Isabella
La
primera noche de Tanya salió a pedir de boca. Era una natural, y gracias a que
teníamos el mismo tamaño, fue capaz de llevar el traje de Caperucita Roja que Zafrina
había comprado para mí. Le dije a Zafrina que hiciera otro pedido de trajes de
mi talla, pero diferentes a los que ya tenía. Zafrina me dijo que tardarían un
par de días, pero que estaba bien. No me importaba compartir con Tanya hasta
entonces.
Cuando
fui a hablarle sobre el coqueteo sutil, me di cuenta de que ya lo estaba
haciendo.
Cuando pensé
en hablarle de las botellas con mezcla de la casa, llenas de té helado, Tanya
ya se había dado cuenta.
Y cuando
la vi inclinándose sobre la barra para colocar un beso en la mejilla de un gran
gastador, estaba un poco molesta. Estaba claro que no era necesario.
Las
chicas en el escenario estaban bailando una canción de Rihanna "Bitch
Better Have My Money", y yo estaba hipnotizada. Balanceaban sus caderas
con delicadeza, sus pechos ocultos detrás de pasteles espumosos, y sus
expresiones eran sensuales. Realmente eran bellezas, nuestras Doce Diamantes.
A mitad
de la noche, me volví a encontrar a mi hermano sentado en el bar justo enfrente
de mí, con una ligera sonrisa. Chillé sorprendida y luego me lancé sobre la
barra para envolver mis brazos alrededor de él. Me reí en su oído:
—¿Cuánto
tiempo has estado ahí mirándome observar la nada?
Él me
devolvió el abrazo y luego me besó en la mejilla.
—Sólo un
minuto. —Se retiró y comenzó—: ¿Puedo h…?
Pero se
detuvo a media frase, perdiendo su enfoque cuando su mirada se posó en Tanya.
Su ceño se frunció.
—¿Quién
es?
Me volví
un segundo para ver a Tanya y luego me volví hacia él.
—Tanya Denali.
Es nueva. Comenzó esta noche. Ella es una amiga de la familia.
Pero James
estaba perdido en ella. Escondí mi sonrisa. Negó con la cabeza ligeramente
antes de comenzar de nuevo.
—¿Puedo
hablar contigo un minuto?
Miré la
barra. Había un montón de gente esperando, e incluso con Alice, Tanya, Rosalie
y yo, la cola no disminuía. Hice una mueca.
—¿Hay
alguna posibilidad de que puedas esperar cinco minutos, justo hasta que ayude
con esta multitud?
James me
sonrió, y creó haber jurado orgullo allí.
—Tomate
el tiempo que necesites. Puedo esperar.
Esperó
diez minutos sin pestañear, y finalmente, cuando la multitud se desvaneció un
poco, le hice una seña a Alice para que supiera que iba a tomarme un descanso.
Ella me guiñó un ojo y caminé alrededor de la barra, pasando mi brazo a través
del de James, y dirigiéndonos al único espacio libre en el club.
—¿Qué
pasa?
Vaciló, y
cuando empezó a hablar, era cauteloso.
—Así que,
sabes que Phil era rico, ¿verdad?
Pensé en
esto, entonces me encogí de hombros.
—No lo
sabía, no.
¿Qué
tenía eso que ver conmigo?
James
asintió.
—Lo era.
Y tengo su herencia.
Levanté
la vista hacia él.
—Deberías
de tenerla.
Sacudió
la cabeza.
—Pero yo
no soy su único hijo. Tú también eres su hija. Y quiero compartirla contigo.
Oh.
Entendí. Se sentía en la obligación.
Mi corazón
se hinchó y me calentó con felicidad. Le sonreí, tocando su mejilla con
cicatrices.
—Eres
dulce, James, pero no. No la quiero.
Me tomó
la mano contra su mejilla y la apretó.
—Demasiado
tarde, Isabell. Ya está en tu cuenta bancaria.
Me
aparté, frunciendo la frente.
—¿Qué?
James se
aferró a mi mano, negándose a dejarla ir.
—Hablé
con Edward la semana pasada. Estuvo de acuerdo en que podías usar el dinero, y
la libertad que este tipo de dinero trae. Él quiere que te establezcas, y yo
también. —Su agarre en mi mano se suavizó—. Él era un padre de mierda, Isabella.
El dinero no lo es todo, pero por lo menos nos debía eso.
Bueno. Él
quería que yo tuviera el dinero y era inflexible acerca de eso.
—¿De
cuánto dinero estamos hablando aquí? —le pregunté en voz baja.
Haciendo
señas con los dedos, me indicó que acercara. Acerqué mi cabeza y susurró una
cifra en mi oído.
Mis ojos
se abrieron, di un salto hacia atrás con un jadeo, empujándolo en el pecho.
—¡No me
jodas! —Mi boca estaba abierta y mi cabeza daba vueltas—. Oh Dios mío.
¡Cállate!
El cuerpo
de James se sacudió de risa silenciosa.
—Sí.
Mi mente
era un desastre. Eso era más dinero del que una persona podría gastar en toda
su vida. No podía pensar. Yo era un desastre.
Entonces,
de repente, dejar escapar:
—¿Qué
pasa si quiero donarlo a la caridad?
Las cejas
de James se alzaron. Estaba claro que no esperaba esa pregunta. Lo pensó un
momento antes de responder:
—Es tu
dinero, Isabella. Puedes hacer lo que quieras con él. Si deseas donarlo, hazlo.
—Oye,
Isabella.
Alguien
habló detrás de mí. Me volví para ver a Tanya mirando pacientemente hacia James,
con los ojos pasando por las cicatrices de su rostro. No me miró cuando volvió
a hablar, pero mantuvo la mirada fija en el hombre alto y melancólico a mi
lado.
—Edward
te está buscando.
—Tanya,
este es mi hermano James. James, esta es Tanya, nuestra nueva camarera.
Eso sacó
a Tanya de su estado. Sus cejas se alzaron y sonrió.
—¿Tienes
un hermano?
Entonces,
de repente, fue como si las cicatrices de James hubieran desaparecido y ella
sólo tenía ojos para el hombre detrás de ellas.
Ella se
adelantó y tendió la mano.
—Eres un
hombre afortunado de tener una hermana como Isabella —terminó con un guiño.
James se
quedó mirando el pequeño cohete que era Tanya y luego, lentamente, con cuidado,
le tomó la mano, temblando ligeramente.
—Lo sé.
Ella
arrugó la nariz adorablemente.
—Sin
embargo, estoy segura de que tú tampoco estás mal.
Añadí con
una carcajada:
—No lo
está. —Sonreí suavemente hacia James—. Es bastante impresionante.
James
soltó la mano de Tanya y ella colocó la mano sobre su brazo.
—¿Quieres
una bebida? Puedo traerte una.
Oh mi.
Tanya
estaba prestándole toda su atención a James, y parecía como si él no estuviera
seguro de cómo manejarlo. Bajó la mirada y meneó la cabeza.
—Estoy
bien. Gracias.
Estaba
segura de que había pasado un tiempo desde que James consiguió ese tipo de
atención, y por la forma en que Tanya lo miraba, él se había ganado una
admiradora.
No quería
que su conversación unilateral terminara, así que hice algo que probablemente
no debería haber hecho.
—Oye, Tanya,
lo has hecho muy bien esta noche. No quiero presionarte demasiado duro. Estás
fuera por el resto de la noche.
La frente
de Tanya se frunció.
—Oh,
bien. Entonces, ¿qué hago ahora?
—Siéntate.
Toma una bebida. Disfruta del espectáculo —le dije.
—¿Yo
sola? —cuestionó, viéndose un poco incómoda.
—No —dije
y luego parpadeé inocentemente hacia mi hermano—. Siéntate con James.
Ambos se
quedaron en silencio.
Yo había
hecho mi movimiento; ahora les tocaba a ellos. James habló primero, y me miró
mientras lo hacía.
—Yo
debería irme.
Le lancé
un beso de broma. Pero entonces Tanya lo miró con los ojos muy abiertos. El
pesar en ellos era claro.
—¿Necesitas
irte?
El cuello
de James se sonrojó.
—No
necesito irme, pero debo hacerlo.
Tanya
parecía medianamente devastada, pero dejó salir fríamente:
—Oh,
bien. Claro. —Ella se rió en voz baja, y pronunció con gracia—: Tiene mejores
cosas que hacer que vigilar al bebé.
James la
miró y parpadeó, frunciendo el ceño en confusión. Él preguntó lentamente:
—A menos
que... ¿quieres que me quede?
Los
hombros de Tanya se relajaron y una verdadera sonrisa apareció.
—¿Lo
harías?
Sin
dudarlo.
—Joder,
sí.
Y así fue
como se hizo, gente.
Tanya
sonrió, dando un paso adelante para enlazar su brazo con el de James, y los
miré caminar para encontrar una mesa.
Los
observé por el resto de la noche, y cuando Alice preguntó dónde estaba la Oompa
Loompa, señalé a la sala, y las dos los vimos reír juntos, sentados muslo a
muslo.
James
volvió la cara para hablar directamente en el oído de Tanya, pero ella se
volvió hacia él al mismo tiempo. Se miraron a los ojos un segundo antes de que Tanya
cerrara los suyos y se inclinó un poco hacia delante. Sus labios conectaron con
los de James, y después de un momento de incredulidad, cerró los ojos y dejó
que sucediera. Se besaron dulcemente, tan mansamente, que mi corazón dio un
vuelco.
Alice
tenía una mirada de asombro en la cara, y la mía secundaba esa expresión.
Bueno,
eso fue rápido.
Tanya
elevó sus manos hasta las mejillas de James y James retrocedió como si le hubieran
dado una descarga eléctrica. Bajó la cara y dijo algo antes de ponerse de pie y
dejar a Tanya sentada allí sola.
Ella se
desplomó en su silla y negó con la cabeza, viéndose miserable. James era un
hombre orgulloso. Tenía que darle tiempo. Sus cicatrices eran una tragedia para
él.
Miré a
Alice, y ella me devolvió la mirada triste. Esperaba que James le diera a Tanya
una oportunidad.
Después
de todo, el tiempo cura todas las heridas. O eso es lo que decían.
Alice
Estaba de
pie junto a la ventana mirando la luna, perdida en mis pensamientos. Vestida con
el kimono negro y rojo que Jasper me había comprado, mis entrañas se apretaban
de los nervios.
Era la
hora.
Me volví
hacia donde yacía en mi cama, desnudo como el día en que nació, y extendí la
mano para agarrar la cruz de oro colgando de mi cuello —otro regalo de Jasper—
antes de tragar saliva y hablar en voz baja.
—Jasper...
cariño... necesito que hagas algo por mí, ¿de acuerdo? No preguntes. Sólo
necesito que lo hagas.
Su rostro
se volvió para mirarme y frunció el ceño.
—¿Por ti,
nena? Cualquier cosa.
Y eso
también lo decía en serio.
Maldita
sea.
Mis
labios temblaron. Tomé una respiración profunda antes de exhalar lentamente.
—Necesito
que te vayas a casa. —Las primeras lágrimas cayeron e inhalé
entrecortadamente—. Necesito que te vayas a casa y que no vuelvas aquí, ¿de
acuerdo?
Mi
barbilla cayó y mis brazos se apretaron alrededor de mí.
—Tienes
que ser tú. Tienes que irte. Porque seguiré haciendo esto. —Aparté mis ojos
cuando volví a levantar la mirada—. Porque seguiré amándote, y ya no puedo
hacerlo. —Tragué saliva con fuerza, limpiándome las lágrimas de mis mejillas, y
traté de lograr calmarme—. Así que tienes que irte.
Cuando él
no hizo ademán de marcharse, mi cara se derrumbó y supliqué a través de un
susurro:
—Por
favor.
Ahí
estaba, a descubierto, y estaba sorprendida por cuán mierda se sentía. No había
alivio, ningún peso fuera de mis hombros. En todo caso, el peso se había
triplicado.
Me estaba
perdiendo a mí misma.
Él parpadeó
hacia mí, sin moverse por un momento, antes de incorporarse.
—¿De qué
estás hablando, nena? —Él sostuvo sus brazos hacia mí y el corazón me gritó
para que me acercara y me envolviera en ellos—. Vuelve a la cama —pronunció.
Negué con
la cabeza.
—No. —Mi
voz fue más dura de lo que pretendía que fuera.
Me
acerqué a la cama, sentándome con mi muslo rozando el suyo. Lo miré a los ojos
y pronuncié las palabras que tanto temía decir.
—Dime que
me amas, Jasper. —Mi mano salió disparada para agarrar la suya y casi le
supliqué—. Sólo dime que me amas.
Su pulgar
rozó el mío durante un buen rato antes de que murmurara:
—¿De qué
va todo esto? —Ante mi silencio, preguntó—: ¿Es en serio, nena? ¿Vas a dejar
que me vaya? ¿Así sin más? —Frunció el ceño confundido.
Entendía la
confusión. Yo nunca había hecho esto antes. No era una reina del drama, y nunca
le había exigido nada a Jasper Hale.
Él era mi
corazón y alma, y lo amaba con todo lo que tenía, pero estaba oficialmente
agotada de nuestra no-relación. Quería más. Necesitaba más.
Era todo
o nada.
Con el
rostro impasible, dije:
—No puedo
seguir con esto, Jasper. No puedo ser la mujer a la que llames a las tres de la
mañana para un consuelo sexual nocturno. Me merezco algo mejor, como un hombre
que no tenga miedo de amar a una mujer. —Negué con la cabeza—. No te entiendo.
En un momento eres caliente, y al siguiente, eres frío. —Mi voz tembló—. Tengo
casi treinta años. No puedo esperarte por siempre.
Sus
brazos me rodearon. Me acercó y lo dejé. Me levantó a su regazo, me abrazó con
fuerza, y me sostuvo cerca cuando dijo:
—Quiero
que pienses en esto, ¿está bien? No tomes decisiones apresuradas. Sólo... sólo
piensa en esto. Y si esto es lo que realmente quieres por la mañana, me iré. Te
dejaré sola. ¿Trato hecho?
Una noche
más.
Aferrándome
a él, asentí contra su pecho.
Mi Corazón
se rompió en ese mismo momento.
Cuando la
mañana llegara, los dos sabíamos cuál iba a ser mi decisión.
Edward
—¿Te has
decidido? —pregunté mientras me acercaba a mi Ratón desde atrás, observándola
desplazarse inquietamente por los sitios web de caridad.
Con una
mano debajo de su barbilla, gruñó:
—No.
—Luego suspiró—. Hay demasiados. No tengo idea de cómo decidir cuáles valen lo
suficientemente la pena para donarles.
Pensé en
eso.
Sería una
decisión difícil que tomar. Di un paso hacia adelante, tiré hacia atrás la
silla del escritorio, y la levanté. Me senté en su lugar y la bajé hasta mi
regazo.
—Incluso
si sólo das la mitad de tu herencia, hay un montón de dinero allí. Por qué no
dividirlo en cuatro o seis y donar a múltiples causas.
Isabella
se relajó contra mí, apoyando su cabeza en mi pecho, acurrucándose en mi regazo
como un gato.
—Esa no
es una mala idea. Podría hacer eso. —Dejó escapar un suspiro de frustración—.
Pero eso no hace la decisión más fácil.
—Siempre
podrías sacarlos de un sombrero —dije, simplemente disfrutando de la sensación
de esta pequeña criatura en mis brazos, sin hablar en serio en lo más mínimo.
Me
aferraba a ella y el mundo desaparecía. Tranquilizaba mi mente y mi alma se
elevaba cuando estaba cerca de ella. Isabella Swan era la mejor parte de mí, y
la mantendría feliz por el resto de mi vida.
Ella se
quedó inmóvil y me miró con ojos muy abiertos, con una expresión que decía
“Ahora, ¿por qué no pensé en eso?”
—Esa es
una idea genial —susurró.
Una
pequeña sonrisa adornó su hermoso rostro y se inclinó hacia arriba para
besarme. Tomé sus labios suavemente, sumergiéndome para probarla, y ella
suspiró suavemente.
—Te amo,
Edward.
Había
llegado el momento de explicarle algo a Mina, algo acerca de quién era yo.
—Nunca he
pertenecido a nadie, Isabella —comencé—. Siempre he tenido una sensación de
soledad dentro de mí, y nunca la he comprendido, no cuando estoy constantemente
rodeado de gente. Sin embargo, entiendo que difiero de las masas. En un
constante estado de confusión, el malentendido me incomoda. —Mi ceño se
frunció—. Siempre estoy pensando, “¿qué dije para molestar a Alice?” o “¿por
qué Emmett me mira de esa forma?”, “¿por qué mi cerebro no funciona como debería?”
Me detuve
un momento, y Isabella escuchaba atentamente.
—Habría
dado todo por ser normal. A tu alrededor, me siento normal. —Puse mi mano
contra su barbilla y pasé mi pulgar sobre la línea de su mandíbula—. Nunca he
tenido normalidad. Tú me diste eso. Planeo pagarte lo que te debo por el resto
de mi vida.
Ella se
inclinó contra mi mano y cerró los ojos.
—Nos
salvamos el uno al otro. —Abrió los ojos y me miró con cariño—. Creo que
podemos decirlo abiertamente, cariño.
Tal vez
ella tenía razón. Quizás estábamos destinados a encontrarnos. De cualquier
manera, haría todo a mi alcance para asegurarme de que Isabella tuviera una
vida plena y feliz. Al igual que ella me la había dado a mí.
***
Mi
teléfono sonó y lo saqué de mi bolsillo para leer el mensaje.
Alice:
Ven aquí. Tenemos que hablar. EN PRIVADO.
Me giré
para ver a Isabella y a Nessa, quienes estaban sentadas en el suelo viendo una
película infantil en la televisión. Estaban separadas pero tomadas de la mano.
Se me
cerró la garganta.
No quería
irme, pero Alice era mi hermana. Ella era importante para mí y cuando me
llamaba, quería estar allí.
Poniéndome
de pie, me tranquilicé cuando Isabella se volvió para mirarme.
—Volveré
pronto. Alice me necesita.
Isabella
me lanzó un beso y lo llevé conmigo mientras salía por la puerta principal y
hacía el corto viaje a la casa de mi hermana.
Ella me
estaba esperando en la puerta principal, manteniéndola abierta. Con un
movimiento de su brazo, dijo:
—Entra.
Sonaba
seria. Alice raramente era cortante conmigo y justo ahora, parecía molesta.
Caminé por las escaleras mientras cruzaba el umbral de su casa, dije:
—Algo
está mal.
Resopló,
caminando a través de su comedor y tomando asiento.
—Sí, algo
está mal, Edward —Sacudió su barbilla, haciéndome un gesto parta que tomara
asiento, así que eso hice.
—¿Qué es?
—pregunté cuidadosamente.
Alice se
recostó en su silla y preguntó en voz baja:
—¿Amas a
Isabella?
Mi rostro
se volvió severo. Qué pregunta tan estúpida.
—Por
supuesto que amo a Isabella.
¿De qué
se trataba esto?
Mi Corazón
latía con fuerza. Cuando las cosas se relacionaban con Mina, no perdía el
tiempo.
—¿Qué
está pasando, Alice?
Entonces
dijo algo que no esperaba. Con ojos tristes, murmuró:
—Estoy un
poco decepcionada contigo.
Los
latidos en mi pecho aumentaron.
—¿Por
qué?
Mi
hermana negó con la cabeza.
—La propuesta
pública fue linda, Edward. Estuviste perfecto. —Sacudió la cabeza—. Pero estaba
esperando que dieras un paso más arriesgado, te pondrías sobre una rodilla y le
haría a Isabella la pregunta de una manera que la haría sentir especial.
Bajé el
rostro, momentáneamente perdido en mis pensamientos, y cuando levanté mi cabeza
para mirarla de nuevo, pregunté:
—¿Crees
que a Isabella le gustaría eso? ¿Una propuesta?
Alice me
sonrió amablemente y dijo:
—Toda
mujer quiere una propuesta sobre la que pueda contarle a sus hijos.
¿Hijos?
¿Con Isabella?
Me
gustaba esa idea.
Sí. Una
propuesta.
Podía
hacer eso.
Mi mente
se preparó, me incliné ligeramente hacia adelante y pregunté:
—¿Qué
tengo que hacer?
Nas
sonrió entonces.
—Pensé
que nunca lo preguntarías.
Isabella
Algo
estaba pasando.
No estaba
segura de qué era exactamente, pero Edward estaba actuando distraído y un poco
apagado, incluso para ser él.
Cuando le
pregunté qué le pasaba, él negó con la cabeza y murmuró algo acerca de tener
demasiado en su mente. Le dije que podía hablar conmigo y cuando se volvió
hacia mí y me sonrió, dijo que íbamos a hablar cuando fuera necesario.
Confiaba
en Edward con cada pedazo de mí y si él me dijo que no me preocupara, me
gustaría probar mis fuerzas para no hacerlo.
Pero lo
amo, lo que significa que iba a seguir adelante y preocuparme de todos modos.
Era
domingo y después de tener un previsible sábado por la noche en el club, Edward
despertó para hacer ejercicio y, aunque parte de mí quería ser un pájaro
mañanero, me quedé acurrucada en mi cama.
Estaba
cansada y por eso dormí de corrido hasta las 11:30, y ahora Edward estaba a
punto de llegar de su carrera en cualquier momento.
Caminando
con mi culo adormecido bajé las escaleras y me arrastré hasta la cocina para
servirme una taza de café. Había tomado el primer sorbo cuando Vanessa entró en
la cocina, con una taza vacía colgando a punto de caérsele mientras que con la
otra se frotaba sus pequeños y cansados ojos. Ella se quejó:
—No
siesta. No siesta. —Luego pisoteó con un pequeño pie.
Esme la
siguió.
—Nessa,
cariño, estás cansada. Y cuando estás cansada, necesitas una siesta.
Esme giró
los ojos ligeramente y sonrió de una manera que se interpretaba: “niños, ¿no?”.
Nessa ya
estaba a mi lado, levantando los brazos y sin dudarlo, la cogí en mis brazos,
meciéndola de lado a lado y besándola en la frente con amor. Sus ojos ya
estaban empezando a cerrarse cuando Edward entró por la puerta trasera. Y cuando
él me vio, sosteniendo a Nessa, poniendo a su auto-mal-humor a dormir, sus ojos
se calentaron.
Se abrió
paso hacia delante y la besó en la regordeta mejilla antes de volverse hacia mí
y besar mis labios, suavemente como pluma. Una Vanessa ahora durmiendo dejó
caer la taza al suelo de la cocina que se estrelló contra el suelo con un
sonido metálico que la hizo sacudirse aunque no se despertó.
Edward la
sacó de mis brazos, la abrazó y la llevó hasta su habitación donde podía dormir
la siesta cómodamente. Lo seguí escaleras arriba para que pudiera verlo
desnudarse y cuando llegué a nuestra habitación, él ya estaba saliendo.
—Nos
tomaremos la noche libre —dijo.
Mi nariz
se arrugó.
—¿Qué?
¿Por qué?
Edward me
miró, con las manos en la cintura de sus pantalones de chándal.
—Porque
lo mereces.
Me
gustaba el club. Era mi hogar lejos de casa. Me divertía allí.
Con un
ligero encogimiento de hombros, pronuncié un sincero:
—Está
bien, no necesito una noche libre. Me encantan las noches en el club, además,
son sólo tres días a la semana.
Él
parpadeó hacia mí, parecía sorprendido de que no quisiera una noche para mí.
—Pensé
que podríamos ir a cenar. A ese lugar ruso que te gusta.
Ooh.
Blini y
Pelmeni. Era increíble, pero era noche de trabajo. Podíamos ir en cualquier
otro momento.
Él añadió
algo que me hizo cambiar de parecer en un segundo.
—Sería
como nuestra primera cita.
Mi
sonrisa fue felina y lenta.
—¿Quiere
tener una cita esta noche?
Él
asintió con la cabeza.
—Sí. Solo
nosotros dos.
Mierda,
eso era dulce.
¿Cómo
puedo decir que no a eso?
—Está
bien. —Sonreí genuinamente—. Pero, para que lo sepas: para ti, soy una cosa
segura, bebé. Siempre.
Su labio
tembló dejando caer su sudor por su cuerpo desnudo. Dejé escapar un silbido de
apreciación y su cuerpo temblaba de risa silenciosa. Luego lo seguí hasta el
baño para mirarlo bañarse porque... bueno... podía.
***
Al llegar
a nuestro destino para cenar, Edward habló con la mujer del mostrador muy
rápido en ruso, cada vez más y más frustrado con cada palabra, hasta que dio un
golpe con la mano sobre el mostrador y se volvió hacia mí. Su rostro estaba
rígido, y sus labios apretados.
—Tienen
reserva para un servicio privado.
No me
molestó que el corto viaje fuera en vano, estaba feliz de estar allí con Edward.
—Está
bien, cariño. Podemos ir a comer a otro lugar.
Él me
miró y dijo con los dientes apretados:
—No, tiene
que ser aquí.
Parpadeé
ante su insólita rabieta.
—Bueno,
aquí no es posible, así que vamos a ir a otro lugar. —Lo tomé de la mano y lo
llevé fuera del restaurante, pasando mi pulgar por sus nudillos—. No es para
tanto, Edward. Volveremos otro día.
Con su
mandíbula apretada, él asintió, pero me di cuenta que estaba disgustado, y no
entendía por qué. No podía creerlo, era sólo la comida.
Cuando
entramos en el coche y Edward me preguntó dónde deberíamos comer, fui
brutalmente honesta con él.
—Cariño,
todo lo que quiero hacer es ir a casa, ver unas películas y comer pizza
contigo. Junto con desnudarnos después, esa sería la mejor cita del mundo.
Él me
miró un buen rato antes de que me tomara la mano, la llevara a su boca, me
diera un beso suave en la parte posterior de la mano y suspirara.
—Si eso
es lo que deseas, Ratón.
Volvimos
a una casa vacía y me quité los zapatos, sosteniéndolos mientras subimos las
escaleras. A medio camino, chillé cuando Edward me levantó en sus brazos y me
llevó el resto del camino al interior del dormitorio.
Alguien
había limpiado el desorden de ropa que había dejado en el sofá, la cama estaba
hecha impecablemente y la luz del baño estaba encendida, un olor
maravillosamente dulce venía de dentro.
Edward
tomó mis manos entre las suyas y me miró, con sus ojos cálidos.
—Quería
que esta noche fuera especial. Hasta el momento, no lo ha sido, pero voy a
compensarte. —Me dirigió al baño y abrió la puerta, revelando qué era el dulce
olor.
Había
preparado un baño de burbujas con olor a vainilla y pétalos de rosa esparcidos
por todo ello.
Se me
cortó la respiración.
—Oh,
cariño. Es precioso.
Sus manos
cayeron sobre mis hombros desde atrás y apoyó la barbilla en mi cabeza.
—¿Por qué
no te das un buen baño? Voy a llamar para pedir una pizza y cuando haya
terminado podemos encontrar una película para ver.
Me volví,
obligándolo a que me soltara. Lo miré y le dije con fiereza:
—Esta es
la mejor cita de mi vida. Sé que apenas ha comenzado, pero sé que lo es. —Me
acerqué para apretar su mano—. Esto es especial.
Sus ojos
se suavizaron aún más y llegó a la manija de la puerta del baño.
—Ve.
Relájate con el baño —pronunció, cerrando la puerta detrás de él.
Hice lo
que me dijo, me desvestí y me deslicé dentro de la bañera. Me empapé en el agua
caliente de la bañera por un buen rato, hasta que el agua empezó a ponerse
ligeramente fría.
¿De dónde
había venido todo este romance?
Parecía
como si Edward sintiera la necesidad de probarse a sí mismo o algo por el
estilo. Tendría que ser franca con él. No necesitaba el romance, sólo
necesitaba que Edward fuera él mismo y estaría por siempre feliz.
Dejé que
el agua me limpiara y luego me vestí con una bata blanca. Cuando salí del
cuarto de baño para decirle a Edward que había terminado, silbé con fuerza.
¿Por
qué?, preguntas.
Porque en
medio de la habitación estaba Edward de pie, con las luces apagadas. Cientos de
velas lo iluminaban todo, la habitación brillaba con la suave iluminación.
Dobló las sábanas y tragó con fuerza, ante mi expresión de sorpresa mientras mi
mirada revoloteaba por la habitación. Aún vestido, Edward cambió su peso de pie
y me tendió la mano.
Dudé solo
un segundo antes de acercarme a él, poniendo mi mano en la suya.
—¿Qué es
esto? —le pregunté quedamente intimidada.
Dio un
paso hacia atrás, lejos de mí y metió la mano en el bolsillo de su camisa, en
su pecho. Cuando la retiró, bajó la mirada hacia lo que había sacado de su
bolsillo y cuando mis ojos se posaron en la tarjeta con notas que sostenía, mi
frente se arrugó.
Edward se
aclaró la garganta, una vez, dos veces y una tercera vez.
—Isabella
—leyó—, la forma en que nos encontramos fue muy inusual y admito que estaba más
que aliviado cuando me enteré de que no eras una ladrona.
Mis cejas
se alzaron, pero él no lo vio, por lo que continuó.
—Y
estoy...
Él miró
alrededor de la habitación, sobre la cama y al sofá antes de mirarme y
anunciar:
—Me
olvidé las flores. Espera.
Pasó
zumbando junto a mí y salió de la habitación, dejándome en el medio de la
habitación, con la boca abierta.
Regresó
en menos de un minuto, sosteniendo un hermoso ramo de flores en la mano. Se
aclaró la garganta otra vez y continuó.
—Y estoy
agradecido por haberte conocido.
Extendió
las flores y leyó robóticamente:
—Aquí en
este ramo hay Hiedra, Lila y Camelia.
Cambió a
otra tarjeta y siguió:
—La
Hiedra simboliza la fidelidad. La Lila simboliza el primer amor. Y la Camelia
simboliza el agradecimiento y aprecio.
Me acercó
aún más las flores, así que las tomé. Parecía aliviado cuando lo hice. A la luz
de las velas, vi el brillo del sudor en su frente. Se aflojó la corbata, tragó
saliva y leyó:
—Con este
ramo, te hago una promesa. Una promesa de que siempre te seré fiel y te
adoraré, nunca lo dudes.
Abanicándose
el rostro con las tarjetas, levantó su mirada hacia mí y me preguntó:
—¿Hace
calor aquí?
Me encogí
de hombros, sosteniendo mis flores pero no hablé. Él estaba en modo
presentación. Cambió de tarjeta y habló mecánicamente, con voz ronca.
—Dicen
que los pingüinos se aman para toda la vida —levantó la mano otra vez y tiró
con fuerza de la corbata—, y yo quiero ser tu pingüino.
Sacudió
la corbata más fuerte hasta que la desarmó, dejándola colgando de su cuello.
Rápidamente desabrocho el botón superior de su camisa. Miró al otro lado de la
habitación, a la mesita de noche y murmuró:
—La
maldita vela se apagó.
¿Espera?
¿Él quería ser mi pingüino?
¿Eh?
Se movió
para ir a encender la vela pero se lo impedí.
Era
obvio. Él estaba angustiado.
Lo tomé
su brazo, lo puse frente a mí y le pregunté:
—Cariño,
¿qué es todo esto?
Edward
cerró los ojos firmemente. Se sentó en el borde de la cama y dejó escapar un
largo suspiro. Con el antebrazo se secó el sudor de la frente y metió la mano
en el bolsillo de su pantalón.
Sacó una
caja de terciopelo negro y la puso sobre su rodilla.
Respiro
profundamente, abrió la caja, me miró a los ojos y negó con la cabeza.
—¿No ves
que estoy tratando de no arruinar una propuesta?
Miré
hacia abajo y parpadeé hacia el anillo acomodado dentro de su hermosa caja.
—Pero
nosotros ya estamos comprometidos. Un poco.
Sostuvo
la caja, pasándose una mano por la cara y lanzó un bajo:
—Sólo
quería que esto fuera romántico.
Me
arrodillé delante de él, arrastrándome entre sus piernas abiertas, y lo miré
con ternura.
—Oh,
cariño. No necesito romance —le dije—. Sólo te necesito exactamente como eres.
Apretó la
mandíbula, ni siquiera podía mirarme. Esto significaba algo para él. Así que
intenté otra cosa.
Le hablé
en voz baja:
—Edward,
este momento es solo entre tú y yo. Aunque tu presentación fue muy informativa,
nunca fui de palabras floridas. Sólo dame palabras que te salgan del Corazón,
bebé.
Él me
miró, con una triste mueca dibujada en su rostro. Respiró hondo y cuando abrió
la boca, la belleza salió. Soltó junto con un suspiro:
—Tú lo
eres todo para mí.
Mis ojos
ya estaban inundados.
—Daría mi
vida antes que decepcionarte y le haría daño a cualquiera que tratara de
apartarte de mi lado. Nunca he conocido a una mujer más amable que tú. Eres
maravillosa con Vanessa. Quiero tener hijos contigo, todos los que tú me dejes,
para que podamos experimentar la paternidad, juntos.
Me mordí
el labio, pero las lágrimas no dejaron de caer. Ellas empañaron mis ojos y se
arrastraron por mis mejillas.
—Voy a
ser un buen padre para ellos. Rezo para que nuestros bebés sean como tú, pero
si son como yo, no quiero que te preocupes, porque yo los guiaré y les
demostraré que son amados, incluso si no entienden lo que eso significa. Voy a
enseñarles.
Mis ojos
se cerraron dejando salir unos sollozos entrecortados. Me aferré a la rodilla
de Edward en busca de apoyo.
—Voy a
pasar mi vida amándote y pasarás una vida feliz convirtiéndome en una mejor
persona, como lo has hecho hasta ahora con tu mera presencia.
Me tendió
la caja y susurró un nervioso:
—Voy a
ser el hombre que te mereces. No lo he sido, Ratón, pero estoy trabajando en
ello. Cásate conmigo y mi único objetivo en la vida va a ser el de tomar todas
las medidas para que no te arrepientas jamás.
Él tomó
mi mano y con dedos temblorosos, deslizó el anillo en su lugar. Se ajustaba
perfectamente.
—¿Quieres
casarte conmigo, Isabella?
Me quedé
mirando el anillo, brillando a la luz de las velas, parpadeando con lágrimas
cuando una risa entrecortada se me escapó.
—Sí. —Me
reí de nuevo, abrazando a Edward por el cuello y besando su mejilla sin
afeitar—. Mil veces sí.
Y Edward
respiró de nuevo. Su pecho se agitó y me rodeó con sus brazos con fuerza. Su
única respuesta fue susurro:
—¡Oh,
gracias a Dios!
Nos
reímos, hicimos el amor toda la noche y no podía recordar un momento en que
fuera más feliz.
El
cumpleaños de Vanessa llegó la semana siguiente, y Edward no estaba seguro de
si era apropiado hacer nada por ello. Yo, sin embargo, no estaba de acuerdo.
Mientras que entendía que su madre había muerto recientemente, Vanessa era una
niña. Ella no entendía eso. Le expliqué a Edward que al tener una fiesta, le
estábamos dando nuestro amor y mostrándole nuestro apoyo.
Ella se
merecía una fiesta.
Con
Alice, Rosalie y Tanya de mi lado, Emmett y Jasper nos lo ganamos al poco
tiempo, y finalmente Edward se hizo a la idea de hacer algo para hacer a su
hija feliz.
Honestamente,
creo que ser padre era algo natural para Edward, pero ser un papá era una cosa
totalmente nueva para él. No estaba acostumbrado a tener que ofrecer algo más
que un apoyo monetario para Vanessa, y ahora que se había liberado de ese
papel, estaba cayéndose en este especie de sueño, disfrutándolo inmensamente.
Cuando Vanessa
metía la pata, corría hacia Edward. Cuando Nessa necesitaba besos, le fruncía
los labios a Edward. Y cuando tenía que ir al baño, aunque Esme estaba cerca,
quería que Edward estuviera de pie junto a la puerta para que pudiera cantar
con él.
El hombre
inteligente que era Edward, rápidamente se acostumbró a poner a Vanessa en la
cama por la noche, cantando sus canciones y leyendo sus historias. Me pregunté
si Esme era incluso necesaria a tiempo completo. Una parte de mí estaba segura
de que se mantenía alrededor como si fuera la figura de una abuela. Ella era de
la familia, después de todo. Y lo dijo ella misma: dónde Nessa fuera, ella
también lo hacía.
Pasó que
tropecé a través de la canción de Edward para que Nessa durmiera la otra noche.
Y cuando digo que tropecé, me refiero que me deslicé como un maldito acosador
para obtener una visión de cómo lo manejaba. Su versión de “Twinkle, Twinkle,
Little Star” era algo como esto:
Brilla,
brilla, pequeña estrella,
Gas quemándose
es lo que eres
Por
encima del mundo, tan arriba,
Quemarás
gas hasta que mueras.
Brilla,
brilla, pequeña Estrella,
Gas
quemándose es lo que eres.
Con mi
cabeza pensando en el título, me quedé impresionada. Y me encendió.
¿Quién
sabía que las canciones infantiles pudieran ser tan informativas? ¿Y sexy?
Envié las
invitaciones para el tercer cumpleaños de Vanessa. Fui casi lo suficientemente
cruel como para hacer que fuera una fiesta de disfraces, pero decidí ser amable
con nuestros invitados y deseché la idea. Aunque, ver a Edward vestido de
cowboy, con chaparreras y llevando un sombrero Stetson, era casi suficiente
como para hacerme cambiar de opinión
Cuando
llegó el día, nuestra casa estaba llena de gente. Rara vez teníamos un invitado
en un día normal, y era normalmente familia, pero ver la casa llena de caras
sonrientes, de globos de color rosa y de serpentinas purpuras, era
reconfortante.
Nessa,
vestía como una princesa en un brillante vestido de color rosa con una tiara de
plata dispuesta alrededor de sus rizos. Estaba como loca de alegría. Cada vez
que una persona llegaba, ella sonreía, tomaba sus manos, y los llevaba dentro,
murmurando:
—Gacias
po veni.
Su
“Gracias por venir” era un poco apagado, pero era tan adorable que incluso James
estuvo conquistado por ella. Ella alzó sus brazos hacia él y, vacilantemente,
él la levantó sobre su cadera. Ella empujó su mejilla con cicatrices con sus
dedos suaves y miró a su cara con sus ojos de gacela.
—¿Uwe?
Él se
volvió hacia mí, desesperado por una traducción. Sonreí ante su expresión de
“ayúdame”.
—Quiere
saber si te duele.
James
sacudió su cabeza.
—No Uwe
—pronunció, tomando su manita regordeta y poniéndola contra la carne arrugada
de allí—. No me duele, ángel. Ya no.
Por el
rabillo del ojo, vi a Tanya de pie contra la pared, con un vaso, y miraba a James
como si fuera el hombre más sexy del mundo. Tenía los ojos llenos de lujuria,
regalándose la vista, y cuando me atrapó mirando, sonreí.
Tanya
arrugó la nariz y discretamente me levantó el dedo medio.
Va a
pasar, recuerden mis palabras. Yo haría lo que tuviera que hacer para que se
engancharan. Ella lo quería. Él la quería. ¿Por qué era tan difícil de
entender?
Dios, la
gente era estúpida.
Alice
miró a Jasper desde el otro lado de la habitación, y cuando él sintió sus ojos
en él y levantó su cabeza, ella bajó su mirada. No era la primera vez en las
últimas semanas que la veía hacer eso. También no se le escapó la pista a
Edward de que Jasper había dejado de venir al complejo. No habían hablado aún.
Algo
había pasado entre ellos, y Alice no se estaba abriendo, probablemente debido a
que aún era demasiado doloroso para hablar.
Todo lo
que sabía era que Alice era miserable y Jasper había desarrollado el
temperamento de un T-Rex con picazón en las bolas.
Las
relaciones estaban colapsando a nuestro alrededor, pero Edward y yo éramos más
fuertes que nunca.
Sonreí
para mí y miré hacia mi anillo de compromiso de oro blanco. Era elegante con
sólo tres pequeños diamantes, pero lo amaba más que a cualquier otra cosa que
hubiera poseído en toda mi vida. Y además… Edward lo había elegido.
Lo más
difícil que había tenido que hacer fue decirle a Edward que había decidido
tener un largo noviazgo. No debería haber estado preocupada. Él simplemente
respondió con un:
—Está
bien —y añadió—, pero todavía nos vamos a casar, ¿no?
Yo le
aseguré enfáticamente que lo haríamos, pero que no estaba preparada para eso
ahora mismo. Estaban pasando tantas cosas, en primer lugar con el club, luego
con mi recién descubierta herencia, y finalmente con el curso de fotografía que
estaba haciendo. Cuando estuviera lista para casarme, quería ser egoísta y
tener todo sobre nosotros como pareja, y no quería precipitar eso, porque nos
merecíamos más que una boda apresurada y llena de estrés.
Pero iba
a suceder. Eventualmente.
Eché un
vistazo alrededor de la habitación justo a tiempo para ver a Rosalie levantar
su mano, tirarla hacia atrás, y abofetear la cara de Emmett con tanta fuerza
que hizo eco a través de la habitación. La alta pelirroja se quedó allí un
momento, jadeando, con sus ojos brillando antes de mirar alrededor de la
habitación, se sonrojó furiosamente, y susurró roncamente:
—Perdonen.
Dejó la
habitación, y Emmett, viéndose inafectado con una ardiente marca roja en su
mejilla, se volvió hacia la gente y frunció el ceño.
—¿Qué?
¿Nunca han visto a una mujer abofetear a un hombre? —Me miró y murmuró—: Creo
que es la hora del pastel.
Lo miré
de vuelta.
—No, no
lo es.
Ante el
feroz ceño de Emmett, mis cejas se levantaron y dije:
—Um,
quiero decir, ¡es la hora de pastel gente!
Vanessa,
que ahora estaba en manos del tío Charlie, fue traída a la mesa donde Carmen
había colocado el pastel de doble capa rosa con mariposas de chocolate blanco a
su alrededor. Un coro de “Feliz Cumpleaños” comenzó, y Nessa se sentó en el
regazo de Edward, sonriendo, aplaudiendo y cantando, a pesar de que no se sabía
las palabras.
Cuando
llegó el momento de apagar las velas, se inclinó hacia adelante y sopló con
todas sus fuerzas, apretando sus diminutos puños por el esfuerzo. Las velas se
apagaron y una alegría se extendió a nuestro alrededor.
Yo estaba
sonriendo con tanta fuerza que dolía.
Más
aplausos se escucharon después de que Nessa engañó a Edward para encender las
velas de nuevo, para sólo poder apagarlas.
Alice nos
llamó para tomar fotos, y levantando a Vanessa de Edward, me senté en su regazo
y la coloqué a ella sobre el mío. Abracé a Nessa con fuerza, y Edward envolvió
sus brazos alrededor de mi cintura. Nessa señaló la cámara justo antes de que
se tomara la foto y una risa se me escapó. La foto fue tomada de todos modos, Edward
mirándome con amor mientras yo cerraba los ojos y reía, y Nessa sonriendo
ampliamente, apuntando hacia la cámara.
Esta
imagen sería la primera de muchas. Fue ampliada y enmarcada, y Edward la colgó
en la sala de estar para que todos la vieran. Cualquier persona con un par de
ojos podría distinguir lo que éramos.
Éramos
una familia.
6 comentarios:
Awwww que cosa más hermosa, tanto el cumpleaños, como Edward en su pedida de matrimonio !!!¡ aunque me dolió mucho la situación de Alice y Jasper, es necesario que él entienda que Alice no es cualquiera!!!
Besos gigantes!!!
XOXO
Q hermoso ❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤ Gracias
Me da muchas pena que Jasper no valore a Alice.
Un gusto que James consiga a alguien que lo ame por cono es por dentro. Y Nessa es adorable.
Hola hola Annel ame la pedida de matrimonio fue sincera tal y como es el y el cumpleaños de Nessa fue solo la confirmación de que ya son una familia
Gracia nena vamos por el Epílogo
Saludos y besos
awwwwwwwwwwwwwwww
que capitulo mas lindo
me encanto la celebracion de cumpleaños de nessa
y la propuesta de ed me dio risa y ternura
el tan nervioso leyendo y sudando
y bella sin entender ni pio
uff rosalie sigue haciendo de las suyas
Que bonita pedida de mano original como Ed 😍😍
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