jueves, 2 de noviembre de 2017

Amarte en Secreto Capitulo 14

Fue un día hermoso a pesar del humor sombrío. Los pájaros piaban, el sol se veía brillante, y realmente me las arreglé para dormir. Pero esta no era la habitual hermosa mañana de primavera en Boston. Hoy, mi madre tendría que enterrar a un marido por segunda vez en su vida, y Edward tendría que enterrar a su padre.

 No me di cuenta, hasta que Kate me dijo que se iba la noche anterior, de cuánta ansiedad me causaba su presencia. Incluso cuando tendría que enfrentarme a Edward otra vez, hoy no se sentía ni la mitad de horrible que ayer.

Cuando entré en la habitación de mi madre, se hallaba sentada en su cama sosteniendo una fotografía de Charlie y ella en el día de su boda. Vestía un simple traje blanco para su ceremonia en el Boston City Hall. Parecían realmente felices juntos entonces.

—Tenía muchos demonios, pero me amaba —dijo ella—. Esa era probablemente la única cosa de la que me sentía segura cuando se trataba de él.


 Envolví mi brazo alrededor de ella y tomé la foto de su agarre. —Recuerdo ese día como si fuera ayer.

 —Este matrimonio… fue como empezar de nuevo para él, pero nunca fue capaz de solucionar su pasado o su rabia sobre ello. Nunca se abrió para mí sobre eso, y nunca le presioné.

Suena familiar.

 Continuó—: En realidad nunca supe todo, supongo. Después del dolor de perder a tu padre, sólo quería algo fácil. Fue un poco egoísta de mi parte. —Empezó a reír—. Me he entrometido últimamente, y eso causó muchísima tensión. Me sentí avergonzada por nunca haberme involucrado en la situación con Edward. Vivía en una burbuja.

—Bueno, ninguno de ellos lo ha hecho fácil para descubrir cómo ayudar —dije.

Se limpió sus ojos y me miró. —Siento que tengas que pasar por eso.

—¿Yo? ¿Pasar por qué?

 —Ver a Edward con ella… con Kate.

—¿A qué te refieres?

—Lo sé, Bella.

 —¿Qué crees que sabes?

—Sé lo que pasó entre ustedes la noche anterior a que se fuera a California.

Dejé la fotografía que sostenía en la cama para evitar un destrozo accidental en el suelo durante mi medio estado de shock. —¿Qué?

—Me levanté temprano aquél día. Edward no sabía que lo vi saliendo de tu habitación de regreso a la suya. Después, tarde por la tarde, después de que llegara a casa de hacer unos recados, fui a comprobarte, pero te habías ido a la tienda. Encontré el envoltorio de un condón en tu habitación, y había un poco de sangre en tus sábanas. La semana siguiente a que él se fuera, tú te encontrabas tan deprimida. Quería decirte que lo sabía. Quería estar allí para ti pero no quería avergonzarte o que alguien tuviera problemas con Charlie. Él habría estallado de rabia. Me mantuve diciéndome que tenías dieciocho, y que si querrías que supiera me lo habrías contado.

—Guau. Sólo no puedo creer que lo sabías todo ese tiempo.

—Fue tu primer…

—Sí.

Sostuvo mi mano. —Siento no haber estado ahí para ti.

—Está bien. Como dijiste, era mejor que lo mantuvieras quieto.

—¿Fue… sólo sexo… o fue algo más?

 —Fue muchísimo más para mí. Creo que él se sintió de la misma forma en el momento. Pero eso no importa ahora.

—Parece bastante decidido con esa chica.

—Sí. Viven juntos.

—Sin embargo, no está casado.

 Entorné mis ojos. —¿Qué se supone que significa eso?

—Sólo que si hay algo que no se ha dicho entre ustedes dos, puede que esta sea tu última oportunidad de conseguirlo. Sin Charlie, es probable que nosotras nunca veamos a Edward otra vez después de hoy.

 Incluso cuando sabía que ese era el caso, realmente me golpeó cuando ella lo dijo.
—Gracias por el consejo, pero estoy bastante segura de que ese barco ya ha zarpado.

Una lágrima cayó por mi mejilla a pesar de mis intentos de parecer inafectada.

 —Obviamente, para ti no.

***

Podía oler que él se hallaba justo detrás de mí. Incluso antes de eso, mi cuerpo podía sentirlo allí. Las ventanas de la iglesia estaban abiertas, y una brisa soplaba la esencia de perfume y cigarrillos aromáticos directamente hacia mí. Eso era extrañamente reconfortante. La otra única esencia era de las velas quemándose que rodeaban el altar y el olorcillo de los lirios que me transportaron de aquí a la capilla ardiente.

Mi madre y yo estábamos sentadas adelante. Me giré para encontrarme a Edward sentado al lado de Eleazar y Carmen. Habían llegado apenas unos minutos después de nosotras. Vestido con una camisa ajustada de color negro satinado y sin corbata, se veía deprimido. Tampoco me pilló mirándolo por esos pocos segundos, o pretendió no darse cuenta.

No había ni la mitad de las personas aquí de las que estuvieron en el velorio. Se encontraba silencioso excepto por el sonido distante del tráfico y del eco de los zapatos de las personas que caminaban por el largo pasillo a sus asientos.

Un organista empezó a tocar On Eagle’s Wings, y la música provocó que las lágrimas de mi madre fluyesen más intensas.

El Padre dijo el elogio, el cual era genérico e impersonal. Cuando se refirió a Charlie como “padre cariñoso”, cada músculo de mi cuerpo se tensó. Técnicamente, si Charlie y Edward tuvieran una relación normal, su hijo podría haberse levantado para hablar. No podía imaginarme lo que en realidad podría decir Edward si tuviera la oportunidad. En su lugar, se veía tranquilo durante todo el servicio. No lloraba. No miraba al frente. Sólo estaba…. ahí, lo cual supongo era lo mejor que no aparecer en absoluto. Tengo que darle crédito por eso.

El servicio terminó rápidamente, y al final el Padre nos dio la dirección al cementerio y anunció que a la familia le gustaría invitar a todos a una comida en el restaurante local después del entierro.

 Miré como Edward, Eleazar y algunos pocos otros hombres que eran amigos de Charlie sirvieron como portadores y cargaron con el ataúd fuera de la iglesia. Edward continuaba sin mostrar emoción.

Mi madre optó por no usar una limusina, por lo que conducimos juntas en mi auto alquilado y seguimos al auto fúnebre. Eleazar, Carmen y Edward se encontraban en el auto detrás de nosotras.

Cuando llegamos al cementerio, nos reunimos alrededor del enorme agujero en la tierra que había sido cavado en el suelo justo en frente de la lápida de granito con O’Rourke tallado en la parte delantera. La pregunta de si mi madre querría enterrarlo en este mismo terreno o con mi padre pasó por mi cabeza.

Edward salió del auto y caminó hacia dónde yo había estado parada y mirando hacia la zanja. Miraba fijamente justo como yo lo hacía. Cuando se giró hacia mí, la mirada en sus ojos era una de pánico.

Era gracioso cuán rápido podías dejar de lado el orgullo cuando verdaderamente sientes que alguien a quien quieres necesita ayuda. Busqué por su mano. No se resistió.

—No puedo hacer esto —dijo él.

—¿Qué?

—¿Qué si ellos quieren que ayude a bajar el ataúd en el suelo? No puedo hacerlo.

—Está bien, Edward. No tienes que hacer nada que no quieras. No creo que sea algo que esperen que hagas de todas formas.

 Solamente asintió y parpadeó pero sin decir nada. Suspiró ansiosamente. Entonces, dejó ir mi mano, se giró y serpenteó entre las personas que empezaban a llegar. Siguió caminando calle abajo alejándose más y más del lugar de entierro.

Sin pensarlo, troté en mis tacones para alcanzarlo.

—¡Edward… espera!

Cuando paró, su respiración era más pesada que la mía, incluso cuando yo había estado corriendo. Si pensé que estaba quebrándose la noche pasada en la capilla ardiente, me equivoqué. Me sentía bastante segura de que este era el momento donde en realidad se sentía destrozado.

—Hay algo sobre esta parte de todo que lo hace el final para mí. No puedo verlos meterlo en la tierra, por no hablar de tener una mano en ello.

—Está bien. No tienes que hacerlo.

 —Incluso no creo que él me quisiera aquí, Bella. De todos modos, no puedo presenciarlo.

 —Edward, esa es una reacción perfectamente normal. No tenemos que volver. Me quedaré aquí contigo.

Mantuvo sacudiendo su cabeza diciendo no y miró fijamente a otro lado. Se hallaba sumido en sus pensamientos.

Un cuervo negro aterrizó cerca de nosotros, y me pregunté qué simbolizaba aquello.

Después de varios segundos de silencio, empezó a hablar—: Fue durante una de nuestras peores peleas, probablemente sobre un año antes de conocerte. Charlie dijo que preferiría estar muerto y enterrado que tener que vivir para ver la mierda en la que llegaría a ser. —Bajó la mirada a sus zapatos y sacudió su cabeza repetidamente—: Le dije algo como: “Bien, entonces estaré sonriendo todo el tiempo mientras estén bajándote a la tierra.” —Soltó un profundo suspiro como si estuviera aguantándolo todo el tiempo que estuvo hablando.

Empecé a llorar. —Edward…

Habló en un susurro mirando hacia el cielo y dijo—: No quise decir eso. —Apenas podrías oírlo, y me di cuenta de que era porque le hablaba a Charlie en ese momento.

 Me miró con sus manos en su pecho. —Necesito salir de aquí. No puedo estar aquí. Estoy perdiéndolo. Siento como si no pudiera respirar.

 De repente empezó a caminar rápido, y yo le seguí.

 —De acuerdo. ¿Dónde? ¿Dónde quieres ir? ¿Al aeropuerto?

—No… no. ¿Tienes un auto, cierto?

—Sí.

 —Sólo malditamente sácame de aquí. Incliné mi cabeza cuando me siguió a la carretera de grava hacia el área de aparcamiento. Una multitud todavía se encontraba alrededor de la tumba de Charlie a varios pies. Busqué a tientas por mis llaves, desbloqueé el auto y Edward entró, cerrando de golpe la puerta.

Inmediatamente arranqué el motor y salí de la plaza, conduciendo hacia la salida.

—¿A dónde quieres ir?

—A dónde mierda sea el polo opuesto de esta pesadilla. Sólo conduce por un rato.

Edward inclinó su cabeza hacia atrás en el asiento con sus ojos cerrados. Su pecho ascendía y descendía cuando aflojó los tres primeros botones de su camisa. Cuando dimos con una luz en rojo, le envié un mensaje a mi madre.

Todo está bien. Edward tuvo algo como un ataque de pánico y estoy llevándolo por ahí. Asegúrate de que Eleazar te de un aventón al restaurante y hazle saber que Edward está conmigo. No estoy segura si vamos a perdernos la comida.

 No esperaba que me respondiera desde que el servicio aún estaba en marcha, pero esperaba que hubiese comprobado su teléfono una vez que se diera cuenta de que nos fuimos.

Gruñó. —Mierda. —¿Qué?

—Mis cigarrillos están en el auto de Eleazar. Realmente necesito uno.

—Podemos parar y conseguir alguno.

Levantó la mano. —No. No pares. Sólo conduce.

 Así que eso fue lo que hice. Por dos horas seguidas, conduje por la carretera. Era a mitad del día por lo que el tráfico era ligero. Edward estuvo tranquilo todo el tiempo, la mayor parte mirando por la ventana.

 Tuve que parar en algún momento, sino terminaríamos saliendo del estado. Efectivamente, quince minutos más tarde, la señal de Bienvenido a Connecticut me saludó. Me dijo que lo llevara al polo opuesto del cementerio, para hacerle olvidar. De repente tuve una brillante idea y supe exactamente donde podíamos ir.

—Sólo otros veinte minutos más y entonces pararemos en alguna parte, ¿de acuerdo?


Se giró hacia mí y habló por primera vez en horas. —Gracias.

Quería extender mi mano a la suya pero me resistí. Unos minutos después, parecía que se había quedado dormido. Recordé a Kate diciendo que no consiguió dormir nada desde que se enteró de que Charlie murió.

Mi teléfono sonó y atendí.

 —Hola, mamá.

—Bella, hemos estado preocupados. La comida ha terminado. ¿Está todo bien?

 —Todo está bien. Todavía estamos viajando. Vamos a parar pronto. No te preocupes, ¿de acuerdo? Siento haberte dejado.

—Estoy bien. Lo peor ha pasado. Estoy con Eleazar y Carmen por la noche. Sólo cuida de Edward. No debería estar solo.

—De acuerdo. Gracias por entenderlo, mamá. Te quiero.

 —Yo también te quiero.

 Estábamos llegando a nuestro destino, así que di un empujoncito a Edward. —Despierta. Estamos aquí.

 Frotó sus ojos y me miró mientras continuábamos por el camino de entrada.

 —¿Estás llevándome para visitar el mágico Mago de Oz?

Tenía razón. El edificio próximo como que me recordaba al camino de ladrillos amarillos con el enorme castillo al final.

 —No, tonto. Es un casino.

—¿Nos escapamos de un funeral para que así puedas llevarme a apostar? ¿Qué mierda?

Cuando me giré para mirar su cara, esperaba ver una expresión confusa, pero en su lugar, me daba esa rara sonrisa genuina que sólo había visto pocas veces, aquella que me dejó saber que jugaba conmigo. Era la misma mirada que siempre hizo mi corazón palpitar.

Entonces empezó a reírse histéricamente en sus manos. Pensé que deliraba.

—¿Crees que es ofensivo?

 Limpió sus ojos. —No, creo que es malditamente brillante.

Cuando conduje a un aparcamiento, todavía se reía.

—Bueno, dijiste que te llevara al polo opuesto del cementerio, Edward.

—Sí, pensaba en tal vez un restaurante Zen japonés o no lo sé… ¿una playa?

—¿Quieres irte?

—Infiernos, no. Nunca lo habría pensado por mí mismo, pero mierda, si hay un lugar donde puedes ahogar las penas, este sería. —Miró fijamente por la ventana y después a mí con una mirada que me dio tranquilidad—. Así que, ayúdame a ahogar mis penas, Bella.

***

 El humo de cigarrillo cuando entramos en el edificio casi me ahogó.

Tosí. —No vas a tener problemas para encontrar tus palillos del cáncer en este lugar. De hecho, todo el mundo podría estar fumando aquí. La segunda parte es igual de mala en esta cantidad.

—Trata de divertirte, hermanita. —Me sacudió en tono de broma. La reacción de mi cuerpo a sus fuertes manos en mis hombros no era sorprendente. Si se mantenía tocándome así, este iba a ser un largo día.

—Por favor no me llames así.

—¿Cómo prefieres que te llame aquí? Nadie nos conoce. Podemos hacer nuestros nombres. Los dos estamos vestidos de negro. Parecemos de la mafia, grandes apostadores.

—Cualquier cosa menos hermanita —grité a través de los sonidos ¨tintineantes¨ de las cientos de máquinas tragamonedas mientras entramos en uno de los casinos.

 —¿Qué te gusta jugar? —le pregunté.

—Quiero golpear una de las mesas —dijo—. ¿Qué pasa contigo?

—Yo solamente tragamonedas.

—¿Las máquinas tragamonedas? Vas salvaje hoy, ¿eh?

—No te rías.

—Uno no va a un casino como este para jugar a las ranuras, especialmente las de centavos.

—No sé cómo jugar cualquiera de las mesas.

—Te puedo mostrar, pero primero necesitamos bebidas. —Me guiñó un ojo—. Siempre licor antes del póker.

Me tomó un segundo. Siempre lamerla antes de darle un toque.

 Rodé los ojos. —Dios, algunas cosas nunca cambian. Al menos de que vuelvas a hacer chistes obscenos. Eso quiere decir que hice algo bien hoy.

 —En serio, esta idea... —Miró a su alrededor—. Venir aquí... es perfecto.

Después de que compramos algunas fichas, seguí a Edward a una habitación con luz tenue donde las personas jugaban juegos de mesa. Había un bar en la esquina.

—¿Qué están jugando? —le pregunté.

 —Mierdas. Es un juego de dados. ¿Qué deseas beber?

—Voy a tener un ron con Coca-Cola.

—Está bien, voy y vuelvo. No vayas a ganar nada sin mí —dijo, caminando hacia atrás con una sonrisa.

La sonrisa en su rostro me hizo realmente feliz a pesar de que sabía que todo esto era sólo una distracción temporal del dolor que experimentaba.

Mientras esperaba a que Edward regresara con nuestras bebidas, me dirigí a una de las mesas y me puse justo detrás de los jugadores que se hallaban de pie. Un hombre ebrio con la cara roja con un acento sureño y un sombrero de vaquero me sonrió antes de volver sus ojos al juego.

 No entendía cómo se jugaba el juego, soñaba despierta y me quedé mirando la mesa hasta que todos empezaron a aplaudir. Cuando el borracho se enteró que había ganado, se dio la vuelta y me agarró por la cintura.

—Usted, señora bonita, es mi amuleto de la buena suerte. No he tenido una victoria esta noche hasta que apareciste de la nada. Y no te dejaré fuera de mi vista.

Su aliento olía a cerveza y el sudor empapaba su camisa.

Le sonreí, ya que todo parecía bastante inocente. Es decir, hasta que me golpeó en el culo... muy duro.

Cuando me di la vuelta para alejarme, Edward se acercaba con dos copas en la mano. Ya no sonreía.

 —Dime que no acabo de ver a ese maldito patán pegarte en el culo. —No esperó mi respuesta—. Sostén estas —dijo.

Agarró al chico por el cuello. —¿Quién carajo te crees poniendo tus manos en ella de esa manera?

El hombre levantó las manos. —No sabía que estaba con alguien. Me ayudaba.

 —Parecía que te ayudabas a ti mismo. —Edward lo arrastró por el cuello hacia mí—. Pídele disculpas en este momento.

—Mira hombre….

Edward le apretó el cuello con más fuerza. —Pide disculpas.

 —Lo siento —dijo el hombre con voz ahogada.

Edward todavía se veía furioso y no apartaba los ojos del tipo.

 Hice un gesto con las bebidas en la mano. —Vamos, Edward. Por favor, vámonos.

Di un suspiro de alivio cuando tomó su copa y empezó a alejarse.

El hombre llamó desde detrás de nosotros. —Tienes suerte de que llegaste cuando lo hiciste. Me hallaba a punto de preguntarle si soplaba en mis dados.

Edward se dio la vuelta y cargó hacia el hombre, pero me encontré frente a él bloqueando su objetivo. En el proceso, se tropezó conmigo, y ambas bebidas se derramaron sobre mi vestido.

 —Edward, ¡no! Podemos recibir una patada fuera de aquí. Por favor. Te lo ruego.

A pesar de la mirada maníaca en sus ojos, por algún milagro, Edward retrocedió. Creo que sabía que si daba un paso más, habría significado el final de nuestra noche. Me alegré de que se diera cuenta de que el tipo no valía la pena.

—Puedes darle las gracias de que todavía tienes una cara —dijo Edward sacándome de la habitación.

Caminamos en silencio hacia la salida hasta que echó un vistazo a mi vestido cuando volvió a entrar en la iluminación brillante.

—Mierda, Bella. Eres un lío.

—Un lío caliente. —Me reí.

—Vámonos. Te voy a comprar un vestido nuevo.

—Está bien. Sólo estoy un poco mojada.

Buen Dios, Bella. Elije palabras sabiamente.

—No, no está bien. Esto fue mi culpa.

—Se va a secar. Te diré algo, si ganas algo esta noche, puedes gastar en un nuevo traje para mí en una de esas tiendas caras. Esa es la única manera en que dejaré que gastes dinero en mí.

—Mejor iré a trabajar entonces, porque hueles como un contenedor de basura de bar.

—Por eso, gracias.

—En primer lugar, vamos a traerte otra bebida para adultos. Venga.

Me quedé con Edward mientras ordenó nuestras bebidas en un bar diferente. —¿Quieres venir a verme jugar al póker?, o ¿prefieres jugar a tus ranuras de señora mayor?

—Me encantaría verte jugar.

 Miró a las mesas de póker para inspeccionar la escena. —Pensándolo bien, no voy a ser capaz de concentrarme. Con todos los hombres que hay ahora mismo. Los chicos estarán encima de ti, y realmente no se siente como que debería entrar en otra pelea esta noche. ¿Por qué no nos separamos por un rato? Tú vas jugar un buen dinero, y vendré a encontrarte una vez que haya jugado un par de rondas.

Señalé las ranuras en diagonal a través de la habitación. —Voy a estar allí, entonces.

Mientras me alejaba, pensé en que debería haberle preguntado por qué le molestaba tanto si los chicos se tiraban encima de mí. Era la única después de todo. ¿No dijo que no era mi lugar para cuidar de él? Así que, ¿por qué se preocupa por mí si está con Kate? Tuve que soportar ver a su novia sobre él justo en frente de mí, así que, ¿por qué no debería él tener que soportar a un tipo coqueteando conmigo?

Quería preguntarle por un texto, pero no sabía si tenía el mismo número de teléfono de hace siete años. Decidí enviarle un texto a su antiguo número de todos modos para conseguir sacarlo fuera mi pecho, y si ya no era su número, entonces que así sea.

¿Por qué es importante para ti si otros chicos están encima de mí? No se supone que tengas que cuidarme.

Después de unos minutos, no hubo respuesta. No era más su número. Bueno, todavía se sentía bien para mí escribir esas palabras.

 Elegí una máquina Lucky Sevens situada junto a una anciana cuyo cabello era casi azul, ya que tenía mucho de enjuague en el mismo.

Sonrió hacia mí. Su lápiz de labios era del más brillante color rosa fluorescente, y tenía una mancha de él en sus dientes delanteros.

Tiré de la palanca en repetidas ocasiones ni siquiera prestando atención a si ganaba nada o no.

Su voz me sobresaltó. —Te ves como si tuvieras algo en mente.

 —¿Lo hago?

 —¿Quién es? Y, ¿qué es lo que hizo?

 Nunca vería a esta mujer de nuevo después de hoy. Tal vez debería dejar salir todo fuera.

—¿Quieres la versión larga o la versión corta?

—Tengo noventa, y la cena de buffet abre en cinco minutos. Dame la versión corta.

—Bueno. Estoy aquí con mi hermanastro. Hace siete años, dormimos juntos justo antes de que se alejara.

—Tabú... me gusta. Continúa.

Me reí. —Está bien... bueno, él fue el primer y último hombre que realmente siempre importó. Nunca pensé que lo vería de nuevo. Su padre murió esta semana, y regresó para el funeral. No vino solo. Trajo una chica a la que supuestamente ama. Sé que ella lo ama. Es una buena persona. Tenía que volver a California temprano. De alguna manera, terminé en este casino con él. Se va mañana.

Una sola lágrima cayó por mi cara.

—A mí me parece como si todavía te preocuparas por él.

—Lo hago.

 —Bueno, entonces tienes veinticuatro horas.


—No, no quiero arruinar las cosas para él.

—¿Está casado?

—No.

 —Entonces, tienes veinticuatro horas. —Miró su reloj y se apoyó en su andador para soportarse a sí misma. Me dio la mano—. Soy Evelyn.

—Hola, Evelyn. Soy Bella.

—Bella... el destino te dio una oportunidad. No la jodas —dijo antes de que se deslizara lejos en su andador.

En los próximos minutos, me quedé pensando en lo que dijo mientras tiraba de la palanca en la máquina tragamonedas de centavo. Incluso si Edward no estuviera con Kate, lo cierto es que nunca se sintió como que pudiéramos estar juntos debido a Esme. No sabía si las cosas habían cambiado en ese sentido ahora.

Mi teléfono sonó. Era Edward.

Sé que no tengo que cuidarte. Pero cuando se trata de ti, ¿qué se supone que debo estar sintiendo?

 En ese momento, tomé una decisión. No sería la que iniciara cualquier cosa entre Edward y yo, pero me gustaría mantener una mente abierta. No descartaría nada. Me gustaba tener esperanza. Porque antes de que me diera cuenta, tendría noventa y a la espera de la cena buffet. Y cuando llegara ese momento, no quería tener nada que lamentar.



ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina