miércoles, 31 de julio de 2019

Capitulo 7 Pacto de hermanos


Capítulo 7

Edward estaba de espaldas a la puerta, su cabeza inclinada sobre su tableta mientras se encontraba sentado en su escritorio.

—Hola —dijo distraído, sin levantar la mirada mientras yo entraba en nuestra habitación.

—Hola —dije torpemente, dirigiéndome hacia mi cama.

—Cullen, ¿te puedes meter en problemas aquí por saltarte las comidas?

—Quieres decir ¿No comiendo la ración que te sirven en el comedor o simplemente no yendo? —preguntó, aún mirando hacia abajo.

—No yendo. —Me tiré sobre mi colchón y suspiré.


—Depende de si tienes una escusa lo suficientemente buena o no. Si estás realmente enfermo… —Finalmente elevó su mirada hacia mí y sus ojos azules se ampliaron.

—¿Qué te sucedió?

—Adivina. —Sequé mi nariz palpitante cuidadosamente con un pañuelo de papel salpicado de sangre y suspiré.

—Demetri. —El rostro de Edward se oscureció, se levantó de su escritorio y se inclinó hacia mí para verme.

—¿Te golpeó de nuevo?

Abrí la boca para decirle exactamente lo que había pasado… y la cerré de nuevo.

Edward ya me había dejado claro que le irritaba ser asignado al papel de mi protector. Si le decía que Demetri se seguía metiendo conmigo, una de dos cosas pasaría. Él buscaría al abusador y le daría una paliza o decidiría simplemente lavarse las manos enteramente en lo que a mí respecta porque soy muy problemática. De cualquier manera me arriesgaría a parecer débil e indefensa y perdería su visto bueno. Y por alguna razón que no podía explicar, ni siquiera a mí misma, no quería eso.

—¿Entonces? —exigió Edward y me di cuenta de que estaba tardando mucho en responder.

—Estábamos jugando a Quemados un deporte de la antigua Tierra —dije. 

—Sé lo que es Quemados, a Marco le encantan los deportes antiguos —dijo Edward impaciente.

—Así que sabes cómo se juega. —Me encogí de hombros—. Fui golpeado en la cara con una pelota. —Eso, al menos era cierto.

—Una pelota que Demetri lanzó, ¿Adivino? —Los pálidos ojos azules de Edward ardieron. No estaba segura si estaba furioso conmigo o con Demetri.

—Sólo déjalo pasar Cullen. —Levanté mi barbilla—. Estoy bien. Nada está roto o al menos eso creo.

—Espero que no. —Tiró ligeramente de mi barbilla, su mirada suavizándose un poco—. Sería una pena arruinar esa hermosa carita tuya enano.

—Sí, correcto —balbuceé pero por alguna razón encontré mis mejillas calentándose bajo su mirada.

Edward se me quedó viendo fijamente un minuto más y luego sacudió la cabeza y se giró de nuevo hacia el escritorio.

—No tengo tiempo para esto, tengo que estudiar. Esta maldita ecuación me va a volver loco.

—¿Quieres decir la de Cálculo Interdimensional? —pregunté lo más casualmente posible.

Él asintió y pasó una mano entre su cabello, desordenándolo y volviéndolo un halo de oro oscuro alrededor de su cabeza.

—Es tan frustrante. Si ese viejo verde, Cayo fuera más lento por lo menos un minuto o respondiera una pregunta de vez en cuando, tendría sentido.

—Sí tiene sentido —dije—. Quiero decir, bueno, tal vez no de la manera en que él lo explica pero la ecuación sí funciona.

—¿Cómo? —exigió Edward—. ¿Cómo puede MxM ser un Toroide Hueco? ¿Esa es como la forma de una dona, cierto? No veo como eso es posible.

—Porque no estás pensando en tres dimensiones. —Salté fuera de la cama, el latido en mi nariz temporalmente olvidado—. Aquí, dame tu tableta.

Frunciendo el seño, Edward me la pasó.

—Está bien, ya que eres tan inteligente.

—No lo soy —dije, tomando la tableta y cambiando la aplicación a una página nueva—. Sólo he tenido muchos mejores profesores que el Sr. Cayo que me han explicado este concepto anteriormente. Ahora mira… —Pasé unos cuantos minutos trazando con el lápiz antes de dárselo de vuelta a él. Edward lo tomó de mí y lo estudió cuidadosamente por un largo rato. Luego su rostro se quebró en una lenta sonrisa.

—¡Oye! ¡Ahora lo entiendo! —Elevó la mirada hacia mí—. Tiene sentido de esta manera. ¿Cómo supiste como hacer esto?

Me encogí de hombros modestamente.

—Como dije, tuve un buen maestro.

—Es más que eso. Eres bastante inteligente para ser un enano. —Sonriendo de oreja a oreja, Cullen se estiró y desordenó mi cabello.

Por alguna razón me encontré ruborizándome de nuevo.

—Bueno mi viejo tutor decía que sería un buen Piloto de Nave estelar. Si no fuera… —Me detuve a mí misma, mordiéndome la lengua abruptamente.

—¿Si no fueras qué? —Edward elevó una ceja.

—Si en vez de eso no estuviera tan ansioso de ser Capitán —improvisé rápidamente—. Quiero decir, ¿quién quiere ser un piloto cuando en vez de eso puedes comandar la nave entera?

—El piloto es tan importante como el capitán —objetó Edward—. El capitán puede dar órdenes hasta que su rostro se vuelva azul, pero sin un piloto que trace el curso se va a quedar atascado en el muelle para siempre.

—Sí, pero los hombres necesitan a un capitán hacia quien puedan elevar la vista —señalé—. Alguien fuerte y valiente. Alguien que sepan que se pondrá de pié por ellos y los guiará sin miedo.

De repente me di cuenta que mientras hablaba no estaba pensando en mi misma como capitán—estaba pensando en Edward. Él sería un excelente líder para los hombres. Con su alta, musculosa complexión y esos imponentes ojos azules—sin mencionar su coraje e integridad. El era alguien para inspirar un equipo, alguien que los guiaría al combate o a los extremos más oscuros e inexplorados del espacio sin miedo.

Edward arruinó mi imagen idealizada de él, riéndose y sacudiendo la cabeza.

—Lo siento pequeño, pero si quieres que alguien eleve la mirada hacia ti, mejor crece unas cuantas pulgadas rápido.

—Muy gracioso —dije agriamente—, y no me llames enano.

—De acuerdo, enano. —Sonrió de oreja a oreja—. Mira, es casi la hora de la cena. Ven, vámonos.

—No tengo hambre —murmuré. Pero lo seguí de todos modos mientras daba un paso fuera de la puerta de nuestra habitación.

—¿Luego de jugar Quemados toda la tarde con Demetri? Lo dudo. —Me disparó una mirada sobre su hombro—. Todas esas zambullidas y carreras trabajan el apetito. Sin mencionar usar tu rostro como una parada para la pelota.

—Ja-Ja. —Lo fulminé con la mirada mientras recorríamos el pasillo—. Espero que te estés entreteniendo Cullen, porque no puedo decir que te encuentro muy divertido.

—Eso es porque no tienes sentido del humor. —Puso un brazo sobre mis hombros y me sacudió suavemente—. Anímate Swan, por una vez tómalo con calma.

Pensé en mencionar cuan irónico era que el príncipe de los silencios melancólicos me dijera que me animara y que consiguiera sentido del humor pero por alguna razón no dije ni una palabra. Por un lado, me di cuenta de que mi humor estaba mejorando—sólo por estar a su alrededor. Y por el otro, su brazo alrededor de mis hombros se sentía cálido y agradable. No quería decir nada que lo hiciera dejar de tocarme.

A pesar del horrendo día que había tenido, repentinamente todo parecía que iría bien. Murando hacia Edward, no pude evitar preguntarme por qué dejaba que su estado de ánimo afectara el mío. Pero de alguna manera no podía evitarlo—él estaba feliz y me di cuenta de que yo estaba feliz también incluso con mi nariz punzante.

A pesar de que era completamente irracional, no quería que este sentimiento terminara.

La cena fue una velada relativamente tranquila. Edward y yo caminamos juntos hacia el arruinado pasillo pero nos separamos afuera, como de costumbre. Emmett se sentó conmigo y exclamó sobre mi nariz. Le dije la verdad sobre lo que Demetri había hecho y él hizo los apropiados ruidos de simpatía. Hablando de Demetri, él y sus compinches se carcajeaban ruidosamente como de costumbre en la mesa de cuarto curso. Tuve cuidado de terminar mi cena e irme bien antes de que ellos terminaran pero, aunque mi nariz seguía adolorida, Demetri y sus matones no estaban en lo más alto de mi mente. En todo lo que pensaba era en mi plan—mi plan de conseguir una ducha.

Esa noche cambié mi guardarropa como siempre y me salté la hora de la ducha de la tarde antes del RLO. Edward hizo un comentario sobre como empezaría a hundirme si mantenía esto pero lo ignoré y traté de no mirar cuando él casualmente se desnudó preparándose para su propia ducha. Aunque no pude evitar notar, cuan amplios eran sus hombros y lo musculosa que era su espalda.

Y cuando regresó a la habitación, su cabello rubio oscuro peinado hacia atrás y gotas de agua salpicando su pecho, admito que lo miré un poco más de lo que era apropiado.

Afortunadamente para mí, Edward no pareció darse cuenta de mi escrutinio. Nos dijimos buenas noches y nos colamos en nuestras respectivas camas, después él apagó la luz.

Entonces esperé.

Y esperé.

Y esperé un poco más.

Finalmente escuché el pitar de mi cronómetro y sabía que era la hora.

Lentamente, siendo cuidadosa de no hacer ruido, me deslicé desde debajo de mis cobijas. Estirándome debajo de mi cama, conseguí mi toalla la cual estaba enrollada en un cilindro apretado y encontré el pequeño envase de champú que había escondido ahí más temprano—uno de los pocos lujos que había traído de casa.

Moviéndome tan silenciosamente como un ratón, me arrastré hasta la puerta, puse mi mano en la perilla y…

—Esa es realmente una mala idea, lo sabes.

La suave y profunda voz de Edward desde la oscuridad me sorprendió tanto que por poco grité. Me giré lentamente para verlo sentado en la cama, su lamparita de bolsillo iluminando su cara.

—¿De qué estás hablando? —Traté de sonar soñolienta y enfadada—. Sólo voy a usar el baño. Tuve mucha bebida de fruta en la cena.

—Mentiroso. Vas a tratar y escabullirte para tomar una ducha. —Edward me frunció el ceño—. Pero ahora no es un buen momento.

—¿Por qué no? —demandé, muy exasperada para mentir más—. Pasa de media noche, todo mundo debería estar dormido.

—Pensarías eso, ¿no es cierto? —dijo secamente—. Pero no lo están. El monitor del dormitorio nunca se va a la cama antes de la 1:00 a.m. y siempre hace una ronda más a los novatos antes de acostarse. Si te atrapa fuera después del RLO por otra razón cualquiera que hacer una rápida orinada, obtendrás barridas. Sin mencionar el hecho que Demetri podría aparecer en cualquier momento y atraparte desnudo y solo, no es bueno.

Sentí la urgencia más impropia de una dama de maldecir. En su lugar mordí mi lengua hasta que probé un ligero toque de sangre cobriza.

—¿Entonces que se supone que voy a hacer?

—Tú debiste ducharte con los demás como el resto de nosotros.

—Bueno, no puedo —espeté—. Y no lo haré. Si hubiera sabido sobre las instalaciones aquí, nunca habría venido en primer lugar.

—Entonces te habrías dado por vencido con la oportunidad de estar en el Cuerpo Espacial ¿sólo porque no te gusta ducharte con los otros chicos? — Edward levantó una ceja hacia mí.

—Sí… No… No lo sé. —Pasé una mano por mi cabello corto en frustración. Mi corto, cabello sucio. Honestamente, si no tomaba una ducha pronto sentía como que iba a volverme loca.

—Esto no es realmente por pudor, ¿lo es? —La voz de Edward se suavizó más y sus ojos se entrecerraron mientras me miraba—. Es algo más, ¿no es cierto, camarón?

—Es nada —dije secamente—. Sólo regresa a la cama.

Frunció el ceño.

—¿Así puedes ser asesinado por Demetri o atrapado por el monitor del dormitorio? No lo creo.

—No puedes detenerme —dije, dándole una feroz mirada asesina—. Así que tú te das la vuelta en la cama y pretendes que no me ves.

—No. —Sacudió su cabeza—. Mira, sólo espera un poco más e iré contigo.

—Cullen —dije con exasperación—, aprecio tu preocupación, pero no quiero tomar una ducha contigo más de lo que quiero tomar una con el resto de nuestros compañeros de dormitorio.

—No voy a ducharme contigo. —Ahora él era quien sonaba exasperado—. Voy a cuidar tu espalda.

—¿Qué? ¿Por qué? —Puse una mano en mi cadera—. ¿Por qué harías eso por mí? ¿Por qué te ayudé con esa ecuación?

—Tal vez. —Edward se encogió de hombros, luciendo incómodo—. O tal vez porque sé sobre tener algo que quieres ocultar, algo sobre tu cuerpo de lo que estás avergonzado.

—No estoy avergonzado —dije con rigidez—. Sólo soy… diferente. Eso es todo.

—También sé sobre ser diferente —dijo en voz baja.

—¿Cómo podrías saber sobre ser diferente o avergonzado? —demandé—. Sólo mírate, eres perfecto.

Se echó a reír secamente.

—Gracias, enano. Pero no estaba hablando sobre mí
.
—¿Entonces quién? —Regresé a mi cama y me senté enfrentándolo.

Se encogió de hombros otra vez y miró lejos, sin encontrarse con mis ojos.

—Alguien a quien solía conocer. Alguien que… me importaba.

—¿Quién…? —rogué pero él me cortó.

—Mira, no quiero hablar sobre eso, ¿vale? —Sus ojos ardieron ferozmente en la luz tenue—. Estoy ofreciendo ayudarte a romper las reglas y que consigas una ducha ¿quieres mi ayuda o no?

Mordí mi labio y lo miré vacilante.

—¿Y no … me mirarás?

Edward ladró una carcajada.

—Tú puedes tener una cara bonita, camarón, pero no creo que vaya a tener que contenerme de echarle un vistazo a otro tipo. No, no miraré.

—Entonces, está bien —dije con tanta dignidad como pude reunir—. Acepto tu ofrecimiento.

—Bien —bostezó—. Entonces regresa a dormir.

—¿Qué? —Fruncí el ceño—. Pero pensé…

—Si vas a escabullirte fuera, la mejor hora para hacerlo es a las dos o tres en punto de la mañana. —Edward frunció el ceño hacia mí—. Confía en mí, lo sé. Así que ambos vamos a conseguir algo de sueño hasta entonces. Pondré la alarma y te despertaré a la hora correcta.

Vacilé por un momento, no queriendo ir a la cama mugrienta otra vez, pero al menos tenía que admitir que su plan era mejor que el mío.

—Bien —suspiré y regresé a ponerme debajo de mis cobertores—. Pero esto tiene que funcionar. Me siento tan sucio que me voy a volver loco.

—Suena como un corto viaje, camarón. —Edward bostezó otra vez—. Ve a dormir. Te despertaré más tarde.

Todavía quejándome conmigo misma, puse mi cabeza en la almohada y traté de ponerme cómoda. Estaba segura que nunca sería capaz de dormir sintiéndome tan irritable y asquerosa mientras lo hacía pero de alguna forma mis párpados vagaron cerrándose todo al mismo…

La siguiente cosa que supe, alguien estaba sacudiendo mi hombro.

—¿Qué? —Me senté en mi cama, repentinamente entré en pánico y una mano grande me abofeteó sobre la boca.

—¡Shhh! —siseó Edward en mi oído—. Baja el volumen. ¡No tiene sentido despertarse en medio de la noche si también despiertas a todos los demás en el dormitorio! ¿Ahora vas a estar callado? —Silenciosamente, asentí y quitó su mano de mi boca—. Bien, ahora ven. Vamos a hacer esto rápido.

Hicimos nuestro camino en el largo pasillo oscuro hacia el baño prácticamente por sentido. Una vez tropecé pero Edward me atrapó por el brazo, casi levantándome del piso con una mano grande. Me las arreglé para reprimir un grito aunque un pequeño chillido de sorpresa se me escapó. Me silenció y continuamos con él todavía sosteniendo mi brazo— supuse para protegerme de tropezar otra vez.

Una vez dentro del baño, teníamos una pequeña luz de las iluminadas baldosas en las esquinas. Estas tenían un débil brillo azulado y sombras de aspecto espeluznante en la habitación oscura, haciéndome sentir contenta de que no estaba sola.

Fuimos a través del estrecho pasillo con eco que guiaba, del baño principal al cuarto de las duchas y entonces Edward se detuvo e iluminó su lamparita de mano. La atoró en sus dientes y luego desenrolló una manta que aparentemente había estado sosteniendo bajo su brazo. Estirándose alto, amarró las esquinas de la manta a los dos ganchos en ambos lados de la estrecha entrada embaldosada.

—Amortigua el ruido y bloquea la luz —explicó en una voz suave, asintiendo hacia la manta—. Los ganchos supuestamente son para una cortina de ducha pero nunca se decidieron a poner una.

—Ya veo —asentí.

—Bien. Sólo mantén la regadera encendida en el ajuste más bajo y ve tan rápido como puedas, entonces podemos salir de aquí.

—Está bien —asentí otra vez y entonces sólo me quedé parada ahí con mis brazos sobre mi pecho.

—Bueno, ¿qué estás esperando? —Edward me dio una mirada de pura exasperación—. Date prisa.

—¿Te vas a quedar aquí conmigo? —Crucé mis brazos más apretados, abrazándome protectora—. No es que no confíe en ti, pero Cullen no puedo…

—Está bien… —suspiró y giró su espalda hacia mí por lo que él enfrentaba la improvisada cortina—. Adelante. No miraré.

Por un largo minuto me quedé parada ahí, moviéndome de un pie a otro, mirando fijamente hacia su amplia espalda en la luz tenue. ¿Mantendría su palabra? ¿Y estaba realmente a punto de desnudarme y tomar una ducha con un hombre en la misma habitación?

—Vamos, enano. —La voz profunda de Edward era de alguna forma más amable
esta vez—. Está bien, juro que no me giraré. Confía en mí.

Había algo en su tono que me tranquilizó. Eso y la posición de sus hombros, que parecían decir que él estaba preparado para esperar por mí mientras tuviera que hacerlo sin mirar. Me pidió confiar en él y de alguna forma, en ese momento, sabía que podía.

Mis sensibilidades victorianas gritaron contra lo que estaba a punto de hacer, pero no podía aguantar estar mugrienta por más tiempo. Tomando una profunda respiración. Me deshice de mis pijamas y las colgué en el gancho del armario.

Aferré mi toalla en mis pechos, mi piel desnuda estallando, poniéndome la carne de gallina mientras caminé a lo largo de varias duchas hasta una que estaba en el centro del largo pasillo embaldosado. Tenía la urgencia de echar un vistazo sobre mi hombro y ver si Edward no miraba. Pero cuando lo hice, él estaba todavía parado ahí, con sus pies ligeramente separados, amplios hombros fijos, mirando fijamente hacia la manta. Sintiéndome aliviada, regresé a la ducha caliente y con el ajuste más bajo, poniendo mi toalla a un lado, y entrado en el rocío humeante.

No puedo expresar mi placer con la sensación de las gotas de agua caliente golpeando mi cansado, cuerpo mugriento. Sentí como que el estrés de los últimos días se estaba desvaneciendo, disipándose por el delicioso calor del agua sedosa cayendo sobre mí. Ah, felicidad…

—Date prisa —gruñó Edward suavemente y me sacó de golpe de mi feliz trance. No importa lo bien que se sentía la ducha, lo sabía, no tenía el tiempo de saborear la sensación. Rápidamente, destapé el envase del champú sobre mi cabeza y lo froté en mi cabello, introduciéndolo totalmente.

Usé algo de la abundante espuma para limpiar el resto de mi cuerpo también, tallando mis pechos y entre mis piernas, asegurándome de mantener mi espalda hacia Edward todo el tiempo. No era que no confiaba en Edward—mis instintos me decían que él era honorable. Pero no lo conocía lo suficiente, después de todo. De esta forma si él sucumbía por la curiosidad y se giraba, vería nada más que mi trasero. Y mientras yo era un poco más curveada en las caderas de lo que un hombre debería, no creía que era lo suficientemente curvilínea para encender su sospecha.

Este era posiblemente la más rápida —y la mejor— ducha que alguna vez haya tomado. De regreso en casa yo usaba diferentes productos en mis largos mechones para mantenerlos sedosamente suaves. Pero con mi nuevo, corte varonil, una simple botella pequeña de champú era suficiente. Enjuagué mi cabello y cuerpo, apagando la regadera, y froté la toalla vigorosamente sobre mi cabello goteante. Satisfecha de que finalmente estaba limpia, envolví la toalla húmeda a mí alrededor, anudándola con seguridad sobre mi pecho.

—Está bien —susurré, tomando mi pijama del gacho donde la había dejado—. Terminé.

—Bien. —Él mantuvo su cabeza apuntando directamente hacia adelante—. ¿Es seguro mirar?

—Sí, eso creo. —Aferré mis pijamas en mi pecho—. Yo, uhm, todavía necesito vestirme.

—Espera hasta que estemos de regreso en la habitación —aconsejó en voz baja— Estamos empujando nuestra suerte cada minuto que estamos aquí afuera.

Por dentro, suspiré. Otra larga caminata hasta el vestíbulo vestida solo en toalla. Bueno, para obtener la sensación de estar limpísima yo estaba realmente disfrutando, valía la pena.

—Está bien —asentí y Edward me miró.

—Luces más feliz —observó en voz baja mientras descolgaba la manta y la enrollaba de nuevo.

—Lo soy. —Le sonreí con agradecimiento—. Gracias.

—De nada —dijo con brusquedad—. Venga, vámonos.

Caminamos de regreso en silencio, llegando a nuestra habitación sin incidente. Edward se deslizó en su cama con un crujido de cobertores y comencé a dirigirme hacia el closet como siempre.

—No te molestes. —Edward apagó su lámpara de mano con la que había iluminado cuando entramos en la habitación—. No te puedo ver con la luz apagada, no es que quiera hacerlo.

—Oh. —Me paré en el lado de mi cama, cambiando de un pie a otro indecisa por un momento. Luego decidí que podía confiar en él otra vez. Dándole la espalda, solté la toalla y me puse mis pijamas tan rápido como pude. Luego me deslicé en la cama tiritando y puse mi todavía húmeda cabeza en la almohada.

—¿Terminaste? —preguntó Edward en la oscuridad.

—Sí. —Me giré para enfrentarlo, vi que él había encendido la lámpara de mano otra vez y me miraba con el ceño fruncido.

—Vas a tener que ser más rápido y más callado la próxima vez que hagamos esto, sabes —dijo.

Lo miré fijamente sorprendida.

—Quieres decir que… ¿irás conmigo otra vez?

Suspiró.

—Mientras Demetri siga disparándote, no veo que tenga otra opción.

Fruncí el ceño.

—No quiero ser una carga. Me las puedo arreglar por mi cuenta ahora que sé la mejor hora para escabullirme fuera.

Edward sacudió su cabeza.

—Nop, demasiado arriesgado. Iré contigo.

—¿Todas las noches? —Levanté mis cejas—. ¿No será agotador para ti?

Inesperadamente, destelló una amplia sonrisa hacia mí.

—No mientras ayudarme en Cálculo Interdimensional no sea agotador para ti.

—En realidad no necesitas mucha ayuda —objeté—. En el minuto que te mostré mi boceto captaste la idea.

—Sí, pero no lo habría hecho si tú no me lo hubieras mostrado. Tienes una manera diferente de ver las cosas, camarón. —Sonó amable—. He estado aquí por cuatro años, más o menos, nunca he conocido a alguien como tú. Tú eres… único.

—Único no es siempre bueno —dije en voz baja, pensando en mi secreto—. Algunas veces es peligroso.

Edward se echó a reír.

—En este caso, creo que está bien. —Se estiró a través del estrecho espacio entre nuestras camas y apretó mi brazo brevemente—. No estaba seguro al principio pero ahora creo que tenerte como mi compañero de habitación podría no ser tan malo. Estás bien, enano. Quiero decir, no sé porqué pero me agradas.

—Yo... —No sabía que decir, mi lengua estaba repentinamente atada en nudos—. También me agradas, Cullen. —Finalmente me las arreglé para sacarlo—. Gracias por protegerme de Demetri y por venir conmigo esta noche.

—Ni lo menciones —dijo con seriedad—. Es tarde. Vamos a dormir un poco.

—Está bien —murmuré, tratando de sonar normal. Pero por dentro sentí que mi corazón había aumentado de tamaño tres veces. Le agrado, susurró una pequeña voz en mi cabeza. Le agrado a Edward.

Sabía que su cariño por mí era sólo como amigo pero no podía evitarlo. Esas simples palabras causaron que mi corazón latiera y mis rodillas se sintieran débiles. Si no hubiera estado acostada podría haber colapsado.

¿Qué está mal conmigo? Me pregunté. Mi corazón latiendo, los nervios revoloteando en mi estómago—había leído sobre ese tipo de cosas lo suficientemente seguido en algunas novelas de romance aburridas, las cuales habían escapado la censura de la sociedad Victoriana. Pero nunca las había sentido hasta este momento. Nunca había esperado sentirlas, para ser honesta.

Ahora, sin embargo…

Él es mi compañero de habitación—No debería estar teniendo estos sentimientos sobre él, me dije con fiereza.

De hecho, debería de ser más cautelosa de Edward que de nadie más en la Academia, excluyendo a Demetri, claro. Siendo el más cercano a mí, él era el más probable a descubrir mi secreto, si nadie lo ha hecho. Pero no podía evitarlo. Mientras Edward se daba la vuelta para ir a dormir, miré el techo oscurecido y repetí sus palabras en mi cabeza. “...me agradas”.

También me gustaba—mucho más de lo que era seguro. Era increíblemente estúpido de mi parte pero estaba bastante asustada de que podría estar enamorándome de mi compañero de habitación.

A medida que pasaban las semanas, me esforzaba por ocultar mis nuevos sentimientos hacia Edward, pero no era fácil.

Ahora que me había aceptado en su vida, era un amigo muy leal.

Caminábamos juntos hasta el comedor y las clases, estudiábamos juntos por la noche, y nos escabullíamos entre las dos y tres cada mañana temprano para que pudiera tomar una ducha. Empezamos a acercarnos—una conspiración de dos.

A veces me preguntaba si yo era el único amigo del Edward, porque nunca le veía hablando con nadie más. El resto de los cadetes parecía temerle y lo dejaban estrictamente solo. Estaba segura de que si se dignara a hablar con alguno de ellos, habría sido bienvenido en cualquier círculo social de la Academia, pero prefería quedarse solo, apartado de los demás, a excepción de mí.

Parte del problema podría haber sido su secreto. Todavía se ponía a la defensiva y enojado si alguien mencionaba su hogar o familia. Yo no sabía casi nada de él, excepto que venía de una de las familias más ricas e influyentes de Apolo. Por otra parte, él tampoco sabía nada de mí aparte de que era de La Push y extrañaba a mi familia. Parecíamos tener un acuerdo tácito de no hablar acerca de nuestras casas, al que me pareció que era mejor apegarse, sin importar lo curioso que fuera su pasado.

A medida que pasaban los días, me encontré confiando más y más en él... y anhelando su tacto. A menudo era cariñoso, poniendo un brazo alrededor de mis hombros o tirando de mí hacia él para darme coscorrones, que me gustó mucho más de lo que hubiera creído posible. Recordé que él me trataba como el chico que pensaba que yo era pero qué de alguna manera cada toque de su cálida, grande mano en mi piel o el cabello ponía a mi corazón a toda marcha.

Sabía que Edward nunca sentiría nada más allá de amistad hacia mí. Después de todo, él pensaba que yo era chico y no se sentía atraído por otros hombres. Pero a veces casi parecía como si pudiese sentir algunos de mis sentimientos no expresados, especialmente cuando se burlaba de mí por mi "cara bonita" como hacía a menudo. Comentarios que me hacían sentir la misma cantidad de miedo y deleite. No podía dejar de amar el hecho de que pensara que era "bonito" pero temía que pudiera pensar que era demasiado bonito para ser hombre y descubrir mi secreto.

Y no era sólo mi cabeza la que estaba en peligro.

Alrededor de un mes y medio en el semestre de otoño estudiaba en el escritorio mientras que Edward estaba recostado en su cama leyendo. Estamos explorando un concepto en Navegación Astronómica que no había dado antes y estaba profundamente absorta en el contenido de mi tableta. Tan profundamente absorta, de hecho, que no oí venir a Edward hasta situarse justo detrás de mí, mirando por encima de mi hombro.

—¿Qué estás haciendo? —Miré hacia arriba con incertidumbre mientras me apoyaba en el respaldo de mi silla. Podía sentir el calor que su gran cuerpo irradiar a lo largo de mi columna vertebral y su aliento cálido en la parte superior de mi cabeza, agitando el pelo corto.

—Sólo quiero ver en lo que tienes tanto interés, enano. Ni siquiera te has movido por los últimos veinte minutos.

¿De verdad había estado observándome durante veinte minutos? Mi estómago se agitaba, pero mantuve mi voz firme cuando hablé.

—Sólo estudio este concepto nuevo de vuelo interestelar en Navegación Astronómica, es fascinante, ¿No crees?

—Sí, es increíble. De hecho... —Le oí tomar una respiración profunda y luego otra—. Oye... —Su voz sonaba divertida—. ¿Cómo es que tu pelo huele a flores y... —Se inclinó hacia abajo, enterró su cara en mi pelo y respiró hondo—… ¿Y a manzanas? Eso es raro.

Sentí que me congelaba en mi asiento.

—Tal vez sea el champú que uso —dije, encogiéndome de hombros—. Pero yo, uh, nunca lo he olido.

—Bueno, así es. —Me volvió a olfatear, enviando escalofríos por mi espina dorsal antes de pararse de nuevo y fruncir el ceño ante mí—. Te hace oler como una... como una chica.

Ahora mi corazón comenzó a golpear por una razón diferente. ¿Y si de alguna manera adivinaba mi secreto por medio del olfato? Pero eso era imposible, ¿no era así?

—Deja de ser un idiota, Cullen —dije, tratando de mantener mi nivel de voz—. Lo siento si no te gusta el olor, pero todo el mundo usa este tipo de champú en La Push.

—Nunca dije que no me gustara el olor. —Presionó más profundamente en mi cabello e inhaló de nuevo, enviando escalofríos de pura sensación bajando por mi espina dorsal—. De hecho, me gusta. Tal vez... —Se retiró abruptamente—. Tal vez demasiado. —Le oí murmurar para sí en voz baja.

—¿Qué? —exigí, volviéndome hacia él. Mi corazón tronaba en mi pecho y mis mejillas se sentían calientes pero traté de no mostrar mi agitación interna.

Edward negó con la cabeza, con una mirada de preocupación en su rostro.

—Nada, no es nada. Pero creo que será mejor que utilices mi champú de ahora en adelante. Si alguno de los otros chicos toma una bocanada oliendo como hueles ahora, Demetri no será el único detrás de ti.

Pensé en señalar a Edward que él era la única persona que realmente se acercaba lo suficiente para olerme. Pero no lo hice. ¿Porque qué si eso lo paraba? Me había gustado el tacto casual entre nosotros, la forma en que invadía mi espacio diariamente. No quería hacer nada para ponerle fin a eso.

—Está bien —le dije en breve—. Voy a usar el tuyo si eso te hace feliz.

—Sí. —Asintió con la cabeza, frunciendo el ceño—. Yo creo que sí.

Así que esa noche durante nuestra incursión temprana en mi ducha mañanera, como pensaba en mis duchas secretas, usé un bote de champú de Edward en lugar del mío. Tenía un masculino, oscuro aroma que me recordaba a él y me encantaba la sensación de estar rodeada por su olor. Como de costumbre, me lavé el pelo y utilicé el exceso de espuma para limpiar mi cuerpo antes de enjuagarme y apagarla. Una vez de vuelta en la habitación, esperé hasta que Edward apagara la luz para cambiarme rápidamente a mi pijama.

Sólo estaba deslizándome bajo las sábanas, con mi pelo todavía un poco húmedo, cuando me llamó en voz baja.

—¿Swan? Oye, ven aquí.

—¿Por qué? —le pregunté, pero ya estaba en movimiento, deslizándome fuera de mi cama.

—Porque sí. Aquí. —Hizo clic en la luz otra vez y acarició la colcha junto a él.

—¿Qué quieres? —le pregunté, sentándome donde me decía.

Edward tenía una extraña expresión en el rostro.

—Para olerte. Ven aquí.

—¿Qué? ¡No! —protesté, pero no me resistí cuando me tomó por los hombros y me acercó a él—. Cullen —jadeé cuando apretó la cara contra mi pelo todavía húmedo y luego al lado sensible de mi cuello—, ¿Qué estás haciendo?

Se retiró, con el ceño fruncido.

—¿Cómo es eso posible?

—¿Cómo es posible qué? —dije, tratando de sonar enojado en vez de sin aliento.

—Que todavía huelas bien.

—Tal vez porque me di una ducha —le dije con impaciencia—. ¿Has pensado en eso?

—No, eso no es lo que quiero decir. —Sacudió la cabeza, con cara de frustración—. Todavía hueles... no puedo explicarlo.

—Entonces no lo intentes. —Dejé la cama y me deslicé de nuevo hacia la mía—. No suena como si tuviera sentido de todos modos.

—No. —Él suspiró y se pasó una mano por el pelo—. No, no es así.

—Vamos a ir a dormir, entonces —sugerí—. Tenemos que levantarnos en tres horas.

—No me lo recuerdes —se quejó—. Tienes razón, hora de dormir un poco. Buenas noches, niño.

—Buenas noches, Cullen —le contesté.

Pero incluso mucho después de que su respiración se hiciera profunda, me quedé despierta. Mirando fijamente en la oscuridad y temblando de miedo y exultación a partes iguales.

Edward, oh, Edward, pensé. Si sólo supieras. Si pudiese decírtelo. Pero eso nunca podrá ser. No, me dije con severidad. Porque no sólo era mi secreto, era de mi amado hermano también. Y no tenía derecho a traicionarlo sólo porque me estuviera enamorando. No tenía derecho a arriesgar su bienestar, así como el mío.

Olvídate, me aconsejé. Deja de pensar en Edward, deja de sentir por él. Pretende que no te importa y finalmente no lo hará. Sí, eso era lo mejor que podía hacer.

Firmemente decidida a tratar de superar mi enamoramiento de colegiala, me di la vuelta y, finalmente, caí en un sueño de apenas una hora antes de que la alarma sonara.

***
Por supuesto, mis sentimientos turbulentos hacia mi compañero de cuarto no era el único problema con el que tenía que lidiar. Todavía estaba Demetri y su banda de matones de los qué preocuparse. Sin embargo, después del incidente de la pelota —estaba marcado en mi cabeza— comenzó a molestarme un poco menos. Era como si la extracción de mi sangre cuando me golpeó en la cara con la dura pelota había satisfecho un poco de su ansia brutal. O al menos, lo calmó un poco.

Todavía tenía que tener cuidado de no estar a solas con él y cada vez que teníamos clase juntos me aseguraba de ser empujado o golpeado por lo menos una vez o dos. Pero me negaba a picar el anzuelo o entristecerme. Me había jurado a mí misma que las lágrimas que derramé después de nuestra primera clase de educación física fueran las últimas que Demetri podría obtener de mí, y estaba decidida a mantener esa promesa en particular.

Ver que no podía hacerme llorar o enojar contra su acoso constante parecía irritar y confundir a Demetri al principio, pero poco a poco parecía aburrirse con mi indiferencia determinada. De hecho, su odio virulento hacia mí se hubiese desvanecido del todo... si el entrenador Marco no hubiese decidido dar una lección sobre la esgrima.

Mi corazón saltó en mi pecho el día, alrededor de dos meses y medio en el semestre, que entré al gimnasio y vi un espectáculo familiar. Había un estante en el medio de la gran habitación y colgadas de él había chaquetas de algodón blanco con mangas largas en todos los tamaños diferentes. En un carro junto a él estaban los guantes y máscaras, de tamaño extra grande para el cabezón de Demetri y extra pequeñas para mi pequeña cabecita.

—¿Qué es toda esta mierda? —Demetri sonaba aburrido mientras él, Felix y Alec se contoneaban por la habitación. Examinaron las chaquetas de esgrima y las máscaras negras de frente con desprecio, chasqueando los romos, mugrientas dedos.

—Hoy jugaremos a disfrazarnos. —Felix sacó uno de los guantes blancos apretados con su mano y la agitó delicadamente en el aire—. Yoo-hoo, Demetri.

—¡Cállate, idiota! Hablas como Kinky Riley —gruñó Demetri—. Hablando en serio, ¿En qué demonios está pensando Marco?

—Estoy pensando en que te voy a enseñar a practicar esgrima, Demetri. Si eres tan bueno con la espada como con las palabras, no puede ser del todo malo. — El entrenador Marco entró en la habitación, empujando un estante metálico con espadas de esgrima. Me sorprendí al ver que no estaban en ningún orden en particular, las espadas y hojas más pesadas se mezclaban con los sables ligeros y más maniobrables.

El rostro de Demetri se ensombreció.

—Esto es estúpido —dijo, dando un paso atrás de la parrilla de las chaquetas y máscaras—. ¿Por qué alguien quiere pelear con una espada cuando tenemos pistolas?

Inesperadamente, las palabras de mi viejo tutor subieron a mis labios.

—Cualquier patán puede disparar una pistola, se necesita realmente habilidad
para perforar en lugar de para pulverizar.

—¿Qué has dicho, freshie? —exigió Demetri, redondeando en mí—. ¿Qué se supone que significa eso?

Sabía que estaba cavando un agujero, pero no podía echarme atrás en su amenaza implícita. Levantando mi barbilla, fruncí el ceño.

—Lo que significa es que una espada puede ser un arma anticuada pero es mucho más elegante y civilizada que agujerear a tu oponente.

El entrenador Marco enarcó las cejas tupidas negras en obvia sorpresa.

—Sr. Swan tiene razón, Demetri. A lo mejor puede darte algunos consejos.

—Estoy seguro de que puede. —Los ojillos del matón todavía se fijaban en mí con inquebrantable malevolencia. Le devolví la mirada en silencio, sin mostrar miedo. Pero en mi interior había empezado a desear haberme mordido mi lengua y guardar silencio. Ahora que había vuelto a despertar el interés de Demetri en mí, estaba segura de que terminaría pagando las consecuencias antes de que la clase hubiese terminado.

—Está bien, como saben, tuvimos un equipo de esgrima de aquí hasta el año pasado —continuó el entrenador Marco, ajeno a la contienda que actualmente pasaba entre Demetri y yo—. Desafortunadamente, el profesor Praler, quien los entrenó, tuvo que irse y tengo demasiado en mi plato para encargarme yo mismo. Pero tenemos todo el equipo y no hay razón para dejar que se desperdicie. Así que hoy vamos a hacer esgrima.

Un murmullo de conversaciones interesadas siguió al anuncio y vi a los otros cadetes en la clase mirando las espadas largas y brillantes, llenos de expectación. Yo quería tener en mis manos una tanto como cualquiera de ellos—más, probablemente. Pero esperé pacientemente a que el entrenador Marco diera algunas instrucciones y advertencias de seguridad o por lo menos un conjunto de normas. Nada de eso era inminente, sin embargo. Él simplemente asintió con la cabeza en el equipo y dijo:

—Muy bien, señoras, tomen un traje y una espada. A continuación, elijan un compañero y empiecen. Ah, y asegúrense de usar las máscaras.

Miré, horrorizada, ya que los cadetes se adelantaron y comenzaron a maltratar las espadas antes de dar vuelta y agarrar las camisas blancas ajustadas. ¿Elijan un compañero y empiecen? ¿Qué pasa con la elegante danza del esgrima? ¿El ataque y retirada, la réplica y represalias? Por no hablar del hecho de que el entrenador no había explicado aún que los tres diferentes tipos de espadas de esgrima nunca deben mezclarse. Los jugadores que manejan espadas podrían combatir con otros jugadores con espada y lo mismo ocurría con los floretes y mi favorito, el sable.
Cada espada tenía su propio peso y el equilibrio, así como una lucha de muy distinto estilo.

—¡Oye, freshie, en guardia! —El extremo romo de una espada de repente se metió en mi cara, sólo a centímetros de mi nariz. Por supuesto Demetri la estaba manejando.

Salté hacia atrás rápidamente. Las hojas de la mayoría de espadas de esgrima se pliegan en las puntas, la creación de una zona redondeada llamada "botón". Pero romo o no, todavía podías arrancarle un ojo a alguien.

—Es en guardi —le corregí rápidamente—. Y nunca le pongas la espada a un oponente desenmascarado en la cara.

—Oh, lo siento. —Él agitó la espada hacia mí otra vez, burlonamente. No llevaba una máscara y tampoco Felix ni Alec, ya sea que ellos consideraban que yo no era ninguna amenaza o eran simplemente estúpidos—. Creo que es el momento para enseñarte una lección, enano. ¿Cómo te gustaría otro piquete en la nariz? —pinchó Demetri hacia mí con la espada, y sólo mis reflejos me salvaron de un desagradable golpe en la cara. Miré a mí alrededor a toda prisa hacia el entrenador, pero Marco supervisaba a otros dos cadetes y no había visto lo que pasaba.

De repente Felix y Alec apuntaban sus espadas en mí también. Ambos habían elegido láminas aunque era evidente por la forma en que las sostenían inexperto, ni tenían idea de cómo utilizar su arma.

Me alejé lentamente, tratando de evitar ser rodeado.

—¿Crees que esto es una lucha justa, Demetri? —demandé, tratando de mantener a todos en la mira—. Ni siquiera estoy armado.

—Toma una espada entonces. —Me empujó de nuevo, haciéndome saltar hacia
atrás y casi caer—. Apúrate, freshie. Antes de que pierda la paciencia y "accidentalmente" te quedes sin uno de esos grandes ojos marrones tuyos.

La expresión de su brutal y pesado rostro me dijo que hablaba en serio—que realmente lo haría. Mi corazón latió más rápido con miedo. La mayoría de las partes del cuerpo podrían volver a crecer o volver a crearlas con la medicina moderna, pero los ojos seguían siendo demasiado delicados. Si Demetri me cegaba "por accidente" sería una condición permanente.

Por suerte, me había ido a parar al lado de la estantería de las espadas de esgrima. Arriesgando una mirada detrás de mí, detecté el lugar de los sables largos y planos y encajé mi mano en el protector de la campana en la parte inferior. La espada se sentía bien en la mano y un aumento de confianza pasó a través de mí tan pronto como estuve armada. Me hubiera gustado encontrar una máscara para proteger la cara también, pero estaba claro por la forma en la que Demetri avanzaba hacía mí que no iba a darme la oportunidad. Bueno, tendría que confiar en mi espada.

—Aww, miren, muchachos, freshie tomó una espada diminuta. Una espada pequeña para un bebé pequeño —canturreó Demetri, sonriéndome.

—Un sable puede ser más ligero que una espada o un florete, pero es considerablemente más flexible y maniobrable —sermoneé, sosteniendo la espada delante de mí en una posición defensiva en caso de que decidiera arremeter contra mí—. La hoja plana también significa que puedo atacar con los laterales de la espada, no sólo al centro. —Levanté una ceja hacia Demetri—. ¿Quieres una demostración uno a uno? ¿O tienes demasiado miedo para luchar en una pelea solo? Los tres—Demetri, Felix, y Alec—todavía me rodeaban con sus espadas apuntando en mi dirección. Por mis hirientes palabras, Demetri dio un gruñido de rabia y sacudió la cabeza a sus dos compañeros.

—Atrás. Voy a enseñarle una lección a freshie.

Encogiéndose de hombros, Felix y Alec se fueron para atrás, dejándome hacer frente a Demetri solo.

Tomé mi postura, levanté la espada delante mío en posición de apertura clásica y le saludé. No me devolvió el gesto y por el brillo de sus ojos de color barro, yo podría decir que no se va a jugar por las reglas oficiales. O cualquier regla en absoluto para el caso.

Efectivamente, antes de que hubiera terminado mi saludo, Demetri lanzó hacia adelante, cortándome con su espada. Desvió su espada y luego bailé lejos de él cuando golpeó de nuevo. Desvié de nuevo y luego ataqué, volviendo la hoja con la mía y luego saltando ágilmente fuera de su alcance.

—Oye, él es rápido, mira eso —dijo alguien, y me di cuenta de que hablaban de mí. Los dos cadetes a nuestra derecha, que habían estado jugando con sus floretes, habían dejado su partido y nos miraban a Demetri y a mí.

—No te muevas, enano —gruñó Demetri, su rostro morado de ira.

—¿Para que me des? No lo creo. —Yo bailaba alrededor de él otra vez, obligándole a moverse en círculo para mantener el ritmo. Por supuesto, estaba ignorando el trabajo de pies tradicional pero pensé que bajo estas circunstancias el viejo tutor de Jasper me hubiera perdonado por abandonar el patrón formulario. No estábamos teniendo un partido de verdad aquí—me estaba defendiendo de alguien que realmente quería hacerme daño.

Vueltas y vueltas hacíamos. Estaba entrando en calor, pero era claro por su respiración, que Demetri ya estaba sin aliento. Cada vez que se abalanzaba sobre mí, me paraba o desviaba el golpe, pero a pesar de que me diera varias aberturas, rara vez contraatacaba. Tenía la esperanza de que al final se quedara sin aliento y se rindiera.

Pero a medida que más y más cadetes detuvieron sus propios partidos para ver el nuestro, empecé a ver que era imposible. Demetri odiaba perder la cara, si se daba por vencido ahora con la mitad de la clase viendo, todo el mundo lo consideraría el perdedor y no podía permitir eso.

No estaba ni cerca de cansada pero estaba preocupada—La rabia de Demetri le hacía peligroso. Se abalanzó sobre mí, barriendo la espada en el aire con un abandono imprudente. Si estuviera peleando un partido normal, podría haber permitido un golpe —o roce, como se le llama en la esgrima— sólo para apaciguarlo. Pero los golpes que Demetri apuntaba hacia mí eran demasiado duros y rápidos para correr el riesgo de esta estrategia. Estaba claro que quería hacerme daño de cualquier forma que pudiera.

La mayor parte de la clase nos miraba ahora pero el entrenador Marco no estaba al tanto de lo que pasaba. Seguí esperando que mirara hacia arriba y nos detuviera—debería haber sido obvio para cualquiera viendo que Demetri estaba fuera de control. Pero cuando el entrenador finalmente levantó la vista, simplemente asintió con aire ausente en nuestra dirección.

—Buen trabajo, señoritas. Sigan con el juego de piernas —gritó.

Entonces, para mi incredulidad, regresó a su oficina. No estaba segura si iba a obtener más equipo o hacer un poco de papeleo, pero el resultado fue el mismo: yo estaba en una habitación con un matón muy enojado y sin una figura de autoridad para que dejara de hacerme daño.

Demetri registró la ausencia del entrenador al mismo tiempo que yo. En el momento en que el metal azul de la puerta de la oficina de Marco se cerraba, asintió hacia Felix y Alec y ladró:

—Agárrenlo.

Felix me agarró por el brazo izquierdo y Alec el derecho mientras Demetri avanzada sobre mí, con su espada apuntando a mi cabeza y una desagradable sonrisa en su rostro.

—No eres tan rápido ahora, ¿verdad, freshie? —dijo—. Agárrenlo, muchachos, quiero uno de esos bonitos ojos marrones de recuerdo.

Mi estómago se sentía como si me hubiera tragado un trozo de hielo del tamaño del puño que no se derretía. Pude ver exactamente lo que iba a suceder.

Demetri iba a cegarme con toda la clase mirando. Luego, cuando el entrenador Marco regresara, afirmaría que fue un accidente y ninguno de los otros chicos de nuestra clase tendría el valor para contradecirlo. Iba a ser mutilada de por vida simplemente por apaciguar su temperamento brutal.

¡No, no puedo! ¡No dejaré que eso suceda! Desesperada, me retorcía en las garras de los dos cadetes mayores. Felix me tenía fuertemente por el brazo, pero Alec, que sostenía mi brazo de la espada, sólo tenía un apretón en mi manga.

Con una estocada, logré liberarme de él cuando la espada de Demetri se dirigía directamente a mi cara.

Me agaché y bloqueé el golpe, para sorpresa evidente de Demetri e ira.

Entonces, sin pensar, ataqué. Se inclinó hacia delante para llegar a mí, dándome fácil acceso a él. Con mi sable, le dí una palmada fuerte en la mejilla con el filo de mi espada, por eso me ganaría una tarjeta negra del árbitro si estuviéramos luchando contra un partido tradicional. Por supuesto, en un partido tradicional ambos tendríamos que haber estado usando máscaras y nadie habría estado agarrándome.

—¡Oye! —El ojo izquierdo de Demetri empezaba a aguarse y había una mirada de rabia y asombro en su rostro—. ¿Cómo…?

Con mi espada, le dí una palmada en la mejilla otro también. Luego apunté mi espada en Felix, que a toda prisa me dejó ir. Él y Alec dieron un paso atrás mientras enfrentaba de nuevo a Demetri.

—¿Por qué, pequeño…? —Empezó a avanzar de nuevo pero puse la hoja hacia arriba entre nosotros.

—¡Alto! —Señalé el sable hacia su corazón—. Yo podría haberte arrancado los ojos justo ahora —le dije, levantando mi barbilla—. Ambos. Pero no lo he hecho. Creo que debemos terminar con esto, Demetri, aquí y ahora. Llamémoslo empate, ¿qué dices?

—Digo que te voy destrocar, enano. —La cara de Demetri era púrpura de rabia. Al parecer, mi alegato en favor de la reconciliación había caído en oídos sordos.

—¿Qué es esto? —El entrenador Marco estaba de repente ahí, apareciendo como por arte de magia a partir de la confines de su oficina. Sus ojos se movieron rápidamente entre nosotros—. ¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó.

—Nada, entrenador —rechinó Demetri, sus ojos fijos en los míos—. Nada en absoluto. Swan aquí me estaba mostrando algunos consejos.

El entrenador nos miró a los dos y entonces pareció sospechosamente notar las marcas rojas en las mejillas de Demetri.

—Parece que estás recibiendo la peor parte, Demetri —gruñó—. Consigan algunas máscaras antes de que alguien pierda un ojo.

Era tan irónico que una pequeña risita brotó de mi garganta y se me escapó antes de que pudiera detenerlo. Demetri me miró, con el rostro de un tono totalmente nuevo de color púrpura.

—¿Crees que esto es gracioso? —siseó mientras el entrenador se alejaba para instruir a algunos otros cadetes—. Vas a estar dejar de reírte para al final de la clase, freshie, te lo prometo.

Arrojando su espada, se alejó, con los hombros apretados de furia. Sentí un nudo en mi garganta y tragué con dificultad. Ahora yo lo había hecho. No sabía lo qué Demetri me haría si me pillara después de clase, pero estaba segura de una cosa: iba a ser doloroso.

Tratando de no pensar en mi inminente y no hay duda agonizante destino, me fui al otro extremo del gimnasio, y me encontré enseñando a algunos de los otros cadetes los rudimentos de esgrima. Puesto que la clase entera me había visto luchar contra el matón grande, muchos estaban dispuestos a aprender lo que sabía. Pensé que me habría hecho sentir mejor si alguno de ellos hubiese sido lo suficientemente valiente como para estar a mi lado cuando Demetri vino a buscarme. Por desgracia, sabía que todos se desvanecen en el momento que necesitara ayuda. Sólo Cullen era lo suficientemente fuerte y valiente para enfrentarse a Demetri y su equipo, y él estaba en el otro extremo de la derecha del campus teniendo Química Aplicada Avanzada.

El entrenados Marco continuó vagando por el gimnasio, dando instrucción a medias esgrima que estaban mal. Pensé en ir a él y pedirle ayuda pero sentí que serviría de poco. La Academia parecía operar en un principio de perro-comeperro donde los débiles sucumbían a los fuertes. Incluso si el entrenador hubiese acordado sancionar a Demetri por sus acciones, sólo haría que mi situación fuera peor porque el matón me odiaría más.

Además, el entrenador Marco tenía sus manos llenas. Varios de los cadetes lograron hacerse daño y otros con sus armas empuñadas torpemente—sin sorpresa teniendo en cuenta que a nadie les enseñaron los rudimentos del juego de espada antes de colocarlos sueltos. Estaba segura de que si las hojas de esgrima hubiesen sido puntiagudas en vez de redondas, más de un ojo hubiera sido arrancado.

Por último, cuando un cadete llamado Simpkins se cortó con el filo de un sable justo por encima de su sien, Marco hizo un alto a la clase.

—Simpkins, a la enfermería. —Hizo un gesto al cadete herido que estaba limpiando la sangre de sus ojos—. El resto de ustedes, devuelvan su equipo y se sientan en la línea.

Uno a uno hicieron caso, aunque fui la última en volver a poner mi espada, manteniendo un ojo cauteloso en Demetri.

—Estoy decepcionado —dijo Marco cuando nos acomodamos en la línea negra y espesa en el centro del gimnasio—. Muy decepcionado. Estaba tratando de hacerlos tener un poco de diversión, pero está claro que no son lo suficientemente maduros como para manejar la esgrima. Con la posible excepción de Swan, aquí. —Me dio un asentimiento con la cabeza que devolví miserablemente—. Así que vamos a pasar al voleibol, otro de los deportes de la antigua Tierra, mañana. Ahora... —Frunció el ceño ante todos nosotros a su vez—. Se van a sentar aquí en completo silencio durante el resto de la clase y pensar en el lío que han montado. Y la próxima vez que les de el equipo, espero que lo usen bien.

Me pregunté cómo en el mundo esperaba que nadie supiera cómo utilizar el equipo correctamente si no les enseñaba. Al parecer, yo no era el único.

—Perdone, ¿señor? —Jake, uno de los cadetes que había estado instruyendo, levantó la mano.

—Creo que haríamos mejor si supiéramos más sobre el deporte —dijo.

La cara del entrenador Marco se ensombreció.

—Demasiado tarde para eso, Jake. Busca sobre ello en la biblioteca si quieres.

—¿Por qué no deja que Swan nos enseñe? —Asintió Jake hacia mí—. Ha tenido lecciones privadas y sabe lo que está haciendo.

Para mi sorpresa, hubo murmullos de asentimiento de todos lados. A los otros cadetes les gustaba más de lo que pensaba, o cualquier cosa era preferible a pasar los últimos veinte minutos de la clase sin hacer nada. Eso era más probable, pensé, pero sin importar la razón, me conmovió el voto de confianza mi compañero de clase.

Marco realmente parecía estar considerando la idea.

—¿Swan? —preguntó, mirándome—. ¿Te importaría a venir aquí y compartir tus conocimientos?

Fue una buena cosa que no tuviera miedo de hablar en público. Haciendo caso omiso de las miradas procedentes de Demetri y sus compinches, me levanté.

—No soy un experto —dije, llegando a situarme en la parte delantera de la habitación—. Pero puedo decirles por dónde empezar.

En el resto de la clase, expliqué los tres diferentes tipos de espadas de esgrima, sus estilos en las zonas de combate, y las zonas de strike. Le había pedido a Jake que me ayudara a enseñar la forma adecuada y el equilibrio. Juntos, demostramos ataques, fintas y ataques de venta libre y maravillosamente, la mayor parte de la clase escuchaba y parecía interesada. Incluso el entrenador Marco se hizo a un lado, los brazos cruzados sobre el pecho, y asentía con la cabeza, pensativo.

Pero a pesar de que hacía mi mejor esfuerzo para instruir a mis compañeros cadetes, no pude dejar de pensar en Demetri. La clase acabaría pronto y entonces ¿qué iba a hacer? Normalmente me escabulliría por la puerta de atrás, mientras que el resto de los cadetes iban a las duchas. Dudaba, sin embargo, no iba a poder ser capaz de gestionar este tipo de salida discreta con Demetri vigilando todos mis movimientos.

Finalmente, la clase terminó. El entrenador Marco me dio las gracias y me dijo que podía pedir prestado el equipo de esgrima a la hora que quisiera para practicar. Asentí con la cabeza y sonreí, pero fue poco consuelo, sobre todo desde que comenzó a vagar hacia su despacho en el momento en que terminó de hablar para mí. Vi a Demetri mirándolo, evidentemente preparándose para saltar al minuto en que la figura de autoridad estuviera fuera del camino.

—Oye. —Jake tocó mi brazo y levanté la vista para verle fruncir el ceño hacia mí—. No pasa nada —murmuró—. Sal por la puerta lateral detrás de las gradas. Voy a mantenerlo ocupado.

—¡Gracias! —Sonreí a mi aliado inesperado, agradecida—. Y gracias por preguntar al entrenador para que me deje demostrar. Si no hubieses...

—Él habría vuelto a su oficina y hubiese dejado que Demetri te hiciera picadillo. Lo sé —dijo con gravedad—. Lo que es exactamente lo que va a hacer si no sales de aquí. Ahora.

Me dirigí en la dirección que Jake había indicado, observando por el rabillo del ojo mientras fue a interceptar a Demetri. Esperaba que les diera una paliza de mi parte, pero sabía que no iba a suceder. Obviamente, él estaba dispuesto a interferir un poco por mí, porque admiraba mi habilidad, pero eso era todo. No se enfrentaría a Demetri o amenazaría con luchar como Edward.

Me deslicé silenciosamente por la puerta lateral y me encontré en un rincón abandonado de la escuela. El lado del gimnasio estaba en un lado y la alta barrera metálica de seguridad que rodeaba todo el campus estaba en el otro.

Hubo una sola rotura en la puerta que estaba rodeada por los arbustos con flores azules y verdes por delante, pero nada más de interés alguno. Bueno, eso no importaba, lo único que me interesaba era estar lejos de Demetri. Y al parecer, por fin lo había conseguido.

Estaba suspirando de alivio cuando un par de manos grandes y carnosas me agarraron de los brazos desde atrás.

—Te tengo ahora, freshie —susurró una voz en mi oído—. Y esta vez no te voy a dejar ir.
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Hola a todas las lectoras que les parecio el capitulo de hoy, se que he no he estado actulizando como siempre por las actividades de casa y la escuela pero como ven deje un capitulo largo he estado juntando capitulos ya que algunos vienen cortos en el libro.
bueno nos vemos el viernes con capitulo.

5 comentarios:

Fherny dijo...

que edward llegue... que no deje que lo lastime.

Maydi dijo...

Necesito otro capítulo por favor!!!!

Lizdayanna dijo...

Hola, me encanta esta adaptación

Kar dijo...

Hola hola nena este Demwitri es un total salvaje sin cerebro Bella deberá ser muy lista para escapar de esto
Gracias por el capítulo nena te leo en el siguiente
Saludos y besos

Ana dijo...

Muchas gracias por el capítulo

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

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De noche y de Dia
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