Capítulo 8
Me di la vuelta para
ver que Alec tenía mis brazos en un abrazo aparentemente irrompible.
—¡Déjame ir! —Traté de
empujarle, pero se movió fuera de alcance, riéndose a carcajadas, como si mi
lucha fuera muy divertida para él.
—Demetri dijo que
podrías tratar de esta manera —dijo, sonriendo—. Supongo que tenía razón, no
vas a alejarte de mí otra vez, enano.
—¡Déjame ir! —exigí
otra vez, luchando. Pero era como luchar contra una roca.
Alec obviamente no era
el más astuto de por aquí, pero era tan fuerte como un toro e igual de terco.
A pesar de que no había
esperanza, no dejé de luchar. No iba a pararme ahí pasivamente y dejar que me
agarrara hasta que Demetri llegara. Tengo que salir de aquí antes de
que aparezca, me dije mientras luchaba desesperadamente en las carnosas
garras de Alec. Tengo que...
—Bueno, bueno, freshie,
¿Tan pronto te quieres ir? —Apareció Demetri de la esquina del gimnasio, con
una sonrisa en su fea cara. Felix estaba justo detrás de él, sonriendo también.
Era como una pesadilla,
una repetición de lo que había pasado, o casi pasó en el dormitorio. Sólo que
esta vez Edward no estaba allí para salvarme.
—Déjame en paz. —Traté
de hacer que mi voz sonara severa—. Te gané en una batalla justa, Demetri. Ha
terminado.
—Y ahora yo te voy a
vencer en una lucha injusta. —Me sonrió—. Porque no ha terminado, freshie. No
hasta que yo lo diga. —Se metió la mano en el bolsillo y sacó algo largo y
afilado y plateado. Un cuchillo—. Sobre ese bonito ojo marrón que quería de
souvenir...
—Nunca te saldrás con
la tuya —dije con desesperación, retrocediendo contra Alec mientras Demetri
avanzaba hacia mí—. ¿Crees que no voy a decir algo si me ciegas?
—Buen punto. —Demetri
se quedó pensativo, una extraña expresión en su rostro torpe—. Bueno, en ese
caso, supongo que será mejor que te corte la lengua también. —Vino hacia mí de
nuevo—. Alec, sostenlo quieto. Felix, tómalo de la cabeza. —Su tono plano y el
brillo en sus ojos de color de barro me decía que esto no era ninguna broma,
estaba a punto de convertirme en ciego y mudo. Cuando mi padre lo descubriera,
probablemente lo consideraría un castigo apropiado por la decepción que me
había causado, pero no pude encontrar consuelo en eso.
Respirando hondo, abrí
la boca para gritar... y la volví a cerrar cuando las hojas verdes azuladas
crujieron y Edward salió de la rotura en la puerta de alta seguridad.
—Deja que se vaya, Demetri.
—Su voz era profunda y dominante pero Demetri no soltó el cuchillo ni le hizo
un gesto a Alec para que me soltara. En cambio, dio un paso hacia mí, el
cuchillo cada vez más cerca de mi ojo derecho.
—No esta vez, Cullen.
Esta vez voy a hacer exactamente lo que quiera con tu bonito compañero de
habitación y no hay nada que puedas hacer para detenerme.
Edward se acercó,
moviéndose con el sigilo de un felino sorprendente para un hombre tan alto.
—Piensa en lo que estás
haciendo, Demetri —habló en voz baja, con los ojos parpadeantes entre mí y el
matón—. Ir con un cuchillo por la escuela sólo te llevará a ser expulsado. Pero
vas a perder una mano por usarlo contra alguien.
Sentí a Alec
incomodarse detrás de mí.
—Tiene razón en eso, Demetri.
Todos vamos a perder una mano si haces esto.
—¿Qué te pasa, Alec?
—gruñó Demetri—. ¿Tienes miedo de que te quiten lo que utilizas para hacerte
una paja?
Felix se rió con
inquietud.
—Demetri sólo está
bromeando, Alec. Realmente no le va a cortar nada al enano.
—¿Crees que estoy
jugando? —Demetri se volvió hacia Felix, con una mirada maníaca en sus fangosos
ojos—. ¿Después de lo que me hizo en clase? Demonios sí, ¡Le voy a cortar! El
Freshie aquí presente se va a quedar literalmente en carne fresca cuando
haya terminado con él.
Mientras los tres
peleaban, vi a Edward arrastrarse cada vez más cerca. Sabían que estaba ahí
pero la pelea les distrajo. Además, Demetri se mostraba confiado de tener la
delantera.
No podía decir que no
estaba de acuerdo con él. Después de todo, tenía un cuchillo alrededor de una
pulgada de mi cara. Un movimiento en falso y me quedaría ciega o incluso
muerta. No tenía ni idea de cómo planeaba North apaciguar la situación, aunque
derribara al matón, Demetri podría sacarme el ojo antes de que Edward pudiera
detenerlo. ¿Qué iba a hacer?
—Vamos, Demetri —decía Felix—.
Sólo porque el enano te golpeara con esa espada de juguete...
—Lo hizo frente a toda
la clase —rugió Demetri—. Delante de todos, ¡maldita sea!
—Lo superaras. —Edward
estaba detrás de él ahora. Lo miré, con los ojos como platos y sacudió
ligeramente la cabeza, como si me dijera que no me preocupara. Vamos, Demetri,
esto ha ido demasiado lejos —dijo en una voz suave y razonable.
Demetri volvió la
cabeza y pareció darse cuenta de lo cerca que tenía a Edward.
—Atrás. —Su voz era
fría—. Si das otro paso más Cullen, voy a...
De repente, todo
sucedió al mismo tiempo. El cabello dorado oscuro de Edward y el uniforme azul
eran un borrón de movimiento y vi que el cuchillo venía hacia mí. Me quedé
mirándolo aturdida, esperando sentir su punta afilada perforar mi ojo y el pop
como una uva en cualquier momento. En cambio, desapareció por arte de magia y Demetri
con él. Miré con asombro como se daba la vuelta.
Tenía una mirada
sorprendida en su rostro mientras estuvo en el aire por un momento, y luego
aterrizó con fuerza en el suelo sobre su espalda.
El matón que parecía un
bicho sobre su espalda, con la cara roja y furiosa mientras trataba de luchar
para ponerse de pie. Edward puso un pie en el cuello y le miró.
—Quédate ahí.
—¡Qué demonios, Cullen!
—Empujó el pie y se puso de pie, con los puños listos—. ¡Vamos!
—¿De verdad quieres? —Edward
enarcó una ceja—. ¿Estás seguro de eso, Demetri?
En respuesta, el matón
se tiró encima, balanceándose salvajemente. Edward lo esquivó con facilidad y
gracia pero lo vi agarrarle el brazo fornido a Demetri mientras se alejaba
rápidamente. De repente, Demetri estaba en el aire de nuevo. Se cayó de
espaldas y tosió, obviamente tratando de respirar. Aun así, trató de levantarse
de nuevo.
—No lo creo. —Edward le
puso el pie en el cuello una vez más—. ¡Estate quieto!
La cara de Demetri era
púrpura de rabia.
—Déjame levantarme.
—Todavía no. —Edward
frunció el ceño—. Lo digo en serio, Demetri quédate quieto. No me hagas
clavarte al suelo.
Demetri abruptamente
dejó de luchar y miró hacia el otro cadete.
—¿Qué quieres?
—En primer lugar,
quiero que esos idiotas suelten a Swan. —Edward les hizo una seña a Felix y Alec
que me soltaron y se alejaron sin siquiera consultar a Demetri. Edward sonrió—.
Bien. Swan, ven aquí.
No perdí tiempo en
cumplir. Me dirigí a su lado lo más pronto posible, teniendo cuidado de
mantenerme al margen de Demetri.
—Gracias —le dije, en
voz baja.
Edward se limitó a
asentir.
—Ahora nosotros nos
encargaremos de esto. —El largo cuchillo de plata apareció en su mano como por
arte de magia. Se volvió y lo tiró tan lejos como pudo hacia los bosques que
rodeaban la valla de seguridad. Vi a la hoja de plata destellar por la luz del
sol y luego nada, probablemente, perdido para siempre en la espesa maleza.
Demetri maldijo en voz alta.
—¡Vas a pagar por esto!
Mi padre me compró el cuchillo.
—¿Ah? —dijo Edward con
frialdad—. ¿Crees que querría que lo usaras en niños pequeños con la mitad de
tu tamaño?
Interiormente me enfurecí al ser llamada "niño pequeño",
pero no iba a decirle nada a Edward por ello en estos momentos.
—No importa —se rió
desagradablemente Demetri—. Siempre puedo conseguir otro. Y cuando lo haga,
puedo apostar que freshie va a ser el primero en verlo.
—No. —La voz de Edward
sonó dura—. Esto termina aquí. Si te atrapo molestando a mi compañero de
habitación de nuevo voy a romperte las costillas, la nariz, y ambos brazos. No
serás capaz de masturbarte durante meses, a menos que uno de estos idiotas te
ayude. ¿Oyes lo que te digo, Demetri?
Los ojos de cerdito de Demetri
se estrecharon malhumorados.
—Te escucho —refunfuñó.
—Bien. —Finalmente Edward
quitó el pie y dio un paso atrás, permitiendo que el matón se levantara—. No lo
olvides.
—Oh, lo recordaré, está
bien. —Demetri sacudió a Alec, que había tratado de ayudarle a levantarse, y se
sacudió el polvo lentamente—. Créeme, Cullen, tengo buena memoria para este
tipo de cosas.
Eso no me sonó muy
bien, pero al parecer era lo mejor que íbamos a conseguir.
Esperaba que Edward nos
dejara irnos ahora, sólo quería estar lo más lejos de Demetri como fuera
posible.
Para mi gran alivio Edward
asintió con la cabeza y me dijo:
—Vámonos. —Entonces él
se alejó con confianza hacia nuestro dormitorio, llevándome a trompicones
detrás de él. Eché un último vistazo por encima de mi hombro y vi a Demetri
allí de pie, mirándome con una expresión de puro odio malévolo en su rostro.
Envió un escalofrío por mi espalda y un nudo en mi estómago.
A toda prisa, miré
hacia otro lado, pero esa mirada se quedó conmigo.
Algo me decía que no
importaba lo que Edward dijera, mis problemas con Demetri estaban lejos de terminarse.
Edward me rodeó tan
pronto como llegamos a nuestra habitación.
—¿Qué demonios estabas
haciendo, sacando de quicio a Demetri? ¿Crees que no tengo nada mejor que hacer
que correr por todo el campus salvando tu flacucho trasero?
—¡No lo hice a
propósito! —grité en respuesta, envolviendo mis manos en puños—. Él vino a mí
primero. El entrenador Marco estaba dando una lección de esgrima y Demetri…
—Sí, sí, ya escuché
eso. —Hizo una seña con la mano desestimándome con un ceño—. Simpkins le dijo
a Emmett quien casualmente estaba en la enfermería en el momento en que
Simpkins estaba siendo tratado por su cortada. Emmett vino y me contó, y es una
maldita buena cosa que lo hiciera. Si no lo hubiera hecho, estarías colectando
tus ojos del césped en este momento.
—Lo sé. —Temblé y me
envolví en mis brazos, toda mi ira repentinamente drenándose—. Lo sé.
—Oye… —Se sentó a mi
lado—. Estás temblando. —Colocó una mano en mi brazo pero la sacudí.
—No, no lo estoy. Yo…
estoy bien. —Traté de hacer que mi voz sonara fuerte pero tembló a pesar de mis
mejores intenciones—. Lamento que me tuvieras que salvar de nuevo. Lo siento si
eso te molesta.
Edward suspiró y pasó
una mano por su cabello, desordenándolo y convirtiéndolo en un halo dorado
alrededor de su cabeza.
—No estoy de verdad
molesto contigo, pequeño. Sólo estaba preocupado. Pudiste haber sido
seriamente herido allí, Demetri está más loco de lo que pensé.
—De verdad que lo ha
demostrado. —Bajé la mirada a la cama—. ¿Realmente piensas que me dejará en paz
desde ahora?
—No, no lo creo.
—Sonaba sombrío—. Aunque sepa que cumpliré mi amenaza, creo que de verdad
piensa que molestarte valdrá la pena.
—Me temía eso —dije
llanamente—. ¿Qué puedo hacer? No quiero ir con el director.
—No haría mucho bien
incluso si lo hicieras. —Edward frunció el ceño—. Esperan que luches tus
propias batallas en la Academia. Y además, la posición del padre de Demetri le
da ventaja. Lo que necesitas es una manera de derrotarlo, como hiciste en la
clase de aptitud física. —Me sonrió—. Escuché sobre eso, sabes. Simpkins le
dijo a Emmett que estuviste maravilloso. Debes ser muy bueno con la espada,
¿huh?
—Sí —asentí—. Qué mal
que no pueda llevar una a cada lugar al que voy.
Edward lucía pensativo.
—No puedes llevar una
espada, y no puedo estar contigo a cada minuto del día, pero hay una manera en
la que puedes protegerte.
—¿Cómo? —Le miré
esperanzada—. Haré lo que sea.
—Tengo que enseñarte
algunos movimientos de defensa personal. —Golpeó la cama con decisión—. Eso es.
Empezando mañana tú y yo vamos a pasar bastante tiempo en el gimnasio.
—¿Defensa personal?
—Fruncí el ceño—. ¿Es eso lo que le hiciste a Demetri?
—No. Lo que le hice a Demetri
fue Judo, es una técnica de artes marciales de la antigua Tierra.
Sacudí la cabeza.
—Ni siquiera había oído
de eso. ¿Cómo sabes todo eso, de cualquier manera?
—Tomé lecciones, de la
misma manera en que tú tomaste lecciones de esgrima
—dijo Edward
pacientemente—. Soy cinturón negro, sabes. Iba a competir en las finales del
campeonato del Sistema Prometeo cuando…
—¿Cuándo qué?
—pregunté, genuinamente interesada.
Pero Edward sólo
sacudió la cabeza.
—Olvídalo. No importa.
—A mí me importa —dije
suavemente—. Me doy cuenta de que tienes un secreto, Edward. No presiono
porque, bueno, sé sobre secretos. Pero si alguna vez quieres hablar…
—Gracias, renacuajo.
—Me ofreció una media sonrisa y frotó mi cabello con afecto—. Tal vez algún día
te haré caso. En este momento es casi hora de cenar.
Suspiré.
—Sí, lo es. Y me estaré
escudando a tu sombra como de costumbre. —Una repentina oleada de ira me hizo
rechinar los dientes—. ¡Sólo desearía… desearía ser lo suficientemente grande
para vencer a Demetri por mí mismo!
—Oye, no eres un
cobarde y no puedes evitar ser pequeño. —Edward me tomó por los hombros y miró
intensamente a mis ojos—. No te preocupes, Swan, de verdad no me importa que te
pegues a mí.
—Bueno, a mí sí me
importa —dije rígidamente—. Quiero decir, no me importa ir a lugares contigo, a
mí… me gusta eso. Pero sí me importa sentir que no estoy seguro si no estás
cerca.
—Eso me molesta
también, mucho. —Edward suspiró y tomó una expresión problemática en su
rostro—. Desearía saber por qué…
—¿Por qué, qué? —solté
cuando bajo el tono.
Edward frunció el ceño.
—Por qué me siento tan…
tan protector contigo. Tal vez es por Seth… — masculló, medio para sí mismo.
—¿Quién? —pregunté.
—Nadie. —Edward sacudió
al cabeza—. Es sólo… eso es, uh… no es la manera usual en que te sientes con
tus amigos. Amigos hombres, de cualquier manera.
Mi corazón golpeaba
contra mis costillas de nuevo. ¿Estaba cerca de descubrir mi secreto?
—Tal vez es porque soy
un “niño pequeño” —dije bromeando, tratando de desestimar la situación.
—¿Qué? —rió Edward—.
Oh, eso. Mira, renacuajo, no puedes tomar nada de lo que le digo a Demetri
de manera personal. Sólo trataba de sacártelo de encima.
—Bueno, si puedes
enseñarme cómo lanzarlo sobre su espalda de la manera en que tú lo hiciste,
puede ayudar —sugerí—. ¿Cómo hiciste eso, de cualquier manera?
—Te mostraré en el
gimnasio mañana —prometió Edward—. Dejaré Química Aplicada un poco temprano y
te encontraré después de tu clase de aptitud física. Podemos practicar en las
esteras, y tal vez puedas enseñarme un poco de tu genial trabajo con la espada
también.
—Lecciones de esgrima
por lecciones de Judo suena como un trato justo para mí.
—De verdad no estaré
enseñándote Judo, no estoy calificado para hacer eso. Pero puedo enseñarte como
defenderte a ti mismo mejor, si de repente te encuentras sin espada. —Sonrió.
—Muy bien —asentí.
Luego, incapaz de detenerme, me incliné y toqué su manga—. Gracias Cullen —dije
mirándolo a los ojos—. Por todo lo que has hecho por mí. Yo… no seré capaz de
compensártelo.
Para mi sorpresa mis
mejillas de verdad se ruborizaron.
—Ni lo menciones —dijo
ásperamente—. Vamos, es hora de la cena.
Salté de la cama y lo
seguí fuera de la habitación. Había algo más que quería preguntarle, algo que
le había dicho a Demetri antes de rescatarme.
Pero sus otras palabras
habían llevado el pensamiento fuera de mi mente.
“Quisiera saber por
qué me siento tan protector contigo…” ¿Qué había querido decir con eso?
¿Sentía de alguna manera que yo era una chica? ¿Mi secreto todavía estaba a
salvo? ¿Y no debería estar sintiéndome un poco más preocupada ahora?
Pero el mareo seguía
sobrepasando mis emociones más oscuras. Le gusto, ¡quiere protegerme! No
pude evitar pensar. Y aunque me había hecho un voto a mí misma de dejar
mis sentimientos por Edward a un lado, les sentía creciendo en mí de
nuevo, como la luz y el aire, como las burbujas en una bebida gaseosa e igual
de imposible de contener.
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Que les parecio el capitulo de hoy, gracias a todos por sus comentarios aqui en el blog y en facebook
4 comentarios:
Vaya si q esta pasando algo y creo q va a aumentar cuando practiquen en el gimnasio .. pobre bella dimitri no la dejara en paz solo debe aprender a defenderse mejor quiero q pase algo con este par...
❤❤❤❤❤❤😍😍🧡💛💙💚💖🖤💜
Hola hola nena los sentimientos no se pueden ocultar y se están desarrollando entre ellos, que pasara cuando se entere quién es Jasper
Gracias por el capítulo nena
Saludos y besos
Demetri está loco... Gracias por todo
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