lunes, 12 de septiembre de 2011

SEDUCIR A LA DONCELLA capitulo 20

Capítulo 20

Casi ocho días fueron necesarios para que la droga abandonara el organismo de Edward.
Hubo momentos en que estuvieron a punto de ser vencidos, cuando los temblores y el delirio se hacían tan terribles que Bella llegó a pensar que Edward, que parecía estar al borde de la locura, se desintegraría. Otras veces, él rompía a llorar, hundiéndose en abismos internos tan insondables que ella temía que pudiera no resurgir jamás. 

Ahora, mientras él dormía por primera vez sin pesadillas, Bella contemplaba el amanecer de su noveno día en cautiverio. Por lo menos sabía que lo peor ya había pasado. Lo que no sabía era qué sería de ellos. Y quizás eso (más que cualquier otra cosa) era su mayor temor.

Edward le había hecho imposible albergar cualquier resentimiento hacia él, con sus confesiones de medianoche en las que, con desgarradores detalles, pintaba vividas imágenes de su juventud, de los hermanos y hermanas que había amado y perdido. De los días en que había pensado en acabar con todo el sufrimiento.

Hubo momentos en los que Bella había deseado taparse los oídos y no oír ni una sola palabra dolorosa más, pensar sólo en el hermano que ella había perdido a manos del hombre que ella había llegado a amar.

Sí, lo amaba. Lo amaba con toda el alma, aunque sólo lo admitía para sí en momentos tranquilos, como éste. Él se había deslizado dentro de su corazón y había derribado todas las barreras que la joven había levantado para salvarse ella misma de la desesperación.

Un golpe en la puerta la arrancó de sus pensamientos. Volviendo la cabeza dijo en voz baja:

—Adelante.

De pie en el umbral estaba Tahj con la bandeja del desayuno. Se le veía diferente, parecía estar en paz, de un modo muy parecido a Edward. La joven y el monje se comunicaron en silencio, no hacían falta las palabras entre ellos mientras él caminaba lenta y sigilosamente hacia la mesa, con los pies calzados con sandalias, y disponía allí el contenido de la bandeja.

Cuando él se volvió a mirarla de frente, con las manos entrelazadas delante en pacífico gesto y una expresión solemne en los ojos oscuros, Bella supo que no volvería a verlo.

—Tú, pedazo de... —dijo una voz débil desde la cama, haciendo que ambos se volvieran para encontrarse con Edward sentado, con el cabello revuelto y los párpados hinchados pero con una mirada límpida y directa por primera vez en mucho tiempo.

—Veo que no has perdido tu capacidad de expresión, vajra —murmuró Tahj en tono irónico—. Y si me lo permites, debo decir que tu aspecto recuerda una enorme pila de estiércol de camello.

Una sonrisa pugnaba por curvar las comisuras de los labios de Edward y finalmente el sonido profundo e intenso de su risa retumbó al brotar del pecho. Era maravilloso oírle reír.

—Sí, ¿verdad? Pero me siento estupendamente bien. —Miró a Bella, con expresión tierna—. ¿Crees que estarías dispuesta a afeitarme otra vez?

Ella se cruzó de brazos y dijo en tono estricto:

—Tú tienes dos manos.

Él sacudió la cabeza con un brillo divertido en los ojos.

—No vas a dejarme hacerme el inválido en absoluto, ¿verdad?

—No.

Lanzó un suspiro.

—Bueno, supongo que debería levantarme y hacer algo para empezar a parecer un ser humano otra vez.

Apartando las mantas balanceó las piernas hacia un costado de la cama. El impacto de su presencia deslumbró como la primera vez los sentidos de Bella, que absorbía con la mirada cada centímetro de ese cuerpo que alargó la mano hacia sus pantalones y luego caminó hacia la mesa.

Aunque había perdido peso, su aspecto continuaba siendo extraordinariamente viril y los músculos sobresalían en marcado relieve en el cuerpo más delgado. La avidez con que le había hecho el amor durante los días de confinamiento hizo brotar un doloroso anhelo en el interior de la joven.

¿Qué sucedería ahora que él se había recuperado? La vida que ella había deseado hasta hacía sólo unos pocos meses ya no bastaba para suplir lo que le faltaba internamente.

—Debo despedirme.

Con una humeante taza de café entre las manos, Edward miró a Tahj con el ceño fruncido:

—¿Qué dijiste?

—Me marcho. Es hora de que me vaya.

—¿Irte? —Edward se volvió hacia su amigo y compañero de tanto tiempo, con expresión incrédula—. Pero ya me he acostumbrado a tu irritante presencia. No puedes marcharte ahora.

—Ya no me necesitas.

Bella lamentaba la partida. Entre los dos hombres había un vínculo especial. Si ese lazo se cortaba, la joven temía que Edward se sintiera a la deriva.

—¿Entonces te vas así, sin más? —Asentó con violencia la taza sobre la mesa y un poco del café se derramó—. Pues bien, márchate entonces. Vete al demonio.

—Vas a estar bien sin mí.

En cierta forma, Tahj había sido un bastón para Edward, ayudándole a capear los temporales. Ahora que para Edward habían empezado mejores tiempos, Tahj no iba a darle una excusa para volver a caer.

Apoyó una mano en el hombre de Edward, cruzando la barrera entre mentor y discípulo:

—Has encontrado tu verdadera senda, amigo mío. Ahora debes recorrerla solo. Nunca estaré lejos si me necesitas, pero dudo que sea así —añadió con una mirada en dirección a Bella—. Adiós dulce ángel de la noche —le dijo a ella haciendo una reverencia, y luego volvió a mirar a Edward—. Adiós, vajra. Que tu vida sea una de muchas bendiciones.

Volviéndose en silencio, Tahj desapareció por la puerta.

Edward caminó hasta el umbral y apoyó las palmas sobre la jamba, con la cabeza inclinada. Bella, de pie detrás de él, lo tomó de los brazos y apretó la mejilla contra su espalda. El sonido apagado de la puerta principal que se abrió y se cerró flotó hasta ellos cruzando el corredor.

—Se fue —dijo Edward con voz vacía—. Finalmente logré ahuyentarlo de mi vida.

Con un suave ademán Bella lo hizo volverse hacia ella.

—Tú no lo ahuyentaste de tu vida. Tú has encontrado tu vida. ¿No lo ves? Por eso se marchó.

Él le cogió la muñeca, siguiendo suavemente el recorrido de una vena con el pulgar.

—¿Qué he encontrado, Bella? ¿Qué es lo que me aguarda? ¿Tú lo sabes? Porque te aseguro que yo no lo sé. Todos estos años creí que lo había perdido todo. Me llené de ira a causa de lo que me había sido negado. Y ahora descubro que todas las cosas que intenté dejar en el pasado, las cosas que traté de olvidar siguen ahí. Aún estoy solo.

Bella entrelazó sus dedos con los de él, tomándole la mano.

—No estás solo.

—Nunca estaré curado del todo, sabes... Creo que la necesidad siempre va a estar latente en mí. Tengo miedo de lo que pueda suceder si no soy capaz de controlarla.

—No nos adelantemos a los hechos.

La miró fijamente con ojos que recordaban al turbulento mar de Cornualles.

—¿Por qué, Bella? Podrías tener el hombre que desearas. ¿Por qué querrías estar conmigo?

En ese momento la respuesta se le apareció a Bella en toda su claridad.
—Siempre creí que reconocería instantáneamente al hombre de mi vida y que sería capaz de catalogar todas las razones por las cuales lo amaba. Me imaginaba una especie de cuento de hadas. Pero las cosas no resultaron así.
Edward cerró los ojos ante su confesión y dejó caer sus manos, soltando las de Bella.
—Lo siento.
Capturando una de las manos, la joven la sostuvo contra la mejilla de ella.
—Yo no. Pensé que nunca sería capaz de perdonarte por lo de George. Tal vez creía que no debía hacerlo. Pero cuando vino Tahj a decirme que estabas mal, supe que tenía que ir hacia ti. Nada más me importó. Y durante estos últimos días me di cuenta de qué era lo que en verdad estaba sintiendo, que la necesidad de estar contigo era amor, un amor fuerte y firme.
Dándole la vuelta a la mano, ella le besó la palma.
—Lo que quiero es algo genuino, Edward. El corazón me da un vuelco cada vez que te veo. —Ella apoyó la mano de él sobre su corazón, dejándole sentir la marea de emociones que la inundaba cada vez que estaban juntos—. Mi hermano tenía mucha más visión de lo que yo jamás había imaginado. Él te envió hasta mí.
—Bella... —susurró Edward con voz anhelante, inclinándose para besarla, dejando salir todas sus emociones mientras la apretaba fuerte contra él, rodeándola con sus brazos.
El amor sería el lazo que los mantendría unidos en la calma y en la tempestad.

4 comentarios:

V dijo...

Un capitulo muy cortito, pero verdaderamente hermoso sobretodo las palabras de Bella hacia edward.

joli cullen dijo...

xd q bello

Ligia Rodríguez dijo...

Ay que lindos!!!!! Dios de verdad que fue muy buena!!!

lorenita dijo...

un capítulo hermoso y lleno de amor.....

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina