La historia no es mía es una adaptación
Los personajes son propiedad de Stephanie Meyer
CAPITULO
3
Durante
el siguiente par de días evité la casa de enfrente. Todavía echaba algún
vistazo ocasional por la ventana durante los entrenamientos, pero mis días de
espionaje obsesivo se habían acabado. Entonces la noche del sábado, Heather
Monroe fue asesinada y las cosas lentamente empezaron a cambiar.
Mi
padre y yo veíamos las noticias de las once, esperando el resumen de los
deportes cuando dieron la trágica historia sobre la chica. No sabía que Heather
Monroe era de Novi, y tristemente, no me sorprendí al oír la historia sobre una
chica que había sido encontrada golpeada y apuñalada treinta y siete veces
(vivía en el área metropolitana de Detroit). Pero cuando su foto apareció en la
pantalla, me sorprendí al ver a una chica de quince años, alta, flaca,
pelirroja y con ojos color avellana.
Había
algo inquietante en la imagen, y no sólo porque yo tenía quince años y era
alta, flaca, pelirroja y de ojos avellana. Era algo más que eso. Heather Monroe
podía haber sido mi hermana gemela. Sabía que no era la única pensando eso,
porque mi padre apagó el televisor inmediatamente, besó la cima de mi cabeza y
me dijo lo mucho que me quería. Después se marchó de la habitación.
Esa
misma noche soñé con Edward por primera vez. Me encontraba de pie en su garaje
y la pared de detrás de mí estaba completamente pintada como una diana. Sentía
miedo. Necesitaba escapar, pero mis piernas no se movían.
Edward
estaba allí, y cuando me miró con esos ojos azules, me perdí en ellos. —Bella
—me llamó, susurrando mi nombre casi con reverencia.
Entonces
empezó a lanzarme cuchillos. No podía moverme. La única cosa que podía hacer
fue apretar mis ojos con fuerza y esperar al dolor, pero el dolor no llegó.
Abrí los ojos de nuevo y los cuchillos habían aterrizado en mi ropa, sujetando
mis brazos y piernas a la diana que tenía detrás. Estaba atrapada.
Él
caminó hacía mi, admirando su objetivo. Mi respiración se hizo menos profunda
con cada paso que daba en mi dirección. —Bella —susurró de nuevo mientras
llevaba la punta de un cuchillo al lado de mi cara—. Relájate.
Bajó
la cuchilla por mi mejilla y después por el costado de mi cuello tan suavemente
que podrían haber sido sus dedos acariciándome.
Después
dejó caer el cuchillo al suelo. Me estremecí al oír el ruido, y fue entonces
cuando me besó. Me besó, y me besó, y me besó hasta que pensé que mi cuerpo se
derretía desde la pared hasta convertirse en un pequeño charco en el suelo.
Alguien
empezó a aporrear la puerta del garaje, gritando mi nombre. Sabía que debería
pedir ayuda, pero no conseguía hacerlo. No cuando sus besos me hacían sentir
tan bien. Los golpes se hicieron más y más fuertes hasta que al final, mi madre
entró en mi habitación y me sacudió. Me desperté con un grito ahogado y mi
madre se preocupó de inmediato.
—Sólo
era un sueño, mamá —le dije, tratando de no ruborizarme porque todavía podía
sentir en mí los labios de Edward—. Una pesadilla, creo.
Sonrió
comprensivamente y después retiró mi pelo hacia atrás para mirar mis puntos—.
¿Cómo está tu cabeza esta mañana?
Lo
pensé durante un segundo. —Bastante mejor. El dolor de cabeza se ha ido.
—Me
siento mal teniendo que dejarte cada día —dijo mi madre con un suspiro—.
Debería
haber pedido algunos días libres en el trabajo, pero con el crucero tan próximo
realmente no tengo tiempo.
—No
te preocupes —le dije rápidamente, no queriendo que se sintiese culpable.
Ella
y papá se van a un crucero al final del verano por su vigésimo aniversario.
Nunca
han tenido unas vacaciones reales antes, y no creo que los haya visto tan
entusiasmados en su vida. Han sido los padres más fáciles desde que reservaron
el viaje. Ni siquiera me castigaron cuando me suspendieron en la escuela el
último mes por las lamentaciones de Gabby Reese después de que me llamase
lesbiana.
No
había necesidad de matar sus estados de ánimo por un accidente sin importancia.
—De todas formas
duermo la mayor parte del tiempo —le aseguré—. Y realmente hoy me siento mucho
mejor. Creo que incluso podría ir a hacer skate después. Me muero de ganas de
salir de casa un rato.
Mamá
frunció el ceño pero luego suspiró. —Sólo sé cuidadosa, y recuerda…
—Ponerme
los patines siempre después del casco —terminé por ella, asintiendo ante mi
comprensión.
La
preocupación de mamá se fundió en una sonrisa. —Ahora tengo que ir al
supermercado, ¿quieres algo?
—¿Rocky Road y Mint Chip?
Mamá
rió. —Supongo que realmente te estás sintiendo mejor. —Se levantó de mi cama y
se paró en la puerta—. Tómatelo con calma hoy, Bellsi.
—¡Lo
he tomado con calma! —le grité antes de que mi madre pudiese decir nada cuando
entré en casa más tarde esa noche cubierta de sRosere. Me incliné en el
fregadero de la cocina y empecé a lavar la sRosere de mis manos y cara—. Fue
sólo un pequeño juego de mancha en el parque, ¡y no he devuelto el golpe!
—¿Qué
sucedió? —me preguntó papá desde algún lugar de la sala.
—Me
di con un codo en la nariz. No te preocupes, estoy segura de que no está
rota.
¿Puede alguien acercarme una maldita toalla?
De
repente conseguí lo que había pedido. Más de lo que había pedido. Fui empujada
contra un cuerpo y mi cabeza suavemente inclinada hacia atrás hasta que fue
apoyada en el hombro de alguien. Después el paño que había pedido fue
presionado suavemente en mi palpitante nariz. Grité instintivamente y traté de
escapar de mi inesperado captor, pero el brazo alrededor de mi cintura era un
tornillo.
—Hay
maneras más fáciles de conseguir mi atención que hacerte sRoserar
continuamente, Bella —susurró el objeto de mi pesadilla. Sus labios rozaron mi
oreja, la respiración tan cálida como lo había sido en mi sueño.
Por
un instante, pensé que me había quedado K.O. durante el juego y que tenía otra
pesadilla. Luché para liberarme del abrazo para encontrar a Edward mirándome
con divertida perversión.
—¿Cuál
es el problema contigo? —jadeé.
Edward levantó la
toalla ensRoserentada con una perfecta máscara de inocencia.
—Sólo intentaba
ayudar.
Tomé
la toalla de sus manos con rabia, y di un paso seguro lejos de él mientras
intentaba detener la hemorragia nasal por mí misma. —¿Qué estás haciendo aquí?
Rosalie
entró en la cocina y sacó algo de la nevera. —Bella, ¿esta es tu forma de
tratar a un invitado? Este es Edward —me informó—. ¿No estás emocionada por
conocer finalmente a tu príncipe azul?
—Es
bueno conocerte al fin —asintió Edward. La conocedora sonrisa que me dedicó
envió dos tipos diferentes de escalofríos a través de mí.
—Sí
—dije sarcásticamente—. Al fin.
Me
alegré cuando Rosalie rompió el incómodo silencio, y más cuando entrelazó su
brazo alrededor del de Edward. —La cena está lista —dijo, empujándolo hacia el
salón—. Puedes sentarte a mi lado. —Fue un alivio tener esa sonrisa asesina
dirigida a alguien más aparte de mí esta vez.
Me
retiré a la seguridad de mi habitación y tomé una respiración profunda cuando
la puerta se cerró con seguridad detrás de mí. Mientras cambiaba mi camiseta
llena de sRosere, pensé en la persona del piso de abajo que esperaba cenar con
mi familia. Así que le gustaba lanzar cuchillos a maniquíes y no tenía sentido
del espacio personal, lo cual no era una verdadera razón para tenerle miedo.
Quiero decir que Mike Newton no tenía problema en invadir mi espacio personal
mientras golpeaba mi cara esta tarde, y no le tuve miedo. De hecho, la
siguiente vez que estuviera con Mike en el juego, sería él quien realmente lo
sintiera. Pero aun así, había algo muy inquietante acerca de Edward y me
molestaba realmente. Bajé decidida a no dejar que ese chico me intimidara.
Después de todo, ningún chico lo había hecho antes.
—¡Aquí
estás! —exclamó mi padre con orgullo cuando entré en el comedor—. Esta es
nuestra hija menor, Bella.
Mi
padre gesticuló hacia mí y después pasó su mano por la mujer que había visto
conduciendo el BMW. Era aún más sorprendente de cerca, y parecía extrañamente
fuera de lugar en nuestra vieja y sucia mesa. —Bella, esta es nuestra nueva
vecina Esme Cullen y, por supuesto, ya conoces a su sobrino, Edward Masen.
Intenté prepararme a
mí misma cuando miré en la dirección que mi padre señalaba, pero no me sirvió
de nada. Me encontré con los ojos de Edward y al instante toda mi resolución
salió volando por la ventana. Mi corazón se aceleró, mi adrenalina se disparó y
juzgando por la forma en la que Edward me miraba (como un depredador acechando
a su presa), empezaba a pensar que él podía oler mi miedo.
—Hola
—murmuré, sentándome en el asiento que me habían guardado, el cual por
desgracia se encontraba directamente frente al de Edward. Pegué los ojos a mi
plato.
—Bella,
¿dónde están tus modales? —me regañó mamá, algo que hacía muy a menudo.
Levanté
la vista entonces, pero al menos ahora me sentía molesta en lugar de
intimidada. Edward me sonrió y traté de mantener el tono de mi voz cuando
dije—: Gracias por ayudarme.
—¿Ayudarte?
—repitió Rosalie con incredulidad—. Bella, él te rescató. —Luego se giró hacia Edward,
brillando de admiración—. Salvaste su vida.
Edward
me lanzó otra sonrisa. —Fue un placer.
Rápidamente
Rosalie trató de recuperar su atención. —No sé cómo pudiste mantener la calma
—dijo—. Había mucha sRosere. Debes ser realmente valiente.
—O
quizá simplemente le gusta la sRosere —me quejé en voz baja.
—En
realidad —habló la tía de Edward, asustándome. Por un momento me pregunté si me
habría escuchado, pero sonreía—, Edward es bueno es las situaciones de
emergencia. Está certificado tanto en reanimación cardiopulmonar como en
primeros auxilios, y ha sido entrenado en defensa personal.
¿Ser
un experto lanzador de cuchillos se considera autodefensa? Quise preguntar.
—¿En
serio? —arrulló Rosalie, apoyando la mano en su brazo—. ¡Eso es genial!
—Sí,
tengo grandes esperanzas de que él sea un buen médico algún día —continuó
presumiendo la señora Cullen.
—¡Un
médico! —exclamó Rosalie—. Sí, después de verte en acción estoy segura de que
serás un gran doctor.
—Quizá
debería —dijo Edward a la ligera—. Me parece que podría utilizar una parte del
personal en esta casa simplemente para Bella.
Todo el mundo rió por
eso, excepto yo, por supuesto. Para mi horror todo lo que pude hacer fue
ruborizarme. Fue mi madre quien finalmente me echó una mano y reclamó la
atención fuera de mí. —¿Entonces estás estudiando para eso? —le preguntó a Edward—.
Supongo que empezarás la universidad en otoño.
—No,
a penas tengo diecisiete. Seré senior en otoño. Lo cual es algo bueno porque no
tengo ninguna idea sobre qué hacer. Necesito tiempo para pensar en ello.
Mi
madre sonrió con simpatía. —¿Cambiar de instituto en tu último curso? Debe ser
duro.
La
señora Cullen suspiró. —Me sentí mal por tener que mudarnos, pero él está
siendo muy maduro.
Pillé
a mi padre mirando a Rosalie con una sonrisa en su cara, y no pude evitar mi
sonrisa tampoco. Rosalie iba a ser senior también, y si mi padre nos hubiese
cambiado de instituto ese año, ella habría empezado la tercera guerra mundial.
Papá
me guiñó un ojo y luego dirigió su atención de vuelta a la conversación.
—No
va a ser tan malo —dijo Edward y me miró de nuevo—. El vecindario ya ha
resultado ser mucho más emocionante de lo que esperaba. —Todo el mundo rió de
nuevo, y hubo más miradas en mi dirección—. Más ahora que al menos tengo un par
de amigas para hacerme compañía durante el verano.
—Oh,
¡más de un par! —Rosalie prácticamente rebosaba de emoción—. Puedo presentarte
a un montón de gente este verano. De hecho, hay una gran fiesta en la playa
este viernes. Sé que no es exactamente el tipo de playa a la que estás
acostumbrado en California, pero será divertido. Mi amiga Alice tiene una casa
en el lago con un bote y motos acuáticas. La mitad de la clase senior irá.
—No
estoy segura sobre esa fiesta, Rosalie —interrumpió mi madre con voz cautelosa.
—Oh,
no te preocupes, mamá. Los padres de Alice estarán allí. Es una barbacoa, no
una rave.
—No
es eso cariño, confío en los padres de Alice. Pero ¿después de lo que les ha
sucedido a esas chicas? Simplemente no sé si es una buena idea estar fuera
hasta tan tarde los fines de semana ahora mismo.
—¿Qué
chicas? —preguntamos al unísono Rosalie, Edward y yo.
—¿Te
refieres a las dos víctimas apuñaladas? —preguntó la tía de Edward y mi madre
asintió.
—¿Recuerdas
la chica que vimos en las noticias la semana pasada? —me preguntó papá de
repente—. La que…
La voz de papá se fue
apagando y me estremecí. —Heather Monroe
—No
fue la única. Hubo otra chica el fin de semana anterior. Apuñalada en
Farmington Hills. Encaja en el mismo perfil.
Me
estremecí de nuevo. Podría decir por la mirada que tenía mi padre en la cara
que con “el mismo perfil” se refería a una copia en carbón de mí misma. Pasó un
momento entre nosotros, el cual Rosalie interrumpió con un impulsivo—: ¿Estás
diciendo que un asesino en serie anda suelto ahora mismo?
Mi
rostro palideció y mi padre rápidamente nos aseguro que no era así. —No pareces
muy convencido —le dije, porque él no lo estaba.
—Los
asesinatos pueden estar conectados —dijo Edward de la nada—. Pero no se pueden
considerar asesinatos en serie a menos que haya tres o más.
La
señora Cullen debió de ver la mirada que le echaba a su sobrino, porque dijo—:
No, él tiene razón. Estuve viendo un informe especial sobre ello la otra noche.
De hecho la policía está bastante segura de que las dos muertes son
coincidencia.
—¿Están
seguros? —preguntó mi madre.
La
señora Cullen se encogió de hombros. —Parecen bastante seguros.
Mamá
miró de nuevo a Rosalie. —¿Cuándo es la fiesta?
—El
viernes.
—¿Y
los padres de Alice estarán allí?
Rosalie
asintió. —Y algunos de sus amigos también.
Mamá
miró a papá y luego otra vez a Rosalie. Finalmente suspiró.
—No
puedes ir por tu cuenta, y espero que estés en casa para tu toque de queda
habitual.
—Ahí
lo tienes —dijo Rosalie dirigiéndose a Edward—. Tienes que venir conmigo porque
no puedo ir sola.
Edward
frunció el ceño confuso. —¿No irá Bella también?
Rosalie
resopló, lo que hizo que Edward estuviese aún más confuso hasta que vio
la
mirada de disgusto en mi cara.
—Prefiero
enfrentarme con el asesino en serie.
—¡Bella!
—Mi madre. Otra vez con la reprimenda.
Por
un momento, todo el mundo recordó que había comida en la mesa. Me alegré por el
silencio, pero podía sentir los ojos de Edward en mí. Lo desafié con un
vistazo, y después deseé no haberlo hecho porque me miraba con la misma intensa
—y— divertida mirada que ya le había visto varias veces, y me recordó a mi
sueño.
Cuando
el teléfono sonó devolviendo la vida a la cocina fue como un pequeño milagro de
la vida. Rosalie saltó, pero antes de que pudiese dar dos pasos, mi madre
gritó—: ¡Siéntate, Rosalie!
—Pero
mamá…
—Pero
nada. Estamos en medio de una agradable cena con compañía.
—¡Pero
me has quitado mi teléfono! ¡Ni siquiera tengo mensajería de voz ahora!
—Tenemos
contestador automático.
—Pero...
Mamá
finalmente silenció las protestas de Rosalie con una mirada, y yo reí.
Rosalie
es adicta a su teléfono móvil, pero el mes pasado tuvo una factura de unos
doscientos dólares de más, y mis padres se lo confiscaron. Tendrá que estar con
los pies en la tierra durante todo el verano. Yo no tengo uno, simplemente
porque nunca lo he necesitado. Sólo tengo que hablar con los J y están a punto
de regresar. La mayoría del tiempo ni siquiera se molestan en llamar a la
puerta antes de entrar. Aún así, cuando mis padres me ofrecieron dejarme usar
el móvil de Rosalie durante el verano después de que se lo confiscaran, lo tomé
sólo para fastidiarla. Está enterrado en algún lugar del caos que es mi
armario.
Rosalie
me pilló riéndome de ella y me lanzó una mirada asesina. Comencé a sacarle la
lengua en venganza, pero entonces el contestador cogió la llamada en la cocina.
Cuando escuché tres voces muy desagradables gritar “¡Swaaaaaaaaan!” me olvidé
de molestar a mi hermana y salí disparada de mi silla.
—¡Bella!
—me llamó mi madre en un tono de advertencia.
—¡Mamá!
¡Están en el campamento! ¡No puedo devolverles la llamada!
Mi padre, bendita su
calva cabeza, razonó con mi madre y atendí, con la esperanza de pillar a mis
mejores amigos antes de que colgasen. —¿Qué pasa perdedores? —dije sin aliento.
Por
un momento todo lo que pude oír fue caos, y luego alguien dando un puñetazo a
alguien más. Aparentemente Jasper ganó la pelea por el control sobre el
teléfono porque dijo—: ¡Nunca lo adivinarás!
La
emoción en su voz me hizo olvidar a los demás en la otra habitación.
—¿Qué?
—¡Llegamos
al partido de escaramuza con “Las alas”!
—¿Los
Alas Rojas de Detroit? ¿En serio están jugando con ellos?
—Franzen,
Zetterberg, Howard… —dijo Jasper, y Jacob gritó en el fondo—. ¡Todos ellos!
—¡DE
NINGUNA JODIDA MANERA! ¡APESTÁN CHICOS!
—¡Bella!
—gritó mamá desde el comedor—. ¡Ese lenguaje!
Eché
un vistazo en su dirección e inmediatamente vi a Edward mirándome. Algo en la
expresión de su rostro me molestó. —Discúlpenme —llamé a mamá—. Lo cogeré en la
oficina.
—Seguimos
teniendo compañía —me respondió, ligeramente molesta.
—¡Cinco
minutos!
Tomé
el teléfono inalámbrico más allá del baño de la planta baja, y me dejé caer en
la silla del escritorio de mi padre mientras los J se turnaban para enganchar
el teléfono del uno al otro y contarme todo sobre el increíble verano que
tenían sin mí.
Fue
Jacob quien eventualmente dijo—: ¿Así que estuviste en el hospital por una
lesión en la cabeza? ¿Qué pasa con eso? ¿No puedes sostenerte a ti misma en la
cancha sin nosotros?
—Por
favor —resoplé—, tuve que recurrir a jugar en el parque hoy, y batí a esos
chicos a pesar de que Mike Newton reventaba mi cara.
—¿Newton
te aplastó la cara? —dijo James en el fondo (debían de tenerme en el altavoz)—.
¡Bien! Siempre quise tener una razón para encararlo.
—Lo
siento, James. Él estará muerto mucho antes de que lo cojas.
—¡Rómpele
uno de sus dientes por mí!
—Será
un placer —le prometí.
—Ahora en serio, Swan
—dijo Jacob otra vez—. ¿Por qué estuviste en el hospital?
—Fue
muy estúpido. Mi primera conmoción cerebral y ni siquiera fue en un partido.
Bruno salió de su patio. Saltó sobre mí sin que llevase puesto mi casco. Casi
me desRosero hasta la muerte por el camino. Hay una enorme mancha allí ahora.
—Fantástico.
—Sí,
también voy a tener una cicatriz bastante desagradable.
—Entonces,
¿quién fue la herramienta? —quiso saber Jasper.
—¿Qué
herramienta?
—Llamamos
la semana pasada y un chico respondió. Dijo que no podías hablar porque
acababas de regresar del hospital y dormías.
—¿Él
contestó al teléfono? —casi grité. Por alguna razón, la idea de Edward hablando
con los J era horrible.
—¿Quién
es?
—Sólo
un chico. Él y su tía se han mudado a la casa de la muerta señora Cromsfield
cruzando la calle.
—¿Juega
a algo?
Reí.
—No a ningún juego que sería beneficioso para ti a menos que estés pensando en
cambiarte a otro equipo, si entiendes lo que digo.
—¿Es
gay? —jadeó James. Oí un montón de risitas al fondo.
—Es
lo suficientemente guapo como para ser gay —dije—. Es como la versión masculina
de Rosalie. Vestido como un modelo de JCrew, pelo a la moda, probablemente
tiene legiones de chicas zombies a su entera disposición. Rose ha estado
babeando por él desde que apareció.
—Suena
como una mala película de terror —dijo James al mismo tiempo que Rosalie
aparecía en la puerta de la oficina.
Una
mala película de terror era la descripción exacta para ella.
Carrie
específicamente me vino a la mente (al final, cuando se vuelve psicópata y
acaba con todos en la fiesta de graduación). —¡Bella! —dijo entre dientes—. ¡Edward
está en el baño! ¡Probablemente puede oír cada palabra que estás diciendo!
—Bueno, no es como si
no fuese evidente —espeté, irritada porque ella hubiese estado escuchando mi
conversación. Con mi mejor voz de cabeza hueca dije—: Oh, Edward, ¡eres tan
valiente! ¡Me gustaría jugar todo el tiempo al doctor contigo!
—Rodé los ojos,
volviendo a mi voz normal—. Creo que en realidad un poco de su saliva cayó en
el plato de él.
Los
chicos reían a carcajadas a través del teléfono. A Rosalie le salía una
terrorífica sombra roja, más enfurecida de lo que la había visto nunca, y Edward
eligió ese preciso momento para pasearse por la oficina. Pensé que las rodillas
de Rosalie iban a fallarle, pero de alguna manera se las arregló para largarse
de la habitación.
Edward
la miró marcharse durante un instante, pero rápidamente volvió su atención
hacia mí. —Te echamos de menos en la cena —dijo con una sonrisa—. Tu madre me
mandó para arrastrarte de vuelta. —Cuando no le respondí, añadió—: Estoy
dispuesto a utilizar la fuerza si es necesario.
Con
los J al teléfono, me sentía como si estuvieran de pie aquí conmigo. Tomé un
poco de valor de ellos, finalmente capaz de responder a Edward apropiadamente
en lugar de fundirme en un gran charco de gallina. Rodé mis ojos hacia él, y
suspiré en el teléfono. —Tengo que irme. Mi madre está exagerando porque
estamos cenando. Ustedes, apestan, espero que al menos me consigan algunos
autógrafos.
Dije
adiós, y cuando terminé la llamada, Edward todavía seguía ahí parado. Se
encontraba apoyado contra la puerta, mirándome, con los brazos cruzados sobre
el pecho.
—¿Qué?
—espeté.
—Eres
muy interesante cuando estás en tu zona de control —dijo, pensativo.
—¿Se
supone que eso es un cumplido?
—Más
que ser lo suficientemente guapo para ser gay, estoy seguro.
Mi
estómago me dio un vuelco. Había escuchado lo que dije. Me armé de
valor, negándome a dejar que me intimidase de nuevo. —Si no te gusta lo que has
escuchado, no espíes la próxima vez.
Intenté
pasarlo para salir de la oficina, y su mano salió disparada, bloqueando mi
salida. —Una parte me gustó —dijo—. Me gustó la parte donde dijiste que querías
jugar al doctor conmigo.
No
estoy segura de cómo tu estómago puede derrumbarse sobre sí mismo y tu corazón
puede dar un tirón en tu pecho al mismo tiempo, pero el resultado final cuando
me sucedió, hizo que mi pie cayese hacia al de Edward lo más fuerte de lo que
fui capaz. Se tambaleó hacia atrás sorprendido, y escapé rápidamente.
Cuando volví a
sentarme, Rosalie me miraba airadamente desde el otro lado de la mesa. ¿Alguien
sabía que nunca encontraría su presencia tranquilizadora?
—¿Dónde
está Edward? —preguntó la señora Cullen de pronto. Levanté la vista, dándome
cuenta de que no me había seguido. Bien, pensé. Me encogí de hombros y
llené mi boca con enchiladas.
—Eleanor,
no seas tan grosera —dijo mi madre.
—¿Qué?
No se dónde se ha ido. Me dijo que volviese aquí, y eso he hecho.
—¿Eleanor?
—preguntó Cullen—. ¿Cómo en Roosevelt?
—¡Exactamente!
—dijo mi madre, olvidándose de mi actitud. Siempre se emociona cuando alguien
muestra interés por mi nombre. Probablemente porque no suele suceder—. Es
exactamente por lo que la llamamos así, porque es nuestra pequeña patriota.
Nacida el cuatro de julio. Está a punto de cumplir sus dulces dieciséis en unas
pocas semanas.
—¡Oh!
¡Feliz cumpleaños! Cumplir años el cuatro de julio tiene que ser divertido.
—Oh,
sí, es una verdadera explosión. —Intenté no ser demasiado sarcástica, pero creo
que no funcionó muy bien—. Es en mitad del verano, y en vacaciones, así que
ninguno de tus amigos está por aquí. Además de que consigues fantásticos
nombres patrióticos como Eleanor.
Mi
madre, que estaba sentada a mi lado, me pellizcó por debajo de la mesa muy
sutilmente. —Lo siento —me quejé. Entonces realmente traté de ser sincera. No
sé qué es lo que iba mal conmigo. Normalmente no era tan gruñona—. Prefiero Bella
—le dije a la tía de Edward.
Entonces
regresó Edward, sonriendo amablemente a todos. —¿Qué me he perdido?
La
señora Cullen estuvo más que feliz de explicárselo. —Eleanor… perdona, Bella,
nació en el día de la Independencia. Está a punto de cumplir…
—Los
dulces dieciséis —terminó Edward por ella. Me miró entonces como si nada
hubiese pasado entre nosotros. Como si yo no me hubiese estado riendo de él con
mis amigos y le hubiese pisoteado el pie cuando me impidió el paso—. ¿Vas a
hacer algo especial? ¿Alguna fiesta? ¿Una gran cita con tu novio?
Sabía que quería
hacerme pasar un mal rato, pues él ya sabía que yo no tenía novio, pero Rosalie
rió tan fuerte que se atragantó con la comida y tuvo un ataque de tos. Edward,
me di cuenta, no parecía tener ninguna prisa por ir en su rescate.
—Voy
a comprarme un coche —dije, contestando indirectamente a las preguntas de Edward,
porque de hecho tenía exactamente cero planes para mi cumpleaños—. He estado
ahorrando. Mi padre va a venir conmigo este sábado para elegir uno.
—Oh,
Bella, cariño. —Mi padre aclaró su garganta y me miró con pesar—. ¿No te lo
dije? No puedo ir este fin de semana. Último minuto en la feria de comercio Des
Moins.
—¡Pero
papá! ¡Lo prometiste!
—Lo
sé niña, pero tengo que ir. Iremos tan pronto como pueda. No te morirás si
esperas a una semana después de cumplir los dieciséis, ¿no?
Mi
corazón se hundió. Mi padre era una de las pocas personas en esta ciudad que no
trabajaba para Ford, Chevy, o GM. Es el director de ventas del medio oeste de
una compañía que fabrica equipos médicos como máquinas de resonancia magnética.
Siempre tiene que pasar un día o dos de aquí para allí. Especialmente los fines
de semana.
No
pude evitar deslizarme en mi silla y malhumorarme. Era oficial. Ese era el peor
verano de mi vida. Dulces dieciséis, para algunos.
—Si
usted quiere —dijo Edward después de un minuto—, puedo llevar a Bella en su
lugar el sábado.
Levanté
la vista sorprendida, pero Edward le hablaba a mi padre. Desgraciadamente
pareció que a mi padre le gustaba su sugerencia. —¿Sabes mucho sobre coches?
—le preguntó a Edward.
—Lo
suficiente. Pero soy realmente bueno con los vendedores.
—Eso
es cierto —dijo su tía, riendo—. Este chico puede regatear incluso el mejor y
bajar hasta los peniques del dólar.
Gemí
interiormente. Habiendo sido un vendedor la mayor parte de su vida, mi padre
miraba ahora a Edward con una mezcla de orgullo y desafío. —¿Entonces?
—preguntó, echándose hacia atrás en su silla, cruzando los brazos. Miró a mi
madre interrogativamente y ella asintió con entusiasmo.
—No
veo ningún problema —dijo mamá—. Bella ha estado muy emocionada con esto.
Probablemente prefiera ir con alguien cercano a su edad de todas formas. —
Después
me miró—. ¿Qué opinas, Bella? ¿Puede Edward sustituir a tu padre en ese
momento?
—Lo haré por ti,
cariño —añadió papá. Parecía que realmente se sentía mal.
Suspiré.
Si decía que no justo entonces, dañaría los sentimientos de papá y mamá
probablemente se enfadaría. Conociéndola, conseguiría mi coche cuando Rosalie
consiguiese su teléfono móvil de nuevo.
—Bien, supongo. —Y
después, sólo porque sabía que mi madre lo esperaba, murmuré—: Gracias. —A Edward.
No levanté la vista pero de todas formas vi la sonrisa en su rostro.
Rocky Road: El helado sabor Rocky Road, es una
variante del helado sabor chocolate, creado en 1929 y considerado muy popular
en los Estados Unidos.
Mint Chip: Mint Chocolate Chip es un helado sabor menta con chispas de chocolote.
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hola a todas que les parecio la cena hoy subire dos capitulo asi que viene el siguiente capitulo.
2 comentarios:
Gracias nena Edward es muy persistente no baja la guardia con Bella aun q la Rosalía este babeando x el aun q Edward me da escalofríos ;p nos leemos
Hola. Me imagino que a ese plan se unirá Rosalie.
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