miércoles, 29 de marzo de 2017

Capítulo final Castigando a Isabella


Capítulo nueve


Isabella se sentó en la cama y sintió ganas de llorar. Dios, ¿de verdad le importaba tan poco?  ¿Tan poco como para dejarla tan pronto acabó?
Ella sabía que al final había conseguido dejarse llevar en cierto modo, está bien, se había dejado llevar mucho, no había podido evitarlo. Durante casi una semana había sido torturada por los nudos de amor apretándola, empujándola más allá del punto de resistencia y aún así no había conseguido correrse.  Entonces Cullen la había tocado y lamido y follado, y la había hecho correrse tan dura e intensamente. Y antes de que ella hubiese sido capaz siquiera de recuperar el aliento, la había obligado a permanecer inmóvil mientras hacía que sus peores temores se hicieran realidad.
Pero una vez había entrado en ella, Isabella apenas había podido recordar por qué había tenido miedo. Porque él fue suave, tan suave que apenas podía creer que fuera el mismo hombre que había follado su coño tan salvajemente. Y con sólo unas pocas embestidas en su interior, la había hecho correrse otra vez. Fue la forma en que él frotó su clítoris contra la almohada que había puesto debajo de ella lo que lo causó, eso y el hecho de que él estaba haciendo algo tan prohibido, algo que había temido tanto tiempo, que Isabella apenas podía creer que hubiera sido capaz de soportarlo. Teniendo en cuenta todo eso, ¿cómo iba a poder evitar correrse otra vez?  Especialmente cuando estaba enamorada de él.
Bueno, es bastante obvio que él no comparte exactamente tus sentimientos, pensó Isabella con tristeza, mientras se sentaba en uno de los lados de la cama para hacer un análisis de sí misma. Las cuerdas drusinianas habían desaparecido por fin, dejando únicamente débiles huellas rojizas, recuerdos de su presencia sobre su piel que le recordaban su servidumbre.  Recordó la forma en que él  había chupado y lamido su pezón después de soltar el primer nudo de amor y quiso llorar otra vez. No tenía sentido desear que volviese y la abrazara y besara las marcas rojas dejadas por la cuerda. El capitán Cullen se había ido y no había dado ninguna señal de que fuera a volver.

¿Bien, eso es culpa tuya, no? Llorar y suplicarle y no confiar en él incluso cuando había prometido ser amable. Lo había espantado con sus jadeos y gemidos. Un despliegue emocional como ese probablemente resultara repulsivo a un zentoriano. Después de todo, ellos no tenían sentimientos, o al menos, no como el resto de especies inteligentes de la galaxia.
¿Pero, y todo el dolor que había oído en su voz? ¿Y cuándo había estado tan segura de que, después de todo, él sentía algo por ella? Isabella alejó el pensamiento. Claramente, había estado equivocada.  Era hora de dejar los deseos  y abandonar la habitación para ir a la suya. Sin duda,  él estaría esperando que  ella se fuera. Una vez que la dejara, él podría volver a su vida rígidamente controlada y olvidaría incluso que había tenido que ayudar a una de sus oficiales de forma tan embarazosamente íntima.
Cansada, se arrastró fuera de la cama y empezó a buscar su uniforme. Se lo puso, dándose cuenta de lo bien que se sentía al llevarlo sin los apretados nudos de amor. Todo iba a ir mucho mejor ahora. Volvería al ritmo de las cosas y trataría de fingir que nada de esto había ocurrido. Incluso podría  pedir  un traslado a otra nave de Intergal para que así pudiera dejar todo el incidente atrás para siempre.
Algo cálido y húmedo bajaba por su mejilla y Isabella se secó las lágrimas enfadada. Ahora no era el momento de llorar. No era el momento de hacer otra cosa que no fuese volver a su cuarto e intentar dormir un poco. Pero, ¡Dios! Saber que a él ella no le importaba de la misma forma que él le importaba a ella, dolía. Dolía mucho.
Suspirando, salió de las habitaciones del capitán y caminó por el pasillo, sintiéndose peor de lo que nunca se había sentido desde que pusiera por primera vez el pie en el Orgullo de la justicia.

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Isabella ya se había ido cuando él volvió por fin a su aposentos y Edward no  sabía si sentirse aliviado o decepcionado. Saber qué sentía ella ahora por él le hacía sentir como si tuviese un puño de hierro que le estuviese apretando el corazón. Bueno, al menos se las había arreglado para eliminar los nudos de amor de su cuerpo, liberándola de la esclavitud sexual.   Se alegraba de eso.      Desearía que las cosas hubiesen sido de otra manera, que no hubiera tenido que asustarla al final, pero ¿qué otra cosa podía haber hecho? Había intentado ser suave, no quiso hacerle daño, pero era bastante obvio, por su reacción posterior, que no lo había conseguido un éxito total en eso. Así que se había obligado a sí mismo a dejarla acurrucada en su cama sola, sabiendo que ella no quería estar cerca de él otra vez.  No después de lo que él había necesitado hacer.
Dios, ¿cómo había conseguido meterse debajo de su piel de esa manera? ¿Por qué no podía dejar de quererla? ¿Dejar de necesitarla? ¿Dejar de amarla?
Pero no podía y Edward sabía que era inútil intentarlo. Una vez dado, su amor  no podía ser borrado. Pensó en convocarla de nuevo, una vez él estuviera más calmado, y ejercer su privilegio de capitán, pero sabía que ella lo odiaría por eso.  E incluso si no lo hiciera, su especie se emparejaba para toda la vida así que una follada rápida sólo avivaría las llamas de su deseo por ella, no las apagaría. No podía aceptar nada que no fuese la completa rendición de Isabella, de su corazón y de su cuerpo. Y sabiendo cuán obstinada y voluntariosa podía ser, él dudaba sinceramente de que ella estuviese dispuesta a entregarse a él tan completa e incondicionalmente.
Cómo si fuese a considerarlo siquiera después de lo que le hiciste, se dijo furioso. Ella te odia.  Sí, por supuesto que lo hacía. ¿Y por qué no debería?
Él la había arrastrado desnuda por el mercado de esclavos, la había encadenado al poste de flagelación y azotado hasta que lloró. Después la había obligado a someterse a la indignidad de ser lamida y chupada por completo para conseguir cierto alivio de los nudos de amor que envolvían su cuerpo. Como si  eso no fuera bastante malo, le había follado el coño tan duro como había podido  y después la había tomado por el culo, a pesar de que ella le había dicho lo aterrador que encontraba ese acto en particular. Durante todo el tiempo que le había llevado hacerlo, todo parecía necesario y correcto, pero ahora Edward se preguntaba cuánto había sido realmente una obligación de su cargo como oficial superior y cuánto había sido por sus fuertes emociones zentorianas fuera de control.
Le debo una explicación. Sí, la debía. También tenía que hablarle acerca de las pruebas grabadas que había obtenido en el mercado de esclavos.        Tendrían que ser mostradas al juez que llevara el caso de V. Por supuesto, la cara de  Isabella sería difuminada para proteger su identidad, pero él todavía la necesitaba para que firmara la declaración de su liberación antes de que él la entregara en el juzgado.
A regañadientes, Edward decidió que tendría que llamarla otra vez a su cuarto. Pero no en ese mismo instante, mañana estaría igual de bien, decidió.  Eso le  daría tiempo librarse de la tensión y relajarse, para ordenar sus pensamientos y decidir exactamente qué diría y cómo lo diría.
Y cómo la dejaría irse, sin importar lo doloroso que fuera.


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“Sargento Isabella Swan, diríjase a las habitaciones del capitán. Sargento Isabella Swan, diríjase a las habitaciones del capitán inmediatamente.
¡Otra vez no! Isabella se preguntó si estaba oyendo cosas.  ¿Estaba realmente el capitán Cullen llamándola a sus habitaciones otra vez?         ¿Y si era así, por qué?
¿Qué podía querer de ella después de que la noche anterior le dejara absolutamente claro que no quería estar cerca de ella?
¿Y que debía de estar pensando el resto de la tripulación? No habían pasado siquiera veinticuatro horas desde su última visita y él ya la estaba llamando otra vez. Isabella suspiró. Había estado todo el día recibiendo miradas de otros  oficiales, miradas envidiosas de las mujeres y lujuriosas de los hombres. Estaba clara que todos habían llegado a la conclusión obvia cuando habían oído su convocatoria la noche pasada, que el capitán Cullen por fin estaba ejerciendo sus privilegios.  Y ahora quería follarla de nuevo.
¿Pero lo haría realmente? ¿O es que me ha llamado para pedirme que renuncie o que solicite un traslado, tal vez me ofrezca un puesto en otra nave y así él no tendría que estar recordando lo que hicimos cada vez que me ve? Isabella pensó que era lo más probable. Pero no había nada que pudiera hacer excepto ir a sus aposentos y averiguarlo.

Edward la dejó pasar cuando llamó y Isabella pasó rápidamente por delante de  él a la zona de entrada, intentando no pensar en las actividades que habían practicado la última vez que había estado allí. ¡Maldito hombre por ponerla tan caliente y maldito por estar tan bueno!
Su cuerpo enorme vestido con el uniforme de Intergal parecía el doble de delicioso ahora que sabía lo que había debajo del fresco tejido. Y, como era habitual, no tenía ni un pelo fuera de sitio. Había una mirada impasible en sus ojos azul-dorado que era imposible de leer, podía ser deseo, o censura, o sólo irritación por tener que hablar con ella otra vez. El corazón de Isabella empezó a palpitar cuando él se volvió y dio un paso hacia ella, pero ella se obligó a sí  misma a mantenerse quieta.
—Isabella… —Su profunda voz sonó, por una vez, balbuceante, sorprendiéndola. —Yo… Yo necesitaba hablar contigo sobre algo, — empezó titubeante.
Isabella quiso evitarle a él y a sí misma el dolor y la vergüenza que estaba segura que seguiría.
—Si es por lo de la noche pasada— empezó.

—No. — Edward levantó una mano para detenerla. —Al menos… no todavía. Primero necesito enseñarte algo. — Hizo un gesto hacia el sofá azul de su sala de estar.  —Por favor, siéntate.
Inquieta, Isabella se sentó. ¿Por qué la habría llamado allí si no quería hablar de la noche pasada? ¿Y qué podía querer enseñarle? No tuvo que preguntárselo más tiempo. Con un toque a algún mando a distancia oculto, Cullen hizo salir un proyector y empezó una grabación. Él se sentó a su lado en el sofá, demasiado cerca para la tranquilidad de Isabella, pero para entonces lo que estaba viendo en la pantalla la tenía tan absorta que ni siquiera intentó alejarse de él.
Allí estaba el polvoriento y caliente mercado de esclavos de Ortha seis lleno de mercaderes de túnicas púrpura y mercancía humana. Y cuando la muchedumbre se apartaba de delante de la cámara, allí estaba Isabella, encadenada y estirada encima de la tarima con los pechos desnudos agitándose y su  coño  húmedo  y  abierto  para  que  todo  el  mundo  pudiera  verlo.  Mientras miraba, una mano se levantó y pareció ajustar la cámara para incluir a V, que estaba de pie justo al lado de ella. Una mano familiar, la mano de Cullen. De repente, se dio cuenta de que esto tenía provenir de un dispositivo de grabación oculto que él debía llevar encima cuando acudió a rescatarla.
—¿Por qué… por qué me está enseñando esto? — preguntó aturdida, observando como el escenario cambiaba para mostrarle al capitán acariciándole los pechos mientras hablaba con el traficante de esclavos. Isabella casi podía  sentir otra vez su contacto mientras miraba y un escalofrío de puro deseo la  asaltó.
—Para hacerte saber que tu pequeña incursión clandestina no fue un completo fracaso. Vamos a poder usar esta evidencia para probar que V está vendiendo esclavos de forma activa. Y por supuesto, desenfocaremos tu cara y tu nombre no será mencionado, pero pensé que te gustaría saberlo.
—Gracias. — Isabella bajó la mirada y la enfocó en sus propias manos, intentando no ver la forma en que Cullen la estaba tocando en el vídeo. Si solamente él la tocara una vez más, pero no había ninguna posibilidad de que eso ocurriera porque ya no había ninguna razón para él. Los nudos de amor drusinianos habían sido separados de su cuerpo y como él no había tenido nunca otra motivación que no fuese su sentido del deber para hacerle el amor, eso no  iba a volver a suceder. Podía volver a su camarote y dejar de torturarse a  sí  misma con deseos que nunca se cumplirían.
—Me gustaría explicarte algo acerca de lo de anoche. — Cullen se deslizó más cerca de ella en el sofá y Isabella empezó a captar el olor cálido y masculino de su piel.  De repente su boca estuvo tan seca que era difícil hablar.
—Honestamente, señor, no es necesaria ninguna explicación, — murmuró, mirando a otro lado.
Cullen le levantó la barbilla con una mano suavemente, obligándola a  mirarlo.
— Ciertamente lo es para la mayor parte de lo que ocurrió, Isabella, — murmuró buscándole los ojos con los suyos.   —Anoche te puse en una posición   espantosa.
¿No quieres saber por qué?

Isabella respiró profundamente a medida que el calor del rubor subía a sus mejillas. —Sé por qué, porque estaba decidido a liberarme de los nudos de amor sin importar cómo. Y usted tenía razón, lo admito. Así que  en realidad, no es  gran cosa, — dijo apurada, deseando que él le permitiera marcharse. Incluso el sentir su mano en la barbilla era enloquecedor, le recordaba lo que nunca tendría de nuevo.
—¿No es gran cosa? Ya veo. — La cara de Cullen era ahora como una nube de tormenta. —¿Así que ahora que ya estás libre de los nudos de amor no te importa saber cómo me siento acerca de ti?
—Espere un minuto, ¿cómo se siente? — Isabella le frunció el ceño. —¿Qué quiere decir cómo se siente? Todo el mundo sabe que los zentorianos no tienen sentimientos.
—¿No tenemos sentimientos? De todas las cosas irritantes…  exasperantes…— Se puso de pie bruscamente y empezó a pasear por la  habitación. —No es que no tengamos sentimientos, Isabella; es que los tenemos demasiado fuertes. Nuestras emociones, cuando no están controladas, pueden ser peligrosas. — Se dio la vuelta para mirarla. — Fue por eso por lo  que  he intentado poner freno a los míos cuando estaba a tu alrededor. Pero tú… tú siempre te las arreglabas para llegar a mí. Tú me haces sentir sin importar cuán fuertemente intente no hacerlo.
Isabella no podía creer lo que estaba oyendo.  —¿Usted siente?  Quiero   decir,
¿Lo hace? ¿Yo le hago sentir? — Sentía como si un rebaño entero de mariposas acabaran de despegar de su estómago pero intentó controlar su excitación. Después de todo, él no había dicho qué es lo que le hacía sentir, y era igual de probable que fuese irritación e ira que amor y deseo.
—Lo haces. — Cullen la miró, sus ojos con anillos dorados brillaban con emociones obvias mientras se mantenía firme. —No es que eso importe ahora. Después de la forma en que te he tratado… de lo que te he hecho.
—Pero… pero yo…— Isabella sacudió la cabeza. —¿Cree que yo… que yo le odio? — preguntó al fin, apenas capaz de creerlo.
—No lo creo, lo sé. — Su profunda voz era sombría. —No es que te culpe.

—Bien, está equivocado. — Isabella se levantó del sofá y se unió a él.  —  Usted me ha disciplinado y me ha hecho cosas que me costó mucho aceptar, pero todo fue por mi propio bien. Yo… yo puedo ver eso ahora, Edward. — Lo miró con timidez, esperando ver cómo reaccionaba a que ella no lo llamara capitán.
Él dejó escapar un suspiro y la tensión pareció salir de su gran cuerpo. —Así que… ¿No me odias?  ¿Ni siquiera después de lo de anoche?
—Me ayudaste—. Isabella se atrevió a poner la mano sobre su brazo su musculoso antebrazo y él la cogió a su vez entre las suyas. —Sólo hiciste lo que tenías que hacer para conseguir sacarme esos malditos nudos de amor. Y… y, en primer lugar, yo no habría estado atrapada por ellos si no hubiera decidido intentar capturar a V por mi cuenta. Eso fue estúpido por mi parte y lo siento. Yo sólo…— Se mordió el labio y bajó la mirada un momento a donde su pequeña mano estaba desaparecida entre las manos mucho más grandes de él. —Yo  quería conseguir tu atención, —susurró. —Quería demostrarte mi valor pero siempre estabas tan ocupado ignorándome
—Te ignoraba porque no confiaba en mí para observarte. Yo no confiaba en que pudiera acercarme a ti sin perder el control— La profunda voz de Cullen era ronca. —De la forma en que lo perdí anoche.
—Yo te empujé a eso, — admitió Isabella. —Quería ver si podía conseguir  una reacción de ti. Yo-yo quería saber si significaba algo para ti, otra cosa que no fuese una irritante oficial subalterna que siempre se metía en problemas, lo que soy.
—Eres absolutamente irritante. — Pero había humor en la profunda voz de Cullen cuando dijo eso. Sonriéndole, la atrajo hacia sí.  —Irritante, fascinante,  tenaz, hermosa… Podría seguir toda la noche, Isabella. Pero todo lo que necesitas saber es que te quiero.
—Tú…— El corazón le estaba latiendo tan fuerte que sentía como si  estuviese temblando todo su cuerpo. —¿Tú quieres… quieres hacer uso de tus privilegios de capitán conmigo? — preguntó, mordiéndose el labio.
—Más que eso. Si estuviéramos viviendo en mi planeta, te preguntaría si quieres emparejarte  conmigo;  creo que los humanoides de la  Tierra  lo  llamáis matrimonio. ¿Es correcto? — la miró a los ojos mientras le acariciaba el pelo con ternura.
—Sí, así es como lo llamamos.  —Isabella se sentía como si estuviese soñando.
¿Podría ser verdad que él sintiera lo que ella cuando estaban juntos, esa intensa atracción que casi la volvía loca siempre que estaban en la misma habitación? Notaba una sensación de calor y hormigueo en toda ella, casi como si los nudos de amor todavía estuvieran en su sitio, atormentándola hasta la excitación.
—Si eso es lo que lo llamáis, entonces eso es lo que quiero. Te  quiero conmigo siempre, y no sólo como un miembro de mi tripulación.
Isabella le sonrió. —Yo también quiero eso. Creo que lo he querido mucho tiempo, a pesar de la forma en que me disciplinaste en el mercado de esclavos, o quizás… quizás debido a eso. — Se sonrojó al admitirlo, ¿quién podía haber imaginado que ser disciplinada la encendería? Ella tenía la idea de que no quería ser castigada por nadie que no fuese él.
Como si estuviera leyendo su mente, una sonrisa perezosa se extendió por la cara de Cullen. —Quiero que sepas, Isabella, que sólo porque vayas a ser mi compañera, eso no significa que vayas a dejar de ser la sargento Swan. Y si cometes cualquier acto que requiera de un castigo, no dudaré en aplicártelo
Valientemente, Isabella se puso de puntillas y le rozó la boca con la suya. — Eso espero… señor, — murmuró contra sus labios.
Cuando Cullen gruño por lo bajo y la aplastó contra él, cubriéndole la boca con un beso insaciable, Isabella decidió que le gustaba mucho estar atada por nudos, siempre y cuando Edward fuera el encargado de desatarlos.


Fin
**************************************que les parecio muchas gracias por leer y sus comentarios para las lectoras fantasmas muchas gracias  bueno prepárate la siguiente adaptación para el blog.

5 comentarios:

brigitteluna dijo...

Qué gran final. Esperando la Próxima adaptación

Anónimo dijo...

Estuvo genial el final jaja

vani dijo...

Muy bueno, gracias gracias gracias gracias graaacciiiiiaaaaasssss.

Letty Martínez dijo...

Me encanta muchas gracias como puedo descargar este fic?

Marina dijo...

Muy bueno!! Me encanto. Me gustarian mas capitulos,me quede con ganas de leer mas. Pero la historia estuvo genial!!

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina