martes, 16 de mayo de 2017

Tomandolo Personalmente Capitulo 2

CAPÍTULO 2





Emmet casi sonrió ante la mirada de indignación en los rasgos de Rosalie. Había estado teniendo dificultades para formar oraciones completas desde que había tomado el control sobre ella y ahora no era la excepción.

Su rostro se enrojeció mientras extendía la mano para tironear su top para bajarlo. Él agarró  sus dos muñecas en una de sus manos, obligándola a detenerse. Todavía tenía su agarre sobre su cabello trenzado, impidiéndole mover la cabeza. Para su diversión y su excitación, incluso sus  pechos se ponían color rosa cuando estaba enfadada. Luchó contra su agarre.


—Podría gritar.

—Es posible. —Encogió uno de sus hombros—. Pero no quieres.

—Tú, arrogante hijodep…

Para callarla de nuevo, volvió su cabeza hacia él y la besó. Luchó contra él en un primer momento  y luego tan agradable como derretida, se volvió flexible, suave, aunque correspondiéndole  el beso con su propia intensidad. Hacía los más lindos pequeños maullidos cuando la besaba, y sabía a menta y fuego femenino.

Esta vez, cuando Emmet rompió el beso y la miró a los ojos, vio su entrega y supo  que había ganado… esta  ronda. Rosalie  se  lamió los  labios, como saboreando su beso.

—¿Quieres que te folle, Rosalie? —Mantuvo su dominio sobre las muñecas, preparándola para el tipo de juego que tenía la intención de continuar luego. Ella dudó, pero luego levantó la barbilla, su temple parpadeó en sus ojos.

—Sí.



—Buena chica. —Lo primero  es  lo primero.  Sin soltar  el pelo y las muñecas, la alzó hasta  una posición de pie, para que los dos estuvieran a caballo sobre el banco—.  Ven aquí, —le ordenó mientra él los alejaba del banco y quedaron de pie en un espacio abierto.

Empujó  hacia abajo su  cabeza y ti de sus  muñecas en la misma dirección, lo que la obligó a arrodillarse delante de él. Luego, mantuvo sus muñecas sobre su cabeza, obligando a sus pechos desnudos a sobresalir.

—Si quieres follar, —dijo, —lo primero que vas a hacer es tomar mi polla en esa descarada boca tuya.

Lo miró  con incredulidad y trató de levantarse, pero él mantuvo la mano totalmente en la cabeza, obligándola a permanecer abajo.

—Emmet... —dijo   en  lo   que  sonó   como  un  ton de  advertencia. La agarró  del pelo y tiró su cabeza hacia atrás de modo que estuviera mirando directamente a él. —Si quieres que te folle, entonces haz lo que te ordeno. Así es como funciona esto, Rosalie.

Ella abrió la boca.  La cerró. La abrió de nuevo.

—Alguien podría entrar.

—Tenemos la habitación reservada  por una hora. Sonrió, sabiendo que ahora la tenía—. Todo es nuestro.

—Pero la puerta no se cierra. Ella levantó la vista hacia el gran reloj en la pared—. Y sólo tenemos otros treinta minutos.

—¿Acaso ese pensamiento no le da emoción? —Su voz era baja y ronca por su necesidad de ella. Ni siquiera pareció darse cuenta de que había dejado ir su cabeza—. ¿El temor de ser atrapado?

Por sus pezones duros y la mirada de lujuria en sus rasgos, él supo que tenía razón. No podía negar que quería lo que él estaba ofreciendo. No estaba obligándola a hacer nada que al final no deseara, si ella insistía en que no quería tener nada que ver con él, dejaría su juego  en un santiamén. Pero había admitido que quería  que él la  follara. Y  ella iba a tener  que ganárselo. Ahora que su mano estaba libre porque había dejado de lado su pelo, se bajó la parte delantera de sus pantalones de gimnasia y expuesto su pene, justo en frente de la cara de Rosalie.

—Eres tan grande... —Trató de tirar las manos fuera del dominio que tenía sobre sus muñecas, pero no se lo permitió. Mantuvo sus brazos en alto sobre su cabeza. Ser su cautiva era parte de lo que había planeado para ella. Por el tono de su voz sin aliento, sin duda era suya.

—Déjame follar tu boca, Rosalie.

Ella dudó, entonces abrió los labios. Emmet contuvo apenas un gemido al sentir el calor de su boca deslizarse sobre la cabeza de su erección. Estuvo cerca de volar su cabeza cuando aplicó una succión profunda y pasó la lengua de lado a lado. Comenzó a mover sus  caderas, teniendo cuidado de no ir demasiado profundo, pero lo suficientemente profundo como para pensar que sus bolas iban a explotar.

Rosalie hizo un pequeño gemido suave cuando comenzó a mamársela en serio. Mierda. Si la dejaba mucho más tiempo, no iba a durar. Se cent en retener su propio placer, sabiendo que todo sería mucho más dulce cuando llegara en su interior. Cuando  la necesidad de llegar estaba  más allá de dolorosa, la obligó a detenerse.

Cuando lo miró, su pecho subía y bajaba con la respiración acelerada, su rostro ruborizado color rosado claro y una fina capa de sudor sobre su piel. La dura ejecutiva de una empresa lo deseaba lo suficiente como para cederle el control a él.

—Fóllame ahora, Emmet. Trató  de levantarse,  pero él  puso  la mano sobre su cabeza para mantenerla abajo.



—Tú no das las órdenes aquí, Rosalie. —Él le tomó el pelo de nuevo y mantuvo el nudo en la parte posterior de su cabeza—. Por primera vez en tu vida, no eres el jefe. Para conseguir meter eso en tu hermosa cabeza, voy a tener que castigarte.

—¿Qué? —Para empezar, Rosalie no podía creer que estuviera permitiéndole a este  hombre mantenerla de rodillas e insistir en que ella chupara su polla antes de que la tomara. Pero ahora él estaba hablando de algún tipo de castigo, ¿como si estuviera en una especie de maldito BDSM?

—¡Oh, no. —Trató de sacudir la cabeza—. Estás  en el bondage y esa mierda, ¿no?

—Lo estás entendiendo.  —Le dio lo que parecía una sonrisa tolerante—. Has estado  luchando a cada paso del camino, y tratando de decirme qué hacer. Voy a girarte sobre mi regazo  y darte la paliza de tu vida.

A pesar  de  que estaban  en un nivel completamente nuevo que no esperaba, y nunca soñó que estaría en el extremo receptor de la misma, su cuerpo ardía, dispuesto a obedecer en lo que él le pidiera. Tenía que venirse tan mal que quería gritar con el poder de su frustración.

—Yo no estoy en el dolor.

Estaba enfadándola  que no la  dejara ponerse de pie, pero al mismo tiempo encendiéndola por tenerla mirando fijamente esa gran polla que tanto quería dentro  de  ella.  Los  ojos  de  Emmet estaban  oscuros,  pero  no amenazantes.

—Para el momento en que esté  listo para follarte, estarás  en el dolor, Rosalie. Superada por él. Envuelta en él y acariciada por él hasta que se sienta tan, tan bueno, tan perfecto, que te correrás en el momento en que yo te diga.

Rosalie se  estremeció  ante  la promesa de sensualidad en su  voz. Al momento siguiente, él la estaba poniendo de pie, sus muñecas aún por encima de su cabeza. El hecho de que sus pechos estaban desnudos y su polla estaba fuera de sus pantalones cortos tuvo el efecto de poner sus rodillas débiles. Toda esta  situación era casi surrealista. Se sentía fuera de sí, en una forma deliciosa, abandonada.

Emmet se sentó en el banquillo que habían dejado antes, y la puso encima de su regazo, sus muñecas clavadas en su espalda tan rápido que su cabeza le daba vueltas. No había tomado aún aliento antes de que él tirara hacia abajo sus pantalones, dejando al descubierto  su piel desnuda, y su mano cayó fuerte en el culo.

—¡Ay! ¡Hijo de puta! —Ella luchó, pero la azotó de nuevo, y dejó escapar otro grito.

—No hagas otro sonido o vas a duplicarte el castigo. —Frotó su mano sobre su culo ardiente y una extraña especie de placer fue directamente a su coño—.  Va a ser tan bueno cuando te folle, Rosalie, que no serás capaz de ver con claridad.

—O de  sentarme,  —murmuró,  y  se  preguntó qué diablos estaba pensando. ¿Iba a seguir con todo esto?

Oh, diablos.  Habían llegado  tan lejos, y estaba tan cerca de tener esa polla gruesa dentro de ella. Ahora mismo estaba  presionando contra su vientre mientras yacía atravesada en su regazo y ella estaba tan mojada que tenía una maldita mancha entre sus muslos.

Apretó los dientes y contuvo otro grito mientras su mano se posaba en su  culo una y otra  vez. Había desaparecido la CEO  que comía hombres poderosos para el desayuno.  En su lugar era una mujer muriendo por hacer cualquier cosa para conseguir ser follada y por alguna estúpida razón, con ganas de complacer al dominante, controlador  hombre que ahora estaba azotándola.



Cuando terminó, su culo escocía tanto que las lágrimas humedecían sus ojos. Ella no lloraba nunca, pero una combinación del dolor y la frustración sexual la hicieron estar realmente cerca de dejar que las lágrimas cayeran.

Le frotó el culo y luego colocó besos en cada uno de sus sensibles globos antes de ayudarla a ponerse de pie.

Rosalie se quedó sin aliento y llena de expectación. Sus pantalones cortos de spandex estaban bajos, alrededor de sus muslos, su camisa por encima de sus pechos, y la polla de Emmet estaba dura y lista.

—Inclínate hacia delante y pon tus  manos en el banco, —le ordenó mientras liberaba sus muñecas.

En este punto, no estaba dispuesta a discutir sobre cualquier cosa. Era difícil de admitir para misma, pero la forma en que había tomado el control desde el principio la tenía totalmente excitada. Puso las manos sobre la mesa y Emmet empujó sus pantalones cortos hasta sus rodillas. Miró a su derecha y vio sus reflejos en el gran espejo de pared y su coño al instante dolía aún más. Verse a misma ya todo desnuda, con el culo rosa, y la erección de Emmet lista para entrar en ella, la hizo marearse. Lo miró mientras sacaba un paquete del bolsillo y en un momento tenía un condón fuera y su polla enfundada.

—No te corras sin mi permiso, Rosalie, le advirtió—. ¿Entiendes?

—Sí, sí, sí. —Ella movió el culo—. Por favor, Emmet.

Sus  ojos se  encontraron en el reflejo y sonrió, una sonrisa carnal, hambrienta,   justo     antes     de     meter     la    polla    en     su     coño. Rosalie no pudo contener el grito que arrancó de sus  labios.  Casi llegó el momento en que la penetraba, estiraba, llenaba. Su núcleo se cerró sobre su polla y tuvo que respirar profundamente, mientras él se quedaba quieto, la ingle          apretada          contra           su           culo          en          llamas. Toda la espera, las burlas, los azotes, todo la había puesto tan al borde que no sabía si iba a ser capaz de detener un orgasmo al momento en que comenzó moverse en ella. ¿Quería incluso detenerlo? ¿Quién era él para decirle…Dio una palmada en su culo y ella gritó.

—No se  te  ocurra correrte, Rosalie. Vas  a ser castigada si lo haces. Sí, claro. ¿Cndo y mo?

Emmet agarró sus  caderas y empe a bombear dentro y fuera de su cuerpo, lentamente al principio, luego más fuerte y más rápido. Golpeó contra ella y cerró los ojos, perdida en las sensaciones.  Le dio una palmada en el culo de nuevo y se quedó sin aliento mientras sus ojos se abrieron de golpe.

—Míranos en el espejo, nena.

Rosalie abrió los labios mientras miraba su reflejo y vio su polla entrando y saliendo de su coño. Él era tan largo, tan grueso, tan grande y era increíble verle follarla. Tenía que llegar al clímax tan mal que pensó que se desmayaría debido a la potencia de la necesidad. Esa sensación de vértigo que él causaba dentro de ella volvió con una venganza, y apenas podía concentrarse en las imágenes de los dos. Le dolía el pecho al respirar tan duro y había roto a sudar en toda regla, como si hubiera tenido  un entrenamiento duro.

Bueno, como si  eso  no fuera en lo que esto   se  había convertido. El pico estaba tan cerca que ella tuvo que luchar para evitar llegar sobre el.
¿Por qué estaba luchando contra él? Porque Emmet le dijo. ¿Por qué importaba lo que Emmet pensaba?

Emmet se dirigió con fuerza.

—¿Qué pasa si alguien entra, Rosalie?

En el momento en que dijo eso, ella se perdió.  La idea de ser vista la lanzó por completo por encima del borde. Gritó y sacudió todo su cuerpo. Su visión nadaba, sus rodillas se doblaron y los brazos no querían sostenerla  ya que había tenido las palmas de las manos apoyadas en el banco. Emmet le impedía caer sujetando sus  caderas mientras seguía follándola.   La aferraba con la fuerza suficiente como para impedirle caer, pero, al mismo tiempo la hacía aún más débil por el poder de los espasmos que sacudían su cuerpo con cada uno de sus empujes.

Su orgasmo no se  detendría. Se sacudía, dejándola casi ciega por el placer y el dolor del mismo. Todo se mezcló hasta que ella fue una bola de sensaciones. Vagamente oyó el grito de Emmet y sintió el pulso de su polla en su núcleo. Se estrelló en su interior sus unas cuantas veces más y Rosalie gritó con cada golpe.

Finalmente se  detuvo y mantuvo la ingle apretada a sus  caderas. A través de su visión borrosa vio su reflejo, estaba enseñando los dientes como un tigre reclamando su territorio. Y ella  era su territorio. Ridículo, pensó mientras  todo  su  cuerpo se  desplomaba.   Emmet   la  ayudó a  ponerse gradualmente de rodillas y apoyó su cabeza sobre sus brazos cruzados en el banquillo,  mientras  trataba  de  regresar  a  sus  sentidos.  Sintió  que él levantaba su tanga, y luego los pantalones  por lo que ya no estaba desnuda de cintura para abajo. Hizo lo mismo con la parte de arriba, bajando su top sobre sus    pechos   para   que   ella   ahora   estuviera   totalmente    cubierta. Rosalie no podía dejar de temblar y su coño siguió haciendo espasmos. No sabía lo que acaba de pasarle, pero quería el número de placa del camión que acaba de pegarle.  O, más probable el número de teléfono del hombre que acababa de poner su mundo al revés.

Cuando log la fuerza necesaria para levantar la cabeza, miró por encima del hombro para ver que Emmet tenía sus  pantalones cortos  levantados y lanzaba algo en el bote  de basura junto a la puerta. Probablemente,  el preservativo.

Volvió a ella y la cogió por los brazos, llevándola a sus pies con el poder y la gracia del tigre que había visto en él cuando llegó a su clímax. Ella apenas podía pararse sobre sus propios pies y finalmente había recuperado su visión, por lo que todo no se veía tan borroso.



El olor del sexo y el sudor era pesado en la habitación y ella estaba muy caliente. Sofocada. Necesitaba una buena ducha fría para traerse de vuelta a la realidad y para apagar las llamas que continuaban corriendo por su cuerpo.

Rosalie  miró a  Emmet cuando le pasó  el brazo por los  hombros para sostenerla,  mientras atravesaban la puerta.  Un hombre estaba parado junto a la puerta cuando la abrió y vio a Emmet deslizarle lo que parecía un billete de veinte.

La mente de Rosalie trató de procesar esa pequeña pieza de información al llegar a su oficina. Lo miró y él tenía su expresión habitual.

Se acabó el tiempo por hoy, Sra. Hale

1 comentario:

Unknown dijo...

ESO fue intenso!! Supongo que Rose volverá por otro día de entrenamiento jajaj.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina