lunes, 17 de octubre de 2011

La novia robada del highlander capitulo 16

Capítulo 16
Edward permaneció detrás de la puerta de la habitación de Bella, luchando contra el deseo de regresar a la alcoba de la muchacha. ¿Cuándo exactamente había perdido el control de la situación? ¿Había tenido el control realmente para empezar?
Unas fuerzas lo habían llevado hasta ese final, pero cualesquiera que fueran esas fuerzas, se sentía afortunado. Deseaba a Bella más de lo que recordaba haber deseado a ninguna mujer, y no solo físicamente.
No quería herir a Jessica, pero no podía evitar lo inevitable por más tiempo.
—Cristo —masculló cuando se encaminaba por el oscuro pasillo que separaba el ala este del ala oeste. Le consumían los pensamientos de cuál sería la mejor manera de proceder.
—Bastardo —siseó una voz, luego, algo lo golpeó en la nuca, derribándolo al suelo y dejándolo noqueado.
—s–
La mañana siguiente, Bella se encontró despierta al amanecer y observando por la ventana de una manera muy parecida a como lo había hecho la noche anterior.
Basta de vacilar: debía hablar con Edward. Se encaminó fuera de la habitación, y en el largo y bífido pasillo dudó antes de girar a la izquierda. Arrugó el entrecejo cuando vio algo extraño junto a una estatua de mármol, y se inclinó para mirarlo más de cerca.
Agudizó la mirada al tiempo que extendió el brazo y tocó el lugar, girando la mano para ver una mancha roja en la punta de los dedos.
Sangre.
Dio un grito ahogado, mirando la estatua con horror. Edward había sido herido en ese mismo pasillo solo unos días atrás. Bella se dijo a sí misma que no debía sacar conclusiones apresuradas, pero no podría quitarse la sensación nauseosa en su interior hasta que no viese a Edward y supiese que él estaba bien.
Se levantó la falda y corrió por el pasillo. El corazón le latía con fuerza. Sentía los vellos de la nuca erizados. No podía sacarse de encima la sensación de que alguien la estaba observando.
Para cuando llegó al salón principal, estaba sin aliento. Normalmente, había sirvientes correteando por ahí, haciendo los quehaceres diarios. Ahora, no había ni una sola alma presente.
Tal vista le incrementó el miedo.
Bella giró sobre los talones al escuchar una puerta abrirse al final de pasillo. La persona estuvo oculta en las sombras hasta que dio un paso en un área iluminada por la luz del sol que ingresaba a través de la ventana en forma de arco sobre la escalera.
—¡Mike! —gritó con voz de alivio, corriendo hacia él.
Él arrugó el entrecejo y detuvo los pasos.
—¿Isabella? ¿Cuál es el problema? Pareciera que hubieses visto un fantasma.
—Es Edward… Creo que le ha sucedido algo.
—Tu imaginación se está volviendo tu mejor característica, mi muchacha. Probablemente está en la oficina, preparando la guillotina que pretende usar en mí si no me marcho antes del desayuno.
—No —dijo Edward con vehemencia—. Encontré una estatua con sangre en el pasillo en el piso superior.
—¿Sangre? —La sonrisa abandonó el rostro de Mike—. ¿Estás segura?
—Sí. Algo le ha sucedido, puedo sentirlo.
—Estoy seguro de que hay una explicación razonable. Ah, ahí está el sirviente de Edward.
Seguramente él sabrá dónde encontrar al tío. ¡Jamison! —bramó.
Jamison se detuvo en seco y le echó una mirada altanera a Mike.
—¿Sí, señor? ¿Hay algo que pueda hacer por usted?
Mike tiró de Bella para que lo siguiese.
—Claro que sí. ¿Dónde puedo encontrar a tu amo?
—¿Puedo preguntar por qué, señor? —Era evidente que el hombre no confiaba en él.
—No, no puedes, rata impertinente. Solo contesta mi pregunta.
El sirviente enderezó su columna vertebral.
—No he visto al señor esta mañana.
—¿Cuándo fue la última vez que lo viste? —preguntó Bella.
El sirviente giró hacia ella. La expresión se le suavizó ligeramente.
—Ayer por la noche, miladi. Tenía que ir a un lugar, pero no dijo adonde.
—¿Cuándo sucedió eso? —demandó Mike.
—Alrededor de las nueve.
Unos minutos antes de que Edward la hubiera encontrado en el patio.
—¿Nadie lo ha visto desde entonces? —preguntó Bella, con una sensación de pánico creciendo en su interior.
—No lo sé, señorita. Si quiere, lo averiguaré.
—Sí, por favor. Gracias.
Jamison inclinó la cabeza en una reverencia hacia Bella, luego a Mike, de una manera menos cordial, antes de encaminarse a la puerta de servicio.
—Enrevesado hijo de perra —refunfuñó Mike al girar hacia ella—. Pues bien, parece que el rey Manchester tenía planes importantes ayer por la noche y no se los comunicó a nadie.
Quizás bebió mucho alcohol en la taberna local y está durmiendo en algún callejón para quitarse la resaca —bromeó—. O, más probablemente, se golpeó con la estatua. El muchacho nunca ha sido el más astuto de todos.
Bella le miró fijo.
—-Esto es algo serio. Podría estar herido, o algo peor. ¿No te importa? Él es tu hermano.
Medio hermano —enfatizó Mike, como Edward lo había hecho una vez—. Y, no. No estoy particularmente preocupado por lo que le suceda al cabrón. Si recuerdas, él ha solicitado mi inmediata partida. Uno no puede preocuparse cuando está a punto de quedarse sin techo.
—Estaba disgustado, es todo. Estoy segura de que tenía intenciones de decirte que te quedaras esta mañana.
—¿En serio? —Mike enarcó una ceja con descreimiento—. Ahora, ¿qué podría haber causado tal milagroso cambio de opinión, me pregunto? —La mirada en los ojos de Mike le dijo que él sabía que ella tenía algo que ver con la reconsideración de Edward.
—Por favor, debes ayudarme a encontrarlo.
La observó durante un largo momento.
—Realmente te interesas por él, ¿verdad?
—Sí, realmente me interesa —admitió Bella—. Ahora, ¿me ayudarías, por favor?
Mike suspiró sonoramente.
—¿Por dónde deberíamos comenzar?
Bella lo arrastró hacia la escalera.
—Yo empezaré a buscar por el ala este. Tú, en el ala oeste. Obtén la ayuda de todos los sirvientes que puedas. Envía a alguien a ver si el caballo de Edward está en el establo.
—Eres una joya extraña, muchacha, y Edward es un hombre afortunado por tenerte. Solo deseo que algún día pueda encontrar una mujer que se preocupe por mí así.
—La encontrarás. Estoy segura.
Juntos, se encaminaron hacia las escaleras. Estaban a mitad de camino hacia la cima, cuando la puerta principal se abrió de par en par con un golpe repentino. Bella giró, con la esperanza de encontrar a Edward allí.
—Dios santo, ¿qué estás haciendo tú aquí? — demandó Mike en un tono hosco al tiempo que observaba a Jessica Trelawny, quien estaba de pie en medio del pasillo, respirando con dificultad y mirándolos—. ¿Tus hermanos no te han enseñado modales? Aún eres una rebelde insolente.
Bella notó lo pálida que se veía la muchacha y supo que algo había sucedido. Bajó las escaleras corriendo y tomó las frías manos de Megan.
—¿Cuál es el problema? —preguntó Bella con urgencia.
Jessica luchó por recobrar el aliento.
—Edward—logró decir finalmente.
Bella apretó con más fuerza las manos de Megan.
—¿Has visto a Edward? ¿Dónde está? ¿Está bien?
—Sí… Quiero decir, no. Él…
—Por el amor de Dios, mujer, dilo de una vez. —Mike se acercó a Bella—. No tenemos todo el día.
Megan se alejó de Bella y embistió contra Mike.
—¡Eres un cerdo sin corazón!
—Por favor, contrólate —dijo Mike, arrastrando las palabras, y refrenándole con facilidad—. Preferiría que tus garras no arruinasen mi rostro. Algunas mujeres lo encuentran bastante agradable.
Megan luchó para liberarse de Mike, pero no la soltaba.
—El diablo lo encontrará agradable, ya que allí es donde irás por lo que has hecho.
—Jessica, por favor —suplicó Bella con ansiedad—. ¿Sabes dónde está Edward?
Jessica deslizó la iracunda mirada llena de lágrimas hacia Bella.
—Está con mis hermanos.
Mike gruñó.
—Sus hermanos odian a Edward. No quieren que ningún hombre, en especial mi hermano, profane a su adorada hermana. No se pusieron muy contentos cuando su padre los unió en promesa de matrimonio. Tengo suerte de ser el bastardo de la familia, o habría sido sacrificado en ese infierno —rezongó él, indicándole a Jessica que debía retirarse con un ademán del pulgar.
Ella le aplastó los dedos de los pies con el tacón de la bota.
Mike emitió un gruñido y le torció los brazos detrás de la espalda con una mano, y con la otra, le cubrió la boca. Chirridos acallados brotaban a borbotones contra la palma de la mano del hombre.
—Debería haberte dejado el trasero rojo hace años. En caso de que lo hayas olvidado, mi querida, soy el único que no se doblegará ante tus caprichos. Guarda eso para tus hermanos y el mío.
—Mike. —Bella le posó una mano sobre el brazo—. Basta ya con esto. Déjala hablar.
Deliberó durante un momento.
—Está bien, pero si me insulta de nuevo, le arrojaré al foso. —Fulminando a Jessica con la mirada, dijo—: ¿Lo comprendes?
Entrecerró los ojos, pero asintió con un movimiento de cabeza.
—Bien. —Mike le quitó la mano de la boca y se la limpió en los pantalones.
—Edward está en problemas —dijo Jessica—. Mis hermanos lo tienen atado a una silla en el solárium. Le sangra la cabeza.
—De ahí, la estatua ensangrentada —dijo Mike.
Bella giró hacia Jessica.
—¿Qué hará tu hermano si nos presentamos en tu casa?
—No lo sé; nunca antes había visto a Kerry así. Cuando me enteré de lo que había hecho, me escabullí escaleras arriba después de que todos se habían retirado a dormir. Encontré a Edward atado a la silla, con una soga alrededor del pecho. Cuando me acerqué, vi el corte profundo en la nuca y la sangre en el cuello de la camisa. No sabía qué hacer. Me apresuré a desatarlo, pero sabía que no podría ni pensar en moverlo. Entonces, la puerta se abrió de golpe y Kerry estaba allí. Me ordenó que me retirase. Cuando le dije que no me marcharía, dispuso a tres de sus hombres para arrastrarme fuera de allí. Para mi sorpresa, Kerry me encerró en mi habitación bajo llave y no me dejó salir, sin importar cuan fuerte yo gritara o golpeara la puerta.
—¿Cómo lograste salir, entonces? —preguntó Mike, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Me deslicé por una tubería junto a la ventana de mi habitación y corrí por el páramo.
—¿Hay alguna forma de entrar a tu casa sin ser vistos? —preguntó Bella.
Jessica negó con un movimiento de cabeza.
—Los hombres de armas de mi hermano nos verían. Fue pura suerte que no me hayan detenido. El guardia del fondo de la casa estaba ocupado en otros asuntos. —Se sonrojó.
—Pues bien. Iremos por la puerta principal, entonces. Simplemente le tendremos que decir a Kerry que sabemos que tiene a Edward prisionero y que queremos que lo libere. Llevaremos a todos los hombres de Edward, si es necesario.
Mike negó con un movimiento de cabeza.
—Mala idea. Los hombres de las Tierras Altas toman a mal que una legión de soldados se presente a la puerta de sus casas. Significa guerra. No querrías eso. Será mejor que vayamos solos.
Bella abrió la puerta principal y miró hacia la punta del castillo Trelawny, visible por sobre los árboles que separaban una propiedad de la otra.
Mientras esperaban el carruaje que Mike había solicitado, Bella se dio cuenta de que alguien de adentro debía estar involucrado para tomar a Edward desprevenido.
Pero, ¿quién?
Carlisle apareció en la puerta.
—¿Por qué tanta conmoción?
—Ah, tío —entonó Mike—. Aquí estás, justo a tiempo para salvar el día.
Carlisle parpadeó.
—¿Qué?
—Edward ha sido secuestrado por los hermanos Trelawny —le dijo Bella.
Carlisle negó con un movimiento de cabeza.
—No es posible.
El carruaje llegó, y un ágil muchacho saltó del pescante.
—¿Lista para partir, señorita? —preguntó, abriendo la puerta del carruaje para ella.
—Regresaremos pronto —Bella le dijo al tío de Edward, con la esperanza de tener razón.
—Me quedaré aquí en caso de que el muchacho regrese —contestó Carlisle.
Jessica subió junto a Bella, y Mike se sentó frente a ellas, con los brazos cruzados y una expresión nada acogedora en lo absoluto.
Era casi imposible hablar mientras avanzaban a gran velocidad sobre el camino irregular que les hacía rebotar a cada centímetro del sendero. Bella se aferró a una correa sobre la cabeza para mantenerse con vida.
—¡Maldición! Ese muchacho va a matarnos. —Mike protestó al tiempo que salvó a
Megan de caer de bruces sobre su regazo—. ¿No puedes mantenerte en tu sitio, mujer?
Jessica arrugó el entrecejo.
—Supongo que tú podrías hacerlo mejor.
Mike desvió la vista y miró enfurecido por la ventana.
El castillo Highgate era casi tan impresionante como el Gray, pero no tan grande, y la vista al océano estaba bloqueada por el bosque.
El puente levadizo se bajó y los cascos de los caballos repiquetearon sobre los tablones de madera. Al notar el mal estado del puente, Bella contuvo el aliento hasta que entraron al patio interno.
Las macizas puertas principales del castillo se abrieron, y un hombre grande como una montaña con una cabellera de rojo furioso y barba descendió por las escaleras como un toro. Seis hombres vestidos con atuendos de guerra lo seguían detrás.
Mike las ayudó a salir del carruaje, luego se inclinó contra él; se veía indiferente.
—Y aquí está el maldito presuntuoso en persona —suspiró.
—¡Jessica Anne Trelawny! —bramó el hermano.
—Kerry, puedo explicarlo —dijo en un tono aplacado.
Se detuvo frente a ella; tenía el rostro casi tan rojo como el cabello mientras la fulminaba con la mirada.
—Oh, harás mucho más que explicar. ¡Casi nos matas a mí y a los muchachos! —Hizo un ademán a los hombres detrás de él, todos tan grandes como su hermano—. Cuando vi que no estabas en tu habitación y me di cuenta de que te habías escapado por la tubería, hubiera podido asesinarte con mis propias manos. Te podrías haber matado, imbécil.
Por ser una cosa tan pequeña, Jessica tenía un gran carácter. Le dio a su hermano un puñetazo en el pecho.
—No me llames imbécil, bufón cabeza de chorlito. ¡Me encerraste en mi habitación como si fuese una chiquilla que necesita disciplina!
—No permitiré que interfieras en mis asuntos.
—¡Esto me incumbe también a mí!
—Veo que has traído refuerzos, ¿eh? No te servirá de nada. Dejaré libre al tío cuando yo quiera, ni un minuto antes.
—No es una buena idea, Curry —dijo Mike, el sobrenombre provocó un rubicundo rubor en las mejillas del hombre que le quemó una línea por el cuello—. Si los hombres de Edward se enteran de lo que has hecho, llegarán a tu puerta clamando por sangre.
—¿Y tú crees que me asustan? —dijo Kerry con una mueca de desprecio—. No eres un hombre legítimo de las Tierras Altas, con tus modos ingleses tan elegantes. Debería darte vergüenza poner un pie en suelo escocés.
Bella pudo notar por la tensión en los hombros de Mike que el insulto había dado en el blanco, pero el tono de voz del hombre no reveló nada de su ira.
—Tendré eso en consideración. Ahora, si no te molesta, esas damas desean ver a tu cautivo. ¿Si eres tan amable de indicarles el camino?
El señor del clan Trelawny quedó de pie allí, enfadado, calculando con la mirada las medidas de la mortaja de Mike mientras un músculo de la quijada se tensaba. Finalmente, dijo con brusquedad:
—Síganme. —Señaló hacia el castillo con un movimiento de cabeza y se alejó.
Los otros hermanos de Megan los rodearon en un círculo mientras los conducían a través del patio.


2 comentarios:

sory78 dijo...

Pobre Edward.... al final no era Mike el que le pegaba si no un "cuñado" veremos que pasa.

Vianey dijo...

A para hermanos que se carga Jessica, ojala dejen libre a edward pronto.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina