sábado, 3 de febrero de 2018

Enredos de Amor Capitulo 6

Capitulo 6
Bautismo de fuego
Edward

―Mira a tu derecha ―le dije a la niña con un brillante moño rosado atado en su cabello que se sentó delante de mí. No estaba segura qué camino quise decir, así que asentí hacia su derecha.

Sonriendo abiertamente, asintió, sus ojos marrones girando.

―Ahora mira a tu izquierda. Bien, gracias, Molly. Tienes bonitos ojos.

―Los conseguí de mi mami ―contestó felizmente.

Habría llamado a su padre un hombre afortunado, pero él solo se vio más deprimido por sus palabras.

―Mis internos aquí te sacarán la sangre mientras hablo con tu papá, ¿está bien? Si te duele, dime, y me aseguraré que regresen a la escuela.

―Espera, ¿qué? ―susurró uno de los internos detrás de mí.


Asentí hacia su padre para que me siguiera afuera.

―¿Ella está bien? ―preguntó tan pronto como cerré la puerta.

―Señor McCarty, ¿cuánto tiempo ha estado Molly parpadeando así?

―No estoy seguro. ¿Pude haberlo notado hace una semana o dos? Fue solo después que se lo frotó, y no a menudo, así que sólo pensé que era una infección o algo.

―¿Se ha sentido enferma? ¿Vómitos, o quejándose por dolores de cabeza?

Asintió.

―Acaba de pasar la gripe la semana pasada. Doctor Cullen, ¿qué pasa? Solo vinimos por las vacunas.

―No estoy seguro, y no quiero que entre en pánico antes que sepa algo en concreto. Haremos todos los exámenes, y apenas sepa con seguridad qué está  pasando con ella, le haré saber. Y me aseguraré que sea rápido… ningún niño debería pasar su cumpleaños rodeado por doctores. ―Traté de sonreír por su bien.

―Doctor Cullen, terminamos ―dijo uno de los internos.

Doctor… oh, lo que sea, como si fuera a recordar qué interno era. Sólo lo conocía como Cuatro Ojos; los anteojos que usaba hacían ver sus ojos casi caricaturescos.

―Terminaron, ¿no? ―dije, caminando hacia donde la niña esperaba―. Molly, ¿te dolió? Señala al que tiene que volver a la escuela.

Negó tan fuerte que su moño casi se cayó.

―No, no dolió. Me dieron dulces.

Levanté la mirada a los tres doctores que tuvieron que sobornar a un niño para sacarle la sangre.

Todos me dieron la espalda.

―Bien, asegúrate que te den más; van a tomarte unas radiografías ―dije, más hacia ellos que para ella.

―Radiografías, ¿luego nos vamos, papi? Prometiste que iríamos al acuario. ¡Quiero ver dónde vive Ariel! ―Señaló su camisa.

―Radiografías, y después nos vamos. ―Él rió, arrodillándose delante de ella.

―Consigan un escáner completo para mí. Si hay una en línea, díganle que el doctor Cullen los envió ―susurré hacia mis internos en la puerta.

―¿Qué si eso no da resultado? ―dijo el interno con un gorrito en su cabeza, lo que provocó que tanto el alto y delgado doctor Estirado, como me gustaba llamarlo, y el doctor Cuatro Ojos, le dieran un codazo.

―Si eso no hace nada, entonces estás fuera de mi servicio y en el infierno para pensar en otra opción ―contenté, acelerando el paso hacia la estación de las enfermeras en medio del pasillo pálido azul y beige. Suspirando, dejé mi carpeta en el mostrador.

―¿Tenía razón? ―La doctora Handler, la pediatra de Molly, preguntó tan pronto se detuvo a mi lado. Su mirada centrada en Molly a través de los paneles de la ventana.

Cuando no respondí, la vi girarse, balanceando sus oscuros rizos marrones, rozando directamente bajo su barbilla. La doctora Handler había estado en el hospital por más de veinte años. Es una de las mejores pediatras, si no la mejor, que tenemos. Ella sabía la respuesta antes de transferirla.

―Doctor Cullen…
―No sabré el grado hasta que no vea su resultado, pero sí, ella tiene un tumor cerebral. Aún no sé en qué etapa está, pero tuvo problemas tanto siguiendo mi dedo como la luz, sin mencionar su frotamiento. ―Ella acaba de cumplir siete. A veces realmente odiaba mi trabajo.

―Su madre murió el año pasado, Edward. Estaba embarazada de seis meses. Por favor, por mí, haz todo lo que puedas por ella, ¿de acuerdo? Ha sido mi paciente desde que tenía tres meses.

No suponíamos conectarnos por esta razón exactamente. Podía sentirla poniéndome su esperanza en mis hombros. Ella lo sabía mejor, y yo también.

―Empezaremos mañana. Déjenla tener al menos su cumpleaños ―murmuré, caminando hacia los elevadores.

Sólo cuando las puertas se abrieron, escuche una risa, su risa… a mi derecha. Ahí, bajando las escaleras, su rubia cola de caballo balanceándose, estaba Charlotte… mi Charlotte. Metió un mechón de cabello detrás de su oreja cuando giró su cabeza hacía mí.

Corrí hacia el elevador, presionando el botón de cerrar tan rápido como fuera posible.

¿Por qué estaba ella aquí? ¿Por qué demonios estaba ella aquí?

La única persona que podría contestar eso estaba en el último piso. Con cada piso que subía, podía sentir mi presión aumentar. Mis dedos temblaban, mi visión se volvió borrosa, incluso la caja donde estaba parecía estar cerrándose sobre mí.

―¡Toma el siguiente! ―grité cuando se abrieron las puertas. Presioné el botón de cerrar otra vez, dejando afuera al grupo de doctores tratando de subir.

No podía tratar con ellos ahora mismo. Se sintió una eternidad hasta que finalmente llegué a su piso y las oficinas. Caminando a través de los pisos alfombrados, fui hacia las puertas de madera.

―Doctor Cullen, ella está en una conferencia…

Ni siquiera presté atención a la secretaria, entrando a su oficina.

―¿Por qué ella está aquí? ―espeté tan fuerte que saltó ligeramente de su silla, el teléfono casi deslizándose de sus manos.

―Ben, voy a tener que devolverte la llamada. Lo siento ―dijo mi madre, colgando con una sonrisa antes de mirarme―. Edward Antony Cullen, ¿perdiste la mente?

―No, pero estoy a punto. ¿Cómo puede ser todavía una empleada?

―De quién estás hablando, ¡y deja de gritar! ―gritó irónicamente.
Respirando profundo, presioné el puente de mi nariz.

―Charlotte. Charlotte Sophia Harper. Espero que no esté todavía trabajando en este hospital.

―¿Por qué no lo estaría? ―Colocó calmadamente sus manos en el medio de la mesa―. Ella es una buena doctora.

―¡Madre! ―No grites. No grites. De nuevo, respiré profundo―. Madre, ella no puede trabajar aquí. Ella…

―¿Por qué, porque te dejó? ¿Te rompió tu corazón? Todas son razones personales, Edward. No puedo despedirla por eso, y lo sabes.

Debes estar bromeando.

―Mamá.

―Cariño, como tu madre, cada vez que la veo, quiero apretar su pequeño cuello hasta que su cabeza haga pop. Pero como presidenta de este hospital, no puedo involucrarme en asuntos personales entre doctores. Ese es el riego que tomaste cuando escogieron salir. La doctora Harper es una excelente doctora, y este hospital contrata buenos doctores.

―¿Cuándo regresó? ―susurré.

―Hace una semana…

―¡Una semana!

Cruzó sus brazos sobre su pecho.

―Hace una semana estaba aquí, ¿por qué no la vi? No es que quería.

―Porque ella pidió ser trasladada a otro piso y en una rotación diferente a la tuya. ¿Por qué estabas en pediatría de todos modos?

―Me llamaron por una consulta de la doctora Handler. ―Presionando el puente de mi nariz otra vez. Traté de no pensar en su petición de no verme.

―Cariño, sólo evítala hasta… hasta que cuando la mires no duela más.

No podía tratar con eso. ¿Por qué me había involucrado con alguien con quien trabajaba? Nunca. Otra vez. Sin nada más para decir, me dirigí a la puerta.

―Edward ―llamó.

Me detuve. Sin mirar hacia atrás, dije:

―¿Sí?
―Créeme cuando digo, el momento que ella meta la pata de cualquier manera, el momento en que pueda decir que ella no es lo suficiente buena para estar en este hospital, la sacaré de aquí tan rápido como sea posible.

Estaba tratando de consolarme, pero no funcionaría. Charlotte no la cagaría, al menos no lo suficiente como para ser despedida…

Bueno, pensé que la conocía.

―Lo siento por molestarla, presidenta. Llegaré tarde a la cena esta semana. ―Traté de sonreírle antes de cerrar la puerta detrás de mí.

Odiaba esto. Odie cómo estaba dividido entre nunca volverla a ver y esperar correr hacia ella una vez más.

¿Por qué me pasó esto?

Isabella

―Puedes hacer esto ―me dije suavemente, mirando fijamente al restaurante de cinco estrellas. Agarré el regalo en una mano, alisando mi vestido con la otra antes de suspirar y entrar a lo que sabía sería la boca del inferno. La razón me dijo que debería evitar esto a toda costa, aún sabría que no podría.

Vas a estar bien.

Cuando entré, noté que el lugar se parecía a un palacio del siglo XVIII. Todo era dorado, blanco o beige, a excepción del cielo azul pintando en el techo, donde angelitos bailaban sobre las nubes, con arpas… sí, los angelitos tocaban las arpas.

Esto es tan ella.

―¡Bella! ―Se levantó y saludó desde la mesa acompañada de otra mujer usando perlas y diamantes en sus muñecas, cuello y oreja.

Casi sentí la necesidad de arrancarme los pendientes de mis orejas antes de avanzar más.

Ya en la mesa, ella me acercó, besando mis dos mejillas.

―¡Bella, te ves tan artística! Chicos, esta es mi amiga, Isabella Swan, es una famosa artista.

¿Vicky, qué te pasó? Me reí de la gente para la que ella trataba de lucirse antes de sentarme.
―¿Isabella Swan? ―Una mujer con el largo cabello castaño rizado, levantó un cosmopolita a sus labios rosados―. He escuchado de ti. Victoria, no sabía que eras fan de las artes.

―Oh Dios, solía gustarme pintar, es una afición muy agradable. ―Se rió fuerte, y con tal falsedad.

Me estremecí. ¿Afición agradable?

Vicky Spencer… o Victoria como se hacía llamar ahora, vino conmigo desde la pequeña ciudad de Cypress, Alaska, a estudiar arte en NYU. Ella, sin embargo, abandonó durante su tercer año después que conoció a James Warren Van Allan, hijo de alguien llamado Richie Rich. Habíamos tenido una gran pelea por eso también. Pensé que había perdido la cabeza, parte todavía lo hacía. ¿Cómo pudo simplemente tirar todo por lo que había trabajado tan duro, sólo por un tipo que no entendió nada sobre ella? Él era un completo idiota, y le dije eso… No nos hablamos por años después de eso. Después que pedí perdón tratamos de reconstruir nuestra amistad, pero fue más difícil de lo que pensé sería. Ella era una completa persona diferente.

Su rojo cabello siempre estaba hecho en una trenza así ella podría mantenerlo fuera de la pintura. Nunca gastábamos el dinero en arreglarnos la uñas, o poníamos mucho esfuerzo en el maquillaje o la joyería… no porque hubiera algo malo con eso, sino que esto interfería en nuestro trabajo, y el trabajo era todo… o lo había sido. Ahora su cabello estaba suelto y fluía, y estaba usando gran cantidad de maquillaje con una pequeña fortuna de accesorios… incluyendo su anillo de compromiso. Es por eso que todos estábamos allí: para su despedida de soltera.

―Ahora que todos estamos aquí. ―La misma mujer que habló antes se levantó―. Hagamos un brindis por el miembro más reciente de la familia Van Allan. Por ti, Victoria, por una vida llena de esplendor. Estoy tan contenta que seamos mejores amigas, realmente eres la más dulce.

―Aquí, aquí. ―Todos alzamos nuestras copas.

―¡Aww, gracias! Y muchas gracias a ti, Josephine, por juntarnos. Eres asombrosa. ―Vicky rió, dándole a cada una un pequeño abrazo.

―¡Por supuesto! ¿Quién más haría esto?

Por alguna razón sentí que sus palabras fueron dirigidas hacia mí, incluso cuando no tenía idea por qué.

―Disculpen, señoritas. ―Un camarero vino con tres botellas de vino.

―No ordenamos esto ―dijo Josephine con confusión.
―1920 Blandy Madeira Bual, enviado por el señor Van Allan. Espera que tengan una hermosa noche ―dijo el camarero, colocando las botellas en la mesa.

―Oh Dios mío ―susurraron las damas.

Vicky pareció estar a punto de llorar.

Inclinándome, puse mi brazo alrededor de ella y susurré:

―Arruinarás tu maquillaje si lloras, Vicky. Si James te escucha llorar por la botella de vino, pensará que hizo algo mal.

Se rió y asintió.

―¡Lo sé! Pero es que es tan dulce.

Las damas se rieron tontamente.

―Nada dice amor como veinte mil dólares en vino.

―¿Veinte mil? ¿Dólares? ―Jadeé, mirando el profundo líquido rojo en mi mano―. Siento que esto al menos debería venir con un regalo o algo, para ese precio.

Vicky soltó una pequeña risa a mi lado, pero fue la única.

Las demás sólo levantaron sus cejas.

―El regalo es el sabor. ―Josephine se rió de mí―. Señora Swan, créame cuando digo que nunca olvidará su primera copa de Bual.

―Con ese precio, no puedo permitírmelo ―le susurré a Vicky.

Me dio un codazo, haciendo una mueca para ocultar una sonrisa.

Tal vez no cambió.

―¡Espera, eres Isabella Peter Evan! ―jadeó Josephine, girándose hacia mí, aunque no parecía sorprendida.

―No…

―¿No es tu boda, en dos semanas? ¿Dónde está tu anillo? ―Se inclinó más cerca para ver mis dedos.

Escondí mis manos bajo la mesa, mirando hacia las demás mujeres esperando.

―Nuestra boda…

―Oh mi Dios, ¿de verdad te dejó por otra? ―Una de las mujeres levantó la vista de su teléfono―. Acabo de buscarlo. Es el dueño de las revistas Class y Rebel, ¿verdad? ¿Es esto cierto?

Hubieron sorprendidos jadeos y risas tontas. Algunas mujeres cubrieron sus bocas esperando que respondiera.
Estirando la mano en medio de la mesa, agarré la botella, me serví una copa, y bebí. No me detuve hasta haberlo terminado todo.

―Sí… ―Hice una pausa por un segundo con mi mano en mi pecho para evitar eructar―. Sí, todo es verdad, y no tengo que darles detalles sobre eso, ninguna encontraría esto chistoso si les hubiese pasado a ustedes. ¿Tienes más preguntas, Josephine? ¿O quisieras en realidad hablar de la próxima boda de nuestra querida amiga aquí?

―Lo siento, no sabía…

―Por supuesto que no. Simplemente no hables de eso de nuevo así no te ves como una horrible persona. ―Sonreí, colocando la botella en medio de la mesa―. Y tenías razón, estoy segura que nunca olvidaré esa copa.

―Bueno, quizás has tenido suficiente ―anunció al resto de las mujeres en la mesa.

Tuve ganas de preguntarle cuál era su problema. ¿Qué le había hecho?
Vicky pellizcó mi brazo.

―Bella, es suficiente ―susurró.

No sabía cuánto más podría hacer esto. Si no fuera por Vicky, me hubiera ido hace rato… o probablemente nunca hubiese venido. Podía ver que no encajaba con esta gente, y no podía mentir, me molestó cuán bien lo hizo Vicky.

―Mi historia favorita de Victoria es… ―Josephine trató de pensar, y luego aplaudió―. Cuando estábamos en Brunello Cucinellu, tratando de encontrar regalos para James y David, pero no sabíamos sus tallas, así que le hacíamos llevar la ropa a los empleados.

―¡Josephine! ―Vicky se rió, azotándola con su servilleta.

―Te lo juro, ningún empleado fue herido en el proceso. ―Josephine continuó mientras el resto se unía a la risa de Vicky.

Sólo sonreí. Sonaba divertido… pero sólo eso. Supuse que era una de esas cosas donde simplemente tenías que haber estado allí.

Cuando las risas se detuvieron, me miraron, esperando.

―Oh, es mi turno. ―Me senté, sonriendo.

―Oh, bien. ―Vicky puso su cabeza en sus manos.

―Bueno, no podrían saber esto, pero Vicky y yo éramos las chicas menos femeninas en Cypress, y siempre estábamos en problemas con los chicos…
―No, tú estabas en problemas con los chicos. Yo estuve en el fondo ―contestó ella, señalándome antes de beber.

―¿En serio? ¿Quién empujó a Jeremy al río con los salmones y lanzó comida de pez en él porque él dijo que ella se parecía a un oso pelirrojo?

Tosió, casi escupiendo su vino.

―¿Ella qué? ―Josephine frunció el ceño, confundida―. ¿Qué pasó después?

―Jeremy gritó como un bebé y nunca más me llamó oso pelirrojo de nuevo ―dijo

Vicky, asintiendo orgullosamente.

Asentí junto a ella.

Josephine rió falsamente.

―Si fuera la madre de Jeremy, habría estado tan enojada. Podría haberse hecho daño.

―¿Quién crees que le dio la comida de pez? ―refunfuñé, bebiendo agua esta vez.

―Oh buen Cypress ―susurró Vicky.

Me preguntaba si lo extrañaba tanto como yo. Nuestra pequeña ciudad se sentía a veces como una prisión cuando estaba allí, pero ahora que nos habíamos ido, podía ver todos sus pequeños encantos. Por casualidad, eché un vistazo a mi derecha, y por un segundo, pensé que lo vi.

¿Peter?

Es sólo el alcohol.

Sin embargo, cuando vi la mujer rubia al lado de él retirando su cabello del hombro, me levanté.

―¿Bella? ―Vicky se levantó a mi lado―. Estás bien…

―Tengo que irme. ―Recogí mis cosas tan rápido como podía, pero cuando di vuelta para irme, corrí hacia el camarero que traía nuestros postres. La bandeja cayó, fluyendo por todas mis partes antes de caer a la alfombra, y mi primer instinto fue mirar si él había visto. Supuse que se movió porque no podía verlo.

―Lo siento mucho, lo siento mucho ―le dije―. Tengo que irme. Discúlpame, Vicky.

Corrí. Corrí tan rápido como podía, mi bolso y chaqueta en mi mano. Mi tobillo se torció una vez, pero, ignorándolo, simplemente salí por la puerta, el frío aire atravesando mi rostro.

―¡Bella!
No quise mirar hacia atrás.

Me atrapó y colocó su mano en mi hombro.

―Bella, ¿qué pasa?

―Él está aquí, Vicky. Lo vi, él y ella…

―Bella. ―Me sostuvo―. Él no estaba allí. Se parecía a él por un segundo, pero cuando regresó la mirada después que los platos cayeron… no era él.

―¿No? ―susurré.

Negó.

―No. Vuelve adentro.

Quise golpearme.

―Lo siento tanto, Vicky.

―Está bien, vuelve adentro y pidamos postre.

―Mírame, soy un desastre. Simplemente voy a sentarme aquí afuera. No quiero estropear más esto para ti, ¿de acuerdo? Lo siento, por favor vuelve. ¡Todas tus amigas están esperándote! Se supone que debe ser feliz, ¿recuerdas? Ve a ser feliz. Estoy bien, lo juro. ―Era una mentira.

Me miró.

Forcé una sonrisa, dándole un pequeño empujón.

―Ve, o prometo contar historias aún más embarazosas en tu boda. Aún puedo reunir fotos.

―Voy, voy. ―Levantó sus manos―. ¿Me escribes más tarde?

Sólo asentí y me despedí, porque sabía que si decía algo más no sería capaz de mantenerlo, y no era justo volver su día peor que ya yo tenía. Cuando se fue, me giré y caminé rápidamente, tratando de usar mi abrigo para esconder las manchas en mi vestido, limpiando las lágrimas en mis ojos. Dios, esto apesta. ¿Por qué se me pareció? Ni siquiera era él.

Edward

Presioné el botón de cerrar de las puertas del elevador cuando ella entró cojeando, tacones en manos y un desastre de algo en todo su vestido azul. Su rímel estaba estropeado, y simplemente se quedó de pie allí mientras las puertas se cerraban y subíamos.

―¿Mal día? ―me preguntó.

Era gracioso, pero no podía reírme.

―Sí. ¿Todo bien?


―Sí ―dijo cuando la puerta abrió, y salimos hacia nuestros apartamentos separados.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

definitivamente fue un pesimo dia para los dos
y para el pobre de emmett
como puede ser tan cruel la vida con el
perdio a su esposa y futuro hijo
y esta en riesgo la vida de su unica razon para vivir
:( pobre de mi osito
y esme por un momento la odie por no despedir a la ex de ed
pero tiene razon al ser profesional
ademas fue culpa de ed el mezclar las cosas personales con las laborales al menos esa zorra tiene la descencia al pedir cambio de turnos

saraipineda dijo...

😢😨espantoso o día diría yopppppp jajajaja

Unknown dijo...

Gracias por la actu, nos vemos en los sig caps

cari dijo...

😖😖😖😖 un día horrible Emmett y su niña q ojala no sea malo y puedan ayudarla la bruja en el trabajo la Victoria y las arpías q la acompañan y rematando lo q Bella creyó ver si q fue con n horrible día , gracias 😘❤

Anónimo dijo...

Pff... eso es un efusismo de un mal día :/
Ah... como solo una persona puede arruinarte todo y de ahí el efecto mariposa :(
Espero que ellos se ayuden a sobrepasarlo un poco.
Y mi Emmie que su bebé no pase a mayores
Gracias y aaa!!! No puedo esperar al otro cap.

beata dijo...

Buena historia

Ana dijo...

graciaaaaaaas

Laura Natalia dijo...

Q mal por Bella ver a Peter en ese lugar debio ser muy doloroso

lidu dijo...

Hola me gusta la historia.
Bella sufre pero que pasaracuando tenga que enfrentarlo en el trabajo.

Nos seguimos leyendo

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