martes, 5 de mayo de 2020

Capitulo 18 Corazones Oscuros




CAPÍTULO 18
Isabella aparcó en el espacio delante del garaje de su padre, con el estómago hecho un lío de nervios y angustia. Por una vez, no se trataba de náuseas matutinas. El problema era la conversación que se avecinaba con su padre y sus hermanos. La conversación en la que los informaría de que estaba embarazada de doce semanas. Y de que el padre se había desvanecido.

Habían pasado dos semanas desde que Edward le había devuelto la llave. Dos semanas desde que Isabella le había dejado el mensaje de voz. Dos semanas de silencio, aunque le había mandado una postal de Navidad. Un último intento de ponerse en contacto con él.

«No. No pienses en Edward.»


Respirando hondo, asintió para convencerse. Todavía no era capaz de pensar en él sin alterarse. Sin enfadarse. Sin preguntarse por qué. Sin preocuparse. Pero nada de ello hacía que lo amara menos, lo cual solo la entristecía profundamente.

«Ya basta. Es Navidad.»

Ah, sí. Habría sido su primera Navidad juntos.

Pensar en ello hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas.

Se obligó a concentrarse en el techo de su automóvil, obligando a las lágrimas a retroceder.

Cuando hubo recuperado la calma, agarró las bolsas llenas de regalos que había traído del asiento trasero y se dirigió a la casa de su padre.

—¡He aquí mi gusanito! —dijo su padre al verla entrar en la cocina; al oír su mote, a Isabella se le hizo un nudo en la garganta. El aroma a tortitas y beicon la rodeó: su padre había estado cocinando el mismo desayuno cada mañana de Navidad desde que ella tenía memoria.

—Hola —logró decir—. Feliz Navidad.

Emmett estaba sentado en la barra de la cocina, con un periódico abierto delante de él y una taza de café en la mano.

—Feliz Navidad —dijo, con una sonrisa llena de cariño—. Me preguntaba cuándo llegarías.

—Ya imagino —contestó, con la mala conciencia carcomiéndola por dentro. Jamás se había perdido la nochebuena con su familia, pero el ambiente navideño la había deprimido demasiado el día anterior, y Isabella había necesitado un poco de tiempo para recuperarse. Así que había llamado a su padre y había recurrido a un dolor de cabeza ficticio para justificar su ausencia, argumentando que no se veía capaz de conducir—. Siento no haber podido venir ayer.

—¿Te encuentras mejor? —preguntó su padre. Isabella asintió. Charlie se secó las manos con un trapo de cocina y le quitó las bolsas—. Deja que te ayude —dijo, acarreándolas hacia la sala de estar. Isabella lo siguió; estaba a punto de hacer un comentario acerca de lo bonito que era el árbol de Navidad cuando su padre se volvió con los brazos abiertos.

Tragándose las palabras, Isabella se dejó envolver por sus brazos; hacía años que no necesitaba un abrazo de su padre como lo necesitaba ahora. Hacía años que no necesitaba así el apoyo, la protección y el amor incondicional que siempre había recibido de Charlie, que había logrado proporcionar a Isabella y a sus hermanos todo lo que una familia requería, aunque todos hubieran perdido a su madre.

—Feliz Navidad, papá —dijo.

—Ahora que tengo a todos mis hijos en casa, sí que lo es —contestó. Le pasó un brazo por los hombros y la llevó hacia la cocina—. ¿Tienes hambre?

—De lobo, si te digo la verdad —dijo, y era cierto. Estar allí era bueno, la ayudaba. Le servía para derrotar el sentimiento de soledad con el que había estado peleando. Demostraba que no estaba sola, pasara lo que pasase. La distraía de sus problemas. Y le recordaba que, aunque había perdido muchas cosas, también tenía otras por las que debería sentirse agradecida.

—¿Dónde están Seth e Jasper? —preguntó, empujando a Emmett con el hombro. Su hermano le dio un abrazo con un solo brazo.

—Estaban arreglándose. Bajarán en cualquier momento —dijo su padre, vertiendo cuidadosamente círculos de masa en la sartén.

—¿Cómo está Edward? ¿Dónde lo has dejado? —preguntó Emmett.

Isabella había venido preparada.

—Puesto que se tomó el Día de Acción de Gracias libre, le toca trabajar durante las Navidades.

Al menos, eso era lo que había dicho en noviembre. Isabella no estaba segura de si había vuelto al trabajo o no. No se había permitido volver a llamar al Oso, y este no se había puesto en contacto con ella.

Emmett asintió.

