Fue un día hermoso a pesar del humor sombrío. Los pájaros piaban, el
sol se veía brillante, y realmente me las arreglé para dormir. Pero esta no era
la habitual hermosa mañana de primavera en Boston. Hoy, mi madre tendría que
enterrar a un marido por segunda vez en su vida, y Edward tendría que enterrar
a su padre.
No me di cuenta, hasta
que Kate me dijo que se iba la noche anterior, de cuánta ansiedad me causaba su
presencia. Incluso cuando tendría que enfrentarme a Edward otra vez, hoy no se
sentía ni la mitad de horrible que ayer.
Cuando entré en la habitación de mi madre, se hallaba sentada
en su cama sosteniendo una fotografía de Charlie y ella en el día de su boda.
Vestía un simple traje blanco para su ceremonia en el Boston City Hall.
Parecían realmente felices juntos entonces.
—Tenía muchos demonios, pero me amaba —dijo ella—. Esa era
probablemente la única cosa de la que me sentía segura cuando se trataba de él.
Envolví mi brazo
alrededor de ella y tomé la foto de su agarre. —Recuerdo ese día como si fuera
ayer.
—Este matrimonio… fue
como empezar de nuevo para él, pero nunca fue capaz de solucionar su pasado o
su rabia sobre ello. Nunca se abrió para mí sobre eso, y nunca le presioné.
Suena familiar.
Continuó—: En
realidad nunca supe todo, supongo. Después del dolor de perder a tu padre, sólo
quería algo fácil. Fue un poco egoísta de mi parte. —Empezó a reír—. Me he
entrometido últimamente, y eso causó muchísima tensión. Me sentí avergonzada
por nunca haberme involucrado en la situación con Edward. Vivía en una burbuja.
—Bueno, ninguno de ellos lo ha hecho fácil para descubrir
cómo ayudar —dije.
Se
limpió sus ojos y me miró. —Siento que tengas que pasar por eso.
—¿Yo?
¿Pasar por qué?
—Ver a Edward con ella… con Kate.
—¿A
qué te refieres?
—Lo
sé, Bella.
—¿Qué crees que sabes?
—Sé
lo que pasó entre ustedes la noche anterior a que se fuera a California.
Dejé
la fotografía que sostenía en la cama para evitar un destrozo accidental en el
suelo durante mi medio estado de shock. —¿Qué?
—Me
levanté temprano aquél día. Edward no sabía que lo vi saliendo de tu habitación
de regreso a la suya. Después, tarde por la tarde, después de que llegara a
casa de hacer unos recados, fui a comprobarte, pero te habías ido a la tienda.
Encontré el envoltorio de un condón en tu habitación, y había un poco de sangre
en tus sábanas. La semana siguiente a que él se fuera, tú te encontrabas tan
deprimida. Quería decirte que lo sabía. Quería estar allí para ti pero no
quería avergonzarte o que alguien tuviera problemas con Charlie. Él habría
estallado de rabia. Me mantuve diciéndome que tenías dieciocho, y que si
querrías que supiera me lo habrías contado.
—Guau.
Sólo no puedo creer que lo sabías todo ese tiempo.
—Fue
tu primer…
—Sí.
Sostuvo
mi mano. —Siento no haber estado ahí para ti.
—Está
bien. Como dijiste, era mejor que lo mantuvieras quieto.
—¿Fue…
sólo sexo… o fue algo más?
—Fue muchísimo más para mí. Creo que él se
sintió de la misma forma en el momento. Pero eso no importa ahora.
—Parece
bastante decidido con esa chica.
—Sí.
Viven juntos.
—Sin
embargo, no está casado.
Entorné mis ojos. —¿Qué se supone que
significa eso?
—Sólo
que si hay algo que no se ha dicho entre ustedes dos, puede que esta sea tu
última oportunidad de conseguirlo. Sin Charlie, es probable que nosotras nunca
veamos a Edward otra vez después de hoy.
Incluso cuando sabía que ese era el caso,
realmente me golpeó cuando ella lo dijo.
—Gracias por el consejo, pero estoy bastante segura de que
ese barco ya ha zarpado.
Una lágrima cayó por mi mejilla a pesar de mis intentos de
parecer inafectada.
—Obviamente, para ti
no.
***
Podía oler que él se hallaba justo detrás de mí. Incluso
antes de eso, mi cuerpo podía sentirlo allí. Las ventanas de la iglesia estaban
abiertas, y una brisa soplaba la esencia de perfume y cigarrillos aromáticos
directamente hacia mí. Eso era extrañamente reconfortante. La otra única esencia
era de las velas quemándose que rodeaban el altar y el olorcillo de los lirios
que me transportaron de aquí a la capilla ardiente.
Mi madre y yo estábamos sentadas adelante. Me giré para
encontrarme a Edward sentado al lado de Eleazar y Carmen. Habían llegado apenas
unos minutos después de nosotras. Vestido con una camisa ajustada de color
negro satinado y sin corbata, se veía deprimido. Tampoco me pilló mirándolo por
esos pocos segundos, o pretendió no darse cuenta.
No había ni la mitad de las personas aquí de las que
estuvieron en el velorio. Se encontraba silencioso excepto por el sonido
distante del tráfico y del eco de los zapatos de las personas que caminaban por
el largo pasillo a sus asientos.
Un organista empezó a tocar On Eagle’s Wings, y la
música provocó que las lágrimas de mi madre fluyesen más intensas.
El Padre dijo el elogio, el cual era genérico e impersonal.
Cuando se refirió a Charlie como “padre cariñoso”, cada músculo de mi cuerpo se
tensó. Técnicamente, si Charlie y Edward tuvieran una relación normal, su hijo
podría haberse levantado para hablar. No podía imaginarme lo que en realidad
podría decir Edward si tuviera la oportunidad. En su lugar, se veía tranquilo
durante todo el servicio. No lloraba. No miraba al frente. Sólo estaba…. ahí,
lo cual supongo era lo mejor que no aparecer en absoluto. Tengo que darle
crédito por eso.
El servicio terminó rápidamente, y al final el Padre nos dio
la dirección al cementerio y anunció que a la familia le gustaría invitar a
todos a una comida en el restaurante local después del entierro.
Miré como Edward, Eleazar
y algunos pocos otros hombres que eran amigos de Charlie sirvieron como
portadores y cargaron con el ataúd fuera de la iglesia. Edward continuaba sin
mostrar emoción.
Mi madre optó por no usar una limusina, por lo que conducimos
juntas en mi auto alquilado y seguimos al auto fúnebre. Eleazar, Carmen y Edward
se encontraban en el auto detrás de nosotras.
Cuando
llegamos al cementerio, nos reunimos alrededor del enorme agujero en la tierra
que había sido cavado en el suelo justo en frente de la lápida de granito con O’Rourke
tallado en la parte delantera. La pregunta de si mi madre querría
enterrarlo en este mismo terreno o con mi padre pasó por mi cabeza.
Edward
salió del auto y caminó hacia dónde yo había estado parada y mirando hacia la
zanja. Miraba fijamente justo como yo lo hacía. Cuando se giró hacia mí, la
mirada en sus ojos era una de pánico.
Era
gracioso cuán rápido podías dejar de lado el orgullo cuando verdaderamente
sientes que alguien a quien quieres necesita ayuda. Busqué por su mano. No se
resistió.
—No
puedo hacer esto —dijo él.
—¿Qué?
—¿Qué
si ellos quieren que ayude a bajar el ataúd en el suelo? No puedo hacerlo.
—Está
bien, Edward. No tienes que hacer nada que no quieras. No creo que sea algo que
esperen que hagas de todas formas.
Solamente asintió y parpadeó pero sin decir
nada. Suspiró ansiosamente. Entonces, dejó ir mi mano, se giró y serpenteó
entre las personas que empezaban a llegar. Siguió caminando calle abajo
alejándose más y más del lugar de entierro.
Sin
pensarlo, troté en mis tacones para alcanzarlo.
—¡Edward…
espera!
Cuando
paró, su respiración era más pesada que la mía, incluso cuando yo había estado
corriendo. Si pensé que estaba quebrándose la noche pasada en la capilla
ardiente, me equivoqué. Me sentía bastante segura de que este era el
momento donde en realidad se sentía destrozado.
—Hay
algo sobre esta parte de todo que lo hace el final para mí. No puedo verlos
meterlo en la tierra, por no hablar de tener una mano en ello.
—Está
bien. No tienes que hacerlo.
—Incluso no creo que él me quisiera aquí, Bella.
De todos modos, no puedo presenciarlo.
—Edward, esa es una reacción perfectamente
normal. No tenemos que volver. Me quedaré aquí contigo.
Mantuvo
sacudiendo su cabeza diciendo no y miró fijamente a otro lado. Se hallaba
sumido en sus pensamientos.
Un
cuervo negro aterrizó cerca de nosotros, y me pregunté qué simbolizaba aquello.
Después
de varios segundos de silencio, empezó a hablar—: Fue durante una de nuestras
peores peleas, probablemente sobre un año antes de conocerte. Charlie dijo que
preferiría estar muerto y enterrado que tener que vivir para ver la mierda en
la que llegaría a ser. —Bajó la mirada a sus zapatos y sacudió su cabeza
repetidamente—: Le dije algo como: “Bien, entonces estaré sonriendo todo el
tiempo mientras estén bajándote a la tierra.” —Soltó un profundo suspiro
como si estuviera aguantándolo todo el tiempo que estuvo hablando.
Empecé
a llorar. —Edward…
Habló
en un susurro mirando hacia el cielo y dijo—: No quise decir eso. —Apenas
podrías oírlo, y me di cuenta de que era porque le hablaba a Charlie en ese
momento.
Me miró con sus manos en su pecho. —Necesito
salir de aquí. No puedo estar aquí. Estoy perdiéndolo. Siento como si no
pudiera respirar.
De repente empezó a caminar rápido, y yo le
seguí.
—De acuerdo. ¿Dónde? ¿Dónde quieres ir? ¿Al
aeropuerto?
—No…
no. ¿Tienes un auto, cierto?
—Sí.
—Sólo malditamente sácame de aquí. Incliné mi
cabeza cuando me siguió a la carretera de grava hacia el área de aparcamiento.
Una multitud todavía se encontraba alrededor de la tumba de Charlie a varios
pies. Busqué a tientas por mis llaves, desbloqueé el auto y Edward entró,
cerrando de golpe la puerta.
Inmediatamente
arranqué el motor y salí de la plaza, conduciendo hacia la salida.
—¿A
dónde quieres ir?
—A
dónde mierda sea el polo opuesto de esta pesadilla. Sólo conduce por un rato.
Edward
inclinó su cabeza hacia atrás en el asiento con sus ojos cerrados. Su pecho
ascendía y descendía cuando aflojó los tres primeros botones de su camisa.
Cuando dimos con una luz en rojo, le envié un mensaje a mi madre.
Todo
está bien. Edward tuvo algo como un ataque de pánico y estoy llevándolo por
ahí. Asegúrate de que Eleazar te de un aventón al restaurante y hazle saber que
Edward está conmigo. No estoy segura si vamos a perdernos la comida.
No esperaba que me respondiera desde que el servicio aún
estaba en marcha, pero esperaba que hubiese comprobado su teléfono una vez que
se diera cuenta de que nos fuimos.
Gruñó.
—Mierda. —¿Qué?
—Mis cigarrillos están en el auto de Eleazar. Realmente
necesito uno.
—Podemos
parar y conseguir alguno.
Levantó
la mano. —No. No pares. Sólo conduce.
Así que eso fue lo que hice. Por dos horas
seguidas, conduje por la carretera. Era a mitad del día por lo que el tráfico
era ligero. Edward estuvo tranquilo todo el tiempo, la mayor parte mirando por
la ventana.
Tuve que parar en algún momento, sino
terminaríamos saliendo del estado. Efectivamente, quince minutos más tarde, la
señal de Bienvenido a Connecticut me saludó. Me dijo que lo llevara al
polo opuesto del cementerio, para hacerle olvidar. De repente tuve una
brillante idea y supe exactamente donde podíamos ir.
—Sólo
otros veinte minutos más y entonces pararemos en alguna parte, ¿de acuerdo?
Se giró hacia mí y habló por primera vez en horas. —Gracias.
Quería
extender mi mano a la suya pero me resistí. Unos minutos después, parecía que
se había quedado dormido. Recordé a Kate diciendo que no consiguió dormir nada
desde que se enteró de que Charlie murió.
Mi
teléfono sonó y atendí.
—Hola, mamá.
—Bella,
hemos estado preocupados. La comida ha terminado. ¿Está todo bien?
—Todo está bien. Todavía estamos viajando.
Vamos a parar pronto. No te preocupes, ¿de acuerdo? Siento haberte dejado.
—Estoy
bien. Lo peor ha pasado. Estoy con Eleazar y Carmen por la noche. Sólo cuida de
Edward. No debería estar solo.
—De
acuerdo. Gracias por entenderlo, mamá. Te quiero.
—Yo también te quiero.
Estábamos llegando a nuestro destino, así que
di un empujoncito a Edward. —Despierta. Estamos aquí.
Frotó sus ojos y me miró mientras
continuábamos por el camino de entrada.
—¿Estás llevándome para visitar el mágico Mago
de Oz?
Tenía
razón. El edificio próximo como que me recordaba al camino de ladrillos
amarillos con el enorme castillo al final.
—No, tonto. Es un casino.
—¿Nos
escapamos de un funeral para que así puedas llevarme a apostar? ¿Qué mierda?
Cuando me giré para mirar su cara, esperaba ver una expresión
confusa, pero en su lugar, me daba esa rara sonrisa genuina que sólo había
visto pocas veces, aquella que me dejó saber que jugaba conmigo. Era la misma
mirada que siempre hizo mi corazón palpitar.
Entonces
empezó a reírse histéricamente en sus manos. Pensé que deliraba.
—¿Crees
que es ofensivo?
Limpió sus ojos. —No, creo que es malditamente
brillante.
Cuando
conduje a un aparcamiento, todavía se reía.
—Bueno,
dijiste que te llevara al polo opuesto del cementerio, Edward.
—Sí,
pensaba en tal vez un restaurante Zen japonés o no lo sé… ¿una playa?
—¿Quieres
irte?
—Infiernos,
no. Nunca lo habría pensado por mí mismo, pero mierda, si hay un lugar donde
puedes ahogar las penas, este sería. —Miró fijamente por la ventana y después a
mí con una mirada que me dio tranquilidad—. Así que, ayúdame a ahogar mis
penas, Bella.
***
El humo de cigarrillo cuando entramos en el
edificio casi me ahogó.
Tosí.
—No vas a tener problemas para encontrar tus palillos del cáncer en este lugar.
De hecho, todo el mundo podría estar fumando aquí. La segunda parte es igual de
mala en esta cantidad.
—Trata
de divertirte, hermanita. —Me sacudió en tono de broma. La reacción de mi
cuerpo a sus fuertes manos en mis hombros no era sorprendente. Si se mantenía
tocándome así, este iba a ser un largo día.
—Por
favor no me llames así.
—¿Cómo
prefieres que te llame aquí? Nadie nos conoce. Podemos hacer nuestros nombres.
Los dos estamos vestidos de negro. Parecemos de la mafia, grandes apostadores.
—Cualquier
cosa menos hermanita —grité a través de los sonidos ¨tintineantes¨ de
las cientos de máquinas tragamonedas mientras entramos en uno de los casinos.
—¿Qué te gusta jugar? —le pregunté.
—Quiero
golpear una de las mesas —dijo—. ¿Qué pasa contigo?
—Yo
solamente tragamonedas.
—¿Las
máquinas tragamonedas? Vas salvaje hoy, ¿eh?
—No
te rías.
—Uno no va a un casino como este para jugar a las ranuras,
especialmente las de centavos.
—No sé cómo jugar cualquiera de las mesas.
—Te puedo mostrar, pero primero necesitamos bebidas. —Me
guiñó un ojo—. Siempre licor antes del póker.
Me tomó un segundo. Siempre lamerla antes de darle un
toque.
Rodé los ojos. —Dios,
algunas cosas nunca cambian. Al menos de que vuelvas a hacer chistes obscenos.
Eso quiere decir que hice algo bien hoy.
—En serio, esta
idea... —Miró a su alrededor—. Venir aquí... es perfecto.
Después de que compramos algunas fichas, seguí a Edward a una
habitación con luz tenue donde las personas jugaban juegos de mesa. Había un
bar en la esquina.
—¿Qué están jugando? —le pregunté.
—Mierdas. Es un juego
de dados. ¿Qué deseas beber?
—Voy a tener un ron con Coca-Cola.
—Está bien, voy y vuelvo. No vayas a ganar nada sin mí —dijo,
caminando hacia atrás con una sonrisa.
La sonrisa en su rostro me hizo realmente feliz a pesar de
que sabía que todo esto era sólo una distracción temporal del dolor que
experimentaba.
Mientras esperaba a que Edward regresara con nuestras
bebidas, me dirigí a una de las mesas y me puse justo detrás de los jugadores
que se hallaban de pie. Un hombre ebrio con la cara roja con un acento sureño y
un sombrero de vaquero me sonrió antes de volver sus ojos al juego.
No entendía cómo se
jugaba el juego, soñaba despierta y me quedé mirando la mesa hasta que todos
empezaron a aplaudir. Cuando el borracho se enteró que había ganado, se dio la
vuelta y me agarró por la cintura.
—Usted, señora bonita, es mi amuleto de la buena suerte. No
he tenido una victoria esta noche hasta que apareciste de la nada. Y no te
dejaré fuera de mi vista.
Su aliento olía a cerveza y el sudor empapaba su camisa.
Le sonreí, ya que todo parecía bastante inocente. Es decir,
hasta que me golpeó en el culo... muy duro.
Cuando me di la vuelta para alejarme, Edward se acercaba con
dos copas en la mano. Ya no sonreía.
—Dime que no acabo de
ver a ese maldito patán pegarte en el culo. —No esperó mi respuesta—. Sostén
estas —dijo.
Agarró al chico por el cuello. —¿Quién carajo te crees
poniendo tus manos en ella de esa manera?
El hombre levantó las manos. —No sabía que estaba con
alguien. Me ayudaba.
—Parecía que te
ayudabas a ti mismo. —Edward lo arrastró por el cuello hacia mí—. Pídele
disculpas en este momento.
—Mira hombre….
Edward le apretó el cuello con más fuerza. —Pide disculpas.
—Lo siento —dijo el
hombre con voz ahogada.
Edward todavía se veía furioso y no apartaba los ojos del
tipo.
Hice un gesto con las
bebidas en la mano. —Vamos, Edward. Por favor, vámonos.
Di un suspiro de alivio cuando tomó su copa y empezó a
alejarse.
El hombre llamó desde detrás de nosotros. —Tienes suerte de
que llegaste cuando lo hiciste. Me hallaba a punto de preguntarle si soplaba en
mis dados.
Edward se dio la vuelta y cargó hacia el hombre, pero me
encontré frente a él bloqueando su objetivo. En el proceso, se tropezó conmigo,
y ambas bebidas se derramaron sobre mi vestido.
—Edward, ¡no! Podemos
recibir una patada fuera de aquí. Por favor. Te lo ruego.
A pesar de la mirada maníaca en sus ojos, por algún milagro, Edward
retrocedió. Creo que sabía que si daba un paso más, habría significado el final
de nuestra noche. Me alegré de que se diera cuenta de que el tipo no valía la
pena.
—Puedes darle las gracias de que todavía tienes una cara —dijo
Edward sacándome de la habitación.
Caminamos en silencio hacia la salida hasta que echó un
vistazo a mi vestido cuando volvió a entrar en la iluminación brillante.
—Mierda, Bella. Eres un lío.
—Un lío caliente. —Me reí.
—Vámonos. Te voy a comprar un vestido nuevo.
—Está bien. Sólo estoy un poco mojada.
Buen Dios, Bella. Elije palabras sabiamente.
—No, no está bien. Esto fue mi culpa.
—Se va a secar. Te diré algo, si ganas algo esta noche,
puedes gastar en un nuevo traje para mí en una de esas tiendas caras. Esa es la
única manera en que dejaré que gastes dinero en mí.
—Mejor iré a trabajar entonces, porque hueles como un
contenedor de basura de bar.
—Por eso, gracias.
—En primer lugar, vamos a traerte otra bebida para adultos.
Venga.
Me quedé con Edward mientras ordenó nuestras bebidas en un
bar diferente. —¿Quieres venir a verme jugar al póker?, o ¿prefieres jugar a
tus ranuras de señora mayor?
—Me encantaría verte jugar.
Miró a las mesas de
póker para inspeccionar la escena. —Pensándolo bien, no voy a ser capaz de
concentrarme. Con todos los hombres que hay ahora mismo. Los chicos estarán
encima de ti, y realmente no se siente como que debería entrar en otra pelea
esta noche. ¿Por qué no nos separamos por un rato? Tú vas jugar un buen dinero,
y vendré a encontrarte una vez que haya jugado un par de rondas.
Señalé las ranuras en diagonal a través de la habitación.
—Voy a estar allí, entonces.
Mientras me alejaba, pensé en que debería haberle preguntado
por qué le molestaba tanto si los chicos se tiraban encima de mí. Era la única
después de todo. ¿No dijo que no era mi lugar para cuidar de él? Así que, ¿por
qué se preocupa por mí si está con Kate? Tuve que soportar ver a su novia sobre
él justo en frente de mí, así que, ¿por qué no debería él tener que soportar a
un tipo coqueteando conmigo?
Quería preguntarle por un texto, pero no sabía si tenía el
mismo número de teléfono de hace siete años. Decidí enviarle un texto a su
antiguo número de todos modos para conseguir sacarlo fuera mi pecho, y si ya no
era su número, entonces que así sea.
¿Por qué es importante para ti si otros chicos están encima
de mí? No se supone que tengas que cuidarme.
Después de unos minutos, no hubo respuesta. No era más su
número. Bueno, todavía se sentía bien para mí escribir esas palabras.
Elegí una máquina Lucky
Sevens situada junto a una anciana cuyo cabello era casi azul, ya que tenía
mucho de enjuague en el mismo.
Sonrió hacia mí. Su lápiz de labios era del más brillante
color rosa fluorescente, y tenía una mancha de él en sus dientes delanteros.
Tiré de la palanca en repetidas ocasiones ni siquiera
prestando atención a si ganaba nada o no.
Su voz me sobresaltó. —Te ves como si tuvieras algo en mente.
—¿Lo hago?
—¿Quién es? Y, ¿qué es
lo que hizo?
Nunca vería a esta
mujer de nuevo después de hoy. Tal vez debería dejar salir todo fuera.
—¿Quieres la versión larga o la versión corta?
—Tengo noventa, y la cena de buffet abre en cinco minutos.
Dame la versión corta.
—Bueno. Estoy aquí con mi hermanastro. Hace siete años,
dormimos juntos justo antes de que se alejara.
—Tabú... me gusta. Continúa.
Me reí. —Está bien... bueno, él fue el primer y último hombre
que realmente siempre importó. Nunca pensé que lo vería de nuevo. Su padre
murió esta semana, y regresó para el funeral. No vino solo. Trajo una chica a
la que supuestamente ama. Sé que ella lo ama. Es una buena persona. Tenía que
volver a California temprano. De alguna manera, terminé en este casino con él.
Se va mañana.
Una sola lágrima cayó por mi cara.
—A mí me parece como si todavía te preocuparas por él.
—Lo hago.
—Bueno, entonces
tienes veinticuatro horas.
—No, no quiero arruinar las cosas para él.
—¿Está casado?
—No.
—Entonces, tienes
veinticuatro horas. —Miró su reloj y se apoyó en su andador para soportarse a
sí misma. Me dio la mano—. Soy Evelyn.
—Hola, Evelyn. Soy Bella.
—Bella... el destino te dio una oportunidad. No la jodas
—dijo antes de que se deslizara lejos en su andador.
En los próximos minutos, me quedé pensando en lo que dijo
mientras tiraba de la palanca en la máquina tragamonedas de centavo. Incluso si
Edward no estuviera con Kate, lo cierto es que nunca se sintió como que
pudiéramos estar juntos debido a Esme. No sabía si las cosas habían cambiado en
ese sentido ahora.
Mi teléfono sonó. Era Edward.
Sé que no tengo que cuidarte. Pero
cuando se trata de ti, ¿qué se supone que debo estar sintiendo?
En ese momento, tomé
una decisión. No sería la que iniciara cualquier cosa entre Edward y yo, pero
me gustaría mantener una mente abierta. No descartaría nada. Me gustaba tener
esperanza. Porque antes de que me diera cuenta, tendría noventa y a la espera
de la cena buffet. Y cuando llegara ese momento, no quería tener nada que
lamentar.
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