Capitulo
4
Juguetes Defectuosos
Isabella
―¿Bella?
Sentí dedos en mi
rostro. Parpadeando, levanté la mirada a la pequeña taza de té frente a mí.
―Gracias ―le susurré
a la secretaria de Rosalie mientras se iba.
Rosalie se sentó en
su escritorio, colocando las manos sobre los papeles.
Su oficina era, en
una palabra, pulcra, todas las superficies blancas o grises.
―¿Estás bien?
―preguntó, poniendo mi atención de nuevo en ella.
―Estoy bien, es sólo
que pasé la mañana hablando con estudiantes universitarios sobre lo asombroso
que es ser yo. ―Me obligué a reír, lo que sonó más lamentable de lo que
esperaba.
―Quizás esto mejorará
un poco tu día. ―Deslizó el documento hacia mí―. Todo lo que necesitamos es tu
firma, y quedarás libre de tu contrato. Estuvieron de acuerdo con todos
nuestras condiciones e incluso nos dieron una bonificación por despido más
grande… ¿por qué no te ves feliz?
No me había dado
cuenta que había dejado de respirar hasta que me habló directamente. Tomando
una profunda respiración, dejé la taza en su escritorio y tomé la pluma.
―Todo lo que tengo
que hacer es firmar, ¿verdad? ―pregunté, leyéndolo apenas.
―Sí, ellos ya han
firmado. ―Cuando dijo ellos, se refería a él.
Clavé la pluma justo
en el centro del papel antes de arrastrarla hacia abajo, desgarrándolo hasta el
final.
―¿Qué estás haciendo?
―¿Hice algo mal? ―le pregunté.
―¿Qué?
―¿Hice algo mal? Creo que no. Entonces, ¿por qué soy yo la
que huye? ¿Por qué me siento como la otra mujer que deben pagarle para mantener
su boca cerrada, acepar dinero y desaparecer?
―Bella…
―¿Cuánto más dura el contrato?
―Cinco meses, pero Bella…
―Trabajaré hasta que termine, y sólo entonces, me iré. Así
que, llámalo y dile que estaré esperado el próximo proyecto. ―Me puse de Swan,
tomando mis cosas.
―¡Bella! Detente por un segundo. ―Rosalie caminó frente a
mí―. Entiendo lo que dices, de verdad, pero no deberías pasar por esta clase de
abuso emocional por el amor a tu orgullo. No hay nada malo con cerrar el libro
con respecto a él y todo esto. No es huir.
―Para mí sí. ―Me siento como si tuviera que estar avergonzada
de algo―. Estoy cerrando el libro y dejando todo esto detrás de mí, y necesito
hacerlo con fortaleza. Cinco meses. Puedo lidiar con eso… no es como si
estuviera ahí todos los días. Puede que lleve dos o tres sesiones de fotos.
Gracias por tu preocupación, pero, por favor, sólo haz lo que pedí y hazles
saber.
―Bien, los llamaré. ―Se apartó de mi camino.
―Gracias ―dije dirigiéndome a la salida. De alguna manera, me
las arreglé para mantenerme calmada hasta que subí al ascensor. Sola, apoyé mi
frente contra la pared.
No sólo era hermosa y educada, sino también extremadamente
inteligente. ¿Cómo te comparas con eso? Su voz se repetía en mi mente, como un
cuchillo en mi alma. Lo peor, no importa cuán profundo estuviera herida, no
podía estar enojada con él. ¿Qué me importaba si no pensaba que era lo
suficientemente buena? Ni siquiera lo conocía realmente, y él tampoco. Era
bueno que piense tan bien de ella; había querido casarse con ella, así es como
se suponía que debía pensar. Tu esposa es la persona a la que se supone que le
dedicarías el resto de tu vida; ¿no debería ser la persona más perfecta para
ti? Ella era su persona. Si la situación fuera a la inversa, habría dicho lo
mismo. Lo que me dolía era el hecho de que Peter, mi persona, también pensó que
no era buena. Peter me conocía, había visto lo mejor y lo peor de mí, y a sus
ojos, todavía no era lo suficientemente buena.