—Muy propio. Yo tengo guardia esta noche, pero al menos me han dejado el día libre.
El sonido de pasos les llegó desde las escaleras, y Seth e Jasper pronto llegaron a la cocina. Otra ronda de abrazos y felicitaciones navideñas fue inevitable.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó Isabella a Seth. El pelo le había crecido y ya empezaba a cubrirle la cicatriz que tenía en un lado de la frente.

—Estoy bien. Todavía sufro dolores de cabeza de vez en cuando, pero he mejorado mucho —dijo—. Ojalá hubiera venido Edward. Me habría gustado darle las gracias por todo lo que hizo, ahora que no estoy atontado.

Isabella se cruzó de brazos y se obligó a sonreír.

—Ya le diste las gracias. Y, en cualquier caso, se limitaría a decirte que solo estaba haciendo su trabajo.

—Aun así —dijo su padre, usando la espátula de las tortitas para dar énfasis a sus palabras—. Hizo que una noche mala fuera menos mala. Él y Emmett. Nunca lo olvidaré.

A Isabella se le hizo un nudo de emociones en las tripas.

—¿Puedes ponerme arándanos en las tortitas, papá?

—¡Claro que sí! Arándanos, pedacitos de chocolate, M&Ms, o lo que queráis, muchachos —dijo su padre con una carcajada.

Aquello desencadenó una ráfaga de comentarios acerca de las tortitas que, por suerte, desvió la atención del asunto de Edward. Isabella se agachó junto al frigorífico y se dispuso a sacar los arándanos para sus tortitas y fresas para las de Seth.

El desayuno del día de Navidad fue tan divertido y alborotado como siempre. Hablaron, bromearon y rieron. Su padre les contó anécdotas de cuando eran pequeños, incluyendo algunas sobre su madre. Era parte de la tradición. Aunque su madre no estuviera allí con ellos, seguía formando parte de la familia. Su padre se aseguraba de ello.

Y ese fue el momento en el que Isabella comprendió que su hijo crecería con un solo progenitor, igual que ella.

Ofreció una excusa a toda prisa y se escabulló de la mesa, deseando que su huida no hubiera parecido tan urgente como a ella le había parecido. Se dirigió a toda prisa hacia el baño del vestíbulo y se encerró dentro. Y, naturalmente, lo primero que hizo fue recordar la ocasión en la que se había encerrado en el mismo baño con Edward para ponerle al día sobre Michael.

Apoyó la espalda contra la puerta mientras lágrimas silenciosas se le deslizaban por las mejillas. Se resistió a dejarse llevar por el llanto, sabiendo que si abría paso a todas sus emociones, no sería capaz de frenarlas. Sus sollozos amortiguados y sus suspiros temblorosos llenaron la pequeña habitación.

Quizás el niño no tendría que crecer sin su padre. Quizás, una vez le diera la noticia a Edward, este querría formar parte de su vida.

Porque era imperativo que se lo contara a Edward. Eso lo tenía claro. Y estaba decidida a hacerlo, la única incógnita era cuándo. Todavía no se lo había dicho porque había albergado la esperanza de que Edward comprendiera que había cometido un error y regresara junto a ella; si eso ocurría, quería que fuera por ellos. Por Isabella y Edward como pareja. No porque la hubiera dejado embarazada.

Así que, tarde o temprano, tendría que volver a hablar con él. Volver a verlo. Al menos, quería darle a Edward la oportunidad de ver al niño en la próxima ecografía. Se lo merecía. Merecía formar parte del proceso y conocer a su hijo.

Todavía faltaban seis semanas para la ecografía, pero Isabella se moría de ganas de que llegara, porque sería entonces cuando descubriría el sexo del bebé. Ya había decidido que quería saberlo. Por algún motivo, al pensar en el bebé siempre le asignaba el género masculino. ¿Se debía a su instinto maternal o no tenía significado alguno? Pronto lo descubriría.

«Recupera la compostura, Isabella.»

Eso.

Se lavó la cara, respiró hondo y salió del baño.

Y Prácticamente chocó contra Emmett, que estaba de pie en el pasillo, cruzado de brazos y claramente a la espera.

—¿Me vas a contar lo que te pasa? —preguntó.

Pus claro que Emmett era el que se había percatado de que algo no iba bien.

—No es nada —contestó, dedicándole una sonrisa.

Su hermano levantó una ceja, frunciendo aún más el ceño. Isabella suspiró.

—Luego hablamos.

—¿Me lo prometes? —dijo. Isabella asintió, y su hermano le dio un abrazo—. Sea lo que sea, estoy a tu disposición.

Tras asentir brevemente contra el pecho de su hermano, Isabella se apartó.

—Venga, vamos. Es hora de abrir los regalos.
***
El momento llegó más rápido de lo que a Isabella le habría gustado. Desde luego, llegó antes de que estuviera preparada del todo. Aunque, la verdad sea dicha, no había forma de prepararse para lo que tenía que contarle a su familia.

Habían abierto los regalos. Habían visto Una historia de Navidad (porque no sería Navidad de verdad sin Ralphie codiciando un rifle de balines y disparándose en el ojo). Habían ayudado a su padre a cocinar su tradicional cena de lomo de res. Y ahora que se la habían comido y habían fregado los platos, Emmett no dejaba de mirarla con la ceja en alto.

Si no decía algo pronto, su hermano lo haría por ella.

—¿Podemos sentarnos en el salón un momento? Tengo que hablar con vosotros —dijo Isabella al fin, con el estómago lleno de nervios.

—¿Va todo bien? —preguntó su padre, rodeando la isla de la cocina para acudir junto a ella.

—Sí, pero ¿podemos ir a sentarnos? —preguntó.

Los chicos le dedicaron miradas de curiosidad, pero todos la siguieron y tomaron asiento en el salón. Emmett y su padre se sentaron cada uno a un lado de Isabella en el sofá. El árbol de Navidad se alzaba delante de la ventana principal, despidiendo brillos multicolores del centenar de lucecitas que cubrían sus ramas. Se había perdido la tradición de la decoración el día anterior; los Swan decoraban el árbol en Nochebuena, de toda la vida.

—¿Qué pasa, gusanito? —preguntó su padre.

El corazón de Isabella le aporreaba las costillas, y los nervios le producían un cosquilleo en la piel.

—Tengo algo que anunciar. Siento decíroslo así, a todos a la vez, pero me ha parecido lo más sencillo.

Junto a ella, Emmett respiró hondo.

Isabella lo miró a los ojos. Luego hizo lo mismo con su padre, con Seth y con Jasper.

—Estoy embarazada —declaró. Prácticamente se le olvidó respirar mientras esperaba ver sus reacciones.

En un primer momento, nadie dijo nada. Entonces, su padre se acercó más a ella en el sofá.

—Esto... —empezó. Una colección de emociones se reflejó en su rostro—. Un niño es... bueno, es una noticia fantástica, Isabella. Pero ¿por qué me da la sensación de que todavía no nos lo has contado todo?

Isabella se cruzó de brazos y asintió.

—Porque...

—¿Qué opina Edward de todo esto? —preguntó Emmett, con una expresión tan seria como un ataque al corazón. La manera en la que entornó los ojos indicó a Isabella que ya había encajado las piezas del rompecabezas. Emmett era policía a tiempo completo, joder.

—No lo sabe —contestó Isabella, dedicándole una mirada que le suplicaba su apoyo.

—¿Qué? —dijo Jasper.

—¿Por qué no? —preguntó Seth.

Todos empezaron a hablar a la vez, hasta que su padre los hizo callar.

—Cuéntanos lo que ha ocurrido —dijo, tomando a su hija de la mano.

—Pues... —Isabella tragó saliva a través del nudo que tenía en la garganta y reprimió las emociones que amenazaban con invadirla—. El caso es que rompimos hace unas semanas. No sé muy bien lo que pasó, si os digo la verdad. Edward estuvo enfermo y se quedó en su casa. Cuando mejoró y volvimos a vernos, algo iba mal. Dijo que estábamos yendo demasiado rápido y me dejó. Acababa de enterarme de que estaba embarazada y, entre una cosa y otra, no pude decírselo. Y entonces no quise darle la noticia, por miedo a que volviera conmigo por obligación y no por voluntad propia.

Con el rostro lleno de preocupación, su padre asintió.

—¿De cuánto estas?

—Casi doce semanas —dijo—. He ido al médico, todo va sobre ruedas.

—¿Vas a contárselo? —preguntó Seth. Los tres hermanos tenían la misma expresión: un tercio de preocupación, un tercio de rabia, y un tercio de intentar disimular las otras dos.

—Sí —contestó—. Lo invitaré a venir a la próxima ecografía, pero todavía falta más de un mes.

—¿Así que vas a seguir adelante con el embarazo? —preguntó Jasper. La ternura en su voz fue lo único que evitó que Isabella le saltara al cuello.

—Pues claro que sí. También es hijo mío —replicó. La única brillante certeza que sentía en todo aquello era el conocimiento, sin dudas ni reservas, de que deseaba tener al bebé. Pasara lo que pasase después, lo habían concebido con amor. Y Isabella ya lo amaba. Si esa era la única parte de Edward con la que podía quedarse, pensaba aferrarse a ella con ambas manos—. Bueno, pues esa es... esa es mi noticia —logró añadir.

—Oh, cariño, vas a ser una madre fantástica —dijo su padre, pasándole un brazo por los hombros—. Y estaremos junto a ti en todo momento.

El apoyo incondicional de su familia hizo que surgieran las lágrimas que se había estado aguantando.

—Gracias —susurró, perdiendo la batalla contra el llanto.

—Y siento lo de Edward —dijo su padre, dándole un beso en la frente—. Sé que no es una situación fácil.

Isabella asintió brevemente.

—Yo también lo siento.

—¿Quieres que hable yo con él? —preguntó Emmett, sentándose más cerca de ella.

—¿Sobre qué? —dijo ella, escudriñando la expresión de su hermano. Emmett apoyó los codos en las rodillas.

—Es solo que hay algo que no encaja, Isabella. El tipo que me presentaste el Día de Acción de Gracias estaba enamorado de ti hasta las trancas. Y luego, dos semanas más tarde, ¿se larga sin más? —dijo Emmett, sacudiendo la cabeza—. Algo no encaja. Y me gustaría saber lo que es, puesto que, presumiblemente, Edward formará parte de tu vida durante muchos años más, lo quieras o no.

Isabella no sabía qué decir, especialmente si tenía en cuenta que el instinto de Emmett había dado en el clavo. Se había dejado cosas en el tintero. Cosas relacionadas con el pasado de Edward. Cuando este había dicho que Isabella se merecía a alguien mejor, lo había comprendido al instante.

—Deja que me lo piense —contestó ella, secándose las mejillas—. Pero gracias.

—De acuerdo —replicó Emmett, claramente decepcionado por su respuesta—. Tú dímelo, y está hecho.

—Papá tiene razón —dijo Jasper—. Vas a ser una madre estupenda, Isabella.

—Sí —añadió Seth—. Y nosotros seremos los tíos más geniales del mundo.
Aquello desencadenó una ronda de bromas y planes para el niño que hizo llorar a Isabella de nuevo, aunque esta vez eran lágrimas de felicidad.

—Gracias —dijo, con las mejillas doloridas de tanto sonreír—. Gracias por apoyarme.

—Para eso está la familia —dijo su padre—. Pase lo que pase.

—Pase lo que pase —añadió Emmett, asintiendo.

—Pues claro —dijo Jasper.

—Pase lo que pase, hermanita —dijo Seth—. A no ser que se trate de Cambiar pañales sucios. Eso se lo dejo a Emmett.

Obviamente, sus hermanos no podían dejar pasar la oportunidad de hacer chistes sobre excrementos, cosa que hizo que estallaran en carcajadas. La tensión desapareció de los hombros de Isabella, que sacudió la cabeza y se unió a las risas. Todo iría bien, porque tenía a estos cuatro hombres increíbles de su lado.

Pero ¿a quién tenía Edward?

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Hola a todas muchas gracias por sus comentarios espero les agrade los capitulos ya casi estamos cerca del final de esta adaptacion bueno nos vemos en la proxima actualizacion

10 comentarios:

brigitteluna dijo...

Me tenías en ascuas ya quería seguir leyendo ahhh tengo rabia que Edward se deje hundir

Unknown dijo...

Cuantos capítulos nos kedan

TataXOXO dijo...

Awwww los hermanos de Bella y Charlie la apoyaron, ahora falta ver que dirá Edward cuando Bella le cuente, y que dirá ella de la situación de Edward!!!
Besos gigantes!!!
XOXO

elizah dijo...

Espero que Emmet ayude....

saraipineda dijo...

Bueno pos la verdad dicha ya es un desahogo para bella mas x salud del bebé mm que bueno que tiene el apoyo incondicional de la familia haber como se lo toma Edwards graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss

Camila dijo...

Oh noooo quiwro saber que psara :( odio a edward xd por elnmomento

Lucía dijo...

que manera de sufrir

beata dijo...

Gracias por los capítulos, por favor actualiza pronto, quiero saber qué pasa. Espero que Edward se recupere pronto para que pueda estar con su hijo.

Unknown dijo...

Espero que Edward la busque pronto
Gracias

Anónimo dijo...

Su familia es un encanto, gracias a Dios cuenta con ellos y ellos saben que algo muy malo debe pasar con Edward porque notaron lo mucho que la amaba, en este momento es inevitable odiar un poco a Edward por su ausencia y lo que le está haciendo pasar a su bebé y Bella, gracias por el capítulo apenas poniéndome al corriente.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina