viernes, 26 de abril de 2019

No puedo amarte Capitulo 20


Capítulo 20

Edward
Me detengo en el camino de entrada un poco después de las nueve y miro la casa. Todavía no estará dormida, y no estoy en mejores condiciones de lidiar con ella que hace cuatro horas, cuando el trabajo terminó. Pero no puedo seguir posponiéndolo. Necesitamos hablar.

Veo una pequeña luz encendida en la cocina y sé que probablemente es la que está sobre la estufa, pero el resto de la casa está a oscuras, y una parte de mí espera que realmente esté en la cama, porque no quiero hacer esto.

Salto de mi camioneta, cierro la puerta y camino hacia la casa. Deslizando la llave en el cerrojo, la giro y abro, entrando en la sala oscura. No hay luz entrando desde ningún lado, y no escucho su música. Sé que plantarla no pasó desapercibido. Llamó hace un par de horas pero no dejó un mensaje. Indudablemente está enojada.


Inhalo y al instante huelo el queso caliente y la carne picante. Pizza.

Al entrar en la cocina, abro el horno y encuentro la caja grande de Joe's y la saco, colocándola sobre la estufa.

Levanto la tapa. Cada pieza aún se encuentra en la caja, intacta.

Mi estómago se retuerce, y me siento como una mierda. Por supuesto, sabía que tendría algo para cenar. De regreso a la sala de estar, tomo el control remoto y enciendo el televisor, viendo como el cristal oscuro cobra vida y la portada de The Lost Boys (1987) aparece en la pantalla de Netflix. Tenía todo listo para una noche en casa.

Subiendo las escaleras, me detengo en la puerta de su habitación, sin ver una luz desde dentro que fluya por debajo.

Llamo dos veces y espero. Cuando no hay respuesta, giro la manija y abro la puerta.

A través de la luz de la luna entrando por su ventana, veo su cama aún hecha y una habitación vacía.

Mi pulso se acelera. Todavía no tiene un auto que funcione. ¿A dónde fue?
¿Tenía que trabajar después de todo? Reviso mi teléfono de nuevo en busca de mensajes de texto, pero no veo nada.

Tal vez su hermana le dio un aventón.
Pero me habría dicho si tenía que trabajar.

Marcándole a Isabella, bajo corriendo las escaleras cuando suena la línea y apago el televisor otra vez.

Cuando la línea se levanta, una explosión de música golpea mi oreja y me estremezco, alejándolo solo un poco.

—Hola —dice, y me sorprende que suene tan... calmada.

—¿Dónde estás?

—Fuera —responde—. Estaré en casa más tarde.

—¿Estás trabajando?

Se ríe, y escucho la voz de otra mujer y una serie de conversaciones en el fondo.

—Uhm, no —responde finalmente.

Entonces escucho un bramido de lo que parece ser como cuarenta hombres vitoreando de fondo, y me enderezo, tratando de descubrir qué demonios está pasando.

—Isabella, lo siento, llegué tarde —le digo.

—¿Huh?

—¡Lo siento, llegué tarde! —grito en el teléfono—. Había trabajo que hacer, y tuve que quedarme.

—Entonces, ¿por qué no llamaste? —responde, su voz es cada vez más fuerte—. No estabas en el trabajo. Estabas en Red's, y no voy a esperar. Ya no. Estoy fuera con mis amigas y me estoy divirtiendo. Estaré en casa más tarde.

Y luego, toda la música y la voz del DJ en el fondo se apagan y la línea se corta cuando cuelga.

Me cuelga.

Bajo mi teléfono y miro fijamente la llamada finalizada. Ok, entonces está enojada. Creo. Sin embargo, no parecía enojada. O borracha. Sonaba indiferente, y por alguna razón, eso se siente peor. Puedo lidiar con la ira, pero no con una chica que parece estar perfectamente contenta con las conclusiones que ha sacado. Mierda.

Entonces se me ocurre lo que anunciaba el DJ de fondo.

Noche de Camisetas Mojadas en The Hook.

Mis ojos se amplían. No sería tan estúpida, ¿verdad?

Maldita sea. ¿Qué demonios se supone que debo hacer? ¿Se está divirtiendo como dijo o me está poniendo en jaque? ¿Está tratando de tentarme para que vaya a buscarla, amenazándome con hacer algo que no me gustará, o me quedo donde estoy, averiguando si miente, y veo qué pasa? Esta es la razón por la cual las mujeres y yo no nos llevamos bien y mis relaciones no duran. No tengo la cabeza para esta mierda.

Pero el hecho que saliera fue mi culpa. Si hubiera llegado a casa cuando le dije que lo haría, estaría acurrucada junto a mí en el sofá en este momento, burlándose de mí con sus ojos, sus manos, su olor y esa sexy forma en que arquea su espalda cuando se estira.

Suspiro y sacudo la cabeza.

La deseo demasiado.

Metiendo el teléfono en mi bolsillo, saco las llaves y me dirijo hacia la puerta. En cuanto la abro, veo a Jacob ahí parado con su mano extendida como si estuviera a punto de abrir.

Me detengo, mis cejas se disparan.

—Hola —dice, su voz es inusualmente agradable.

Abro la boca para hablar, pero me lleva un minuto encontrar mi voz.

—Ho-ola —tartamudeo, un poco conmocionado al verlo de repente—. He estado intentando contactarte todo el día. Incluso estuve fuera en algunos de tus lugares habituales durante mi almuerzo. ¿Dónde demonios has estado?

—Sí, lo sé, lo siento. —Entra y se dirige a la cocina—. Tenía algunas cosas que concluir.

Se acerca al refrigerador y saca un refresco, luego se da vuelta y se apoya en el fregadero mientras abre la tapa.

—Entonces, ¿qué pasa contigo? —Me paro junto a la isla—. Tu mamá apareció esta mañana, diciendo que ¿dejas tu trabajo?

Me muestra una mirada divertida como si estuviera reaccionando exageradamente.

—Si me mantuvieras informado, no me molestaría —estallo pero intento que parezca una broma.

Mira detrás de él por la ventana, viendo algo, y se aleja del mostrador, dirigiéndose a través del cuarto de lavado y al patio trasero. Lo sigo.

—Estoy bien —dice por encima de su hombro—. De hecho, tengo un nuevo trabajo. Es por eso que renuncié.
Camina hacia la piscina y comienza a jalar el tubo para aspirar. Me había olvidado completamente de eso. Había estado funcionando desde ayer por la tarde.

—¿Un nuevo trabajo? —le pregunto, tomando la cuerda detrás de él—. ¿Dónde?

—Es una sorpresa.

—No me gustan las sorpresas. ¿Dónde es el trabajo?

Comienza a reír, y frunzo el ceño.

—¿Por qué te ríes? —exijo. ¿Sabe cuán preocupado está todo el mundo por él, y ahora actúa como si tuviera todo solucionado, y se supone que no debemos hacer preguntas?

—Porque estoy emocionado —dice—. Te lo contaré pronto. Lo prometo.

—¿Es legal? —Tomo el tubo, sintiendo el peso de la aspiradora mientras comienza a flotar a través de la piscina hacia nosotros.

Le tiembla la espalda con otra risa.

Levanto una ceja.

—Lo prometo, este trabajo es lo más legal posible —me dice, sus palabras encierran un chiste privado que no entiendo—. Recibo un sueldo constante, seguro médico, dental, jubilación, todo completo. —Me mira—. No tomo drogas, y no estoy en problemas. Estoy absolutamente bien. Lamento, no haber estado cerca. Simplemente no quería que fuera incómodo para Isabella.

Dejo caer el tubo, habiendo llegado casi al final.

—Entonces, ¿estás bien? —pregunto, para puntualizar.

—Sí.

—¿Vendrás a casa?

Pero se encoge de hombros, pareciendo inseguro.

—Sería incómodo, creo. Quiero que Isabella se quede aquí todo el tiempo que necesite.

Me acerco a él. Todavía soy un par de centímetros más alto, pero siempre me sorprende lo grande que parece cada vez que lo veo.

Dudo en decirlo, porque no quiero que se vaya a ninguna parte, pero sé que el lugar de Jacob está aquí.

—Puedo encontrar un arreglo diferente para ella —digo.

Puedo resolver algo para asegurarme que ambos estén cuidados.
Sin embargo, no parece necesitar pensar en ello.

—No. —Sacude la cabeza, cuadrando los hombros—. No valdría la pena. Tendré mi propio lugar pronto de todos modos.

—¿En serio? —Ahora estoy preocupado. Este nuevo trabajo parece demasiado bueno para ser verdad—. Me estás poniendo nervioso de nuevo —le digo.

Pero comienza a reírse de nuevo, y luego vuelve su atención a la aspiradora, y me uno a él para subirla.

—Escucha —dice—, quería hacerme mi primer tatuaje antes que este trabajo comience. Estaba pensando que podríamos hacernos uno juntos. ¿Te gustaría? —Me mira con nerviosismo, y puedo decir que le fue difícil preguntar—. Como ¿el próximo fin de semana?

¿Un tatuaje?

El último que me hice, él tenía dos años, creo. Realmente ya no es algo que me guste, pero definitivamente lo haría por él. Estoy agradecido que incluso pida hacer algo conmigo.

—Sí. —Asiento—. Suena bien.

Incluso sé lo que quiero hacerme, también, la idea aparece en mi cabeza tan rápido.

—Vamos. —Me da un empujoncito, tirando de la aspiradora—. Te ayudaré con esto, y luego me reuniré con unos amigos, ¿de acuerdo?

—Sí. —Tomo lo último del tubo y la aspiradora que drena el agua emerge.
De hecho, también tengo un pequeño encargo que hacer.

****

Ni siquiera creo que se le permita entrar en este lugar a nadie menor de veintiún años, a menos que sea un empleado, y mejor que Isabella no lo sea. Tengo un pensamiento fugaz, en el camino, de llamar y reportar a Aro Vulturi por permitir que una chica de diecinueve años entre en su club de striptease, pero tampoco es que no me haya aprovechado de los indulgentes propietarios de bares cuando tenía diecinueve años. Además, solo enojaría más a Isabella. Puedo escucharla ahora. Oh, soy lo suficientemente mayor para que puedas estar sobre mí pero ¿no lo suficiente como para tomar una copa?

Bueno, sí, legalmente hablando. Si quiere ser técnica al respecto, de todos modos.
Deslizando mis llaves en mi bolsillo, me dirijo al estacionamiento y abro la puerta de The Hook. La música rebota en las paredes y vibra bajo mis pies, y aspiro el olor familiar del champú con aroma a orquídea que Aro siempre usa para las alfombras. Huele como la avalancha de perfume que sientes al entrar en un casino de gama alta, que intenta ocultar el olor a cigarrillos. Ha pasado mucho tiempo desde que vine aquí, pero de repente, tengo diecinueve años otra vez.

Pago la entrada y entro, deteniéndome al pasar el bar y ver el mar de gente en el lugar. Chicos jóvenes, hombres mayores, algunas mujeres y parejas, luces moradas bajo el escenario blanco e hilos de humo flotando en el aire desde los extremos anaranjados de los cigarrillos.

La aprehensión se afianza. No debí haber venido aquí.

Debería irme antes que me vea. Es un adulto, se cuidó bien por mucho tiempo, y esa pequeña voz en mi cabeza tiene razón. Si puedo llevarla a la cama y mantenerla despierta la mitad de la noche, entonces es lo suficientemente mayor como para tomar sus propias decisiones. Debería poder salir con sus amigos. Quiero que salga con sus amigos.

Simplemente no la quiero aquí, porque sé que Aro la quiere, ella necesita dinero, y esta noche hice que su situación en mi casa se sintiera inestable. Está molesta, ¿y si comienza a pensar que necesita mudarse? ¿Qué pasa si toma unas copas y decide que necesita ganar un dinero extra?
Paso mi mano por mi cabello, sintiendo el gel que puse en él y recordando cómo me limpié para ella, incluso me cambié de ropa.

Echo un vistazo al traje azul marino que compré el año pasado para la graduación de Cole, pero esta noche dejé fuera la corbata. Solo una camisa blanca abierta en el cuello, y unos zapatos negros. No sé por qué me lo puse, porque ahora me siento estúpido, pero creo que solo quiero que sepa que no soy un libro abierto, puedo ser diferente, aún puedo sorprenderla.

Retrocedo para irme, rezando para que no me haya visto, pero la multitud en el club vitorea y brama, y mi atención se dirige al escenario donde un grupo de chicas están de pie en una fila.

Están vestidas con cualquier cosa, desde jeans hasta faldas y tangas, con aspecto nervioso pero riendo y jugando. Un par de mujeres ya han comenzado el concurso, y parece que la voluntad de ganar trescientos dólares ahora exige medidas más extremas que en mi época. Dos mujeres ya están mojadas, una mujer mayor viene y les arroja jarras de agua mientras se meten las camisas empapadas y agitan sus pechos y luego se dan la vuelta, sentadas a horcajadas sobre el piso mientras mueven sus culos para la multitud rugiente. Vierten más agua en sus espaldas. Las cabezas de cabello mojado vuelan, y bien pueden estar jodidamente desnudas. Prácticamente lo están.
Algunos de los chicos tienen sus teléfonos con cámara, y estoy bastante seguro que no está permitido, pero a nadie le importa. Estas mujeres no son principiantes, ¿verdad? Isabella no puede hacer esa mierda.

¿Puede?

Justo en ese momento, un grupo de mujeres arrastra a una joven rubia al escenario y veo a Isabella resistirse, riéndose pero sacudiendo la cabeza con nerviosismo.

Qué dem...

No puedo escucharla, pero veo sus labios articular no una y otra vez mientras clava los talones e intenta alejar sus brazos de su hermana.

Alguien por detrás se estira frente a ella y baja la cremallera de su pequeña sudadera blanca, y me lanzo hacia adelante, pero luego vierten una jarra de agua sobre su pecho, y me detengo, momentáneamente congelado.

Sus ojos y boca se abren, y se ve como si estuviera conmocionada por el agua fría, indudablemente, mientras permanece allí con las manos extendidas y la sudadera colgando de sus brazos desnudos.

Las puntas de su cabello están mojadas, pero sus capas largas y sensuales se revuelven alrededor de su rostro, y el agua fluye por su estómago, haciendo que su piel brille.

¿De dónde sacó esa lencería? Es de color crema y delgadas cintas de encaje sobre los hombros, y malditamente casi transparente. Sus pezones oscuros son visibles desde aquí, al igual que las curvas de sus pechos, ya que la tela húmeda se adhiere a su cuerpo.

Y mis ojos queman mientras giran por la sala hacia cada hombre que la mira y la llama. Debería estar usando eso en mi maldita cama. No en un maldito escenario. Aprieto mis puños.

Parece salir de su conmoción, porque de repente abraza su cuerpo y sale disparada del escenario, dejando atrás su sudadera. Baja los escalones y corre a lo largo de la pared, hacia el pasillo donde están los baños. Algunas chicas en una mesa la agarran llamándola por su nombre, sigue avanzando, les devuelve la sonrisa y se sonroja ante sus amigas. O los amigos de su hermana.

De repente, alza sus ojos y sostiene mi mirada, deteniéndose. Las chicas de la mesa la ven detenerse y siguen su mirada, observando entre ambos.

Las pendientes en su estómago a ambos lados de su ombligo brillan, cubiertas en gotas de agua, y la vista de su piel hace que mi polla se llene de sangre.
Usó eso. Deliberadamente se lo puso, lo que significa que estaba considerando ir allí. Levanto la vista de su cuerpo y la miro, dando un paso adelante.

Mía.

Retrocede un paso.

Me muevo de nuevo Y ella también.

—Fue un accidente —dice, frunciendo el ceño—. Ella solo estaba jugando. No necesito ninguna mierda sobre algo que no fue mi cul…

Corro hacia ella y le rodeo la cintura con un brazo, tomando su rostro con mi mano y tirando de su boca hacia la mía.

Gime, sorprendida, y no me importa quién nos vea en este momento. Sin romper el beso, la llevo hacia atrás, hacia el pasillo y doblando la esquina.

Aparta su boca.

—¿Qué estás haciendo?

Pero, Dios, estoy tan hambriento. Me tiro de nuevo por sus labios, saboreando su lengua y pasando mi mano por su suave cabello.

—No. —Se aleja de mí.

Dejo caer mis brazos, mi corazón palpita y mis dedos aún zumban con la sensación de su piel.

—No voy a pelear contigo —le digo, respirando con dificultad—, y no voy a pedirte que vengas a casa. Solo quiero decir que lo siento.

Levanta la barbilla, fingiendo ignorancia.

—¿Acerca de?

—La pizza, la película...

—Olvidarme —agrega.

Me acerco, tratando de mantener la calma y mantener mis manos alejadas de ella.

—No te olvidé. No puedo... olvidarme de ti.

Se queda en silencio, sosteniendo mi mirada, y no estoy seguro de lo que está pasando en su cabeza, pero solo necesitaba decirle eso a la cara. No quiero que actúe porque cree que estaba siendo descuidado con ella.

Sin decir una palabra, se gira y se dirige al pasillo, empujando la salida.

—¿Adónde vas? —La sigo.
—Mi hermana tiene un cambio de ropa en su auto —responde, todavía sonando impaciente conmigo—. Estoy bien, y estaré en casa más tarde, ¿de acuerdo?
Llega al Mustang blanco de Tanya en el atestado estacionamiento y va al lado del conductor.

—Detente. —Acercándome por detrás, pongo mi mano en la puerta frente a ella—. Solo déjame explicarte.

Se gira, con una mirada comprensiva en su rostro.

—Oh, estoy segura que tienes una excusa. Una muy buena. No te preocupes.

Se da la vuelta y busca el mango, pero necesito que escuche. Sólo por un segundo.

—Detente. Por favor. —Respiro con fuerza, mirando la parte posterior de su cabeza—. Isabella, yo...

Trago saliva, solo quiero que se gire y me mire con su dulce sonrisa y sus dulces ojos otra vez.

Dejo caer mi voz a apenas un susurro.

—No puedo perderlo —le digo.

Se congela, y lo único que puedo escuchar es su respiración. ¿Se arrepintió cuando se despertó esta mañana?

Finalmente se da vuelta y me mira, asintiendo con calma.

—Lo sé —dice en voz baja—. Entonces tienes que perderme, lo entiendo. Tampoco quiero lastimarlo.

Gira nuevamente para abrir la puerta, pero mi cabeza cae hacia su cuello y mis ojos se cierran. Es como el agua que se desliza entre mis dedos, y me estoy muriendo aquí.

—Me estoy enamorando de ti —le susurro.

Se da la vuelta lentamente otra vez, y no sé si debí haberle dicho eso, pero alzo mis ojos cansados, observando su expresión tranquila. Sus ojos se ven igualmente derrotados y algo atrapado entre el deseo y la lucha por contenerse.

—Sabía que estabas ahí en algún lado —le digo, esbozando una sonrisa triste—. Las novias, mujeres con las que salí, la madre de Jacob... Nunca quise casarme con nadie, porque no eran lo que estaba buscando. Comencé a pensar que mis expectativas eran demasiado altas, y tú no existías. —Le aprieto la nuca y deslizo los pulgares por su garganta—. Resulta que la chica de mis sueños pertenece a la única persona que me mataría lastimar.
Lágrimas inundan sus ojos, y la atraigo, mis labios encontrándose con su frente.

—No quiero asustarte —continúo—. Pero me asustas un poco, porque te deseo como si necesitara aire, y...

Asiente.

—Y complicaciones. —Termina por mí.

Alejándose, mira hacia otro lado y ninguno de nosotros está seguro de qué hacer a continuación. El problema está allí para quedarse.

—Necesitaba tiempo para pensar esta noche —le explico—. Lamento haberte plantado.

—¿Y qué descubriste? —Baja los ojos, tirando de mi maldito corazón—. ¿Con toda tu reflexión?

No vacilo, porque sé que no puedo parar.

—Que puedo dejar de sentirme culpable hasta mañana.

Tomo sus labios y la beso con fuerza, sintiéndola derretirse lentamente en mí y presionando su cuerpo contra el mío. El calor me inunda y me pongo duro, moviendo mis manos alrededor de su espalda, agarrando su culo y levantando su pierna por la parte posterior de su rodilla. Dejo un rastro de besos sobre su mejilla y su cuello, y deja caer su cabeza hacia atrás, dándome rienda suelta mientras la presiono contra el auto y le mordisqueo la garganta y la clavícula.

—Edward, alguien nos verá —suplica.

Pero estoy tan hambriento de esto. La correa de su camisa cae por su brazo, le saco la copa del pecho y me sumerjo, tomando un bocado de su carne, pezón y todo, en mi boca.

Jadea.

—Edward. Oh, Dios…

Gime mientras la beso y la chupo, mordisqueando la endurecida piel de su pezón.

—Jesús, tenemos que llegar a casa —gimo—. O te voy a follar aquí mismo.

—Hola, Edward —dice alguien.

Salto, Isabella grita, y la abrazo mientras se mete en mi pecho, tratando de ocultar su cuerpo apenas vestido.
—Mierda —gruño y vuelvo la cabeza, viendo a Ben Lovell en su auto de policía, al ralentí junto a nosotros. ¿Cómo no lo escuchamos venir?—. Ben —digo, respirando con dificultad—. ¿Qué demonios?

Está haciendo un pésimo trabajo al ocultar su diversión mientras responde:

—Solo estoy haciendo mis rondas, hombre —dice—. ¿Es la chica de Charlie Swan la que tienes allí?

—No es asunto tuyo. —Me muevo, tratando de asegurarme que Isabella esté fuera de su vista.

Pero todavía trata de mirarla.

—¿Estás bien, cariño? —pregunta, todavía sonriendo.

Ella envuelve sus brazos alrededor de su cuerpo, cubriendo su desnudez mientras sonríe entre dientes.

—Um, sí, señor.

Él se ríe y sacude la cabeza.

—Maldición —murmura entre dientes, pone su auto en marcha y avanza lentamente.

Espero a que abandone el estacionamiento antes de dirigirme a Isabella.

—No te preocupes. No dirá nada.

Lovell no es un chismoso.

Rápidamente levanta la correa de su camiseta y cruza sus brazos sobre su pecho, mirando alrededor nerviosamente.

—Vamos. —Tomo su mano, llevándola a mi camioneta—. Vámonos a casa y salgamos a nadar.

—¿Desnudos? —se burla.

Abro la puerta, sacudiendo mi cabeza.

—No —respondo—. Usa las conchas. He estado muriendo por la oportunidad de quitarte ese traje.

Sonríe y se sube al asiento, rodeo la camioneta y abro mi puerta. Saca su teléfono, probablemente para enviarle un mensaje a su hermana avisándole que se va, y enciendo el motor, poniéndolo en marcha.

Antes que salgamos del estacionamiento, se arrastra a mi lado y comienza a mordisquear mi cuello.
—Hablando de trajes... —dice, deslizando una mano dentro de mi chaqueta y acariciando mi pecho—. Podría acostumbrarme a esta apariencia en ti.

—No —le advierto—. Es solo para ocasiones especiales.

—¿Y soy una ocasión especial?

—Creo que sabes que lo eres —bromeo—. No amplío mi zona de confort por cualquiera.

Le lanzo una sonrisa burlona, ni un poco molesto porque haya vuelto al revés todo mi aburrido y cuidadosamente construido mundo. Estoy haciendo cosas que normalmente no haría solo para complacerla, pero también me hace sentir cosas que no había sentido en mucho tiempo. Algunas de ellas, nunca. De hecho, hoy me encontré considerando una lista mental de todas las cosas que quiero hacer con ella. Llevarla a juegos de béisbol, viajes por carretera, y hoy investigué en el jodido eBay cintas de casete de los 80 con las que pensé que podría sorprenderla, como si fuera a estar cerca en las festividades importantes y su próximo cumpleaños, por todos los cielos.

Hace que me emocione por todo lo que vendrá. Sea lo que sea.

Me vuelvo hacia ella, tratando de mantener un ojo en el camino y besarla al mismo tiempo, pero acabo riendo.

—Cinturón de seguridad. Me vas a meter en problemas.

Retrocede y se aparta un poco, poniéndose el cinturón de seguridad.

—Oh —le digo, mirándola—, y sé que Aro quiere contratarte. No vas a trabajar allí. ¿Entendido?

Descansa su cabeza en el asiento, mirando por el parabrisas.

—Oh, ¿estás poniendo las reglas ahora?

—No me gusta preocuparme. Esto se soluciona ahora.

Realmente no creo que hable en serio, pero me gustan las cosas talladas en piedra.

Solo se encoge de hombros.

—Mi hermana gana mucho dinero. No está lastimando a nadie, y no voy a dejar que nadie me mantenga. —Hace una pausa y luego continúa—. Creo que haré lo que tenga que hacer. Realmente no necesito tu permiso, ¿sabes?

Frunzo el ceño, la irritación de esta situación arrastrándose por mi espalda.
Pero luego recuerdo lo duro que tiraron de ella al escenario esta noche, obviamente, decidiendo que un concurso de camisetas mojadas no era para ella, sin importar si se había vestido para eso o no.

Suelto un bufido, recordando la forma en que protestó.

—Ni siquiera sé lo que me preocupa —digo, mi voz llena de humor—. Eres una buena chica. No tienes lo que se necesita para trabajar allí.

—No soy una niña.

Presiono mis labios para dejar de sonreír, pero es difícil. Lo sé, lo sé, es una mujer.

—¿Y si entran Emmett o ese pequeño idiota Sam o cualquiera de los tipos que trabajan para mí? —presiono—. ¿Podrías usar un bikini detrás de la barra y servirles bebidas, o peor aún, quitarte la ropa y bailar para ellos? ¿Dejar que te usen para correrse? ¿Sentarte en sus regazos y frotarte contra ellos por cuarenta dólares?

No puedo evitar reír entre dientes ante la ridícula idea. Si realmente lo piensa y se pone mentalmente en esa situación, sabrá que es absurdo.
Gira su cabeza hacia mí.

—¿Te estás riendo de mí?

—Estoy diciendo que te conozco —le digo, nivelando mi tono—. Tú y yo sabemos que no tienes más agallas de las que yo tendría, así que vamos a dejar de perder el tiempo discutiendo sobre algo que nunca sucederá.

Mira hacia adelante y se queda en silencio, pero veo su mandíbula tensa mientras mira por el parabrisas. Asumir que conozco su mente más de lo que ella lo hace probablemente sea condescendiente, pero está actuando de manera infantil, manteniendo esta pretensión. Tiene más sentido común que eso, y no me gustan los juegos. Sabe que nunca podrá tratar con esos clientes, y definitivamente no puede desnudarse y bailar desnuda. Probablemente estaría tan avergonzada de que la vieran que rompería a llorar.

Sin embargo, siete minutos después, me detengo en el camino de entrada y salta antes que incluso haya apagado el motor.

—¿Isabella? —llamo, abriendo mi puerta.

¿Qué demonios? No vamos a pelear de nuevo, ¿verdad?

Pero mira por encima del hombro mientras camina hacia el porche.

—Solo voy a entrar por mi traje de baño.

Me quedo allí, girando el llavero en mi dedo. Estáaa biien.
La conciencia me pincha en la nuca, y vuelvo la cabeza, buscando en el vecindario el auto de Cole o el de su madre. Luego lanzo mi mirada hacia las ventanas de las casas cercanas para ver si hay movimientos de cortinas.

Estoy seguro que hay conversaciones en la cuadra ahora.

La gente nota cosas, y Jacob rara vez está aquí, mientras que su novia y yo estamos constantemente juntos. No tomará mucho tiempo para que las personas lleguen a sus propias conclusiones.

Para cuando llego a la casa, Isabella no está por ningún lado. Subiendo las escaleras, paso la puerta cerrada de su habitación y me dirijo a la mía para ponerme unos shorts de baño. Todavía está en su habitación cuando salgo, y vuelvo a bajar para agarrar algunas botellas de agua y encender las luces del patio trasero. La piscina se ilumina, y enciendo la radio colocada debajo del gabinete. Algunos chicos cantan sobre Guys MyAge ya está sonando en la estación que Isabella tiene sintonizada.

Mi teléfono suena con un timbre desconocido, camino hacia la isla y lo recojo.

Isabella. ¿Por qué está llamándome por FaceTime?

Contestando, la veo aparecer en la pantalla, pero me está mirando hacia abajo, como si su teléfono estuviera apoyado en algo más bajo que ella. Como su escritorio. Su cabello la cubre, y realmente no puedo ver nada más que el resplandor de la luz del techo.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, llevando el teléfono a la sala de estar.

Pero permanece en silencio.

Me siento en el sofá, apoyando los codos sobre mis rodillas y observándola. Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios, y mueve su cabeza hacia la izquierda y luego hacia la derecha, y puedo decir que está jugando conmigo. Se pone derecha y pierdo de vista su rostro, pero su hermoso cuerpo aparece a la vista, y veo que lleva el bikini con conchas.

Mi corazón se salta un latido, y tengo que luchar contra una sonrisa. Sus pechos sobresalen de la pequeña tela rosa, y los finos hilos se ven tan delicados en su piel bronceada. Quiero pedirle que se dé la vuelta, pero prefiero tenerla aquí.

La pantalla se agita, y veo que está recolocando el teléfono más atrás, y cuando aparece de nuevo, puedo ver parte del escritorio, su cuerpo y su rostro. Se inclina sobre el escritorio, observándome con una mirada coqueta, sus brazos presionando su cuerpo y, casualmente, sus pechos, también.

Esbozo una sonrisa.
—¿Sí, Isabella?

—No soy una niña —dice, y su sonrisa desaparece de repente.

Me invade una sensación de inquietud y supe que era demasiado bueno para ser verdad. Está jugando conmigo, y no va a bajar ahora.

Suspiro y me recuesto en el sofá.

—Entonces deja de actuar como tal —respondo.

Mira hacia abajo, inmovilizándome con sus desafiantes ojos.

—No soy una niña —dice nuevamente.

Y la miro mientras pone una mano detrás de su cuello, la otra detrás de su espalda y tira de ambos hilos, los patéticos pedazos de tela caen de su cuerpo y al piso.

Trago un bulto duro al verla. Yo iba a hacer eso, maldición.

Sus pezones duros se destacan ante mí, y la piel de mis palmas zumba con su recuerdo en mis manos. Mi estómago se estremece, y mi polla ya se está hinchando por la necesidad.

Por favor no me hagas esto.

Pero no puedo mirar hacia otro lado.

No puedo escuchar la música en su habitación, o tal vez está oyendo la mía en la cocina, pero comienza a balancearse un poco y a mecer las caderas, cierra los ojos y desliza las manos hacia arriba, abajo y por todo su cuerpo, rostro y cabello. Parece un postre.

Mordiéndose el labio inferior, juega conmigo, acariciando sus tetas y deslizando sus manos por su estómago y jugando con el dobladillo de su tanga, amenazando con tirarlo hacia abajo.

Se burla de mí con sus ojos y la promesa de ver algo bueno. Como una stripper.
La comprensión me golpea, y finalmente sé lo que está haciendo.

Sacudo la cabeza, mi cuerpo ardiendo por ella.

—No puedes hacerlo —bromeo.

No puede quitarse la ropa y bailar.

—Tienes razón —dice, dándose la vuelta y mirándome por encima del hombro—. No puedo hacerlo. Solo soy una pequeña niña, ¿verdad? Una niña tonta.

Se enfrenta a mí otra vez, dándome una sonrisa tímida mientras inclina la pantalla hacia abajo, y noto que está a horcajadas sobre la esquina redondeada del escritorio. Todavía de pie, coloca una mano en el escritorio y la otra en la pared, creo, con la esquina del escritorio de madera descansando entre sus piernas.

Y la miro mientras comienza a follarla lentamente. Sus caderas giran y su estómago se hincha dentro y fuera mientras su culo se mueve y rechina sobre la mesa, y puedo oír la fricción de la tela sobre su coño frotando contra la madera.

Oh, Jesús. Mi pecho sube y baja más rápido mientras la veo hacer la cosa más hermosa que creo haber visto en mi vida. Dios, me encanta mirarla. Sus tetas se balancean con el movimiento, rebotando un poco cuando comienza a ir más fuerte, y mi boca se ha secado tanto que no puedo tragar.

—¿Quieres verme hacer esto? —bromea. Sus grandes ojos me dicen que sabe muy bien que me gusta lo que estoy viendo.

—Deja de bromear y ven aquí.

Deja caer su cabeza hacia atrás, pasando sus dedos por su rostro y su cuerpo, ahuecando un pecho y apretándolo antes de arrastrar la mano por su estómago.

—Te dije que tenía un vibrador —dice, mirándome de nuevo—. Aunque no lo uso. —Aumenta la velocidad, y puedo escuchar que la fricción se ha vuelto más fuerte—. Me gusta estar en control. Me gusta trabajar para ello, como si fuera real.
Me lamo los labios.

—Isabella…

—Shhh...

Abre la boca y gime, luego levanta una rodilla, colocándola sobre el escritorio para separar más sus piernas. El sudor me enfría la frente, y me levanto, inclinándome hacia adelante otra vez.

—Me gusta que me mires —dice—. Siempre me has visto, ¿verdad? Siempre quise divertirme conmigo.

Titubeo, sabiendo que lo que dice es verdad. La desee desde la primera vez que la vi.

—Está bien —susurra—. Siempre lo supe, y siempre me gustó. Siga mirándome, señor Masen.

Trago saliva, mi boca todavía está seca.

—Lo hago —exhalo.

—Oh, Dios —gime.

Mis ojos arden, y estoy desesperado por pestañear, pero no puedo apartar mi mirada de ella. Casi puedo sentirla. Como si la esquina del escritorio fueran mis dedos follándola, y su suave carne estuviera moliéndose contra mi mano. O mi jodida boca, no me importa. Nunca he estado tan celoso de un objeto inanimado.

—Mueve el teléfono a la cama —le digo—. Quiero verte desde atrás.

Ralentiza sus movimientos, temblando y respirando con dificultad, y puedo decir que la atrapé justo cuando estaba persiguiendo su orgasmo.

Oh, bueno, tendrá que trabajar duro para recuperarlo.

Llevando el teléfono a la cama, lo apoya contra algo y rápidamente mira de ida y vuelta entre la pantalla y el escritorio para asegurarse que la tenga a la vista, y luego regresa a la esquina del escritorio.

Pasándose los dedos por el cabello, me mira por encima del hombro, sonriendo. Aprieto mi puño, ansioso por sentir ese culo firme.

Pero antes de levantar la rodilla otra vez, desliza sus dedos debajo del dobladillo de su bikini y lo desliza justo bajo su trasero. Y lo deja allí. Plantando sus manos en el escritorio, se inclina sobre él, levanta su rodilla, y arquea su espalda hacia mí, sacando su culo mientras comienza a montar de nuevo la esquina del escritorio.

Su trasero, su cabello cayendo por su espalda, su forma de moverse y burlarse... Me estiro y ajusto mi polla, ahora dolorosamente rígida y lista. Por tener esta visión de ella, me estoy muriendo.

—Mmmm, eso es lo que me gusta. —Jadea, mirando mis ojos por encima de su hombro—. Mírame. Mírame follar para ti. Haré lo que tú digas. Es todo para ti.
Va más duro, más fuerte y más rápido, y no estoy seguro de si quiero su coño en mi boca o alrededor de mi polla primero. La tomaré por detrás esta noche. Tengo que tenerla así.

—Isabella... —El teléfono cruje en mi mano.

—¿Te gusta? —se burla—. ¿Te gusta cuando juego conmigo para ti?

—Nena. —Me levanto del sofá.

La necesito.

—Mmm, me gusta que me mires —gime—. ¿Estoy siendo buena ahora?
No le quito los ojos de encima mientras subo las escaleras.

—Ojalá hubiera diez más de ti, mirándome —dice—, queriendo verme.
Si hubiera más de mí, tendría un gran problema esta noche.

—Edward, estoy tan mojada. Podrías deslizarte directamente dentro de mí.
Mi polla salta y pulsa, llego a su puerta y giro la perilla.

—¿Te gusta? —Bombea más rápido—. Estoy tan caliente y húmeda para ti.
La puerta está cerrada, y sacudo la perilla, muriendo por entrar.

—¿Isabella? —llamo, mi paciencia inexistente—. Abre la puerta.

—Oh, Edward. Oh, Dios.

Miro la pantalla otra vez, viendo su cabello malditamente cerca de tocar su culo mientras echa la cabeza hacia atrás y folla el escritorio. Dios, su culo...

—Más, más, más, más... —gime—. Estoy llegando. Oh, Dios. ¡Sí!

—Isabella, mierda... —Le doy un tirón a la puerta, listo para derribarla—. Abre la puerta.

No te corras sin mí.

—¡Fóllame! —grita, jadeando y gimiendo—. ¡Sí! Sí… sí… sí…

Su voz se vuelve más baja y más tranquila mientras lo monta, corriéndose al otro lado de la puerta y terminando sin mí.

—¿Isabella?

Maldita sea, no la quiero satisfecha todavía.

Pero la puerta no se abre, y cuando miro el teléfono, sus movimientos se han ralentizado, solo el más mínimo ruido y pequeños sonidos cuando termina. Voy a inclinarla sobre ese puto escritorio ahora mismo.

—Isabella, Jesús, abre la puerta —gruño.

Se endereza, apoya el pie en el suelo y se pone los pantis del bikini otra vez. Caminando hacia la cama, se inclina y se encuentra con mis ojos, con una mirada soñadora en su rostro.

—Me encanta verte disfrutar de eso —dice, con la dulce expresión de satisfacción en su rostro—. Me encanta ver que puedo mantener tu atención. Y no solo puedo hacerlo, Edward, sino que creo que me gustó.

Curva sus labios en una pequeña sonrisa.

Agito la perilla de la puerta otra vez.

—Isabella, abre la puerta.

Solo chasquea.

—Me gustaría, nene, pero... —suspira—. El baile terminó, y no puedes tocar a las chicas. —Luego me guiña un ojo—. Buenas noches, cariño.
La luz en la pantalla desaparece cuando finaliza la llamada, y todo el pasillo se apaga de repente. Me quedo allí, tratando de descubrir si realmente está haciendo lo que creo que está haciendo, cuando la luz debajo de la puerta también desaparece, y me doy cuenta que ha apagado las luces.

¿Se va a la cama?

Tiro de la puerta.

—Isabella —gruño—. ¿Qué diablos?

Escucho un cajón abrirse y cerrarse de golpe y luego la cama cruje bajo su peso. Después de unos momentos, no hay sonidos, y mis peores temores se han hecho realidad. Tengo una erección furiosa. ¿Qué haría ella si rompiera la puerta ahora mismo? ¡Mierda!

Dejo que mi frente caiga en la puerta, y estoy a punto de tirar mi tarjeta de hombre y llorar.

—Cuando te atrape, no será bonito —le advierto—. Es una promesa. Lo vas a pagar.

Mi teléfono emite un pitido y miro hacia abajo, deslizando la pantalla.

Vete a la cama, dice el texto.

Se me revuelve el estómago, y estoy a medio camino entre bajar y colocar la música tan fuerte que no pueda dormir mientras disminuyo la presión haciendo vueltas en la piscina o provocar otra pelea para sacarla de la cama otra vez.

Es tarde, sin embargo, y si ejercito ahora estaré despierto durante horas. Tengo mi mano e Internet, ¿no? Aunque no necesito porno cuando solo su recuerdo, de hace un momento, no se ha ido lo suficiente como para dejarme ablandar todavía.
Bajando a mi habitación, cierro la puerta tras de mí y choco contra la cama, frotándome la ingle dolorida.

Otro texto suena.

Y no te masturbes, dice.

Aprieto los dientes y lanzo el teléfono a un lado, escuchándolo golpear el tocador y caer al suelo.

Mejor me despierto y la encuentro en mi polla por la mañana o nadie estará a salvo mañana.
**********************
Hola a todas que les parecio nos vemos el viernes con un capitulo nuevo

11 comentarios:

Anónimo dijo...

ahhh!!! me encatna esta historia gracias por actualizar!!

carola dijo...

Jajajajj me encanto el castigo que le hizo bella!!
Pobre edward, no va a poder dormir!! Jajja
Gracias por el capitulo

Anónimo dijo...

HERMOSOOOOOOOOOOOOO

shaki dijo...

espectacular capitulo

vani dijo...

Muy buena la actitud de Bella!!!!
Gracias por actualizar...

Nos leemos en el martes de adelantos y luego el viernes si es que puedes actualizar.

Anónimo dijo...

Muy bien Bella.
Gracias por actualizar.

Ana dijo...

Muchas gracias por el capítulo

Selene dijo...

Otro capi, por favor!

marina dijo...

buenisimo el capitulo. me encantocomo bela hizo sufrir a edward jaja.
la venganza de edward sera terrible jaja.
espero que actualices rapido

Anónimo dijo...

La verdad no entendí por que Bella hizo eso... teniendo semejante hombre al lado. Gracias por actualizar.
PD me llamo Adriana

cari dijo...

Jajajajajaja bien BELLA dale donde más le duele para que aprenda a no dejarte plantada, Edward te lo mereces ahora si ve a dormir 😅😉😜😍😘💕❤ Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina