lunes, 12 de agosto de 2019

Capitulo 9 Pacto de hermanos


Capítulo 9

Judo literalmente significa “el camino de la suavidad” —dijo Edward mientras nos colocábamos uno enfrente del otro en las colchonetas que el Entrenador Marco nos había permitido llevar a una esquina del gimnasio. Había convencido a mi compañero de cuarto para que me enseñara algunas de las técnicas que había usado en contra de Demetri el día anterior, aunque él insistía que nos concentráramos en defensa personal.

—¿El camino de la suavidad? —pregunté, ajustando mi gi. La parte trasera del gimnasio era la bodega donde se guardaban los equipos en desuso, y Edward había encontrado el traje adecuado para mi talla. Era una chaqueta suelta de manga larga y pantalones atados con un grueso cinturón de tela. Debajo llevaba una camiseta de algodón oscuro para esconder mejor las vendas en mi pecho. El gi de Edward era negro con un cinturón negro que hacía juego. Ambos nos habíamos quitado nuestras botas y calcetines, para evitar heridas y tener más estabilidad en las colchonetas.

—”Ju” quiere decir gentil o suave, y “Do” camino o vía —continuó.

—No vi nada suave en la forma en que derribaste a Demetri ayer —dije.

—Pero lo fue —dijo Edward con sinceridad—. Usando las mismas técnicas pude haber dislocado sus articulaciones o roto sus huesos. En cambio, simplemente lo inhabilite.


Vaya. Recordé la advertencia que le había dado a Demetri, sobre romper sus costillas, nariz y brazos, pero de repente me di cuenta que North tenía la capacidad para cumplir su amenaza; y muy fácilmente. Con razón toda la escuela mantenía una distancia respetuosa con él.

Asentí.

—De acuerdo, te creo. Continua.

—En el Judo, nunca te resistes, cedes y usas la fuerza de tu oponente en su contra —continuó Edward—. Así que, técnicamente, entre más fuerte es tu oponente, más duro tienes que trabajar.

—Tengo mucho trabajo duro en lo que respecta a Demetri —dije seriamente.

Edward sonrió.

—Exacto. Entre más grandes son, más fuerte caen. Ahora, el Judo en realidad está dividido en varias secciones incluyendo lanzamientos, inmovilizaciones, retenciones o llaves. Te voy a demostrar cada una de ellas, pero siento que debes concentrarte en lanzamientos y defensa personal por ahora. No querrás lanzar a alguien como Demetri al piso a menos que sepas que hacer con él después.

Eso tenía sentido.

—Está bien, enséñame como lo lanzaste ayer.

—Eso fue un lanzamiento de hombro con un brazo, un Ipoon Seoinage. Te mostraré como lo hice con Demetri pero primero debes aprender como caer.

—¿Cómo caer? —pregunté, levantado una ceja.

—Si quieres que te enseñe Judo, sí. —Edward frunció el ceño—. No quiero lastimarte, cachorro.

—No soy tan delicado —protesté—. Vamos, trátame como un chico… Uh, digo, como cualquier otro chico con el cual estuvieras entrenando.

Negó con la cabeza.

—Te estoy tratando como a cualquier compañero de combate. La primera cosa que todos aprenden en Judo es como caer sin lastimarse. —Procedió a enseñarme varias técnicas para amortiguar la caída, después de diez minutos cuando parecía que estaba entendiendo, Edward declaró que estábamos listos para continuar.

—Ahora, para lanzar a tu oponente, lo primero es sacarlo de balance —dijo Edward. Se posicionó firmemente, con sus pies separados a la altura de los hombros y me dijo—: Atácame.

Fruncí el ceño.

—¿Qué? ¿Tan sólo te ataco?

Edward asintió.

—Lo más fuerte que puedas. Vamos.

Estaba más que feliz de hacer lo que me pedía. Aquí estaba la oportunidad de obtener el entrenamiento de combate mano-a-mano que siempre había deseado. Siempre había sentido celos de Jasper cuando él y su tutor combatían o luchaban juntos. Ahora iba a aprender cómo mantenerme segura y poner a un atacante fuera de juego.

En mi primer intento, lo único que estuvo fuera de juego fui yo. Corrí hacia Edward tal como me había indicado, tratando de atacar con toda mi fuerza. Apenas tuve tiempo de ver la pequeña sonrisa insinuándose en sus labios antes de que me encontrara suspendida en el aire y yendo hacia las colchonetas. Afortunadamente, recordé las técnicas para caer que me había enseñado, golpeando la colchoneta con mi mano libre para absorber algo del shock de mi abrupta caída.

Edward parecía complacido.

—No está mal, camarón. Nada malo en absoluto. Ahora, déjame mostrarte como hice eso.

Me tomó del brazo y me atrajo hacia él, explicando paso-a-paso exactamente como me había lanzado. Sabía que debía estar poniendo atención, y lo estaba haciendo. Pero parte de mi cerebro quería seguir pensando en lo cerca que estaba, y lo azul que eran sus ojos, y lo bien que olía, como sudor limpio y cálida esencia masculina.

Edward me mostró varios lanzamientos básicos, e incluso me dejó practicar tratando de lanzarlo; lo cual no era fácil pues era mucho más grande que yo.

Pero logré hacerlo, disfrutando el hecho de que podía mover a un oponente dos veces más grande que yo.

—Claro, Demetri no va a quedarse quieto como un saco de harina y dejar que lo derrumbes —señaló, poniéndose en pie y ajustando su gi.

Sus palabras me causaron un escalofrío. Tenía razón; Demetri era despiadado y obviamente estaba mentalmente inestable. Me preguntaba si realmente sería capaz de aplicar lo que North me enseñaba si el matón me atacaba otra vez.

—Cuéntame más —dije, tratando de pensar en otra cosa—. Prometiste enseñarme otras técnicas, también.

—Lo hice, ¿verdad? —Edward asintió—. ¿Qué quieres aprender?

—Ayer, cuando tenías a Demetri en el piso y trató de levantarse, le dijiste “no hagas que te inmovilice” ¿Podrías haberlo retenido contra su voluntad?

Edward se encogió de hombros.

—Claro. Mira, agáchate en la colchoneta conmigo y te mostraré.

—Está bien —dije, bajando a la colchoneta, esperando a ver que haría después.

—Bien, digamos que eres Demetri. Acuéstate de espaldas, justo como él lo estaba ayer.

Era un poco extraño estar acostada ahí con Edward inclinándose sobre mí, pero me recordé que sólo me trataba como si fuera cualquier otro compañero, y traté de ignorar el caos que su presencia me provocaba.

—Entonces —continuó Edward—. Estás en el piso, trata de levantarte.

Empecé a levantarme, sólo para encontrarme sujeta debajo de Edward, mis brazos estirados encima de mi cabeza y mis piernas entrelazadas debajo de él.

—¿Lo vez? —El pecho de Edward estaba presionado contra el mío, su rostro tan cerca que podía ver los destellos dorados en sus ojos azules y sentir su cálido aliento en mis mejillas. De repente mi corazón empezó a latir con fuerza y no pude evitar mirar sus labios. Eran suaves y generosos y el labio inferior tenía una curva sensual. Y aun así, su boca era completamente masculina. De repente me pregunté cómo sería tener esos labios presionados contra los míos, como sería si me besara.

—¿Swan? —El suave murmullo de Edward me tomó por sorpresa y, me di cuenta que había dejado de hablar hacía unos momentos. En vez de decirme que hacer, él también estaba callado. De hecho, parecía estar estudiando mi rostro con tanta intensidad como yo el de él—. ¿Qué pasa? —preguntó suavemente, mirándome a los ojos—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. —Pero no pude hacer que las palabras fueran más que un murmullo.

—Bien, ¿eh? —Me miró con recelo—. ¿Por qué te quedaste tan callado de repente? ¿Y por que están tus mejillas tan sonrojadas?

—Yo… —Traté de desviar mi mirada pero no pode. Tampoco podía explicar el efecto que su cercanía tenía en mí. En la Push, nunca hubiera estado en contacto tan íntimo y cercano con un hombre, era escandaloso. Pero aquí estaba, acostada en el piso con Edward, quien estaba encima de mí. Era escandaloso y vergonzoso… y no quería que terminara nunca.

—¿Te estás sonrojando otra vez? —Edward rozó mi mejilla con un dedo, y gemí un poco de la emoción y la vergüenza. ¿Por qué no me dejaba en paz? ¿Por qué no quería que me dejara en paz?

—Claro que no, no seas tonto —susurré sin aliento, sintiéndome vulnerable.

Los ojos de Edward se cerraron un poco mientras me miraba.

—En verdad tienes una cara bonita, ¿lo sabías? Especialmente cuando te sonrojas.

Sentí su voz vibrar en mi donde estábamos presionados juntos, y me hizo morder mi labio.

—Vamos, Cullen, deja de burlarte de mí —dije, tratando de hacer que mi voz sonara normal, y fallando miserablemente. Su cuerpo se sentía tan cálido junto al mío, y su esencia masculina y picante invadía mis sentidos y no me dejaba pensar. Tan cerca, tan cerca como para besar…

—No me estoy burlando esta vez. Estoy diciendo la verdad. —Su dedo rozó mi mejilla otra vez—. Swan —murmuró—. Jaz…

—¿Sí? —respondí en un murmullo, sin poder apartar mi mirada de sus ojos.

Por un momento, su rostro reflejó confusión y frustración.

—No sé. No debería estar pensando… sintiendo…

—¿Sintiendo qué? —Apenas pude pronunciar las palabras.

—Tal vez… tal vez es porque tu cabello es tan largo y necesitas cortarlo que casi te ves como una chica —dijo de repente.

De inmediato el placer ilícito que sus caricias y palabras suaves me había dado se convirtió en terrible miedo.

—Déjame levantar —dije, moviéndome debajo de él—. Ahora, lo digo en serio, Cullen.

—Bien. —Se levantó de inmediato, liberándome. Nos sentamos en lados opuestos de la colchoneta, mirando el uno al otro. Estaba respirando con dificultad, como si acabara de correr una milla, mi pulso martillaba en mis oídos.

—Lo siento, Swan. —Edward pasó una mano por su cabello—. No, uh, estoy seguro de por qué dije eso.

—Yo tampoco lo sé —dije rígidamente—. Y para tu información, no puedo evitar verme de esta forma. Todos en mi familia tienen facciones delicadas. Excepto por mi padre. Pero el punto es…

—El punto es que te inmovilicé y luego te llamé “chica”. —Edward frunció el ceño—. Lo lamento mucho. Creo que no estaba pensando. Es sólo que tu piel es muy suave, y hueles como… como flores y manzanas, aún después de todo el ejercicio que hemos estado haciendo.

—Dejé de usar ese champú hace mucho —protesté—. Ahora uso el tuyo.

—Lo sé. —Parecía frustrado—. Pero es como te dije antes, aún hueles bien. Es simplemente… confuso.

Crucé mis brazos sobre mi pecho protectoramente.

—Qué hay para confundir acerca de que soy tu amigo y compañero de cuarto. Es todo, ¿verdad?

—Sí, por supuesto. —Dejó salir una carcajada—. No te preocupes. No voy a empezar a actuar como Riley Biers contigo. Vamos. —Se levantó y me dio la mano para ayudarme—. Olvidémonos de inmovilizaciones y hagamos algo de defensa personal. Para eso estamos aquí, ¿no?

—Correcto —dije. Tomé su mano, pero Edward no trató de entrelazar sus dedos con los míos, o tocar mi mejilla de nuevo. En vez de eso, tiró de mi mano hasta que me puso casi de puntillas y en vertical.

—De acuerdo —dijo brevemente—. Practiquemos zafarte de una llave. ¿Qué pasaría si Demetri o uno de sus amigos te toman por detrás?

Por el resto de nuestro tiempo, juntos, entrenamos sin incidente. Pero no podía dejar de ver su rostro tan cerca al mío o escuchar sus palabras en mi cabeza.

¿Qué había estado a punto de hacer cuando me llamó por mi nombre? ¿Sería posible que Edward tuviera sentimientos por mí? Seguramente no, él aún pensaba que yo era un chico, y me había dejado muy en claro que no tenía interés en otros hombres. Pero, ¿y sus comentarios? ¿Y por qué no podía dejar de sentir el suave roce de sus dedos en mi mejilla?

Mis esperanzas de que mi guapo compañero de cuarto pudiera devolver mis sentimientos se desvanecieron pronto como piezas de un delicado jarrón lanzado contra un muro de piedra.

Después de la lección torpe de defensa propia, Edward comenzó a alejarse de mí. No físicamente, él todavía estaba a mi lado, la mayor parte del tiempo, proporcionando un elemento de disuasión mudo pero muy obvio para Demetri y sus camaradas y todavía me ayudó a conseguir una ducha cada noche. Pero emocionalmente, ya no estaba allí. Me dejó de hablar, dejó de reír y bromear. Incluso dejó de pedir ayuda en Cálculo Interdimensional, aunque sabía que aún lo necesitaba.

Quería preguntarle acerca de ello, acerca de esta nueva barrera, del silencio que había puesto entre nosotros, pero no sabía cómo empezar. ¿Cómo puede un hombre preguntar a otro hombre por qué no le gusta más sin que suene, bueno... como una chica? Si había una cosa que había aprendido en la Academia era que los hombres rara vez hablaban de sus sentimientos. Parecía que prefieren mantenerlos embotellados dentro hasta que explotan. Así que me mantuve en silencio y esperé, preguntándome si habría una explosión... o si Edward estaría contento congelándome fuera de su vida para siempre.

La única persona además de mí que se percató de la ley de hielo que Edward me estaba dando era Emmett. Después de varias semanas miserables, en las que yo casi había olvidado lo que era tener un compañero de cuarto que era también un amigo, él finalmente lo mencionó durante la cena.

—Entonces —dijo casualmente cuando nos sentamos juntos al final de la mesa de la Tercera Formación y atizó el ruido de fondo casi incomible en nuestras bandejas—. Me di cuenta que el alto, rubio y helado ha entrado en su caparazón de nuevo y al parecer no estás invitado a entrar ¿Qué ocurrió?

—No lo sé. —Yo estaba demasiado miserable para tratar de disimular—. Nosotros nos llevábamos muy bien y entonces él... me dejó fuera. No sé qué hice para merecerlo.

—Tal vez fue algo que no hiciste. ¿Pensaste en eso? ¿Hmm? —Él levantó una blanca rubia ceja hacia mí con intención.

—¿De qué estás hablando? —le pregunté, incapaz de ocultar la irritación en la voz—. ¿Qué diablos se supone que debo estar haciendo que no he hecho? — Desde luego, en casa, en Victoria nunca hubiera jurado de un modo tan poco femenino. Pero, o la crudeza de estar en medio de todos varones se me fue contagiando, o estaba demasiado triste para preocuparme por un mejor decoro.

—No lo sé, mi pequeño maniquí —dijo Emmett arrastrando las palabras—. Pero sé que si el hombre que amo me salvó de una muerte segura y desmembramiento, sabría cómo enseñarle un poco de gratitud.

Mi corazón saltó a mi garganta, pero hice que mi voz salga en un tono aburrido.

—Vamos, Emmett, sabes que no es así entre Cullen y yo.

—Tal vez no para ti. Pero para él... —Lanzó una mirada a Edward que comía solo en la mesa de la Cuarta Formación como siempre—. No estoy tan seguro.

—¿De qué estás hablando? —exigí—. Cullen lo dejó claro al decirme cuando vine por primera vez aquí que él no es...

—¿No es como yo? —Emmett levantó una ceja hacia mí de nuevo—. Está bien, Swan, se puede decir que no estoy ofendido en lo más mínimo. Y para ser honesto, el Señor Masculino ahí es la última persona que yo creería que era ligero en sus mocasines. Excepto...

—¿Excepto que? —Yo había olvidado por completo mi papilla ahora. Empujé la bandeja y me incliné sobre la mesa—. ¿Y bien?

Emmett suspiró, soplando un perfectamente peinado rizo blanco-rubio de sus ojos.

—Excepto por la forma en que te mira. Siempre te está mirando, Swan. Quiero decir todo el tiempo.

Miré hacia abajo a la mesa, sintiendo que mis mejillas empezaban a calentarse. Era cierto. A pesar en que Edward se quedaba en silencio y no respondía, todavía podía sentir esos penetrantes ojos azules en mí.

Cada vez que sentía que me miraba de esa manera, no podía dejar de preguntarme por qué. ¿Era que empezaba a sospechar mi secreto? ¿Y qué podría hacer yo si lo hacía? Yo había ido a la peluquería de la Academia para tener el pelo corto de nuevo, pero incluso eso no había cambiado la forma en que Edward me miraba.

—No sé de qué estás hablando —le dije, todavía mirando a otro lado—. Tiene que ser tu imaginación.

—Escucha, cariño, si quisiera imaginar algo sobre el príncipe distante pero precioso sin lugar a dudas, ¿no te parece que me habría puesto a mí mismo como imagen del objeto de su afecto? —exigió Emmett—. Te lo digo, te está mirando y tiene que haber una razón de por qué.

—¿Qué, pues? —exigí—. Y no me digas que es porque... No digas lo que estabas dando a entender antes, porque no es cierto —exigí a Emmett mientras se encogía de hombros.

—Si tú lo dices. Pero un hombre no debe arriesgarse a que le cortaran su mano para rescatar a alguien que no le gusta. Hay una razón por la que arriesgó mucho por ti, Swan. A pesar de que no estoy seguro de que él mismo lo sepa. —Frunció el ceño.

—Espera un minuto... —Las palabras de Emmett habían traído algo que había olvidado en mi desdicha sobre el silencio de Edward—. ¿Dijiste que podía haber conseguido que cortaran su mano sólo por rescatarme de Demetri la última vez?

—Swan, podrías haber perdido una extremidad —dijo Emmett exigiendo rotundamente—. Por lo que me has dicho, había un arma mortal involucrada y la Academia no las tolera en las instalaciones. No les importa de qué lado estás, irás a la guillotina por algo igual si no eres malditamente cuidadoso.

—Pero... no lo entiendo. —Sacudí mi cabeza—. ¿Por qué?

Emmett se encogió de hombros otra vez.

—Supongo que porque es un elemento de disuasión doloroso y evidente. Dejan que crezca de nuevo, ya sabes, la Academia aún paga la cuota de la clonación. Pero se requieren años para aprender a utilizar una nueva mano de la manera correcta. No es lo mismo, ¿lo entiendes?

Mi boca tenía un sabor extraño ahora, como si hubiera estado tratando de comer cenizas y por una vez no pensaba que la comida de la cafetería fuera la culpable.

—¿Y qué... Qué otros delitos puede costar una mano? —le pregunté, tratando de mantener la voz firme.

Emmett frunció el ceño.

—No lo sé. Además de poner en peligro a otro estudiante con un arma mortal, no puedo pensar en otro caso.

—¿Y? —le pregunté, mi voz era apenas un susurro. Por favor, pensé casi incoherentemente. Por favor, no dejes que sea...

—Bueno, cuando yo estaba en la Primera Formación, había un escándalo por un cadete de Cuarta Formación que pagó a alguien para venir y tomar su examen final de Navegación Astronómica. Tenía el disfraz perfecto, también los padres del cadete eran súper ricos y habían pagado por el individuo en cuestión para una cirugía estética reversible, sólo para tomar una prueba. —Emmett negó con la cabeza—. De lo que son capaces algunas personas con el fin de entrar en el Cuerpo es realmente ridículo, ¿sabes?

—Lo sé —dije en voz baja, pensando en mi propio engaño—. Pero... si él se veía
como el cadete, ¿cómo lo supieron?

—El análisis de ADN es aleatorio al final de la prueba. —Emmett azotó una barra de proteínas y dio un mordisco—. Las hacen cada vez que los exámenes ruedan, sólo para mantenernos a raya y evitar las trampas. El cadete tenía que saber que tomaba un riesgo pero estaba tan desesperado como para intentarlo de todos modos... y perdió. —Tomó otro, más grande picando su barra de proteínas—. Cest la vie... ( Así es la vida.)

—¿Así que el cadete perdió su mano? —le pregunté, mi voz sonaba oxidada incluso en mis propios oídos—. Pero, ¿qué pasó con el otro, el que pagó para tener su prueba para él?

—Oh, ¿él? Perdió una mano también, por supuesto. —Emmett actuó como si no fuera gran cosa.

—¿Que? —La palabra se sentía como un grito, pero salió de mis labios en un susurro sin aliento. Todo lo que podía pensar era en que mi amado hermano perdiera una mano en la guillotina. Una mano que podría volver a crecer... pero nunca sería la misma. ¡Las manos de Jasper son su vida! Nunca tocará el violín de nuevo si eso sucede.

—Por amor de Dios, Swan, ¿qué te pasa? Estás blanca como el papel. — Emmett me miraba con una mirada de preocupación en sus ojos verdes afilados—. Honestamente, cualquiera pensaría que habías visto un fantasma.

—Estaba pensando... en el chico que perdió la mano —le susurré—. No en el cadete, pero el otro... no me parece justo que él tuviera que pagar el precio de la Academia también.

Emmett suspiró.

—No, pero esa es la forma del sistema solar, ¿no te parece? Además, no debes sentirte demasiado mal por él. Consiguió un trabajo en el sector privado y me han dicho que es el más joven y uno de los mejores navegadores pagados en la historia del sistema de Prometeo. —Frunció el ceño—. Por supuesto, también he oído que todavía se masturba con la zurda pero eso no viene al caso.

—Me tengo que ir. —Me levanté de repente y agarré mi bandeja. No podía sentarme aquí y escuchar esto un minuto más, no si quería conservar lo poco que había comido.

—¿Swan? —Emmett frunció el ceño hacia mí—. ¿Estás seguro de que estás bien?

—No —dije agarrando mi bandeja y dirigiéndome a la rampa de los desechos—. No, no lo creo en absoluto.

Esa noche soñé con la guillotina. Soñé con ello en vívido y sangriento detalle.

Me estaban arrastrando hacia el fondo de un largo y oscuro pasillo, dos enormes hombres sin rostro, en uniformes azul marino. El tallo negro y los pétalos blancos de la flor de la Sangre y el Honor parecían muy prominentes en sus pechos. El único punto carmesí en el centro de cada flor se hizo cada vez más grande hasta que se desbordó y la sangre goteó de sus mangas azul marino para mojar mis propias muñecas.

Sangre, pensé, mientras me resistía a ellos inútilmente. Sangre… Tanta sangre. Goteaba y se expandía, cubriendo mi piel blanca mientras me arrastraban al fondo del oscuro corredor. Al final, en un círculo de molesta luz blanca, vi la guillotina. Era un cubo negro, de tres pies de alto y salpicado de sangre; sin duda el resultado de
amputaciones previas.

—Por favor —rogué a los hombres sin rostro—. Por favor. No sabía… No fue mi intensión. Por favor, no.

Ninguno respondió.

Se mantuvieron cabizbajos y me arrastraron a través de las sombras hacia el círculo de luz. Pronto llegamos a un cubo y uno de ellos tomó mi mano y la arrojó bruscamente sobre la negra y resbaladiza superficie.

—Mantente inmóvil —gruñó mientras me retorcía locamente, tratando de escapar—. Duele menos de esa forma.

—¡No! —rogué. Luego bajé la mirada hacia mi mano… y me di cuenta de que no era mía. Esos dedos largos y delgados, esa palma, finamente moldeada sólo hecha para encajar un violín… no, la mano no era mía, pero sabía de quien era.

¡Jasper!

—¡No! —lloré—. No, por favor, ¡no lo haga! Por favor… ¡Por favor!

—Ahora es muy tarde. Debes pagar el precio. —Una cuchilla de plata, embarrada de sangre seca bajó en un borrón. Grité de terror…

Y repentinamente alguien me estaba sacudiendo...

—Swan… ¡Swan!

—Por favor —gemí, retorciéndome en su agarre—. Por favor, no…

—Swan… Jaz, despierta. Es un sueño. Sólo un sueño.

Abrí mis ojos de repente y miré hacia arriba para ver a Edward observándome fijamente. Y en la tenue luz que entraba por la persiana medio abierta, pude ver la frustrante preocupación en su rostro.

—¿Cullen? —susurré, creyendo a duras penas que fuera él y no los hombres sin rostro que querían cortarme la mano. No, no la mía… la de Jasper. Me recordó una pequeña voz. Y eso era peor. Mucho peor…

—De todas maneras, ¿qué está mal contigo? —exigió—. Estabas rogándole a alguien que no hiciera algo. ¿Sobre qué soñabas?

—Yo… él… ellos… —De alguna manera no podía hacer que las palabras salieran. Y a pesar de que me había jurado no llorar de nuevo frente a él otra vez después de aquella primera horrible noche, no pude evitarlo. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas y mi vista se nubló. Cubrí mi rostro con mis manos y lloré.

Con una maldición amortiguada, Edward se sentó a mi lado sobre la cama y me jaló hacia él. Hubiera protestado por la sorpresa pero aún estaba muy sobrecogida por la emoción. Presioné mi rostro contra su pecho desnudo y me aferré como si me estuviera ahogando y él fuera la única cosa que podía salvarme. El llanto me estremeció pero Edward me sostuvo cerca, sus largos dedos paseándose entre mi cabello mientras susurraba algo suave y reconfortante.

Al fin, fui capaz de recuperar algo de control sobre mí misma. El llanto disminuyó y pasó a ser hipo y lloriqueos. Estaba reacia a abandonar los brazos de Edward —la piel de su pecho desnudo se sentía maravillosamente fresca y reconfortante a mis mejillas calientes— pero no sabía cuánto tiempo más estaría dispuesto a sostenerme. O por qué había estado dispuesto, en primer lugar.

Lentamente, me senté y limpié mis ojos hinchados con la manga de mi pijama.

Fue Edward quien finalmente rompió el silencio.

—¿Estás mejor ahora? —me preguntó, justo como lo había hecho esa primera noche.

Asentí rígidamente.

—Sí. Lamento haber perturbado tu sueño. Fue… realmente una pesadilla.

—Me di cuenta. —Aún tenía su brazo a mí alrededor y parecía como si quisiera decirme algo más. Yo también quería. Quería decirle todo y pedirle su consejo. O por lo menos preguntarle por qué últimamente se había vuelto tan distante.

Pero de alguna manera las palabras no salían.

—Bueno. —Edward cambió de posición, retirando su brazo y finalizando nuestro abrazo—. Supongo que… regresaré a la cama. También deberías hacerlo.

—De acuerdo —asentí, sin saber que más decir.

Edward parecía haber perdido el habla también. Continuó mirándome con sus ojos azules intensamente, de una manera que no comprendía. Pero de alguna manera esa mirada ilegible hacía latir mi corazón y acelerar mi pulso. Al fin, extendió su brazo y barrió sus nudillos suavemente sobre mis mejillas calientes.

—Duerme bien —dijo bruscamente, y luego volvió a su cama y se acostó, dándome la espalda.

—Gracias —murmuré—, lo… lo haré.

Era mentira. Me volví a acostar en la oscuridad y cerré mis ojos, pero el sueño me eludió. La pesadilla aún estaba muy fresca y el mensaje muy claro para ser ignorado. Tenía que advertirle a Jasper antes de que fuera muy tarde.

¿Pero cómo?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Aaaa algo esta pasando con edward como que quiere q swan se acerque un poquito jajaja pero creo q sospecha q es una chica xq es muy observador y ps siempre lo esta viendo asi q talvez encontro puntos x los q sospecha ya quiero q se entere

Kar dijo...

Hola hola nena es evidente que Edward se siente cómodo cerca de Swan estoy segura que está por confirmar que ella es una chica, estoy ansiosa de que ya se entere así podrá ayudarlo a seguir ahi
Gracias por el capítulo nena te leo en el siguiente
Saludos y besos

Anónimo dijo...

❤💕💖

Anónimo dijo...

Que barbaros...pobres Bellay Jasper.

Gracias por el capitulo, me encanto.

Anónimo dijo...

me gusto tanto esta historia que como no hubo actualización la termine buscando y leyendo en Internet.😅😅

Lourdes Farfán dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ana Mª Valderrey Gutiérrez. dijo...

ME ENCANTAN TUS HISTORIAS.
GRACIAS POR HACERNOS PASAR BUENOS MOMENTOS LEYENDO TUS ADAPTACIONES.
NO VAS A SEGUIR ESTA HISTORIA?

Ana dijo...

Muchas gracias por el capítulo

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