miércoles, 23 de noviembre de 2011

La llamada de un amante capitulo 2

CAPÍTULO 02

Bella parecía no poder quedarse quieta. Jean Marie, que trabajaba junto a ella detrás del escritorio durante las mañanas, remarcó con desaprobación.
―Señorita, ¡estás actuando como si tuvieras hormigas en los pantalones! ¿Qué te ha pasado últimamente?
Bella se sonrojó.
―Creo que tal vez estoy un poco inquieta porque es primavera afuera y nosotras estamos encerradas aquí ―Eso era suficientemente cierto. El sol estaba brillando a través de las gruesas placas de vidrio de las ventanas del antiguo edificio y el cielo se veía tan azul como los huevos robin. Era abril en Houston. Una pequeña ventana de primavera se había abierto antes de la aparición del interminable calor sofocante del verano.
―Bueno, no es propio de ti. Siempre he admirado lo quieta que eres para una mujer joven. Ni frívola ni llena de ti misma como la mayoría de las niñas de hoy. ¿Y qué le has hecho a tu cara?
Rachel no respondió mientras tímidamente se tocó la mejilla pintada. Durante las conversaciones, después de que Bella le había confiado que de hecho ella llevaba su pelo hacia atrás en el trabajo y no se molestaba con su cara, Edward le había sugerido que podría tratar con un poco de maquillaje como un experimento.
―Sólo un poco de rubor, un poco de lápiz de labios. E incluso dejar tu pelo suelto a veces. Sólo por diversión, para estar diferente.
¡Ella había pensado en ello y decidió que tenía razón! ¿Por qué no iba a hacer ella misma verse más bonita? Incluso si nadie se diera cuenta, podría ser divertido, como él dijo. Y, se dijo a sí misma, lo haría por él. Ese pensamiento le dio una sensación de calor.
Entonces la práctica Bella regresó. Tonta, ella se reprendió. Edward era sólo una voz, una voz de larga distancia que pagaba por sus servicios. Ella era Bella, la aburrida, desaliñada bibliotecaria, que ningún hombre miraría dos veces a menos que necesitara una guía a través de los estantes. ¿Por qué se había molestado con el maquillaje? Sus lentes lo ocultaban de todos modos. ¿A quién iba ella a engañar?
Se ocupó clasificando libros sobre su carrito, mientras pensaba en lo que Jean Marie había dicho. No sólo el hecho de que ella estuviera nerviosa hoy, que lo estaba, sino lo tranquila que era ella en comparación con otras mujeres jóvenes. ¡Tal vez eso es lo que estaba mal con ella! ¡Se sentaba quieta y en silencio mientras el mundo pasaba a su lado!
Después de un momento, sonrió para sí, ¡ella tenía un secreto! ¡Tenía un hombre en casa! Bueno, está bien, él no estaba en casa, pero él estaba en el teléfono durante dos horas el lunes y otras dos el miércoles. Él había compartido una serie de cosas sobre su propia vida. Tenía treinta y dos años y trabajaba en inversiones bancarias en Los Ángeles. Vivía solo, a excepción de su perro Molly. Había vivido con una mujer durante seis años, pero se habían separado. No estaba saliendo con alguien en la actualidad. Ella tenía la impresión de que era un solitario, como ella. Esto provocó su actitud cordial hacia él y que confiara más en él. Se sentía a gusto con él, pero también muy excitada por él.
¡Y él la estaba llamando otra vez esta noche! Ella deseó que no tuviera que esperar por sus llamadas. Que no se limitaran a su horario de trabajo. De repente se le ocurrió y se preguntó por qué no se le había ocurrido antes, que podía darle su número real. El número de su casa en lugar de hacerlo llamar a través del servicio. ¡Esto le ahorraría un paquete! Entonces podrían hablar más a menudo. Y él no tendría que comprar su tiempo, pagándole a ella, por así decirlo.
De pronto se detuvo, con los brazos llenos de libros, oculta en los altos estantes de la sección de no ficción. ¿Y si no quería llamar al número de su casa? ¿Y si era parte de algún excéntrico juego que él jugaba, que le gustaba pagar para escuchar a alguna pobre muchacha hablar acerca de su triste vida?
No. No su Edward. Su Edward. ¡Qué estúpida! Había pasado sólo unas pocas horas por teléfono con el hombre y ahí estaba ella pensando en él como «su» Edward. Ella se rió y se dio cuenta de que se había reído en voz alta. Un hombre de pie abajo de la fila la miró y ella se ruborizó, dándole la espalda.


Viernes, las diez llegaron por fin. Bella estaba lista, su castaño cabello brillante, cayendo en ondas recién lavadas alrededor de su cara. Ella vestía un nuevo camisón que había comprado a principios de esa semana, no admitiendo para sí misma que era para Edward. Usaba un maquillaje fresco, sólo un poco, porque la hacía sentir sexy. Ella sabía que eso era estúpido, ya que cada uno se sentaba en sus casas, separados por miles de kilómetros. Pero se sentía especial de esta manera. Ella quería reconocerlo, se sentía sexy.
Sólo había pasado un minuto de las diez cuando sonó el teléfono y Bella lo cogió, su corazón emocionado cuando ella dijo:
―¿Hola? ¿Edward?
―¿Qué? Um, esto no es, eh, ¿las diosas del sexo? ―Un completamente diferente hombre, su voz aguda con confusión, estaba en la línea. Con una sensación de hundimiento Bella se dio cuenta de que ¡un cliente que llamaba habitualmente la había conseguido en lugar de Edward! Con una maniobra que le hizo obtener fuerzas pudo despedirlo, Rachel suavemente colocó el teléfono en la base, cortándole al pobre tipo en mitad del tartamudeo.
El teléfono sonó de nuevo tres minutos más tarde y esta vez Bella sólo dijo:
―¿Hola? ¿Puedo ayudarle? ―Su voz fue cuidadosa y neutral.
―Bella ―Su dulce y sexy voz estaba en su oído y Rachel realmente suspiró con alivio.
―¡Edward! ―Exclamó ―¡Llegas tarde!
Edward se echó a reír.
―¡Así es! ¡Pero tú tienes la culpa, señorita! Tu línea estaba ocupada. El servicio me preguntó si me gustaría otra diosa del sexo dado que Velvet estaba contratada, pero yo les dije que esperaría.
Mientras hablaban, las bromas eran fáciles y relajadas. Esta vez Edward se mudó a un territorio más personal, preguntándole a Bella sobre sus primeras experiencias sexuales y cómo era su vida sexual ahora. En vez de ofenderse y sólo sentirse un poco avergonzada, Bella le confesó acerca de su limitada experiencia. Ella se sentía segura con Edward. Él no parecía juzgarla o pensar que era una mojigata o irremediablemente anticuada.
Ella admitió que no había tenido muchas citas y que el sexo en este punto había sido menos que excitante para ella. Edward confió en Bella también, contándole un poco sobre su última relación seria, admitiendo que aún tenía que encontrar la única. La chica que haría a su corazón latir cuando pensara en ella. La chica que estaría dispuesta a someterse a sus sueños y deseos. Si se trataba de una extraña manera de expresar las cosas, Bella no se dio cuenta de eso. Ella escuchaba atentamente cada una de sus palabras, fascinada y un poco enamorada.
Edward le contaba con cierto detalle sobre su mujer ideal. Ella debería ser abierta y honesta, como Bella. Ella no tendría que tener experiencia sexual, pero debería estar dispuesta a confiar en su amante. Ella debería ser aventurera, dispuesta a probar cosas nuevas, aunque parecieran extrañas o subidas de tono. Ella debería aceptar que su amante tomara el control. El estaría a cargo, sexualmente hablando, y ella debería someterse a sus peticiones.
Pero eso no sería una calle de sentido único, le aseguró a ella. Si encontraba una mujer como esta, él la apreciaría. Él la amaría tan completamente que siempre se sentiría segura y adorada. Esta mujer, si alguna vez podría encontrarla, se deleitaría con su sensualidad. Ella conocería su capacidad para volver loco a cualquier hombre con sus encantos. Pero ella decidiría entregarse sólo a él.
Bella se sintió extraña cuando Edward compartió este retrato íntimo de su mujer ideal. Se sentía caliente y deseó de repente tener un refresco en lugar de la tibia taza de té de hierbas a su lado. Sus pezones le dolían y se dio cuenta que estaban erectos, empujando hacia fuera cuando ella miró abajo. Los tocó brevemente a través de su camisón, pellizcándolos ligeramente. Su corazón se sentía constreñido y tenía problemas para llenar sus pulmones.
Se dio cuenta con una pequeña secreta conmoción que ella quería ser esa mujer. Su amante ideal. Y sin embargo, sólo levemente comprendió lo que él estaba diciendo. Las palabras y conceptos eran nuevos, pero una parte de ella, una secreta y aún inexplorada parte, se aferró a sus palabras con un silencioso ¡sí! Esa parte suya estaba ansiosa, sedienta, por cualquier cosa que él estuviera ofreciendo.
Las dos horas terminaron demasiado rápido y cuando Edward comenzó a hablar de cuando podía llamarla de nuevo, Bella lo interrumpió:
―Oye, Edward. Acerca de eso. Me estaba preguntando… ―Hizo una pausa, de repente insegura de sí misma. Y se zambulló ―Yo estaba pensando. No hay ninguna razón para que tengamos que hablar así. Quiero decir, no me importaría si quieres llamarme directamente. Ya sabes, no a través del servicio.
Ella esperó. Después de un momento, Edward dijo:
―Me gustaría llamarte directamente. Pero, Bella, si hago eso, las reglas cambian.
―¿Las reglas? ―Bella sintió un apretón extraño en su vientre.
―Sí. Significa que esto se está convirtiendo a nuestro alrededor, Bella. Significa que quiero que para ti signifique más que una buena forma de ganar dinero extra. ¿Es eso lo que significa, Bella?
―Sí ―susurró, sintiéndose ruborizada, contenta de que él no podía verla ―¡Oh, sí!
―Eso me hace feliz, Bella. Pero tú debes saber, si hacemos esto, yo voy a querer más de ti.
―¿Más? ―Bella repitió en un susurro.
―Sí. Yo quiero pasar al nivel siguiente contigo. ¿Estás dispuesta a hacer eso? ¿Lista para hacer eso?
Bella no sabía qué era el siguiente nivel. Al menos, ella habría dicho que no, si le hubiera preguntado. Pero en su intestino, ella lo sabía. Había estado siempre allí, detrás del tanteo gentil, detrás de la risa fácil.
―Sí. Estoy dispuesta. Yo quiero ―Su voz era apenas algo más que un susurro y se encontró con que estaba apretando el receptor, con los nudillos blancos.
―Respondiste rápidamente, Bella. Demasiado rápido tal vez. Antes de que me des el número de tu casa, quiero que estés segura. Quiero que entiendas las reglas.
Bella se sintió reprendida y luego avergonzada. Ella había sido rápida de acuerdo a cualquiera sea el nuevo juego que estaban jugando sin ninguna idea real de lo que significaba. Estaba bastante segura de que tenía que ver con el sexo, después de todo, estaban en una línea de sexo 900 en este mismo momento. La tensión sexual entre ambos era innegable. Ella había compartido detalles íntimos sobre su vida sexual o falta de ella con este hombre. Ahora esperaba, tensionada, confusa.
―Bella. Quiero enseñarte. Sobre ti misma. Sexualmente.
Bella no respondió, a menos que una brusca inhalación pueda considerarse una respuesta. Edward continuó, con voz suave y baja.
―Hemos hablado un poco sobre nuestro pasado, nuestras experiencias sexuales y sé que la suya ha sido más bien, eh, limitada.
El hecho era que ella no era virgen y había tenido relaciones sexuales, como ella había remilgadamente dicho, con dos novios diferentes. El sexo había estado bien, pero la tierra ciertamente no se había movido. De hecho, si fuera honesta, la segunda relación había sido una especie de desastre. Ella no le confió esto a Edward, realmente nunca se lo había contado a nadie, pero había sido humillada por el hombre, que al final, rompió con ella.
Ella no lo había amado y él no le había roto el corazón, aunque tal vez lo había arañado un poco. Incluso ahora, un año y medio más tarde, ella todavía llevaba una vergüenza secreta, una herida que nunca se había curado debido al frío trato para con ella. Entre las muchas humillaciones de menor importancia que había alojado sobre ella, él le había dicho que ella tenía mal olor y siempre insistía en que se ducharan justo antes del sexo. Más tarde le dijo que todas las mujeres apestaban, no había nada que hacer al respecto. Era su destino y el destino de muchos de los hombres era soportarlo.
Eso fue un escaso consuelo para una mujer que ya estaba demasiado insegura sobre su propio cuerpo y su sexualidad. Aunque ella sabía que era cruel y sus comentarios no tenían ninguna base en la realidad, una parte de ella creyó su repulsión y la llevó a cerrarse un poco más.
Aunque rara vez había tenido citas desde entonces, Bella conservaba el silencioso anhelo sexual por el toque de un amante en la noche. Pero ella había encontrado más placer en su propia mano que con los hombres. Ciertamente que era más seguro que arriesgarse a otro arañazo a su corazón.
Edward, por supuesto, no tenía ni idea de lo que pasaba por la mente de Bella como él dijo.
―Tengo esta intuición sobre ti, Bella. He mencionado una vez una atractiva cualidad tuya, tu vulnerabilidad. Me encanta tu voluntad de explorar honestamente tus sentimientos. Voy a ser franco ahora y espero que no te ofendas. Voy a decirte directamente lo que quiero de ti, Bella. Esto no es hacer o deshacer un trato ni nada como eso. Aún hablaremos como amigos, si esto no es para ti. Pero tengo una sensación, si vas a confiar en mí, que yo puedo ayudarte a aprender cosas maravillosas acerca de ti misma. Aprenderás lo que es someterte a tu amante, brindarte a ti misma por completo.
Edward hizo una pausa, pero Bella simplemente se quedó sentada, escuchando. Su corazón corría a toda prisa. Ella no se sentía capaz de hablar en ese preciso momento pero era todo oídos. Él continuó:
―Quiero enseñarte sobre ti misma. Sobre tu cuerpo, sobre tus deseos. Quiero aprender contigo sobre de lo que eres capaz cuando seas sexual y sensual. Quiero llevarte a un viaje de exploración sexual, sólo tú y yo. Lo que esto significa es que voy a llevarte a través de una serie de ejercicios sexuales. A medida que avances conmigo, mis exigencias serán cada vez mayores y sus experiencias más intensas. A pesar de todo, siempre puede decir no en cualquier punto. Y yo estaré allí para ti, a cada paso del camino, guiándote.
Hizo una pausa, su voz todavía tranquila aunque Bella detectaba un silencioso anhelo debajo de sus palabras.
―Eres como una flor, Bella. Al igual que una flor de invernadero gloriosa que nunca se puso en el entorno adecuado para abrirse y revelar sus exuberantes flores. Quiero ayudarte a florecer, chica dulce ―En el silencio que siguió, añadió ―¿Quieres venir conmigo, Bella? ¿Aceptarás esta aventura?
Bella sostuvo el teléfono lejos de la cabeza por un momento, mirando hacia el receptor como si se tratara de una cosa animada. La mano le temblaba ligeramente cuando acercó el teléfono nuevamente a su oreja. Se dio cuenta de que no estaba segura en estar de acuerdo, pero su cuerpo estaba caliente, la sangre palpitaba acaloradamente por sus venas. Su coño estaba húmedo y ella se movió, presionando sus muslos juntos, sintiendo su necesidad.
―Sí ―susurró.


El sábado fue un día ocupado cuando Bella hizo la limpieza de su casa y las compras. En el supermercado encontró un tubo de lubricante personal, un paquete de cuerdas de nylon, un paquete de broches para la ropa y una regla de madera como él le había indicado.
Esa noche el teléfono sonó.
―¿Hola?
―Bella ―Su corazón dio un vuelco. El simple hecho de escuchar su voz, baja y segura, hizo a su corazón latir con fuerza. ¡Esta noche era la noche! La primera noche de su nuevo juego. Sus juegos sexuales, ella pensó con un estremecimiento, todavía sin poder creer que había estado de acuerdo con esto.
―Hola, Edward.
―¿Cómo estás, chica dulce?
―Oh, estoy bien, gracias ―A ella le gustaba que él la llamara dulce. Se relajó en el sillón rojo, suavizando distraídamente el brazo de cuero con sus dedos.
―¿Estás vestida como lo acordamos?
―Sí.
―Cuéntame.
Así que él era como todos los demás, pensó, sonriendo. Ella bajó la mirada hacia sí misma ―Estoy usando una camiseta como tú dijiste. Blanca. Sin sujetador. Y una falda de color negro.
―¿Y?
―Oh ―Ella se sonrojó ―Um, y bragas, bikini y zapatos.
―¿Tacones?
―Sí ―Bella extendió una pierna, admirando cómo las sandalias blancas de ocho centímetros de tacón que había comprado hacían que sus piernas se vean más largas y contorneadas. Su armario contenía zapatos cómodos, nunca con un tacón. Una bibliotecaria estaba parada mucho tiempo y las suelas de goma eran esenciales. Pero los tacones altos la hacían sentir sexy.
―Bien. ¿Tienes un poco de vino? ―Él le había sugerido que tenga una copa de su vino favorito junto a su silla en lugar del habitual té de hierbas. Le dijo que tendría un vaso él también al lado de su silla. Ellos brindarían por su nueva relación.
―Sí. Un merlot. Yo ya tomé una copa ―Ella se rió y levantó la segunda copa, bebiendo un sorbo saludable. Bella no solía beber, pero a ella le gustaba el vino, especialmente el rojo.
―Un brindis ―dijo Edward ―Por nosotros ―Entonces ―¿Estás lista?
―Yo-yo creo que sí ―dijo Bella, apoyando la copa, moviéndose nerviosamente en su asiento.
―Ahora recuerda, Bella. Tienes que obedecerme sin cuestionamientos. Quiero que hagas exactamente lo que te digo y no quiero ni una palabra de protesta. No tienes que ser tímida conmigo. ¿Entiendes?
―Sí ―susurró ella, ansiosa ahora para comenzar.
―Ahueca tus senos para mí ―Bella lo hizo, levantándolos ligeramente, deseando como siempre que sean más grandes ―Haz rodar los pezones, ponlos duros para mí ―Bella obedeció, pellizcando la punta, sintiendo la fuerza del deseo cuando sus pezones se alargaron a través de la delgada tela de algodón de la camiseta. Ya estaba respirando con dificultad y se sintió mareada por el vino.
―Recuéstate y separa las piernas. Pon tu mano sobre tu coño. Sobre las bragas. ¿Están mojadas?
―Están húmedas ―Ella no quería hablar, sentía vergüenza, pero sabía que él esperaba respuestas a sus preguntas y estaba decidida a obedecer.
―Desliza un dedo dentro de tus bragas. Toca tu coño. Presiona un dedo dentro de ti. ¿Estás mojada?
―Sí ―Un susurro.
―Abre más las piernas. Tira las bragas a un lado con una mano y juega contigo misma para mí. No te corras. Sólo juega un poco contigo. No trates de estar en silencio, es sólo entre tú y yo.
Una parte de Rachel se sorprendió. Impresionada por que él podía tan directamente decirle qué hacer y ¡sorprendida de sí misma porque lo estaba haciendo! Pero parte de ella se estremeció cuando apartó la tela sedosa y encontró su centro. Estaba caliente y mojado, mientras presionó un dedo dentro suyo. Ella gimió en voz baja y después suspiró.
Después de unos momentos él dijo:
―Deja de tocarte ―Ella obedeció a regañadientes, sacando sus húmedos dedos de las bragas, su clítoris palpitante de deseo ―Quítate la camiseta y la falda. Te quiero sólo en tus bragas y tacones.
Rachel obedeció, sintiéndose increíblemente sexy al hacerlo, echando el pelo hacia atrás después de que ella se quitó la parte superior, liberando sus pechos turgentes. Los pezones estaban erectos y de color rosado oscuro. Se desabrochó la falda, dejándola caer al suelo por la silla. El cuero era fresco contra su piel desnuda.
Ella tomó otro largo trago de vino y se reclinó, sosteniendo el teléfono en la oreja, ansiosa de su siguiente comando.
―Bella. ¿Tienes la regla?
Bella miró a la bandeja de elementos que había ubicado al lado de su silla como él había indicado. Levantó la regla de madera, preguntándose qué tenía en mente.
―Golpea tu seno derecho con ella. Ligeramente.
―¿Qué? ―¿Había oído bien? ¿Golpearse sí misma?
―Sí, me has oído. Bella, el dolor puede ser erótico. No un terrible el dolor, sólo una luz hiriente. Es parte de una secuencia de sensaciones. Puede ponerte en un diferente estado de ánimo. Un estado de ánimo más intenso, se podría decir. Recuerda, confía en mí. Sólo inténtalo. Levanta la regla y golpea el seno derecho. De un lado a otro del pezón. Hazlo.
Vacilante, Bella se golpeó con la regla. Aguijoneó contra su erecta y tierna punta y ella jadeó ligeramente. Junto con la picadura se produjo un curioso calor en su sexo.
Edward dijo:
―Bien. Ahora el otro. Un poco más duro ―Ella obedeció, sintiéndose decadente y extraña, pero muy excitada.
―Quítate las bragas ―Deslizando los finos dedos debajo del elástico, Bella las bajó por sus suaves muslos. Se movió en la silla de cuero, resistiendo un lujurioso impulso de rechinar su coño desnudo en su contra.
―Chúpate los dedos y luego tócate otra vez. Esta vez no quiero que pares. Quiero que te corras para mí. En el teléfono.
―Oh, Edward. No puedo...
Él la interrumpió.
―Detente. Recuerda, haces lo que digo. Eres libre ahora, Bella. Te he liberado de todas las tontas, mojigatas resistencias que ni siquiera son una parte de lo que realmente eres. Simplemente lo tomaste prestado de alguna parte y ya no lo necesitas más. Eres libre. Libre para obedecerme. Ahora hazlo. Lame tus dedos y hazte correr. Para mí.
Sus palabras de alguna manera tuvieron un efecto liberador. Ella no tenía necesidad de aferrarse a los viejos sentimientos y limitaciones. A las viejas ideas de que el sexo era algo sucio y que estaba por encima de todo. Ella podía dejarlos ir, como una serpiente deslizándose fuera de su vieja piel.
Levantó la mano a su boca, chupó sus dedos sensualmente, lentamente, como si Edward estuviera realmente allí para verla. Dejó caer la mano en su sexo, abrió las piernas más amplias, rodando hacia arriba con las caderas para que su coño quedara en un ángulo más fácil para los dedos.
Ella sostuvo el auricular entre la cabeza y el hombro mientras se frotaba, empujando un dedo luego dos, profundo dentro del túnel caliente y húmedo. Le gustaba la forma en que sus músculos vaginales parecían tomar medidas drásticas contra sus dedos ―Oh ―se quejó en voz baja, una súbita imagen de un hombre, con el rostro en sombras, inclinado sobre ella, besándola en la boca, presionando su erección contra ella. Se frotó su clítoris, suspirando en voz baja y ronca en el teléfono.
―Sí ―le instó Edward ―Sí. Eso es todo, mi dulce gatita, mi ángel. Fóllate con tu mano. Sí ―Su voz era muy baja, casi ronca ―Hazte correr a ti misma, chica sexy. Sexy Bella. Hazlo. Hazlo por mí.
Su respiración era rápida, sus dedos un borrón contra sus sedosos, resbaladizos labios de su coño. En sólo unos momentos más se arqueó contra su mano y lanzó un grito. Su cuerpo se estremeció de placer mientras sus dedos tamborileaban en todo su sexo en el momento de su orgasmo. El teléfono se cayó cuando ella echó hacia atrás la cabeza debido a una reacción primitiva, se corrió más duro de lo que alguna vez lo había hecho en su propia mano o de alguien más. Todos los pensamientos fueron borrados por el puro placer físico.
Poco a poco su jadeante respiración comenzó a regularizarse y ella se agachó, buscando el receptor que se balanceaba en la silla. Lo recogió, y dijo con timidez, ―se me cayó el teléfono.
―Eso oí ―dijo Edward, riendo a la ligera ―Vamos a tener que conseguir un auricular inalámbrico. Esa es su tarea para la próxima vez. Un auricular de manos libres. No me gusta perderme cosas.


Su llamado a la mañana siguiente tomó por sorpresa a Bella. No habían puesto una fecha concreta para la próxima llamada pero ella había supuesto que sería por la noche.
―¡Oh, Edward! Hola. No esperaba tu llamado―Estaba avergonzada ahora a la luz del día sin vino para ablandar la experiencia de la noche anterior.
―Lo sé. Sólo quería decir hola. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes hoy?
―¿Quieres decir sobre lo de anoche?
―Sí.
―Me siento ―se detuvo, su timidez natural luchando con algo más. Algo maravilloso. Sonriendo ampliamente, admitió: ―¡Me siento estupenda! Nunca he tenido tal experiencia, Edward. ¡Fue la experiencia más intensa de mi vida! Fue increíble ―Se detuvo, preocupándose repentinamente de estar diciendo tonterías.
Edward tranquilizó su preocupación ―Estoy tan contento, Bella. Me gustó también. Esto es sólo el principio. Podemos ir mucho más lejos, ya sabes. Iremos, mi amor.
Bella se tranquilizó. Había ido hacia la silla de cuero rojo y ahora se hundió en ella. La bandeja de elementos que ella había comprado aún descansaba sobre la mesa a su lado donde la había dejado. Sintió una calidez entre las piernas al escuchar su voz profunda. Dejó caer una mano a su coño, desnudo debajo de su bata de dormir.
―Bella, ¿qué estás haciendo?
Bella se detuvo, retirando su mano. ¿Podría verla? Ella miró por la ventana a la calle más allá. ¡No, por supuesto que no podía! Él sólo estaba dando conversación ―Oh, estoy sólo, eh, aquí sentada. Nada, de verdad. Me voy a vestir.
―¿No estás vestida?
―Bueno, estoy en camisón.
―¿Bragas?
Sintió el calor en su rostro, cuando respondió:
―No.
―Abre las piernas, Bella. Tócate a ti misma para mí ―Lentamente se echó hacia atrás en los brazos del cómodo sillón reclinable, extendiendo sus largas piernas, subiendo su camisón. Se tocó el coño, suavemente extendiendo los delicados labios para encontrar su centro. Se sentía increíblemente sexy, incluso hermosa.
―¿Estás mojada?
―Sí ―susurró.
―Bien. Tengo una petición, una instrucción. Puedes pensar que esto es raro pero en base a cómo reaccionaste ayer por la noche con la regla pienso que podrías encontrarlo bastante, eh, estimulante ―Ella esperó, sus dedos jugando suavemente sobre sus hinchados labios.
―¿Tienes los broches a mano?
―Sí.
―Bien. Quiero que tomes uno y lo sujetes sobre tu pezón. Va a doler, pero es un dolor bueno. Es una señal de tu sumisión hacia mí, Bella. Es sólo un pellizco, pero que representa mucho más. Será una pequeña ofrenda de tu parte de tu disposición a hacer cualquier cosa por mí. ¿Me entiendes?
―¿Poner una pinza de ropa en mi pezón? ¿Es eso lo que dijiste? ―Bella sacudió su cabeza en el teléfono aunque su coño estaba caliente y húmedo.
―Es cierto, Bella. Eso es lo que dije. ¿Recuerdas la regla? Tú estuviste dudando entonces, también. ¿Y qué pasó? ¿Sufriste? Vamos a ver, ¿cuáles fueron tus palabras, «la experiencia más intensa de tu vida»? Confía en mí, cariño. Yo sé lo que estoy haciendo.
Bella sacudió su cabeza nuevamente, aunque por supuesto, él no podía verla. Y, sin embargo, si ella fuera honesta, una parte suya estaba excitada por lo que él estaba demandando. ¡Parecía tan decadente, tan peligroso! Tentativamente Bella tomó una pinza de la ropa, acariciando la suave madera, pulsando para abrir el mecanismo de resorte. Nerviosamente, sacó su pezón con dos dedos y dejó que el broche de madera se cierre en él.
―¡Ouch! ―Chilló ella en el teléfono ―¡Esto duele!
―No te preocupes, no es peligroso. ¿Qué estás sintiendo? Además del pellizco en el pecho, ¿qué es lo que tu cuerpo te está diciendo? Piensa un momento y sé honesta. Es importante que seas completamente honesta.
Bella se quedó mirando su pezón, presionado y atrapado por el broche y su mano bajó a su coño. Estaba resbaladizo, los jugos se filtraban en sus dedos. Ella estaba increíblemente húmeda. Un gemido escapó de sus labios mientras se frotaba su clítoris.
Tomando una profunda respiración, admitió lentamente:
―Estoy caliente, Edward. Estoy caliente y húmeda. Me siento tan… ―hizo una pausa, en busca de la palabra, tratando de describir los sentimientos que eran tan nuevos ―¡Me siento tan viva! Vibrante. Tan increíblemente sexy. No falsa como Velvet, sino real.
―Perfecto ―respondió Edward, con voz tensa por su propia excitación ―
Ponle el broche al otro, Bella. Quiero que sientas el mordisco de tu sumisión con el beso de tu orgasmo. Quiero que te corras para mí ahora.
Bella se sintió casi débil, mareada con la necesidad. Ella agarró el otro broche de ropa y lo abrió, sujetándolo en su tierno capullo. Sus dedos jugaron contra su hinchado, necesitado sexo. Ella gimió, ya no tímida, demasiado excitada para ser recatada.
―Edward, oh Edward ―susurró en el teléfono. El orgasmo fue rápido, robando más de ella, sus gritos y suspiros haciendo honor a su placer.
Cuando ella se echó hacia atrás, una sonrisa apareciendo en su rostro, Edward dijo:
―Quita los broches ahora.
Bella los quitó, acortando un soplo de dolor cuando el flujo de la sangre volvió a licitar las terminaciones nerviosas. Ella se acomodó, lista para una larga conversación. Para su consternación, Edward dijo:
―Me tengo que ir ahora, cariño. Tengo que trabajar hoy, pero yo quería estar conectado. Tengo una tarea para ti sin embargo. Voy a llamar otra vez esta noche, pero esto es lo que quiero que hagas hoy...
A medida que acunaba el teléfono, ella suspiraba como una colegiala enamorada.
―Edward ―susurró ―¿Quién eres?

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chikas nos vemos el proximo miercoles

19 comentarios:

Ligia Rodríguez dijo...

Sii por fin un capítulo nuevo!! Me encanta!!!! Esta historia se está convirtiendo en mi favorita!! Besos Annel hermosa!

Anónimo dijo...

OMG!!!!! ME ENCANTO ESTE CAPITULO VALIO LA PENA TANTA ESPERA :) QUE EDWARD TAN DEMANDANTE Y SEXY.... LO ADORO *-*

Cristina dijo...

Vaya más caliente y excitante, buenísimo

Hebe dijo...

mmmm...Esto se pone excitante...y la historia cada vez me gusta más, espero leer pronto un nuevo capítulo....Besos

Hebe dijo...

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Hebe dijo...

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joli cullen dijo...

xd me emcanta

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina