martes, 11 de septiembre de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 34


Isabella

Observé con asombro silencioso como la familia extendida Cullen se reunía, abrazos, besos y tanto charlas como risas salía de la gente de la izquierda, la derecha y el centro. Normalmente, en situaciones como esta, me habría sentido fuera de lugar, pero de alguna manera este increíble grupo de personas me incluyó como si no fuera la gran cosa.

No me importaba lo que pensaran.

Era una gran cosa, para mí.

Habíamos hecho el viaje de media hora para asistir a la pequeña boda que Edward explicó que se celebraría en el club de su primo, el White Rabbit. Nunca había oído hablar del lugar, pero cuando llegamos allí, inmediatamente entendí la apelación.

Lo entendí. Sí.


Jodidamente sexy.

¿Cómo no iba a ser sexy un club temático de Alicia en el país de las Maravillas? Desde el gigante gato Cheshire de bronce, a la caprichosa pintura artística en las paredes, mi pecho golpeaba con pesar por no llevar la cámara buena que Sasha había comprado para Bleeding Hearts. No importaba; saqué mi teléfono y retraté felizmente casi todo lo que estaba a la vista.

Edward me dijo que teníamos que vestirnos elegantes esta noche, y cuando me mandó con Alice a comprar un vestido de noche apropiado, las dos regresamos discutiendo. Todavía no podía justificar gastar cientos de dólares en algo que sólo me pondría una o dos veces.

Hicimos un compromiso al final, comprándome un impresionante vestido negro que costó ciento cincuenta dólares. Era un vestido estilo cóctel, y aunque no era lo que había sido enviada a comprar, pude verme usando este pequeño atuendo una y otra vez, haciendo valer mi dinero totalmente. Cuando llegué a casa y lo modelé para Edward, estuvo de acuerdo en que era encantador.

Él se puso un traje negro, una fresca camisa blanca de lino y una corbata negra. Esme vistió a Vanessa en un vestido de color rosa pálido, un lazo rosa pastel sosteniendo sus rizos juntos. Me senté en el asiento trasero con mi pequeño ángel regordete y no me sorprendió en absoluto cuando se quedó dormida durante el viaje. Era tan relajante ser un pasajero que sentí que podría haberme unido a ella.

Podría parecer extraño celebrar una boda en un miércoles por la noche, pero después de que Edward explicara que sólo iba a ser un pequeño asunto y que el club probablemente sería abierto al público durante los fines de semana, tuvo un poco de sentido.

Llegamos al club, nos estacionamos y caminamos. Edward me llevaba a su lado y sostenía la mano de una soñolienta Vanessa cuando entramos en la fiesta.

Estaba nerviosa por conocer a más de la familia. Pero no debería haberlo estado.

El primo de Edward, Garret, nos recibió en la puerta, agarrando a Edward y lanzándolo en un gran abrazo de hombre antes de retroceder y besarle ambas mejillas. Cuando Garret miró a Vanessa, su rostro cambió. Parecía que al tipo le encantaban los niños. Se puso de rodillas, sonrió y extendió los brazos hacia Nessa. Nessa, reconociendo algo bueno cuando lo veía, no dudó en abrazar al hombre, y él la levantó, besando su mejilla. Cuando Edward nos presentó, podría haberme desmayado.

¿Por qué?, preguntas.

Porque fue algo como esto:

—Ella es Isabella. No tenía hogar. La encontré. Me la voy a quedar. Me ama. Así que nos vamos a casar.

Y yo morí. La vergüenza se filtraba fuera de mí como baba derramándose. Mi hermoso prometido me había hecho, sin saberlo, sonar como una maldita buscadora de oro.

Me atraganté con una carcajada.

—Él no quiso decir eso —le dije a Garret, mis mejillas encendidas.
Garret sonrió, y su único hoyuelo salió a saludar. Nessa lo picó con un pequeño dedo y Garret lo mordisqueó suavemente.
Oh mi señor. Estos hombres Cullen eran impresionantes, todos y cada uno de ellos.

Edward frunció el ceño hacia mí.

—Eso es exactamente lo que quise decir, Ratón.

Miré hacia él, me paré de puntillas, y susurré:

—Tal vez pero no exactamente, cariño. ¿Está bien? Gracias.

Su rostro se suavizó un grado.

—No me avergüenzo de ti, Isabella.

Garret tosió una carcajada antes de venir y envolver su brazo libre alrededor de mis hombros, llevándonos dentro.

—Lo que sea, Isabella. No te estoy juzgando, cariño. Vengan a conocer a la familia.

Vi a Alice y a Emmett hablando con otro hombre que se parecía mucho a Garret, y cuando nos acercamos, el hombre me vio, se separó y vino hacia mí como un toro va hacia un payaso de rodeo, solo que felizmente. Él nos alcanzó, se inclinó un poco, envolvió sus brazos alrededor de mí y me levantó en un abrazo de oso gigante. Chillé mientras me sacudía como una muñeca por un momento, me colocó sobre mis pies y se hizo hacia atrás, sonriendo.

—¡Mujer de Edward! Soy Nahuel, el novio, tipo fresco, primo.

No pude evitar sonreír. Este chico estaba loco.

Lo miré de arriba abajo. Llevaba un sofisticado traje de tres piezas con zapatillas blancas y todavía parecía celestial. Cuando mis ojos llegaron a su rostro y se posaron en su sonrisa, otro hoyuelo Cullen salió a jugar y mi estómago se revolvió. Nahuel puso su brazo alrededor de mí jalándome a su costado, sacudiéndome un poco.

—No seas tímida, cosa pequeña. —Sonrió, y juro que sus dientes brillaron—. Somos familia.
Fue entonces cuando Edward se acercó y Nahuel retrocedió, abriendo sus amplios brazos. Edward sonrió, caminando entre sus brazos. Más abrazos y besos se intercambiaron entonces un grupo de bonitas mujeres apareció, junto con otros dos hombres que eran sexys como el infierno, claro está.

¿Qué diablos le ponen al agua aquí?

Una morena con una gran sonrisa y ojos verdes se adelantó y miró a nuestra hermosa princesita, que ahora descansaba su cabeza sobre el hombro de Garret y chupaba su dedo. Chica inteligente. La mujer sonrió suavemente.

—Hola, cariño. ¿Y tú quién eres?

—Este pequeño ángel es Vanessa. —Garret hizo un gesto con su barbilla hacia Edward—. Edward, esta es mi esposa, Estella. Estella, bebé. Edward, mi primo.

Su rostro se iluminó y su entusiasmo fue completamente genuino. Se acercó y abrazó a un rígido Edward, frotando una mano arriba y abajo de su espalda.

—Oh, vaya. ¡Hola!

Ella se echó hacia atrás y sin una presentación, se adelantó y puso sus brazos alrededor de mí.

—¡Soy Estella!
Escondí mi sorpresa lo mejor que pude y le devolví el abrazo.

—Isabella.

Ella rió en voz baja.

—No. Estella. Con una E.

Le sonreí. Ella era linda.

—Lo sé. Quise decir mi nombre es Isabella.

Jadeó.

—¡Isabella! —Se señaló—. ¡Y Estella! —Miró a su marido con ojos muy abiertos y habló lentamente— Isabella y Estella. Eso es tan genial.

Garret se rió en voz baja y luego se echó a reír, sacudiendo la cabeza. Tina envolvió su brazo alrededor de mí.

—Íbamos a traer a nuestras niñas con nosotros, pero —se encogió—, no conseguimos mucho tiempo a solas. Cuando la madre de Garret se ofreció a cuidar a todos los pequeños —resopló una carcajada—, casi se los lancé.

Su sonrisa se desvaneció, se detuvo a medio paso y su rostro se volvió de dolor.

—Eso sonó terrible. —Sus labios se fruncieron—. Soy una madre horrible.

Yo reí. Era adorable.

—No, eso suena un poco razonable, en realidad.

—¿En serio? —preguntó, verdaderamente preocupada.

Asentí.

—También necesitas tiempo para ti.

Ella me sonrió antes de girarse hacia Garret, quien estaba mirando a su hermano y de mala gana entregándole a Nessa a Nahuel. Ella se fue de buena gana y Nahuel fingió comer sus mejillas regordetas. Dios, estos hombres estaban destruyendo mis ovarios, un dulce acto a la vez. Ella sonrió y se rió a través de la succión de su pulgar. Tina me dijo:

—Dios mío, es hermosa, Isabella.

Sonreí, empujando hacia abajo el hecho que no tenía derecho a sentirme orgullosa de Nessa.

—Lo sé. Y creo que ella también lo hace.
Tina rodó sus ojos.

—Oh, lo sé. Las niñas saben jugar con sus papás. Y sólo empeora a medida que crecen, confía en mí.

Mentalmente tomé nota.

Estella me llevó hacia las otras mujeres, quienes me sonrieron.

—Ella es Isabella. Es la esposa del primo de Garret.

Otra morena habló, pero su cabeza tenía un tinte de rojo en ella y sus ojos verdes eran los más brillantes que jamás hubiera visto.

—¿Cuál primo?

—Edward —le dije, y luego añadí—. Y no estamos casados. No todavía de todos modos.

El rostro de Estella se aflojó.

—¡Oh! Lo siento. Solo lo asumí.

Lo descarté con una sonrisa.

—Está bien. De verdad. Vanessa es la hija de Edward.

Un hombre de piel aceitunada pronunció:

—Soy Benjamin. —Jaló a su costado a una mujer bajita con el cabello castaño chocolate y grandes ojos marrones—. Y esta es mi Tia.

La morena de cabello castaño rojizo sonrió.

—Soy Charlotte. —Ella señaló el alto hombre rubio ceniciento meciendo una sexy sombra—. Y ese es mi esposo, Alec. —Levantó la mano y señaló a la hermosa mujer rubia junto a ella—. Ella es Jane. —Se inclinó hacia delante y simuló susurrar—: Es nuestra lesbiana residente.

Me atraganté con una risa cuando Jane me guiñó un ojo.

—Hola. Encantada de conocerlos a todos.

Ésta era la recepción de una boda, ¿cierto?, pregunté con cautela:

—¿Dónde está la novia?

Charlotte rodó los ojos.

—Reneesme, mi hermana. Nahuel la embarazó. Solo tiene algunos meses así que ya sabes. —Solo que no lo sabía. Mi expresión confundida debe haberme delatado, porque sus cejas se levantaron y sonrió antes de explicar—. Está en el cuarto de baño, vomitando.

Estella sonrió feliz luego se encogió de hombros.

—Nos sucede hasta a las mejores, ¿cierto?

Nahuel se acercó con Nessa, y todas las chicas hicieron ruidos cursis mientras él hablaba.

—Dile a Reneesme que la dejo. —Puso su mejilla en la cabeza de Vanessa y la niña sonrió alrededor del pulgar que estaba chupando. Nahuel suspiró luego sonrió—. Hay otra mujer en mi vida.

Jane parpadeó a la niña.

—¿Mira esas pestañas?

Charlotte sonrió.

—¿Y ese cabello rizado?

Lola se adelantó y pasó sus dedos por la mejilla de Nessa.

—Oh, Dios mío, es malditamente adorable. —Me miró con un gesto arrugado—. Estoy enamorada.

Pero Nessa parpadeó hacia Alec de apariencia dura, sonriendo fuertemente. Charlotte chasqueó su lengua.

—Por supuesto elige que le guste el más grande hijo de puta en el grupo.
Probablemente le recuerda a su papá, pensé.

Nessa se inclinó hacia adelante, estirando sus brazos hacia Alec. Entonces él sonrió y su rostro se transformó. Era asombrosamente atractivo. Se acercó y la tomó de los brazos de Nahuel. Él se echó hacia atrás para mirarla mientras ella apoyaba la cabeza en su hombro. Su voz era baja y áspera.

—Es porque tiene buen gusto.

Entrecerré los ojos hacia ella.

—No se me ha escapado que solo va con hombres. —Me volví hacia Estella—. ¿Solo empeora a medida que crecen? —Estella asintió solemnemente. Resoplé dejando salir un suspiro—. Mierda. Voy a tener que vigilarla con ojo de halcón.

Las chicas se rieron mientras los hombres sonrieron y entonces alguien envolvió sus brazos alrededor de mí. No tuve que mirar. Me hundí en él y sonreí, colocando una mano sobre la suya en mi cintura. Estella anunció felizmente:

—Este es el primo Edward.

—Hola —murmuró detrás de mí.

Algunos saludos se intercambiaron antes de que Tina suspirara con satisfacción, su rostro volviéndose suave.

—Se ven bien juntos.

Edward dijo un divertido:

—Yo también lo creo. Gracias.

Una joven con largo cabello castaño oscuro y ojos verdes salió de la nada. Llevaba un elegante vestido de boda con encaje de color blanco que mostraba su pequeña panza.

—Uf, lo siento, chicos. —Suspiró con cansancio, pero parecía ridículamente feliz—. Estúpido Nahuel y su poderoso esperma.

Estella se rió entre dientes.
—Reneesme, estos son Edward y Isabella. Edward es primo de Nahuel.

La novia se volvió hacia nosotros.

—Vaya, hola. No conocemos a muchos del otro lado de la familia. Es bueno que pudieran estar aquí. —Sonrió amablemente mientras Nahuel ponía sus brazos alrededor de ella y besaba su cabeza—. Muchas gracias por haber venido.

Nahuel explicó:

—Mi padre y el padre de Edward eran hermanos. —Le sonrió a Edward—. ¿Recuerdas la mierda en la que solíamos meternos?

Edward negó con la cabeza.

—No. Pero sí recuerdo la mierda en que solían meterse y me culpaban a mí.

El grupo de personas se echó a reír y Nahuel se encogió de hombros.

—Eso es porque eras un blanco fácil, hermano.

Garret negó con la cabeza.

—Nah. Solo es que tú eras un idiota.

—Sí. —Nahuel infló el pecho—. Estúpidamente impresionante.

Me reí para mis adentros. Estos chicos eran geniales.

Después de todo el alboroto, no lo admitiría, pero me alegraba de haber venido. Fue agradable oír hablar sobre Edward entre los familiares que, obviamente, lo amaban.

Emmett y Alice paseaban y Alice me entregó una copa. La tomé con gratitud y Nahuel hizo un gesto con la barbilla hacia Emmett.

—Edward casándose. Alice tiene a Jasper envuelto alrededor de su dedo meñique. —Estuve segura que fui la única persona que notó que la expresión Alice se volvió amarga, pero Nahuel continuó—. ¿Cuándo vas establecerte, Emmett?

Emmett sonrió con picardía.

—¿Quién sabe, hombre? —Hizo una pausa antes de añadir un tanto críptico—. Nunca se sabe lo que está escrito en las estrellas.

Garret le dio un codazo Emmett.

—Sí. ¿Quién sabe? —Le sonrió a su primo—. Incluso Emmett podría encontrar a una mujer que aguantara su ancho culo.

Estella se burló.

—Disculpe, señor, pero recuerdo conocerte y eras el mayor hijo de puta que hubiera conocido. —Nos miró y lanzó un sincero—: Casi me meo del miedo. Era tan frío. Me asustaba.

Garret jaló a su esposa hacia él y la apretó con fuerza.

—Sí, bueno, tuve que conocerte para descongelarme, bebé.
Nawww.

Eran estúpidamente lindos. Como que los amaba.

Alice se aclaró la garganta y forzó una sonrisa.

—No sé sobre el matrimonio. Es tan... final. —Trató de encogerse, pero vi la tristeza en su demacrado rostro.

Maldito Jasper. ¿Qué le estaba haciendo? Iba a retorcerle el maldito cuello.

Alice suspiró.

—Vaya. Suenas como yo. —Jaló a Alice y enlazó su brazo con el de ella, sonriendo todo el tiempo—. Ven acá. Acabas de convertirte en mi nueva mejor amiga.

La conversación fluyó sin esfuerzo durante toda la noche y mis mejillas empezaron a doler de lo mucho que estaba sonriendo y riendo. Me sentía a gusto con esta gente. Eran buenas personas, mujeres que habían conocido a sus compañeros, y hombres quienes habían aprendido a amar.

Me aferré a Edward e imaginé dónde estaría si no lo hubiera conocido. Un fuerte escalofrío bajó por mi espalda y mi estómago se anudó incómodamente.

La idea era demasiado dolorosa para considerarla.

Llegamos a casa después de la boda de Nahuel y Reneesme justo pasada la una de la mañana y lo curioso fue que al final no quería irme. Me lo estaba pasando genial con las chicas y Tina me había invitado a su boutique para hacer algunas compras. Prometió que el noventa por ciento de sus prendas tenía un precio razonable, con el otro diez por ciento siendo totalmente exorbitante porque era enviado desde Italia.

Las chicas eran adorables y no podía recordar la última vez que conecté con un grupo de personas tan pronto como lo había hecho con ellos. Prometí ir con Alice y echar un vistazo a la Boutique de Safira.

¿Mañana era demasiado pronto?

Dicen que todo lo bueno se termina, y yo estaba preocupada de que se acercara el final para lo nuestro.

Sucedió tres días después, cuando acababa de entrar en la casa y oí a Edward soltar un rugido animal desde la cocina. Mi corazón se aceleró y me apresuré a encontrarlo.

Lo encontré inclinado contra la mesa de la cocina con su ropa deportiva, con aspecto de querer partir algo por la mitad.

—Cariño —pregunté con cautela—. ¿Qué sucede?

Fue entonces cuando noté un trozo de papel arrugado en su mano. Respiraba tan pesado que su pecho se sacudía. Di otro paso cauteloso hacia adelante, apoyando una mano en su espalda.

—¿Bebé?

Cerró los ojos y escupió:

—Eleazar Denai quiere la custodia de Vanessa. —Suspiró fuertemente—. Me llevará a los tribunales.

Fruncí el ceño.

—¿Con qué pruebas?

Edward gruñó:
—No lo sé, Isabella, mierda. ¿Cuándo van a dejarme en paz?
Intenté no tomarme de forma personal su enfado. Sabía que no estaba enojado conmigo, después de todo.

—Iré contigo —le dije, sin tono de pregunta.

Edward sacudió la cabeza.

—No. Iré solo.

No quería ser la voz de la razón, pero si yo no lo hacía, ¿entonces quién?

—Cariño, sabes cómo te pones cuando estás enojado. Puedes enloquecer un poco —dije con calma—. Déjame ir. No diré nada. Sólo déjame estar ahí para ti.

Sí, claro, seamos honestos. Me asustaba que Edward fuera a matar al imbécil.

Me paré detrás de él y apoyé mis manos en sus caderas, inclinándome contra su cuerpo, besando su espalda.

—Déjame ir, amor. Por favor. Me mantendré al margen, lo prometo.
Se volvió en mis brazos y me miró fijamente.

—No te quiero al margen. Te quiero aquí, a salvo, con Vanessa.

Parpadeé.

—Pero si esto me pasara a mí, ¿me dejarías ir sola?

Frunció el ceño.

—Por supuesto que no.

—Y por eso es que voy contigo.

Aunque a Edward no le gustó, accedió, e hicimos una parada rápida en casa de Alice donde Edward llamó a Emmett, y entonces nos dirigimos a la residencia Denali.

Me daba pena el idiota.

Eleazar Denali abrió la puerta, y tuve que admitir que no se veía como me lo imaginaba. Me imaginaba a un tipo bajo, regordete con cabello oscuro, y quizás barba. En realidad era un tipo alto y delgado, con cabello gris canoso, una nariz rígida, ojos oscuros y fríos, y una expresión de disgusto permanente.

Eleazar nos hizo pasar sin decir nada y le dijo a su aparentemente muda mujer, Vera, que trajera café. Ella se fue sin decir nada e Eleazar hizo una mueca.

—Así que has recibido la carta.

Edward estaba demasiado tenso para sentarse. En cambio, se quedó de pie a mi lado, y yo me senté en un sofá de cuero.

—Sí. Quiero saber qué diablos estás pensando Eleazar, porque no tendrás a mi hija. Pasé dos duros años sin ella, y que se caiga el cielo antes de que renuncie a ella ahora.

Eleazar estudió a Edward.

—Has cambiado —dijo—. Hay algo distinto en ti. No puedo encontrar qué es. Estás… —frunció el ceño— sereno o algo así.

Edward gruñó:

—Dime lo que quieres.

Observé con cuidado a ambos hombres. Tenía gas pimienta en mi bolso y no tenía miedo de usarlo. Yo no era una flor delicada cuando se trataba de mis seres queridos.

Eleazar bufó.

—No tienes nada que yo quiera, Cullen. Ya no.

Edward apretó los dientes.

—No vas a conseguir un centavo de mí. Ya no más.

El hombre mayor enrojeció.

—Mi hija ha muerto, imbécil. La dejaste embarazada y luego decidiste que no la querías. Ella te amaba. Por supuesto que se deprimió. lidió con tu crueldad durante años antes de terminar quitándose la vida.

Inspiró hondo y soltó un:

—Y es todo tu culpa. —Se enderezó y ajustó tu corbata—. Eres tóxico. Vanessa estará mejor sin ti. Nosotros la amamos.

Edward tragó, con la mandíbula dura.

—Piensa en lo que estás haciendo. Podría ser lo último que te pase por la cabeza en tu vida.

Eleazar sonrió malévolamente.

—¿Es eso una amenaza, Cullen?

Edward respondió con tranquilidad.

—No es una amenaza. Los accidentes ocurren.

Eleazar se puso de pie cuando su mujer entró con café en una bandeja.

—Se ve que ya no tenemos nada por discutir. Por favor váyanse.

Me puse de pie y tomé la mano de Edward mientras él le decía:

—Nos vemos en los juzgados.

Nos volvimos, y la mano de Edward se aferró a la mía de forma dolorosa. Justo cuando íbamos a abrir la puerta, se abrió con violencia y Tanya apareció. Parecía estar en una misión y no tenía tiempo de decir hola. Entró como si fuera la dueña del lugar y con una sonrisa juguetona, murmuró:

—Madre. —Miró a su padre y no pudo ocultar el disgusto—. Donante de esperma inconsecuente.

Y allí estaba, nuestro diminuto ángel de la venganza. Dicen que lo bueno viene en envase pequeño. Estábamos a punto de presenciar lo cierto que hay en ese dicho.

Eleazar se tensó.

—Te dije que nunca volvieras.

Tanya bufó.

—Como si lo fuera a hacer voluntariamente. Por favor viejo. —Sonrió maliciosamente—. Vine por Edward.

Eleazar movió la cabeza.

—Entonces llévatelo. Hemos acabado.

Miré con sorpresa que Tanya se reía.

—Realmente eres otra cosa. —Caminó hacia el sofá y se sentó—. Tú no quieres a Vanessa. Sólo estás molesto porque tu niña de oro se ha ido. Y lo entiendo. También la extraño, pero lo que estás haciendo, es un asco.
Se sentó derecha y miró a Eleazar a los ojos.

—¿Quieres jugar sucio, papá? —Sonrió como la Mona Lisa—. Quizás deberías revisar tus defensas; buscar una palanca. —El rostro de Eleazar se oscureció.

La sonrisa de Tanya se desvaneció y fue sustituida por preocupación fingida.

—Sin embargo, tu búsqueda será probablemente inútil. —Sacudió la cabeza con inquietud—. Ya que muchos ladrones están fuera estos días.

Es una pena, de verdad.

La cara de Eleazar palideció mientras susurraba:

—¿Qué has hecho, Tanya?

Tanya se puso de pie.

—Te voy a decir lo que he hecho. He hecho cuatro copias de ese libro de contabilidad. —Hizo una pausa momentánea—. Puede tener el original de regreso, pero si quieres seguir adelante con esta batalla por la custodia de una niña que no quieres —su voz bajo una nota—, voy a ventilar todos tus trapos sucios, todos. Cada cadena de noticias conocerá los pormenores de Zakon.

Su padre se adelantó y parecía que estaba listo para atacar, pero se contuvo.

—Vas a matarme.

Ella se encogió de hombros.

—Así que vas a ser un mártir de la causa.

No estaba segura de lo que estaba viendo fuera correcto, pero la frente de Eleazar comenzó a brillar con sudor mientras se ahogaba.

—Vas a morir.

Tanya cruzó los brazos sobre el pecho.
—Sí, ya pensé en eso. Mira, sí me pasa algo, he dado instrucciones estrictas para entregar una copia del libro al FBI. Las otras tres copias... —se veía tan satisfecha de sí misma cuando suspiró—, ¿quién sabe a dónde van a ir a parar?

Eleazar parecía a punto de gritar.

Tanya se inclinó hacia delante y murmuro:

—Por cierto, ¿mamá sabe que tú eras el que le suministraba a Irina la metanfetamina?

Al oír el grito sofocado de su madre, Tanya se volvió hacia nosotros, encogiéndose.

—Mierda. —Ella habló a través de un lado de su boca—. Eso es difícil.
Un espeso silencio nos envolvió. Nos quedamos allí, empapados en como Tanya Denali simplemente había tratado a su padre. Finalmente, aplaudió y dijo:

—Muy bien, así que ahora nosotros nos vamos, y tú nunca nos volverás a ver. Nunca. Si incluso tratas de buscar la manera de estar con Nessa, voy a aplastarte como el puto insecto que eres, desgraciado, resentido.
Su dura expresión vaciló un momento para revelar una profunda tristeza.

—Te amé una vez. —Se volvió hacia su madre—. Tienes que dejarlo, ma. Es una locura —advirtió a su mamá—. ¡Sal mientras puedas!

Los puños de Eleazar estaban apretados y pronuncio con los dientes comprimidos:

—Tú, irrespetuosa puta.

Tanya lo ignoró, sin dejar de mirar a su madre.

—Llámame si me necesitas. Te apoyaré en lo que quieras. —Sonrió ante la tranquila mujer mayor que ahora tenía lágrimas en los ojos—. Te quiero mamá. Siempre lo he hecho. Siempre lo haré.

Giró sobre sus talones y nos indicó con un gesto que nos fuéramos.

—Vamos. Vámonos.

Tanya nos llevó a nuestro coche y murmuró:

—Vayan. Nos encontraremos en casa de Alice.

Edward no se detuvo a hacer preguntas.

Subimos al coche y nos dirigimos allí.

Tanya y Alice nos estaban esperando cuando nos bajamos del coche. Extendí mis brazos.

—¿Qué demonios fue eso?

Alice se volvió a Tanya y le dio un codazo en el hombro.

—Eso es lo que tú llamas tener un juego.

Edward se acercó con cautela.

—Por favor, dime que no era un farol.

Tanya le sonrió.

—No. Alice tiene una copia, y lo mismo ocurre con Emmett. Mi abogado tiene una, y la última copia del libro de contabilidad está en un lugar secreto. —Suspiró—. Papá estará realmente jodido si se mete contigo otra vez.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿Por qué me estás ayudando?

Tanya miró hacia el suelo antes de hablar en voz baja.

—Tú dijiste que una vez fuimos como una familia. Y en una familia cuidan unos de otros. —Hizo una pausa—. Siempre me sentí más en casa aquí que allí.

Luego Edward hizo algo extraño.

Dio un paso adelante, envolvió sus brazos alrededor de Tanya, y la abrazó. Y no se trataba de un abrazo corto. Duró un minuto entero, por lo menos. Tanya se apoyó en él, alcanzando y agarrando su chaqueta con fuerza mientras aceptó la rara muestra de afecto de un hombre que rara vez las daba.

Me paralicé, sonriendo como una loca.

Él se echó hacia atrás y tomó su mejilla.

—Gracias, Tanya. Estoy en deuda contigo.

Pero ella negó con la cabeza.

—No me debe nada. Sólo deseo que Vanessa sea feliz, y ella es feliz aquí.

Eso era ella, un pequeño bebé.

Me asaltó un pensamiento.

—¿Estamos seguros de que Eleazar prestará atención a la advertencia? Él es tan arrogante. No parece el tipo que se preocupa de una amenaza.

Tanya levantó la frente.

—Oh, la escuchará. —Se rió entre dientes—. Le envié un correo electrónico con una copia de los documentos sólo para que supiera que no estoy jugando.

—Whoa —declaré—. Tanya, eres una maldita bastarda hija de puta —le sonreí en agradecimiento—, y eso me gusta. Buena suerte para ti.

Entonces Nas nos interrumpió:

—Tanya va a estar aquí por un tiempo, sólo hasta que vuelva recuperarse.

Tanya palideció.

—A menos que tú no quieras que lo haga.

Edward respondió con sinceridad:

—Quédate todo el tiempo que quieras. Tenemos mucho espacio.

Alice le dio un codazo a Tanya y le susurró:

—Pregúntale.

Tanya arrugó las cejas y negó con la cabeza discretamente.

Alice puso los ojos en blanco.

—Sólo pregúntale.

—¿Preguntarme qué? —inquirió Edward.

Tanya negó con la cabeza, mirándolo ligeramente avergonzada.

—No es importante.

Alice suspiró ruidosamente.

—Te das cuenta de que está cortada oficialmente, ¿verdad? —Edward asintió, pero se encogió de hombros.

Alice murmuró incómodamente:

—Necesita un trabajo, ya sabes, para vivir.

Edward miró a Tanya.

—¿Puedes servir bebidas?

—No lo sé. Nunca lo he intentado —respondió ella.

¡Ooh! ¡Ooh!

Levanté la mano como un niño de primer grado, sin moléstame en ocultar mi emoción.
—Yo puedo enseñarle. —Miré a Tanya con una sonrisa—. Yo te puedo enseñar. —Me encogí de hombros—. Si yo pude aprender, tú también puedes. Yo era terrible cuando empecé.

Alice inclinó la cabeza, medio riéndose ante el recuerdo.

—Realmente lo eras.

Me indigné.

—¡Oye!

Se volvió hacia Tanya y se encogió de hombros.

—Ella lo era en realidad.

Edward asintió.

—Está bien, está decidido entonces. Vas a trabajar en el club.

Los hombros de Tanya se desplomaron de alivio y dejó escapar un sincero "Gracias".

Edward se limitó a responder:

—Somos familia. Cuidamos los unos de los otros.

Oh, hombre, así es como conseguirás una chica esta noche.


5 comentarios:

TataXOXO dijo...

Me encanta que Tanya se haya portado de esa forma, que haya ahuyentado alnidiota y que toda la familia de Edward sea taaaaan bonita ;)
Besos gigantes!!!
XOXO

cari dijo...

X fin alguien pone en su lugar a ese viejo hdp q solo sabe molestar ojala ya deje a Edward vivir en paz con su bebe q bueno q tienen a Tania de su lado, gracias ❤😘💕

Kar dijo...

Hola hola Annel parece que por ahora hay tranquilidad en el paraíso de Bella y Edward, va viento en popa el negocio y se van a casar, veamos como siguen las cosas
Gracias por el capítulo
Saludos y besos

Unknown dijo...

Muy buena acción la de Tanya. Maldito bastardo, Eleazar sólo quiere joderle la vida a Edward.

Anónimo dijo...

tanya es mi nueva idolaaaaaaaaa
me encantaaaaa
pateo en las bolas al idiota de su padre
me encanto que hiciera eso por ed
que hiciera eso por su sobrina nessie
que fuera leal por su querida familia

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina