martes, 21 de marzo de 2017

Castigando a Isabella capítulo 4


Capítulo cuatro


—¿Qué fue eso? ¿Una nueva oferta? — V estudió la multitud con entusiasmo, sus ojos se detuvieron en las facciones de granito del capitán Cullen. —¿Ha hecho usted una oferta, señor?

—Dije diez mil créditos, lo tomas o lo dejas. — Cullen cruzó sus musculosos brazos sobre su enorme pecho y frunció el ceño. —No tengo todo el día, negrero, pero tengo una fantasía con carne de la antigua Tierra. Desde luego, podría comprarla en cualquier lugar del mercado pero esta es la única que he visto con pelo como seda dorada. — Dio un paso adelante y alargó la mano para acariciar de forma casual la melena salvaje de Isabella.
Isabella tembló bajo su mano enorme y cálida e intentó no parecer  demasiado ansiosa por ser vendida.  Se dio cuenta de que era la primera vez que  él la tocaba, aún cuando había tenido muchas oportunidades en el barco. Su tacto era suave pero impersonal, así que pensó que él no quería que el negrero se diese cuenta de que tenía más que un interés pasajero en comprarla.
—Diez mil es un precio muy alto, señor—. V le sonrió astutamente. —y  estaré encantado de venderle esta hermosa hembra por esa suma. Pero, ¿no desea verificar su estrechez antes de pagar?
—Puedo verificarla después de que la lleve de vuelta a casa a solas, — dijo Cullen secamente. Su enorme mano hizo a un lado del cuello el pelo de Isabella y luego viajó lentamente hasta ahuecar su pecho derecho. —Puedo ver ya que sus pezones están maduros y preparados para ser chupados—, continuó mientras sus dedos largos y redondeados recorrían los torturados brotes de Isabella.
Ante su contacto, los nudos de amor drusinianos se apretaron,  endureciéndole aún más los pezones y Isabella jadeó y cerró los ojos en un placer humillante. Dios, ¿cómo podía él hacerle eso a ella? Por supuesto, ella se daba cuenta de que él simplemente estaba actuando como un mercader a punto de comprar un buen lote, pero aún así, tenerlo tocándola después de ese tiempo, tener realmente sus manos sobre ella, era casi demasiado. ¿Había estado ella esperando secretamente esto desde el principio? Isabella no lo sabía, pero sí sabía que no lo quería de ese modo. No en público, con una multitud de extraños mirándolos. Pero ella estaba atada e indefensa, no había nada que pudiera hacer salvo tratar de soportar el contacto de su capitán y seguir con la ilusión que él estaba construyendo.
—Sus pezones son perfectos, — continuó Cullen, acariciando todavía los brotes doloridos de Isabella. —¿Pero, que es esta cuerda plateada?  ¿Puedes quitársela  una vez haya pagado?
—¡Ah, señor! Sólo usted puede retirarlas y le prometo que disfrutará del mayor placer que haya tenido nuca. — V blandió misteriosamente su varita de madera. —En realidad, le diré cómo tan pronto la venta se cierre; la forma de liberarla de la cuerda es parte del lote. Pero primero, debo insistir en que compruebe la estrechez de la esclava. Todas las ventas, como estoy segura que debe saber, son finales y quiero estar seguro de que estamos de acuerdo antes de que los créditos cambien de manos.
—Muy bien. — Isabella escuchó el estruendo de su voz profunda. Se animó a si misma a mantener los ojos fuertemente cerrados pero de algún modo no pudo evitar abrirlos solo un poco para ver qué iba a hacer él.
Sus brazos estaban entumecidos por tenerlos tanto tiempo atados encima de su cabeza y su garganta estaba reseca por el aire seco y polvoriento del mercado. Los soles gemelos de Ortha seis caían sobre su cabeza como un martillo dorado y el murmullo de la multitud reunida alrededor del escenario zumbaba en sus oídos. Pero de algún modo todo eso se desvaneció cuando vio los ojos de Cullen fijos en los suyos mientras una mano enorme acariciaba lentamente su piel temblorosa bajando por su abdomen hasta ahuecar los labios tiernos y separados de su sexo.
Mírame, parecían estar diciendo sus ojos. Mantén tus ojos sobre mí y no pienses en ello, estarás pronto lejos de aquí si sólo te relajas y permites que esto ocurra, lo prometo.
Isabella lo miró a los ojos, hipnotizada, y se preguntó si estaba imaginándose la  intensa  conexión  entre  ellos.   Tal  vez  el calor provenía  de  ella, haciéndola pensar que tenía algún vínculo extraño con su estoico capitán. Y, sin embargo,  los ojos de él nunca abandonaron los suyos incluso mientras él acariciaba suavemente la longitud de su coño expuesto, dibujando las cuerdas plateadas que rodeaban su clítoris hinchado y la hacían jadear antes bajar aún más para entrar en su coño vulnerable.
Ella gimió indefensa mientras él la penetraba con dos dedos largos y gruesos, empujando los cordones drusinianos a un lado lo mejor que pudo para penetrarla más profundamente. Para su vergüenza, Isabella se dio cuenta de que se estaba empapando de repente, que su coño abierto e indefenso estaba reaccionando al tacto de Cullen como no había reaccionado a los nudos de amor.
¡Dios, estoy tan mojada! ¿Qué pensará de mí por mojarme para él de esta manera? Notó que sus mejillas ardían con la vergüenza incluso cuando sus paredes se apretaron alrededor de él. Sin embargo, Cullen no mostró ninguna emoción en absoluto mientras su dedo follaba su coño resbaladizo y sus ojos no  se apartaron de su cara con ninguno de los movimientos lentos en su interior.
—Sí, —dijo por fin, retirando los dedos de su coño palpitante después de lo que pareció una eternidad. —Está apretada. — Lo que hizo a continuación sorprendió a Isabella más de lo que podría decir. En vez de limpiar sus dedos brillantes en su larga túnica, los metió en la boca y los chupó para limpiarlos. —  Y antes de que preguntes, también es deliciosa. Así que estoy preparado para pagar, no tengo toda la semana para pasar en una única venta— añadió bruscamente apartando finalmente los ojos de Isabella  y mirando a V.
—Muy bien entonces, señor, si está satisfecho, estoy más que feliz de concluirla. — V sonrió insinuante e hizo una seña con la cabeza a uno de sus morenos ayudantes que estaban de pie a un lado del escenario. Soltad esta  esclava y prepararla para la venta—, espetó.
Cuando Isabella fue desatada y llevada a un lado del escenario para esperar a su nuevo maestro, notó que los nudos del amor palpitaban y vio cambiar los créditos de las manos de Cullen a las de V. El negrero ofreció a su capitán una factura de venta y algo más, un pequeño vial con un líquido azul en él. Dijo unas palabras que ella no fue capaz de entender, agitando el vial hasta que el líquido azul  formó  burbujas  y  entonces  sacó  un  cuchillo  pequeño.   Isabella  se tensó, preguntándose si V había reconocido de repente a su capitán, sólo hizo un pequeño pinchazo en la yema del dedo índice de Cullen y destapó el vial. Con cuidado, dirigió el dedo de Cullen sobre el borde del recipiente largo y delgado y vio cómo tres gotas de sangre cayeron en él, tiñendo el líquido azul de púrpura. Después lo volvió a tapar y se lo entregó a Cullen, que lo metió en el bolsillo interior de su túnica y asintió con gravedad.
Isabella se preguntó de qué iba todo eso, ¿podría ser la solución a esos malditos nudos de amor? Pero entonces, ¿por qué V había hecho que el capitán añadiera un poco de su sangre a la mezcla? Todo el asunto era muy misterioso pero ella estaba tan ansiosa por conseguir salir del mercado de esclavos que casi no le dio importancia. Lo que le concernía de forma más inmediata era de dónde había conseguido su capitán semejante cantidad de créditos para liberarla y en cuántos problemas estaba metida.
Levantando la barbilla de forma desafiante, decidió no preocuparse. El  capitán Cullen, sin duda, la llevaría de vuelta al barco una vez salieran de ese infierno. Ella incluso podría ser asignada a la brigada durante el resto de la misión. Pero estaría condenada si dejaba caer la cabeza avergonzada ante él o  ante cualquiera.  Podía haber sido una locura intentar ir tras V sola, pero al  menos había mostrado cierta iniciativa y era más de lo que podía decirse de los otros zánganos de Intergal que seguían a su alto capitán ciegamente.
Así que al diablo con el capitán Cullen y con todos los idiotas que estaban de  pie a su alrededor mirando su cuerpo desnudo. Isabella les devolvió la mirada, desafiándolos a decir algo. V podía haberla despojado de sus ropas pero ella todavía tenía su orgullo y la llevaría a través de esta bochornosa situación hasta que llegaran al barco.

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El primer instinto de Edward fue cubrirla con su manto y ocultar su desnudez y vergüenza mientras atravesaban la multitud. Tenía una extraña sentimiento de seguridad hacia su rebelde sargento, como si la factura de venta que tenía en la mano fuese real en lugar de un elaborado apoyo  en esta danza de engaños en  que estaban metidos. Ahora ella era suya, comprada y pagada y él no quería que nadie siguiese viendo su hermoso cuerpo.

Sin embargo, un propietario de esclavos real nunca se tomaría la molestia de cubrir la desnudez de sus esclavos. Ella era una posesión, no más importante que cualquier animal que pudiera haber comprado, y él tenía que tratarla en consecuencia para que nadie sospechara qué era lo que estaba pasando realmente. Ya era bastante malo que Isabella mantuviera la cabeza alta y se negase a encogerse de miedo o vergüenza ante las muchas miradas que recibía mientras atravesaban la multitud. Edward intentó desterrar la irritación que estaba formándose en su interior. Sólo esperaba que los demás comerciantes y compradores asumieran que ella era una esclava excepcionalmente difícil y no pensaran nada de su actitud desafiante. Si alguien sospechara otra cosa distinta, ellos estarían metidos en un buen lío.
Como si leyeran sus pensamientos, varios de los comerciantes vestidos de púrpura situados al final de la multitud que asistía a la subasta se reunieron susurrando y mirando a Edward y a su nueva adquisición mientras ellos pasaban. Isabella les devolvió la mirada, desafiándolos a pensar lo que quisieran. Edward sintió que su irritación se convertía en ira. Eso era, ella había ignorado sus órdenes, conseguido que la capturaran y puesto en peligro la misión, y ahora, cuando él estaba intentando rescatarla, ella iba a conseguir que los mataran antes de que pudieran llegar de vuelta al barco.
Su ira empezó a crecer, una ira peligrosa que él mantenía estrangulada en todo momento. En todo su tiempo como capitán de Intergal había estado metido en altercados que habrían desatado en otros hombres una rabia asesina y él no había levantado siquiera una ceja. Pero ahora estaba ardiendo por proporcionar un muy necesario castigo a su sargento rubia.
—¡Esclava, ven aquí! — Él tiró de la correa atada a su cuello y ella tropezó hacia delante, dedicándole una mirada enojada.
—Sí, amo— escupió ella con sarcasmo.  —¿En qué puedo servirte?

Viendo su desafío, los comerciantes murmuraron furiosos y uno de ellos empezó a hablar discretamente por el comunicador de su muñeca. Edward sintió otra oleada de furia. En cualquier momento los guardias del mercado serían convocados y los dos estarían sobre la tarima de subastas. Él había tomado un riesgo calculado al  liberar a  Isabella por su cuenta, apostando su propia  vida    y libertad a que podía sacarla sin una red de seguridad. Si él no hacía algo pronto, sería una apuesta que estaba a punto de perder.
Levantó la cabeza hacia un puesto de flagelación, dos postes de  madera unidos por un travesaño largo entre ellos, usado para castigar a los ladrones, de los que había muchos en un mercado abarrotado de gente. En ese momento estaba vacío, pero había varios juegos de esposas colgando del travesaño muy gastado, un lugar muy conveniente para encadenar a aquellos que necesitaran castigo.  Y la sargento Isabella Swan ciertamente necesitaba alguno ahora.
Sin decir una palabra, Edward tiró de ella hacia delante, cambiando su dirección original y dirigiéndose hacia el poste de flagelación. Ella vio su nuevo destino y sus ojos se abrieron, primero con sorpresa y después con ira.
—¡Hey! — Protestó mientras Edward le ataba las delgadas muñecas por encima de la cabeza al travesaño.  — ¿Qué demonios estás haciendo?
Edward le frunció el ceño sombrío. —Castigarte, esclava. Tu desafío no tiene lugar aquí.
— ¿Qué? ¡No! — Ella luchó contra las esposas.  Estaban un poco altas para  ella y se vio forzada a ponerse de puntillas, las líneas delgadas y esbeltas de su cuerpo atravesado por las extrañas cuerdas de amor drusinianas se tensaron más. Edward notó que su polla se levantaba de nuevo mientras él se metía la mano por debajo de la túnica púrpura y se desabrochaba su grueso cinturón de cuero negro. Sería su derecho de propietario si la follaba allí en público, para demostrar que  era su dueño más allá de toda sombra de duda, pero no estaba dispuesto a hacer algo así delante de todos aquellos ojos que los miraban con avidez. En vez de eso, le enseñaría un poco de respeto antes de llegar al Orgullo de la justicia. Tal vez  se lo pensaría dos veces antes de volver a salir a escondidas de la nave la próxima vez que intentara cumplir una misión ella sola.
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Hey nuevo capítulo muchas gracias por leer espero les este gustando la adaptación nos vemos mañana en otro capítulo.

2 comentarios:

Ana dijo...

Graciaaaas

vani dijo...

Oh oh q va a hacer Edward.
Gracias.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina