Capítulo 6
Lo
siguiente que supe fue que algo ruidoso y estridente sonaba en mis oídos.
—¿Qué...? —Me di la
vuelta en la cama y me cubrí la cabeza con una almohada—. Haz que
se detenga.
—Oye, enano,
despierta. —De repente la almohada fue arrancada de mi cabeza y alguien quitó
las sábanas y mantas de mi yo tembloroso.
—¡Oye! —Me senté en
la cama y lo miré—. Devuélvemelos.
—Bien. —Cullen arrojó el bulto de la ropa de cama sobre mi cabeza—. Vuelve a dormir
y gana diez lametazos por faltar al desayuno. A ver si me importa.
Eso hizo
que me levantara de inmediato.
—¿Qué hora
es?
—Casi seis y
media. Tienes tiempo suficiente para una ducha rápida. —Él arqueó
una ceja—. Si quieres una, claro está.
Nunca había
pasado tanto tiempo sin ducharme en mi vida y me sentía horrible, sucia y
pegajosa y completamente poco femenina. Pero no había manera de hacer nada al
respecto.
—No —dije
miserablemente—. Supongo que sólo voy a vestirme. Cullen frunció el ceño.
—Vas a tener
que superar esa modestia de la push eventualmente. Si no tomas una ducha pronto
empezarás a apestar la habitación. No podemos tener eso.
—Lo sé. —Crucé los
brazos sobre mi pecho protectoramente—. Es sólo que... no puedo
ahora. Sigue adelante, no quiero retrasarte.
—Ya he
tenido una ducha y afeitado. —Se pasó una mano por la mandíbula y
me miró especulativamente—. ¿Cuántos años tienes de todos modos, dieciséis años?
¿Diecisiete? ¿No deberías tener ahora mismo aunque sea un tipo de pelusilla
como la del melocotón creciéndote?
—Los hombres
de mi familia no tienen vello facial hasta dentro de un tiempo — le dije,
pensando rápido—. Es algo hereditario.
Cullen se
encogió de hombros.
—Está bien.
Vale, si no vas a tomar una ducha, es mejor que te vistas para que así podamos
bajar al comedor.
—Bien. —Tomé ropa
interior limpia y me fui hacia el armario donde me encerré. A través de la
puerta de madera, oí suspirar Cullen.
—¿De verdad
vas a vestirte y desvestirte en el armario todos los días?
—Sí —dije con
firmeza. Vendé rápidamente mis pechos y comencé a hurgar en la camisa del
uniforme poco familiar. Todavía no estaba acostumbrada a usar ropa de hombres,
todos los botones parecían estar en el lugar equivocado.
—Estás
siendo ridículo, ya sabes —me dijo Cullen—. Pero lo
que sea que te haga feliz.
Terminé de
ponerme el uniforme y salí del armario.
—La
privacidad me hace feliz —dije colocándome frente al espejo.
Mirando mi
reflejo, me preguntaba si me vería lo suficientemente varonil. Algo faltaba, la
corbata. La puse alrededor de mi cuello y traté de resolver el lió con poco
éxito. El uniforme azul marino y las botas que Riley había encontrado para mí me
quedaba bastante bien, pero la tira larga y delgada tela roja era un misterio.
Yo había visto a Jasper poner uno en varias ocasiones, pero nunca me había
preguntado realmente como lo hizo. Ahora traté de recordar mientras me miré en
el espejo.
¿Era por
encima, alrededor, y abajo? No, eso no se ve bien. Tal vez abajo, alrededor y
por arriba…
—Aquí. —Mis manos
fueron apartadas y de la nada Cullen estaba delante de mí, rápidamente y
expertamente anudó el lazo rojo con una pequeña flor Sangre y Honor cosida en
el centro—. Nunca conocí a nadie más desamparado en mi vida —murmuró
mientras trabajaba—. ¿Nunca has llevado una corbata antes?
—No —dije con
sinceridad—. Esta es mi primera vez en la escuela. Tuve tutores la mayor parte
de mi vida, por razones de salud. —Lo cual era cierto, excepto que
habían sido motivos de salud de mi hermano, no míos.
—No es de
extrañar que seas tan completamente despistado e ingenuo. —Cullen dio
un paso atrás y miró a mi corbata—. Ya está.
—Gracias. —Me lleve
una mano a la garganta—. Se siente muy apretado. ¿Estás seguro de que se supone que debe
ser así?
—Aquí. —Aflojó la
corbata un poco. Yo hubiera sospechado que él me lo había hecho apretado a
propósito porque estaba irritado conmigo, pero se le veía cómodo.
—Gracias —le dije de
nuevo, aunque todavía me sentía como si estuviera siendo estrangulada. Me dije
a mí misma que la corbata, al igual que el vendaje a través de mis pechos, era
algo a lo que tendría que acostumbrarme.
—Vamos. El
Desayuno es en diez —ordenó—. No te olvides de la tableta.
La agarré y
lo seguí a toda prisa por la puerta y bajando las escaleras. Al llegar a la
última escalera que conduce al primer piso, vi que Broward y varios de sus compinches
estaban esperando en la parte inferior. Cullen les vio el mismo tiempo que yo.
—Sigue —dijo en voz
baja cuando dudé—. No digas nada, y no hagas contacto visual. —Hice lo que
me dijo, pegándome a su lado y manteniendo mis ojos en el suelo.
—Hola,
freshie. —Oí burlarse a Demetri mientras pasábamos, pero no levanté la vista
ni respondí.
—Retrocede Demetri,
él está conmigo —gruñó Cullen.
Demetri se
rió.
—¿Sólo pasaron
una noche juntos y ya son todo besos, Cullen? ¿Es por eso que el pequeño freshie
está pegado a tu culo?
Cullen se
detuvo, así que yo también. Poco a poco mi compañero de cuarto se volvió hacia Demetri.
Me atreví a mirar hacia arriba y vio que el rostro de nuestro agresor se había
vuelto ligeramente pálido. Por alguna razón él realmente le temía a Cullen. Me
pregunté por qué.
—Sabes
malditamente bien que no es así. —Cullen señaló con un dedo al
pecho carnoso de Demetri—. Jameson no es nada más que una molestia para mí, pero desde que
has hecho tu misión en la vida de matarlo, tengo que tenerlo cerca. — Se inclinó
hacia Demetri y lo miró fijamente, sus ojos azules se entrecerraron con
irritación—. Es sólo un pequeño chico despistado, Demetri. Búscate una vida y
déjalo solo.
—No lo creo.
—Demetri le
devolvió la mirada, con sus pequeños ojos de cerdo entrecerrados con rabia—. Creo que
voy a atraparlo en algún momento, cuando no estés alrededor y golpearé su
pequeño culo. ¿Qué piensas de eso?
—Creo que
será mejor que tengas cuidado. —Cullen enarcó una ceja—. O estarás
haciendo la difícil decisión entre la caña y la pala. Y todos sabemos cual vas
a elegir
Demetri
retrocedió bruscamente, su rostro tornándose a un feo color púrpura.
—¿De qué
infiernos estás hablando, Cullen?
—Estoy
seguro de que tú lo sabes. —Cullen hizo un gesto con la cabeza hacia mí—. Vamos,
pequeñín, vamos a llegar tarde para el desayuno.
—¿Crees que
fue una buena idea? —pregunté mientras caminábamos por el campus en los tempranos rayos
de sol de la mañana—. ¿Haciéndole saber que ya sabes lo que vi?
—Tiene que
saber que alguien que no tiene miedo de enfrentarse a él tiene esa información.
—Cullen me
dio una rápida mirada de soslayo—. Alguien que puede vencerlo
en una pelea.
—Yo podría
vencerlo en una lucha justa —protesté—. Lo desafié
a un duelo de esgrima ayer, antes de que, um, me rescataras. Pero se negó.
—¿Un duelo? —Cullen me
dio una mirada de incrédula y se echó a reír—. ¿Hablas en serio?
—Por
supuesto que lo digo en serio —le dije con tanta dignidad como pude
reunir—. ¿De qué otra forma los caballeros resuelven los conflictos? Cullen
frunció el ceño mientras caminaba, sus largas zancadas devoraban la tierra de
modo que tuve que trotar para mantener el ritmo.
—En primer
lugar, Demetri no es un caballero, es un matón. Así que no esperes ningún tipo
de conducta honorable de él. En segundo lugar, la gente ya no lucha en duelos,
así que no desafíes a nadie a uno.
—Muy bien —le dije
secamente—. Siento ser una molestia para ti.
Él suspiró.
—No esperes
que me disculpe, es verdad. Tener un enano como tú detrás de mí es pesado.
—¿Por qué
preocuparse entonces? —pregunté, con imprudencia—. ¿Por qué no ignorarme y
seguir tu propio camino?
—No sé por
qué me molesto. —Él frunció el ceño—. Tal vez... tal vez porque me recuerdas
a alguien.
Quería
preguntarle a quién le recordaba pero en ese momento llegamos al comedor. Sin
esperarme, Cullen entró y tomó una bandeja. Estaba a punto de seguirlo cuando
oí una voz en mi oído.
—Bueno,
bueno... ¿abandonado otra vez? Por otra parte, supongo que lo del verdadero
amor nunca se hace realidad.
Me volví
para ver Emmett allí de pie, con una pequeña sonrisa de superioridad tirando de
las comisuras de sus labios delgados.
—Oh, um,
hola. —No estaba muy segura de qué decirle después de nuestro encuentro
incómodo de anoche. Pero Emmett no esperó a que continuara. Sin decir una
palabra, se marchó hacia el comedor y se llevó una bandeja de la pila que tenía
más cerca.
Le miré por
un momento, con irritación... entonces recordé la mirada de dolor en sus ojos anoche.
Era cierto que había robado mi primer beso, un acto que me pareció difícil de
perdonar. Pero él era ingenioso, divertido, encantador, y también de los únicos
tres estudiantes que habían estado dispuestos a hablar conmigo en primer lugar.
Tomando una decisión, me abrí paso en el comedor y tomé un lugar en la fila
detrás de él.
—Emmett —le dije. Él
fingió no oírme, pero vi su espalda delgada rígida y sabía que me había
escuchado—. Emmett —continué—. Sie... siento lo de anoche.
—¡Shhh! —Se volvió
hacia mí, con un ceño en su rostro—. ¡Baja la voz! ¿Deseas
conseguir
que los dos seamos molidos a golpes?
—Lo siento —dije
mientras ofrecíamos nuestras bandejas y nos daban un poco de comida aguada para
el desayuno de los hoscos trabajadores de la cafetería—. Sólo
estoy tratando de explicarme.
—Bueno,
espera a que nos sentemos. —Me condujo en silencio hasta el
final de la tercera mesa, luego se sentó y empujó su bandeja—. Muy bien,
habla.
Puse mi
bandeja a un lado también.
—Nunca
pensé... yo soy de Victoria —le dije entrecortadamente—. No sabemos...
hay un montón de cosas que no hacemos allí. Yo no entiendo lo que... lo que quieres
de mí.
Emmett
suspiró.
—Obviamente
no. Aunque es difícil de creer que alguien pueda ser tan despistado. Estaba
prácticamente lanzándome a ti.
—Eso es lo
que Cullen dijo también —le dije—. Me refiero a que yo sea ingenuo, uh, despistado.
Sus ojos se
estrecharon.
—¿Y el rumor
que sigo escuchando? ¿Sobre ti y Riley?
Hice una
mueca.
—Eso es una
mentira de principio a fin. Yo nunca...
—No, por
supuesto que no lo harías. —Emmett se palmeó su cabello perfectamente
peinado—. Si no lo harías conmigo, entonces ciertamente no lo harías con Riley.
Sinceramente, su forma de actuar es desesperada y triste.
Repugnante.
—Estoy de
acuerdo. —Me estremecí—. De todos modos, pensé que estabas siendo amable anoche. Y
sinceramente, me vendría bien un amigo por aquí. ¿Así que podemos empezar de
nuevo? ¿Por favor?
—Bueno... —Emmett
vaciló y luego levantó las manos dramáticamente—. Qué
demonios, está bien. Amigos.
—Gracias. —Le tendí la
mano—. ¿Las estrechamos?
Los pálidos
ojos verdes Emmett bailaban.
—Mmmm, no
estamos siendo muy masculinos Hoy, así que, muy bien, ¿por qué no?
Tomé su
mano, la sacudí dos veces, y la dejé ir. Me dio una mirada extraña y luego
sonrió.
—Tú no sabes
qué demonios estás haciendo aquí, ¿verdad, Swan?
—Es mi
primera vez en la escuela —le dije, incómodo—. ¿Mi
apretón de manos
no fue tan
masculino?
—Hablando
contigo, alguien podría pensar que es tu primera vez para todo. — Él suspiró—. Vamos, me
estoy quedando sin barras de proteína, así que será mejor comer
mientras esta esté caliente. Si hay algo peor que la papilla caliente, es la
papilla fría.
Sintiéndome
aliviada de tener por lo menos un amigo, saqué mi cuchara de mi humeante
bandeja y me pregunté si volvería a probar comida real otra vez.
Llegué a Cálculo
Interdimensional sin ningún problema y me senté en el lado lejano de la clase. Cullen,
noté, estaba sentando cerca del frente, y Demetri y su grupo ocupaban la parte
de atrás. Cuando me vio mirándolo, el matón me dio una mueca desagradable.
Sostuve sus ojos por un momento y luego, deliberadamente, me volteé. Cuando
alcé la mirada, vi que Cullen había estado observando nuestro intercambio. Me
frunció el ceño, sacudiendo su cabeza. Luego el maestro pidió orden a la clase
y no hubo nada más que hacer, más que tomar notas lo más rápido que pude en mi
tableta.
Mientras progresaba la
lección, estaba aliviada de encontrarla fácil y familiar, todo lo que el
profesor, el Sr. Blinski, estaba diciendo, ya había sido cubierto
ampliamente por el tutor
de matemáticas de Jasper. Sin embargo, no todos parecían comprender los
conceptos que el pequeño y calvo Sr. Blinski estaba soltando rápidamente. Demetri
estaba dormitando en la parte de atrás de la habitación, lo que pensé que era
extraño ya que él ya había reprobado una vez la clase. Pero su actitud relajada
definitivamente no era la norma, vi unas cuantas miradas confundidas mientras
el profesor hablaba. Cullen, en particular, fruncía el ceño preocupado.
Finalmente, levantó su mano.
—Ahora, es obvio que M
es isomorfa a la línea real, así que tenemos un isomorfismo del subconjunto de
dimensión 2 a la de dimensión 1. —El Sr. Blisnki apuntó a la pizarra blanca
donde la ecuación en cuestión estaba escrita en azul—. Luego sigue que M x M es
un toroide en R>4 o C<2 a="" aire="" ce="" clase="" con="" cullen="" de="" definici="" desaprobaci="" despu="" dijo="" el="" en="" eso="" frunciendo="" hasta="" hay="" infinito="" la="" mano="" n.="" n="" no="" notar="" ntonces="" o:p="" o="" pareci="" permite="" preguntas="" s="" sabe="" ser="" si="" sr.="" uno="" x="" ya="">2>
—Pero señor, sólo
necesito aclarar un concepto…
—Hubiera entendido si
hubiese hecho su tarea anoche. —El ceño fruncido de Blinski se profundizó.
—Sí hice mi
tarea —protestó Cullen—. Eso tampoco tuvo sentido.
—Sr. Cullen, una
palabra más de usted y se va al edificio de Administración para unos azotes.
—La cara del Sr. Blinski estaba roja con irritación—. Debes guardar todas las
preguntas para después de clase. ¿Estoy siendo claro?
—Sí, señor. —Cullen
parecía arrancar las palabras con los dientes—. Muy claro.
—Excelente. Entonces
continuemos. —Y el Sr. Blinski prosiguió.
Fruncí el ceño. ¿Todos
los profesores aquí en la Academia eran tan inflexibles? Difícilmente parecía
justo si lo eran. El tutor de matemáticas de Jasper, el Señor Prestillo, siempre
había estado dispuesto a responder preguntas enseguida y explicar cualquier
concepto que no entendiera hasta que lo captara.
Esa era una de las
razones por la que era tan buena en la materia. La otra era que simplemente
tenía un talento natural por entender y aplicar las matemáticas y teorías
espaciales. Más de una vez, el Señor Prestillo me había dicho que hubiese sido
una excelente navegante de naves espaciales si no hubiese sido mujer, por
supuesto.
La lección avanzó
rápidamente y el Cálculo Interdimensional terminó antes de saberlo. Cuando sonó
la campana, salté con el resto de estudiantes para ir a mi siguiente clase. Me
moví rápidamente, intentando dejar tanto espacio entre mí y Demetri como podía,
sin molestar a Cullen. Él aún tenía una mirada frustrada en su cara mientras
esperaba a hablar con el profesor. Habló con Sr. Blinski en voz baja, apuntando
a la pizarra blanca y luego a su tableta una y otra vez, pero lo que sea que el
profesor le estaba diciendo, no parecía satisfacerlo. Finalmente, sacudió su
cabeza y se unió a la manada de cadetes deambulando hacia su próxima clase.
Pensé en preguntarle
qué estaba mal e intentar discutir la ecuación, pero a último minuto decidí no
hacerlo. Sólo porque estaba dispuesto a actuar como mi protector parte del
tiempo, no significaba que podía ser visto hablándole a un humilde cadete de
Tercera Formación. Mejor no presiono mi suerte haciéndolo enojar. Así que me
quedé atrás, estudiando la mirada frustrada en su rostro y deseando poder
ayudar.
Por alguna razón,
mientras lo observaba, pensé sobre cómo se había sentido sentarse en su regazo
anoche. Aunque el episodio había sido extremadamente breve, mi cerebro parecía
haber memorizado cada parte de éste. La mirada en sus penetrantes ojos azules,
la calidez de su piel, y el perfume limpio masculino que parecía ser su aroma
natural, estaban impresos en mi mente. Y la forma en que me había consolado
cuando lloré, había sido tan calmante y dulce. ¿Por qué era tan amable un
momento y luego se enojaba o irritaba conmigo al siguiente? ¿Algún día seríamos
amigos o eso era imposible? Reflexioné sobre ello mientras iba en camino a mi
siguiente clase.
El resto del día
continuó al mismo paso y estuve contenta de ver que estaba adelantada en cada
tema. Al menos ser excelente académicamente aquí no iba a ser un problema.
Ahora, si sólo pudiera mantenerme lejos de Demetri y encontrar una forma de
tomar una ducha, podría encontrar soportable mis dos años en la Academia.
Cullen y yo nos
separamos después de nuestra segunda clase juntos, Navegación Astronómica, pero
sí lo vi, aún estudiando su tableta en la mesa de la Cuarta Formación en el
almuerzo. Emmett y yo comimos juntos y él me dio noticias chismosas sobre mis
profesores y algunos de nuestros compañeros de clase. Nadie más se ofreció
unirse a nuestro grupo pero estaba satisfecha de tener al menos un amigo, así
que no me molestó.
Lo que sí me molestaba
era la cuestión de cómo iría mi última clase, educación física obligatoria. No
me había olvidado que Demetri iba a tomarla conmigo y no sonaba como el tipo de
clase donde podía evadir al mantón sólo por escoger un asiento al otro lado de
la habitación.
—Oye, Swan, ¿qué te
pasa? —Emmett hizo un puchero desde el otro lado de la mesa—. Que buen amigo
resultaste ser. Ni siquiera escuchaste el chisme jugoso que acabo de decirte
sobre Simmons.
—Lo siento. —Me forcé a
arrastrar mis ojos de la mesa de Cuarta Formación donde Demetri y sus camaradas
estaban lanzando leche de sus narices y riendo a carcajadas como gnomos—. Sólo
estoy preocupado.
—¿Sobre qué? ¿Demetri?
—Miró mi mejilla magullada.
—Tuve otro encuentro
con él esta mañana —confesé—. Si Cullen no hubiese estado ahí…
—¿Quieres decir que te
rescató? —Los ojos verdes pálido de Emmett se iluminaron—. ¡Qué romántico!
—Fue más como que me protegió
—corregí—. Pero él realmente no quería hacerlo, piensa que soy una peste.
—Si realmente pensara
eso, ahora estarías hecho paté de Tercera Formación — Emmett dijo a sabiendas—.
Así que, ¿qué sucedió?
Me encogí de hombros.
—Sólo un poco de
charla. Pero estoy preocupado porque tengo mi última clase
con Demetri y Cullen no
estará ahí. ¿Qué voy a hacer?
—¿Qué clase es?
Le dije y Emmett alzó
sus cejas rubias y dio un silbido largo y bajo.
—Oh, querido, eso no es
bueno. No es bueno en lo absoluto.
Empecé a sentir pánico.
—¿Por qué no? ¿Qué puedo hacer?
Emmett me dio una
mirada compasiva.
—El único consejo que
puedo darte es que nunca estés a solas con él. Quédate con la clase, en medio
del grupo si puedes. El Entrenador Marco, el profesor de Educación Física, no
le gusta presionar. Es un gran fanático del juego limpio y el buen espíritu deportivo,
así que no dejará que Demetri te moleste. Quédate dónde él pueda verte lo más
que puedas.
—De acuerdo —asentí—.
¿Algo más?
—Sí, aléjate de las
duchas. —Emmett se inclinó a través de la mesa y me apuntó con un dedo—. Ellos
tienen esas duchas individuales ahí, en la parte de atrás del gimnasio.
—¿Las tienen? —Mi
corazón empezó a golpear ante el pensamiento—. ¿Quieres decir del tipo donde
realmente puedes tener privacidad mientras te duchas?
—Bueno, sí, mi pequeño
maniquí. —Emmett frunció el ceño—. Pero las duchas están al otro lado del
edificio y de la oficina del entrenador, está oscuro ahí. Cualquier cosa podría
pasar si Demetri te atrapa a solas. Así que no importa lo sudoroso que estés,
sólo ven directamente a tu dormitorio justo después de clase. Después de todo,
siempre puedes tomar una ducha antes de RLO, ¿verdad?
A regañadientes,
asentí.
—Sí.
Pero por dentro,
maldije mi suerte. Una ducha refrescante y caliente justo a mi alcance, pero
ese gran matón de Demetri iba a impedirme tomar una. ¡No era justo!
—Bien. —Emmett sonrió,
inconsciente de mi confusión interna—. Entonces deberías de estar bien.
—Frunció el ceño—. A pesar de ser el más pequeño de la clase.
Suspiré.
—No puedo evitar eso.
—Lo sé —dijo de manera
confortante—. Aunque no te preocupes, eres pequeño pero fuerte. No hubieras
llegado hasta aquí si no lo fueras, ¿verdad?
—Claro —dije
inciertamente. Pero al momento no me sentía nada fuerte. Sólo quería pasar por
la próxima clase de educación física sin ser asesinada o que descubrieran mi
secreto.
La clase de fitness fue
tan mala como me temía que sería.
Para empezar, yo era la
más pequeña de los estudiantes en el grupo de chicos de Tercera y Cuarta Formación,
y la más pequeña en general de lejos. Y me di cuenta por las miradas poco
amistosas que recibí de los otros cadetes que el rumor que Demetri había
extendido sobre mí, me había precedido. Cualquier esperanza que pudiera haber
tenido de hacer amigos había terminado antes de empezar.
—Oye, novato —llamó Demetri
cuando entré en el gimnasio grande, generando ecos—. ¿Por qué tardaste tanto en
vestirte? ¿Tuviste que ir al edificio de administración para probar tu
ropa de gimnasia?
En realidad lo que me había
llevado tanto tiempo era que esperé hasta que él y su séquito salieran del
vestidor. Tan pronto como se fueron, me había vestido tan rápido como era
posible, agradecida de que la ropa de gimnasia que había estado esperando en mi
armario fuese un poco ancha. La delgada camiseta de material no cubría tanto
como mi chaqueta gruesa del uniforme mis vendas del pecho, aunque aún así
parecía estar bien escondido.
No respondí a la
provocación, sólo mantuve alta la cabeza y seguí caminando porque no había nada
más que pudiera hacer. Sin embargo, podía sentir el ardor en mis mejillas y
supe que mis compañeros de clase tomarían mi rubor avergonzado como una señal
de que Demetri decía la verdad. Hubo algunas risas crueles cuando tomé mi lugar
en la fila, pero nadie hablaba en voz alta porque en ese momento el instructor,
el entrenador Marco, entró e hizo sonar su silbato.
—Muy bien, señoritas,
cálmense. —Era un hombre corpulento, de cejas negras gruesas y tupidas y nariz
ganchuda. Había una expresión sin sentido en sus ojos color marrón oscuro. No
era el tipo de maestro que querías hacer enojar, decidí mientras él
continuaba—. Hoy continuamos nuestra serie de deportes de de la antigua Tierra,
con un juego llamado el quemado.
Hubo gemidos de varios
de los allí reunidos cadetes, pero Demetri tenía una sonrisa desagradable en su
rostro tonto que me preocupaba. ¿Que era el "quemado” y cómo se jugaba?
Temía que estaba a punto de descubrirlo de la forma difícil.
—Bueno, ahora, a formar
dos equipos —continuó el entrenador Marco—. Demetri, eres el capitán del equipo
A y Jake, eres del B. Organícense mientras traigo el equipo.
—Grandioso. —Demetri se
adelantó junto con otro estudiante de Cuarta Formación que no había visto
antes—. Me quedo con Felix. Jake asintió.
—Yo con Sam.
Y así siguió. Como era
de esperar, me eligieron última y con muchas protestas por parte de los otros
miembros del equipo B, donde terminé quedando. Traté de no sentirme herida y me
recordé que mi baja estatura no era mi culpa.
Después de todo, era
una chica. Incluso si nadie más en la habitación aparte de mí lo sabía,
tenía perfecto derecho a ser pequeña. Pero no importaba lo mucho que me lo
dijese a mí misma, aún picaba ser llamada “enano” y mantenida en la parte de
atrás de la línea.
Muy pronto el
Entrenador Marco regresó, empujando un carro grande lleno de pelotas de goma
duras de color rojo del tamaño de la cabeza de alguien.
—Está bien, señoritas
—gritó—. Vengan a por ellas. Vamos, no tenemos todo el día.
Los cadetes de ambos
equipos corrieron hacia adelante, agarraron la mayor cantidad de bolas que
podían llevar, y regresaron a la línea divisoria negra en el centro del
gimnasio. Me quedé allí, sin querer involucrarme demasiado. Yo estaba bien con
los juegos uno vs. uno como esgrima o el ajedrez, pero gracias a mi educación y
mi sexo, nunca había jugado un deporte de equipo en mi vida.
—Vamos, chico nuevo,
¿cuál es tu nombre? —Levanté la mirada y me di cuenta de que el entrenador Marco
me miraba.
—Swan, señor —le
contesté.
—Bueno, no seas tímido,
Swan, levántate y agarra algunas pelotas.
—No se preocupe,
entrenador, Swan está bien así —gritó Demetri. Él y sus amigos seguían
merodeando alrededor del carrito de las pelotas. Rugieron a carcajadas y el
resto de los cadetes los siguieron mientras me acercaba para recoger la última
pelota remanente de goma dura bola en la parte inferior del carro. La apreté
contra mi pecho, su superficie fría y dura y nudosa bajo mis dedos. Me sentí
como si estuviera a punto de estallar.
—¿Qué quieres decir, Demetri?
—dije, mientras el entrenador daba la vuelta.
—Creo que ya sabes,
novato —se burló.
Puse mi cara tan
inocente como fue posible.
—Si estás diciendo que
tengo algún tipo de habilidad especial con este equipo, no lo hago. No puedo
dejar de notar, sin embargo, que tú pareces saber manejarlo muy bien. —Asentí
con la cabeza a la manera en que se aferraba a dos de las bolas en las manos—.
¿Esa es una habilidad que se adquiere con el tiempo o simplemente eres
naturalmente bueno para sostener, quiero decir manosear las pelotas?
El rostro de Demetri se
ensombreció.
—¡Tú, pequeño...!
—Eso es suficiente, señoritas.
—El entrenador Marco había girado y estaba frunciendo el ceño, tanto a Demetri
como a mí—. Vamos a la línea. Vamos, ahora.
Demetri apuntó con un
dedo.
—Ese comentario te va a
costar caro, novato. —Luego se volvió y se dirigió a la línea gruesa negra
pintada en el suelo de plástico que dividía el gimnasio.
Todos los otros cadetes
ya estaban allí de pie y yo sabía que habían escuchado nuestro intercambio.
Mientras caminaba a la
línea, mentalmente me di una patada. ¿Por qué había salido de mi camino para
irritarlo así? Como si no tuviera suficientes problemas como estaba.
Mi angustia se vio
agravada por el hecho de que me había sorprendido un poco a mí misma, hablando
de manera cruda. Una broma como la que había hecho a costa de Demetri nunca
habría salido de mis labios en Victoria. Pero aquí me había parecido natural
combatir fuego con fuego, el devolver lo que el agresor repartía. Me preguntaba
con inquietud si estaría maldiciendo y escupiendo y arañándome a mí misma como
el resto de los cadetes en el momento en que saliese de la Academia—si salía
con vida, obviamente. Y por la expresión del rostro feo de Demetri, cada vez
era menos probable.
El entrenador Marco
sopló el silbato de plata que llevaba al cuello.
—Pelotas en la línea,
damas —gritó sin dejar rastro de ironía—. Luego cinco pasos atrás.
Todos los cadetes
colocaron sus pelotas de goma dura a lo largo de la línea negra y dieron cinco
pasos hacia atrás.
—Bien. —El entrenador Marco
asintió con la cabeza—. Ahora, a mi silbato, corren y las agarran. Recuerden
las reglas, si reciben un golpe con una pelota, están fuera. Si pasan sobre la
línea, están fuera. Si alguien toma la pelota que lanzaron, están fuera. Y sólo
golpes al cuerpo, nada a la cabeza ni a la cara.
¿Entendido?
Murmuramos nuestro
asentimiento, incluida yo, pero no podía evitar sentir la tensión en el aire.
Los chicos a mí
alrededor estaban tensos con anticipación, inclinándose hacia las bolas, listos
para lanzarse y agarrarlas y empezar a arrojarlas unos a otros. Me hubiera
gustado correr en la otra dirección, pero sabía que no iba a funcionar.
Sombríamente, me dispuse a correr junto con los otros.
El silbido estridente
resonó en el gimnasio y luego el aire se llenó con el sonido de los cadetes
gritando, chillando zapatos deportivos y golpes fuertes, y los golpes
suficientemente lentos para esquivarlos fueron recogidos uno a uno. Por suerte,
yo no era uno de ellos. Para mi sorpresa, había encontrado finalmente una
situación en la que mi tamaño jugaba a mi favor.
Me acercaba y alejaba
de los cadetes mayores, girando y agachándome mientras Demetri y su equipo
lanzaban más y más bolas en mi dirección. Agarré varias, enviando a los que las
habían arrojado fuera del juego. De hecho, lo estaba haciendo tan bien, que mi
propio equipo finalmente comenzó a notarme.
—¡Mira eso! —Un cadete
con el pelo rizado de color marrón y gafas me señaló—. El enano es rápido.
Mi capitán del equipo,
Jake, me hizo un gesto de aprobación.
—¡Muy bien, pequeñín!
—Gracias. —Agarré otra
pelota lanzada por Felix, y se la pase a él—. Ser pequeño tiene sus
ventajas a veces.
—No va a ser una
ventaja si te atrapa Demetri después del partido. —Jake esquivó una pelota con
facilidad mientras hablaba. Su capacidad atlética natural hacía fácil ver por
qué el entrenador Marco lo había elegido como capitán—. Harías mejor en
mantenerte al margen de él.
—Lo estoy intentando.
—Esquivé otra bola—. Él no está haciéndolo fácil.
—Mala suerte para ti,
entonces. —Jake me dio una mirada de lástima y corrió para atrapar una pelota
al otro lado de la cancha.
Al otro lado de la
línea negra, Demetri estaba poniéndose más y más furioso. Me di cuenta por la
forma en que su cara se puso roja, púrpura. Su equipo le pasaba bolas para
tirarme a mí pero fallaba cada intento.
Sabía que debería dejar
que me golpease y todo terminaría. Tal vez ganándome podría airear su ira. Pero
mi orgullo se levantó y no me lo permitió. Siempre había tenido una vena
competitiva fuerte en mí y me negaba a perder el partido a propósito, sin
importar las consecuencias.
Antes de darme cuenta, Demetri
y yo éramos los únicos que quedábamos en pie.
—Vamos, nuevo. —Él me
hizo una seña, dos bolas en cada mano—. Ven aquí y toma tu medicina.
—No lo creo. —Esquivé
uno de los balones con facilidad. Podría haberlo atrapado y enviado fuera,
ganando el juego para mi equipo, pero no importaba lo orgullosa que fuese, no
era estúpida. Hacer a Demetri perder delante de los otros cadetes era demasiado
peligroso. Así que seguí esquivando las bolas mientras las tiraba hasta que
finalmente el entrenador Marco hizo sonar su silbato y declaró el partido un
empate.
Sentí una sensación de
alivio mientras caminaba hacia adelante con los otros para poner las bolas de
vuelta en el carro.
Algunos de mis
compañeros de equipo parecían irritados de que no hubiese ganado la partida,
pero en general, recibí más miradas de admiración que enojadas. Jake me sonrió
y me dio un puñetazo en el hombro ligeramente.
—Buen juego, Swan.
—Asintió con la cabeza al todavía ceñudo Demetri—. Y buena decisión.
—Gracias. —Le devolví
la sonrisa, contenta de que entendiese por qué no había sido capaz de ganar.
—Muy bien, señoritas.
—El entrenador Marco nos hizo un gesto aburrido—. Los veré mañana misma hora,
mismo lugar.
Se dirigió a su oficina
y yo estaba a punto de comenzar a caminar hacia los vestuarios, sin pasar por
las duchas, cuando oí que alguien me llamaba. Me volví justo a tiempo para ver
a un gran objeto volador rojo viniendo hacia mi cabeza. No había tiempo para
esquivar al balón, y me golpeó de lleno en la nariz y me caí al suelo, los
picos de dolor agudo exquisitamente explotando hacia el exterior a través de mi
cara.
Di un grito ahogado y
puse mi mano sobre mi nariz, que ya estaba inundada de sangre.
—Oigan, miren eso,
chicos. —Demetri se acercó a mí, sus gruesos labios curvados en una mueca
desagradable.
—Parece que no es tan
rápido después de todo. —Me señaló—. Estás fuera, novato. —Por alguna razón,
esto hizo que sus compinches rugieran de la risa.
Lágrimas de rabia y de
dolor me llenaron los ojos, pero no había nada que pudiera hacer. El entrenador
Marco no había visto el incidente ya que había desaparecido en su oficina y el
resto de mis compañeros ya se encontraban en la ducha y no es que me fuesen a
ayudar. Podían admirar mi velocidad en la cancha, pero estaba bastante segura
de que ninguno de ellos estaba dispuesto a recibir una paliza por mí.
—Aww, pobre bebé. —Demetri
hizo una mueca de simpatía fingida—. Miren chicos, está llorando.
—Tú, malvado —le
dije, mi voz saliendo espesa y ronca—. ¿Por qué no me dejas en paz?
—Déjame en paz —imitaba Felix en voz alta y Alec se hacía eco:
—Sí, Demetri, solo
déjame en paz.
Los tres se reían
mientras iban a las duchas, dejándome mientras acariciaba mi nariz sangrante y
contemplaba la herida en mi palma.
Miré fijamente la espalda
de Demetri, y algo oscuro y nuevo se agitó en mi corazón. Era el odio que
sentía; creciendo dentro de mí un odio tan negro y virulento como la vid de la
flor de la Sangre y del Honor. Me hizo apretar mi mano libre en un puño y
murmurar una maldición poco propia de una dama en voz baja—palabras que nunca me
había atrevido a decir antes. Yo nunca habría dejado pasar tal epitafio por mis
labios mientras vivía en la Push pero aquí parecía encajar perfectamente en la
situación. Ni siquiera me ruboricé al decirlo.
A medida que fui poco a
poco poniéndome de pie, todavía ahuecando mi nariz herida, una cosa quedó
clara: estar en la Academia me estaba cambiando.
Quedaba por ver si se
trataba de un cambio para bien o para mal, pero yo sabía que nunca volvería a
ser la misma.
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hola que les parecio el capitulo hoy creen que nuestro querido Jaz logre tomar un baño nos vemos en el proximo capitulo
2 comentarios:
Hola hola nena me acabo de poner al corriente y creeme que historia tan genial, lambeo el tiempo que perdió en lo leerla pero aquí estoy y la voy a seguir hasta el final
Gracias nena
Saludos y besos
Muchas gracias por el capítulo, hay un trozo que se lee mal, en clase con Cullen
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