Capitulo 23
Isabella
Las dos horas de
viaje hasta East Hampton el sábado en la mañana fueron sorprendentemente
rápidas con poco y nada de tráfico. Considerando que era el fin de semana del
Día de los Caídos, habíamos esperado algo peor. Todavía era muy temprano en la
temporada con el clima frío, así que tal vez la mayoría de los neoyorkinos no
habían empezado sus descansos de fin de semana fuera de la ciudad.
Edward le había dado
el fin de semana libre a Louis, prefiriendo conducir su Beemer a los Hampton.
Había bajado las ventanillas, así que mi cabello estaba moviéndose salvajemente
alrededor con el viento. Ambos estábamos usando lentes de sol. La vida era
buena. Había prometido no dejar que mi periodo retrasado o el inminente
encuentro con Tanya hoy, arruinaran esta escapada de fin de semana.
Edward nos había reservado
un cuarto en una hostería para esta noche, cerca de la propiedad de Tanya. Nos
dirigíamos derecho a la fiesta, ya que él no quería llegar tarde. El asiento
trasero estaba lleno con regalos envueltos en papel color pastel.
Aparentemente, Edward sentía la necesidad de compensar todos los cumpleaños de
Chloe que se había perdido. Había ordenado a su secretaria que prácticamente
limpiara la sección de niñas en Toys “R” Us.
Durante el viaje, Edward
estaba siendo particularmente atento con lo que necesitaba, preguntándome si
estaba bien, si necesitaba agua, si tenía frío. Sabía que la pequeña
posibilidad de que pudiera estar embarazada estaba constantemente en su mente.
También estaba constantemente en la mía.
En realidad, no me
había sorprendido que se tomara tan bien las noticias de que mi periodo estaba
retrasado. Edward sería un padre fabuloso; ya estaba probándolo. Estaba en un
lugar de su vida en que estaba listo para eso. Yo, por otro lado, todavía no
estaba siquiera segura de que quisiera niños, así que la idea de un embarazo,
en especial dada la situación actual con Chloe, era aterradora. Definitivamente
estábamos en páginas diferentes en cuanto a lo que eso concernía.
En un punto durante
el viaje, Edward se volteó hacia mí.
—¿Has
estado alguna vez en los Hamptons?
—Nunca. Rockaway y
Coney Island han sido lo único para mí. Sin embargo, siempre he querido ir,
pero nunca tuve la oportunidad, o el dinero para reservar un lugar.
—Creo que te
encantará. Hay muchas pequeñas galerías y tiendas. Debemos salir a explorar un
poco mañana.
—Solo estoy feliz de
salir de la ciudad. No importa qué hagamos.
—Bueno, me gustaría
llevarte a unas vacaciones de verdad pronto. El trabajo debe de calmarse en los
próximos meses. Piensa dónde te gustaría ir… St. Barts, Hawái, Europa. Hay
tantas opciones. Alquilaré un jet.
—Muy bien, Sr.
Pantalones Elegantes. Pero puedes elegir tú, porque no he ido a ninguna parte.
No importa de todos modos; solo quiero estar contigo.
Apretó mi mano.
—Eres la primera
persona que ha dicho esas palabras y que de verdad lo creo.
Era fácil olvidar lo
rico que era Edward algunas veces, porque se había vuelto tan relajado a mi
alrededor. Insistía en que prefería cosas como comer en el suelo en envases de
cartón, que ir a restaurantes lujosos la mayoría de las noches. A menudo me
preguntaba si de verdad era lo que le gustaba, o si solo lo hacía para calmarme
o para hacerlo parecer más con los pies en la tierra de lo que en verdad era.
De verdad no necesitaba un jet privado o unas vacaciones costosas. De hecho,
prefería las cosas simples.
Mientras salíamos a
la autopista, mi estómago empezó a sentirse revuelto. Estar en el auto era un
pequeño y agradable oasis que pronto sería interrumpido.
Veinte minutos
después de conducir a través de los ventilados caminos, estacionamos en los
Hamptons, en la hacienda junto al mar de Tanya.
La gran casa de
madera estaba parcialmente escondida entre grandes setos verdes.
Más allá del portón
de hierro forjado negro, podía ver lo que grande que era la casa con sus
molduras de color blanco, ventanas arqueadas y un porche que se envolvió
alrededor de este. Si pudiera hablar, habría dicho,
“Estás
oficialmente fuera de tu liga, perra de Brooklyn”.
Edward dejó los
regalos en el auto, decidiendo buscarlos más tarde.
Una mujer en un traje
de ama de llaves color gris nos recibió al frente con mimosas. Tomé una e
inmediatamente la dejé, recordando que había una pequeña posibilidad de que
pudiera estar embarazada. Maldición. De verdad necesitaba licor hoy.
—Vayan derecho por la
casa hacia las puertas francesas que llevan al patio —dijo.
Sintiendo mis
nervios, Edward protectoramente colocó su mano en mi espalda mientras
entrabamos juntos.
El vestíbulo
prácticamente había vomitado hortensias lavandas. Tanya estaba en la gran
cocina blanca, organizando incluso más de ellas cuando pasamos por ahí.
—¡Edward, lo
lograste! —Sonrió.
Limpiándose las
manos, caminó alrededor de la isla de granito para saludarnos. Lucía como si
fuera a abrazarlo, pero se detuvo, probablemente sintiendo su aprehensión. Por
no mencionar que su agarre no había dejado mi torso.
Sus ojos se quedaron
fijos en Edward.
—Chloe está afuera
jugando con algunos de sus amigos. Los adultos estaban por ahí también.
¿Recuerdas a Bret Allandale? Está aquí con su esposa, Laura. También están Jim
y Leslie Steinhouse.
Ya que había elegido
ignorarme, me aclaré la garganta y dije:
—Tienes una bonita
casa.
—Gracias. De hecho, Edward
eligió esta propiedad.
Confundida, lo miré
buscando una aclaración, pero no la ofreció. En cambio, simplemente apretó su
agarre sobre mí.
Ella continuó:
—Esta era nuestra
casa de verano… antes de que las cosas cambiaran.
Edward finalmente
habló.
—La casa estuvo a
nombre de ambos en algún momento… hasta que felizmente le vendí mi parte a Alec.
—Miró hacia las puertas que llevaban al patio—. Deberíamos ir a ver a Chloe. —Edward
me llevó afuera sin hacer más conversación con Tanya.
Una piscina estaba en
medio del gran patio. A la izquierda había un brillante campo de tenis. A la
derecha había una gran área de césped donde al menos una docena de niñas con
vestidos de flores estaban corriendo alrededor. Una gran casa hinchable con la
forma de un castillo de princesa estaba instalada junto con una estación de
algodón de azúcar rosado. También había un improvisado salón de belleza al aire
libre, donde las chicas podían hacerse el cabello como una princesa. Tanya definitivamente
había ido con todo.
Edward estaba mirando
las niñas, tratando de ver a Chloe.
—Entonces… ¿esta era tu
casa, Edward?
—Sí… solo por poco
tiempo. Puse nuestros nombres después de que nos comprometiéramos. Entonces, cuando
me enteré de lo que estaba pasando, no tuve nada que ver con esto. Las huellas
de Tanya están sobre todo. Era más fácil para mí simplemente vender la mitad a Alec
y terminar con esto.
—Pero elegiste esta
casa. Debió ser difícil cederla.
—Sí. Me encantaba lo
cerca que estaba del agua. La arquitectura también tenía mucho encanto.
—Ciertamente lo
tiene. Tienes buen gusto.
Se inclinó y acarició
mi oreja.
—Eso diría.
Tenía que admitir,
que saber que este había sido su nido de amor con Tanya en algún momento, me
puso incluso más incómoda sobre estar aquí.
Miré alrededor a lo
conservadoramente vestidos que estaban todos. En sus camisas tipo polo
ajustadas, Edward se mezclaba bien. Como siempre, destacaba con mi vestido sin
mangas azul real y las puntas de mi cabello a juego. Había tenido ganas de
cambiar de color, pero juré que lo dejaría azul para que Edward no pensara que
estaba saliéndome de control.
Cuando Chloe vio a Edward,
fue directamente hasta él.
—¡Galleta Edward!
Se arrodilló con sus
brazos abiertos, así que ella corrió directamente hacia él y pretendió caerse
hacia atrás cuando se arrojó en sus brazos.
—Feliz cumpleaños,
cariño.
Cuando se apartó,
ella me miró.
—Hola, Isabella.
—Hola, Chloe. —Me
agaché—. ¿Puedo tener un abrazo también? —Nos abrazamos, y me besó ligeramente
en la mejilla. Su boca estaba pegajosa por el algodón de azúcar.
Envolvió sus brazos
alrededor del cuello de Edward otra vez.
—¿Vienes a
perseguirnos?
—Claro. Eres la
cumpleañera. Lo que sea que quieras. ¿Por qué no vuelves con tus amigas por un
minuto? Ya voy para allá, ¿bien?
Chloe asintió
entusiasmada y corrió para reunirse con las otras niñas.
Él se enderezó.
—¿Estarás bien si te
dejo a solas con los lobos por un rato?
—Claro. Estamos aquí
por Chloe. Puedo encargarme del resto de ellos.
Susurró en mi oído,
provocando que un escalofrío recorriera mi cuello:
—Te lo compensaré a
lo grande después. Lo prometo.
Edward corrió hacia
Chloe, y observé divertida mientras recibía instrucciones. Completamente a su disposición,
corrió en círculos persiguiendo a las niñas. Se cernía sobre ellas. Estaba
jugando el papel de algún monstruo amable. Me reí mientras se tumbaba en el
suelo y dejaba que lo aplastaran. Era como si hubiera sido atacado por una
explosión de chiffon rosado.
No pude evitar pensar
que tal vez la posibilidad de estar embarazada con el hijo de este hombre no
era la peor cosa del mundo. Mientras más lo miraba ahí, más me daba cuenta de
que quería compartir mi vida con él. Pero nunca sería sencillo; Tanya siempre
sería parte de eso.
Una conversación
diagonal atrás de mí me llamó la atención lejos de
Edward y las niñas
por un momento.
—Ese de ahí es Edward
Cullen.
—Sí. Conoces la
historia, ¿verdad? ¿Que Edward es en realidad el padre biológico de Chloe?
—El peor secreto
guardado del mundo si me lo preguntas.
—Aparentemente, todos
lo sabían menos él.
—Una locura.
—Me imagino. Una
mujer y dos tipos apuestos como esos.
—Suena como uno de
tus libros, Elise.
—Lo sé.
—Supongo que Cullen
perdió un poco la razón por un rato después de que Tanya lo dejó por Alec.
Cortó lazos con mucha gente. De verdad estaba enamorado de ella. Aparentemente,
después de que descubrió el romance, estaba tan desolado, que vino aquí y
quebró la mitad de las ventanas de esta casa.
—¿Estás bromeando?
—No.
—Vaya. Tendría una
aventura solo para ver a Stanley la mitad de apasionado de eso por mí.
—Tanya ha pagado por
su error, pobrecita. Enviudando a una edad tan joven. Todos hacemos tonterías
cuando somos jóvenes. No se merecía este dilema.
—Bueno, es bueno
verlo a él aquí por la pequeña niña.
—Me pregunto si se
reunirán por el bien de su hija. Hacen niños hermosos juntos.
—Ese sería un final
feliz para una trágica historia, ¿verdad?
El único final feliz
que él conseguirá será de mí, perra.
Unos minutos después,
había estado tan preocupada pensando en lo que esas mujeres estaban diciendo,
que no había notado a Edward escabulléndose detrás de mí para plantar un beso
en mi cuello. Los chismosos sí se habían dado cuenta, sin embargo. Sus ojos
prácticamente estaban saliéndose de sus cabezas. Su pequeña fantasía del
felices para siempre estaba rápidamente cambiando por la demostración pública
de afecto de Edward con alguien que probablemente asumieron estaba trabajando
en la fiesta.
No pude evitar
sonreír hacia ellos cuando me giré.
—Giro inesperado.
Edward parecía
confundido, pero no me preguntó al respecto.
Examinó mi rostro.
—¿Cómo estás?
Puse mi mejor sonrisa
feliz.
—Bien.
—Chloe quiere abrir
sus regalos, así que voy a ir al auto por ellos.
—Te ayudaré.
Edward y yo hicimos
tres viajes por separado de ida y vuelta para recoger los regalos. Cuando
regresamos, Tanya estaba dejando un gran pastel que tenía forma de un vestido
de volados en la mesa. Todas las niñas se arremolinaron como moscas.
Tanya había
contratado a un fotógrafo profesional. Cuando fue el momento de que Chloe
soplara las velas, llamó a Edward para que fuera y saliera en la foto.
El fotógrafo hizo que
Tanya y Edward posaran para varias fotos con Chloe. La visión hizo que mi
estómago se revolviera porque mi mente seguía reproduciendo lo que esas mujeres
estuvieron diciendo. No era que no quisiera que Edward estuviera en la foto con
su hija, pero verlo tan cerca de Tanya era inquietante. El fotógrafo
probablemente asumió que estaban casados. Viéndolos a los tres me hizo
preguntarme qué habría sucedido si ahora no estuviera en el panorama. Esta
escena era como un vistazo en una bola de cristal de lo que podría haber sido.
¿Edward consideraría volver con ella si no fuera por mí? Me había
dicho que no lo haría, pero podría ser diferente si no existiera en su vida.
Podría ser la única cosa que está evitando que esa pequeña niña tenga a sus
padres juntos. Mi propia niñez vino a mi cabeza.
¿Era la Sue de Chloe?
Mis pensamientos
fueron a Edward, quien estaba caminando hacia mí con dos platos de cerámica con
pastel. Aparentemente, esta fiesta de niños era demasiado lujosa para cosas de
papel.
—Es chocolate. —Me
guiñó un ojo—. Tu favorito.
No tenía el corazón
para decirle por qué había perdido mi apetito; ni siquiera el chocolate sería
capaz de curar la ansiedad que vino con la comprensión de que era una potencial
destruye hogares. Así que, me tragué el pastel mientras estábamos ahí de pie y observé
mientras Chloe empezaba a abrir sus regalos.
Una hora y pilas de
papel de regalo después, de verdad necesitaba usar el baño. No había estado
tomando nada más que agua y café descafeinado, ya que el licor estaba fuera de
cuestión. Edward estaba ensamblando algunos de los juguetes de Chloe y no se
había dado cuenta de que me fui.
La ventana del baño
de arriba me dio la visión perfecta de donde Edward estaba de pie abajo,
mostrándole a Chloe cómo montar un muelle saltarín. Sintiéndome tan en
conflicto, mi corazón se apretó mientras miraba el dulce rostro de Chloe, el
cual era en esencia un reflejo del rostro de Edward. ¿Estaba alejando a esta
niña del perfecto cuento de hadas de vivir bajo el mismo techo con sus
dos padres?
Entonces, lo miré a
él. El hombre a quien amaba, quien probablemente no estaba seguro de si lo
hacía. Lo quería para mí. Y eso me hizo sentir culpable. Estaba bastante segura
de que, si quería hijos, él era el único hombre que quería como el padre.
Aparté mis ojos de la
ventana y me senté en el retrete. Mirando mi ropa interior, lo vi
inmediatamente. Rojo brillante. Me había bajado el periodo. Mi estómago se hundió.
Había esperado
sentirme aliviada, pero era lo opuesto: completa decepción. Revelaba una verdad
que no estaba ni siquiera del todo consciente hasta ese momento: una parte de
mí había querido un bebé con él incluso si no estaba del todo lista.
Porque lo amaba. En lugar de alivio, la sangre simbolizaba una pérdida de algo que
ni siquiera supe que quería hasta ahora.
Afortunadamente, mi
vestido era de un color oscuro, y había guardado un par de bragas y un tampón
en mi bolso, solo en caso de que esto sucediera. Dejé el baño con un poco de menos
esperanzas de las que había entrado, sabiendo que también debería contarle las
noticias a Edward esta noche.
Mientras caminaba por
el pasillo, me detuve ante la foto de boda de
Alec y Tanya. Miré
los ojos de Alec en la foto y susurré en voz baja:
Amigo, sí que dejaste
un desastre detrás. Espero que estés en un mejor lugar.
Si pensé que estaba
teniendo un mal día antes, se hizo abundantemente claro que lo peor todavía
estaba por venir cuando vi quien me estaba esperando debajo de las escaleras.
—Tanya.
—¿Puedo hablar algo
contigo, Isabella, por favor? —Sin darme oportunidad de responder, me hizo
señas para que la siguiera, y comenzó a caminar hacia un par de puertas
francesas.
Sintiéndome emocional
por lo que acababa de suceder en el baño, era la última persona con la quería
hablar en el momento. Aun así, la seguí como un perrito. Cerró la puerta tras
nosotras.
—Toma asiento.
—Apuntó a un sofá de cuero marrón. A diferencia del resto de la casa que era
brillante y aireada, este cuarto era oscuro y masculino. Estanterías
construidas estaban alineadas en las paredes, y un gran escritorio de madera de
cerezo estaba posicionado en el lado opuesto.
Tanya caminó tras el
escritorio y abrió un gabinete. Sacó una botella de cristal ornamentada con
licor y dos vasos, sirviendo líquido ámbar en ambos antes de ofrecerme uno.
—No, gracias.
—Tómalo. Puede que lo
necesites. —Su tensa sonrisa estaba enmarcada con más rencor que dulzura.
Al diablo. No hay
razón para abstenerme más. Agarré el vaso y me tomé la mitad de un trago. Quemó el
camino por mi garganta hasta mi estómago.
—Pensé que era hora
de que ambas tuviéramos una charla de mujer a mujer.
—Y ya que me has
acorralado en un cuarto, asumo que de lo que quieres hablar no es algo que
quieres que Edward escuche.
—Así es. Algunas
cosas simplemente son mejor entre mujeres.
—Bueno, adelante, Tanya.
—Me acomodé en el sofá—. Saca cualquier cosa horrible fuera de tu pecho para
que podamos seguir.
—Muy bien. No voy a
irme con rodeos entonces. —Tomo de su trago—. Quiero que dejes de acostarte con
el padre de mi hija.
—¿Disculpa?
—¿Qué parte no
entendiste?
—No tienes derecho a
decirme qué hacer.
—Ahí es donde te
equivocas. Tus acciones tienen un impacto directo en mi hija. Ella se merece
una familia.
—Que Edward esté
involucrado conmigo no tiene nada que ver con Chloe.
—Claro que sí. Estás
siendo egoísta.
—Estoy siendo
egoísta. Te acostaste con el mejor amigo de Edward y luego no le dijiste que
era el padre de Chloe durante cuatro años para que tu esposo no te dejara. Y yo
soy la egoísta.
—No estamos hablando
de mí.
—Infiernos que no.
Solo quieres que Edward esté lejos de mí para poder intentar hundir tus garras
en él. Esto no tiene nada que ver con el bienestar de tu hija.
Dejó salir un suspiro
exagerado.
—No lo entenderías, Isabella.
No eres una madre.
Lo sentí en ese
momento. Un borboteo de emociones comenzando a burbujear desde mi interior. El
baño y ahora su no tan sutil recordatorio.
—No. No soy una madre.
—Esta es una
oportunidad para Chloe, para tener su familia. Edward y yo tenemos mucho en
común. Tenemos un negocio en común, nos movemos en los mismos círculos sociales
y tenemos una hija juntos.
—No te ama.
Tanya se rió.
—No puedes ser tan
inocente, ¿verdad? Creyendo alguna noción ideológica de que el amor lo
conquista todo.
—No, pero…
—Somos compatibles, y
soy la madre de su hija. Si desaparecieras, después de unas semanas, estaría de
regreso haciéndole mamadas bajo el escritorio, y olvidaría que siquiera
existes.
Me estremecí. Estando
en un estado tan emocional, la visión de ella bajo el escritorio de Edward fue
como si me hubieran dado un puñetazo físico. Sonrió como un lobo que encuentra a
su pobre oveja. Luego fue por el golpe final:
—Hemos follado en ese
sofá en el que estás sentada. Esta era, después de todo, su oficina. Es el
único cuarto que no decoré después de que se terminó. Me recordaba a él. —Se
encogió de hombros y terminó lo que quedaba en su vaso.
—Si crees que Edward
volverá contigo después de lo que le hiciste, nunca lo conociste muy bien.
—Dime, Isabella.
¿Quién es la mujer en la vida de Edward a la que valora más que a nadie?
—Su abuela.
—Y todavía llora la
muerte de su padre después de más de diez años. ¿Puedes honestamente decirme
que la familia no es lo más importante para ese hombre? —Se levantó—. Te
superará. Pero no superará no despertarse en la misma casa que su hija todos
los días.
5 comentarios:
Muchas gracias por los capítulos!!
Perraaa Tania!!
😤
Hdp Tania
HDSPTM!!! La odio!!!
Ay no bella!!! :’(
Ella no es la sue de Chloe :(
Por favor que no haga una tontería
Seria una pendeja Bella sino luchara por el amor d Edward,por ñas tonterias d la zorra d Tanya.
Publicar un comentario