domingo, 21 de enero de 2018

Dulce Arrogante Capitulo 29

Capitulo 29
Edward

¡Rebecca!

¿Era tan difícil encontrar gente competente en estos días?
Golpeé el botón del intercomunicador de nuevo, gritando más fuerte:

—¡Rebecca! —No había forma de que no pudiera oírme los últimos diez minutos. Toda la condenada oficina tenía que haberme escuchado, aunque la puerta de mi oficina estaba cerrada. Sin respuesta, fui en busca de mi secretaria. Su escritorio estaba vacío, y parecía que no estaba hoy, aunque estaba sentada allí cuando entré hace solo tres horas. Gruñendo con un montón de papeles, me dirigí a recepción.

—¿Dónde está Rebecca?

—¿Quién?

—Mi secretaria. De nuevo no está en su escritorio.

—Oh. Se refiere a Eliza.

—Lo que sea. ¿Dónde está?

—Renunció esta mañana, señor Cullen.

—¿Ella qué?

—Renunció.


—Jesucristo. Ya es imposible encontrar personal fiable. —Tiré el montón de papeles que estaba sosteniendo en el escritorio de la recepción— . Necesito cinco juegos de estos.

Un poco después, llamaron a mi puerta:

—¿Qué?

La recepcionista sostenía las fotocopias que había pedido, junto con un montón de periódicos.

—¿Dónde quiere las copias?

Señalé con mi dedo, sin levantar la vista de mi trabajo:

—En el aparador.

—No ha sacado sus periódicos del buzón esta semana, así que se los traje.

—No los quiero.

Unos minutos después, todavía no había levantado la vista, y me di cuenta de que la recepcionista todavía estaba en mi oficina. Suspirando, la reconocí, no que quisiera hacerlo. Pero al ver que estaba parada en el otro lado de mi escritorio mirándome, me dejaba poca elección:

—¿Qué?

—Ava. Mi nombre es Ava.

—Lo sé.

—¿Puedo decirle algo, señor Cullen?

Lancé mi pluma sobre el escritorio:

—Ya me has interrumpido, así que escupe lo que sea que te gustaría decir, y acaba de una vez.

Asintió.

—He trabajado aquí durante dos años.

¿De verdad?

—Y…

—¿Sabe cuántas secretarias tuvo en ese tiempo?

—No tengo idea. Pero ya que estás desperdiciando mi tiempo, voy a suponer que estás a punto de iluminarme.

—Cuarenta y dos.

—En una ciudad de este tamaño, es condenadamente increíble lo difícil que es encontrar buena ayuda.

—¿Sabe por qué se van?

—No estoy seguro de que me importe.

—Se van porque usted generalmente es un jefe tirano.

Mis cejas saltaron.

—¿De verdad, Ava?

—Lo es, señor Cullen.

—Entonces, ¿por qué sigues aquí? Acabas de decir que has estado aquí por dos años.

Se encogió de hombros.

—Mi padre solía ser como usted. Además, no tenemos tanta interacción ya que estoy en recepción todo el día. La mayoría de los días usted pasa zumbando a mi lado y ni siquiera reconoce mi existencia. Lo que está bien para mí.

—¿Y tú punto en todo esto es…? ¿Estás tratando de terminar tu racha de dos años soportándome? Porque en diez segundos, creo que tendrás éxito.

—No, señor. El punto que quería hacer es que… bueno… hace algunos meses usted empezó a cambiar. Eliza, su secretaria, estuvo aquí por casi seis semanas, y de hecho parecía gustarle su trabajo.

Me le quedé mirando, pero no dije nada, obligándola a seguir.

—Hasta hace algunos días. Cuando el Enojado Señor Cullen regresó.
No sé lo que sucedió, pero sea lo que sea, lo siento. Y espero que consigamos que el Amable Señor Cullen regrese muy pronto.

¿Amable Señor Cullen? Él era el imbécil al que pisotearon.

—¿Ya has terminado, Ava?

—Así es. Lo siento si lo molesté. Solo quería decir que parecía feliz. Y ahora no lo es.

Cogí mi pluma y procedí a enterrarme de nuevo en mi trabajo. Ava se dio por aludida esta vez. Justo cuando estaba a punto de salir, le pregunté:

—¿Qué le paso a tu padre?

—¿Perdone?

—Dijiste que tu padre solía ser como yo.

—Oh. Conoció a mi madrastra. Ahora es diferente.

—Deja los periódicos en el aparador y no dejes que la puerta te golpee en el trasero cuando salgas.

