Capítulo 21
Isabella
No tardé mucho en conciliar el sueño la noche anterior a como pensé que
sería. Momentos después de enviar mi último mensaje de texto, escuché que algo
golpeó una pared en la habitación de Pike, y me sentí un poco mal pero también
sonreí, sintiéndome un poco poderosa. Jugar con él no era mi objetivo, aunque
me encanta que seamos buenos para meternos debajo de la piel del otro.
Simplemente quería mostrarle que soy capaz de más de lo que él cree, y no
aprecio que la gente me diga lo que tengo en mi cabeza.
Luego, cuando trató de entrar a la habitación, lo deseaba muchísimo —sus
manos, su boca, sus palabras—, pero siempre lo perdono con demasiada facilidad
y ya no quiero ser esa chica. Incluso si Edward es uno de los buenos, y estoy
bastante segura que lo es, necesitaba demostrarme que valgo la pena el trabajo
y la espera. Era necesario elevar el estándar y no darle a todos lo que quieren
de mí tan fácilmente. He sido una incauta el tiempo suficiente. Sam, Jacob, mis
padres...
Y me quedé dormida, orgullosa de ser más fuerte.
Hoy por otro lado... puede tenerme tanto como quiera, porque tampoco puedo
seguir esperando. Después de decirle que mantuviera sus manos lejos de sí mismo
anoche, me obligué a hacer lo mismo hoy, y lo primero que voy a hacer cuando lo
vea es quitarle la camisa, porque me encanta cómo se ve solo en pantalones.
El clima es cálido hoy, pero hay una pequeña capa de nubes manteniendo el
calor a raya, y me acuesto en la hierba sobre mi estómago, escuchando a Don
Henley en el reproductor de casetes mientras ojeo el catálogo de cursos de
otoño de mi universidad. Ya me había registrado para el próximo semestre pero
estoy pensando en agregar otra clase.
Mis piernas, cruzadas en los tobillos, se balancean hacia atrás y adelante
en el aire detrás de mí, pero luego suena mi teléfono, me extiendo y lo recojo
de la hierba. Mirando la pantalla, frunzo el ceño.
¿Qué quiere Emmett?
Respondo y lo sostengo en mi oreja.
—Hola —digo—. ¿Todo bien?
Mi mente sospechosa se ve inmediatamente atraída por Edward y un espantoso
accidente con cualquiera de las máquinas con las que trabaja.
—Uh, sí, siento molestarte —me dice—. ¿Sabes qué le pasa a Edward hoy?
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, ha estado de mal humor —se queja—. Todo el mundo tiene miedo de
acercársele. Está gritando a todo el mundo, golpeó alrededor de ochenta clavos
en cada tablón que colgó, y luego aceptó accidentalmente un envío equivocado de
madera, lo que provocó una rabieta realmente interesante que me recuerda a mi
hija de doce años. Ha sido extraño.
Resoplo, pero luego coloco mi mano sobre mi boca para sofocarla.
—Uhm... —Busco palabras, mi garganta se llena de risa—. En realidad no
tengo idea.
En realidad, tengo una muy buena idea.
—Bueno, cúbrete, cariño —dice—. Está de camino a casa, y no sé cuál es su
jodido problema.
Mi cuerpo tiembla con una risa silenciosa, y justo en ese momento, veo que
la camioneta de Edward viene rugiendo por la calle. Incluso su motor suena
enojado.
—Está bien —le digo a Emmett—. Me tengo que ir.
Cuelgo, sin esperar su "despedida", y observo mientras Edward
entra en el camino de entrada y la camioneta se detiene bruscamente. Echando un
vistazo a mi teléfono, veo que solo son las cuatro de la tarde. Es muy
temprano.
Me mira sobre el pasto y sus ojos se concentran, la ira y la intensidad
fluyen a través de mí como si estuviera a punto de obtener la gran y gorda
paliza que merezco.
Pongo una mirada tímida en mi rostro y arqueo mi espalda, elevando mi
trasero, y luego disminuyo el balanceo de mis piernas para llamar su atención a
mi cuerpo.
Sale de la camioneta y azota la puerta, y no puedo ocultar mi sonrisa
presumida cuando se acerca, ninguno de nosotros puede apartar la mirada.
—No me estoy riendo —señala severamente—. Ahora entra y quítate la ropa. He
tenido todo un día para soñar el parque temático que voy a hacer de tu cuerpo
esta noche, niña.
Una oleada de excitación se acumula en mis pulmones, y no puedo respirar.
Puedo ver todas las promesas de lo que está por venir en sus ojos, y ya no
puedo mentir ni jugar con él. También lo deseo.
Sosteniendo su mirada, me levanto, y sus ojos recorren mi cuerpo mientras
lentamente retrocedo hacia la casa.
Y él avanza, siguiéndome.
Pero luego se oye una voz sobre su hombro, interrumpiéndonos.
—¡Edward, hola! —dice una mujer.
Ambos nos detenemos y veo a la señora Taft, una de las vecinas, detrás de
él.
—¿Cómo has estado? —pregunta ella.
Él muestra los dientes, cierra los ojos y se ve a punto de golpear algo. Mi
estómago se sacude con diversión que no dejo escapar.
Rápidamente se da vuelta, colocando una sonrisa falsa.
—Constanza, hola —dice, casi sonando alegre—. Estoy bien. Solo ocupado.
Ella asiente y mira alrededor de su hombro.
—Hola, Isabella.
—Hola, señora Taft.
Me acerco al lado de Edward, deslizando mis manos en mis bolsillos.
Ella desliza una mano por su cola de caballo marrón, sosteniendo la correa
del King Charles spaniel que ha estado paseando desde que salí a tumbarme en la
hierba hace media hora. Mira a Edward.
—No he visto mucho a tu hijo.
—Oh, sí. Está... uhm... ocupado, también —tartamudea, tratando de inventar
alguna excusa—. ¿Qué pasa?
—Bueno, escuché que Isabella podría hacer de niñera. —Me mira—. ¿Algún
interés? Hay una fiesta de inauguración de la casa al otro lado del río, en la
casa de los Kuhl —le dice a Edward—. Deberías venir conmigo. Relajarte. Solo
necesito que alguien cuide a los niños.
—¿Esta noche? —suelta.
Pero ella no le responde, solo me mira de nuevo.
—Isabella, ¿qué tal? Sé que ya no tienes quince años, pero pensé que valía
la pena intentarlo.
—Sí, seguro…
—No. —Me interrumpe Edward.
Cierro los ojos por un momento. Jesús, Edward. Eso fue realmente
suave y totalmente nada obvio.
Constance lo mira, sorprendida.
—Tiene clase por la mañana —explica rápidamente.
Sí, tengo clases los domingos.
—Y, uhm, tareas que hacer en la casa —agrega, lanzándome una mirada
severa—, que ha sido mala por no atender.
Sí, señora Taft. Después de lavar los platos, tengo que atender al señor
Lawson, entonces...
—Lo siento —dice.
Ella mira entre nosotros, y sabe que algo está pasando, porque está siendo
jodidamente raro ahora, pero lo maneja con clase.
—Oh, no te preocupes —chilla—. Tal vez en otro momento.
Le doy una sonrisa y asiento, tratando de recuperarme de mi vergüenza y agradecida
cuando finalmente se mueve.
Edward y yo nos quedamos allí un momento, y estoy tratando de medir cómo,
si aún no hablan de nosotros, lo harán después de eso.
—Señor Masen... —Reprimo, sacudiendo la cabeza.
Me giro y empiezo a caminar hacia la casa, y cuando miro hacia atrás, me
está siguiendo, con los ojos fijos en mí.
—La gente está mirando —le digo—. Será mejor que no me sigas. Se verá raro.
Veo que sus ojos se disparan a izquierda y derecha, observando a los
vecinos que trabajan en sus jardines, jugando con sus hijos afuera o sentados
en sus porches. Realmente no me importa, pero sé que a él sí.
Con su larga zancada, está detrás de mí en un santiamén, y siento
escalofríos cuando abro la puerta apresuradamente y entro. Su cuerpo me obliga
a entrar, la puerta se cierra detrás de nosotros, protegiéndonos del mundo
exterior, me da la vuelta y me atrae a sus brazos. Solo tengo un momento para
respirar antes que su boca esté en la mía, una de sus manos sosteniéndome la
nuca y el otro brazo alrededor de mi cintura, presionándome con tanta fuerza
que casi no puedo respirar.
Pero Dios, no me importa. Estoy cálida y rodeada de su olor, y se siente
tan ido que me lleva con él. Rodeando su cuello con mis brazos, extiendo mis
piernas cuando me levanta mientras bloqueo mis tobillos detrás de su espalda.
—Mierda, nena, estoy sucio —dice, todavía devorando mis labios—. Debería
tomar una ducha.
—Tomaremos una después —gimo, alejándome solo un poco.
Me lleva a la cocina y me pone sobre la mesa. Levanto su camisa por encima
de su cabeza, rompiendo el beso por solo un momento antes que nuestros brazos
vuelvan a rodearnos. Se inclina hacia mí, obligándome a retroceder un poco
mientras profundiza el beso.
—No podía esperar para llegar a casa —susurra—. No sabes cuánto me estaba
tratando de controlar hoy.
—¿Cuánto? —Trabajo en su cinturón, desesperada por quitárselo.
—Estaba en el peor estado de ánimo —gruñe—. No podía sacarte de mi cabeza.
Todo lo que quería era esto. —Sus manos bajan por mis costillas, me empuja
hacia atrás y levanta mi camisa y sostén sobre mis tetas. Caigo en la mesa y se
lanza, mordiendo y lamiendo mis pezones.
Cierro los ojos y gimo, retorciéndome debajo de él y arqueando mi espalda,
no estoy segura si estoy tratando de acercarme a su boca, o si es demasiado
para tomar. Puedo sentir sus labios hasta los pies.
El calor llena mi coño mojado, y miro como su lengua caliente golpea el
endurecido botón de mi pezón, mi clítoris palpita con tanta fuerza que no puedo
respirar. Me estremezco, una explosión de placer se apodera de mí y me calienta
las entrañas. Pongo lo ojos en blanco y grito.
¡Mierda! Mierda, mierda, mierda...
Me estremezco, abro los ojos, un poco sorprendida.
Miro hacia abajo, viendo a Edward mirándome.
—¿Acabas de correrte? —pregunta, con sus ojos sorprendidos.
Trago, mi boca seca de repente, y asiento.
—Sí. Creo que sí.
Sus cejas se disparan.
—Te gusta que besen tus pechos, ¿eh?
—Me gusta cuando besas cualquier parte en mí.
Se levanta y me pone de pie, sosteniendo mis ojos mientras desabotona mis
pantalones cortos.
—Estuviste tan increíble anoche.
Mis ojos se iluminan.
—Entonces, estuvo bien, ¿eh? —Tal vez tengo una actriz en mí, después de
todo.
Pero solo levanta una ceja.
—No te hagas ilusiones. No será así con nadie más.
Mis pantalones cortos caen al suelo, me gira y pongo mis manos sobre la
mesa para sostenerme. Escucho el crujido de un envoltorio y luego el ruido
metálico de su cinturón mientras abre sus jeans. Me tiemblan los muslos, tan
excitada por lo que viene. Gracias a Dios que las persianas están cerradas.
Arqueando mi espalda, abro mis piernas para él y miro por encima de mi
hombro.
—Lamento haberte hecho eso anoche —le digo.
Saca su polla de sus jeans y se pone el condón, luego se acerca,
envolviendo una mano alrededor de mi cuello y me besa con fuerza.
—Bueno, en realidad no lo siento, supongo —jadeo contra sus labios—. Esto
hace que valga la pena.
Demonios, sí. Está tan caliente en este momento. Bueno, siempre lo está,
pero...
Bajando mis bragas, me agarra donde mi muslo se encuentra con mi cadera y
guía su polla hacia mi entrada. Una vez que me está coronando, tira de mis
caderas hacia él, y soy cortada en dos, jadeando y temblando mientras su polla
se desliza profundamente en mi interior.
—Oh, Dios mío. —Lloriqueo, con la cabeza baja, porque estoy temblando tan
fuerte.
No me da tiempo para recuperarme, y todo lo que puedo hacer es aguantar
mientras me abraza fuertemente y me folla. Levanto la rodilla derecha hacia la
mesa y me inclino un poco más hacia adelante, su polla se desliza más profundo
y me hace gemir.
Jadea con fuerza, gruñendo en mi oreja, y sus manos están por todos lados
mientras me rodea con sus brazos, una mano apretando mi pecho y la otra
sumergiéndose entre mis piernas para frotar mi clítoris.
—Puedes hacerlo de nuevo más tarde, ¿verdad? —pregunto por encima de mi
hombro.
—Me estás insultando —gruñe en mi oído—. ¿Crees que no puedo seguir tu
ritmo?
—Realmente quiero...
—¿Quieres qué?
Abro mi boca, susurrando contra sus labios mientras nuestros cuerpos se
encuentran una y otra vez.
—Quiero chuparte. —Froto mis labios sobre los suyos, burlándome de él—.
Quiero sentirte en mi boca.
Exhala con fuerza, mostrando los dientes y cerrando los ojos.
—Isabella... —Sacude la cabeza casi como una advertencia.
Lo beso, nuestros labios se ciernen uno sobre el otro mientras el sudor se
desliza por mi espalda.
—¿Quieres tu polla en mi boca? —susurro.
Muerde mi labio inferior suavemente y lo suelta.
—Dilo otra vez.
—Quiero chuparte la polla —digo de nuevo.
Su polla me golpea como un martillo, y curvo los dedos de mis pies,
sintiendo la cima de mi orgasmo.
—Quiero lamerte —le susurro—, saborearte y hacer que te corras.
Sus dedos se clavan en mi carne, y me duele la parte superior de mis muslos
donde siguen golpeando la mesa, pero está haciendo que me corra de nuevo, y
nada en el mundo se ha sentido tan bien. Estoy casi allí.
Muevo su labio con mi lengua, sintiendo el fuego extenderse a través de mis
muslos y sacudir mi interior.
—¿Por favor? —susurro, retrocediendo en su polla y persiguiéndolo,
también—. ¿Follarías mi boca esta noche?
—¡Isabella, Jesús! —grita, y agarra mi hombro cerca del cuello y me golpea
con tanta fuerza, que no puedo hablar, incluso si quisiera.
Los dos nos corremos, mis nudillos se vuelven blancos mientras clavo las
uñas en la mesa de madera, tensándome y apretando cada maldito músculo de mi
cuerpo.
—¡Edward! —grito—. Oh, Dios.
Caigo sobre la mesa, abrazándome, cerrando los ojos y sintiéndolo pulsar
dentro de mí. Su mano está plantada al lado de mi cabeza, y se cierne sobre mí,
respirando con dificultad y sacudiéndose en mi interior un par de veces más.
Quiero que se corra dentro de mí. Quiero que se derrame y quiero sentirlo.
Estoy tomando la píldora, y soy saludable. Una vez que sepa que él también está
saludable, le diré que las malditas gomas pueden irse a la jodida basura.
Podría volver a provocarlo por video si su frustración acumulada me excita
así.
Unos momentos más tarde, mi respiración ha vuelto a la normalidad, y estoy
agotada.
—Sabes que estoy bromeando, ¿verdad? —le digo—. Solo lo haré para ti.
Su mano se desliza por mi espalda húmeda, y lo escucho inhalar como si
fuera a hablar, pero entonces algo golpea la puerta.
—¡Isabella! —grita una voz—. Isabella, ¿estás aquí o no?
Ambos saltamos, mi corazón se salta un latido. Tanya.
Edward se aparta de mí y me pongo las bragas, apresurándome a buscar mi
sujetador y mi camisa. Escucho que la tapa del bote de la basura se cierra de
golpe, y luego Edward está a mi lado mientras se apresura a meterse en su
camiseta y yo en mi ropa.
Pero justo en ese momento la puerta cruje y escucho la voz de Tanya.
—¡Isabella! —llama desde el interior de la casa.
—¿Qué diablos? —gruñe Edward en voz baja, lanzándome una mirada asustada
justo cuando Tanya entra a la cocina.
Edward se aleja un par de pasos de mí y se pasa la mano por el cabello
mientras me abrocho los pantalones cortos.
Tanya nos mira, sus ojos se mueven velozmente entre Edward y yo, claramente
asimilando nuestro desorden.
—Hola —dice, con un tono sospechoso en su voz.
Me lamo los labios secos, tratando de recuperar el aliento.
—Hola —le digo—. Así que, ¿ahora solo entras en las casas de las personas?
—Estaba golpeando la puerta y tocando el timbre —señala, su sorpresa se ha
ido y ahora ha sido reemplazada con diversión—. Vi los dos autos afuera, así
que sabía que estabas en casa.
Un silencio incómodo sigue mientras mira a Edward con una sonrisa en los
ojos y a mí con las cejas levantadas.
Edward parece que quiere escapar. Se endereza, señalando con el pulgar
hacia el patio trasero.
—Voy a lanzar algunos perritos calientes a la parrilla para la cena.
Y rápidamente saca un paquete de la nevera y se dirige al patio trasero.
En cuanto se va, la boca de Tanya se abre, sus ojos se ensanchan sobre mí.
—¡Oh, Dios mío! —dice.
—Shhh... —le digo, lanzando una mirada preocupada hacia donde se fue Edward.
—¿En serio? ¿Cómo fue? —Se acerca a mí y desliza su pulgar sobre mi frente
húmeda—. Así de bien, ¿eh?
No puedo evitar soltar una pequeña carcajada, porque no sé qué más hacer.
No puedo pensar con claridad ahora mismo.
Estoy segura que me estoy sonrojando.
—Aw. —Me mira con amor, frotando mi brazo—. Estoy feliz por ti. Es
alucinante, ¿no? Follar con alguien que es realmente bueno en eso.
Sí. No es que Jacob fuera malo, propiamente
dicho. Es solo que con Edward es diferente. Está en mi cabeza más de lo que
nadie ha estado.
—Bueno, diviértete —me dice, caminando hacia la nevera y sacando un
refresco—. Simplemente no te embaraces, ¿de acuerdo?
—¿Por qué? —suelto, pero luego me doy cuenta de cómo sonó eso—. Quiero
decir, no es que esté planeando hacerlo. Tengo diecinueve años. —Me acerco a
ella—. Pero no dijiste eso con ninguno de mis otros novios. ¿Por qué Edward?
—Porque te estás divirtiendo —dice, cerrando el refrigerador y girando
hacia mí—. Y puede que eso sea lo único que él también esté haciendo. Sólo sé
cuidadosa.
Las palabras son como una puñalada. ¿Tiene razón? ¿Eso es todo lo que
estamos haciendo?
—Puedes disfrutar de un hombre estable que tiene un trabajo y una licencia
de conducir activa al mismo tiempo —explica—. Y él tiene una jovencita sexy en
su cama. Disfrútalo mientras dure. Hasta el día del juicio final. —Me aprieta
la barbilla como si tuviera cinco años—. Simplemente no te hagas ilusiones.
Mantente alerta.
No me hago ilusiones.
Pero creo que ya se dispararon cuando no estaba prestando atención.
Huelo la parrilla en el patio trasero, pero ya no tengo hambre.
11 comentarios:
Tania metiche , 😉😜😅😍😘💕❤ gracias
ahh que oportuna tania ,,
Muchas gracias por el capítulo
Gracias por el capítulo.
Hola, a Tanya le dieron la mano y tomó el codo.
Cómo va a entrar así en una casa ajena.
Edward todo un salvaje como se cogió a bella. Quiero un hombre asiiiii.
Muchísimas gracias por la actualización.
por que tiene que ser tan metida tanya. Que se guarde sus consejos y deje a la hermana vivir como quiera ahora bela esta llena de dudas pero acaso no le dijo edward que se estaba enamorando de ella!!!
estos dos son malisimos ocultando lo que pasa entre ellos,no me sorprenderia si la gente empieza a sospechar.
actualiza pronto.
besos
Aaarrgg que molestosa y totalmente inoportuna es tanya!! Estaba tan bueno el capitulo.
No seas mala y actualiza pronto porfis!
GRACIASSSSSSSS
Jajaja q loca tanya y sus consejos
Edward q caliente ojala q se comunicaran mejor este par
Como hizo para entrar la metida de tanya... me encanta esta pareja.
Gracias por actualizar.
PD me llamo Adriana
Como hizo para entrar la metiche de Tanya?
Gracias por actualizar.
PD mi nombre es Adriana
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