jueves, 15 de marzo de 2018

No esperaba enamorarme de ti capitulo 6


Capitulo 6

Edward
Durante la semana siguiente, fui todas las mañanas a la pequeña biblioteca, pero no encontré ninguna nota esperándome. Traté de convencerme de que no me importaba, que solo había sido una diversión como otra cualquiera, aunque lo cierto era que sí había disfrutado de los libros. Me habían ayudado a pasar varias noches solitarias. Sin embargo, me decepcionaba que Isabella, por lo que parecía, se hubiera cansado de nuestro intercambio. Deduje que todavía podía estar enfadada conmigo. Sabía que me había comportado como un idiota cuando la besé. Me llevé la mano a los labios como si una pequeña parte de ella permaneciera todavía allí. Dios, había sido increíble, mejor incluso de lo que había imaginado. Me había costado mucho alejarme y había soñado con aquel maldito beso cada noche desde entonces. Sin embargo, no iba a repetir la experiencia. Por mucho que quisiera. No iba a tomar algo de ella que no pudiera devolverle… Isabella ya había sido suficientemente puteada en esta vida. Era necesario que me mantuviera alejado de ella, no pensaba darle falsas esperanzas y luego dejarla en la estacada cuando me fuera. Se merecía algo mejor. En cuanto a mí, no quería nada que me conectara a Dennville, Kentucky. Quería marcharme y no mirar nunca atrás… en ningún sentido. No necesitaba mantener contacto con chicas de ojos soñadores que esperaban que les escribiera cartas de amor desde mi habitación en la universidad. Mi idea era besar a un montón de chicas, ahora y después de marcharme, pero ninguna de ellas sería Isabella Swan. Así debía ser.


Salí de la biblioteca y cerré la puerta.

—Hola, Edd —oí mientras caminaba hacia casa con las manos en los bolsillos, porque había sido tan estúpido como para olvidarme los guantes. Era un día muy frío y la nieve de las últimas nevadas todavía cubría el suelo.

Eché un vistazo por encima del hombro y vi a Jessica.

—Hola —la saludé.

Ella sonrió y apretó el paso para alcanzarme. Enlazó su brazo con el mío, apretándose contra mí.

—¡Brrr! ¡Qué frío hace!

Asentí con la cabeza, con ganas de soltarme, pero resistí el impulso. Jessica y yo nos enrollábamos de vez en cuando, cuando a los dos nos apetecía. Ocurría desde que teníamos quince años. Yo no le daba importancia, y estaba seguro de que ella tampoco. A pesar de que parecía que no le gustaba cuando se enteraba de que había estado con otra chica. En secreto, yo esperaba que se echara un novio y pasara de nuestras relaciones esporádicas. Estaban empezando a aburrirme. Pero a Jessica, como a mí, le gustaba no tener ataduras. Además, Jessica cumplía mi otro requisito: no procedía de las montañas. Es decir, era pobre, pero no desesperadamente pobre. No como Isabella. Sentí una opresión en el pecho y apreté los dientes. No quería preocuparme por la supervivencia de nadie más que de mí mismo.

—¿A dónde vas? —pregunté.

Ella me miró a través de las pestañas.

—Bueno, me dirigía a James’s a por un ingrediente que mi abuela se olvidó de comprar para la cena. Pero… —me miró con coquetería— nadie se dará cuenta de cuánto tiempo me lleva.

—Yo voy a casa, Jessica. Mi madre me necesita —mentí.

Su expresión cambió.

—Bueno, entonces está bien. Oye, ¿por qué no vienes después conmigo al instituto a ver la función? Van a representar Cuento de Navidad. —Sonrió. Sabía que a Jessica le gustaba salir de casa cada vez que podía. Vivía con su padre y sus cuatro hermanos. Su madre había muerto cuando ella era pequeña. Describía su casa como un zoológico, pero lo cierto era que a mí no me sonaba mal lo que me contaba. Allí nunca había nadie solo.

—¿Ya es Navidad? —pregunté. Sabía de sobra que lo era, y lo odiaba. Había evitado con éxito el gran temor que solía acosarme en esa época del año gracias a la lectura y los libros que había ido marcándome Isabella, pero ahora no me quedaba más remedio que enfrentarme a la realidad.

Isabella. «Basta ya, Edward. Deja de pensar en Isabella».

Pasé el brazo por los hombros de Jessica y la acerqué más a mi cuerpo. Ella sonrió.

—Hoy es veinticuatro, Edd —comentó—. Las vacaciones empezaron hace dos días…, ¿es que no te has dado cuenta?

Suspiré.

—Lo sabía. Estaba bromeando. —Y lo cierto era que salir después de casa no me parecía nada mal, y siempre se servían unos aperitivos en el descanso. Algunas veces era algo más que galletas y bizcocho. El año pasado, habían ofrecido aquellos rollitos de jamón…

—Sí, vale, iremos a ver la función esta noche. Me parece bien. —Nos detuvimos delante de James’s.

—¡Genial! Mis hermanos también van, así que nos encontraremos allí. —Me apretó con más fuerza—. Y si estás libre después… —Dejó que la idea calara en mi mente antes de soltarme y lanzarme un beso mientras se alejaba.

***

Me encontré con Jessica delante del instituto, con las botas empapadas después de caminar por la nieve. Pisé el suelo con fuerza y moví la cabeza para sacudir la capa blanca que las cubría mientras ella sonreía y fingía que temblaba.

—¡Brrr! —dijo, tirando de su abrigo de lana rojo—. Caliéntame. —Se colgó de mi brazo y se apretó contra mi cuerpo. Su intenso aroma a vainilla inundó mis fosas nasales.

Entramos en el cálido interior del vestíbulo, donde daba ambiente un enorme árbol de Navidad que habían colocado en el centro del espacio. El instituto se volcaba con la obra de navidad. Probablemente, pensé, porque muchos de los padres de Evansly, los que trabajaban en las oficinas de la mina, estaban allí. Al mirar a mi alrededor, vi a varios de ellos, con sus gruesos abrigos, botas y sombreros de piel. Jessica me cogió de la mano y me condujo al interior, a unos asientos vacíos en el medio del auditorio. Había un murmullo de voces, charlas y risas, y allí dentro había una agradable temperatura. De repente, me alegré mucho de haber ido. Me apetecía tomar el refrigerio que se serviría en el intermedio; había sido un mes difícil. Calentar la casa, al menos lo suficiente para poder sobrevivir, se había convertido en una prioridad mayor que comer. Cuando era más joven, solía recoger el carbón que caía por la carretera. Pero era ilegal, por mucho que fuera una vía pública, y no merecía la pena correr el riesgo. Estaba muy cerca de lograr mi objetivo, muy cerca de que todo mi trabajo diera sus frutos. Seguí a Jessica, pasando con rapidez por delante de las personas que ya estaban sentadas en la fila.

Cuando nos sentamos, Jessica se quitó la chaqueta y se reclinó en el respaldo al tiempo que emitía un suspiro relajado agarrándome la mano. La miré… y me topé con los ojos de Isabella, que estaba sentada justo al lado de Jessica. Me estremecí y no pude contener la sonrisa que inundó mi rostro de inmediato.

—Isabella —dije, inclinándome hacia delante. Una especie de sensación de alivio inundó mi pecho, como si llevara demasiado tiempo esperando verla. «¿Es cierto?». Isabella parecía algo afectada, pero no dijo nada mientras sus ojos bajaban desde los míos al punto donde le daba la mano a Jessica. La solté con rapidez, como si me hubieran pillado haciendo algo malo, y Jessica me miró con el ceño fruncido. Luego clavó los ojos en Isabella y de nuevo en mí mientras su ceño se hacía más profundo. Me volvió a agarrar la mano cuando las luces se apagaron. Me acomodé en el asiento con el corazón acelerado. Me sentía incómodo, nervioso, y ni siquiera sabía por qué. Isabella y yo solo éramos amigos… No, ni siquiera eso. De hecho, tampoco era amigo de Jessica. Aunque sin duda había intimado más con ella. Entonces, ¿por qué me sentía como si hubiera hecho algo malo a Isabella? ¿Por qué de repente me sentía culpable y distraído por que estuviera a nuestro lado? ¿Por qué me asaltaba, repentinamente, la necesidad de darle explicaciones?

Comenzó la función y se acallaron los murmullos. Traté de ver a Isabella con el rabillo del ojo, pero ella se había inclinado hacia atrás y Jessica me bloqueaba la vista. La estudié con rapidez cuando un niño se puso a llorar en el pasillo, un poco más adelante, y vi que estaba rígida, mirando al frente.

De repente, Jessica cogió su cazadora y la extendió sobre su regazo como si tuviera frío, colocándola de tal forma que me cubría a mí también. Sentí que movía la mano por mi entrepierna y pegué un respingo. Pasó la palma de la mano por mi polla y luego me la apretó por encima de los vaqueros, sin dejar de mirar al frente, con una sonrisita en los labios. Deslicé los dedos debajo de la cazadora y aparté su mano, poniéndola encima del abrigo. Me miró y arqueó las cejas. Señalé el escenario con la cabeza, aunque no estaba muy seguro de qué estaba indicándole.

Miré a Isabella, que dirigía la cabeza hacia delante, pero me fijé en que había bajado la vista y la tenía clavada en la cazadora de Jessica, en el punto donde nuestras manos se habían movido por debajo de la tela.

Carraspeé y subió los ojos hasta los míos, con los labios entreabiertos. Luego agrandó los ojos y miró de nuevo hacia delante, ignorándome.

Jessica me cogió la mano sobre el abrigo y trazó pequeños círculos en mi piel con el pulgar.

Durante el primer acto de la función, me sentí tenso e incómodo, intentando concentrarme en lo que ocurría en el escenario, pero fue en vano. Era consciente de la presencia de Isabella como si fuera una especie de imán, que no me permitía fijarme en nada que no fuera ella.

Una intensa sensación de alivio me atravesó cuando se encendieron las luces anunciando el intermedio. Me levanté y miré más allá de Jessica, a Isabella, pero ella ya se había dado la vuelta y salía por el otro lado de la fila para dirigirse con la multitud hacia el vestíbulo.

Seguí a las personas que tenía delante hacia el pasillo central, con Jessica pisándome los talones, y miré en todas direcciones, por encima de las cabezas que me precedían mientras fluía con la multitud hacia el vestíbulo.

Jessica me dijo algo, pero no presté atención.

El olor a café y a dulce inundaba el espacio abierto, y Jessica me llevó directamente hacia una mesa.

—¿Tienes hambre? —preguntó.

«Siempre. Pero en este momento no es de comida precisamente, sino de algo… algo que no sé definir».

Asentí moviendo la cabeza y esperé la cola con ella, sin dejar de mirar a mi alrededor.

De repente, se abrió la puerta exterior dejando ver a una mujer con el pelo cubierto de nieve, el vestido mojado, sin cazadora y una banda muy gastada por encima del hombro y de la ropa. Parpadeé y la miré fijamente. «¡Oh, joder!». Era la madre de Isabella. Y parecía una rata ahogada y chiflada. El vestido se ceñía a su cuerpo, mostrando claramente sus fruncidos pezones rosados y un oscuro triángulo de vello púbico. Me dio un vuelco el corazón.

Se estremecía de forma violenta, pero al ver a la multitud, esbozó una cálida sonrisa que iluminó toda su cara al tiempo que enderezaba los hombros. Se deslizó por el vestíbulo, donde todos los presentes se quedaron en un creciente silencio mientras la miraban, con expresión confundida. Algunos niños empezaron a reírse.

Miré a mi alrededor, buscando a Isabella desesperadamente. Necesitaba protegerla de lo que se avecinaba y que me hacía sentir frenético y salvaje.

—Charlie —canturreó la madre de Isabella, moviéndose con rapidez hacia una persona que se encontraba en la parte de atrás del vestíbulo—. Charlie, querido. Lo siento, llego tarde. —Giré la cabeza y primero clavé la vista en Isabella, que se había quedado paralizada con una mirada de horror en su cara, y luego en Charlie Black, el vicepresidente de perforaciones de la mina Tyton Coal y administrador de la beca anual. Apreté los dientes.

«¡Joder! ¡Joder!».

El señor Black estaba mirando a la madre de Isabella mientras se acercaba a él, tenía los ojos muy abiertos con una expresión de horror absoluto.

—Oh, Dios mío… —susurró por lo bajo su esposa, de pie a su lado, mientras cogía la mano de una niña de unos diez años. Su tono era de disgusto.

De repente, la puerta se abrió de nuevo y todo el mundo giró la cabeza mientras entraba una mujer que reconocí como la hermana de Isabella. Estaba tan mojada y se estremecía tanto como su madre, después de haber estado bajo la nieve sin la vestimenta adecuada.

—¡Mamá! Ven aquí —llamó la hermana de Isabella. Yo aproveché ese momento para acercarme a ella lo más rápido que pude.

Isabella soltó una risita avergonzada mientras miraba a su alrededor, como si tratara de actuar tan naturalmente como podía en esa situación horrible, humillante y muy pública.

Noté que alguien me agarraba la mano y tiraba de mí. Cuando miré por encima del hombro, vi que era Jessica. Me liberé al tiempo que negaba con la cabeza y me volví de nuevo hacia Isabella.

La madre de Isabella miró hacia atrás con una sonrisa de confusión en su cara, y al ver a su hija se detuvo.

—Dios mío, Alice, ¿qué estás haciendo aquí? —dijo.

—Mamá, no puedes estar en este lugar —explicó, llegando junto a ella y cogiéndola de la mano. Yo me aproximé a Isabella. Oí que Jessica me llamaba, pero no le hice caso.

—Por supuesto que tengo que estar aquí —dijo—. Es aquí donde está Charlie. ¡ Charlie! —lo llamó de nuevo, tratando de moverse hacia él—. Charlie, cariño, sabía que estarías aquí, por eso he venido…

—Mamá —siseó Alice entre dientes, tirando de ella con más fuerza. Isabella se acercaba también ahora hacia ellas, alejándose de mí. Quise llamarla, pero no quería que nadie se fijara en ella.
Black a mi derecha—. Venga, Sue, salgamos de aquí. Hay una puerta lateral.

Isabella llegó junto a su madre, le agarró el otro brazo y trató de ayudar a Alice mientras esta la arrastraba hacia la puerta principal. Sin embargo, cuando su madre vio que Charlie se alejaba con su familia, trató de alcanzarlo. Alice resbaló y Isabella tropezó con los pies de su hermana y cayó de bruces al suelo, soltando un grito de dolor.

«¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!».

Alice consiguió sujetar a su madre, reteniéndola cuando empezó a gritar.

—¡Charlie! ¡Charlie! —aulló al tiempo que se giraba, golpeando a Alice en la cara, por lo que la hermana de Isabella también gritó.

Me acerqué a Isabella y la agarré por los brazos, levantándola y tirando de ella hacia mí y a un lado, mientras su madre continuaba chillando, llorando y golpeando a Alice. Empecé a dar un paso para ayudarla cuando un par de hombres que reconocí como agentes de policía local, que debían de tener hijos actuando en la representación, se precipitaron hacia delante. Retrocedí y dejé que agarraran a la madre de Isabella. Ella empezó a arañarles al tiempo que llamaba a Charlie a gritos.

Mientras luchaba, se le bajó el vestido por un hombro, exponiendo uno de sus pechos. Aparté la vista.

—Bill, vamos a llevarla en tu coche —dijo uno de los hombres—. Está casi hipotérmica. —El tipo llamado Bill se quitó la chaqueta y la puso sobre los hombros de la madre de Isabella, aunque ella siguió luchando débilmente.

—¿Pueden llevarnos al hospital? —preguntó Alice a uno de los oficiales mientras yo volvía a mirar a Isabella.

—Yo puedo acompañar a Isabella a casa —le dije, pero Isabella no me hizo caso. Sus ojos seguían clavados en Alice y en su madre. Volví la cabeza en su dirección.

Alice me miró mientras los hombres sacaban a su madre del edificio. La expresión de su rostro era de temor mientras cambiaba la vista de su madre a Isabella; evidentemente no estaba segura de si debía dejar a su hermana en mis manos. Cogí la mano de Isabella.

—Iré caminando con ella hasta casa. Me aseguraré de que está a salvo —dije con firmeza. Alice clavó los ojos en Isabella, que asintió con la cabeza.

—De acuerdo. Cuando termine el turno nos vemos en casa —dijo Alice, un poco más relajada. Isabella volvió a asentir con una expresión de tristeza que me estremeció por dentro.

Mientras su madre era arrastrada fuera del edificio, volví a mirar a Isabella. Parecía en estado de shock, con las mejillas brillantes y el cuello lleno de manchas rojas. Tenía los ojos clavados en el frente.

—Isabella —la llamé con suavidad, cogiéndole la mano.

Sus ojos buscaron los míos, y la angustia que vi en ellos hizo que me doliera el pecho con fuerza. Casi me lo froté con la palma de la mano para aliviarlo. Ella parecía perdida, sus ojos se movían lentamente por el vestíbulo, sorprendida de que la mirara la gente mientras hablaba en susurros. Susurros que flotaban en el aire, por encima de la multitud.

«… está loca… Tuvieron un lío hace años… Nunca estuvo bien… Ha empeorado… Qué vergüenza… Ha sido asqueroso…».

Me hubiera gustado cerrarles la boca.

«Isabella no se merece esto».

—Isabella, tengo que avisar a alguien de que me voy y luego te acompaño a casa, ¿vale?

Mientras me miraba, pareció volver a la realidad. Aunque sus ojos reconocieron mis palabras, permaneció en silencio, con la misma expresión de devastación absoluta en la cara.

—De acuerdo —me confirmó.

—Ahora vengo. Espérame aquí. Vuelvo ahora mismo —insistí.

Me di la vuelta para hablar con Jessica. No es que estuviera saliendo con ella, pero consideré que era más decente avisarla. Justo en ese momento oí un portazo. Miré por encima del hombro y vi que Isabella no estaba. «¡Joder!». Busqué con la vista el lugar donde Jessica me miraba expectante. Hice una breve pausa y luego me di la vuelta, corriendo detrás de Isabella.

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Hola a todas que les pareció este capítulo sobre la mama de isabella y sobre la relación de Edward con Jessica nos vemos el sábado con capitulo nuevo muchas gracias por sus coemntarios.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Chuso pobres chicas....
Y cuando no hay dinero es cuando mas problemas parece haber
Que genial el capítulo
Gracias
Saludos de mi lindo Ecuador
Adriu

cari dijo...

GRACIAS 😢 😘❤

beata dijo...

Cuanta pobreza y da asco la gente que se aprovecha de la gente pobre como Charly

nydia dijo...

Pobres chicos...Gracias cielo...

Unknown dijo...

Ma quelle HORROR!!!
:/ si es cierto que el desamor aveces deja mal a alguien sobre todo es aquel que amo de más.
Pobre bella y Alice volverse así por un hombre y no preferir a las hija :/
Ay!!! Ya quiero el próximo capi
Muchas gracias!!!

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
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De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
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