sábado, 23 de diciembre de 2017

Dulce Arrogante Capitulo 11

Capitulo 11
Edward

Algo había cambiado después de la visita de Isabella al baño de damas anoche. Antes de eso, estaba siendo usualmente sarcástica, encantando los pantalones de un investigador farmacéutico de sesenta años de edad, solo siendo nada más que quien es. Después, sin embargo, estuvo callada y retraída. Cuando volvimos a su apartamento, no me invitó a entrar, y a su beso le faltaba el fuego habitual que ardía entre nosotros. Asustado de presionar, esperé a ver qué pasaría el día siguiente. Nada había pasado. Y aquí estaba yo, sentado en mi oficina el sábado por la tarde mirando una pila de prospectos. Mi concentración se había ido a la mierda desde que esa mujer invadió mi vida.

Tomé mi teléfono, luego lo tiré de nuevo a mi escritorio. A las tres, había repetido el mismo movimiento veinte putas veces. Eventualmente, me quejé conmigo mismo por el tonto que era y digité un rápido mensaje.

Edward: Sobrevivimos a los dos eventos. ¿Todavía tenemos un trato?


Miré fijo al maldito teléfono hasta que los puntos empezaron a saltar. Mi nivel de ansiedad creció cuando comenzaron, luego se detuvieron, y luego comenzaron de nuevo. Ningún pensamiento era necesario para mensajear que nuestro contrato de exclusividad estaba sellado. ¿Qué estás pensando, Isabella Swan Venedetta?

Isabella: ¿Seguro que eso es lo que quieres?

No hubo pausa mientras escribía mi respuesta.

Edward: Es lo que he querido desde el primer día. Estas pequeñas pruebas fueron tu idea.

Isabella: Estoy nerviosa.

La llamé, en lugar de jugar a adivinar lo que realmente estás pensando por mensajes de texto. Respondió al primer tono.

—¿Qué te dijo?

—¿Irina?

—¿Quién más?

—Ya te lo dije.

—Dime de nuevo. Me estoy perdiendo algo.

—No recuerdo sus palabras exactas.
—Dime lo que recuerdas.

—Bueno. Básicamente me acechó mientras orinaba. Luego me dijo que estaba haciendo un tipo de servicio de chica, advirtiéndome de ti.

—Sigue.

—No fue mucho más. Dijo que yo no valía la pena su tiempo y que me daría cuenta eventualmente. Luego me dijo que te preguntara por qué te empeñaste tanto en destruir la compañía del esposo de su mejor amiga.

—Ya te había hablado de Alec y Tanya. Es un competidor.

Se quedó callada por un minuto.

—Busqué en Google sobre ti y Alec esta mañana.

Sacando una respiración profunda, me recosté en mi silla.

—Y….

—Había un montón de artículos sobre cómo estás tratando de hacer una adquisición hostil de su compañía.

—Eso es correcto.

—Todos los artículos decían que estás pagando el valor del mercado por casi el doble. No sé mucho sobre negocios, pero ¿por qué harías eso, si no fuera para destruir a un hombre porque aún tenías sentimientos por la mujer que te robó? ¿La mujer cuyo nombre está tatuado en tu cuerpo?

—¿De eso se trata todo esto?

—Estoy nerviosa, Edward. Me siento como si pudieras tragarme entera.

—He estado tratando de hacerlo.

—Sí, eso también. Pero ya sabes a qué me refiero.

—¿Tienes miedo de que vaya a lastimarte?

Suspiró.

—Sí.

—La compañía de Alec posee una participación de veintitrés por ciento en Industrias Pembrooke. El año pasado, compré el veintiocho por ciento de Pembrooke bajo una corporación extraoficial de la que soy el único accionista. Si adquiero la compañía de Alec, viene con sus acciones de Pembrooke. Eso me daría el cincuenta y un por ciento de la propiedad y el control de intereses. Ese interés vale más que el doble de la compañía de Alec. Los analistas asumen que es debido a un rencor desde que él era mi antiguo empleado.

—¿Así que ya no estás enamorado de Tanya?

—No. Y si estás preocupada, podrías haber venido a mí, Isabella.

—Lo siento. Supongo que solo estoy totalmente asustada por lo que está pasando entre nosotros.

—Como yo. Pero, ¿sabes de lo que me di cuenta?

—¿De qué?

—Asustados o no, lo que sea que está pasando, va a suceder. Ninguno de nosotros tiene la capacidad de detenerlo. Entonces, por qué no traes tu culo aquí abajo a mi oficina, y me dices en persona que lo sientes por saltar a conclusiones.

—¿Es eso un código para saltar a tu escritorio y jugar al jefe y la secretaria?

Gruñí.

—Trae tu culo aquí abajo.

Rió entre dientes. Me alegró que mi constante sufrimiento, al menos, pudiera ser divertido para ella.

—No puedo, Cullen.

—Deja de joderme, Isabella.

—No lo hago. En realidad, no puedo ir. No estoy en casa.

—¿Dónde estás?

—Ayudando a Rosalie en una feria. Estamos a pocas horas al norte.

Murmuré algo inarticulado.

—¿Cuándo vas a estar de vuelta?

—En la mañana. El espectáculo no termina hasta después de la noche, y Rosalie es lo suficiente peligrosa conduciendo en el día. Además, hará cientos de perforaciones hoy en la feria, y tendrá los ojos cruzados para cuando haya terminado. Así que nos vamos a quedar en el hotel al otro lado de la calle del espectáculo.

—¿Qué vas a hacer todo el día?

—Ayudar. Limpio la zona antes de que ella perfore y sostengo las manos de las gallinas.

No estaba seguro de querer saber la respuesta, pero le pregunté de todos modos.

—¿Qué vas a limpiar?

—Lo normal. Orejas, narices, ombligos, lenguas, pezones, un pene o dos.

—Dilo de nuevo.

—Es clínico.

—Sí, eso me hace sentir mejor acerca de que limpies la polla de un hombre. Estoy seguro de que Rosalie tiene su Certificado en Medicina.

—Relájate. No es la gran cosa.

—Sí. Tienes razón.

—¿La tengo?

—Seguro. —Cubrí parcialmente el teléfono y grité a mi secretaria, quien no estaba hoy—. ¿Elizabeth? ¿Puedes venir aquí un minuto?

—¿Elizabeth? ¿Es tu nueva secretaria?

—Sí. Voy a lavar sus tetas.

Isabella se rió entre dientes. La mujer se rió de mí. De nuevo.

—¿Qué es tan gracioso?

—He visto en persona cómo tratas a las secretarias. Estoy bastante segura que no te dejaría lavar sus pies, mucho menos sus tetas.

Por desagracia, probablemente tenía razón.

—¿Cuándo te veré?

—Mañana por la noche.

—De acuerdo.

—Te recogeré a las seis.

—Funciona para mí. Tengo que irme. Un tipo grande y tatuado entró al stand de Rosalie. Por lo general, son los que más necesitan agarrar las manos.

—Maravilloso. Ahora voy a imaginarte frotando la polla de un musculoso mientras él te come con la mirada y se pone duro.

—Tienes una imaginación muy vívida.

—Mañana. Isabella.

—Hasta luego, Trajeado.

Unos minutos después de colgar, mi teléfono zumbó con un texto de ella.

Isabella: Sí, tenemos un trato.

***

Necesitaba alejarme de esa mierda con Irina, mostrarle que no había nada que temer cuando se trataba de mí. Incapaz de concentrarme en cualquier cosa que no fuera ver a Isabella esta noche, salí de la oficina temprano, lo que parecía ser la norma últimamente. Si no fuera el dueño de la compañía, ya habría despedido mi culo.

De regreso a mi condominio, conseguí cortar las verduras para la pasta primavera que estaba planeando hacer. Yo no era un cocinero gourmet de ninguna forma, pero podía hacer una buena pasta al dente. Le había enviado un mensaje a Isabella antes para hacerle saber que había un cambio de planes; iba a cocinar para nosotros en mi casa. Se sentía como el cambio correcto después del fiasco de la gala. Necesitaba dejarla entrar en mi espacio y mostrarle más de mi lado casual.

Acababa de encender la televisión montada en la pared de mi cocina, seleccionado un espectáculo de la lista de DVR cuando sonó el teléfono.
Isabella llamando. Agarré una toalla para limpiar mis manos antes de responder.

—Hola, preciosa.

—Hola… —Hizo una pausa—. ¿Qué es esa música en el fondo?

—La televisión.

Mierda.

Tratando frenéticamente de bajarle el volumen, pronto me di cuenta de que el control del volumen no estaba funcionando. Mi factor de genialidad estaba a punto de caer en picado.

—¿Era esa la secuencia de apertura de Hospital General?

—No —mentí.

—Sí, lo era.

Joder. Atrapado en el acto.

Me reí culpablemente.

—Está bien, lo era. Me atrapaste.

—¿Ves telenovelas?

—Solo esta.

—Y aquí pensando que no teníamos nada en común…

Me aclaré la garganta y me rendí a la vergüenza.

—¿Tú también la ves?

—En realidad, solía… ya no tanto.

—Nunca me metí en eso hasta que mi madre se enfermó cuando estaba en la secundaria. Ella estaba obsesionada con HG. Cuando estaba acostada en la cama, me acurrucaba con ella a las tres de la tarde y la acompañaba hasta que terminaba. Terminaron interesándome algunas historias y seguí viéndolo después de que muriera. Me recuerda a ella.

Se quedó callada y luego dijo:

—Edward… eso es… vaya… yo… eso es realmente precioso.

Sintiéndome de repente emocional, cambié rápidamente el tema.

—¿A qué se debe esta llamada telefónica?

—Quería saber si podía llevar algo.

—Nada más que tu hermoso trasero, nena.

—En serio. Quiero llevar algo.

—Lo tengo cubierto.

—Bueno. Vino entonces.

Chica terca.

—Mi chofer te recogerá en una hora.

—De acuerdo.

Me detuve un momento y luego susurré su nombre.

—Isabella…

—¿Sí?

—No puedo jodidamente esperar a verte.

***

Estaba tan inmerso en organizar nuestra mesa, que había olvidado hacerle saber al portero que solo enviara a Isabella directamente arriba.

Cuando llamó para notificarme de mi visitante, decidí meterme un poco con ella.

—Por favor, ponga a la señorita Swan en el teléfono —dije.

Vino a la línea:

—¿Sí? —Mi pene se estremeció ante el sonido de su voz. Isabella ni siquiera estaba enfrente de mí, pero solo saber que estaba abajo estaba poniéndome duro.

—¿Cómo puedo ayudarla, señorita?

Se rió.

—¿Esto es el Hospital General?

Pequeña sabelotodo.

—Si interpretas a una enfermera traviesa, puede ser. Devuélvele el teléfono y trae aquí tu culo.

Cuando el portero regresó a la línea, le di instrucciones de que le mostrara los ascensores a Isabella. Su golpeteo era rítmico y alto, y Blackie inmediatamente empezó a ladrar.

Hablé con mi perro mientras caminaba hacia la puerta:

—Sí. Sí. Solo espera a que la veas.

Mi corazón empezó a bombear más rápido al momento en que abrí y divisé la belleza impresionante que parecía. Su cabello estaba suelto, pero tenía un aire salvaje y ondulado. Los extremos todavía eran verdes, y usaba una blusa de color esmeralda sin mangas, pero cubría todo su escote. Había un lazo atado en la parte superior. Los impecables pantalones negros parecían haber sido pintados en sus piernas. En general, era un conjunto coquetamente conservador comparado con su atuendo habitual. Sus labios normalmente rojos brillantes también estaban desnudos como si supiera que los estaría comiendo más tarde.

Luchando duro para contenerme de acosarla, coloqué mis manos a regañadientes en mi costado. Prometí no tocarla o besarla aún, temiendo que no podría ser capaz de detenerme. Así que, iba a refrenarme tanto como pudiera. Esta noche era para mostrarle que podía confiar en mí.
Abalanzarme en ella afuera de la puerta lo negaría.

—Entra. —Tomé una larga inhalación de olor floral cuando entró en la habitación.

El perro inmediatamente empezó a saltar por encima de ella

—Déjala en paz, Blackie.

Viéndose divertida, me entregó una botella de vino que llevaba, se agachó y lo levantó. Blackie estaba lamiéndola por toda la cara.

Maldición, quería eso.

Quitándole el perro, dije:

—Y tú pensaste que sería yo el que tendrías encima.

—Está siendo muy bueno, señor Cullen.

—Estoy tratando —dije con sinceridad.

Ella cubrió su boca:

—¡Oh, por Dios! Blackie. Acabo de caer en cuenta. ¡De Hospital GeneralSe llama así por ese Blackie.

—Es correcto.

Señaló mi rostro:

—No estás avergonzado, ¿verdad?

—No.

—¡Porque tus orejas se están poniendo rojas!

Mierda.

—Creo que es dulce, Edward, especialmente que el programa te recuerda a tu madre. Gracias por compartir eso conmigo.

—No creo haberle dicho a nadie sobre eso. Tienes una forma de volverme papilla, Swan

—Bien. —Sonrió.

Rodeando mis palmas lentamente, dije:

—Ya que estamos en el tema. Vamos a ver qué tan bueno es tu conocimiento de Hospital General.

Ella lanzó la sonrisa más linda de nuevo cuando aceptó mi reto:

—Adelante.

—Hay una cosa más sobre mí; un identificador importante; que tiene una conexión con Hospital General.

—¿Qué consigo si acierto correctamente?

—Un beso especial de mí después.

—Oh, ¿sí? Uno especial, ¿eh?

—Te daré una pista.

—Está bien.

—Rima con órgano.

—Oh, esa línea de nuevo. Está bien… Cullen… tu apellido. —La comprensión pareció golpearla—. ¡Eso es! Oh Dios mío. ¡También ese nombre es de Hospital General!

—La conexión del apellido es pura coincidencia, por supuesto, pero la A de mi segundo nombre es por Antony.

Ella asintió con comprensión:

—Antony Cullen… ¡como el personaje!

—Mi madre pensó que era brillante.

—Tu madre suena como que era muy inteligente.

—Ella era… inteligente, graciosa, brillante, llena de vida… muy parecida a ti, de hecho. —Caminé hacia el mostrador de granito y abrí el Sauvignon blanc que había traído. Entregándole su copa de cristal, dije—: ¿Puedo mostrarte alrededor?

Tomando nuestro vino, dimos un recorrido por el condominio. A Isabella le encantaba particularmente la chimenea eléctrica en mi dormitorio. No podía esperar para follarla justo delante de ella algún día.

Finalmente dimos la vuelta alrededor de la sala y nos detuvimos enfrente de la ventana de piso a techo con vistas al horizonte de Manhattan.

Ella vio las espectaculares luces de la ciudad:

—Siempre soñé con tener una vista como esta.

Mientras tanto, yo no estaba viendo nada más que a ella:

—Esta vista es tuya. Te puedes venir aquí cuando quieras.

—Puedo venirme aquí, ¿eh?

—No lo quise decir así.

—Oh, lo sé. Estás extrañamente cortés y políticamente correcto esta noche. ¿Qué se te metió, Edward Antony Cullen?

—¿No me quieres cortés? Estoy tratando de no joder nada esta noche. Después de lo que pasó en la gala…

—Estás bien. Eres bueno tal como eres. Me encanta lo sincero que siempre eres conmigo sobre tus pensamientos y sentimientos. —Se agachó y agarró mi suéter de lana, haciendo que mi polla doliese. Me sentí desenredarme muy rápidamente mientras ella seguía—. De hecho, prefiero la sinceridad franca que cualquier otra cosa. Siempre quiero que me digas la verdad, incluso si tienes miedo de que me pueda ofender. No creo que entiendas cuánto necesito la verdad.

—No creo que entiendas cuánto te necesito. —Ahora que sus manos estaban sobre mí, era hombre muerto—. Y te daré todo lo que necesites. ¿Quieres la verdad absoluta?

—Sí. Dime lo que quieres.

—¿De qué manera? ¿En la vida? ¿Ahora mismo? Sé específica.

—¿Qué quieres realmente en este mismo momento?

—¿No vas a criticarme por mi respuesta?

—Mientras sea realmente lo que estás pensando… no.

Mi voz era gruesa:

—Quiero tu lengua en mi polla.

Síp. Había perdido el control.

Sus pestañas parpadearon seductoramente:

—¿Qué más?

—Después de que me tomes en tu boca, quiero desnudarte y comer tu coño justo antes de que te folle por detrás con tus manos pegadas contra la ventana.

—¿Luego qué?

—Quiero correrme dentro de ti.

—¿Luego?

—Luego… comeremos pasta en la cama desnudos.

Ambos soltamos risas antes de que todo se volviera serio de nuevo.

Ella miró a mi sala:

—¿Cuándo se puso tan oscuro todo de repente?

—No lo sé. No me he dado cuenta de mucho más aparte de ti desde que entraste por esa puerta. Esa es la verdad.

—Gracias por ser sincero conmigo, Edward.

Fue lo último que ella dijo antes de colocar sus dedos en el lazo de su escote, desatándolo lentamente. Bueno, joder. Al parecer esta fue la recompensa por mi sinceridad. Desabrochó los botones, y su blusa de satén cayó al suelo. Cuando desabrochó su sostén de encaje negro desde el frente, sus tetas surgieron. A pesar de que estaba oscuro, las luces de la ciudad dejaron entrar la suficiente iluminación para que pudiera ver sus pezones fruncidos por el aire frío.

Dejando escapar una respiración temblorosa, dije:

—Déjame calentarte. —Me agaché y chupé su pecho sin piedad en mi boca. Soltó un gemido al segundo en que mis labios tocaron su piel.

Isabella enterró sus dedos en mi suéter, tirando y sacándolo sobre mi cabeza. Presionando mi pecho desnudo en el suyo, tomé su lengua en mi boca y chupé lentamente. Mi polla, ahora completamente dura, estaba estallando a través de mis vaqueros contra su estómago. Entonces, la sensación de su pequeña mano deslizándose sobre mi entrepierna borró el último pedazo de control dentro de mí.

De repente se dejó caer de rodillas.

Estaba terminado.

Mi corazón parecía estar latiendo más rápido de lo que podía manejar cuando desabrochó y tomó mi polla. Sentí que el tiempo se detuvo cuando me miró y deslizó su anillo de la lengua en círculos lentos a través de mi corona que ya estaba mojada y lista para su boca. Mi cabeza pareció caer involuntariamente de la sensación que solo podía describirse como éxtasis absoluto.

Esto.

Esto era el cielo.

Cuando de repente bajó su mandíbula, tomándome por completo, mis bolas se tensaron en un intento desesperado por no correrse de inmediato bajando por su hermosa garganta. Me di cuenta que estaba en un problema más grande de lo que alguna vez había imaginado, porque no había forma en que pudiera dejarla ir ahora que sabía cómo se sentía.

Todo en lo que podía pensar era que no podía esperar a estar adentro de ella, que quería reclamar cada centímetro de ella, cada orificio. Quería poseerla, pero la verdad era que… ella me poseía. Estaba tan jodido.

—Despacio, bebé.

Mi teléfono celular empezó a sonar. Mierda. No había forma en el infierno en que estuviera respondiendo eso. Cuando el teléfono de la casa empezó a sonar inmediatamente después, mi estómago cayó porque sabía que era mi abuela. Meme era la única persona que tenía mi número de teléfono fijo. El contestador automático lo tomó.

—¿Señor Cullen? Soy Cambria Lynch, la trabajadora social de su abuela. Tuvo una caída muy mala hoy y está en el Hospital Westchester. Le estoy llamando informarle. —El resto del mensaje sonaba ahogado.

Isabella soltó mi polla de su boca y saltó hacia atrás cuando procesó las palabras en el contestador automático. Corrí al teléfono y lo levanté, pero Cambria ya había colgado.

Metiéndome de nuevo en los pantalones, estaba en una niebla completa cuando volví a mirarla:

—Tengo que dirigirme al hospital.

Isabella empezó a ponerse su ropa frenéticamente:

—Voy a ir contigo.

Prácticamente tropecé sobre Blackie, que al parecer estaba alterado, porque estaba montando su juguete en el suelo. Recé para que una de las mejores noches de mi vida no se convirtiera en una de las peores.


4 comentarios:

Ana dijo...

Graciaaaas 😉

cari dijo...

OMG pobre Edward ya q tenia lo q quería ahora tiene q salir volando al hospital 🔥😘❤ gracias

Anónimo dijo...

xD pobrecito de mi edward cuando por fin iba a dejar de tener su problema de bolas azules :/
Hay pero que no le haya pasado nada malo a Meme
Gracias :D

Laura Natalia dijo...

Pobte Edward q justo cuando esta teniendo relaciones sexuales con Bella pasa el accidente.😯😯

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina