Capitulo
15
Los días más duros sin Edward fueron aquellos
que llevaban a las vacaciones. Estas iban a ser las primeras Navidades de Bea y
las pasaríamos sin él.
La gira de Edward se había dirigido al oeste.
Iba a actuar dos shows en Los Ángeles, uno en la víspera de Navidad y otro el
día de Navidad, así que no había manera de que pudiera escabullirse en
cualquier momento para venir a casa. Después de esas actuaciones, la banda sólo
permanecería en Estados Unidos por otra semana antes de volar a Europa en una
gira que continuaría hasta que ellos regresaran a América en la primavera. Me
cansaba sólo pensar sobre todo el viaje que estaba haciendo.
Tenía que darle crédito a Edward, sin
embargo. Mantuvo su palabra sobre hablar por Skype cada día con nosotras. Tanto
como ansiaba esas charlas, se estaba volviendo más y más difícil estar lejos de
él. Mientras los días pasaban, también tenía el recuerdo fresco de nuestro
tiempo juntos en Massachusetts. La reconfirmación que esa noche me había dado,
estaba siendo reemplazada lentamente por miedo e inseguridad otra vez con cada
día que pasaba. Mientras que confiaba en él más después de que hicimos el amor,
todavía no me había dicho que me amaba. En mi mente, eso
significaba que nada estaba fijado en piedra. Añádele el hecho de que estaría
lejos por más o menos una docena más de semanas y que me estaba conduciendo a
ser una novia paranoica.
Era dos días antes de Navidad. Bea y yo
estábamos invitadas a una fea fiesta del suéter en casa de Emmett y Rosalie. Edward
había llamado antes para decir que acababan de llegar a California. Estaba
agradecida por la distracción que la fiesta traería. Al menos, por un par de
horas, me evitaría enfurruñarme en frente del árbol de Navidad en la casa de la
playa.
Había ido a una tienda de gangas local y
había comprado un horroroso suéter rojo con pequeñas bombillas de Navidad
cosidas en el frente. Incluso me las había arreglado para encontrar un feo
suéter tonto de Navidad en línea para Bea. Entonces, estuvimos preparadas para
las festividades.
La temperatura era helada mientras abrigaba a
Bea y corría a la casa de los vecinos, la cual estaba iluminada con luces
multicolores. Un hombre de nieve inflable se movía con el viento fuera en el
frente. Vivir cerca del agua en mitad del invierno era menos que ideal.
Llevando algunas galletas de azúcar recién
horneadas, toqué a la puerta con mi pie, ya que no tenía manos extra.
Emmett abrió la puerta. —¡Isabella, lo
hiciste! Rosalie no estaba segura si vendrías.
—No me lo perdería —dije, entregándole el
plato de galletas—. ¿Está Rosalie en la cocina?
—Así es. Eres la primera en llegar.
—Imagínate. —Sonreí—. Tengo el viaje más
corto.
Justo cuando estaba a punto de ir a ver a Rosalie,
la voz de Emmett me detuvo. —Oye, ¿Isabella?
—¿Sí?
—Desde que Rosalie ha vuelto, realmente no
hemos tenido oportunidad de hablar. Siempre me he sentido un poco extraño sobre
no contarte yo mismo sobre nosotros volviendo juntos.
—No me debías una explicación. Ya le expliqué
a ella que nada sucedió entre tú y yo.
—Sé que lo hiciste. Estoy realmente feliz de
que ustedes dos se hayan convertido en amigas. Y quiero que sepas que estaba
verdaderamente agradecido por tu amistad, también, en un momento cuando
realmente lo necesitaba.
—Estoy realmente feliz por ustedes, chicos.
—Gracias. —Hizo una pausa—. ¿Qué hay de ti?
—¿Qué pasa conmigo?
Emmett inclinó su cabeza. —¿Eres feliz?
—Lo soy. Sólo me siento un poco sola con Edward
lejos.
—Ya sabes, solías decirme que no había nada
entre ustedes dos…
—En ese momento, no había nada. Sin embargo,
siempre había tenido sentimientos por él.
—Él va a volver, ¿cierto? ¿Después de la
gira?
—Sí.
—¿Es eso lo que quiere hacer con su vida?
¿Ser un músico de gira? ¿Vivir en la carretera?
—No estoy segura de si eso es como siempre va
a ser. Trabaja en ventas de software, pero ese no es su sueño. La música es su
sueño. Esto fue una oportunidad de una vez en la vida, así que tenía que
tomarla.
