Capitulo 4
Edward
Mi día había sido
invadido por un par de tetas sin rostro y un tatuaje de plumas. Peor, ellos
podían hablar.
De todas las cosas
jodidas que podría haberme enviado a mí, junto con todas esas tomas corporales,
tuvo que elegir esas palabras. Tuvo que enviar el mensaje que me
desarmaría y jodería completamente el resto de mi día.
Tal vez de mi semana.
Tu madre debería
estar avergonzada de ti.
Jódete, Isabella Swan
Venedetta. Jódete, porque tienes razón.
Esta extraña mujer se
había metido bajo mi piel.
Había dicho su nombre
una vez a través del intercomunicador, pero se quedó conmigo. Normalmente, los
nombres entraban por un oído y salían por el otro.
Isabella Swan Venedetta.
Bueno, técnicamente,
su nombre completo era Isabella Swan De Nada, Imbécil
Venedetta.
¿Cómo consiguió mi
teléfono?
El texto siguió
obsesionándome mientras lo leía una y otra vez.
Tu madre debería
estar avergonzada de ti.
Cada vez, me puso más
enojado que la anterior, porque en el fondo, sabía que no había palabras más
verdaderas. Mi madre se habría avergonzado de mí, de la forma en que
trataba a la gente a diario. Todos tratan con la tragedia de forma diferente.
Después de que murió mi madre, había elegido sacar a la gente de mi vida,
concentrando toda mi energía en la escuela y mi carrera. Ya no quería sentir
nada, no quería conectar con nadie. La forma más fácil de lograr eso era alejar
a las personas. Si ser un Imbécil era una forma de arte, entonces yo lo había
dominado. Cuanto más exitoso me volví, más fácil se volvió.
Era increíble lo que
un hombre de mi posición y apariencia podía conseguir. Casi nadie distinguía mi
mierda o me cuestionaba. Solo lo aceptaban. En todos estos años, ninguna persona
me había hablado en mi lugar de trabajo de la forma en que Isabella Swan
Venedetta lo había hecho hoy. Nadie.
Mientras su actitud
valiente por el intercomunicador me impresionó, casi había me olvidado de ella
hasta que Ava, la recepcionista, golpeó mi puerta y me entregó mi teléfono.
Y ahora, horas
después, todavía estaba sentado aquí completamente obsesionado con la profunda
comprensión que provenía de las palabras de
Isabella. Y
completamente obsesionado con su conjunto de tetas derramándose de su vestido
que era del color del diablo.
Adecuado.
Isabella Swan
Venedetta era un pequeño diablo.
Me había dejado
incapaz de concentrarme en el trabajo, así que cancelé la reunión que tenía en
la tarde y dejé la oficina.
De regreso en casa,
me senté en mi sofá y sorbí un coñac mientras seguía rumiando. Sintiendo que
algo estaba roto conmigo, mi terrier de West Highland, Blackie, se sentó a mis
pies, sin siquiera preocuparse por intentar que jugara con él.
Mi condominio en
Upper West Side tenía vista al horizonte de Manhattan. Ahora estaba oscuro, y
las luces de la ciudad iluminaban el cielo nocturno. Mientras más bebía, las
luces parecían más brillantes, y más se escapaban mis inhibiciones. En algún lugar
de la vasta ciudad, Isabella se sentía satisfecha con su pequeño acto, ignorando
que me había hecho polvo en el proceso.
Mirando fijamente la
imagen del tatuaje de pluma en su pie de nuevo, se me ocurrió que no mostraba
su cara porque probablemente era fea como el infierno. Ante ese pensamiento, mi
propia risa resonó a través de la piedra fría, de la sala vacía. Ojalá supiera
cómo se veía. Ojalá hubiera abierto la puerta de la oficina para poder cerrarla
en su cara.
Mi dedo se detuvo
sobre su nombre, De Nada Imbécil. Quería hacerla sentir como ella me
había hecho, como la mierda. No estaba más allá de ir ahí. Así que, lo hice.
Respondí el mensaje de texto.
De hecho, mi madre
está muerta. Pero sí, supongo que estaría avergonzada.
Tal vez pasaron cinco
minutos antes de que mi teléfono sonara.
Isabella: Lo siento.
Edward: Deberías.
Debí dejarlo estar.
Se habría sentido como la mierda, y eso habría sido el final de ello. Pero
estaba borracho. Sin mencionar jodidamente caliente.
Mirar fijamente a sus
tetas, piernas y trasero todo el día me había excitado.
Edward: ¿Qué llevas
puesto, Isabella?
Isabella: ¿Lo dices
en serio?
Edward: Arruinaste mi
día. Me lo debes.
Isabella: No te debo
nada, jodido pervertido.
Edward: Esto es de la
mujer que me mandó una foto de su escote.
Lindas tetas, por
cierto. Son tan grandes que, al principio, pensé que era una imagen de un
trasero.
Isabella: Tú eres el
trasero.
Edward: Muéstrame tu
rostro.
Isabella: ¿Por qué?
Edward: Porque quiero
ver si coincide con tu personalidad.
Isabella: ¿Qué
significaría eso?
Edward: Bueno, eso no
sería mal agüero para ti.
Isabella: Nunca vas a
ver mi rostro.
Edward: Probablemente
es mejor. Así que, dame una pista de lo que estás usando.
Isabella: Es rojo.
Edward: ¿Así que no
te has cambiado de ese vestido?
Isabella: No, estoy
desnuda con agua goteando por mi cuerpo y mi lengua está palpitando gracias a
ti.
Eso fue algo extraño
de decir.
Edward: Esa es una
imagen interesante.
Isabella: En verdad
estás loco, amigo.
Edward: ESTOY un poco
loco, de hecho. Probablemente necesito que mi cabeza sea revisada porque he
estado fantaseando con una persona sin cabeza todo el día.
Isabella: Bueno, la
foto desnuda no va a suceder.
Edward: ¿Y si yo voy
primero?
Debió quedar
traumatizada porque no volvió a responder después de eso. Decidiendo dejar de
meterme con ella, lancé mi teléfono al otro lado del sofá y levanté a Blackie
en mi pecho desnudo donde se quedó hasta que me dormí.
***
Me las arreglé para
sacar a Isabella de mi cabeza un poco al día siguiente, pero dos mañanas
después, la obsesión regresó con toda su fuerza.
El tren de la mañana
estaba particularmente abarrotado, y no conseguí un asiento. Sosteniéndome de
un poste de metal para mantener el equilibrio, miré a mi alrededor. De hecho,
casi nunca prestaba atención a la gente en el tren, y ahora, estaba recordando
por qué.
Jodidos fenómenos.
En un punto, mis ojos
vagaron por el suelo, en los pies de una mujer diagonalmente a través del pasillo.
Mi corazón latía furiosamente mientras mis ojos aterrizaban en un tatuaje de
pluma igual al de Isabella. Los dedos de su pie también estaban pintados del
mismo tono de rojo.
Santa mierda.
Era ella.
¡Ella tomaba el mismo
tren! Así es cómo debe haber encontrado mi teléfono.
No podía levantar la
vista. No quería decepcionarme. Sería mucho mejor mantener la fantasía sin
tener que enfrentar la realidad.
Pero Dios, tenía que
hacerlo. Tenía que saber cómo se veía realmente.
Contando lentamente
hasta diez, dejé a mis ojos viajar lentamente por la longitud de sus piernas
que estaban cruzadas. Falda negra de piel, bolsa con estampado de leopardo a su
lado, blusa corte bajo de color púrpura brillante mostrando la piel atormentada
con la que había estado fantaseando. Luego, mis ojos aterrizaron sobre el
cuello.
Joder.
Joder.
Joder.
Estaba mirando al
frente. Cabello sedoso y liso de color negro, teñido de rojo sangre en la parte
inferior, atado atrás en una coleta, mostrando un largo y delicado cuello.
Brillantes labios rojos en la forma de un arco perfecto. Nariz perforada.
Grandes ojos marrones como platillos. Como sabes, el diablo tenía cara de
ángel. De hecho, Isabella Swan Venedetta era un bombón. Mi verga se estremeció
con emoción. Si me costaba olvidarla antes, ahora iba a ser imposible.
Cuando se giró y se
dio cuenta de que la estaba mirando, nuestros ojos se bloquearon. Inseguro de
si sabía quién era yo, mi latido se aceleró. Luego, simplemente apartó la vista
inafectada hacia la ventana del tren.
¿No sabía cómo me
veía?
Sacudí mi cerebro.
Solo había un par de fotos mías en mi teléfono, unas donde vestía de forma
casual mientras visitaba a mi abuela. Tal vez no había pasado por mis fotos.
No, Isabella Swan Venedetta definitivamente habría abierto su gran boca si me
reconociera.
Ella no sabía.
Dejando escapar un
suspiro de alivio, seguí mirando fijamente a su hermoso rostro, asombrado de
que fuera la misma persona que había vuelto mi vida del revés el otro día. Un
asiento vacío llamó mi atención, así que me senté, saqué mi teléfono, y me
deslicé por su nombre.
Esto iba a ser
divertido.
Edward: ¿Tu cabello
es largo o corto?
Era la cosa más
inofensiva que podía pensar en decir. Me di cuenta que si hubiera empezado
diciéndole lo que fantaseaba en la ducha esta mañana
(limpiando esas tetas
grandes e increíbles y deslizando mi polla entre ellas) podría no responder de
nuevo.
Isabella: ¿Tienes una
preferencia?
Edward: Largo. Me
encanta una mujer con cabello largo.
No podía mirar en su
dirección, pero me di cuenta que por la ventana podía ver su reflejo. Su cabeza
se levantó, y dio un vistazo en mi dirección antes de bajar la vista a su
teléfono.
Isabella: Corto.
Tengo el cabello muy corto.
Mentirosa.
Después que envió el
mensaje de texto, una sonrisa traviesa tentó sus labios. Yo lo arreglaría.
Edward: Eso es muy
malo. Tuve una fantasía recurrente todo el día de ayer acerca de ti teniendo el
cabello lo suficientemente largo como para sujetarlo a la altura de mi cintura.
Tuve un
estremecimiento al ver que su sonrisa traviesa desaparecía.
Sus labios se
separaron, y estaba seguro de que si estuviera más cerca podría haber escuchado
una respiración fuerte. Se movió inquieta en su asiento por un minuto antes de
responder.
Isabella: Lo siento.
No se puede hacer. Estoy bajo instrucciones estrictas de no participar en
ninguna actividad oral por un tiempo.
¿Qué mierda?
Edward: ¿Quién?
Isabella: De quién.
De quién, sería la frase apropiada.
Edward: La etiqueta
apropiada para textos, de una mujer que envía pornografía a extraños.
Isabella: No envío
pornografía a extraños. Tú simplemente me enfadaste. Quería mostrarte lo que te
estabas perdiendo al negarte a bajar de tu trono y verme.
Edward: Si ese es el
resultado, planeo enfadarte de nuevo. Con frecuencia.
Se quedó mirando por
la ventana por un tiempo. Me estaba acercando a mi parada. Esta mujer tenía una
forma de meterse bajo mi piel, y sabía que no sería capaz de concentrarme en mi
reunión de las ocho en punto con su comentario de restricción en la actividad
oral colgando en el aire. Así que cedí.
Edward: ¿De quién?
Isabella: Delia.
Joder. ¿Era lesbiana?
Ese
pensamiento nunca había cruzado por mi mente. ¿Qué clase de lesbiana envía
tomas de piel a un hombre?
Edward: ¿Eres gay?
El tren desaceleró
cuando llegamos a mi parada. Si no tuviera una reunión importante, me habría
quedado solo para ver con lo que salía.
Contra mi mejor
juicio, dejé a mis ojos vagar hacia ella antes de que estuviera de pie para
irme. Su cabeza estaba baja mientras escribía el texto, pero había una sonrisa
en su cara. Una hermosa, sonrisa real. No una de esas sonrisas forzadas y
practicadas en el espejo que la mayoría de mis citas parecía perfeccionar. No. Isabella
Swan Venedetta sonrió realmente. Era una poco torcida y muy jodidamente
hermosa.
Mi teléfono destelló
indicando que había llegado un nuevo mensaje.
Afortunadamente, sacó
mi atención de verla antes de ser atrapado.
Isabella: LOL. No, no
soy gay. Delia perforó mi lengua hace dos días. De ahí la estricta prohibición
en las actividades orales hasta que haya tenido el tiempo de sanar.
Joder.
Cerré los ojos en un
intento de calmarme, pero solo empeoró las cosas.
Una imagen de su
dulce carita con esa pícara lengua perforada bajando sobre mi polla tenía a mis
ojos saltando abiertos de nuevo.
Completamente
distraído, apenas logré salir del tren antes de que se cerrara la puerta. ¿Cómo
diablos iba a lograr nada hoy con ese nuevo trozo de información?
3 comentarios:
madre mía, apenas han hablado y ya está fatal. gracias por el capitulo
Este par d locos 😋😘gracias
Y vienen con mas coqueteo q par de locos.😂😂
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