Capitulo 21
Isabella
No había visto el
auto estacionado en la acera fuera de mi edificio, hasta que bajó la ventanilla
y su voz sexy me llamó la atención.
—¿Quieres un paseo,
hermosa?
Me dirigí al auto
oscuro.
—Eso depende. ¿Qué
tipo de paseo ofrece, Sr. Gran Imbécil?
Tomándome por
sorpresa, Edward abrió la puerta, tiró de mi brazo y me llevó dentro, sobre su
regazo, en un rápido movimiento. Lo juguetona que fue su acción me hizo
sonreír, aunque era de mañana y no había tomado mi segunda taza de café. Eso
no pasaba seguido.
Me reí, probablemente
sonando como una colegiala, pero no pude evitarlo.
—¿Qué estás haciendo
aquí?
—Vine a llevar a mi
mujer a trabajar.
—¿Tu mujer? Suenas
como un hombre de las cavernas. —Lo que secretamente me encantó.
Enterró su rostro en
mi cuello y respiró profundamente. Cuando exhaló, sentí la tensión salir de su
cuerpo.
—Te extrañé anoche.
No te sentías bien. ¿Estás mejor hoy?
—En realidad, lo
estoy. Pensé que me iba a dar algo. Pero una buena noche de sueño me hizo
sentir mucho mejor.
—¿Sabes qué más puede
hacerte sentir mejor? —Su brazo derecho estaba en mi regazo, manteniéndome fija
en el lugar mientras su otra mano empezaba a deslizarse por mi muslo. Llevaba
una falda que le permitía un fácil acceso.
—Déjame adivinar, ¿tu
pene? ¿Tu pene puede hacerme sentir mejor?
—Ahora que lo
mencionas, estoy seguro que lo haría. Pero eso no es lo que tenía en mente, en
realidad.
—¿No?
Negó lentamente.
—En realidad, he
estado fantaseando acerca de lo jodidamente sexy que te ves cuando te vienes, y
quería tener la oportunidad de mirarte de cerca. Estaba pensando que me
gustaría follarte con mis dedos de camino al trabajo hoy. Cuando estoy dentro
de ti, estoy demasiado distraído para estudiar tu rostro.
—Quieres estudiar mi
rostro... —giré mi dedo en círculos, señalando la vecindad general de mi
regazo—, mientras tu…
—Te follo con los
dedos. Sí.
Miré a los ojos de Edward.
Estaba hablando en serio. Sin apartar la mirada, hablé con su conductor:
—71ª y York, por
favor, Louis.
Las pupilas de Edward
se dilataron mientras presionaba el botón del divisor de privacidad con una
sonrisa, que era una deliciosa mezcla entre malvado y encantado. Estaba vestido
para el trabajo con su traje de costumbre a medida, luciendo cada centímetro
como el hombre de negocios de gran alcance que era. Sin embargo, en ese momento,
el único negocio en el que estaba concentrado era yo. Esa mirada en sí me
despertó. Así que, cuando me mantuvo en su regazo y abrió mis piernas, ya
estaba mojada para él. No tuvo que esforzarse mucho para conseguir lo que
buscaba. Sorprendentemente, sentir que sus ojos se fijaban en mí todo el tiempo
no me hizo sentir auto consciente. En cambio, en realidad, aumentó lo que sentía
al saber que él se estaba excitando al mirarme.
Ni siquiera estábamos
en el puente de Brooklyn cuando terminé. Sentada, suspiré contenta, apoyando mi
cabeza contra su pecho.
—Esto es mucho mejor
que el tren.
Se rió entre dientes.
—Espero que te
refieras a mis servicios y no al medio de transporte.
—Por supuesto.
Sus brazos estaban
envueltos alrededor de mí, y me apretó antes de besar la parte superior de mi
cabeza.
—Estos servicios
están a tu disposición veinticuatro/siete, Isabella. Solo di la palabra.
Disfrutando de la
serenidad posterior a la liberación, y la sensación de estar envuelta en los
brazos de Edward, estuve callada por un tiempo, ambos lo estuvimos. Después de
cruzar Manhattan, supe que no nos quedaba mucho tiempo antes que llegáramos a
mi oficina, y me sentí culpable por no haber preguntado por la noche anterior.
—Me encantó la foto
de Chloe y tú con la boa que enviaste anoche. Parecía que tuviste una buena
primera visita.
—Es extraordinaria.
Aparté mi cabeza de
su pecho para verlo hablar. Sus ojos se iluminaron mientras hablaba de ella.
—Es inteligente y
divertida. Y sarcástica. Y hermosa. —Acarició mi mejilla—. En realidad, es como
tú.
—Su madre es
inteligente y hermosa.
—¿Qué tan jodido
sería si digo que me fui a casa anoche pensando que deseaba que fuera nuestra?
—Bastante jodido.
—Hice una pausa—. Pero también honesto y dulce.
—No puedo esperar a
que la conozcas.
Eso me aterraba.
—No estoy segura de
estar lista para eso.
Edward asintió como
si lo entendiera, aunque vi dolor en sus ojos.
—Pero quiero oír todo
sobre ella de ti. Solo creo que tenemos que tomarlo lento. Realmente no sé nada
de niños, y seguimos averiguando cómo llevar nuestra propia relación.
Sentí su cuerpo
endurecerse.
—Ya he averiguado
todo sobre nuestra relación.
—No quise decir...
—Está bien. Lo
entiendo, Isabella.
***
Querida
Alice,
Mi
novio y yo hemos estado juntos por poco más de cuatro meses. Lo amo, y me ha
dicho que también me ama. Mi preocupación es que no me hace sentir especial,
querida, o deseada. Nunca está ansioso por verme, y a menudo necesito ser la
que inicia la actividad sexual. He intentado hablar con él sobre esto, pero no
ha cambiado las cosas. ¿Estoy siendo tonta por necesitar sentirme querida?
—Krista,
Jersey City
Seguí revisando el
correo diario, dejando a un lado los que creía que tenían potencial.
Querida
Alice,
Mi
novio, Brad, y yo, nos mudamos juntos hace seis meses.
Una
semana después de haber firmado el contrato de arrendamiento, perdió su
trabajo....
Querida
Alice,
Mi
marido parece haber perdido su deseo sexual...
Querida
Ida,
Estoy
saliendo con un hombre que es reflexivo y cariñoso. El problema es que...
Querida
Alice,
Me
temo que dejé que el amor de mi vida se escapara de mis manos hace unos años.
Todo aquel que me encuentro, palidece…
Cuando terminé, quise
golpear mi cabeza sobre el escritorio. Ya me había sentido como una mierda por
el modo en que Edward y yo nos despedimos esta mañana. Leer sobre todos estos
problemas de relación me hizo darme cuenta de lo poco agradecida que era. Aquí,
Edward viajaba hasta Brooklyn para recogerme, dejando claro cuánto me echaba de
menos (por no mencionar un bello y espectacular orgasmo temprano en la mañana, sin
tomar placer a cambio), y ¿yo qué hice? Hice que se sienta como una mierda.
Buen trabajo, Isabella.
La cosa era que lo
quería más de lo que incluso sabía que era posible querer a otro ser humano. Y
ese pensamiento me asustó como el infierno.
Más aún ahora que
había una niña involucrada. Me recosté en el asiento, e intenté imaginar mi
vida sin Edward. No tardé mucho en darme cuenta que estaba jodida. Porque ya no
podía. También me hizo darme cuenta que estaba siendo una novia de mierda.
Tomando una
respiración profunda, busqué mi teléfono.
Isabella: Lo siento
por esta mañana. Quiero conocer a Chloe.
Los pequeños puntos
comenzaron a saltar inmediatamente. Me preguntaba si también estaba teniendo
problemas para concentrarse debido a la forma en que dejamos las cosas.
Edward: ¿Estás
segura?
Isabella: Ella es una
extensión de ti, y quiero conocer todo sobre ti.
Mi teléfono
permaneció en silencio durante unos minutos, y esperé con impaciencia una
respuesta.
Edward: Gracias, Isabella.
Isabella: No. Gracias
a ti.
Edward: ¿Por esta
mañana?
Isabella: Por ser el
hombre que eres.
Estaba relativamente tranquila de
nuevo después de eso. Al menos dos días más. Hasta el sábado, cuando íbamos a
almorzar para conocer a Tanya y Chloe.
***
—Le dijiste a Tanya que iba a venir,
¿verdad?
—Sí.
—Y no se opuso.
La mandíbula de Edward se flexionó y
no dijo nada. Por otra parte, no necesitaba hacerlo.
—No me quiere aquí. —Suspiré.
—No importa lo que quiera.
—Claro que sí. Es la madre de Chloe.
Estábamos en la parte trasera del auto
de Edward, el tráfico era muy ligero, y llegábamos con más de media hora de
adelanto al almuerzo. Mis nervios ya estaban al borde y, esta nueva
información, saber que Tanya había dicho que no me quería allí, hizo que me
doliera la cabeza.
—Si ella tuviera una preocupación
legítima por el bienestar de Chloe, habría aceptado dejar que te la presentara.
Pero no lo hizo, y es importante para mí. —Tomó mi mano y apretó.
—¿Cuál era entonces su preocupación?
De nuevo, ese músculo contundente en
su mandíbula se flexionó.
—No es importante.
A pesar de querer saberlo, lo dejé
pasar. Sobre todo, porque nos detuvimos en la 3ª Avenida y Louis nos
interrumpió.
—La 60ª está cerrada. Tienen una
especie de grúa en la calle, así que todo está bloqueado.
—Está bien. Nos bajaremos aquí
—respondió Edward.
Después de salir del auto, comprobó su
reloj antes de extender su mano para ayudarme a salir de la parte trasera, y no
la soltó después de cerrar la puerta detrás de mí.
—¿Quieres ir temprano al restaurante?
—Hace buen día. ¿Por qué no damos un
paseo por el vecindario? — Pensé que sentarme y esperar sería mucho más
estresante que dar un paseo en un hermoso día.
A mitad de nuestro paseo, pasamos por
un estudio de baile, West Side Steps.
—¿Es aquí donde está
Chloe? —Tanya le había dicho a Edward que Chloe acababa de comenzar una nueva
sesión de clases de baile no muy lejos de Serendipity.
—No lo sé. —Nos
detuvimos, pero la gran ventana de cristal reflejaba para que nadie pudiera ver
dentro. Después de pasar de largo, una voz de mujer nos llamó.
—Edward.
—Volviéndonos, encontramos a Tanya abriendo la puerta del estudio de baile.
—Tanya. —Edward
asintió—. ¿Recuerdas a Isabella?
Dejó ver una súper sonrisa
practicada.
—Por supuesto. Me
alegro de verte.
Claro que sí.
—La clase no termina por
otros veinte minutos. Pero puedes ver a través de la sala de observación. Es un
vidrio unidireccional para que no te vea viéndola practicar.
Edward me miró y asentí.
Dentro, la sala de
observación estaba llena de padres. La mayoría sentados y charlando, ni
siquiera mirando a través del cristal hacia la clase en el otro lado. Edward
caminó vacilante hacia la ventana. La sala estaba llena de chicas de cuatro y
cinco años que llevaban tutús de ballet. Busqué a Chloe entre el mar de rosa.
Habría destacado incluso si no fuera la niña más adorable de la habitación. Su
traje era verde neón, donde todas las otras chicas llevaban colores pastel.
—Se niega a
conformarse y vestir lo que las otras chicas llevan a clase. Espero que crezca.
Edward seguía mirando
a la niña con fascinación.
—Espero que no lo
haga.
Los ojos de Tanya se
estrecharon hacia mí. Llevaba un traje de pantalón color crema con una camiseta
de seda azul marino, femenino, costoso y elegante, pero ciertamente nada que no
encontraras en una docena de mujeres en el Upper West Side en cualquier
momento.
—Esta es una clase
nueva para ella. Solía venir los martes por la noche mientras su padre... —Se
dio cuenta de lo que había dicho y se corrigió—. Mientras Alec iba al gimnasio
al otro lado de la calle. La última sesión terminó hace unas semanas, y pensé
que era mejor cambiarla al fin de semana para que no tuviera que recordar la
vieja rutina.
Edward asintió.
Una mujer embarazada
se acercó.
—Eres la mamá de
Chloe, ¿cierto?
—Sí.
Las manos de la mujer
habían estado dobladas encima de su enorme vientre antes de extender una hacia Tanya.
—Soy la mamá de Anna,
Catherine. Anna no dejaba de hablar de Chloe la semana pasada después de clase.
Pensé que podríamos juntar a las chicas algún día.
—Por supuesto. Estoy
segura que a Chloe le encantaría.
Edward estaba atado
al cristal, sus ojos siguiendo los movimientos de Chloe, pero se volvió hacia
Catherine.
La mujer sonrió.
—Debes ser el papá de
Chloe. Es tu viva imagen, ¿no es así?
Edward se quedó
inmóvil, mirando a Tanya.
Sin compromiso, ella
lo presentó.
—Catherine, éste es Edward Cullen.
La mujer extendió su
mano y me miró dado que ahora yo también estaba frente a ella.
—¿Eres la niñera?
Eso sacó a Edward de
su nube. Envolvió su mano alrededor de mi cintura posesivamente.
—Esta es Isabella. Mi
novia.
Edward no se dio
cuenta, pero Tanya se encontró con mi mirada, y la suya brilló con diversión. Perra.
Salimos antes que
terminara la clase, no queriendo que Chloe nos encontrara allí, y le dijimos a Tanya
que la encontraríamos en el restaurante.
En la calle, el aire
fresco se sintió bien. Finalmente pude respirar mejor.
—Esa mujer no me quiere.
—Está celosa de ti.
Siempre ha sido insegura de su aspecto.
—¿Ella? Es preciosa.
Edward se detuvo en
la calle.
—Es atractiva, por
supuesto. Pero es ordinaria. A diferencia de ti. — Extendió sus brazos y tomó
mi rostro con ambas manos—. Eres extraordinaria.
Estaba completamente
serio y por la forma en que me miraba, las dudas que se habían levantado de
nuevo dentro de mí, se pusieron a descansar.
Chloe literalmente
saltó dentro de Serendipity quince
minutos más tarde. No se había cambiado su ropa de baile, y era imposible no
sonreír mirándola. Después de una breve pausa donde Tanya señaló hacia nuestra
mesa, saltó el resto del camino hacia donde estábamos sentados.
Edward se puso de
pie.
—Chloe. —Asintió y
sonrió.
—Galleta. —Puso todo
su peso detrás de ella, se estiró y golpeó su mano en el aire buscando chocar
la de Edward. Lo cogió desprevenido, casi perdiendo la conexión de manos. El
intercambio fue cómico. Chocar manos era tan... ajeno a Edward.
Cuando se sentó de
nuevo, me incliné:
—¿Galleta?
Susurró de regreso:
—Como las galletas Edward.
Aparentemente, tengo un apodo.
—¿Cómo te llamas?
—Chloe subió a su silla y se arrodilló. Estaba sentada directamente frente a
mí.
—Mi nombre es Isabella.
Es un placer conocerte, Chloe.
—¿Isabella?
—Es correcto. —Al
primer intento.
—Amo tu cabello.
Mamá, quiero hacer eso en mi cabello.
Tanya levantó el
menú.
—No lo creo.
—¿Eres la esposa de Edward?
—No.
—¿Eres su...?
Tanya volvió a
interrumpir a su curiosa hija.
—Isabella es amiga de
Edward, cariño. Ahora, ¿por qué no te sientas bien en la silla?
Ella se encogió de
hombros.
—Pero me gusta
sentarme sobre mis rodillas. Puedo alcanzar mejor las cosas.
—Siéntate. Si
necesitas algo y no puedes alcanzarlo, te lo acercaré.
Chloe hizo una mueca,
pero plantó su trasero en el asiento correctamente.
—¿Recuerdas la vez
que vinimos aquí después de obtener la cuenta de Donovan? —le preguntó Tanya a Edward.
—No. —La respuesta de
él fue rápida. Estaba claro que recordaba, pero trataba de alejarla del tema.
Bajando sus ojos
hacia el menú, Tanya sonrió ampliamente.
—Eso es malo. Pero
estoy segura que recuerdas lo que pasó más tarde esa noche.
—Galleta, ¿qué vas a
ordenar?
—No lo sé todavía,
Chloe. ¿Tú qué vas a ordenar?
Ella arrugó todo su
rostro y sostuvo su dedo índice contra su nariz en un profundo pensamiento.
—El chocolate
caliente helado.
—¿Supongo que has
estado aquí antes?
—Solía venir cada
semana después de bailar, con mi papá. —El rostro de Chloe vaciló. Su siguiente
pregunta la dirigió hacia mí—. ¿También conociste a mi papá, Isabella?
—Ummm...
Edward apoyó su mano
en mi rodilla debajo de la mesa y respondió por mí.
—No conoció a tu
papá, Chloe.
—¿Sabes lo que mi
papá ordenaba cada semana?
—¿Qué?
Arrugó su nariz como
si algo oliera mal.
—Café.
Edward bajó su menú.
Ni siquiera le había echado un vistazo.
—Pediré lo mismo que
tú, Chloe.
Ella sonrió tan
grande, que casi podía contar todos sus pequeños dientes blancos. Cuando el
mesero vino a tomar nuestro pedido, también pedí un chocolate caliente helado. Tanya
solo ordenó un café. Le dejó a Chloe una lata llena de crayones y un menú de
papel infantil para colorear.
Inmediatamente se
puso a trabajar.
—¿Cuál es tu color
favorito, Galleta?
—Azul. —Los ojos de Edward
se estrecharon hasta las puntas de mi cabello—. ¿El tuyo?
—Verde. Quería pintar
mi habitación de verde, pero mami dijo que no era acordado para la habitación
de una niña.
Tanya interrumpió:
—Dije que no era adecuado
para la habitación de una niña.
Chloe se encogió de
hombros y regresó a colorear.
—Entonces, Isabella,
¿en qué trabajas? —preguntó Tanya.
—Trabajo para un
columnista. Pregúntale a Alice.
—¿La columna de
relaciones?
—Esa.
Fingió sonreír.
—Tendré que recordar
eso, la próxima vez que busque consejo.
Asentí.
—¿Cómo se conocieron?
—Edward escribió en
la columna de consejos para relaciones hace algunos años.
—¿Lo hizo?
Los ojos de Tanya se
abrieron de par en par.
Aunque disfruté de su
reacción, pensé que era mejor no molestarla demasiado.
—Solo estoy bromeando
contigo. Nos conocimos en el tren. Algo así. Edward olvidó su teléfono y yo lo
encontré.
—¿Edward tomó el
tren?
—Lo hizo ese día.
Edward apretó mi
rodilla.
—Mami no toma el
tren. ¡Papi y yo solíamos tomarlo juntos! —anunció Chloe, basándome en los
hechos, hablar de Alec no parecía molestarla como pensé que haría. Continuó
coloreando y luego su dedo índice volvió a su nariz. Estaba claro que era su
posición de pensamiento, y era malditamente adorable—. ¿Vendrás a mi fiesta de
cumpleaños?
Observé languidecer
el rostro de Edward. No sabía cuándo era el cumpleaños de su hija. Había
tanto con lo que necesitaba ponerse al día.
Yo respondí.
—¿Cuándo es tu
cumpleaños?
—29 de mayo.
—¿Qué tipo de fiesta
tendrás?
—Una fiesta de princesa.
¿Vendrás?
Mis ojos se
dirigieron a Tanya para pedir ayuda.
—Su fiesta será en
nuestra casa de verano en los Hamptons.
Chloe interrumpió.
—Es grande. Puedes
quedarte con nosotros.
—En realidad iba a
preguntarle a Edward si quería unirse a nosotros, Chloe.
Dejó claro que la
invitación no era con compañía.
A Edward no pareció
importarle una mierda.
—A Isabella y
a mí nos encantaría asistir a tu fiesta de cumpleaños, Chloe. Veremos si
podemos lograrlo. Gracias por la invitación.
Cuando llegó la hora
de irse, vi en los ojos de Edward que todavía no estaba listo para dejar a su
hija. Su hija. Todavía no parecía real. En frente del restaurante, Chloe
me dio un rápido adiós y luego se volvió hacia Edward. Él se agachó a la altura
de sus ojos en la calle y le habló:
—¿Hay algo en
especial que quieras para tu cumpleaños, cariño?
Su dedo se acercó a
la punta de su nariz mientras miraba hacia el cielo.
Cuando miró a Edward
a los ojos y pronunció su respuesta, no podía saber la ironía del destino.
—Quiero a mi papá de
vuelta.
3 comentarios:
Galleta... Jajaja. Me meo, graciaaaas
Q hdp tanya cree q tendrá d regreso a Edward haciendo d mas a Bella , cloe es una buena niña es como el papá ese apodo d galleta 😂😉😘❤ gracias
Ohh pobre Chloe no puede ser mas tierna pidiendole eso a Edward.😯😦
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