que hace.

—Los hago funcionales —me corrige.

Mueve sus ojos avellana hacia mí, cálidos y penetrantes, pero entonces su mirada baja a mi boca por un segundo, y un aleteo llega a mi estómago. Aparta la mirada rápidamente y bajo los ojos, teniendo dificultades para respirar.

Aclarándome la garganta, me inclino y saco la caja de donas de mi bolso y las pongo en la bandeja, moviendo la pequeña bandeja frente a mí y levantando la tapa.

El dulce aroma golpea mi nariz inmediatamente, y mi estómago gruñe.

Vuelvo a mirar a la ventana de proyección, preguntándome si la película comenzará pronto, porque estaba guardándolas para ese momento, pero ahora estoy muerta de hambre.

Siento los ojos del tipo sobre mí, y lo miro, explicando el porqué de las donas.

—Es mi cumpleaños. Adicional al vino, mi jefa me dio el único pastel que pudo conseguir en un supermercado.

Tomo una y me recuesto, subiendo mis pies al reposabrazos frente a mí.

—¿Vas a comerte seis donas? —cuestiona.

Detengo la dona a unos centímetros de mi boca y lo miro.

—¿Eso te disgustaría o algo?

—No, solo me pregunto si obtendré una.

Sonrío y muevo la caja, indicándole que se sirva.

Toma la del glaseado sencillo, y no estoy segura si es porque no le gustan las florituras o solo está tratando de dejarme las que tienen las chispas de colores, pero, de cualquier forma, me gusta. Nos acomodamos, pero no puedo evitar echarle una ojeada de vez en cuando.

Su cabello es castaño claro, y sus ojos se ven azules, verdes o avellana dependiendo del tipo de luz que los ilumine desde la pantalla. Tiene un poco de barba en su rostro ovalado, una nariz pulida y mi mirada es atraída a la forma en que su cincelada mandíbula se flexionaba mientras mastica. Hay unas líneas muy débiles alrededor de sus ojos, así que puede que tenga más de treinta, pero podría ser solo por el tiempo de trabajar bajo el sol. Es alto, fuerte, atlético y bronceado, y sus ojos de repente se mueven a un lado como si sintiera que lo estoy mirando. Vuelvo a dirigir la mirada al frente.

Demonios.
Eso está bien, ¿verdad? Es normal encontrar a otras personas atractivas. Eso sucede. Quiero decir, Scarlett Johansson es atractiva. Eso no quiere decir que esté interesada en ella.

Mordisqueo de nuevo mi dona, mi mirada yendo a un lado de nuevo, observando sus brazos y los múltiples tatuajes. Engranajes y pernos, como el armazón de un robot, un trabajo tribal que definitivamente dice que fue un chico de los 90, y apenas puedo ver lo que creo es un reloj de bolsillo que parece que está tratando de romper su piel. Es como una mezcla sin ningún tema discernible, pero es un trabajo hermoso. Me pregunto cuál es la historia tras ellos.

Tomo otro bocado, el glaseado rosa y las chispas arcoíris envían descargas eléctricas al fondo de mi boca, haciéndome querer meter toda la cosa en mi boca.

—Sabes, de verdad me gustaría tener abdominales —comento, masticando—, pero estas están muy buenas.

Suelta una carcajada, mirándome y riéndose.

—¿Qué?

—Nada. Simplemente eres… —Aparta la mirada como si buscara las palabras—. Eres solo, como, interesante o… ¿algo? —Sacude la cabeza—. Lo siento, no sé qué quiero decir. —Y entonces de la nada dice—: Linda. —Como si acabara de recordarlo—. Quiero decir que eres linda.

Mi estómago da un vuelco, y el calor inunda mis mejillas como si estuviera de nuevo en quinto año, cuando era un halago tremendo que el chico que te gustaba te dijera que eras linda. Sé que habla de mi personalidad y no de mi apariencia, pero me gusta.

Termina la dona y toma un sorbo de su soda.

—Entonces, ¿qué edad tienes? —pregunta—. ¿Unos veintitrés, veinticuatro?

—Claro, en un tiempo.

Suelta una risa.

—Diecinueve —respondo finalmente.

Toma aire y suspira, hay algo extraño en su mirada.

—¿Qué? —Tomo el último mordisco y rozo mis manos entre sí, apoyando e inclinando mi cabeza contra la silla.

—Ser tan joven de nuevo —reflexiona—. Parece que fue ayer.

Bueno, ¿qué edad podría tener? Diecinueve no pudo haber sido hace tanto para él. ¿Diez años? ¿Tal vez doce?
—Entonces, ¿harías algunas cosas diferentes si pudieras volver? —indago.

Esboza una tensa sonrisa y me mira, sus ojos serios.

—Déjame decirte algo… un pequeño consejo, ¿está bien?

Escucho, mirándolo y con mis ojos fijos en los suyos.

—Avanza a toda marcha —me dice.

¿Eh?

Debe ver la confusión en mis ojos porque continúa:

—El tiempo se pasa como una bala —asegura—, y el miedo te da las excusas que buscas para no hacer las cosas que sabes que deberías. No dudes de ti misma, no lo pienses dos veces, no dejes que el miedo te contenga, no seas perezosa, y no bases tus decisiones en lo felices que harán a otros. Solo hazlo, ¿bien?
Lo miro, y desafortunadamente, parece que es lo único que puedo hacer. Quiero sonreír, porque mi corazón está henchido y se siente bien, pero también estoy llena de algo que no puedo identificar. Es como una docena de emociones diferentes inundándome a la vez, y lo único que puedo hacer es tomar pequeñas y superficiales bocanadas de aire.

—Bien —le susurro.

No estoy segura si lo que dijo fue lo que quería escuchar o lo que necesitaba escuchar, pero siento que mis hombros se cuadran un poco más y mi barbilla se levanta con buena disposición. Por el tiempo que dure, soy un poco más valiente, y él es mi nuevo héroe.

Observo mientras saca una pequeña caja y procede a encender un fósforo, la pequeña llama brilla intensamente. Lo pone en una de las donas, todo el glaseado rosa que Esme pidió, porque sabe que es mi color favorito, brilla en la luz. Siento mi corazón calentarse por el gesto.

Bajando los pies, me inclino hacia adelante, cierro los ojos y pido lo que quiero en mi cabeza, luego apago la llama.

Sin embargo, no deseé lo que siempre deseo. Mi mente de repente queda en blanco, y no estoy recordando todas las cosas que necesito y quiero ahora mismo fuera de este teatro. Solo lo único en lo que puedo pensar.

Ambos nos sentamos y nos acomodamos, cada uno con otra dona cuando las luces finalmente se atenúan, y el sonido envolvente nos golpea desde ambos lados del teatro.

Durante los próximos noventa minutos, comemos y reímos, y escondo mi rostro un par de veces cuando sé que algo está por venir. Salto aquí y allá, y me río de él cuando lo hace, porque parece avergonzado. Después de un rato, noto que mi cabeza se inclina hacia él, y él tiene su pie sobre la silla vacía delante de nosotros con su cabeza inclinada, también, y estamos completamente cómodos. Ni siquiera se me ha ocurrido mantener una cierta distancia.

No veo muchas películas con otras personas. No estoy acostumbrada a simplemente sentarme en silencio con alguien más. Los horarios de Jacob y los míos no siempre se combinan, mi hermana Cam ya no tiene tiempo libre, y la mayoría de mis amistades de la escuela secundaria no duraron más allá de la graduación hace un año. Es agradable pasar el rato.

En el momento en que se publican los créditos, no estoy segura de recordar gran parte de la película. Pero no he estado tan relajada en mucho tiempo. Me reí, sonreí, bromeé y olvidé todo lo que estaba sucediendo allí afuera, y lo necesitaba. Realmente no quiero volver a casa todavía.

Las luces comienzan a encenderse y lentamente me siento, llevando mis pies al suelo mientras trago el nudo en mi garganta y lo miro. Él también se sienta, pero apenas se encuentra con mis ojos.

De pie, paso la correa del bolso sobre mi cabeza y recojo mi basura.

—Bueno, van a dar Poltergeist en unas pocas semanas —dice detrás de mí, levantándose y llevándose la basura consigo—. Si te veo, me aseguraré de sentarme en un terreno más alto.

Me río en voz baja, pensando en el vino. Ambos salimos de la fila y caminamos hacia las puertas, y noto que Sam y su cita ya no están en sus asientos. Deben haberse ido ya, pero, a decir verdad, olvidé que estaban aquí hace mucho tiempo.
Poltergeist. ¿Eso significa que él estará aquí entonces? ¿Es esta su manera de avisarme despreocupadamente en caso de que también quiera venir?
Pero no, sabe que tengo novio.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar que, si por alguna razón Jacob y yo no pasamos otro mes, ¿vendría al cine entonces, sabiendo que él estaría aquí?
Parpadeo larga y duramente, sintiéndome culpable mientras camino por el pasillo. Probablemente estaría aquí. No hay muchos “partidos” en esta ciudad, y me divertí esta noche. Este tipo es interesante.

Y apuesto.

Y con trabajo.

Debería juntarlo con mi hermana mayor. Cómo ha pasado desapercibido bajo su radar todo este tiempo es un misterio para mí.
Empujamos la puerta, los últimos salen del teatro y nos detenemos en el vestíbulo, tirando toda nuestra basura.

Lo miro y mi corazón se salta un latido al verlo a la luz más brillante y parado frente a mí. Ojos avellana. Definitivamente avellana. Pero más verde en el exterior del iris.

Su cabello está peinado con poco producto y es lo suficientemente largo como para pasarle los dedos, dejo caer la mirada a su cuello liso y bronceado. Sin embargo, no puedo ver si hay una línea de bronceado bajo el cuello de su camiseta. ¿Es así en todas partes? Una imagen espontánea de él martilleando y arrastrando madera sin una camisa destella en mi mente y yo…

Cierro los ojos otra vez, sacudiendo la cabeza. Sí, vaya, está bien.

—Mmm, será mejor que me vaya —menciono, agarrando la correa de mi bolso—. Espero que mi novio me esté esperando en el bar para recogerme ahora.

—¿Bar?

—¿Grounders? —respondo, pensando que probablemente debería conocer el lugar. Es uno de los únicos tres bares en la ciudad, aunque muchos favorecen a Poor Red's o al club de striptease por sobre el bar en que trabajo—. Salí un poco temprano esta noche, inesperadamente, pero es quien me recoge, y no pude ponerme en contacto con él. Aunque debería estar allí ahora.

Empuja la puerta para abrirla, sosteniéndola para mí cuando salgo del teatro, y me sigue.

—Bueno, espero que hayas tenido un buen cumpleaños, a pesar de tener que trabajar —dice.

Me muevo hacia la derecha hacia donde está Grounders, y él se desvía hacia la izquierda.

—Y gracias por hacerme compañía —le digo—. Espero no haber arruinado la película para ti.

Me mira por un momento, su respiración se vuelve más pesada cuando una mirada desgarrada cruza su rostro. Finalmente, sacude la cabeza, apartando la mirada.

—No, en absoluto —asegura.

Pasa un momento de silencio y, lentamente, ambos nos alejamos un poco más, pero ninguno de los dos da la espalda.
El silencio se hace más largo, la distancia más lejana, y finalmente levanta una mano, dándome una pequeña despedida antes de meter ambas manos en sus bolsillos traseros.

Se despide.

—Buenas noches —dice.

Solo lo miro fijamente. Sí, buenas noches.

Y luego me alejo, mi estómago se retuerce más apretadamente.
Ni siquiera conseguí su nombre. Sería bueno decir “hola” si me encuentro con él de nuevo.

Sin embargo, no tengo tiempo para lamentarme porque mi teléfono suena y lo saco del bolsillo, viendo el nombre de Jacob en la pantalla.

Me detengo en la acera y respondo:

—Hola, ¿estás en Grounders? —pregunto—. Estoy casi allí.

Sin embargo, no dice nada, y me detengo, llamándolo por su nombre.

—¿Jacob? ¿Hola, estás ahí?

Nada.

—¿Jacob? —digo más fuerte.

Pero la línea está muerta. Voy a llamarlo, pero escucho una voz detrás de mí.

—¿Tu novio se llama Jacob? —pregunta el hombre del teatro—. ¿Jacob Masen?

Me giro para verlo caminar lentamente hacia mí.

—Sí —contesto—. ¿Lo conoces?

Duda por un momento, como si estuviera aceptando algo, y luego extiende su mano y finalmente se presenta.

—Soy Edward. Edward Masen.

¿Masen?

Se detiene un momento y luego agrega:

—Su padre.

Mis pulmones se vacían.

—¿Qué? —Exhalo.

¿Su padre?

Mi boca se abre, pero la cierro de nuevo, mirando a este hombre con nuevos ojos mientras la comprensión es asimilada.
Jacob ha hablado de su padre de pasada, sabía que vivía en el área, pero no son cercanos, por lo que sé. La impresión que tuve del padre de Jacob, por las breves menciones de su hijo, no coincide con el hombre con el que hablé esta noche en el teatro. Es agradable.

Y es fácil hablar con él.

Y apenas parece lo suficientemente mayor como para tener un hijo de diecinueve años, por todos los cielos.

—¿Su padre? —repito en voz alta.
Me da una sonrisa cortante, y sé que este es un giro de los acontecimientos que tampoco esperaba.

Después oigo su celular vibrar en su bolsillo, y lo saca, revisando la pantalla.

—Y si me está llamando ahora, debe estar en problemas —dice, mirando el teléfono—. ¿Necesitas un aventón?

—¿Un aventón adónde?

—La estación de policía, supongo. —Suspira, contesta el teléfono y lidera el camino—. Vámonos.


***********************************
Hola a todas que les parecio la nueva adaptacion. 

9 comentarios:

carola dijo...

Uf que desilusion que sea justo el papa! Pero esta muy bueno el comienzo. Gracias por la nueva historia. Saludos!

vani dijo...

Es una historia atrapante para mí.
Pero que mal que sea el padre.
Qué desilusión para ambos.
En qué estará metido Jacobo.



Gracias por tu TIEMPO!!!!!

MELANY dijo...

Parece k Jake no es muy decente
Papi Ed al rescate

cari dijo...

Jacob es un chico problemas, y el papá un papacito 😉😜😍😅 gracias 😘💕

Kar dijo...

Hola hola nena como siempre se avecina una muy buena adaptación y pinta para tener mucho drama, me atrapados con este capítulo mu guías gracias y te leo en el siguiente
Saludos y besos

Lorraine dijo...

Me encanto

Anónimo dijo...

Qué desilusión... parece ser que Jacob es una "joyita. Cada cuánto actualizarás?

vani dijo...

Qué difícil va estar la relación, porque no vamos a negar que se sintieron atraido por uno por el otro.
Gracias por la historia.

Kathyta dijo...

me encanta la historia, una consulta de quien es la historia original???

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina