Isabella
Me
senté en el sofá, con las piernas dobladas debajo de mí, tomando mi café
mientras observaba a Nessa bailando una de las muchas canciones pegadizas de
los Wiggles que estaba sonando en el televisor. Ella puso sus manos en el aire,
aplaudió cuando se le solicitaba, pisoteaba con sus pequeños pies regordetes, y
cantó, aunque no estaba muy segura de en qué idioma pensaba Nessa que los
Wiggles cantaban. Sonaba como que ella estaba con el swahili.
Edward entró
con una taza de café en la mano, miró a su niña, y sonrió, sacudiendo la
cabeza. Sonreí, y mis hombros se sacudieron con risa silenciosa. Él estaba
preparándose para su entrenamiento, mirando el reloj, en pantalones de chándal
y sin camiseta. Mi vientre se apretó ante la vista de su torso desnudo.
Esos
amplios hombros sólo esperaban por mí. Y cuando teníamos nuestro tiempo a
solas, yo me aferraba a ellos, sosteniéndome para la cabalgata como si nadie
más importara.
La
leve marca roja en el hombro izquierdo me hizo enrojecer. Podría haber
utilizado ese hombro para sostenerme después de mi orgasmo, mordiéndolo y
aferrándome a él, mis uñas incrustadas en sus brazos mientras gemía mi
liberación.
La
puerta principal se abrió y Emmett entró, aún viéndose adormilado en sus
vaqueros azules y camiseta negra, caminó directo hacia la niña bailando
enfrente de la televisión. No se molestó con los saludos. Cogió a Vanessa y
ella gritó con entusiasmo.
Con
su voz ronca, le dijo:
—Carmen
hizo panqueques. ¿Quieres panqueques, princesa? —Ella dejó de luchar y ciñó sus
brazos alrededor de su cuello. Él la puso en su cadera y, con un movimiento de
su barbilla, se dirigió hacia la puerta.
Esto
ocurría bastante a menudo. Estaba equivocada cuando sugerí que la lucha de
Emmet y Alice por la atención de Vanessa era sólo una fase. La verdad era, que
ellos trataban a Nessa como si fuera la hija que ninguno tenía, y la amaban a
morir.
Edward
miró su reloj de nuevo, y sabía que era hora de que él se fuera. Tan pronto
como nos despertamos, le hice su avena y se la comió en silencio. Quiero decir,
¿cómo más podrías comer avena que posiblemente sabía a cartón? No había mmmm y
yam para ser dichos. Vamos a ser honestos. Sabía a basura. No estaba segura de
cómo él podía soportarlo.
Corrección.
Yo había comido basura que sabía mejor que la avena sin azúcar.
Asco.
Él se
acercó, sus ojos suaves, y elevó su cuerpo grande sobre el mío, agachándose
para agarrar mi barbilla mientras plantaba cálidos y suaves besos en mis
labios.
—Me tengo
que ir.
Iba a
retroceder pero yo lo agarré, mis dedos hundiéndose en la cintura de sus
pantalones.
—Puedes
hacer novillos. Podemos volver a la cama y jugar a montar la torta —Me mordí el
interior de mi mejilla—. Tenemos por lo menos media hora antes de que Emmett
traiga a Nessa a casa.
—Pero yo
siempre entreno entre las diez y las doce.
Asentí.
—Lo sé.
Pero un día libre no te matará, ¿verdad?
Él
parecía confundido.
—Pero yo
siempre entreno entre las diez y las doce.
Mis ojos
rodaron un poco, pero me enderecé rápidamente con una sonrisa.
—Lo sé
pero…
Él me
interrumpió, su voz tranquila, casi ansiosa.
—Siempre
entreno entre las diez y las doce.
Este era
uno de esos momentos. Uno de esos momentos donde tu cabeza te dice que no
empujes, pero no estás segura de si aguantarte. Llegué a darme cuenta muy
rápidamente que jugar con la rutina de Lev era un gran no. Nada ponía a mi
hombre más irritado que alguien jodiendo con su horario.
Entendí
los asuntos bajo cuerda. Él anhelaba una apariencia de normalidad en un mundo
donde se sentía diferente. Su infancia le había hecho cosas que lo hacían de la
forma en que era hoy.
¿Eso me
frustraba? A veces, sí.
Edward no
podía ser arreglado. Y yo no quería reparar la parte rota de él. Era
perfectamente imperfecto, y yo era su corazón y alma.
Más
importante, él era el mío. Y eso era una gran cosa. Edward no se daba a la
gente. Ellos simplemente tomaban prestado su tiempo. Y aquí estaba yo, su
atención totalmente dada a una persona que probablemente no se lo merecía.
Estaba agradecida sin embargo, y muchas veces me recordaba que él había
comprometido mucho de sí mismo por mí y yo tenía que hacer lo mismo.
Soltando
el elástico de sus pantalones, levanté una mano para acariciar con los dedos el
oscilante colgante de ancla que me había comprado y le sonreí suavemente,
sabiendo que tendría que elegir mis batallas.
—Está
bien, dulzura. Diviértete.
Sus
hombros se hundieron ante el inmenso alivio que me imaginaba que sintió ante mi
rápida salida. Sus manos subieron y las colocó en mis mejillas en señal de
gratitud. Cuando sus labios descendieron, me encontré inclinándome hacia
arriba, hacia él, necesitando sus labios sobre mí. Me besó suavemente una vez,
dos veces, tres veces, y luego susurró contra mis labios:
—Te amo,
Isabella.
Era
la primera vez que había dicho las palabras. Sentí su amor, pero escuchar las
palabras… vaya. Fue impresionante. Había llegado a darme cuenta que el dicho
era verdad. La paciencia era una virtud.
Lo besé
de nuevo. Y otra vez. Y antes de que pudiera arrastrarlo abajo hacia el sofá
conmigo, lo empujé con suavidad.
—Vete.
Ahora. O te tumbaré al suelo.
Sus ojos
sonrieron y se rió entre dientes ligeramente. Me lanzó un guiño antes de irse.
Me tiré en el sofá y dejé escapar un largo suspiro.
—Ten
piedad.
Mi hombre
era un caso grave de sexualidad.
La puerta
principal se abrió de nuevo, y cuando mi emoción estalló ante el pensamiento de
Edward haciendo caso omiso de su rutina y pasando la mañana en la cama conmigo,
Alice asomó su cabeza a través de la rendija y gritó:
—Panqueques
con Emmett. Mueve tu culo, kukla. Estoy hambrienta.
Me
levanté del sofá con un suspiro.
—Sí, sí.
Ya voy.
Preferiría
haber estado haciendo un tipo diferente de venida, pero los panqueques todavía
eran bastante impresionantes.
Alice y
yo caminamos lado a lado, tomando el sol de la mañana. No pude dejar de
preguntar:
—¿Dónde
está Jasper?
Alice
acomodó sus gigantescas gafas de sol y se encogió de hombros.
—No lo
sé. No es como que pasamos cada momento despierto el uno con el otro.
Fruncí el
ceño.
—Ah, sí
lo hacen.
Ella se
burló.
—No.
Nosotros no lo hacemos.
Sonaba
como si hubiera problemas en el paraíso.
Caminamos
por un tiempo, y ella preguntó tranquilamente:
—Si
Edward no estuviera comprometido contigo, pero tú lo amaras, ¿qué harías?
Mis
caderas se levantaron.
—Amablemente
le diría que se fuera a la mierda. —Ella suspiró suavemente y paré de caminar—.
¿Qué está pasando, Alice? ¿Qué pasó?
Ella se
detuvo un momento antes de que lanzara los brazos hacia arriba y soltara
apresurada:
— No sé.
Tú y Edward van a casarse.
Le lancé
una mirada que decía “sí, ¿y qué?”, y ella sacudió su cabeza suavemente.
—Quiero
eso. Y no voy a conseguirlo con Jasper.
Mi ceño
se frunció.
—¿Quien
dijo eso? Él te ama, Alice. Cualquiera puede verlo. Te ama.
Su labio
tembló.
—No. Él
no lo hace —Tomó una respiración profunda y dejó escapar un largo suspiro—. Él
duerme por ahí, ya sabes.
Mi
cara debe haber transmitido que no lo sabía, porque sus ojos se abrieron y
asintió.
—Sí. Y
entonces viene a mí a las dos, a veces tres de la mañana, y duerme en mi cama.
Porque lo dejo. —Dejó escapar una risa sin sentido del humor—. Él no me quiere,
Isabella. Le encanta que sea toda deseosa, que sea una cosa segura. Eso es todo
lo que voy a ser para él. —Sus ojos se humedecieron y susurró un quebrado—: No
puedo hacerlo más. Duele demasiado.
—Bueno,
así que él tiene problemas de compromiso —comencé, pero ella negó con la
cabeza.
—No lo
excuses, Isabella. Por favor —rogó, entonces declaró—: Te necesito de mi lado
en esto. Necesito un amigo que lo entienda. ¿Está bien?
Sonaba
herida y desesperada. Me encontré ofreciéndole lo que necesitaba.
—Está
bien, Alice —le dije—. Lo entiendo.
Con su
rostro abatido, asintió con la cabeza ligeramente.
—Gracias,
pequeñita.
Sonreí.
—En
cualquier momento. —Luego entrelacé mi brazo a través del suyo y la acerqué—.
Vamos. Es demasiado temprano para esta mierda. Necesito panqueques.
Llegamos
a casa de Emmett ni un minuto más tarde y asesinamos a esos increíbles
panqueques.
***
La noche
de apertura llegó más rápido de lo que cualquiera de nosotros esperaba, y miré
alrededor de la habitación, disfrutando de las nuevas vistas y familiarizándome
con el nuevo diseño. Todo era diferente. Era emocionante.
Zafrina
ayudó a las chicas a prepararse, dando instrucciones de último minuto y
ayudando con su vestuario, cabello y maquillaje. Yo estaba un poco sorprendida
cuando Emmett instruyó a Alice, a Rosalie y a mí a cambiarnos cuando llegamos
allí. Al parecer, había decidido que el personal del bar se vestiría como las
bailarinas, pero en un nivel moderado. Cuando avisé a Emmett del hecho de que
los tacones y yo no éramos amigos, él me dijo que Zafrina se había ocupado de
eso. Fui sorprendida gratamente por unos tacones bajos, de dedos descubiertos,
que ella tenía para mí.
Nos
cambiamos a nuestros nuevos uniformes que consistían en medias de red hasta el
muslo, ligas, un verdadero corsé de una pieza negro y rojo, con adornadas
faldas minúsculas. Una de las chicas me prestó unos largos guantes de satén,
sin dedos, y eran simplemente preciosos. Pensé que me sentiría rara. No fue
así. Me sentía sexy. Me sentía sexy, y me estaba muriendo por ver lo que Edward
pensaba.
Una vez
vestidas, Rosalie, Alice, y yo caminamos saliendo de la zona del escenario,
sólo para ser vitoreadas y silbadas. Cubrí mi cara con las manos, sonrojándome
furiosamente, pero riendo fuerte. Antes incluso de que tuviera tiempo para
recuperarme, sentí un cálido y duro cuerpo chocar contra el mío. Envolví mis
brazos alrededor de él con un uuf y parpadeé hacia él.
—¿Edwrd?
¿Qué pasa, cariño?
Él miró
hacia abajo a mis pechos empujados hacia arriba.
—¿Qué
demonios estás usando?
Una
sonrisa se formó en mis labios.
—¿No
recibiste el memo? —Agité mi brazo hacia Rosalie y Alice—. Estos son los nuevos
uniformes del bar.
Sacudió
la cabeza con profusión e hizo pequeños ruidos roncos que decían “no”, entonces
un gruñido se le escapó que decía “Oh, demonios no”.
Puse una
mano sobre su camisa que cubría su estómago tenso y razoné con él.
—Todo
esto es parte del paquete para cambiar las cosas. Queremos que la experiencia
sea genuina. ¿Lo entiendes?
Con su
mandíbula apretada, él gruñó:
—No me
gusta esto. —Resopló un molesto—. Todo el mundo puede ver tus cosas.
Sonreí
hacia él.
—Y sólo tú
conseguirás desenvolverme más tarde. —Me puse de puntillas para mordisquear su
barbilla—. ¿No es eso simplemente malvado?
Oí a las
chicas alejarse y me alegré por ello. Cuando Edward estiró la mano para palmear
mi culo a través de mi nuevo traje, él tomó el lóbulo de mi oreja en su boca y
lo chupó, luego susurró en mi oído:
—Eres
traviesa. Y las chicas traviesas son castigadas.
Mis ojos
se pusieron en blanco ante la sensación de su lengua en mi lóbulo, pero cuando
registré lo que acaba de decir, me aparté, con los ojos abiertos.
—¿Castigada
cómo?
Oh, Dios,
mi voz era ronca. Ronca como, un fumador de un paquete al día.
Su labio
tembló.
—¿Qué voy
a hacer contigo, Ratón?
—Tengo
algunas ideas —murmuré mientras mis ojos se entrecerraban y presionaba mis
labios contra los suyos, amando la manera en que su lengua se sumergía para
acariciar la mía.
Y
entonces él se había ido. Alice, rodando los ojos, me apartó y gritó:
—Caray.
Ponle fin. Tenemos mierda que hacer. Ustedes pueden follarse visualmente el uno
al otro desde el otro lado del salón, ¿capisce?
Tomé mi
lugar en el bar. El DJ que Emmett había contratado tocaba RnB suave por todo el
club hasta que las cosas empezaran. Emmett se dirigió al bar, sonriendo para
sus adentros, y vino directamente hacia mí.
Parecía
emocionado cuando dijo:
—La
fila ya llega a tres cuadras. —Se rió entre dientes, sacudiendo su cabeza con
incredulidad—. Tres putas cuadras. —Señaló con el dedo hacia mí, sonriendo
mientras inclina su cabeza, y luego se alejó.
No estaba
segura de lo que eso significaba.
Emmett
era raro.
Media
hora más tarde, y todos tomábamos nuestros lugares, la puerta se abrió, y el
club comenzó a llenarse. Una vez que llegamos a la capacidad máxima, la puerta
se cerró, y Alice, Rosalie, y yo estábamos corriendo con volantes para bebidas
gratis. Ya no servíamos a la gente en las mesas o cabinas. Si querías una
bebida, tenías que venir a nosotras.
Las luces
se apagaron. El DJ apagó la música, y luego habló:
—Buenas
noches, damas y caballeros, y bienvenidos a la gran apertura del Bleeding
Hearts Burlesque.
La
multitud aplaudió y estaba sorprendida por la cantidad de mujeres en la
multitud. El DJ esperó a que los aplausos cesaran antes de continuar.
—Esperamos
que disfruten de lo que tenemos para ofrecer. Nuestras chicas están muriéndose
por conocerlos.
Los focos
brillaron al frente, y esperamos con gran expectación.
La voz
del DJ se profundizó roncamente mientras anunciaba:
—Damas y
caballeros, les presento… —Hizo una pausa para el efecto. Las cortinas
comenzaron a abrirse—… ¡La Docena de Diamantes!
Las doce
chicas en el escenario parecían muñecas sentadas en sillas de madera. Cada una
vestida en un color diferente del mismo traje, el mismo traje que las chicas
del bar estaban usando. El bajo se disparó mientras “The Hills” de The Weekends
comenzó a sonar. Era una canción lenta y sexy que permitía a las chicas mostrar
sus movimientos. Era una canción sobre un tórrido romance que una mujer estaba teniendo
con un adicto. Las chicas se movieron en sincronía, trabajando con la silla,
girando contra ellas, y silbidos llegaron de todas partes.
Vi a
mujeres mirándolas, hipnotizadas, y hombres mirando a nuestras chicas con
adoración. Cuando Zafrina contrató a las tres nuevas chicas hace sólo unos
días, me preguntaba si estarían listas a tiempo, pero lo estaban, y eran
geniales.
Cuando la
canción terminó, las chicas cayeron al suelo, las caras alzadas, los ojos
abiertos, como muñecas que habían sido hipnotizadas para volver a la vida por
la música y cayendo cuando esta terminó.
Los focos
se apagaron y las cortinas se cerraron.
Entonces…
el silencio.
Mi
aliento quedó atrapado en mi garganta.
Oh, no.
Mierda, no. ¡Lo odiaban!
Mis
mejillas se sonrojaron un momento antes de que la multitud se volviera loca,
poniéndose de pie y aplaudiendo a todo pulmón. Silbidos y rugidos ansiosos
fueron a través del aire rodeándonos, y mi corazón se disparó en mi pecho.
Con
seguridad podía decir que ese fue el momento más terrorífico de mi vida.
Alice me
empujó hacia ella, gritando en mi oído y meciéndome de lado a lado. Una risa
quedó atrapada en mi garganta, y luego me eché a reír con fuerza, aferrándome a
ella. Entonces sucedió algo, y sentí lágrimas llenando mis ojos.
Con mi
garganta apretada, parpadee alejándolas.
Todo iba
a estar bien ahora. Lo sentía muy dentro de mí.
Bleeding
Hearts continuaría abierto.
Cuando la
gente se fue, otros tomaron sus lugares. El club se mantuvo a plena capacidad
durante toda la noche, y algún tiempo después de las once, recibí visitas. Tan
pronto como los vi, caminé alrededor del bar, corriendo hacia mi hermano y
abrazándolo por la cintura antes de colocar un beso en la mejilla de tío Charlie.
—¡Vinieron!
Charlie
sonrió, envolviendo su brazo a mi alrededor, tirando de mí a su lado.
—No podía
faltar a la gran noche de mi sobrina.
Tomé la
mano de James y apreté.
—Estoy
tan contenta de que estés aquí.
James me
miró, el orgullo evidente en sus ojos.
—¿Tú
hiciste esto?
Me burlé
—¡No!
—Entonces miré a mi alrededor—. Todos hicimos esto. Fue un esfuerzo de grupo.
Todos cooperamos. Todo el mundo tenía un trabajo y ellos lo consiguieron.
—Lo
hiciste bien, chica —murmuró James, tomando nota del nuevo establecimiento.
Fue
entonces cuando Emmett llegó por detrás de mí.
—¿Qué
cojones piensas que estás haciendo aquí?
Con mis
ojos muy abiertos, hablé pero me ahogué con mis palabras.
—Yo-yo
los invité.
Emmett me
miró.
—¿Para
qué mierda? Ellos tienen que irse.
Me puse
entonces entre mi tío y hermano, mirando ceñuda a Emmett.
—No,
ellos no van a ninguna parte.
La
mandíbula de Emmett saltó antes de que adquiriera una expresión razonable.
—Escuchen,
muchachos. Tienen su propio club que manejar. Necesitan irse.
James
envolvió un brazo alrededor mío.
—No, no
tenemos. Cerramos por la noche.
Emmett
miró de James a Charlie.
—Es
viernes por la noche. Una de las noches más concurridas de la semana. ¿Por qué
demonios estás cerrando?
Mi voz
quedó atrapada en mi garganta mientras mi corazón se hundía. Aquí nada se
pierde.
—Porque
yo se lo pedí.
La mirada
confundida de Emmett no había vacilado.
Me encogí
de hombros y me expliqué.
—Necesitábamos
que la gente viniera esta noche. Era importante, Emm. No quiero perder este
lugar. Ninguno de nosotros quiere. Así que les pedí que cerraran por la noche
—tragué duro—, para darnos una oportunidad de luchar.
La
expresión de Emmett se despejó. Frunció el ceño antes de mirar a Charlie, su
voz baja.
—¿Por qué
harías eso? Tú no nos debes nada.
Charlie
asintió.
—Lo sé.
Pero cuando Isabella me habló de lo que habías planeado, me encontré curioso.
—Él se encogió de hombros—. Ganar no es divertido cuando no hay competidores
dignos alrededor.
James
estuvo de acuerdo con una sonrisa menos que amable lanzada en la dirección de Emmett.
—Sí. No
es divertido tomar mierda de un hombre que no tiene nada. —Y añadió—: Estoy
esperando que llegues tan alto que te vas a romper algo cuando caigas. ¿Me
entiendes, Cullen?
Emmett lo
miró fijamente, sin parpadear antes de que soltara una carcajada.
—Vete a
la mierda, cabronazo. —Luego hizo algo increíble.
Le tendió
la mano a James.
Y mi
corazón dio un vuelco.
James
miró esa mano por un largo tiempo antes de estirar su mano lentamente, tomando
la mano de Emmett y sacudiéndola con firmeza.
—Bonito
lugar el que conseguiste aquí.
Emmett
sonrió.
—Lo sé.
James
sonrió y esto tiró de sus tensas cicatrices.
—Dios,
eres un maldito idiota.
Emmett
sonrió más duro.
—Lo sé.
Oh,
mis estrellas. ¿Mis acciones egoístas simplemente habían reparado la grieta
causada por años de odio?
Vi a Emmett
liberar la mano de James y extender la misma mano hacia Charlie. El anciano
sonrió suavemente mientras la tomaba entre las suyas y la sacudía ligeramente.
Um, sí.
Mi pequeña sonrisa se ensanchó. Creo que lo hicieron.
Había
pasado una semana desde la noche de apertura, y las noticias sobre la nueva
parodia en la ciudad tenía las lenguas moviéndose.
Nuestra
página de internet superó los diez mil seguidores en una sola semana, y aunque
nos entristeció a todos, Emmett sabiamente tomó la decisión de no abrir todas
las noches. Ahora, Bleeding Hearts era un establecimiento estrictamente solo de
fin de semana, abriendo viernes, sábados y domingos por la noche.
Esto les
dio a las chicas tiempo para practicar durante la semana y aprender nuevas rutinas
sin la presión de ensayar y trabajar durante el mismo día. Rumores sobre chicas
hermosas se esparcieron rápidamente, y pronto la Docena de Diamantes eran las
chicas más ardientes de la ciudad. Todo mundo quería darles una ojeada. Nuestra
audiencia de hecho se había duplicado, si no es que triplicado incluso. Emmett
reveló eso en nuestro fin de semana de apertura, habíamos ganado más de lo que
normalmente hacíamos la semana entera, y eso estaba incluyendo todas las
bebidas gratis que habíamos dado junto con los volantes.
El alivio
en la habitación era palpable. Los hombros fueron palmeados, unos suspiraron
fuerte y otros rieron alegremente. Edward me empujó a su lado y tomé su
camiseta fuerte, sonriendo en su pecho. Todo había funcionado. Era increíble.
Milagroso, incluso.
El
siguiente lunes llegó rápidamente, y cuando la campana de la puerta de la
entrada sonó mientras pasaba por la cocina, miré la pequeña pantalla de la
cámara y vi un coche con la ventanilla abajo. La mujer del coche bajó sus
lentes de sol, mirando directamente a la cámara, y sin pensarlo dos veces, la
dejé entrar. Esperé innecesariamente a que la campana sonara, y tan pronto como
lo hizo, abrí.
La
pequeña rubia con un largo vestido se quitó sus lentes y me sonrió gentilmente.
—Hola
Isabella.
—Tanya
—saludé suavemente—. ¿Qué haces aquí?
Ella bajó
su mentón, suspirando. Entonces me miró por un largo momento.
—¿Puedo
entrar? —Pensé sobre ello. Probablemente no debería dejarla entrar, pero algo
sobre esta chica gritaba “seguro”. Asentí, haciéndome hacia atrás dándole
espacio para que entrara.
Entró y
sonrió una vez más, pero esta vez era una sonrisa cansada.
—Gracias.
Caminó
hasta la sala de estar y esperó a que entrara antes de sentarse en el sofá a mi
lado.
—¿Está
Edward en casa?
Miré el
reloj en la pared. Seguía trabajando.
—Debería
estar en casa en cualquier momento.
—Está
bien. —Tragó duro—. ¿Te importa si espero hasta que llegue?
—Para
nada. —Me puse de pie—. ¿Qué apeteces? ¿Café? ¿Jugo?
Ella
sonrió y entonces suspiró.
—Café
estaría genial, gracias.
Me fui a
la cocina y regresé con dos tazas de café negro.
—No sabía
cómo lo tomabas —le dije mientras le tendía la taza.
—Negro
está perfecto. —Sopló a su café y preguntó—: ¿Cómo están las cosas?
Mi labio
se torció ante su intento de pequeña charla.
—Las
cosas están bien. —Mi sonrisa cayó—. ¿Cómo estás tú? —Me estiré para poner mi
mano en su rodilla—. Lamento mucho lo de Irina.
Tanya
se encogió de hombros.
—Gracias.
Estoy mejorando ¿sabes? Mamá me llamó. Me pidió que volara y empacara las cosas
de la casa de Irina, entonces… sí… eso fue… —su respiración se detuvo—…
doloroso.
Miró su
café, golpeando su dedo en la cerámica de la taza.
—Irina no
era como yo. Ella dejó que papá dictara su vida. Yo nunca lo hice. Les dije a
mis padres que no les debía nada. Ese fue el porqué me mudé cuando tuve
dieciocho.
Sonrió.
—No sé si
sabes esto, pero viví con Alice durante dos años antes de que todo se volviera
amargo, lo que totalmente fue mi culpa. Pero Irina era la niña de oro, ¿sabes?
Yo era la oveja negra.
Frunció
el ceño y murmuró:
—Y mira a
dónde la llevó.
Sus ojos
se cerraron y admitió con un susurro:
—Odio a
mi padre. Lo odio mucho, Isabella.
No sabía
qué más decir, aparte de:
—Lo
siento.
Cuando
colocó su mano sobre la mía y la apretó, mi corazón dolió por ella.
—Gracias
por dejarme entrar hoy.
Miré el
reloj de nuevo.
—Edward
estará en casa en cualquier minuto.
Ella
sonrió, pero fue forzado.
—Solo
espero que no me saque a patadas.
No lo
dejaría. Tanya Denali tal vez había dicho cosas que no quería decir a sus
viejos amigos, pero no se merecía ser castigada por ello. Haría que Edward
escuchara. No sabía cómo, pero lo haría.
Charlamos
educadamente por los siguientes cinco minutos antes de que la puerta trasera se
abriera, y Tanya se tensó. Edward me miró, con una interrogante expresión en su
rostro, y yo le sonreí animadamente. Parpadeó, entonces se recuperó
rápidamente, caminando dentro de la habitación.
—Tanya
—murmuró.
Ella le
sonrió, pero sorprendida.
—Hola,
Edward.
Él estaba
sudoroso y con la cara roja, pero se sentó a mi lado con su ropa de deporte y
preguntó calmadamente:
—¿A qué
debo el placer? ¿Tus padres te enviaron? Porque les dije…
Sacudió
la cabeza y habló, interrumpiéndolo.
—No,
ellos no me mandaron. —Casi rodó los ojos—. ¿Desde cuándo soy su mensajera de
cualquier manera? —Bajó la voz—. No he hablado con ellos después que Irina
murió, y no planeo hablar con ellos de nuevo hasta que puedan admitir que la
cagaron.
Edward se
veía ligeramente sorprendido por lo que dijo.
—¿Entonces
por qué estás aquí?
Ella dio
un profundo y tembloroso suspiro antes de reír ligeramente y encogerse de
hombros, colocando sus manos en su regazo. Susurró un doloroso:
—Extraño
a mi sobrina.
Por
la manera en que Edward se tensó a mi lado, sabía que no le gustaba esa
declaración. Era tan abierta. No le gustaba saber exactamente lo que una
persona quería decir. Necesitaba intervenir.
—¿Quieres
pasar tiempo con Nessa entonces? —le pregunté gentilmente.
—Solo
quiero verla de nuevo. No me importa cómo. Menciona la hora y el lugar. Solo…
—Miró a Edward suplicando—. Sé que odiabas a Irina, pero ella no fue siempre
una cabezota. Y Vanessa es todo lo que me queda de mi hermana.
La
mandíbula de Edward palpitó. Ella
suspiró, bajando su mentón.
—Sé que
no confías en mí, y es justo, pero haré lo que quieras. Solo quiero algo de
tiempo con Nessa.
La puerta
delantera se abrió y Alice gritó.
—¡Tú,
pequeña!
—Aquí
—grité, de pronto ansiosa por la presencia de Tanya.
Alice
entró a la sala de estar y falló un paso, mirando directamente a su ex mejor
amiga. Tanya se puso de pie y tragó duro.
—Hola.
Alice
miró a la mujer de arriba a abajo, sus ojos llenándose con lágrimas. Cuando
bajó su mentón, las lágrimas cayeron al suelo, Alice se movió, y lo que hizo me
sorprendió. Colocó sus brazos alrededor de Tanya justo cuando un sollozo se le
escapó. Alice la abrazó fuerte, susurrando:
—Lo
siento.
Tanya se
apretó contra ella como si fuera un salvavidas y dejó salir un roto:
—No, yo
lo siento. Las cosas que te dije…
Alice
sacudió su cabeza, apretándola gentilmente.
—Olvidado.
Las dos
mujeres se abrazaron por un rato, y cuando se separaron, Alice se sentó al lado
de Tanya, tomando su mano y sosteniéndola con la suya. Algo me dijo que no importa
lo fuerte que Tanya Denali pensara que fuera, había alcanzado su punto de
ruptura.
Alice me
miró.
—Entonces,
¿de qué estamos hablando?
Edward
respondió.
—Tanya
quiere ver a Vanessa. —Hizo una pausa por un momento antes de decir—. Lo estoy
considerando.
La mirada
de alivio en la cara de Tanya era evidente, pero la enmascaró con entusiasmo.
—¿En
serio? Porque no me importa si nos quedamos aquí todo el tiempo. Podría tener
un picnic con ella en el jardín del frente y estar bajo tu vigilancia. Prometo
no meterme en tu camino ni nada.
Edward
miró hacia la mano de Alice, la cual seguía sosteniendo la de Tanya.
—Una vez fuiste
como familia, Tanya.
Sus
labios temblaron de nuevo y murmuró bajo:
—Sé que
la cagué. Y lo siento mucho.
Edward se
puso de pie.
—No veo
razón del porqué no puedas ver a Nessa cada que quieras. —Miró a la pequeña
mujer y le dijo—: Ya no tiene a su madre. Me gustaría que tuviera acceso a
alguien que conociera a Irina cuando era niña. Alguien que le pueda mostrar el
lado bueno de ella.
La cara
de Tanya se entristeció, respondió suavemente:
—Puedo
hacer eso. Puedo ser esa persona.
Edward
asintió.
—Sé que
puedes.
Miró su
reloj y murmuró:
—Esme la
llevó al parque. Deberían de estar en casa pronto. Eres bienvenida a esperar.
Sin decir
otra palabra, se giró y se alejó. Mi corazón se calentó, y esa calidez se
esparció por todo mi cuerpo. Dios, amaba a Edward. Era un buen hombre.
Me puse
de pie también, mirando a una sorprendida Tanya.
—Supongo
que ha pasado un tiempo. —Me giré a Alice y sonreí—. Les daré tiempo para que
se pongan al día.
Mis pies
subieron las escaleras de dos en dos, no era fácil para una chica pequeña,
hasta que llegué a nuestra habitación, abriendo la puerta para encontrar a
Edward desvistiéndose. Me miró y entonces se bajó los bóxers, quedándose
desnudo.
Mi voz se
suavizó, le dije:
—Eres un
buen hombre, Edward Cullen. —Entonces comencé a desvestirme.
Sus
ojos cayeron en mi estómago desnudo y me miró hasta que me deshice de mi
sostén. Su voz salió ronca.
—Necesito
una ducha, Ratón.
—No —le
dije, colocando mis pulgares en mis bragas y bajándolas. Cayeron en mis
tobillos—. Necesitas ensuciarme.
Di un
paso fuera de mis bragas y caminé hacia él. Cuando lo alcancé, miré su cara, la
imagen de la inocencia.
—Y
entonces ambos nos limpiaremos. ¿De acuerdo?
Sus manos
se alzaron para descansar en mis caderas y me apretó ligeramente, sus ojos se
oscurecieron con lujuria.
—¿Quién
soy para discutir con mi prometida?
Sonreí
mientras sus labios bajaban.
—Lameculos.
Pasamos
un largo tiempo en la ducha.
Y cuando
terminamos, estábamos demasiado lejos de estar limpios.
Estaba
deliciosamente despeinada.
7 comentarios:
Jajajaj parece que de verdad las cosas es tan mejorando... sólo espero que esto de verdad dure, porque se lo merecen!!!!
Besos gigantes!!!!
XOXO
Estos traviesos no pierden el tiempo gracias 😘💕
La noche fue un éxito y la idea triunfo
Estos golosos jaja
Muchas gracias por la actualización.
Deseo de corazón que este todo mejor en tu casa. Saludos
Hola hola nena Annel es un placer tenerte de vuelta, de todos corazón espero que las cosas estén mejor en casa
Gracias por el capítulo, sigo leyendo
Saludos y besos 😘😘😘😘😘
buen cap me encanto
ed no se cansa de bella
y bels es adicta a ed jaja
Hola me encantan tus adaptaciones y releyendo está algunos capítulos me aparecen con las letras en negro y no se puede leer es solo a mí o a alguien más le pasa?
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