jueves, 20 de octubre de 2011

La novia robada del highlander capitulo 19

Capítulo 19
Edward miró a su tío con los ojos en blanco.
—¿Qué?
—Está muerto. El cadáver fue hallado en un callejón ayer por la mañana.
Bella se llevó una mano sobre la boca, sorprendida y horrorizada.
—¿Qué sucedió? —demandó saber Edward.
Carlisle se recostó sobre la puerta con cansancio.
—Fue asesinado.
—Jesús. —Edward se peinó el cabello con la mano y elevó la mirada al cielo raso—. ¿Cómo?
El tío vaciló.
—No creo que debamos hablar sobre esto frente a lady Isabella.
Edward giró, y Bella pudo ver que estaba realmente devastado. Tenía la mirada vacía, como si se hubiera olvidado que ella estaba allí.
—Esto no es adecuado para que escuches —dijo él—. Me encargaré de que muden tus pertenencias a la nueva alcoba. —Hacia Carlisle, dijo—: Quiero que esté más cerca de mí. Hay alguien suelto en esta casa, y hasta que se lo atrape, quiero que Isabella esté vigilada en todo momento.
Carlisle asintió con un movimiento de cabeza.
—No tienes que tratarme como si fuera una niña —le dijo Bella—. Quiero saber qué le sucedió a Carew.
—No es agradable, muchacha —advirtió Carlisle.
—Puedo soportarlo. Por favor, termina lo que estabas diciendo.
Carlisle miró a EDward, quien suspiró y asintió con un movimiento de cabeza.
—Le cortaron la garganta —contestó el tío de plano.
Bella luchó por mantener la terrible imagen a raya. Nadie merecía morir de una manera tan horrible.
—Tenía los bolsillos dados vuelta, pero no le faltaba nada. Por lo que el motivo no parece haber sido el robo.
Edward bajó la mirada y se masajeó la frente.
—Quiero a los oficiales de policía de Bow Street, a todos los hombres que no estén ocupados en la búsqueda de Westcott, maldición. No me importa a quién tengas que sobornar o corromper. —Levantó la vista, la mirada oscura y turbulenta—. Quiero que averigüen quién hizo esto y por qué.
—Sí —murmuró Carlisle con un profundo suspiro.
—Y quiero que traigan el cuerpo de Carew aquí. Él habría deseado ser enterrado junto a su esposa. —Edward se aferró al pilar de la cama, los nudillos blancos—. Cristo. Le ordené que se quedara para cerrar la casa. Habría estado de vuelta aquí en unos pocos días.
Bella posó una mano sobre el brazo de Edward.
—No fue tu culpa.
—Yo le debía protección, como a ti y Carlisle y Nathaniel y el resto de este clan.
—Estás hilando muy fino. No puedes proteger a todo el mundo.
—Era un viejo inofensivo.
—No puedes regresarlo a la vida, pero puedes ofrecerle un entierro adecuado y dejarlo que descanse en paz.
Edward asintió con un movimiento de cabeza, con la mirada perdida.
—Quiero un ataúd de lobanillo. El pobre viejo amaba la madera. Y lo quiero engalanado con sus mejores prendas. No me importa cuánto cueste.
Carlisle le aseguró que así se haría y se marchó para comenzar con los preparativos.
Edward caminó hasta el rincón de la habitación y se desplomó sobre una silla con las piernas estiradas frente a él y la cabeza apoyada en las manos.
—¿Qué carajo le sucede a mi vida? —dijo él, más para él mismo que para ella.
Bella se arrodilló en silencio frente a él y lo tomó de las manos.
—Si hay alguien a quién culpar, es a mí. Estas cosas comenzaron a suceder cuando yo llegué. Kerry quería matarte porque creyó que me deseabas a mí en lugar de a Jessica.
—Es verdad.
Bella se echó hacia atrás, soltándole la mano.
—¿Qué?
—Te he deseado desde el momento en que te vi en el atiborrado salón de baile. Jessica nunca fue mi destino; fuimos empujados en esa dirección. Estoy cansado de luchar contra esto, Isabella, y me importa un carajo qué piensen los demás. Es mi vida y te quiero en ella.
Bella estaba aturdida. Mientras sentía el corazón en el aire ante tal revelación, la mente se le sublevaba. Se puso de pie y se alejó, mirando fijamente a los libros en los estantes pero sin ver ni un título.
Lo escuchó levantarse de la silla y se preparó para lo que sucediera a continuación. Los dedos de Edward le rozaron la base del cuello, acariciándole la piel. Ella no quería responder, sin embargo, el estómago le dio un salto como si hubiera atrapado un rayo con las manos, enviándole chisporroteantes corrientes a lo largo de los brazos y por la espalda.
El traicionero cuerpo deseaba con dolor que la tocase; los pezones presionaban contra la tela del vestido. Que Dios la ayudase. Quería que le acariciase los hombros con las manos y que se aferrase a ella, que deslizase esas hermosas manos debajo de la tirante tela del canesú y la tranquilizase, luego, que remplazase los dedos con la boca.
—Mírame —murmuró él, envolviéndola con la voz como si fuera seda tibia.
Bella giró para observarlo. Era tan hermoso. Tan fuerte, sólido y real. Quería que la besara, y no quería que fuese gentil. Quería la pasión, cada rudo gramo de su pasión.
—Por favor —murmuró ella, pidiéndole algo que no podía atreverse a decir en voz alta.
Él bajó la cabeza; cada sentido de ella estaba vivo y deseaba ese momento, sabía que solo en su beso ella encontraría lo que buscaba.
Le tomó los senos, y ella emitió un largo y profundo gemido cuando los pulgares de Edward se deslizaron sobre los picos erectos, haciéndole perder la razón por el deseo.
Ella ejerció presión contra él, sin desear otra cosa que olvidarse del dolor y del terror que había sentido ese día: el ataque de los hermanos Trelawny, la muerte de Carew. La partida inevitable de su vida. Ella sabía que él también quería olvidar.
Una ráfaga de calor se le esparció entre los muslos mientras él comenzaba a tejer su telaraña sensual alrededor de ella con la boca y las manos. Edward deslizó los dedos por debajo de la blusa y corrió la tela a un lado. Luego, con destreza, desabrochó los ganchos de la falda, y esta cayó al suelo, a sus pies.
Los nudos de los lazos de la camisola venían a continuación. El suave algodón se detuvo en los erectos pezones cuando se deslizó sobre ella, desnudándole los senos ante la hambrienta mirada de él.
Le tomó el trasero con grandes manos y la empujó hacia adelante. Mientras ella observaba a través de ojos vidriosos de pasión, él se inclinó hacia abajo y le cubrió el pezón con los labios.
Las rodillas de Bella se debilitaban mientras él jugueteaba con la punta sensitiva, dibujando círculos y lengüeteando, el cuerpo se le aceleraba a cada segundo.
Luego, se dirigió hacia el otro pezón para prodigarle la misma atención, antes de tomarle los pechos y empujarlos juntos, llevándose un nudo sensitivo a la boca y succionando.
Bella creyó gemir su nombre, pero se sentía tan salvaje de deseo que todo pensamiento coherente la había abandonado. Lo único que podía hacer era sujetarse de los hombros de Edward y deleitarse con el placer que él le estaba otorgando.
Él se arrodilló ante ella y le dio un tironcito, jalándola sobre él en el suelo. La besó con fervor. La lengua se movía dentro y fuera de la boca de Bella de la manera en que ella quería que él moviese su cuerpo.
La giró hasta colocarla de espaldas y enterró la cabeza entre los senos otra vez.
—Sí —exhaló ella, mientras le tironeaba con gentileza de un pezón y con la mano libre, le acariciaba la pantorrilla, haciendo una pausa para rozar la tierna carne tras la rodilla antes de continuar su camino hasta el muslo externo.
Ella le rasgó la camisa, frenética por sentirle la piel contra la de ella. Rozó la base de la columna de Edward con los dedos, dejándole un sendero de piel con picor al tiempo que lentamente cambió de dirección hacia el frente y se aferró de él, masajeándole la erección a través de la barrera de los pantalones, los que juntos quitaron con rapidez.
Los dedos de Edward se deslizaron por el vientre de ella hacia abajo, solo deteniéndose en la pelvis el tiempo suficiente para volverla loca con la anticipación. Luego, hurgó en su calor.
El primer roce del dedo contra el hinchado punto provocó en Bella un grito de placer. Llamaradas de excitación le manaban por las venas mientras él la masajeaba.
Los labios de Edward creaban un sendero cálido y húmedo entre sus senos.
Bella hincó las uñas en los hombros de él.
—Edward…
—¿Sí, amor? —El dedo aminoró la marcha y dibujaba tortuosos círculos. Ella quería que la masajeara más rápido, pero él quería atormentarla, molestarla.
Cada vez que ella sentía que estaba al borde de los cielos, él se echaba para atrás a propósito, besándola alrededor del pezón, lamiéndola entre los pechos, dando una provocadora caricia con la lengua sobre la punta dolorida. Luego, volvía a comenzar, incrementando la pasión, la necesidad, hasta que Bella creía que se desintegraría.
Edward entendía su necesidad; se sentía arder. Parecía que había transcurrido una eternidad desde la última vez que había estado con ella. Lo hacía sentir hambriento, caliente, desearla todo el tiempo, y sentirse incómodo cuando ella no estaba con él.
Ella se aferró a los cabellos de Edward cuando éste se hundió profundo entre sus muslos, jugueteando con la perla hinchada con la punta de la lengua. Ella arqueó la espalda, gritando su nombre, las manos aferradas a la cabeza de él mientras empujaba contra ella con más fuerza, llevándose la punta húmeda a la boca y succionándola al tiempo que le masajeaba los senos con las manos y jugueteaba con los pezones, al mismo ritmo que la lengua contra el latente clítoris hasta que Edward sintió que el cuerpo entero de Bella se endurecía y convulsionaba.
El deseo por ella le corría en la sangre, quemándole la piel. Solo le dio un momento para recuperarse antes de ubicarse entre los muslos, con la necesidad de decirle con el cuerpo lo que sentía en el corazón.
Ella cerró los ojos y soltó el labio inferior, permitiendo que un erótico suspiro se escapase susurrando. Edward atrapó el sonido con los labios. El cuerpo comenzó a sudar al tiempo que ella se retorcía debajo de él. Los puntos duros de los pezones le rozaban el pecho mientras él sostenía su peso sobre los brazos.
Bella movía las caderas en fricción opuesta a él. Él aminoró la marcha para prolongar la creciente fiebre, quería que el próximo orgasmo de ella fuera extenso y profundo, tan profundo como él quería introducirse en su cuerpo.
Ese pensamiento casi lo vuelve loco de deseo. Incrementó el ritmo y bajó el pecho un poco más, de manera que los pezones hicieran mejor contacto para aumentar el placer de Bella.
Podía oírla gimotear, podía sentirla retorcerse debajo de él. Los músculos de ella se tensaron a su alrededor como un guante. Él la levantó las caderas y enroscó las piernas de ella tras él, lo que lo llevó más profundo en su interior.
La meció. Las estocadas se volvieron más frenéticas y el cuerpo de Edward agonizaba de una lujuria tan fuerte que se acercaba a la angustia. Se obligó a aminorar la marcha, saliendo completamente de ella en el siguiente movimiento.
Una protesta emergió de los labios de ella, pero él comenzó a masajearle el nudo entre los pliegues húmedos con su pene mientras le succionaba los pezones, llevándole rápidamente hasta ese brillante y ascendente lugar una vez más.
Ella gritó con su segundo orgasmo y le clavó las uñas en la espalda cuando él se deslizó en su interior, con las manos aferradas al trasero de Bella, empujándola contra la entrepierna con más fuerza mientras se zambullía una y otra vez. Las convulsiones de ella lo apretujaban, el cuerpo se le estremeció cuando finalmente encontró su propio alivio.
Los músculos de los brazos de Edward se sacudieron mientras él se sostenía allí, besándole el hombro a Bella con suavidad. Se retiró de ella con cuidado y se desplomó de espaldas junto a ella, extendió la mano para tomar la de ella y entrelazaron los dedos.
Bella se permitió disfrutar esos momentos, creyendo que quizás las cosas resultarían de la manera que ella esperaba. No había razón por la cual no pudieran continuar así, como amigos y amantes.
Sin embargo, el corazón se le involucraba más y más. Incluso ahora, si se marchaba, un pedazo de ella se quedaría allí en Escocia, con Edward.
Pero, ¿tenía que privarse de unas semanas más? ¿Perderse momentos como el que acababan de pasar juntos? Le dolería tanto ahora como en el futuro, entonces, ¿por qué no disfrutar un poco más con él?
—Cásate conmigo, Isabella.
Ella se sentó y lo miró fijamente, segura de que no había oído lo que había creído oír.
—¿Qué has dicho?
—Te he pedido que seas mi esposa. Estoy seguro de que no es así como imaginabas que te lo propondrían, pero no pude contener las palabras.
Bella sintió que se le cerraba la garganta; como si se estuviese ahogando. Con frenesí, se estiró para coger las prendas descartadas, rogando poder marcharse antes de que él dijese algo más.
Edward la tomó del brazo cuando ella se ponía de pie.
—¿Adónde vas?
—No puedo hablar sobre esto.
—¿Es muy pronto? ¿Es ese el problema?
Bella apenas si pudo negar con un movimiento de cabeza.
—Te lo he dicho, el matrimonio no es para mí.
—Pero nunca has dicho el porqué.
—Sí.
—No, no lo has hecho y quiero saberlo. Creo que merezco eso de ti.
Lo merecía, pero ella no tenía las fuerzas para hacerlo. Quería creer que sin importar qué, nada le haría cambiar de parecer ni de sentimientos, pero la verdad sí lo haría.
—Supe que eras la indicada para mí desde la primera vez que me miraste a los ojos —le dijo—. No comprendo cómo sucedió. Pensé que podría enumerar todas las razones por las cuales amaba a alguien, si alguna vez lo hacía, pero no Bella se negaba a creerle. No podía hacerlo.
—Esto tiene que ver con James, ¿no?
Él arrugó el entrecejo.
—¿De qué estás hablando?
—Crees que contrayendo matrimonio conmigo, serás capaz de protegerme.
—Sí, te protegeré mejor, es verdad. Westcott no podrá llevar adelante el plan de contraer matrimonio contigo y asesinarte para recibir tu dinero. Si fuera más inteligente, lo habría pensado mucho tiempo antes. Pero eso no es lo que me impulsó a proponértelo, Bella. No tengo que ser tu esposo para mantenerte a salvo, y esto no es algún tipo de sacrificio, si es lo que crees.
Bella dio un paso y se alejó de él.
—No te creo. Has mencionado la boda solo después de enterarte de Carew. Te sientes culpable. Eso es todo.
—¿Realmente crees eso?
Bella cerró los ojos.
—Por favor… dejemos las cosas como están.
Edward intentó atraerla a sus brazos.
—Isabella, escúchame.
Unas lágrimas de ira asaltaron de los ojos de Bella.
—¡No contraeré matrimonio contigo! No te amo. ¿Lo comprendes? ¡No te amo! Dio un tirón, se liberó de él y giró para marcharse, ignorando sus súplicas para que regresara mientras corría por el pasillo, sin detenerse hasta que se encontró fuera de allí.
Luego, se desplomó sobre un banco y lloró.

el siguiente capitulo empieza la accion....  espero les agrade y me regalen un comentario gracias a todas por los comentarios anteriores.

6 comentarios:

brigitteluna dijo...

aaaaah por que le dijo eso que le pasa..ella se muere por edward

Anónimo dijo...

Que fuerte este cap, y esta Bella me está enojando, será posible que sea tan cerrada? espero con ánsias el próximo cap

sory78 dijo...

Yo la mato pero esta niña es tonta.... si se muere por el!!
Veamos que pasa

nydia dijo...

dios y porque ella sale con eso se volvio loca o que?

Vianey dijo...

Ahh pobre Bella claro que lo ama, solo que no quiere recocerlo pues su estirilidad no la permite ser feliz y ojala edward no se de por vencido.

marissa dijo...

hay que bella tan cabezona,esta actitud me cae mal,por que no le dice la verdad,en vez de lastimarlo con mentiras,en fin veremos que pasa.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina