Capitulo 15
Las
luces comenzaron a parpadear en mi máquina, y sonaba como loca. Un grupo de
siete números estaban alineados en una agradable línea ordenada. El número de
créditos mostrados seguía y seguía.
Miré alrededor para encontrar que todos los
ojos en las proximidades estaban en mí.
La gente comenzó a aplaudir.
Mi
corazón estaba corriendo.
Santa
mierda. Gané.
¡Gané!
¿Qué gané?
Aún no sabía. No podía entender lo que era la
máquina. Se dio el número de créditos pero ninguna cantidad en dólares. Cuando
todo finalmente se detuvo, saque mi ticket y toque el botón de efectivo. —¿Creo
que gané, pero no puedo averiguar cuánto?
—¿Quiere cobrar?
—Uh,
sí.
La
persona se veía menos que entusiasmada de ayudarme.
—¿Cuánto
gané?
—Mil.
—¿Mil
centavos?
—No,
mil dólares.
Cubrí
mi boca y hablé en mi palma—: Oh, por Dios.
—¿Lo
quiere de a cincuenta o cien?
—Um…
cien. —Me entregó un fajo de billetes, y lo olí antes de correr a encontrar a Edward.
Mientras
hacía mi camino a través de las luces brillantes y el caos, el dinero quemaba
un hoyo en mi cartera. Finalmente lo localicé en las mesas de póker. Estaba en
un profundo pensamiento, rascando su barbilla y no sabía que lo miraba. Su
camisa se aflojó aún más, sus mangas estaban enrolladas. Su cabello lucía como
que habían estado corriendo sus manos a través de él en frustración. Su lengua
se deslizó hacia atrás y adelante por el aro que tenía en el labio como si
estuviera concentrado. Había algo dolorosamente sexy sobre el contraste entre
su nuevo aspecto con gafas y todos los tatuajes en sus brazos.
Finalmente,
bajó sus cartas y murmuró—: Mierda. —Él revisó su teléfono y se levantó de la
mesa. Caminó hacia mí y finalmente me notó sonriéndole desde la esquina—. Perdí
mi camisa de doscientos dólares. Estuve arriba un tiempo entonces en el último
juego me jodió. ¿Cómo lo hiciste tú?
Metí
la mano en mi bolsa y saqué el dinero. —Oh, ya sabes, la máquina de centavos.
—¿Estás
bromeando?
—¡Mil
dólares! —le dije, agitándolos en su cara y saltando de arriba a abajo.
—Mierda, Bella. Felicidades.
Él
me empujó en un rápido pero firme abrazo, rápidamente cerré mis ojos porque se
sintió tan bien estar en sus brazos de nuevo. Cada nervio en mi cuerpo volvió a
la vida en ese breve momento.
Seguí
escuchando la voz de Evelyn en mi cabeza.
Tienes
veinticuatro horas.
Eran menos que ahora. Una divertida Evelyn visual con un arma
vino a mi cabeza.
Puse el dinero de vuelta en mi bolso. —Vamos a
cenar para celebrar.
Mientras caminábamos por los pasillos en busca
de un restaurante, su teléfono sonó. Se detuvo en sus talones.
—Oye,
nena. —Rápidamente me miró cuando lo dijo, e instintivamente me di la vuelta.
Con
mi corazón en la boca, caminé unos pocos pasos lejos, aún escuchando cada
palabra.
—Me
alegro de que estés bien. —Enloquecí un poco en el entierro, de hecho. Bella
condujo alrededor por un rato hasta que me calmé. Terminamos en un casino en
Connecticut. Es donde estamos.
—Lo
haré. —Yo también.
—Ten
diversión. Diles a todos que dije hola.
—Te
amo, también.
Te amo, también.
Bueno, eso fue una revisión de la realidad. Y, ¿por qué
estaba molesta de que le dijera la verdad, cómo si nuestro viaje fuera alguna
cita secreta? En ese momento, me di cuenta de que estaba desilusionada. Seguro,
sus sentimientos después de vernos tal vez habían estado un poco en conflicto,
pero él la amaba, no a mí. Plano y simple. Su corazón estaba en un lugar
diferente de donde se encontraba el mío, y necesitaba aceptar eso.
Él
caminó hacia mí. —Oye.
—Oye.
—Era
Kate. Dice hola y gracias por ayudarme hoy.
Enseñé
una sonrisa falsa. —Hola, y de nada.
—¿Has
descubierto para qué estás de humor? Admitiendo la verdadera respuesta a esa
pregunta me habría puesto en el punto de partida.
Viendo
que el Ron con Coca cola que tuve más temprano se hallaba corriendo a través de
mí, dije—: Me dirijo al baño. Decide lo que te apetezca.
Tomé
la oportunidad para refrescarme incluso si aún olía al alcohol que se derramó
en mi vestido antes. Supongo que podría haberme comprado uno nuevo ahora.
Cuando
salí del baño, Edward estaba mirando abajo a su teléfono. Cuando levantó la
mirada, su rostro estaba pálido.
—¿Estás
bien? —Su mano temblaba, y no me respondía—. ¿Edward?
—Acabo
de recibir este texto. Es de un número desconocido. Me pasó el teléfono. Estaba
confundida.
—¿Veintidós?
—Mira
a qué hora dice que llegó el mensaje.
—Dos
y veintidós. Eso es raro, pero, ¿por qué te molesta?
—El
cumpleaños de Charlie es el veintidós de febrero.
Escalofríos corrieron a través de mí. —¿Crees
que el mensaje es de Charlie?
Sus
ojos seguían trabados en el teléfono. —No sé qué pensar.
—Tal vez es solo una coincidencia. ¿Por qué te
enviaría el número veintidós?
—Normalmente
no creo en esa mierda. No tengo idea. Simplemente me asustó.
—Puedo
entender por qué.
Edward
estuvo preocupado durante toda nuestra comida en el asador. Sabía que estaba
obsesionado sobre el mensaje. Para ser honesta, realmente me asusté, también.
Volver a entrar en las brillantes luces del
casino después de la cena no hizo nada para aligerar su estado de ánimo. En un
momento, ya había ido a conseguirnos un par de bebidas.
Cuando
regresé a donde estaba sentado, sentí que mi corazón caía a mi estómago.
Él
estaba limpiando lágrimas de sus ojos. Me sorprendió ver a mi endurecido
hermanastro llorando a la intemperie.
Era
una prueba de que no siempre podemos escoger el momento en que la pérdida nos
golpea realmente. A veces, es predecible, otras veces, pasa en el lugar que
menos lo esperas. No había llorado en el velorio, o en el entierro pero había
escogido este momento, aquí, en el casino lleno de gente para dejarlo ir.
—No
me mires, Bella.
Ignorando su petición de privacidad, puse las
bebidas abajo y deslicé mi asiento más cerca de él. Lo empujé hacia mí y lo
sostuve en mi pecho. No se resistió. La humedad de sus lágrimas se filtraba por
la parte superior de mi vestido. Sus uñas se clavaron en mi espalda como si se
estuviera sosteniendo de mí por su vida. Mientras más duro lloraba, más quería
consolarlo y más apretado me aferraba a él.
Nadie pareció notarnos en nuestra esquina de
la habitación, a pesar de que no me habría importando que lo hubieran hecho.
Su
temblor pareció calmarse, y eventualmente, solo respiraba en mi pecho. —Odio
esto —dijo—. No debería llorar por él. ¿Por qué estoy llorando por él?
—Porque
lo amabas.
Su
voz estaba temblando de nuevo. —Él me odiaba.
—Odiaba
lo que vio en ti, eso le recordaba a sí mismo. No te odia. No podría. No sabía
cómo ser un padre.
—Hay
muchas cosas que no te he dicho. Lo jodido de la cosa es, después de toda la
mierda que hemos pasado, todavía quería que estuviera orgulloso de mí algún
día, quería que me amara.
—Sé
que lo hacías.
Continuó
apoyándose en mí. En un momento, miró hacia arriba, y sus ojos grises estaban
enrojecidos.
—¿Dónde
estaría esta noche sin ti?
—Estoy
contenta de haber llegado esta noche.
—Nunca
he llorado delante de nadie. Ni una sola vez.
—Siempre
hay una primera vez para todo.
—Hay
una mala broma allí en alguna parte. Sabes eso, ¿verdad?
Nos
reímos. Me imaginaba lo bien que se debe haber sentido para que se riera. Para
mí, la risa nunca se sintió mejor que cuando siguió un buen llanto.
—Me
haces sentir cosas, Bella. Siempre lo haces. Cuando estoy cerca de ti, si es
bueno o malo... siento todo. A veces, no lo manejo demasiado bien, y
lucho por actuar como un idiota. No sé de qué se trata, pero siento que ves el
verdadero yo. Al segundo en que te vi de nuevo por primera vez donde Eleazar
cuando estabas de pie en el jardín... era como si no pudiera esconderme detrás
de mí mismo nunca más. —Frotó mi mejilla con el pulgar—. Sé que fue duro para
ti que me vieras con Kate. Te conozco, todavía te importo. Puedo sentirlo
incluso cuando estás fingiendo que no.
—Eso
ha sido difícil, pero valió la pena ser capaz de verte de nuevo.
—No
quiero llorar más esta noche.
—Tampoco quiero que llores más. Pero si
sientes que debes hacerlo, no te detengas. Es bueno dejarlo salir.
Él estaba mirando fijamente mis labios. Yo
estaba mirando a los suyos. Los últimos minutos me habían agotado. Quería darle
un beso. Sabía que no podía, pero la necesidad era tan intensa que tuve que
levantarme de mi asiento.
Me sentía como que estallaría, tanto física
como emocionalmente. Estábamos sentados diagonal a la ruleta. Fue el único
juego que no entendí cómo jugar. Necesitaba sacar mi impulsividad en algo y
tenía una idea.
Cuando estás apostando con tu corazón,
arriesgarse con el dinero no parece nada. Me dirigí a la mesa de la ruleta y
tiré un montón de billetes de mi escondite en un número.
—Todo
a ese —dije.
El trabajador del casino me miró como si
estuviera loca.
Edward
se había acercado por detrás de mí. —¿Qué estás haciendo?
No había visto cual apuesta era mía. Mi
corazón estaba latiendo más rápido con cada vuelta de la rueda, y todo a partir
de allí parecía suceder en cámara lenta.
Las
manos de Edward estaban en mis hombros mientras nuestros ojos se quedaron
pegados a la rueda.
La rueda se detuvo.
Los ojos del trabajador estaban desorbitados.
Alguien
me entregó una bebida que no era la mía.
Más
alcohol derramado en mí.
Las
personas estaban aplaudiendo, vitoreando, silbando.
—¡Veintidós
es el ganador!
—Ese
soy yo. ¡Gané!
Edward me levantó en el aire, los dos dando
vueltas.
Cuando él me dejó, me miraba en estado de
shock.
—¿Apostaste al veintidós? ¡Maldición apostaste
todo en el veintidós! ¿Tienes alguna idea de cuánto dinero te acabas de
ganar?
Me
volví hacia el hombre detrás de la mesa. —¿Cuánto acabo de ganar?
—Diecinueve
mil dólares.
—Santa mierda, Bella. —Edward tomó mi cara
entre sus manos, apretó mis mejillas y repitió—: Santa mierda. —Parecía que iba
a darme un beso de celebración, pero se detuvo en seco.
Sólo había ganado un montón de mierda de
dinero, pero eso no parece importar tanto como para llegar a compartir este
momento con él. Nada venció la sensación de sus manos ahuecando mi cara, de ver
sus ojos sonriendo de nuevo a mí, de ser capaz de volver su miseria hacia el
número veintidós en algo positivo. Si este dinero podría haber comprado más
tiempo con él, hubiera regalado cada centavo de ello.
Edward y yo caminamos hacia la cabina del
cajero aturdidos. Mientras fui a recoger el dinero, él se apartó a hablar con
algunas personas quienes estaban en la mesa cuando gané.
Opté por tomar un cheque por la mayoría, pero
pedí mil en efectivo. También me habían dado una llave de una habitación de
cortesía del hotel casino. Esto me había atrapado con la guardia baja, y no
estaba segura si lo debía mencionar siquiera a Edward.
En
el momento en que caminé de nuevo hacia él, estaba solo con una enorme sonrisa
en su rostro.
Le entregué los diez billetes nuevos de cien
dólares. —Quiero que tengas esto.
Su
sonrisa se desvaneció, y trató de regresar el dinero de nuevo. —No estoy
tomando ningún dinero de ti.
—Si
no fuera por ti, ni siquiera habría jugado el veintidós. Lo elegí por ti.
—De ninguna manera. —Lo empujó en mi cara—.
Tómalo.
No
me sedería. —Eso es sólo una fracción de las ganancias. Tengo un cheque por el
resto. Lo pondré en el banco para ayudar a mi mamá. Si no tomas este dinero,
apuesto todo.
—No
hagas eso. No hay manera de tengas suerte por tercera vez esta noche.
Me
crucé de brazos. —No estoy tomándolo de vuelta. Así que, tómalo o juego con él.
Suspiró.
—Te diré lo que haremos. Me quedo con el dinero, pero estamos gastándolo juntos
esta noche. Vamos a tener el tiempo de nuestras vidas.
—De
acuerdo. —Mi boca se extendió en una sonrisa—. Puedo vivir con eso. —Echó un
vistazo a la tarjeta que estaba sosteniendo.
—¿Qué es eso?
—Oh,
uh... también me dieron una llave de una habitación de cortesía. Supongo que
quieren que me quede un rato y volcar todas mis ganancias de nuevo en el
casino. No voy a usarla. Nos dirigimos de nuevo a Boston más tarde, ¿no?
—Ninguno
de nosotros está realmente en condiciones de conducir esta noche.
—¿Quieres pasar la noche? No podemos dormir en
la misma habitación.
—No
estaba sugiriendo eso, Bella. Conseguiré mi cuarto.
Por supuesto. Ahora, me sentí estúpida por
incluso asumir que eso era lo que quería decir.
—Correcto. Bueno. Si piensas que es una buena idea, podemos
quedarnos.
—La
verdad es que no estoy listo para que esta noche termine. No quiero enfrentar
la realidad otra vez hasta que sea absolutamente necesario. Mi vuelo no es
hasta mañana por la noche. Si nos vamos por la mañana, vamos a tener un montón
de tiempo.
Froté
su brazo. —Está bien. —Lo seguí fuera de la sala de juego—. ¿Dónde vamos
primero?
—A
comprarte un vestido nuevo. Lo escojo yo. Iremos a la discoteca más tarde. No
puedes usar eso.
—¿Discoteca?
—Sí. Tienen una discoteca abajo.
—¿Debo
preocuparme? ¿Exactamente que consideras atuendo de discoteca? —Miró mi ropa.
—Algo
que no te haga ver como una persona de ochenta y cinco años de edad, mujer
griega en luto.
Me enderecé mi vestido. —¿Qué estás tratando
de decir?
—Hacer que una borracha mujer griega de
ochenta y cinco años de edad, beba hasta que huela como un balde de alcohol.
—Gracias
a ti.
—Vamos
a gastar algo de dinero.
1 comentario:
Argggggg lo quiero golpear, Gracias
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