***

Me serví un trago y me quedé mirando por la ventana de mi oficina. Ya estaba oscuro. Durante los últimos tres días, salí de la casa antes de que saliera el sol y regresé a mitad de la noche. Estaba exhausto, y no tenía nada que ver con mi falta de sueño. La ira que estaba cargando era físicamente agotadora. La sangre hervía en mis venas. Estaba angustiado, rechazado, traicionado, lleno de furia. El dolor apretó el frío músculo que había reemplazado el cálido corazón dentro de mi pecho; un corazón que había empezado a descongelarse después de conocer a Isabella.

Me habían traicionado antes. Joder, Tanya y Alec eran mi mejor amigo y prometida. Cuando la mierda cayó con ellos, había perdido a dos personas que habían formado gran parte de mi vida durante años. Sin embargo, esa pérdida no se sentía como esta. No, no había comparación.
Esto era completamente devastador; el tipo de pérdida que sientes cuando pierdes a alguien con la muerte. Todavía no podía superar lo que me había hecho Isabella… lo que nos había hecho. Nunca hubiera pensado que era capaz de ser infiel. La mujer de la que me enamoré era abierta y sincera. Me hizo preguntarme si la había conocido en absoluto.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo, y justo como lo hice durante los últimos tres días, mis esperanzas se elevaron anhelando ver el nombre de Isabella destellar en la pantalla. Pero, por supuesto, no lo era; se había ido. Devoré el contenido de mi copa y respondí.

—Tanya.

—Edward. ¿Qué pasa? ¿Dónde has estado?

—He estado ocupado.

—Chloe está empezando a hacer preguntas. Has cancelado verla dos noches seguidas. Está muy vulnerable ahora después de perder a Alec y necesita consistencia. Ella te necesita, Edward. De alguna manera, ya se ha encariñado.

Cerré los ojos. Lo último que quería hacer era defraudar a Chloe. Había cancelado porque no quería que me viera de esta forma; infeliz y enojado.
Pero ahora era un padre. Tenía que sacar la cabeza de mi culo por el bien de mi hija.

—Lo siento. No va a suceder de nuevo.

—¿Qué te pasa?

—Nada que te preocupe.

—¿Está pasando algo con esa novia tuya?

Ignoré su pregunta.

—¿Y si voy a desayunar por la mañana y luego llevo a Chloe a la escuela?

—Eso estaría bien. —El teléfono se quedó en silencio por un minuto—.
Chloe no es la única que te extraña, Edward. Me gusta tenerte cerca.

—Te veré mañana a las siete, Tanya.

Después de colgar, puse mi vaso vacío en el aparador. La pila de periódicos que Ava había dejado todavía estaba allí. The City Post, el periódico en que Pregunta a Alice era impreso cada día. Escogí el de arriba y me le quedé viendo. Había evitado intencionadamente acercarme al periódico, incapaz de confiar en mí mismo para no buscar la columna de Pregunta a Alice por señales de las palabras de Isabella. Lo último que necesitaba era leerla dando consejo a algún pobre arrastrado sobre el tema de amor o engaño. De ninguna jodida manera. Tiré el periódico de nuevo en la pila y decidí dejarlo por hoy.

***

—Mami dijo que te gustaban las bananas en tus panqueques. —Chloe y yo estábamos sentados en la mesa del comedor terminando nuestro desayuno y leche de fresa. Tanya había subido para vestirse para ir a trabajar.

—Así es. Y también las chispas de chocolate. Mi abuela solía hacer panqueques de banana con chispas de chocolate para mí todo el tiempo cuando tenía tu edad. —Me incliné hacia mi hija y susurré—: ¿Quieres saber un secreto?

Asintió rápido con la cabeza.

—A veces los hace para mí. Y son incluso mejores que los de tu mamá.

Chloe se carcajeó. El sonido era la mejor medicina en el mundo para mí; nada pudo detener a mi rostro de sonreír cuando oí eso. Me había mantenido alejado de mi hija para protegerla de lo que estaba sintiendo, preocupado de que mi mal humor fuera contagioso. Sin embargo, la realidad era al revés; era la disposición naturalmente despreocupada de Chloe la que era contagiosa. Esta preciosa niñita había perdido a un hombre al que amaba como su padre hace solo algunos meses, y aun así aquí estaba sonriendo. Si ella podía hacerlo, yo también podría. Mi hija fue inspiradora.

Me acerqué y tomé sus mejillas.

—Te he extrañado, cariño.

—No has venido a verme por unos días.

—Lo sé. Lo siento. Estaba atrapado en algo. Pero eso no volverá a suceder.

—¿Podemos ir a ver a tu abuela un día para desayunar?

No solo era inspiradora, sino que también estaba llena de buenas ideas.

—A ella le encantaría. Le he contado todo de ti, y no puede esperar a conocerte.

—¿También puede venir Isabella?

Mi pecho se apretó incluso por la mención de su nombre. De hecho, todavía podía imaginar a los cuatro juntos. Las tres mujeres más importantes de mi vida y yo. Mi hija, Meme, y la mujer que amaba. Era crudo hablar, pero no le mentiría a mi hija.

—Lo siento, Chloe. No podrá venir con nosotros. ¿Pero tal vez tú y yo podamos ir juntos este fin de semana?

Tanya escogió ese momento para regresar al comedor.

—¿Estás enojado con Isabella? —Mis ojos se encontraron brevemente con Tanya antes de responder a mi hija.

—Algunas veces las cosas no funcionan entre los adultos y dejan de verse.

—¿Por qué no funcionaron las cosas contigo y con Isabella? Me gustaba.

Tomé una respiración profunda.

—También me gustaba. —Viendo mi reloj, cambié de tema—. Vas a llegar tarde si no nos movemos. Pensé que te dejaría en la escuela hoy, ¿si está bien contigo?

Chloe corrió a recoger sus cosas mientras Tanya y yo limpiábamos los últimos platos de la mesa del comedor.

—¿Quieres venir a cenar con nosotros esta noche? Estoy haciendo otro de tus favoritos, pollo a la parmesana.

Había asumido que Tanya iba a intentar discutir lo que acababa de escuchar de mí y de Isabella. Estuve aliviado cuando pareció seguir adelante. Tal vez Tanya y yo pudiéramos hacer esto de la co-paternidad mejor de lo que anticipé.

—Me gustaría. Gracias.

***

Tanya estaba toda arreglada cuando llegué, usando un vestido azul muy apropiado que mostraba su figura. Ella siempre fue una mujer hermosa, pero la maternidad parecía haber agregado un poco a sus curvas haciéndola más voluptuosa. Le entregué una botella de su merlot favorito que había recogido en mi camino. Me había estado alimentando durante las últimas semanas; era lo menos que podía hacer para no aparecer con las manos vacías.

—¿Vas a salir esta noche?

—No. No estaba pensando en ello. ¿Por qué lo preguntas?

—Te ves… bien.

Sonrió.

—Gracias.

—De nada.

—Tengo que remover la pasta. ¿Por qué no entras en la cocina y nos abres el vino?

Tanya sacó dos copas de cristal del armario, y descorché la botella mientras iba a trabajar en la estufa.

—¿Chloe está arriba?

—De hecho, todavía no está en casa. Su mejor amiga, Emily, la invitó a una cita de juegos. La mamá de Emily llamó hace un rato para preguntar si podía quedarse a cenar. Espero que no te importe. Últimamente, he tenido momentos difíciles en decir que no a cualquier cosa que pide. Después de que Alec se mudara el año pasado, ella realmente estaba pegada a mi lado. Entonces, después de que él murió, no quería jugar con ninguna de sus amigas. Me pareció alentador que quisiera cenar con Emily, así que le dije que podía quedarse. Estoy segura de que regresará para el momento en que hayamos terminado.

Odiaba la idea de que Chloe no quisiera jugar con sus amigos. Cuando mi propia madre estaba enferma, había pasado por un retraimiento similar.

Viendo hacia atrás, me di cuenta de que tenía miedo de dejarla. Si me iba a algún lugar, algo podría cambiar o pasar. Tanya hizo buenas elecciones por Chloe.

—Eres buena madre.

Estaba sorprendida por mi cumplido.

—Gracias, Edward. Eso significa mucho para mí, viniendo de ti.

Durante la cena, hablamos sobre todo de trabajo. Había olvidado lo fácil que era hablar con ella. Habían pasado años desde que tuvimos una conversación real. Después de terminar nuestra comida, nos serví una segunda copa de vino.

—Esto es bueno —dijo Tanya.

Asentí.

—¿Puedo preguntarte algo personal?

—¿Te detendré si digo que no?

Ella sonrió.

—Probablemente no. ¿Qué pasó entre Isabella y tú?

—Preferiría no hablar de ello.

—Lo entiendo.

Había tantas preguntas sin contestar en mi cabeza. Tal vez finalmente era el momento de obtener algunas respuestas:

—¿Puedo hacerte una pregunta personal?

Sus cejas se elevaron.

—Cualquier cosa.

—¿Estás segura de ello?

—Déjame primero conseguir algo más fuerte que el vino. —Terminé mi segundo vaso de vino mientras Tanya desaparecía en la cocina. Regresó con dos copas de coñac—. ¿Por qué no nos sentamos en la sala?

Tanya se quitó los tacones, luego se me unió en el sofá. Los dos estábamos en silencio, tomando nuestras bebidas por un tiempo. Me quedé mirando el suelo cuando finalmente dije:

—¿Qué te hizo dirigirte a Alec? —Era una pregunta que había pasado la mayor parte de un año preguntándome. Los recientes sucesos obviamente lo habían vuelto a poner de nuevo en mis pensamientos.

Soltó un suspiro audible.

—Me hice la misma pregunta un millón de veces. La respuesta no es tan sencilla. Era egoísta. Me gustó la atención que Alec me dio. Tú estabas tan ocupado y envuelto en el crecimiento de tu negocio que creo que me sentí un poco abandonada. Eso no quiere decir que sea culpa tuya. Porque no lo es. Solo quería ser el centro de tu mundo; la razón por la que te gustaba levantarte de la cama cada mañana. No me malinterpretes, éramos compatibles en tantos niveles. Teníamos nuestro trabajo, y el sexo no era nada más que espectacular. Pero nunca sentí como si fuera el amor de tu vida. Alec me hizo sentir así. El problema fue que, después de que nos separamos y yo estuve con Alec, me di cuenta que él no era la razón por la que yo salía de la cama cada mañana. Tú lo eras.

Miré a Tanya por primera vez. Hace cuatro años nunca podría haber entendido de lo que estaba hablando. Pensé que ella era el amor de mi vida. Hasta que conocí a Isabella. Tuve que obligarme a salir de la cama estos últimos días ya que ella ya no estaba en mi vida.

Asentí.

—Gracias por ser sincera conmigo.

—Es lo menos que podía hacer.

Tragué los restos de la copa y me levanté.

—Creo que necesito otro. ¿Te gustaría rellenar?

—No, gracias.

La siguiente copa alta de alcohol me dejó sintiendo incluso más relajado. Tanya y yo cambiamos nuestra conversación a temas más ligeros, y me acomodé en el sofá cómodamente esperando a mi hija.

—¿Edward? —Su tono había cambiado, y vaciló hasta que estaba mirándola a los ojos—. Lo siento. Sé que lo he dicho antes, pero quiero que sepas que lo digo en serio desde el fondo de mi corazón. Odio haberte lastimado, y me gustaría poder hacer todo de nuevo y devolver todas mis decisiones egoístas.

—Gracias.

—He madurado desde entonces. Tener una hija me enseñó mucho sobre mí. Ya no tengo que ser el centro del universo de nadie, porque ella es el mío.

—Puedo ver eso.

No fue hasta que me levanté para ir al baño una hora más tarde que todo el alcohol realmente me golpeó. Había tenido una bebida en mi oficina antes de irme, dos copas de vino en la cena, y debía ir por el cuarto coñac.
Estar borracho no era una sensación que disfrutaba. La sensación de no estar en un claro estado de ánimo normalmente era algo que despreciaba.
Pero esta noche, se sentía bien. Mis hombros estaban relajados, y la ira que había estado llevando alrededor parecía haberse aligerado un poco también.

Después de que me alivié, fui en busca de otro relleno de mi copa perpetuamente vacía y luego tropecé de regreso a la sala. Tanya no estaba allí, y estaba en silencio. Apuré la mitad de mi copa y cerré los ojos, apoyando la cabeza contra el sofá. Debí haber dormido algunos minutos antes de que la voz de Tanya me despertara.

—Chloe acaba de llamar mientras estaba arriba cambiándome y preguntó si podía dormir en casa de Emily. Estaba tan emocionada. No pude decir que no. Lo siento. Espero que no estés molesto conmigo por no preguntarte primero.

—Mientras ella sea feliz, yo soy feliz. Es tarde. Debería irme de todas formas. —Me levanté del sofá y me tambaleé un poco.

—Por qué no te hago un poco de café primero. Luego puedes llamar a tu chofer o a un taxi, en lugar de tomar un tren.

—Probablemente ésa sea una buena idea. —El sofá era tan cómodo, me dejé caer de espaldas y cerré los ojos. Eso fue lo último que recordé hacer hasta que la voz de Tanya me despertó horas después en medio de la noche.

—¿Edward?

—Mmmm.

—Te quedaste dormido.

—Mierda. —Froté las manos sobre mi rostro—. Lo siento. Me pondré en marcha.
Estaba cubierto con una manta, y el cuarto estaba oscuro, pero la luz del pasillo iluminó la habitación lo suficiente para ver a Tanya delante de mí. Llevaba una larga bata de seda que estaba atada por la cintura.

—Preferiría que te quedaras. Pero… —Desató su bata y la dejó caer.
Dudando, sus manos se alzaron, y deslizó el material sedoso de sus hombros. La bata hizo un charco a sus pies mientras se paraba frente a mí, completamente desnuda—. Te desperté con la esperanza de que vendrías a mi cama en lugar de quedarte en el sofá.


4 comentarios:

JackyC dijo...

Maldita perra 😤
No caigas en su juego Edward por favor...

cari dijo...

Zorra hdp y este idiota q no se da cuenta 😠

Anónimo dijo...

Odiaré mucho a Edward si cae

Laura Natalia dijo...

Zorra Tanya q no tiene mierda mas q hacer.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina