Capitulo 23
—No
creo que te propongas hacer eso a alguien más de una vez. — Respiré mientras
empujé a un Edward inconsciente. Era la única cosa en la que podría
concentrarme en ese momento, la manera de mi cerebro de tratar con mis miedos.
Me encogí en lo ensangrentado que su rostro se veía. Imagino que lo podría
haber pateado muy bien.
Rosalie
y yo nos encontrábamos ambas tan agitadas que cuando el timbre de la puerta
sonó, gritamos de nuevo antes de darnos cuenta quien sería.
—¡Detective
Vulturi! —jadeó Rosalie.
Corrimos
por las escaleras y nos sacudimos en los brazos del sobresaltado policía. Sí,
se sorprendió un poco al encontrar dos histéricas adolescentes de repente
pegándose a él.
Rosalie
y yo comenzamos a lanzar la historia al mismo tiempo, hasta que el detective Vulturi
rió y nos detuvo. —Chicas —dijo tranquilamente—. Una a la vez, por favor.
Di
un paso hacia atrás, capaz de calmarme más rápido que mi hermana. La dejé
hablar, ya que dudaba que fuera capaz de detenerse a sí misma. Ella parecía
estar en estado de shock.
Cuando
Rosalie se aferró a la chaqueta del detective y comenzó a explicarle que Edward
intentó matarme y ahora estaba inconsciente en el pasillo de arriba, el
detective Vulturi dio un paso en la casa y despacio cerró la puerta tras de él,
deslizando el cerrojo en su lugar. Tenía un brazo apoyado en torno a mi
hermana, escuchando cuidadosamente su historia, pero nunca quitó sus ojos de
mí, sus locos y hambrientos ojos.
Me di cuenta sólo un
segundo demasiado tarde.
El
detective Vulturi reconoció el momento en el que la compresión me golpeo.
Sonrió.
¡Ugh,
Bella, estúpida! ¡Estúpida! ¡Imbécil! Edward
tenía razón. Soy demasiado terca para mi propio bien.
—Él
estuvo intentando decírmelo, pero yo no prestaba atención.
—El
chico se había dado cuenta, ¿verdad? —El detective Vulturi rió—. Yo sabía que
él lo intentaba. ¿Por qué crees que te necesitaba para distraerlo? Ah, ah, Bella
—dijo cuándo mi cuerpo se tensó—. Ten un poco de paciencia.
Rosalie
sacó su cara del pecho del detective Vulturi y sólo tuvo tiempo de preguntar—:
¿Qué…? —Antes de que el psicópata le diera la vuelta y la atrapara con fuerza
contra su cuerpo. No vi cuando agarró un cuchillo, pero de repente lo tenía
presionado contra su garganta.
Rosalie
y yo nos congelamos.
—¿B-B-Bella?
—No
te muevas, Rose —le advertí. Entonces centré mi mirada en el detective Vulturi.
Aún no me había quitado los ojos de encima. No estaba incluso segura de que él
pudiese parpadear. Y pensaba que Edward era espeluznante.
—No
te preocupes, Bella —dijo el detective—. Te daré una posibilidad, sólo que no
todavía.
El
detective Vulturi finalmente rompió su mirada para sonreírle a mi hermana de
una forma que me daría pesadillas luego. Me sentía contenta de que Rosalie no
pudiera mirarlo.
—¿Qué
hay sobre ella? —pregunté, empujando mi histeria hacia el fondo lo mejor que
pude. Mi voz todavía temblaba, sin embargo—. ¿Le darás la misma oportunidad?
El
detective Vulturi le dio a Rosalie una mirada calculadora. —Podría —reflexionó.
Entonces sus ojos se clavaron en mi otra vez—, pero tú y yo sabemos que no
importaría. No eres una luchadora —susurró en el oído de Rosalie—. ¿Lo eres
cariño?
El detective Vulturi
deslizó lentamente la hoja de su cuchillo hacia abajo por la garganta de Rosalie
atrapándolo en el cuello de su camisa. La tela sumergida suficientemente bajo
como para mostrar su escote. Ella jadeó y las lágrimas comenzaron a rodar por
sus mejillas.
Vi
con horror, como el detective Vulturi se echó a reír y entonces lamió las
lágrimas de su cara. —¡Basta ya! —grité, cuando Rosalie comenzó a sollozar.
No
podía contener mis lágrimas por más tiempo, pero en lugar de entrar en pánico,
mi miedo se convirtió en rabia. Cambié mi peso sobre las puntas de mis pies. No
tenía idea de lo que iba a hacer, pero de ninguna manera iba a dejar que le
hicieran daño a mi hermana.
—Cuidado,
Bella —advirtió el detective Vulturi, pero la forma en que su voz ronroneó,
creo que esperaba que lo intentara.
—Déjala
ir.
El
detective Vulturi dejó escapar una risa cruel.
—Nunca
lo conseguirás debido a nosotras —dije, intentado sonar más fuerte de lo que me
sentía—. Sabes que no voy a estar de pie aquí esperando a que termines con
ella, y ella no es realmente la que deseas.
—Eso
no es totalmente cierto —dijo el detective Vulturi, aunque no podía ocultar su
deseo. Rosalie definitivamente no era quien quería. Me deseaba tanto que apenas
podía mantener la concentración—. Odiaría que Rosalie se perdiera la diversión.
Después de todo, estoy muy agradecido con tu hermana. Tu estúpida, imaginativa,
ridícula, tonta, brillante hermana. —La besó en el lado de su cabeza y
suspiró—. Cuando presentaste ese informe, me diste un regalo. Dos regalos.
Rosalie
se quedó sin aliento ante sus palabras.
—Es
mi culpa —sollozó—. Todas sus víctimas tenían antecedentes penales. Así es como
los encontrabas. Nunca habrías encontrado a Bella, si yo no hubiese llamado a
la policía por Edward.
—Ni
en un millón de años —acordó Vulturi—. Pero es tan deliciosamente perfecta. Edward,
también, ¿con su accidente, la muerte de sus padres, un carácter violento, y un
trastorno de personalidad? No podría haber creado un mejor chivo expiatorio si
lo hubiera conjurado de la nada.
—Bella
—sollozó Rosalie—. ¡Lo siento tanto!
—No
lo sientas —le dijo el detective Vulturi—. Has salvado vidas. ¿Quién sabe por
cuantas otras chicas habría ido si tú no me hubieses dado una manera tan
hermosa de salir?
Esto
no ayudó precisamente a que Rosalie se sienta mejor. Comenzó a llorar tan
fuerte que el detective Vulturi apenas podía mantenerse cerca de ella. Traté de
ignorarla. No podía permitirme el lujo de la distracción. Calculé que, si sólo
pudiera mantenerlo hablando lo suficiente, Edward despertaría y llamaría a la
policía. O tal vez mataría al psicópata. Cualquiera de las dos opciones me
parecía bien.
—Tú
atacaste a Garret —dije, juntando las piezas—. Después de que Edward se metió
en problemas por amenazar a Garret, lo atascaste para hacer parecer a Edward
culpable.
—¿Cómo
podría resistirme? ¿Con mi cuchillo conectando a Garret y los asesinatos de los
Sábados por la Noche? Una vez que ellos las encuentren en la mañana, ningún
jurado en el mundo le permitirá a Edward caminar.
El
detective Vulturi comenzaba a inquietarse. Su cuchillo caía lejos del cuello de
Rosalie mientras se resistía a la tentación de atacarme. Vi una oportunidad para
distraerlo. Por supuesto, eso significaba provocarlo a venir detrás de mí. Sólo
esperaba que Rosalie tuviera un sentido suficientemente bueno como para correr
tan pronto como él lo hiciera.
—Hablas
de un gran juego para un tipo que sólo va tras los fugitivos muertos de hambre
y los adictos de crack.
El
peligro que había visto brillar a menudo en los ojos de Edward ahora apareció
en la abrumadora mirada de Vulturi. Mi desafío lo emocionaba.
—Cierto
—dijo—. Es por eso que esto va a ser muy, muy interesante.
Miré
en sus salvajes ojos. Sus pupilas tan dilatadas, que todo lo que yo podía ver
estaba negro. Mi corazón se aceleró. Había tanta adrenalina corriendo en mis
venas. No creo que fuera físicamente posible sentir pánico. Sabía que vendría
cuando todo acabara. De hecho, apuesto a que estaría más jodida que Edward si
sobrevivía a esto. Pero ahora mismo, sólo podía enfocarme en el juego. Y esto era
un juego. Un enfermizo, retorcido juego.
Bueno,
no iba a dejar que el Acuchillador de los Sábado por la Noche me golpeara más
de lo que jamás había dejado a Emmett golpearme en un juego de uno contra uno.
Canalicé toda la loca energía que mi miedo me daba, ajusté mis hombros, y tiré
de mis manos temblorosas en puños apretados. —Llévalo.
Está
bien, voy a admitir que no siempre soy la persona más inteligente del mundo, y
tenía la sensación de que lo que estaba a punto de hacer era casi la cosa más
estúpida que podría haber hecho, pero imaginé que correr hacia él, sería la
última cosa que esperaba que hiciera. Antes de que pudiera rajarme, corrí hacia
él. Tenía razón ya que esto lo sorprendió y tuvo que empujar a Rosalie fuera
del camino con el fin de defenderse de mi ataque. Lanzó el
poco-peso-de-mi-hermana tan fuerte que golpeó su cabeza con la puerta principal
y aterrizó en un montón en el suelo. Se encontraba en estado de shock y
posiblemente tenía un masivo dolor de cabeza, pero por lo menos su garganta no
había sido cortada.
Las
cosas, sin embargo, no se veían tan bien para mí. Me las había arreglado para
sacar a mi hermana fuera del peligro, pero también me las había arreglado para
conseguir que me agarrara por detrás.
—Espero
que eso no sea todo lo que tienes, Bella.
No
lo era.
El
detective Vulturi era un tipo enorme, pero obviamente no había tomado las
mismas clases de defensa personal que Edward había estado tomando por años. No
había levantado mis pies fuera de la tierra de la manera en la que Edward
siempre lo hacía, lo que hizo posible para mi pisar fuerte hacia abajo en su
pie y puso sus brazos alrededor de mis hombros en lugar de en los codos, lo que
me dio más que suficiente espacio para que pudiera lanzar mi codo hacia atrás
en sus costillas. El golpe fue suficiente para poder separarme de él y marché a
través de la casa, dirigiéndome a la puerta trasera.
—¡Bella!
—gritó y justo como esperé, se olvidó de Rosalie y vino corriendo detrás de mí.
Si
no fuera por la estúpida mesa de cocina que se hallaba entre la puerta
corrediza de cristal y yo, podría haberme encontrado fuera y capaz hacer el
ruido suficiente para alertar a la caballería. Comencé a ir alrededor de la
mesa, pero el detective Vulturi me atrapó. —Tendrás que hacerlo mejor que eso
—dijo, agarrándome por el pelo.
Cuando
me tiró hacia atrás tuve la oportunidad de agarrar una silla y la giré tan
fuerte como pude. A diferencia de cualquiera de las veces que he visto a Chuck
Norris romperle una silla a alguien en las películas, la cosa no se rompió
en mil pedazos—lo que era totalmente decepcionante—pero le dejé un tajo gigante
al costado de su cara. A juzgar por la mirada que me dio, era definitivamente
la primera chica de los Sábado por la Noche que lo hizo sangrar.
Llegué a la puerta
trasera, pero estaba cerrada, y antes de que pudiera deslizarme y abrirla, un
muy enojado asesino serial me levantó y golpeó hacia abajo sobre el mostrador
de la cocina. Mi cabeza golpeó casi en el mismo lugar en el que la había roto
al comienzo del verano, y aquellos puntos negros flotantes en mi visión
regresaron para una visita. Mis ojos en blanco por un momento, pero quebró la
concentración cuando estallé en un agudo dolor de cabeza tan abrazador que
pensé que me hallaba envuelta en llamas.
Por
un minuto no podía siquiera pensar. Todo lo que podía hacer era gritar de dolor
mientras Vulturi arrastraba su cuchillo en mi estómago. No fue lo
suficientemente profundo como para derramar mis tripas ni nada, pero así es
como este tipo funciona, él haría que durara.
—Así
es, Bella —susurró—. Grita para mí, mi pequeña luchadora.
Su
voz me sacó del dolor y me di cuenta que se encontraba sobre mí. Me volví
frenética, golpeando tan violentamente como pude, a pesar de causar que mi
estómago se prenda fuego nuevamente. Tenía uno de mis brazos libres y le di un
puñetazo. Pero gracias a los músculos de mi estómago cortados hacia arriba, no
pude conseguir la fuerza suficiente para derribar al hombre de dos veces mi
tamaño de encima. Al psicópata le gustó cuando le pegué, sin embargo.
Intenté
una nueva táctica y comencé tocando cerca de mi cabeza por algo en el
mostrador, pero las únicas cosas que logré alcanzar fueron una pila de cartas,
el bolso de Rosalie, y las llaves de mi Jeep. ¡Las llaves de mi Jeep!
Mi
diminuta navaja suiza de color rosa nunca había parecido más hermosa. Edward me
había dicho cuando me la dio que nunca me protegería de un asesino en serie,
pero yo estaba dispuesta a probar la teoría. Arrebaté y tiré de la hoja
abriéndola con los dientes, luego la metí tan fuerte como pude en cualquier
parte del cuerpo de Vulturi que estuviese cerca. El largo de la hoja se clavó
hasta el fondo en su antebrazo, y aunque no era exactamente una herida fatal,
tenía que haber dolido como el infierno.
Lo
había lanzado completamente fuera de su juego. Cuando se tambaleó hacia atrás,
hice la única cosa que se me ocurrió, que era tirar el cuchillo fuera de su
brazo y comenzar a apuñalarlo nuevamente.
—¡Te
gusta, tú Psicópata! —grité mientras atascaba mi cuchillo en su brazo unas
buenas dos o tres veces más.
Mmm,
aparentemente no le gustó, porque me llamó por la palabra P—La verdadera
palabra P, no la que de vez en cuando decía Edward—y asomo su navaja
mucho-más-grande en mi estómago, esta vez de verdad.
Es
divertido, porque lo sentí y sabía exactamente que esto pasaba ahora, pero es
como si el dolor era tan intenso que simplemente dejó de doler. La herida de
arma blanca no había dolido casi tanto como la rebanada de trabajo que él había
hecho hace un minuto. Ni siquiera grité. Tan solo solté una especie de jadeo y
todo se volvió muy frío.
Esperé
por algo más—por él sacando la navaja fuera y apuñalándome nuevamente, o por lo
menos diciendo algún comentario espeluznante, o poniendo sus asquerosos dedos
en mí—pero nada de esto llegó. En su lugar, se oyó el sonido de un crujido de
un cráneo y el grito de Rosalie helando la sangre.
Abrí
mis ojos cuando Vulturi cayó al suelo, y allí se encontraba mi hermana,
sosteniendo una sartén con manchas de sangre en ella. Temblando tanto que
apenas podía mantenerse.
—¡Bella!
—gritó—. Sólo aguanta. ¡Ya llamé a los policías!
—¿Dónde
está Edward? —pregunté, pero cuando hablé, tosí un poco de sangre y Rosalie se
puso histérica otra vez.
Un
minuto después, todo se convirtió en un caos mientras un millón de policías
invadieron mi casa. Rosalie fue llevada lejos, al igual que el asesino serial
inconsciente. Y yo envuelta por un grupo de paramédicos. Lo que sea que
inyectaron en mi cuerpo, benditos sean, no sólo eliminó el dolor, también dejó
dormir toda la parte de mi estómago donde estuvo el cuchillo. Estoy bastante
segura de que era una buena cosa. Me hallaba a la deriva cuando me pusieron en
una camilla, pero podía reconocer apenas a la persona que me ayudó a bajar las
escaleras, ya que me llevó hacia la puerta principal.
Los
ojos de Edward se encontraron con los míos por un breve momento. La única
palabra que se me ocurrió para describir la expresión en su rostro era
‘perseguido’. Traté de llamarlo, pero tenía esta estúpida máscara en la cara, y
simplemente no tenía la energía para hacer nada más que susurrar. De cualquier
forma, seguramente no me escucharía. Me sumí en la inconsciencia después de
eso.
Estaba
segura de que Edward nunca me iba a volver a hablar, pero esperé estar
equivocada cuando desperté y sentí una mano cerrada sobre la mía con tanta
fuerza que no podía sentir mis dedos.
—¿Edward?
—¡Bella!
Nop.
Era Rosalie. No era la persona que yo esperaba, pero sorprendentemente esto era
mejor.
—Hola, hermana —dije,
feliz de verla ilesa. Bueno, relativamente ilesa. Sus ojos se encontraban todos
rojos e hinchados, su nariz congestionada con mocos, y tenía esta diminuta
herida sobre su ojo que fue tapada con una bandita de mariposa. Aún con una
parte enferma, todavía se veía preciosa. No hay duda de que tendría toda la
población masculina de Canton, posiblemente todo Michigan, cayendo por todas
partes para ayudarla a recuperarse—. Te ves como la mierda.
Rosalie
dio esta medio histérica risa/llorosa y muy llorosamente dijo—: Lo siento
mucho. Todo esto fue mi culpa.
—Y
sin embargo, soy la que quedó ensartada, mientras que te ibas con sólo un golpe
en la cabeza. ¿Dónde está la justicia en eso?
Me
sentí como una idiota total cuando Rosalie se echó a llorar. —Oh, Dios mío,
Rose, ¡sólo bromeaba!
—¡Pero
es cierto! —gimió.
—Tal
vez —le dije, tomando un tono serio—. Pero sólo tratabas de protegerme, y, al
final, me salvaste la vida.
Rosalie
me miró y frunció el ceño.
—El
Detective Vulturi era enorme, y lo acabaste con un solo golpe —le expliqué. Ni
siquiera tuve que fingir el orgullo en mi voz—. Tenemos que conseguirte en un
juego en algún momento. Apuesto a que tienes una bofetada brutal.
Rosalie
se sorprendió, conociendo la profundidad del cumplido que le di. Me eché a reír
al ver la expresión de su rostro y dije—: Puedes ser femenina, pero sigues
siendo una Swan.
Rosalie
sollozó, pero su rostro parecía esperanzador. —Así que, ¿no me odias?
—Eres
mi hermana mayor. Por supuesto que te odio. —le dije, pero esbocé una sonrisa.
—Eres
una mentirosa.
Rosalie
y yo tuvimos una buena risa y se inclinó sobre mi cama para exprimirme, esta
cosa de abrazar era cada vez más fácil para nosotras.
—Hablando
de mentir —le dije después de un momento—. ¿Has hablado con mamá y papá?
Rosalie
se encogió. —Oh, sí. Estamos brindando. El FBI envió un helicóptero a su
crucero para conseguirlos. Si yo fuera tú, exageraría con lo de víctima
traumatizada tanto como sea posible, ya que el FBI les dijo que habíamos estado
hablando con el detective Vulturi a sus espaldas por un par de semanas ahora.
Su avión aterrizara en unas dos horas, y luego estaremos más o menos sin
permiso de salir indefinidamente.
—Es
una buena cosa que vinimos ahora, entonces.
Rosalie y yo nos
sorprendimos por la intrusión, supongo que ambas seremos siempre un poco más
nerviosas ahora.
Me
sorprendió mucho ver a Emmett en la puerta de mi habitación del hospital,
teniendo en cuenta que no me había hablado desde el ataque de Garret, ninguno
de los chicos lo había hecho. Aún más sorprendente, fue todavía cuando Greg y
Sánchez lo siguieron hasta la habitación.
Emmett
se acercó a mi cama y sacó un ramo gigante de rosas de detrás de su espalda.
Rojas. Me quedé boquiabierta ante la vista y lo miré para encontrarme con la
sonrisa de Emmett. —Por el amor de… no me digas que estás esperando otra
oportunidad.
—Relájate,
Swan. He aprendido mi lección la primera vez. —Emmett se volvió a mi hermana y
le entregó las flores—. Estas en realidad son para ti —dijo, encogiéndose de
hombros—. Yo estaba… me alegro de que estés bien.
Cuando
Rosalie tomó las flores, y de hecho se sonrojó, me burlé. —¿En serio?
Amigo. Me apuñalaron ¿y le das flores a ella? Apestas.
Emmett
se echó a reír. —Lo siento. No pensé que fueras del tipo de flores.
—Ese
no es el punto.
—Suficiente
—dijo Greg. Él y Sánchez habían llegado en torno al otro lado de mi cama—. No te
damos flores, porque pensamos que te gustaría mejor esto.
Él
y Sánchez intercambiaron sonrisas y Sánchez sacó una muñeca Barbie de tamaño
del muñeco Steve Yzerman de detrás de su espalda. Le habían puesto una máscara
de Freddie Kruger en ella y un súper pegado cuchillo del ejército suizo el
tamaño de mi llavero en lugar de su palo de hockey. Habían blanqueado a Yzerman
en la parte posterior de la camiseta y escribieron Swan en su lugar con un
marcador.
—Ustedes
chicos son unos tontos —dije. Pero abrazaba la atesorada muñeca en mi pecho—. Y
esto es mucho mejor que las flores. Gracias.
Mientras
Emmett se alborotaba el pelo y Greg me palmeaba los cinco oímos el sonido de
las zapatillas arrastrándose detenidamente en la capa del piso del hospital.
Alcé la vista a tiempo para ver a los tres J amontonarse.
—¿Qué
demonios es esto? —preguntó Jasper.
—Vuelvan
a desmadrarse de nuestra mujer —ordenó Jacob.
Emmett,
Greg, y Sánchez de repente me flanquearon a ambos lados, creando una muy clara
‘nosotros contra ellos’ situación. Emmett sonrió, sentándose en el borde de mi
cama para que pudiera lanzar su brazo sobre mi hombro. —Lo siento, chicos.
Estafamos a sus bienes este verano —anunció—. Y no estamos dando la espalda sin
luchar.
—¿De
qué está hablando, Swan? —preguntó James, lanzándome una mirada acusadora.
Me
encogí de hombros, pero Sánchez elevó la voz—: ¿Qué dices, Swan? —preguntó—.
¿Quieres mostrarles a estos maricas del campamento de verano que es un juego
real?
Ahora
que soy una señorita, bueno, menos cruda de lo que era a principios del verano,
de todos modos, no voy a repetir la basura hablada que valió esto de los J. No
hace falta decir, que casi se reducía a una pelea de patio amistosa y terminó
con una promesa para el enfrentamiento de hockey callejero del siglo que
acabaría tan pronto como tuviera la oportunidad de volver a jugar. Bueno, eso y
un puñado de enfermeras que pateó a todo el mundo excepto a Rosalie para hacer
espacio para mi próxima serie de visitantes.
Me
sentía agotada. No sabía exactamente de los otros visitantes, sobre todo cuando
esos visitantes eran dos hombres cuyos trajes rígidos gritaban ‘agentes
federales’. Pero Edward barajaba detrás de ellos.
Sentí
a mi corazón saltarse un latido. O dos. O tres. Realmente no creía que alguna vez
me hablaría después de todo lo que le había hecho. Todo lo que le había
acusado. Me hizo feliz ver que se hallaba bien, y me odiaba a mí misma por la
forma en que su rostro lucía negro y azul a partir de donde lo había pateado.
Pero sobre todo, me sentía mal por la forma en que no me miraba.
Los
ojos de Edward se pegaron al suelo y vaciló en el umbral de mi cuarto. Era
claro que no quería estar aquí. Era evidente que ni siquiera quería verme nunca
más. Sentí lo que creo que fue mi corazón rompiéndose, y la forma en que mi
estómago comenzó a revolverse no hizo mucho por la herida de arma blanca
recuperándose en mis entrañas.
Sentí
un apretón tranquilizador en los dedos y miré la mano de Rosalie sosteniendo la
mía. Sonrió, pero sus ojos se veían llenos de preocupación por mí.
—Ahí
están mis dos heroínas —dijo uno de los hombres con trajes con voz resonante,
alegre.
Se
refería a Rosalie y a mí. Yo no podía dejar de tartamudear. —¿H-heroínas?
El
hombre se echó a reír como un recostado Papá Noel con menos barba. —Las dos
detuvieron a un asesino en serie anoche. Diría que eso es bastante heroico.
—Acercándose
a estrechar la mano de Rosalie y la mía—. Jason Jenks, Director de la Oficina
Federal de Investigaciones. Es un verdadero placer conocerlas a ambas. Especialmente
a ti, Isabella. Edward me ha hablado mucho de ti.
Miré
a Edward y rápidamente hizo un gesto con la cabeza. Me había estado mirando,
pero todavía no podía mirarme a los ojos. —¿Yo… Él…?
—Se
preocupó mucho por tu seguridad, Isabella. Ha estado trabajando con el Agente Biers
aquí. —Hizo un gesto al del otro traje—. Para tratar de resolver el caso.
Miré
detenidamente al silencioso tipo alto de pie junto a Edward, y el
reconocimiento me golpeó. Era el hombre que se encontró con Edward en el lugar
de sushi. No era un intercambio ilegal después de todo. Edward había pedido un
favor a su amigo, el director del FBI, para que pudiera tratar de mantenerme a
salvo.
Me
encontraba tan halagada y agradecida de que Edward llegaría a tal loco extremo
por mí que de repente exclamé—: ¡Pero él lo resolvió! —Quería que todos
supieran lo increíble que era. Y sobre todo quería que Edward supiera que era
consciente de que lo había hecho—. Lo sabía antes... —No pude terminar la frase
y dije—: Trató de decirme. Era demasiado terca para escuchar.
El
Sr. Jenks arqueó una ceja ante Edward. —¿Es eso cierto, Masen? —preguntó,
sorprendiendo a Edward que levantó la mirada del suelo—. ¿Te diste cuenta?
Edward
miró al señor Jenks y se movió incómodo. —Sí, señor. Sólo a duras penas.
—¿Y
no se te ocurrió llamar Agente Biers antes de que estas señoritas fueran
atacadas?
—Estaba
a punto de hacerlo, señor. Pero... —Los ojos de Edward finalmente brillaron
sobre mí, pero rápidamente se volvió hacia el señor Jenks—. Pero mi novia y su
hermana patearon mi culo antes de poder hacerlo, señor.
Rosalie
y yo hicimos una mueca. Ambas nos sentíamos como una mierda por lo que hicimos
al pobre e inocente Edward.
El Sr. Jenks no
parecía tan preocupado por eso. Rugió con una risa que sacudió los pasillos.
—Eso es toda una hazaña —dijo, sonriéndonos—. He visto al joven Sr. Masen
acabar con algunos de mis agentes altamente entrenados.
El
Sr. Jenks siguió hablando sobre la condición física del Detective Vulturi
también, y nos dio las gracias por tomarnos con calma a Edward, pero no pude
escuchar de verdad. No después de lo que Edward había dicho.
Cuando
ya no pude aguantar más, interrumpí al director del FBI, que mi madre me habría
matado por hacerlo, y le dije a Edward—: ¿No querrás decir ex-novia? —No podía
ocultar la conmoción en mi voz.
Edward
finalmente me miró, y por una vez no podía leer su expresión. Había demasiadas
emociones pintadas en ella para distinguir cualquiera.
—Um
—dije, tratando de ignorar el hecho de que todos en la sala me miraban—. Asumí
que acusándote de ser un asesino, estropeando tu rostro, y que mi hermana casi
te noqueara a muerte, era motivo suficiente para justificar el deshacerte de
mí.
—Lo
siento mucho, por cierto —interrumpió Rosalie, encogiéndose de nuevo.
—¿Estás
diciendo que aún quieres ser mi novia?
Um,
¡DUH! Me sonrojé ante
la mirada de Edward, lamentando haber traído a colación el tema. Realmente
deseaba a toda esta gente fuera.
Como
si leyera mi mente, mi encantadora hermana sonrió al Sr. Jenks y preguntó—: ¿Ya
han visto la cafetería aquí? Me muero de hambre, y desde que la policía
previamente dijo que no se me permitía ir a ninguna parte sin escolta hasta que
mis padres llegaran aquí.
El
rostro del Sr. Jenks se iluminó. —El almuerzo suena como una idea fantástica
—dijo—. Vamos, Biers, usted me puede ayudar a llenar el interrogatorio de la
Señorita Swan.
—Oh,
¿sobre eso? Cuando lleguen nuestras declaraciones y esas cosas, ¿cree que
podría mencionar un poco eso de las heroínas a mis padres? ¿Al igual que,
mucho? —preguntó Rosalie, mientras caminaban hacia la puerta. Oí al Sr. Jenks
reír todo el camino hasta el ascensor. La habitación se encontraba
repentinamente vacía, salvo Edward y yo. Era tan tranquilo, casi demasiado.
Tenía que romper el silencio.
—Um...
—Edward miraba sus pies de nuevo y no se había movido de su lugar contra la
pared junto a la salida. Casi esperaba que huyera—. Para que conste, de verdad
lo siento. Sé que no va a ayudar a que me odies un poco menos, pero…
—¿Odiarte?
—jadeó Edward—. No te odio.
—¡Eso es una mentira!
¡Ni siquiera puedes mirarme!
Edward
me miró, haciéndome sentir mal por haber perdido los estribos.
—¡Porque
no soporto verte así! —gritó de nuevo, y luego se deslizó por la pared hasta el
suelo. De repente su voz era nada más que un susurro—. Me prometí que te
mantendría a salvo, y mírate.
—Sí,
mírame. Estoy a salvo —le dije, esperando que la sonrisa que le di lo
capturara. No lo hizo.
—Sabes
lo que quiero decir.
—Correcto,
bien. Pero no es tu culpa. No sabías cómo de testaruda soy cuando hiciste esa
promesa. Y, además, me mantuviste a salvo. Si no me hubieras avisado sobre el
detective Vulturi, las cosas podrían haber ido mucho peor. Soy la idiota que
gastó demasiado tiempo para entenderlo. Soy la idiota que fue engañada por la
mierda de Vulturi. Soy la idiota que creía que eras capaz de... —Sentí que se
me revolvía el estómago de nuevo—. ¿Cómo no me odias?
—Estaba
siendo investigado, Bella. Por la policía. Y él hacía un muy buen trabajo de
ello. No te culpo en absoluto por escucharlo y querer protegerte. De hecho,
estoy orgulloso de ti.
Guau.
¿Somos una pareja en mal estado o qué?
—Está
bien, así que no me culpas y no te culpo —le dije—. ¿Qué tal si ambos dejamos
de sentirnos como basura y sólo acordamos que mis cicatrices van serán más
impresionante que esa insignificante pequeña cosa en tu pecho?
Edward
se sobresaltó por un momento. Por fin llegó a mi lado de la cama con la extraña
combinación de tristeza y alegría en sus ojos. —Bien. Pero nunca respondiste a
mi pregunta.
—¿Qué
pregunta?
—¿Todavía
quieres ser mi novia? —Su voz temblaba como si estuviera muerto de miedo por mi
respuesta—. Porque estoy bastante seguro de que anoche dijiste varias veces que
me odiabas.
Sonreí
ante su pregunta, porque la respuesta era tan ridículamente obvia. Esto era
exactamente lo que había querido durante mucho tiempo. Este era mi Edward,
dulce y vulnerable Edward, que me miraba como si yo fuera todo el universo, así
como un sabroso bocado de algo que no podía esperar para devorar. Todavía
gritaba peligro, pero ahora no tenía por qué sentirme culpable por haber sido
atraída a ese peligro.
—Sí —le dije—. Pero
también admití estar enamorada de ti.
Edward
trató de ocultarme su reacción, pero tenía un tiempo difícil manteniendo todo
adentro. Metió la mano en el bolsillo. Pensé que iba a sacar el cuchillo, pero
en lugar de eso, sacó el collar que había tratado de darme el miércoles. —¿Vas
a mantenerlo ahora, por favor?
Edward
no esperó una respuesta antes de enganchar la cadena alrededor de mi cuello.
Cuando
llegó por detrás de mí, acortando la distancia que había entre nosotros, mi
cuerpo, me avergüenza decirlo, se volvió completamente loco. Mi corazón se
aceleró, me estremecí, se atascó mi respiración... y, bueno, sí, Edward no era
precisamente ajeno.
Edward
me dio el más divertido ‘Oh, Bella’ suspiro, sin embargo, y luego se echó hacia
atrás. —Entonces, ¿cuál es? —preguntó, la sonrisa en su rostro volviéndose
peligrosamente confiada—. ¿Me amas o me odias?
—Yo…
Chasqueando
mi mandíbula cerrada, Entrecerré mis ojos cuando me di cuenta que jugaba
conmigo. Tratando de hacerme decirlo. La palabra con A. No sólo la palabra A,
sino todo el asunto, con el "yo" y el "tú".
—Buen
intento, amigo. —No me estás haciendo decir ‘Te amo’ tan fácil, incluso si
es verdad.
Edward
reprimió una sonrisa y cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Sabes que escuché
eso, verdad?
¡MIERDA!
Fin
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bueno que les parecio alguien le atino al asesino bueno este es el final de la adaptacion pero el domingo subire dos capitulos especiales que faltan y asi ya acabaremos con esta adaptacion tambien subire el primer captiulo de la nueva adaptacion.
muchas a gracias por sus comentarios y por leer
3 comentarios:
Gracias, muy buena historia y divertida.
Hola. No era Garret, pero estoy feliz de que no sea mi dulce Ed. Gracias
Después d un muy golpeado Edward y q casi matan a Bella x un maldito loco y d estarme comiendo las uñas x semanas y d un Edward q me daba escalofríos jajajajaja x fin dieron con el asesinó y no es mi niño hermoso, gracias nena graciassss nos seguimos leyendo
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