Dirigiéndome hacia mi bicicleta, intenté concentrarme en las
personas pasando a mi lado en lugar de mis oscuros pensamientos. Alcancé mi
bolso, saqué la cámara, y me hice a un lado en mi bicicleta mientras tomaba un par de
fotografías. El mundo lucía mucho mejor a través de una lente. Quizás era
debido a que podía detener el tiempo por un segundo y mirar detalladamente a
las personas alrededor de mí.
Nueva York está tan lleno de gente, todo el mundo tiene
prisa, conociendo personas pero apenas conectando con ellas, apenas confiando
verdaderamente en el otro.
Yendo hacia adelante, disfruté de la brisa mientras me
dirigía de vuelta a casa. Fue un corto viaje de regreso, por suerte. Tuve el
impulso de pintar de nuevo. Llegando a mi edificio, llevé mi bicicleta hacia la
entrada cuando una niña pasó corriendo a mi lado, dejando caer su osito de
peluche y casi tirándome. Un brazo del oso estaba rasgado, uno de sus ojos de
botón no estaba y se le estaba saliendo el relleno por la parte trasera.
―Lo siento. Está muy emocionada. ―Un hombre rubio con una
sombra de barba que ya parecía una barba completa en mi opinión, mirándome a
través de esas gafas negras gruesas sobre su nariz. Era lindo de una forma
nerd.
―Está bien. Ten, ella tiró esto. ―Le tendí el oso de peluche.
―Eres la nueva inquilina del 34B, ¿verdad? ―Extendió la
mano―. Soy Emmet McCarty. Vivo en el 32C, dos pisos abajo. Encantado de
conocerte.
―Isabella Swan, pero puedes llamarme Bella. Encantada.
―Estreché su mano.
―¡PAPÁ! ―grito la niña desde la puerta principal.
―Bienvenida de nuevo ―dijo antes de correr rápidamente detrás
de su hija.
Reí al ver al oso de peluche colgar inútilmente bajo su brazo
antes de ir hacia el elevador. La última cosa que esperaba cuando llegué a mi
piso fue ver a Edward apoyado contra su puerta con una botella de vino en una
mano y una bolsa de papel en la otra. Había cambiado su traje a medida por unos
vaqueros oscuros y una camisa a botones.
No dije nada, empujando mi bicicleta por la puerta. Él
tampoco me miro, haciéndome preguntar de nuevo cómo infiernos terminé siendo su
vecina.
―Lo siento ―dijo mientras colocaba la llave en la puerta.
Volteándome, me fijé si no había nadie más en el pasillo.
―Sí, te estoy hablando a ti. ―Se levantó del piso y me
enfrentó―. Lamento lo que dije, fue… fui un idiota. Estoy aquí para hacer una
tregua. ―Levantó el vino hacia mí, junto con la bolsa.
Apartando la mirada, abrí la
puerta.
―Estoy bien.
―Sé que no.
Me sentía irritada de nuevo.
―Sé que no estás bien porque yo no estoy bien. Decimos eso
porque en realidad no sabemos cómo nos sentimos en un momento dado, y es
demasiado difícil explicarles a los demás.
Le eché un vistazo.
Una vez más, levanto la botella.
―¿No eres un médico? ¿No deberías estar trabajando o algo en
lugar de beber a medio día?
―Debería, pero he trabajado más horas de lo que permite
nuestro hospital. Estuve trabajando sin parar por un mes cuando debería haber
estado en mi luna de miel ―respondió honestamente.
Sus ojos… sus ojos estaban como los míos: heridos. Lo
escalofriante de la realidad es que todos nuestros monstruos eran humanos…
humanos que tienen la habilidad de hacerte beber con gente que ni conoces.
Quitándole el seguro a mi puerta, la mantuve abierta para que
pasara, colocando mi bici a un lado de la puerta.
―Sigues sin tener muebles ―dijo, mirando el espacio abierto.
Tenía razón, mi apartamento estaba vacío. Mi sala de estar no
tenía nada más que un televisor montado en la pared y mi gran ventanal con
vista a la ciudad, con una almohada al lado donde suelo sentarme.
―Menos muebles, más espacio para trabajar ―respondí,
quitándome los zapatos y dirigiéndome a la cocina―. Pero, tengo copas de vino.
―¿No tienes un estudio o algo? ―Su mirada todavía vagaba.
No estaba segura qué buscaba.
―Sí, pero tengo mucha más inspiración cuando estoy en casa.
Es mucho más sencillo sólo tomar un lienzo en blanco aquí que correr hacia mi
estudio. Lo reservo para proyectos más grandes y planeados. ¿Por qué? ―Le tendí
la copa y el sacacorchos.
Se encogió de hombros.
―Sigo pensando cómo puedes vivir de esas cosas.
―Esas cosas es el
trabajo de mi vida…
―No pretendo ser un idiota, sólo pregunto. ―Sacó galletas de
la bolsa y destapó el vino, luego, sirvió una copa para cada uno.
Así que, ser un idiota ya está en su sistema. Tomando la copa,
caminé hacia la sala de estar y me senté entre la pared y la ventana.
Me siguió, caminando alrededor de Taigi, que estaba recostado
cerca de la puerta, dando patadas mientras soñaba. Edward se sentó en el piso
frente a mí, pero ninguno habló. Luego, Taigi decidió soltar un gas, y la
expresión del rostro de Edward me hizo reír.
―Esa es una gran forma de romper la tensión ―murmuró, negado
hacia mi perro―. Honestamente no pensé nada más luego de la parte de “Lo
siento”. De hecho, pensé que me cerrarías la puerta en la cara.
―Estaba tentada a hacerlo ―dije y bebí. Oh, mierda, esto
es delicioso.
―Es bueno, ¿verdad? ―Sonrió.
Frunciendo el ceño, me encogí de hombros.
―Está bien.
Maldito fuera.
―Debería haberte sólo cerrado la puerta. ―Bebí un poco más.
Me incliné contra mi ventana antes de dar un sorbo de nuevo.
―¿Por qué no lo hiciste?
―¿Honestamente?
Asintió.
―No podía después de que me dijiste que trabajaste cuando se
suponía que tenías que estar de luna de miel.
―Entonces, es lástima de nuevo. ―Hizo una mueca, terminando
su copa y sirviéndose más.
―Nunca te tuve lastima, ¿cómo podría? Tú y yo estamos en el
mismo bote. Es más comprensión. Al igual que tú sabías que no estaba bien.
Nuevamente, estuvimos en silencio por un momento.
―Sabes ―digo en voz baja, terminando mi copa antes de hablar
de nuevo―, me refiero a que todavía ninguno de los dos realmente se presentó
apropiadamente. No sé nada de ti.
Llenó mi copa.
―Mi nombre es Edward Cullen, mido casi un metro ochenta y
ocho, ochenta y tres kilos, treinta y un años hace dos días, nací el veintitrés
de junio. También soy neurólogo en el presbiteriano de Nueva York. Mi hermano
menor le presento a mi prometida su amante, y huyó con él el día de nuestra
boda. Encantado de conocerte.
Reí, enderezándome con el fin de presentarme.
―Isabella Swan, exactamente mido un metro ochenta, mi peso no
es de tu incumbencia, veinticuatro años desde el trece de febrero. También soy
artista y fotógrafa. Mi prometido me llevó como acompañante a una boda, sólo
para huir con la novia, dejándome sin forma de regresar a casa. Encantada, Edward.
―Salud. ―Levantó su copa y luego de tintinear las copas,
bebimos.
―Bien, esto está realmente bueno. ―Levanté la botella para
leer el nombre―. ¿Red Savannah Sun? Nunca he escuchado esto antes.
―Eso es porque fue hecho por mi padre y no se vende en
tiendas. ―Tomó la botella de nuevo, una vez más sirviendo―. Por cierto, eres
mucho más joven de lo que pensé.
Me di cuenta que cambió de tema rápidamente, pero no me
detuve con eso.
―¿Qué edad pensabas que tenía?
Me miró de arriba abajo.
―Veintiocho o veintinueve…
―¡Veintinueve!
―¿Un veintinueve decente? ―intentó salvarse―. En mi defensa,
estás dando consejos de vida a universitarios como si tuvieras muchísima
experiencia. Probablemente te graduaste, ¿qué, hace un año?
―Intenta tres. ―Hice mala cara, bebiendo―. ¿Cuántos años
tiene ella? ―Sabía que estaba caminando en la cuerda floja, pero por
alguna razón, de verdad quería saber acerca de ella.
―Treinta y uno.
Refunfuñé, apoyándome hacia atrás, contra la pared.
―¿Qué?
―Peter tiene veintisiete. ¿Generalmente no prefieren a la
mujer más joven? Ella debe tener algo.
Se tensó por el nombre de Peter por un momento antes de sacar
su celular.
Vi la foto de Charlotte y él
de fondo. Estaban abrazados, riendo. No se veía tan mal con esa sonrisa en su
rostro.
Lo sostuvo lo suficientemente bajo para poder observar
mientras abría el menú de configuración, intentando cambiar la foto pero
deteniéndose en el último paso.
―Urgh, soy lamentable ―se burló, cerrando de golpe el
teléfono.
―Ambos lo somos. ―Levanté mi celular para mostrarle mi fondo
de pantalla.
―¿Eso es…?
―¿La foto que me enviaste después que pasteaste su trasero?
Sí, lo es. ―Sonreí hacia la imagen antes de fruncir el ceño―. Me da un poco de
satisfacción cada vez que lo veo, pero ¿eso significa que no lo estoy
superando? He seguido adelante, corté todo contacto, incluso me las arreglé
para dejar algunos de los regalos que me dio, sin embargo, sigo sin superarlo.
Me quitó mi teléfono y me tendió el suyo.
―Cambia la imagen, y disfruta el hecho que ellos no van a
estar juntos mucho tiempo.
―¿Cómo sabes eso?
―Porque he pensado sobre eso millones de veces desde que
huyeron. ¿Cuándo podrían haber estado juntos? Charlotte es una adicta al
trabajo como yo. Entre nosotros y el hospital, no tenía mucho tiempo libre,
entonces, ¿cómo podría haber tenido otra relación? Así me di cuenta que
probablemente no era una relación, sólo sexo. Debe haber sido muy emocionante,
escaparse, preguntarse si alguno de nosotros se iba a enterar. Pero, una
relación basada en nada más que sexo y emociones, no dura. Cualquier pareja con
órganos funcionales puede tener una buena follada, pero, créeme, eso no cambia
lo vacío y significativo que realmente es. Puede que no lo noten ahora, pero un
día lo harán. ―Levantó la mirada hacia mí, mostrándome el nuevo fondo de
pantalla de un bebé panda―. O, por los menos, eso es lo que me digo a mí mismo.
―Entonces, también me diré eso a mí misma ―respondí,
cambiando la foto de él.
―Sin vergüenza promocionando tu trabajo, por lo que veo ―dijo
cuando le regresé su teléfono. Lo había cambiado a una de mis pinturas en óleo
de un niño bajo la lluvia.
―Una chica tiene que comer ―bromeé, aceptando mi celular.
Sin importar lo mal que
habíamos terminado Peter y yo, por los menos, nunca podría decir que nuestra
relación fue vacía y sin significado.
Edward
Gruñendo, me volteé y
tomé mi teléfono mientras vibraba y zumbaba en el piso. Mi cabeza se sentía
como si se abriría.
Urgh, bebí demasiado.
―Dr. Cullen. ―Bostecé
en el teléfono.
―Edward, ¿dónde
estás? ¿Estás bien?
Mi madre sonaba mucho
más preocupada de lo que debería, dado a que era un hombre adulto.
―Estoy bien, mamá…
―Entonces, ¿olvidaste
nuestro desayuno?
―No, nuestro desayuno
es a las… ―Levanté mi muñeca para ver la hora: quince minutos para el
mediodía―. Mierda.
―¿Por qué hablas tan
fuerte? ―dijo nadie más que Isabella, hecha un ovillo a mi lado en el suelo de
su sala de estar. Su cabello castaño oscuro cubría la mitad de su rostro, baba
se filtró por la comisura de su boca.
Eso es
definitivamente atractivo, pensé sarcásticamente mientras me senté, mi espalda
dolorida por estar acostado en el piso.
―¿Quién era esa? ―Mi
mamá seguía en la línea.
―Mamá, ¿ahora dónde
estás? Me encontraré contigo en veinte minutos.
―Acabo de llegar a tu
apartamento…
―¿Qué? ―grité
mientras corría hacia la puerta. Había esperado encontrarme con ella a mitad
del pasillo, pero, cuando abrí la puerta, ahí estaba, vestida con un traje
melocotón suave, su cabello detrás de sus orejas. Con el teléfono aún en su
mano y un plato de pastelillos recién horneados en la otra, se volteó,
mirándome con confusión.
―¿Por qué estás…?
―¿A qué le gritas tan
temprano por la mañana? ―Isabella se levantó con torpeza de la sala de estar,
viniendo hacía mí. Frotó sus ojos y bostezó, su perro aproximándose para
acostarse a su lado.
La miré fijamente,
sin palabras, antes de mirar a mi madre de nuevo, sus ojos se agrandar cuando
se dio cuenta; no me gustaba lo que sea que estaba pensando en ese momento.
―Mamá, esta es Isabella Swan.
Cuando dije “mamá”, vi que Isabella giró la cabeza
rápidamente hacia mi madre.
―Wow, esto se ve muy mal. Estuvimos bebiendo anoche… no,
quiero decir… mierda, no pasó nada ―divagó, queriendo golpear mi cabeza contra
la viga de la puerta al instante y pedirle que se calle.
Mi madre dio un paso adelante, una sonrisa creciendo en su
rostro.
―Espera, ¿dijiste Isabella Swan? ¿Como la artista?
―Sí ―respondí―. Y, estoy seguro que tiene mucho trabajo que
hacer.
―Sí, mucho trabajo ―repitió ella.
Salí de su apartamento.
―Deberíamos irnos…
―Espera.
Mi madre se apartó de mí mientras intentaba llevarla a mi
casa.
―Íbamos a ir a la cafetería de la 5ª. Por favor, acompáñanos.
He estado intentando ir a tu estudio en semanas, pero es malditamente
imposible.
―No estoy realmente presentable.
Eso diría.
Mi madre rió.
―¿Presentable? ¿A quién te estás presentando? Estás preciosa.
Tosí por eso.
Isabella me miró antes de regresar su atención a mi madre.
―No te preocupes por él, está preocupado que lo avergonzaré.
Pero, hice pastelillos. ―Le regaló uno a Isabella, que me miró como si fuera a
gritar por ayuda.
Abrí mi boca para decir algo… cualquier cosa, pero nada
salió. Colocando mi mano sobre mi boca, negué, no muy seguro de qué hacer con
la situación.
¿Por qué nos quedamos dormidos? Nos habíamos
emborrachado y hablamos toda la noche sobre nuestras vidas de mierda… vagamente
recuerdo regresar por más vino antes que todo fuera borroso.
―Está bien, ¿qué tal si los veo allí en media hora, les
parece?
Ella cedió… fue débil.
Charlaron por un segundo más
antes de que mi madre la dejara ir, y abrí la puerta de mi apartamento. Cuando
estuvimos dentro, me golpeó en el hombro.
―¡Mamá!
―¡Cómo puede ser que seas vecino de Isabella Swan, sabiendo
muy bien lo enamorada que estoy de sus trabajos, y no decir ni una palabra!
Poniendo los ojos en blanco, caminé hacia la cocina, tomando
una aspirina y agua.
―Porque para mí no es Isabella Swan. Ella es la prometida del
hombre que huyó con Charlotte.
―¿Qué? ¿Era ella? ―susurró lentamente, sentándose en mi sofá,
probablemente toda la escena reproduciéndose en su mente.
―¿Te refieres a la segunda persona más humillada el día de mi
boda? Sí, era ella. Peter Evans era su prometido.
―Está ciudad es malditamente pequeña.
En realidad, lo era.
Que
les pareció ya se van a empezar a llevar bien bueno nos vemos el sábado muchas
gracias a todas por sus comentarios y por leer las chicas que me piden que las
etiquete por facebook se me complica un poco por a veces no me sale los nombres
pero muchas gracias por seguir la adaptación les invito a unirse al grupo de
facebook mordidas de ensueño al igual que la pagina les dejo las pagina abajo ahi siempre subo cualquier noticia de la adaptaciones cada ves que aactualizo.
3 comentarios:
X lo menos ya se disculpo x ser tan idiota ahora son buenos vecinos q asta se emborracharon juntos y también se quedaron dormidos 😉😛 y Esme ya sabe quien es la vecina d su hijo q pequeño es el mundo 😉😘❤ gracias
Después del oso del capítulo anterior, en este mejoró mucho sus relación ji ji, veremos como se compartan ahora
Gracias nena, te leo en el siguiente
Saludos y besos 😘😘😘
Ya se empezaron a llevar bien genial, q escena tan graciosa llega Esme y los encuentra a los dos juntos.
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