Capitulo 29
Edward
¡Rebecca!
¿Era tan difícil
encontrar gente competente en estos días?
Golpeé el botón del
intercomunicador de nuevo, gritando más fuerte:
—¡Rebecca! —No había forma de
que no pudiera oírme los últimos diez minutos. Toda la condenada oficina tenía
que haberme escuchado, aunque la puerta de mi oficina estaba cerrada. Sin
respuesta, fui en busca de mi secretaria. Su escritorio estaba vacío, y parecía
que no estaba hoy, aunque estaba sentada allí cuando entré hace solo tres
horas. Gruñendo con un montón de papeles, me dirigí a recepción.
—¿Dónde está Rebecca?
—¿Quién?
—Mi secretaria. De
nuevo no está en su escritorio.
—Oh. Se refiere a
Eliza.
—Lo que sea. ¿Dónde
está?
—Renunció esta
mañana, señor Cullen.
—¿Ella qué?
—Renunció.
—Jesucristo. Ya es
imposible encontrar personal fiable. —Tiré el montón de papeles que estaba
sosteniendo en el escritorio de la recepción— . Necesito cinco juegos de estos.
Un poco después,
llamaron a mi puerta:
—¿Qué?
La recepcionista
sostenía las fotocopias que había pedido, junto con un montón de periódicos.
—¿Dónde quiere las
copias?
Señalé con mi dedo,
sin levantar la vista de mi trabajo:
—En el aparador.
—No ha sacado sus
periódicos del buzón esta semana, así que se los traje.
—No los quiero.
Unos minutos después,
todavía no había levantado la vista, y me di cuenta de que la recepcionista
todavía estaba en mi oficina. Suspirando, la reconocí, no que quisiera hacerlo.
Pero al ver que estaba parada en el otro lado de mi escritorio mirándome, me
dejaba poca elección:
—¿Qué?
—Ava. Mi nombre es
Ava.
—Lo sé.
—¿Puedo decirle algo,
señor Cullen?
Lancé mi pluma sobre
el escritorio:
—Ya me has
interrumpido, así que escupe lo que sea que te gustaría decir, y acaba de una
vez.
Asintió.
—He trabajado aquí
durante dos años.
¿De verdad?
—Y…
—¿Sabe cuántas
secretarias tuvo en ese tiempo?
—No tengo idea. Pero
ya que estás desperdiciando mi tiempo, voy a suponer que estás a punto de
iluminarme.
—Cuarenta y dos.
—En una ciudad de
este tamaño, es condenadamente increíble lo difícil que es encontrar buena
ayuda.
—¿Sabe por qué se
van?
—No estoy seguro de
que me importe.
—Se van porque usted
generalmente es un jefe tirano.
Mis cejas saltaron.
—¿De verdad, Ava?
—Lo es, señor Cullen.
—Entonces, ¿por qué
sigues aquí? Acabas de decir que has estado aquí por dos años.
Se encogió de hombros.
—Mi padre solía ser
como usted. Además, no tenemos tanta interacción ya que estoy en recepción todo
el día. La mayoría de los días usted pasa zumbando a mi lado y ni siquiera
reconoce mi existencia. Lo que está bien para mí.
—¿Y tú punto en todo
esto es…? ¿Estás tratando de terminar tu racha de dos años soportándome?
Porque en diez segundos, creo que tendrás éxito.
—No, señor. El punto
que quería hacer es que… bueno… hace algunos meses usted empezó a cambiar.
Eliza, su secretaria, estuvo aquí por casi seis semanas, y de hecho parecía
gustarle su trabajo.
Me le quedé mirando,
pero no dije nada, obligándola a seguir.
—Hasta hace algunos
días. Cuando el Enojado Señor Cullen regresó.
No sé lo que sucedió,
pero sea lo que sea, lo siento. Y espero que consigamos que el Amable Señor Cullen
regrese muy pronto.
¿Amable Señor Cullen?
Él
era el imbécil al que pisotearon.
—¿Ya has terminado,
Ava?
—Así es. Lo siento si
lo molesté. Solo quería decir que parecía feliz. Y ahora no lo es.
Cogí mi pluma y procedí
a enterrarme de nuevo en mi trabajo. Ava se dio por aludida esta vez. Justo
cuando estaba a punto de salir, le pregunté:
—¿Qué le paso a tu
padre?
—¿Perdone?
—Dijiste que tu padre solía
ser como yo.
—Oh. Conoció a mi
madrastra. Ahora es diferente.
—Deja los periódicos
en el aparador y no dejes que la puerta te golpee en el trasero cuando salgas.
***
Me serví un trago y
me quedé mirando por la ventana de mi oficina. Ya estaba oscuro. Durante los
últimos tres días, salí de la casa antes de que saliera el sol y regresé a
mitad de la noche. Estaba exhausto, y no tenía nada que ver con mi falta de
sueño. La ira que estaba cargando era físicamente agotadora. La sangre hervía
en mis venas. Estaba angustiado, rechazado, traicionado, lleno de furia. El
dolor apretó el frío músculo que había reemplazado el cálido corazón dentro de
mi pecho; un corazón que había empezado a descongelarse después de conocer a Isabella.
Me habían traicionado
antes. Joder, Tanya y Alec eran mi mejor amigo y prometida. Cuando la mierda
cayó con ellos, había perdido a dos personas que habían formado gran parte de
mi vida durante años. Sin embargo, esa pérdida no se sentía como esta. No, no
había comparación.
Esto era
completamente devastador; el tipo de pérdida que sientes cuando pierdes a
alguien con la muerte. Todavía no podía superar lo que me había hecho Isabella…
lo que nos había hecho. Nunca hubiera pensado que era capaz de ser infiel. La
mujer de la que me enamoré era abierta y sincera. Me hizo preguntarme si la
había conocido en absoluto.
Mi teléfono vibró en
mi bolsillo, y justo como lo hice durante los últimos tres días, mis esperanzas
se elevaron anhelando ver el nombre de Isabella destellar en la pantalla. Pero,
por supuesto, no lo era; se había ido. Devoré el contenido de mi copa y
respondí.
—Tanya.
—Edward. ¿Qué pasa?
¿Dónde has estado?
—He estado ocupado.
—Chloe está empezando
a hacer preguntas. Has cancelado verla dos noches seguidas. Está muy vulnerable
ahora después de perder a Alec y necesita consistencia. Ella te necesita,
Edward. De alguna manera, ya se ha encariñado.
Cerré los ojos. Lo
último que quería hacer era defraudar a Chloe. Había cancelado porque no quería
que me viera de esta forma; infeliz y enojado.
Pero ahora era un
padre. Tenía que sacar la cabeza de mi culo por el bien de mi hija.
—Lo siento. No va a
suceder de nuevo.
—¿Qué te pasa?
—Nada que te
preocupe.
—¿Está pasando algo
con esa novia tuya?
Ignoré su pregunta.
—¿Y si voy a
desayunar por la mañana y luego llevo a Chloe a la escuela?
—Eso estaría bien.
—El teléfono se quedó en silencio por un minuto—.
Chloe no es la única
que te extraña, Edward. Me gusta tenerte cerca.
—Te veré mañana a las
siete, Tanya.
Después de colgar,
puse mi vaso vacío en el aparador. La pila de periódicos que Ava había dejado
todavía estaba allí. The City Post, el periódico en que Pregunta a Alice
era impreso cada día. Escogí el de arriba y me le quedé viendo. Había
evitado intencionadamente acercarme al periódico, incapaz de confiar en mí mismo
para no buscar la columna de Pregunta a Alice por señales de las palabras
de Isabella. Lo último que necesitaba era leerla dando consejo a algún pobre
arrastrado sobre el tema de amor o engaño. De ninguna jodida manera.
Tiré el periódico de nuevo en la pila y decidí dejarlo por hoy.
***
—Mami dijo que te
gustaban las bananas en tus panqueques. —Chloe y yo estábamos sentados en la
mesa del comedor terminando nuestro desayuno y leche de fresa. Tanya había
subido para vestirse para ir a trabajar.
—Así es. Y también
las chispas de chocolate. Mi abuela solía hacer panqueques de banana con
chispas de chocolate para mí todo el tiempo cuando tenía tu edad. —Me incliné
hacia mi hija y susurré—: ¿Quieres saber un secreto?
Asintió rápido con la
cabeza.
—A veces los hace
para mí. Y son incluso mejores que los de tu mamá.
Chloe se carcajeó. El
sonido era la mejor medicina en el mundo para mí; nada pudo detener a mi rostro
de sonreír cuando oí eso. Me había mantenido alejado de mi hija para protegerla
de lo que estaba sintiendo, preocupado de que mi mal humor fuera contagioso.
Sin embargo, la realidad era al revés; era la disposición naturalmente
despreocupada de Chloe la que era contagiosa. Esta preciosa niñita había
perdido a un hombre al que amaba como su padre hace solo algunos meses, y aun
así aquí estaba sonriendo. Si ella podía hacerlo, yo también podría. Mi hija
fue inspiradora.
Me acerqué y tomé sus
mejillas.
—Te he extrañado,
cariño.
—No has venido a
verme por unos días.
—Lo sé. Lo siento.
Estaba atrapado en algo. Pero eso no volverá a suceder.
—¿Podemos ir a ver a
tu abuela un día para desayunar?
No solo era
inspiradora, sino que también estaba llena de buenas ideas.
—A ella le
encantaría. Le he contado todo de ti, y no puede esperar a conocerte.
—¿También puede venir
Isabella?
Mi pecho se apretó
incluso por la mención de su nombre. De hecho, todavía podía imaginar a los
cuatro juntos. Las tres mujeres más importantes de mi vida y yo. Mi hija, Meme,
y la mujer que amaba. Era crudo hablar, pero no le mentiría a mi hija.
—Lo siento, Chloe. No
podrá venir con nosotros. ¿Pero tal vez tú y yo podamos ir juntos este fin de
semana?
Tanya escogió ese
momento para regresar al comedor.
—¿Estás enojado con Isabella?
—Mis ojos se encontraron brevemente con Tanya antes de responder a mi hija.
—Algunas veces las
cosas no funcionan entre los adultos y dejan de verse.
—¿Por qué no
funcionaron las cosas contigo y con Isabella? Me gustaba.
Tomé una respiración
profunda.
—También me gustaba.
—Viendo mi reloj, cambié de tema—. Vas a llegar tarde si no nos movemos. Pensé
que te dejaría en la escuela hoy, ¿si está bien contigo?
Chloe corrió a
recoger sus cosas mientras Tanya y yo limpiábamos los últimos platos de la mesa
del comedor.
—¿Quieres venir a
cenar con nosotros esta noche? Estoy haciendo otro de tus favoritos, pollo a la
parmesana.
Había asumido que Tanya
iba a intentar discutir lo que acababa de escuchar de mí y de Isabella. Estuve
aliviado cuando pareció seguir adelante. Tal vez Tanya y yo pudiéramos hacer esto
de la co-paternidad mejor de lo que anticipé.
—Me gustaría.
Gracias.
***
Tanya estaba toda
arreglada cuando llegué, usando un vestido azul muy apropiado que mostraba su
figura. Ella siempre fue una mujer hermosa, pero la maternidad parecía haber
agregado un poco a sus curvas haciéndola más voluptuosa. Le entregué una
botella de su merlot favorito que había recogido en mi camino. Me había estado
alimentando durante las últimas semanas; era lo menos que podía hacer para no
aparecer con las manos vacías.
—¿Vas a salir esta
noche?
—No. No estaba
pensando en ello. ¿Por qué lo preguntas?
—Te ves… bien.
Sonrió.
—Gracias.
—De nada.
—Tengo que remover la
pasta. ¿Por qué no entras en la cocina y nos abres el vino?
Tanya sacó dos copas
de cristal del armario, y descorché la botella mientras iba a trabajar en la
estufa.
—¿Chloe está arriba?
—De hecho, todavía no
está en casa. Su mejor amiga, Emily, la invitó a una cita de juegos. La mamá de
Emily llamó hace un rato para preguntar si podía quedarse a cenar. Espero que
no te importe. Últimamente, he tenido momentos difíciles en decir que no a cualquier
cosa que pide. Después de que Alec se mudara el año pasado, ella realmente
estaba pegada a mi lado. Entonces, después de que él murió, no quería jugar con
ninguna de sus amigas. Me pareció alentador que quisiera cenar con Emily, así
que le dije que podía quedarse. Estoy segura de que regresará para el momento
en que hayamos terminado.
Odiaba la idea de que
Chloe no quisiera jugar con sus amigos. Cuando mi propia madre estaba enferma,
había pasado por un retraimiento similar.
Viendo hacia atrás,
me di cuenta de que tenía miedo de dejarla. Si me iba a algún lugar, algo
podría cambiar o pasar. Tanya hizo buenas elecciones por Chloe.
—Eres buena madre.
Estaba sorprendida
por mi cumplido.
—Gracias, Edward. Eso
significa mucho para mí, viniendo de ti.
Durante la cena,
hablamos sobre todo de trabajo. Había olvidado lo fácil que era hablar con
ella. Habían pasado años desde que tuvimos una conversación real. Después de
terminar nuestra comida, nos serví una segunda copa de vino.
—Esto es bueno —dijo Tanya.
Asentí.
—¿Puedo preguntarte
algo personal?
—¿Te detendré si digo
que no?
Ella sonrió.
—Probablemente no.
¿Qué pasó entre Isabella y tú?
—Preferiría no hablar
de ello.
—Lo entiendo.
Había tantas
preguntas sin contestar en mi cabeza. Tal vez finalmente era el momento de
obtener algunas respuestas:
—¿Puedo hacerte una
pregunta personal?
Sus cejas se
elevaron.
—Cualquier cosa.
—¿Estás segura de
ello?
—Déjame primero
conseguir algo más fuerte que el vino. —Terminé mi segundo vaso de vino
mientras Tanya desaparecía en la cocina. Regresó con dos copas de coñac—. ¿Por qué
no nos sentamos en la sala?
Tanya se quitó los
tacones, luego se me unió en el sofá. Los dos estábamos en silencio, tomando
nuestras bebidas por un tiempo. Me quedé mirando el suelo cuando finalmente
dije:
—¿Qué te hizo
dirigirte a Alec? —Era una pregunta que había pasado la mayor parte de un año
preguntándome. Los recientes sucesos obviamente lo habían vuelto a poner de
nuevo en mis pensamientos.
Soltó un suspiro
audible.
—Me hice la misma
pregunta un millón de veces. La respuesta no es tan sencilla. Era egoísta. Me
gustó la atención que Alec me dio. Tú estabas tan ocupado y envuelto en el
crecimiento de tu negocio que creo que me sentí un poco abandonada. Eso no
quiere decir que sea culpa tuya. Porque no lo es. Solo quería ser el centro de
tu mundo; la razón por la que te gustaba levantarte de la cama cada mañana. No
me malinterpretes, éramos compatibles en tantos niveles. Teníamos nuestro
trabajo, y el sexo no era nada más que espectacular. Pero nunca sentí como si
fuera el amor de tu vida. Alec me hizo sentir así. El problema fue que, después
de que nos separamos y yo estuve con Alec, me di cuenta que él no era la razón
por la que yo salía de la cama cada mañana. Tú lo eras.
Miré a Tanya por
primera vez. Hace cuatro años nunca podría haber entendido de lo que estaba
hablando. Pensé que ella era el amor de mi vida. Hasta que conocí a Isabella.
Tuve que obligarme a salir de la cama estos últimos días ya que ella ya no
estaba en mi vida.
Asentí.
—Gracias por ser
sincera conmigo.
—Es lo menos que
podía hacer.
Tragué los restos de
la copa y me levanté.
—Creo que necesito
otro. ¿Te gustaría rellenar?
—No, gracias.
La siguiente copa
alta de alcohol me dejó sintiendo incluso más relajado. Tanya y yo cambiamos
nuestra conversación a temas más ligeros, y me acomodé en el sofá cómodamente
esperando a mi hija.
—¿Edward? —Su tono
había cambiado, y vaciló hasta que estaba mirándola a los ojos—. Lo siento. Sé
que lo he dicho antes, pero quiero que sepas que lo digo en serio desde el
fondo de mi corazón. Odio haberte lastimado, y me gustaría poder hacer todo de
nuevo y devolver todas mis decisiones egoístas.
—Gracias.
—He madurado desde
entonces. Tener una hija me enseñó mucho sobre mí. Ya no tengo que ser el
centro del universo de nadie, porque ella es el mío.
—Puedo ver eso.
No fue hasta que me
levanté para ir al baño una hora más tarde que todo el alcohol realmente me
golpeó. Había tenido una bebida en mi oficina antes de irme, dos copas de vino
en la cena, y debía ir por el cuarto coñac.
Estar borracho no era
una sensación que disfrutaba. La sensación de no estar en un claro estado de
ánimo normalmente era algo que despreciaba.
Pero esta noche, se
sentía bien. Mis hombros estaban relajados, y la ira que había estado llevando
alrededor parecía haberse aligerado un poco también.
Después de que me
alivié, fui en busca de otro relleno de mi copa perpetuamente vacía y luego
tropecé de regreso a la sala. Tanya no estaba allí, y estaba en silencio. Apuré
la mitad de mi copa y cerré los ojos, apoyando la cabeza contra el sofá. Debí
haber dormido algunos minutos antes de que la voz de Tanya me despertara.
—Chloe acaba de
llamar mientras estaba arriba cambiándome y preguntó si podía dormir en casa de
Emily. Estaba tan emocionada. No pude decir que no. Lo siento. Espero que no
estés molesto conmigo por no preguntarte primero.
—Mientras ella sea
feliz, yo soy feliz. Es tarde. Debería irme de todas formas. —Me levanté del
sofá y me tambaleé un poco.
—Por qué no te hago
un poco de café primero. Luego puedes llamar a tu chofer o a un taxi, en lugar
de tomar un tren.
—Probablemente ésa
sea una buena idea. —El sofá era tan cómodo, me dejé caer de espaldas y cerré
los ojos. Eso fue lo último que recordé hacer hasta que la voz de Tanya me
despertó horas después en medio de la noche.
—¿Edward?
—Mmmm.
—Te quedaste dormido.
—Mierda. —Froté las
manos sobre mi rostro—. Lo siento. Me pondré en marcha.
Estaba cubierto con
una manta, y el cuarto estaba oscuro, pero la luz del pasillo iluminó la
habitación lo suficiente para ver a Tanya delante de mí. Llevaba una larga bata
de seda que estaba atada por la cintura.
—Preferiría que te
quedaras. Pero… —Desató su bata y la dejó caer.
Dudando, sus manos se
alzaron, y deslizó el material sedoso de sus hombros. La bata hizo un charco a
sus pies mientras se paraba frente a mí, completamente desnuda—. Te
desperté con la esperanza de que vendrías a mi cama en lugar de quedarte en el
sofá.
4 comentarios:
Maldita perra 😤
No caigas en su juego Edward por favor...
Zorra hdp y este idiota q no se da cuenta 😠
Odiaré mucho a Edward si cae
Zorra Tanya q no tiene mierda mas q hacer.
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