—¿Con quién está de gira de nuevo?
—Calvin Sprockett.
—Increíble. Sí. Esa es una gran cosa.
—Lo es.
Después de un poco de incómodo silencio, Emmett
preguntó—: ¿Está alguno de esos chicos todavía casado?
—¿Te refieres a Calvin y su banda?
—Sí…
Tuve que pensarlo. —Ahora que lo mencionas…
no creo que lo estén.
Emmett colgó mi abrigo mientras decía:
—Supongo que el matrimonio realmente no encaja con el sexo, las drogas y el
rock „n roll. Por no mencionar estar constantemente viajando. Ya sabes, las
cosas nunca fueron más duras para mí que cuando estuve lejos físicamente de Rosalie
y Alyssa. No sé demasiado sobre Edward pero parece como que es muy cariñoso con
Bea. Si quiere ser un padre para ella, el absentismo realmente no funciona.
Averigüé eso de la manera difícil, y eso fue sin la complicación adicional de
la fama.
—No creo que haya descubierto si quiere
niños.
—Bueno, ¿no crees que es el momento de que lo
haga, si quiere estar contigo? —Emmett debió sentir que me estaba estresando—.
Lo siento, Isabella. Sólo me preocupo por ti.
—Lo aprecio. Pero sólo busco ponche de huevo
esta noche, nada más complicado que eso, ¿está bien?
Cerrando sus ojos brevemente con comprensión,
se rió y dijo—: Lo tienes. Déjame agarrar un poco para ti.
A través de la risa amortiguada de sus
invitados, quienes estaban vestidos en un arcoíris de horribles suéteres, mis
pensamientos me mantuvieron distraída. Aunque mi conversación con Emmett había
terminado hacía tiempo, había pasado el resto de la noche ponderando todo lo
que él había dicho. No había nada de lo que me preocupara realmente ya, pero
oír la preocupación venir de alguien más —alguien que entendía las
responsabilidades de la paternidad de larga duración—, me abrió los ojos.
***
De vuelta a casa más tarde esa noche,
balanceé a Bea para dormirla frente al árbol con el sonido de un coro de niños
de un CD de villancicos navideños. Antes esa semana, había envuelto algunos
regalos y los coloqué bajo el árbol. Eran todos para Bea e incluí una pequeña
caja que Edward había enviado para ella para ser abierta la mañana de Navidad.
No necesitaba nada este año; Bea era mi
regalo de Navidad. Era el más grande regalo de Dios y me había enseñado más
sobre el amor incondicional que nadie o nada más había hecho. Me había dado un
propósito. Besé su cabeza suavemente, prometiendo siempre estar ahí para ella
sin importar qué sucediera con Edward. Prometí ser el tipo de madre que nunca
tuve.
Todavía en mi suéter de Navidad, coloqué a
una dormida Bea en su cuna tomándome un momento para mirar alrededor y admirar
la obra de Edward en el cuarto de los niños.
De vuelta en mi habitación, no podía dormir.
Acababa de dar una cabezada cuando mi móvil sonó, despertándome.
¿Estás dormida?
Isabella: Despierta ahora.
Edward: ¿Me llamas? No sé si Bea está cerca
de ti y no quiero despertarla.
Respondió al primer tono después de que le
llamara.
—Hola, hermosa.
—Hola.
Su voz sonó soñolienta. —Te desperté,
¿cierto?
—Sí, pero está bien. Preferiría hablar contigo
que dormir. ¿Dónde estás?
—Estoy en el hotel en Los Ángeles. Estamos
libres de los autobuses hasta la noche de Navidad.
—Eso debe ser un cambio agradable, conseguir
dormir en una cama de verdad.
—Sólo me recuerda que tú no estás aquí
conmigo.
—Ojalá estuviera.
—Me está molestando realmente que no pueda
estar con ustedes en Navidad.
—No entiendo por qué no te dieron libre la
Navidad.
—Calvin siempre ha hecho shows en Navidad. Es
como una tradición. Apesta. Pensarías que nadie de esta gente tiene familia. Me
siento mal por los miembros del equipo con niños.
—Realmente nunca termina, ¿no es así?
Edward sonó confuso por un momento. —¿Qué en
particular?
—Quiero decir, esta gira terminará. Pero la
vida de un músico nunca realmente lo hace.
—No es como que no tendré una opción en el
asunto. No tengo que ir a ninguna parte o hacer nada que no quiera.
—Sí, pero después de esta gira, mucha más
gente sabrá quién eres. Las oportunidades empezarán a llegar y la fama será
adictiva. Ese fue el punto de todo esto, ¿verdad? ¿Desarrollar tu carrera de
músico? ¿Realmente vas a volver a tu trabajo de software, como si nada de esto
jamás hubiera sucedido? ¿Qué exactamente es lo que va a pasar?
—No lo sé. No he pensado tanto. Sólo quiero
volver a casa contigo primero. Eso es todo lo que quiero. No estaré alejándome
de nuevo en ningún momento pronto después de eso.
—Pero podrías estar lejos de nuevo en algún
punto. Esta no es una cosa de una sola vez, ¿verdad? Nunca realmente acaba.
—¿Por qué toda la preocupación de repente, Isabella?
—No sé. Supongo que tengo demasiado tiempo a
solas para pensar.
—Lo siento. Pero la verdad es, sólo no tengo
todas las respuestas esta noche. Sólo puedo decirte qué estoy sintiendo ahora,
y eso es que no quiero estar aquí y daría cualquier cosa por estar en casa para
Navidad contigo y Bea.
Frotando mis cansados ojos, dije—: Está bien.
Lo siento. Es tarde y debes estar cansado.
—Jamás lo sientas por hablarme de cómo te
sientes. Recuerda, prometiste ser honesta conmigo si algo te estaba molestando.
—Lo sé.
Justo cuando mis nervios habían empezado a
calmarse, sonó como que hubo un golpe en su puerta.
—Espera —dijo él.
Mi latido empezó a acelerarse cuando escuché
la voz de una mujer de fondo.
No podía entender lo que ella estaba diciendo,
pero podía oír a Edward decir—: No, gracias. Lo aprecio, pero no. —Hizo una
pausa—. Está bien. Buenas noches. —Puede escuchar el clic de la puerta al
cerrarse.
Él regresó al teléfono. —Lo siento.
—¿Quién era?
—Alguien que quería saber si estaba interesado
en un masaje.
—¿Masaje?
—Sí. Calvin a veces contrata gente para dar
masajes. Él debe haber enviado a alguien aquí para preguntar si quería uno.
El ponche de huevo de antes estaba empezando
a subir. —Entonces, ¿fue sólo una chica al azar yendo a tu habitación para
darte un masaje?
—Isabella… no lo pedí, o quería uno. La
despedí. No puedo evitar si alguien llama a mi puerta.
—¿Alguna vez has tenido uno?
Su tono era enojado. —¡No!
—No puedo manejar esto.
—Entiendo por qué una mujer extraña viniendo
a mi habitación de hotel te molesta, ¿está bien? Pero tú o confías en mí, o no
lo haces. La confianza es un asunto de blanco o negro. No hay tal cosa como
confiar en alguien un poco. O está ahí o no está. Joder. Pensaba que confiabas
en mí.
—¡Lo hago! Nunca dije que no confiara en ti.
Es sólo… ese estilo de vida me pone incómoda. Y estoy sola. No sé si este es el
tipo de vida que quiero.
—¿Qué exactamente estás diciendo?
—No lo sé —dije, mi voz apenas audible.
Hubo un largo momento de silencio mientras
escuchaba su respiración. Entonces, finalmente habló—: No puedo siquiera ver
las caras de la gente en el público. Cuando estoy cantando, estoy cantando para
ti, contando los días hasta volver a casa. No sería tan jodidamente importante
si no quedara nada en casa a lo que volver.
¿Por qué no me has dicho que me amas?
Realmente lo había enojado. Necesitaba
terminar la llamada antes de decir algo más que lamentaría.
—Tienes dos grandes shows cerca. No puedes
permitirte estresarte. Lo lamento por causar una pelea.
—También lo siento.
—Voy a intentar dormir un poco.
—Está bien —dijo.
—Buenas noches.
—Buenas noches.
Después de colgar, tuve un tiempo duro para
volver a quedarme dormida. Terminar la llamada en malos términos me hizo sentir
como mierda. Pensaba que no podría sentirme peor.
Los sucesos de la mañana siguiente harían a
la pelea de la noche anterior parecer enormemente insignificante.
***
Llámalo intuición de madre.
Algo me despertó, aunque estaba silencioso.
El reloj mostraba casi las cuatro de la mañana.
Mientras intentaba volver a dormirme unos
pocos minutos después, lo que sonaba como un ligero silbido vino a través del
monitor del bebé; apenas podías oírlo.
En pánico, salté de la cama tan rápido que me
mareé. Corriendo por el pasillo hacia la habitación de Bea, se sintió como si
mi corazón estuviera en mi boca mientras prácticamente tropezaba con mis
propios pies.
Todo pareció suceder muy rápido, sin embargo,
al mismo tiempo, fueron los más largos y aterradores momentos de mi vida. Bea
estaba luchando por respirar, sus pequeños ojos mirándome con impotencia. Se
estaba ahogando, pero incapaz de toser. Mi mente se aceleró mientras luchaba
por recordar los pasos de la clase de RCP infantil que había tomado en
Providence.
Volviendo su cara sobre mi antebrazo, sostuve
su mandíbula con una mano para sostener su cabeza. Golpeé su espalda cinco
veces entre sus omóplatos. Ella todavía no podía respirar, y nada salió.
Volviendo su cara arriba, coloqué dos dedos
en medio de su pecho y presioné abajo en rápidos empujes. El objeto todavía no
se movió. Corrí con ella hacia mi habitación y agarré mi teléfono y marqué el
911. Ni siquiera podía recordar lo que le había dicho al operador porque cuando
Bea se quedó inconsciente, perdí mi propia capacidad de respirar.
Alterné entre soplos de aire y compresiones
de pecho mientras el remitente me guiaba. El objeto finalmente salió volando de
su boca, y me di cuenta de que era una de las pequeñas bombillas de su suéter.
Debió haberse caído en su cuna.
Aunque la bombilla había salido, Bea estaba
inconsciente.
La siguiente cosa que supe era que las
sirenas estaban resonando. Corrí abajo con ella para dejarles entrar. Los
hombres se apresuraron en la habitación. Ellos empezaron a hacerle RCP a mi
bebé.
Toda mi vida colgaba de una balanza mientras
miraba con impotencia, paralizada por el miedo. No era diferente a estar
inconsciente yo misma.
Cuando uno de los técnicos de emergencias
indicó que ella estaba respirando de nuevo, fue como si yo hubiese vuelto de la
muerte. Las lágrimas cayeron por mis mejillas cegándome de conseguir una vista
clara cuando ellos la pusieron en una camilla y me dirigían para entrar en la
ambulancia. Porque ella había estado inconsciente por tanto tiempo, necesitaba
ser llevada al hospital por tratamiento y para asegurarse de que no hubiera
ningún daño cerebral o heridas internas.
Todavía en mis pantalones de dormir sin
abrigo, me senté en la ambulancia a su lado mientras uno de los hombres
sostenía una máscara de oxígeno sobre su cara.
Demasiado conmocionada para hablar, tecleé
una serie de agitados mensajes para Edward.
Bea está viva.
Se ahogó con un pequeño adorno.
Salió.
Los técnicos de emergencias el hicieron RCP.
En la ambulancia de camino al hospital.
Estoy asustada.
En cuestión de segundos, mi teléfono sonó.
Tenía que ser la una y media de la madrugada en Los Ángeles.
La voz de Edward fue temblorosa. —¿Isabella?
Recibí tu mensaje. Oh, dios mío. ¿Está bien?
—No sé. Está inconsciente y respirando. Sólo
no sé si hay cualquier otro daño.
—¿Puedes verla? ¿Está contigo?
—Sí. Tiene una máscara de oxígeno sobre su
cara, pero sus ojos están abiertos. Creo que está asustada.
Escuché un crujido, entonces dijo—: Voy a
tomar el próximo avión hacia allá.
Todavía en shock, me quedé en silencio.
Su voz parecía estar desvaneciéndose en la
distancia. —¿Isabella? ¿Estás ahí? Aguanta ahí, nena. Va a estar bien. Lo
estará.
—Está bien —susurré a través de mis lágrimas.
—¿Dónde la están llevando?
—Al hospital
Hasbro Children‟s en Providence.
—Llámame tan pronto como sepas algo.
—Está bien.
—Sé fuerte, Isabella. Por favor.
2 comentarios:
Madre mía qué miedo!! Gracias por la historia
Hola hola Annel Edward realmente está preocupado Bea, así como Bella es una prioridad para él, gracias por el capítulo nena voy por el siguiente
Saludos y besos
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