miércoles, 4 de octubre de 2017

Dulce Asesino Capitulo 19

Capitulo 19
No puedo creer que mi papá me dejó venir esta noche. Incluso si es justo al otro lado de la calle, todavía es sábado.

Me encontraba recostada sobre mi estómago con la bolsa de frijoles, sintiéndome cada vez más envidiosa de la silla de juegos de Edward. Ya que no se nos permitía salir en cualquier tipo de cita verdadera, Edward me exigió venir a jugar algunos videojuegos "reales". Él se ahogaba en esos videojuegos “reales” y yo en Dr. Pepper y Twizzlers.


—No puedo creer que te permitieran venir, para empezar. Estaba seguro de que tus padres nunca iban a dejar que te viera de nuevo después del otro día.

—Al principio no iban a hacerlo. Amigo, nunca he visto a mi padre tan enojado. Por supuesto, todo lo que Rosalie le dijo antes de que fuera a buscarme, fue que me metí en una pelea y que tú sacaste un cuchillo y amenazaste a alguien de muerte.

—Como dije. No puedo creer que te permitieran venir esta noche.

—Bueno, sí, pero luego le conté como Garret básicamente me acechaba. Puede que haya exagerado un poco. También quizás lo adorné un poco para él. Ah, y si mi papá pregunta, mi hombro todavía me duele ya que Garret estuvo a punto de romperlo.
Edward me dio una mirada de soslayo. —Así que eres una pequeña mentirosa, ¿verdad?

—Por suerte para ti. Cuando terminé eras básicamente un héroe para mi papá. Hasta que me vi obligada a utilizar la palabra N, de todos modos.

—Novio, Bella. La palabra es novio. En serio, te prometo que no te va a matar decirlo.

—Lo que sea. Después de la palabra N, ocurrió que eras el número uno en su lista de víctimas. Pero al instante, te convertiste en el héroe de mamá, por lo que todo se equilibró. Además, ayudó el hecho de que tu tía se acercara ayer para abogar por tu caso.

—¿En serio?
Me extrañé ante la sorpresa de Edward. —Fue una decisión muy inteligente. Ella fue quien realmente los hizo cambiar de opinión. Estaba segura de que la habías enviado allá.

Edward sacudió la cabeza. —No tenía ni idea. Ayer me fui todo el día.
—Oh. Bueno, trabajó muy bien con mis padres. Les dijo sobre lo mucho que lo sentía, y lo mucho que tú lo sentías, y cuánto quieres a su pequeña Isabella, y cuan devastado estarías si tuviéramos que romper. Allí es donde la palabra N entró a jugar. Ugh. Eso fue peor que ser arrestada.
Edward se rió de mí otra vez, pero opté por ignorarlo.

—Ella dijo que sólo reaccionaste ante Garret con tanta violencia, porque ésta es la primera vez que has estado enamorado, y que estás realmente abrumado por ello.
Las cejas de Edward volaron tan alto que prácticamente se mezclaron con el nacimiento de su cabello. Golpeé mi mano sobre mi boca. —Lo siento —murmuré—. No iba a decirte esa parte.

Tuvimos la peor de todas las pausas incómodas y no es broma, vi las mejillas de Edward volverse de color rosa. Tuve que volver a la conversación. —Después, tu tía siguió y siguió hablando sobre lo difícil que este cambio ha sido para ti y sobre cómo yo realmente te ayudaba a hacer la transición. Entonces, ella preguntó si podía hablar con mis padres a solas, y Rosalie y yo nos encerramos en nuestras habitaciones. Traté de escuchar a través de los respiraderos, pero realmente no podía oír mucho. Creo que les contaba acerca de todo lo que has pasado con tus padres y eso, tratando de explicarles por qué siquiera tenías el cuchillo en primer lugar. Cuando se fue, mis padres no dijeron mucho durante el resto de la noche, sólo que estaba bien que te viera de nuevo, siempre y cuando dejaras de llevar armas ocultas.

Edward se quedó callado por un momento. Parecía haber perdido las palabras. Finalmente, dijo—: ¿Ella realmente usó la palabra A?

—Hombre. —Asentí gravemente—. Y fue peor que la palabra N. Mucho peor.
Cuando Edward frunció el ceño, me volví desesperada por cambiar de tema. —Estoy pensando que tengo que invertir en una silla como la tuya.
Te ves muy cómodo. —Dejé mi dispositivo de juego y pasé mi bolsa de frijoles a la cama de Edward. Después de un lindo y gran estiramiento, miré hacia la pantalla del televisor y le dije—: No entiendo tu fascinación con este juego. Es tan lento. Soy una jugadora de hockey. Me gusta mucho más Halo, donde sólo puedo correr hacia allí y volar cosas.

—Impulsiva, irracional e impaciente —dijo Edward—. Me temo que serías una terrible asesina. Yo, por el contrario —en ese preciso momento, un tipo del juego caía al suelo, muerto—, sería un gran asesino. No es que quiera matar a nadie, pero siempre he deseado poder probarlo. Sólo para ver si podría salirme con la mía.
Me atraganté con el Dr. Pepper que bebía.

—Sólo estoy diciendo —murmuró Edward—. Apuesto a que podría.

—Y te preguntas por qué mi hermana piensa que eres el Acuchillador de los Sábados por la Noche.
Edward me miró, sorprendido, así que le dije—: Sólo estoy diciendo.
Apagó el juego, y se unió a mí en la cama. —¿Rosalie piensa que soy como el asesino?

—No. Piensa que tú eres el asesino.
Cuando Edward frunció el ceño, me encogí de hombros. —Puedo verlo.

—¿Puedes verlo? —preguntó Edward, horrorizado.

—No lo creo. —No ahora, de todos modos—. Sólo estoy diciendo que puedo entender cómo llegó a esa conclusión. Ya acordamos que hay un montón de similitudes entre ustedes, y debes admitir que hay cosas sobre ti que no cuadran.

—¿Cómo qué? —preguntó Edward. Todavía seguía con el ceño fruncido, como si quisiera discutir conmigo, pero era demasiado curioso para no preguntar.

—Bueno, por ejemplo, cómo es que sabes tanto sobre el crimen y esas cosas. Acabas de admitir que piensas que podrías salirte con la tuya, pero no sólo en la medida en que una persona puede aprender viendo CSI. Cuando fuimos al concesionario de coches, era como si realmente supieras de lo que hablabas. Así como también entiendes la mente de un asesino.

—Bella, desde que tenía nueve años he vivido con una mujer que come, respira y duerme misteriosos asesinatos. —Edward se levantó y tiró de una de las treinta y cinco novelas de bolsillo fuera de su estantería, y me la entregó—. Mi tía es la autora de la novela negra más vendida. Cuando no está ocupada planeando el asesinato perfecto, está investigando la manera de hacerlo.

—Así que eso explica las cajas en tu garaje. ¿Son todas sus notas y esas cosas?
Edward asintió. —Y adivina quien la ayuda a reunir todas esas notas. Básicamente he pasado los últimos ocho años de mi vida como asistente de investigación glorificado, un pasante con cama adentro.

—¿No hay leyes de trabajo infantil en contra de eso?
Edward se rió. —No ha sido tan malo. Tía Janice es una especie de investigadora metódica. Ya sabes, como si tú fueras a escribir un libro sobre un boxeador…

—Debería entrenar con Georges St. Pierre —terminé por él.

—Armas de entrenamiento, formación médica, psicología clínica, la ley Penal... Hemos investigado todo. Pasamos días enteros en la cárcel, entrevistando asesinos convictos, ayudando a realizar una autopsia. Estuvimos en campamentos militares, en la academia de policía, en el FBI, eso fue lo mejor. Llegamos a sentarnos en la base de operaciones para un artículo cubierto. Pude conocer el Director del FBI. Es un tipo increíble. —Edward me lanzó una mirada de reojo y añadió—. Más genial que Chuck Norris.
—Nadie es más genial que Chuck Norris —argumenté—. Ese tipo es tan genial que puede patear un sable de luz y romperlo en dos.

Edward se echó a reír y no pudo resistirse, tirando de mí a sus brazos. —Si tú lo dices —carcajeó—. Pero, ¿puedes comprender ahora? Cómo es que puedo estar un poco fascinado con el asesinato. En realidad estoy pensando en unirme al FBI. Tal vez ser un generador de perfiles.

—Tiene sentido —concordé—. Tú puedes no ser tan bueno en la interacción con las personas, pero realmente sabes como leerlas.

Edward debió haberse sentido agradecido por mi cumplido, o aburrido de la conversación, o simplemente tenía las hormonas de un muchacho de diecisiete años de edad, porque respondió a mi declaración besando mi cuello. Y no me refiero a que solamente lo besó. Quiero decir que realmente lo besaba. Mucho. Por todos lados. Tenía su boca en mi oreja, debajo de mi barbilla, en la base de mi garganta...
¿Puedo decir que aquella era una manera totalmente diferente a ser besada en la mejilla, o incluso en los labios? No esperaba sentir lo que fuera que estaba sintiendo tan pronto, pero, diablos, era intenso. Di un grito ahogado y luego por alguna razón escupí—: Dime por qué te mudaste.

—Porque tú te encontrabas aquí —murmuró Edward entre besos.
Bajó la manga de mi camisa y me besó en el hombro desnudo. Esto fue tan malo como besar mi cuello, tal vez peor. Me estremecí con tanta violencia que entré en pánico.

—Muy gracioso —le dije, luchando por salir de la cama. Edward suspiró cuando me senté en la silla y empecé a batir la primera soda que pude encontrar—. ¿Por qué realmente viniste a vivir aquí? —le pregunté después de que había terminado casi toda la lata en un sorbo—. ¿No deberías estar en una casa de un millón de dólares en Grosse Point o algo así?

—Investigación —dijo Edward, claramente haciendo pucheros mientras se quedaba tumbado en su cama. Solo—. Ella hará algo parecido a “Amas de casa desesperadas” con este nuevo libro: Secretos Suburbanos. Pero nunca ha vivido en los suburbios. Yo no esperaba dejar Beverly Hills por algún suburbio al azar, así que me dejó escoger a donde nos mudaríamos. Elegí Detroit debido a su reputación, y esta casa, porque cuando la inmobiliaria nos la enseñó, tú hacías la tarea en el techo, mientras comías helado y escuchabas Social Distortion.

—No recuerdo haberte visto. —Pero me había dado demasiados detalles como para que no fuera verdad.

—Me mudé aquí por ti, Bella —confirmó Edward, golpeándome con toda la fuerza de sus ojos, y parecía muy satisfecho de sí mismo cuando me sonrojé.
Se levantó, me levantó de la silla de juegos, y me dejó caer de nuevo sobre su cama. Sus ojos brillaban con picardía mientras decía—: ¿Algo más que quieras añadir a este interrogatorio? Tal vez te gustaría saber lo que sueño cuando duermo…

—Um, nope. —Tenía la sensación de que sabía lo que soñaba, y si le preguntaba, él podría enseñarme—. Estoy bien ahora. Me has convencido. No eres más que un normal, no asesino en serie, adolescente.

Edward se inclinó como si fuera a ir por mi cuello de nuevo, pero antes de que sus labios tocaran mi piel, se sentó y frunció el ceño. —¿Tu hermana de verdad cree que soy el Acuchillador de los Sábados por la Noche? ¿En realidad cree que maté a todas esas chicas?

—Me temo que sí. ¿Por qué piensas que ha estado tan loca últimamente? Cree que la única razón por la que no me has matado todavía es porque te gusto, y que voy a estar muerta al momento en que te canses de mí.

—Eso es ridículo, lo sabes. Para empezar, nunca podría cansarme de ti, y en segundo lugar, no podría matarte, incluso si quisiera.

—¿Por qué no?

—Porque soy tu novio. Si alguien te matara, yo sería el sospechoso número uno17. Los asesinos en serie no pueden matar a la gente que conocen, sin importar qué. Sería demasiado fácil conectarlo con los asesinatos. Si yo fuera el asesino, entonces tú estarías completamente segura.

—Es bueno saberlo. Voy a tener que decírselo a Rosalie.

—Me gustaría tener la tentación —dijo Edward, su estado de ánimo se tornaba repentinamente peligroso—. Si yo fuera el Acuchillador de los Sábados por la Noche, estaría completamente torturado por ti.

Antes de que supiera lo que pasó, Edward me había clavado la espalda en la cama, con las manos ligeramente por encima de mi cabeza. —¿Lo harías? —le pregunté, todavía un poco sin aliento por el rápido cambio en su estado de ánimo.

—Bella, eres exactamente el tipo del asesino, con una sola excepción: eres una luchadora. Tu fuerza y espíritu plantean un desafío increíblemente atractivo. Cada día me siento tentado a empujarte hasta el límite, sólo para ver de lo que eres capaz. Por no decir que estás fuera de los límites. O, lo estarías si yo fuera él. No hay nada más dulce que lo que está prohibido. —Edward bajó su boca a mi oído y susurró—: Eres bastante desesperante como para hacer que, incluso el hombre más controlado, pierda su enfoque. —De alguna manera, hizo que un escalofrío corriera por mi espalda. Entonces, empezó a besarme de nuevo.
—E-Es una buena cosa que no seas el asesino, entonces —tartamudeé, tratando con las emociones conflictivas que el deseo creaba en mí, y con el miedo que pensé que había conquistado, pero fue la reacción natural de mi cuerpo ante su intensidad.

Edward se separó lo suficiente para mirarme a los ojos. —¿Y si lo fuera? —preguntó con curiosidad.

—Um —dije, tomando nota de mi comprometedora posición por debajo de él, en la cama, con las manos clavadas encima de mi cabeza—. ¿Entonces esto sería muy incómodo?

En otro flash se echó a reír alegremente, dándome uno de sus suspiros felices con el "Oh, Bella" en él, y luego me besó como si planeara nunca parar.

Mi primera lección de besuqueo duró unos dos minutos antes de que el timbre de la puerta sonara. —¿Alguien pidió una pizza? —jadeé, tratando de incorporarme.
—No le hagas caso —contestó Edward, decidido a no dejarme respirar.

Yo estaba sorprendentemente dispuesta a satisfacer su solicitud, hasta que el timbre sonó de nuevo varias veces seguidas. Quien fuera que estuviera allí, se encontraba asustado o enojado por algo. —¡Mierda!

—¿Quién es? —preguntó Edward cuando lo empujé lejos de mí, presa del pánico, y traté desesperadamente de rehacer mi cola de caballo.

—Podría ser mi padre.

—¿Sería eso un problema?

—¿Teniendo en cuenta que le dije que tu tía iba a estar en casa toda la noche y que estaríamos abajo viendo películas con ella todo el tiempo, y sin duda no solos en casa, en tu habitación, besándonos? Sí, podría ser un gran problema.

—Guau. Realmente eres una mentirosa. —Edward se echó a reír, pero su risa se convirtió en un suspiro mientras se sentaba y arreglaba su camisa—. Y ahora que finalmente te tenía justo donde he tratado de tenerte durante semanas...

—Oh, vamos.

Cuando llegamos abajo, pudimos oír a Rosalie gritando por la puerta. —¡Bella! Abre. ¡Tengo que hablar contigo!

Pensé que Edward iba a sacar un arma de fuego. Rosalie había estado gastando su último nervio desde hacía ya algún tiempo, y cuando resultó que era la que nos había interrumpido, él golpeó su gorra. —Tienes que estar bromeando —dijo, al mismo tiempo que abría la puerta—. ¿QUÉ?
Rosalie lucía pálida. Miró a Edward como si pensara que iba a arrancarle la cabeza si ella se acercaba demasiado. No habló con él, sólo a mí. —Sólo necesito hablar contigo un momento —dijo desesperadamente—. En privado. ¿Por favor?
Se veía legítimamente molesta, cosa que no era común en ella, así que decidí que me apiadaría. —Cinco minutos.

—¡No! —me gritó Edward.

—¿Perdón? —le pregunté, incrédula. Me sentía tan enojada con mi hermana como Edward, pero él estaba a punto de volverse loco.
Edward posó sus ojos en mí. —No puedes darle lo que quiere. Sólo se pondrá peor si lo haces. No hables con ella.
Sonaba más como una sugerencia que como un pedido, pero aún así... —Dime qué hacer una vez más.

Edward me miró tan fuerte que su rostro se puso rojo brillante, pero contuvo todo el argumento que iba a soltar, y en su lugar dijo—: Lo siento. No me refiero a perder los estribos, pero Bella, ella hizo que me detuvieran.

—Uh, sí, también me llevó a la comisaría, pero no me estoy volviendo loca por eso. Pidió hablar conmigo por un minuto. Llegó a decir por favor.

—Te está manipulando.

—¡No lo estoy! —gritó Rosalie, por fin lo suficientemente valiente, o al menos lo suficientemente molesta, como para enfrentarse a Edward—. Bella, realmente necesito hablar contigo.

—¿Sobre qué? Tú nunca tienes que hablar conmigo.
Los ojos de Rosalie parpadearon hacia Edward antes de que pudiera evitarlo.

—No lo puedo creer —murmuró Edward, volviendo toda su furia sobre Rosalie—. ¡Déjanos en paz! No he hecho nada malo. No he lastimado a Bella, y no te he tocado. Ella es feliz. Yo estoy feliz. Tus padres son felices. Sea cual sea tu problema conmigo, supéralo, o las cosas entre nosotros se van a poner muy feas.
Oh. No. Él no lo hizo. —Guau. ¿Acabas de amenazar a mi hermana?

Edward fue sorprendido por mi enojo repentino. Se veía confundido y, definitivamente, no feliz. —¿De qué lado estás?

—No del tuyo si vas a decirme con quien puedo o no puedo hablar, y si amenazas a mi familia.

La cara de Edward se arrugó como si estuviera traicionándolo. —Bella.
Trató de suplicarme, pero al verlo vulnerable sólo me molesté aún más. No podía amenazar a mi familia y luego hacerme sentir pena por él al respecto. No importaba cuan ardiente fuera.
Instintivamente, enganché el brazo en el de mi hermana y empecé a guiarla a casa. —Te llamaré cuando no esté tan cabreada como para querer golpearte —solté sobre mi hombro—. ¡Y no te comas todos mis Twizzlers!

—Gracias, Bella —dijo Rosalie, sorbiendo su nariz mientras nos dirigíamos a casa—. No creí que fueras a escucharme. Creí que me odiabas.

Tan pronto como la puerta de entrada estuvo cerrada, tiré de mi brazo fuera de ella. —No lo hice por ti —dije, y entonces levanté mi voz en un grito—. ¡Y sí te odio! Primero trataste de que me gustara Edward cuando no quería que sucediera. Después arruinaste mi primer beso. Luego, trataste de que dejara de gustarme el chico que querías que me guste en primer lugar. Hiciste que me arrestaran. Y ahora, estás logrando que me peleara con mi primer novio. ¡¿Por qué no te quedas fuera de mi vida?!

Grandes y gruesas lágrimas comenzaron a caer por el rostro de Rosalie, pero no me importaba. Al menos, me dije que no me importaba, pero sabía que era una mentira porque me dolió cuando me encerré en mi habitación, y fue difícil ignorarla cuando me llamó.

Creo que Rosalie y yo habíamos tenido demasiadas peleas últimamente, porque mi padre vino a mi habitación y literalmente me arrastró escaleras abajo por el brazo. Podía escuchar a Rosalie en la oficina de mamá, llorando antes de que yo llegara. —¡No tiene importancia! Ella siempre me ha odiado. ¡Siempre! —decía.

—Ah, como si tú nunca me hubieras odiado, también —le dije cuando mi padre me llevó a la oficina—. ¡Estás avergonzada de mí!

—¡BASTA! —explotó mi papá—. ¡Ustedes dos se van a quedar aquí hasta que aprendan a llevarse bien!

Mamá se deslizó rápidamente fuera de la oficina cuando papá dijo—: Isabella, si pones un dedo sobre tu hermana, voy a inscribirte en una escuela militar este otoño.

Con eso, nos encerró en la oficina. Sonaba como si hubiera acercado una silla de la mesa de la cocina, y la hubiera puesto delante de la puerta para que no pudiéramos escapar.

Meditar en silencio parecía un plan mucho mejor que darnos besos y arreglarnos, por lo que me dejé caer en la silla del escritorio y me dispuse a sentarme allí toda la noche. Era difícil mantenerme tan enojada como me sentía, sin embargo, cuando Rosalie lloró lo suficiente como para tener mocos corriendo por su rostro. Le ofrecí de mala gana la caja de Kleenex, pero todavía no le daba ninguna disculpa. Podía besar mi trasero primero.

Al final resultó que, escuchar a Rosalie llorar era una tortura, y me pregunté si eso era parte del plan de mi padre. Me sentí aliviada cuando finalmente rompió el silencio, porque yo no iba a durar mucho más tiempo.

—Eso no es verdad, ya sabes —dijo, comenzando a conseguir el control de sus estornudos—. No estoy avergonzada de ti.

—Sí —me burlé—. Así es. Me has invitado a pasar el rato contigo y tus amigos todos estos años porque te gusta tener una hermana pequeña monstruo.

—Supéralo, Bella. No eres la víctima aquí. Me odias. Tú eres la que está avergonzada de mí. ¿Crees que no sé lo que dices de mí? ¿Cómo tú y todos tus estúpidos amigos se burlan de la popular chica cabeza hueca? He tratado de ser amable contigo un montón de veces. Dejé de invitarte a hacer cosas porque nunca vendrías.

—Entonces, ¿por qué siempre estás tratando de arreglarme de forma estúpida? Siempre quieres llevarme de compras, peinarme, maquillarme, y toda esa mierda, sólo porque no me parezco a ti y a tus amigos.

—Eso no es cierto. Lo hago porque esas son sólo cosas que me gusta hacer. Me gusta ir de compras. Me gusta peinarte. Pensé que sería divertido arreglarte. Eres linda, Bella. Tú no lo crees, pero lo eres. Perdón por querer hacerle entender a mi hermanita que ser una chica no es una mala cosa. Hay más en la vida que jugar al hockey con los J, y sabes que tengo razón. Sé que has tenido un poco de diversión este verano. Sé que te gusta pasar el tiempo conmigo, también.

—Si te gusto tanto, entonces ¿por qué estás tratando de arruinar mi vida? Eres perfecta, bonita, inteligente, popular. Los chicos caen a tus pies y se postran ante ti. Todos los chicos. Incluso Emmett. Incluso los J babean por ti.

—¿Le gusto a Emmett?

¡Oh, caramba! —¿Por qué tienes que quitarme al único chico al que le he gustado? El único chico en el mundo que no me llama por mi apellido, o tira de mi cola de caballo, o que no se ríe si quiero ponerme un vestido. ¿De verdad te molesta tanto que Edward no te haya elegido? ¿Es por eso que lo odias tanto?

—Oh, cállate. Sabes que eso no es cierto. Tan pronto como me di cuenta de que le gustabas, fui la única que trató de conectarlos, ¿recuerdas? Sabes exactamente por qué no lo quiero cerca de ti.

Solté una carcajada semi-enloquecida. —¡Rosalie, realmente no puedes creer que Edward sea un asesino en serie! ¡Es una locura! Sabes que es una locura. Tú misma lo dijiste cuando te lo mencioné.

—Bella, Garret está en el hospital.
Eso me detuvo en seco. —¿Qué?
—Eso es lo que fui a decirte. Emmett llamó. Garret fue atacado anoche. Fue un robo de coche.

—Un ro… —Me encontraba en estado de shock, tanto que ni siquiera pude terminar la frase.

Rosalie asintió. —Regresaba a casa de alguna fiesta anoche, y su coche fue robado. Bella, fue apuñalado.

—Al igual que Edward.

Exactamente como Edward. Y fue una paliza tan fuerte que aún está inconsciente. Emmett dice que todo el mundo piensa que Edward lo hizo.

—¿Qué? —jadeé.

—Bella, tú estabas allí en el parque. Oíste lo que dijo.

—É-él-él —tartamudeé—. Él no lo haría.

—Así que, ¿qué es esto? ¿Otra coincidencia? ¿Que lo mismo que sucedió con Edward le pasara a Garret a sólo un par de días de que lo amenazara de muerte? Sé que no quieres creerlo. Sé que no crees que te haga daño, pero…

—Él no me haría daño —le dije con fiereza. Eso ya lo sabía.
Rosalie suspiró. —Tal vez tengas razón. Tal vez no te haría daño. Pero ¿lastimaría a otra persona si pensara que te está protegiendo?
Sí. Me lo había dicho varias veces.

Rosalie pudo leer la respuesta en mi rostro, pero no fue ruda por eso. —¿Es tan descabellado pensar que si Edward puede hacerle eso a Garret, podría habérselo hecho a otra persona? Bella, esas chicas…

—¡Él no haría eso!

—¿Cómo lo sabes?

—¡Porque lo sé! Pudo haber atacado a Garret, pero si lo hizo, fue sólo porque Garret me hirió. Él me estaba protegiendo.

—¿Debería hacer una diferencia? Garret está en el hospital.
Toda la lucha, toda mi ira, mi desafío, todo se me fue, y me dejé caer en la silla tanto como pude. ¿Por qué lo haría? ¿Por qué lastimaría a alguien así? Porque se preocupa por mí.

Me preocupo por ti, Bella.
Miré a mi hermana en estado de shock. No porque de alguna manera dijo mis pensamientos en voz alta, sino por lo que había dicho en respuesta.

Los ojos de Rosalie se llenaron de lágrimas una vez más y tomó otro pañuelo. —
Tienes razón —susurró—. Quizás he estado un poco avergonzada de ti. Las dos hemos sido bastante desagradables una con la otra, a través de los años. Sé que piensas que soy horrible, y no puedo culparte por odiarme, pero no te odio. Me ha gustado conocerte un poco más este verano. Me ha gustado tener una hermana con quien poder hablar y pasar el rato. Lo siento mucho por hacer que te arresten, y más por lo de tu primer beso. Pero tienes que confiar en mí. No estoy tratando de hacer que rompas con Edward porque estoy celosa. Tengo miedo, Bella. —Se encogió de hombros torpemente y se sonó la nariz—. En cierto modo, te acabo de encontrar. No quiero perderte.

Los ojos me ardían y mi pecho se sentía como si estuviera derrumbándose sobre sí mismo. Me sentía tan sorprendida, y más abrumada de lo que creí que nunca había estado en mi vida. —Yo también lo siento. —Me las arreglé para decir—. He pasado toda mi vida teniendo que oír a todo el mundo decir una y otra vez lo perfecta que eras. Incluso a nuestra propia madre. Siempre te he odiado por eso. Supongo que no eres la única que ha estado celosa.

—No deberías estar celosa de mí. Les gusto a los chicos porque soy bonita, pero tú les gustas porque eres buena.

Cuando levanté la vista a Rosalie, negó con la cabeza. —Nunca me había dado cuenta hasta esa noche en el lago, en la casa de Rachel. Siempre pensé que eras una rara que sólo salía con los J, pero tenías tantos amigos en esa fiesta como yo, y las personas que no te conocían pasaron la noche preguntándome por ti.

—Creo que fue sólo por tu bikini.

Rosalie se rió de eso, pero negó con la cabeza. —Eres divertida y confiada. Me tomo unos treinta segundos convencer a Emmett de que serías una novia increíble. Así que ustedes no lo tenían. Pero ahora que la idea de que puedes salir con chicos se ha metido en la mente de la gente, probablemente se pelearán por llamarte y ver quién puede tener una oportunidad a continuación. Confía en mí, no todos pueden ser como Emmett. Alguien está obligado a hacerte desmayar.
Rosalie se echó a reír, hasta que vio la expresión de mi cara. Alguien ya me había hecho desmayar. Simplemente resultó que era un celoso, psico sobreprotector, emocionalmente perturbado. —Rose —susurré—. ¿Qué voy a hacer?
—No lo sé —me susurró de regreso—. Pero no te preocupes. Ya se nos ocurrirá algo.

Y fue entonces cuando ocurrió lo impensable. Algo que no creo que haya sucedido en la historia del hombre, sino a través de una fuerza excesiva. Rosalie y yo nos abrazamos. —Lo siento, no te escuché —le dije con un apretón.
Me devolvió el abrazo tan apretado y dijo—: No, yo lo siento. Debería haber confiado en ti cuando me dijiste que era raro en primer lugar. Es mi culpa que te enamoraras de él.

Por supuesto que ese tenía que ser el momento en que mi padre decidió registrarnos.

—De acuerdo, chicas. ¿Cómo es que no escucho…? —Su voz se apagó y miré justo a tiempo para ver la goma de mascar cayendo de su boca—. Karen —gritó, y se abrió paso hacia nosotras—. ¡Renee, rápido!

Mi mamá probablemente pensó que yo había matado a Rosalie por la forma en que vino corriendo. Cuando entró en la oficina, y nos vio a mi hermana y a mí con los brazos alrededor de la otra, y no porque nos estábamos ahorcando, sus rodillas casi dejaron de funcionar. —¿Quiénes son y qué han hecho con nuestras hijas?

—No lo sé, pero creo que el infierno debe de haberse congelado.

—¿Estás seguro de que es real?

—¿Has puesto algo en la cena de esta noche?
Tontos.

—Tontos.

Me sorprendí cuando mi pensamiento hizo eco. Toda esta cosa de decir mis pensamientos en voz alta se me empezaba a ir de las manos. Pero resultó que Rosalie y yo pensábamos igual. Fue ella quien los llamó tontos.

Mis padres finalmente empezaron a reírse de sí mismos, y a felicitarse mutuamente por sus excelentes habilidades de crianza, obteniendo miradas incrédulas y gemidos por parte de ambas.

—¿Podemos salir ahora? —preguntó Rosalie.

—No sé —dijo mamá—. Estoy pensando que deberíamos dejarlas aquí para siempre.

Con otro gemido, Rosalie tomó mi brazo y tiró de mí delante de ellos. —Vamos a estar en la habitación de Bella.



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1 comentario:

cari dijo...

Rose,Rose, Rose, siempre interrumpe y asta ahora sale ganando, gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina