martes, 11 de septiembre de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 33

Isabella

Me senté en el sofá, con las piernas dobladas debajo de mí, tomando mi café mientras observaba a Nessa bailando una de las muchas canciones pegadizas de los Wiggles que estaba sonando en el televisor. Ella puso sus manos en el aire, aplaudió cuando se le solicitaba, pisoteaba con sus pequeños pies regordetes, y cantó, aunque no estaba muy segura de en qué idioma pensaba Nessa que los Wiggles cantaban. Sonaba como que ella estaba con el swahili.

Edward entró con una taza de café en la mano, miró a su niña, y sonrió, sacudiendo la cabeza. Sonreí, y mis hombros se sacudieron con risa silenciosa. Él estaba preparándose para su entrenamiento, mirando el reloj, en pantalones de chándal y sin camiseta. Mi vientre se apretó ante la vista de su torso desnudo.

Esos amplios hombros sólo esperaban por mí. Y cuando teníamos nuestro tiempo a solas, yo me aferraba a ellos, sosteniéndome para la cabalgata como si nadie más importara.

La leve marca roja en el hombro izquierdo me hizo enrojecer. Podría haber utilizado ese hombro para sostenerme después de mi orgasmo, mordiéndolo y aferrándome a él, mis uñas incrustadas en sus brazos mientras gemía mi liberación.

La puerta principal se abrió y Emmett entró, aún viéndose adormilado en sus vaqueros azules y camiseta negra, caminó directo hacia la niña bailando enfrente de la televisión. No se molestó con los saludos. Cogió a Vanessa y ella gritó con entusiasmo.

—Emmi, pone abajo. Pone abajo.

Con su voz ronca, le dijo:

—Carmen hizo panqueques. ¿Quieres panqueques, princesa? —Ella dejó de luchar y ciñó sus brazos alrededor de su cuello. Él la puso en su cadera y, con un movimiento de su barbilla, se dirigió hacia la puerta.

Esto ocurría bastante a menudo. Estaba equivocada cuando sugerí que la lucha de Emmet y Alice por la atención de Vanessa era sólo una fase. La verdad era, que ellos trataban a Nessa como si fuera la hija que ninguno tenía, y la amaban a morir.

Edward miró su reloj de nuevo, y sabía que era hora de que él se fuera. Tan pronto como nos despertamos, le hice su avena y se la comió en silencio. Quiero decir, ¿cómo más podrías comer avena que posiblemente sabía a cartón? No había mmmm y yam para ser dichos. Vamos a ser honestos. Sabía a basura. No estaba segura de cómo él podía soportarlo.

Corrección. Yo había comido basura que sabía mejor que la avena sin azúcar.

Asco.

Él se acercó, sus ojos suaves, y elevó su cuerpo grande sobre el mío, agachándose para agarrar mi barbilla mientras plantaba cálidos y suaves besos en mis labios.

—Me tengo que ir.

Iba a retroceder pero yo lo agarré, mis dedos hundiéndose en la cintura de sus pantalones.

—Puedes hacer novillos. Podemos volver a la cama y jugar a montar la torta —Me mordí el interior de mi mejilla—. Tenemos por lo menos media hora antes de que Emmett traiga a Nessa a casa.

—Pero yo siempre entreno entre las diez y las doce.

Asentí.

—Lo sé. Pero un día libre no te matará, ¿verdad?

Él parecía confundido.

—Pero yo siempre entreno entre las diez y las doce.

Mis ojos rodaron un poco, pero me enderecé rápidamente con una sonrisa.

—Lo sé pero…

Él me interrumpió, su voz tranquila, casi ansiosa.

—Siempre entreno entre las diez y las doce.

Este era uno de esos momentos. Uno de esos momentos donde tu cabeza te dice que no empujes, pero no estás segura de si aguantarte. Llegué a darme cuenta muy rápidamente que jugar con la rutina de Lev era un gran no. Nada ponía a mi hombre más irritado que alguien jodiendo con su horario.

Entendí los asuntos bajo cuerda. Él anhelaba una apariencia de normalidad en un mundo donde se sentía diferente. Su infancia le había hecho cosas que lo hacían de la forma en que era hoy.

¿Eso me frustraba? A veces, sí.

Edward no podía ser arreglado. Y yo no quería reparar la parte rota de él. Era perfectamente imperfecto, y yo era su corazón y alma.

Más importante, él era el mío. Y eso era una gran cosa. Edward no se daba a la gente. Ellos simplemente tomaban prestado su tiempo. Y aquí estaba yo, su atención totalmente dada a una persona que probablemente no se lo merecía. Estaba agradecida sin embargo, y muchas veces me recordaba que él había comprometido mucho de sí mismo por mí y yo tenía que hacer lo mismo.

Soltando el elástico de sus pantalones, levanté una mano para acariciar con los dedos el oscilante colgante de ancla que me había comprado y le sonreí suavemente, sabiendo que tendría que elegir mis batallas.

—Está bien, dulzura. Diviértete.

Sus hombros se hundieron ante el inmenso alivio que me imaginaba que sintió ante mi rápida salida. Sus manos subieron y las colocó en mis mejillas en señal de gratitud. Cuando sus labios descendieron, me encontré inclinándome hacia arriba, hacia él, necesitando sus labios sobre mí. Me besó suavemente una vez, dos veces, tres veces, y luego susurró contra mis labios:

—Te amo, Isabella.

Era la primera vez que había dicho las palabras. Sentí su amor, pero escuchar las palabras… vaya. Fue impresionante. Había llegado a darme cuenta que el dicho era verdad. La paciencia era una virtud.

Lo besé de nuevo. Y otra vez. Y antes de que pudiera arrastrarlo abajo hacia el sofá conmigo, lo empujé con suavidad.

—Vete. Ahora. O te tumbaré al suelo.

Sus ojos sonrieron y se rió entre dientes ligeramente. Me lanzó un guiño antes de irse. Me tiré en el sofá y dejé escapar un largo suspiro.

—Ten piedad.

Mi hombre era un caso grave de sexualidad.

La puerta principal se abrió de nuevo, y cuando mi emoción estalló ante el pensamiento de Edward haciendo caso omiso de su rutina y pasando la mañana en la cama conmigo, Alice asomó su cabeza a través de la rendija y gritó:

—Panqueques con Emmett. Mueve tu culo, kukla. Estoy hambrienta.

Me levanté del sofá con un suspiro.

—Sí, sí. Ya voy.

Preferiría haber estado haciendo un tipo diferente de venida, pero los panqueques todavía eran bastante impresionantes.

Alice y yo caminamos lado a lado, tomando el sol de la mañana. No pude dejar de preguntar:

—¿Dónde está Jasper?

Alice acomodó sus gigantescas gafas de sol y se encogió de hombros.

—No lo sé. No es como que pasamos cada momento despierto el uno con el otro.

Fruncí el ceño.

—Ah, sí lo hacen.

Ella se burló.

—No. Nosotros no lo hacemos.

Sonaba como si hubiera problemas en el paraíso.

Caminamos por un tiempo, y ella preguntó tranquilamente:

—Si Edward no estuviera comprometido contigo, pero tú lo amaras, ¿qué harías?

Mis caderas se levantaron.

—Amablemente le diría que se fuera a la mierda. —Ella suspiró suavemente y paré de caminar—. ¿Qué está pasando, Alice? ¿Qué pasó?

Ella se detuvo un momento antes de que lanzara los brazos hacia arriba y soltara apresurada:

— No sé. Tú y Edward van a casarse.

Le lancé una mirada que decía “sí, ¿y qué?”, y ella sacudió su cabeza suavemente.

—Quiero eso. Y no voy a conseguirlo con Jasper.

Mi ceño se frunció.

—¿Quien dijo eso? Él te ama, Alice. Cualquiera puede verlo. Te ama.

Su labio tembló.

—No. Él no lo hace —Tomó una respiración profunda y dejó escapar un largo suspiro—. Él duerme por ahí, ya sabes.
Mi cara debe haber transmitido que no lo sabía, porque sus ojos se abrieron y asintió.

—Sí. Y entonces viene a mí a las dos, a veces tres de la mañana, y duerme en mi cama. Porque lo dejo. —Dejó escapar una risa sin sentido del humor—. Él no me quiere, Isabella. Le encanta que sea toda deseosa, que sea una cosa segura. Eso es todo lo que voy a ser para él. —Sus ojos se humedecieron y susurró un quebrado—: No puedo hacerlo más. Duele demasiado.

—Bueno, así que él tiene problemas de compromiso —comencé, pero ella negó con la cabeza.

—No lo excuses, Isabella. Por favor —rogó, entonces declaró—: Te necesito de mi lado en esto. Necesito un amigo que lo entienda. ¿Está bien?

Sonaba herida y desesperada. Me encontré ofreciéndole lo que necesitaba.

—Está bien, Alice —le dije—. Lo entiendo.

Con su rostro abatido, asintió con la cabeza ligeramente.

—Gracias, pequeñita.

Sonreí.

—En cualquier momento. —Luego entrelacé mi brazo a través del suyo y la acerqué—. Vamos. Es demasiado temprano para esta mierda. Necesito panqueques.

Llegamos a casa de Emmett ni un minuto más tarde y asesinamos a esos increíbles panqueques.

***

La noche de apertura llegó más rápido de lo que cualquiera de nosotros esperaba, y miré alrededor de la habitación, disfrutando de las nuevas vistas y familiarizándome con el nuevo diseño. Todo era diferente. Era emocionante.

Zafrina ayudó a las chicas a prepararse, dando instrucciones de último minuto y ayudando con su vestuario, cabello y maquillaje. Yo estaba un poco sorprendida cuando Emmett instruyó a Alice, a Rosalie y a mí a cambiarnos cuando llegamos allí. Al parecer, había decidido que el personal del bar se vestiría como las bailarinas, pero en un nivel moderado. Cuando avisé a Emmett del hecho de que los tacones y yo no éramos amigos, él me dijo que Zafrina se había ocupado de eso. Fui sorprendida gratamente por unos tacones bajos, de dedos descubiertos, que ella tenía para mí.

Nos cambiamos a nuestros nuevos uniformes que consistían en medias de red hasta el muslo, ligas, un verdadero corsé de una pieza negro y rojo, con adornadas faldas minúsculas. Una de las chicas me prestó unos largos guantes de satén, sin dedos, y eran simplemente preciosos. Pensé que me sentiría rara. No fue así. Me sentía sexy. Me sentía sexy, y me estaba muriendo por ver lo que Edward pensaba.

Una vez vestidas, Rosalie, Alice, y yo caminamos saliendo de la zona del escenario, sólo para ser vitoreadas y silbadas. Cubrí mi cara con las manos, sonrojándome furiosamente, pero riendo fuerte. Antes incluso de que tuviera tiempo para recuperarme, sentí un cálido y duro cuerpo chocar contra el mío. Envolví mis brazos alrededor de él con un uuf y parpadeé hacia él.

—¿Edwrd? ¿Qué pasa, cariño?

Él miró hacia abajo a mis pechos empujados hacia arriba.

—¿Qué demonios estás usando?

Una sonrisa se formó en mis labios.

—¿No recibiste el memo? —Agité mi brazo hacia Rosalie y Alice—. Estos son los nuevos uniformes del bar.

Sacudió la cabeza con profusión e hizo pequeños ruidos roncos que decían “no”, entonces un gruñido se le escapó que decía “Oh, demonios no”.

Puse una mano sobre su camisa que cubría su estómago tenso y razoné con él.

—Todo esto es parte del paquete para cambiar las cosas. Queremos que la experiencia sea genuina. ¿Lo entiendes?

Con su mandíbula apretada, él gruñó:

—No me gusta esto. —Resopló un molesto—. Todo el mundo puede ver tus cosas.

Sonreí hacia él.

—Y sólo tú conseguirás desenvolverme más tarde. —Me puse de puntillas para mordisquear su barbilla—. ¿No es eso simplemente malvado?

Oí a las chicas alejarse y me alegré por ello. Cuando Edward estiró la mano para palmear mi culo a través de mi nuevo traje, él tomó el lóbulo de mi oreja en su boca y lo chupó, luego susurró en mi oído:

—Eres traviesa. Y las chicas traviesas son castigadas.

Mis ojos se pusieron en blanco ante la sensación de su lengua en mi lóbulo, pero cuando registré lo que acaba de decir, me aparté, con los ojos abiertos.

—¿Castigada cómo?

Oh, Dios, mi voz era ronca. Ronca como, un fumador de un paquete al día.

Su labio tembló.

—¿Qué voy a hacer contigo, Ratón?

—Tengo algunas ideas —murmuré mientras mis ojos se entrecerraban y presionaba mis labios contra los suyos, amando la manera en que su lengua se sumergía para acariciar la mía.

Y entonces él se había ido. Alice, rodando los ojos, me apartó y gritó:
—Caray. Ponle fin. Tenemos mierda que hacer. Ustedes pueden follarse visualmente el uno al otro desde el otro lado del salón, ¿capisce?

Tomé mi lugar en el bar. El DJ que Emmett había contratado tocaba RnB suave por todo el club hasta que las cosas empezaran. Emmett se dirigió al bar, sonriendo para sus adentros, y vino directamente hacia mí.
Parecía emocionado cuando dijo:

—La fila ya llega a tres cuadras. —Se rió entre dientes, sacudiendo su cabeza con incredulidad—. Tres putas cuadras. —Señaló con el dedo hacia mí, sonriendo mientras inclina su cabeza, y luego se alejó.

No estaba segura de lo que eso significaba.

Emmett era raro.

Media hora más tarde, y todos tomábamos nuestros lugares, la puerta se abrió, y el club comenzó a llenarse. Una vez que llegamos a la capacidad máxima, la puerta se cerró, y Alice, Rosalie, y yo estábamos corriendo con volantes para bebidas gratis. Ya no servíamos a la gente en las mesas o cabinas. Si querías una bebida, tenías que venir a nosotras.

Las luces se apagaron. El DJ apagó la música, y luego habló:

—Buenas noches, damas y caballeros, y bienvenidos a la gran apertura del Bleeding Hearts Burlesque.

La multitud aplaudió y estaba sorprendida por la cantidad de mujeres en la multitud. El DJ esperó a que los aplausos cesaran antes de continuar.

—Esperamos que disfruten de lo que tenemos para ofrecer. Nuestras chicas están muriéndose por conocerlos.

Los focos brillaron al frente, y esperamos con gran expectación.

La voz del DJ se profundizó roncamente mientras anunciaba:

—Damas y caballeros, les presento… —Hizo una pausa para el efecto. Las cortinas comenzaron a abrirse—… ¡La Docena de Diamantes!

Las doce chicas en el escenario parecían muñecas sentadas en sillas de madera. Cada una vestida en un color diferente del mismo traje, el mismo traje que las chicas del bar estaban usando. El bajo se disparó mientras “The Hills” de The Weekends comenzó a sonar. Era una canción lenta y sexy que permitía a las chicas mostrar sus movimientos. Era una canción sobre un tórrido romance que una mujer estaba teniendo con un adicto. Las chicas se movieron en sincronía, trabajando con la silla, girando contra ellas, y silbidos llegaron de todas partes.

Vi a mujeres mirándolas, hipnotizadas, y hombres mirando a nuestras chicas con adoración. Cuando Zafrina contrató a las tres nuevas chicas hace sólo unos días, me preguntaba si estarían listas a tiempo, pero lo estaban, y eran geniales.

Cuando la canción terminó, las chicas cayeron al suelo, las caras alzadas, los ojos abiertos, como muñecas que habían sido hipnotizadas para volver a la vida por la música y cayendo cuando esta terminó.

Los focos se apagaron y las cortinas se cerraron.

Entonces… el silencio.

Mi aliento quedó atrapado en mi garganta.

Oh, no. Mierda, no. ¡Lo odiaban!

Mis mejillas se sonrojaron un momento antes de que la multitud se volviera loca, poniéndose de pie y aplaudiendo a todo pulmón. Silbidos y rugidos ansiosos fueron a través del aire rodeándonos, y mi corazón se disparó en mi pecho.

Con seguridad podía decir que ese fue el momento más terrorífico de mi vida.

Alice me empujó hacia ella, gritando en mi oído y meciéndome de lado a lado. Una risa quedó atrapada en mi garganta, y luego me eché a reír con fuerza, aferrándome a ella. Entonces sucedió algo, y sentí lágrimas llenando mis ojos.

Con mi garganta apretada, parpadee alejándolas.

Todo iba a estar bien ahora. Lo sentía muy dentro de mí.

Bleeding Hearts continuaría abierto.

Cuando la gente se fue, otros tomaron sus lugares. El club se mantuvo a plena capacidad durante toda la noche, y algún tiempo después de las once, recibí visitas. Tan pronto como los vi, caminé alrededor del bar, corriendo hacia mi hermano y abrazándolo por la cintura antes de colocar un beso en la mejilla de tío Charlie.

—¡Vinieron!

Charlie sonrió, envolviendo su brazo a mi alrededor, tirando de mí a su lado.

—No podía faltar a la gran noche de mi sobrina.

Tomé la mano de James y apreté.

—Estoy tan contenta de que estés aquí.

James me miró, el orgullo evidente en sus ojos.

—¿Tú hiciste esto?

Me burlé

—¡No! —Entonces miré a mi alrededor—. Todos hicimos esto. Fue un esfuerzo de grupo. Todos cooperamos. Todo el mundo tenía un trabajo y ellos lo consiguieron.

—Lo hiciste bien, chica —murmuró James, tomando nota del nuevo establecimiento.

Fue entonces cuando Emmett llegó por detrás de mí.

—¿Qué cojones piensas que estás haciendo aquí?

Con mis ojos muy abiertos, hablé pero me ahogué con mis palabras.

—Yo-yo los invité.

Emmett me miró.

—¿Para qué mierda? Ellos tienen que irse.

Me puse entonces entre mi tío y hermano, mirando ceñuda a Emmett.

—No, ellos no van a ninguna parte.

La mandíbula de Emmett saltó antes de que adquiriera una expresión razonable.

—Escuchen, muchachos. Tienen su propio club que manejar. Necesitan irse.

James envolvió un brazo alrededor mío.

—No, no tenemos. Cerramos por la noche.

Emmett miró de James a Charlie.

—Es viernes por la noche. Una de las noches más concurridas de la semana. ¿Por qué demonios estás cerrando?

Mi voz quedó atrapada en mi garganta mientras mi corazón se hundía. Aquí nada se pierde.

—Porque yo se lo pedí.

La mirada confundida de Emmett no había vacilado.

Me encogí de hombros y me expliqué.

—Necesitábamos que la gente viniera esta noche. Era importante, Emm. No quiero perder este lugar. Ninguno de nosotros quiere. Así que les pedí que cerraran por la noche —tragué duro—, para darnos una oportunidad de luchar.

La expresión de Emmett se despejó. Frunció el ceño antes de mirar a Charlie, su voz baja.

—¿Por qué harías eso? Tú no nos debes nada.

Charlie asintió.

—Lo sé. Pero cuando Isabella me habló de lo que habías planeado, me encontré curioso. —Él se encogió de hombros—. Ganar no es divertido cuando no hay competidores dignos alrededor.

James estuvo de acuerdo con una sonrisa menos que amable lanzada en la dirección de Emmett.

—Sí. No es divertido tomar mierda de un hombre que no tiene nada. —Y añadió—: Estoy esperando que llegues tan alto que te vas a romper algo cuando caigas. ¿Me entiendes, Cullen?

Emmett lo miró fijamente, sin parpadear antes de que soltara una carcajada.

—Vete a la mierda, cabronazo. —Luego hizo algo increíble.

Le tendió la mano a James.

Y mi corazón dio un vuelco.

James miró esa mano por un largo tiempo antes de estirar su mano lentamente, tomando la mano de Emmett y sacudiéndola con firmeza.

—Bonito lugar el que conseguiste aquí.

Emmett sonrió.

—Lo sé.

James sonrió y esto tiró de sus tensas cicatrices.

—Dios, eres un maldito idiota.

Emmett sonrió más duro.

—Lo sé.
Oh, mis estrellas. ¿Mis acciones egoístas simplemente habían reparado la grieta causada por años de odio?

Vi a Emmett liberar la mano de James y extender la misma mano hacia Charlie. El anciano sonrió suavemente mientras la tomaba entre las suyas y la sacudía ligeramente.

Um, sí. Mi pequeña sonrisa se ensanchó. Creo que lo hicieron.

Había pasado una semana desde la noche de apertura, y las noticias sobre la nueva parodia en la ciudad tenía las lenguas moviéndose.

Nuestra página de internet superó los diez mil seguidores en una sola semana, y aunque nos entristeció a todos, Emmett sabiamente tomó la decisión de no abrir todas las noches. Ahora, Bleeding Hearts era un establecimiento estrictamente solo de fin de semana, abriendo viernes, sábados y domingos por la noche.

Esto les dio a las chicas tiempo para practicar durante la semana y aprender nuevas rutinas sin la presión de ensayar y trabajar durante el mismo día. Rumores sobre chicas hermosas se esparcieron rápidamente, y pronto la Docena de Diamantes eran las chicas más ardientes de la ciudad. Todo mundo quería darles una ojeada. Nuestra audiencia de hecho se había duplicado, si no es que triplicado incluso. Emmett reveló eso en nuestro fin de semana de apertura, habíamos ganado más de lo que normalmente hacíamos la semana entera, y eso estaba incluyendo todas las bebidas gratis que habíamos dado junto con los volantes.

El alivio en la habitación era palpable. Los hombros fueron palmeados, unos suspiraron fuerte y otros rieron alegremente. Edward me empujó a su lado y tomé su camiseta fuerte, sonriendo en su pecho. Todo había funcionado. Era increíble. Milagroso, incluso.

El siguiente lunes llegó rápidamente, y cuando la campana de la puerta de la entrada sonó mientras pasaba por la cocina, miré la pequeña pantalla de la cámara y vi un coche con la ventanilla abajo. La mujer del coche bajó sus lentes de sol, mirando directamente a la cámara, y sin pensarlo dos veces, la dejé entrar. Esperé innecesariamente a que la campana sonara, y tan pronto como lo hizo, abrí.

La pequeña rubia con un largo vestido se quitó sus lentes y me sonrió gentilmente.

—Hola Isabella.

—Tanya —saludé suavemente—. ¿Qué haces aquí?

Ella bajó su mentón, suspirando. Entonces me miró por un largo momento.

—¿Puedo entrar? —Pensé sobre ello. Probablemente no debería dejarla entrar, pero algo sobre esta chica gritaba “seguro”. Asentí, haciéndome hacia atrás dándole espacio para que entrara.

Entró y sonrió una vez más, pero esta vez era una sonrisa cansada.

—Gracias.

Caminó hasta la sala de estar y esperó a que entrara antes de sentarse en el sofá a mi lado.

—¿Está Edward en casa?

Miré el reloj en la pared. Seguía trabajando.

—Debería estar en casa en cualquier momento.

—Está bien. —Tragó duro—. ¿Te importa si espero hasta que llegue?

—Para nada. —Me puse de pie—. ¿Qué apeteces? ¿Café? ¿Jugo?

Ella sonrió y entonces suspiró.

—Café estaría genial, gracias.

Me fui a la cocina y regresé con dos tazas de café negro.

—No sabía cómo lo tomabas —le dije mientras le tendía la taza.

—Negro está perfecto. —Sopló a su café y preguntó—: ¿Cómo están las cosas?

Mi labio se torció ante su intento de pequeña charla.

—Las cosas están bien. —Mi sonrisa cayó—. ¿Cómo estás tú? —Me estiré para poner mi mano en su rodilla—. Lamento mucho lo de Irina.
Tanya se encogió de hombros.

—Gracias. Estoy mejorando ¿sabes? Mamá me llamó. Me pidió que volara y empacara las cosas de la casa de Irina, entonces… sí… eso fue… —su respiración se detuvo—… doloroso.

Miró su café, golpeando su dedo en la cerámica de la taza.

—Irina no era como yo. Ella dejó que papá dictara su vida. Yo nunca lo hice. Les dije a mis padres que no les debía nada. Ese fue el porqué me mudé cuando tuve dieciocho.

Sonrió.

—No sé si sabes esto, pero viví con Alice durante dos años antes de que todo se volviera amargo, lo que totalmente fue mi culpa. Pero Irina era la niña de oro, ¿sabes? Yo era la oveja negra.

Frunció el ceño y murmuró:

—Y mira a dónde la llevó.

Sus ojos se cerraron y admitió con un susurro:

—Odio a mi padre. Lo odio mucho, Isabella.

No sabía qué más decir, aparte de:

—Lo siento.

Cuando colocó su mano sobre la mía y la apretó, mi corazón dolió por ella.

—Gracias por dejarme entrar hoy.

Miré el reloj de nuevo.
—Edward estará en casa en cualquier minuto.

Ella sonrió, pero fue forzado.

—Solo espero que no me saque a patadas.

No lo dejaría. Tanya Denali tal vez había dicho cosas que no quería decir a sus viejos amigos, pero no se merecía ser castigada por ello. Haría que Edward escuchara. No sabía cómo, pero lo haría.

Charlamos educadamente por los siguientes cinco minutos antes de que la puerta trasera se abriera, y Tanya se tensó. Edward me miró, con una interrogante expresión en su rostro, y yo le sonreí animadamente. Parpadeó, entonces se recuperó rápidamente, caminando dentro de la habitación.

—Tanya —murmuró.

Ella le sonrió, pero sorprendida.

—Hola, Edward.

Él estaba sudoroso y con la cara roja, pero se sentó a mi lado con su ropa de deporte y preguntó calmadamente:

—¿A qué debo el placer? ¿Tus padres te enviaron? Porque les dije…

Sacudió la cabeza y habló, interrumpiéndolo.

—No, ellos no me mandaron. —Casi rodó los ojos—. ¿Desde cuándo soy su mensajera de cualquier manera? —Bajó la voz—. No he hablado con ellos después que Irina murió, y no planeo hablar con ellos de nuevo hasta que puedan admitir que la cagaron.

Edward se veía ligeramente sorprendido por lo que dijo.

—¿Entonces por qué estás aquí?

Ella dio un profundo y tembloroso suspiro antes de reír ligeramente y encogerse de hombros, colocando sus manos en su regazo. Susurró un doloroso:

—Extraño a mi sobrina.

Por la manera en que Edward se tensó a mi lado, sabía que no le gustaba esa declaración. Era tan abierta. No le gustaba saber exactamente lo que una persona quería decir. Necesitaba intervenir.

—¿Quieres pasar tiempo con Nessa entonces? —le pregunté gentilmente.

—Solo quiero verla de nuevo. No me importa cómo. Menciona la hora y el lugar. Solo… —Miró a Edward suplicando—. Sé que odiabas a Irina, pero ella no fue siempre una cabezota. Y Vanessa es todo lo que me queda de mi hermana.

La mandíbula de Edward  palpitó. Ella suspiró, bajando su mentón.

—Sé que no confías en mí, y es justo, pero haré lo que quieras. Solo quiero algo de tiempo con Nessa.

La puerta delantera se abrió y Alice gritó.

—¡Tú, pequeña!

—Aquí —grité, de pronto ansiosa por la presencia de Tanya.

Alice entró a la sala de estar y falló un paso, mirando directamente a su ex mejor amiga. Tanya se puso de pie y tragó duro.

—Hola.

Alice miró a la mujer de arriba a abajo, sus ojos llenándose con lágrimas. Cuando bajó su mentón, las lágrimas cayeron al suelo, Alice se movió, y lo que hizo me sorprendió. Colocó sus brazos alrededor de Tanya justo cuando un sollozo se le escapó. Alice la abrazó fuerte, susurrando:

—Lo siento.

Tanya se apretó contra ella como si fuera un salvavidas y dejó salir un roto:

—No, yo lo siento. Las cosas que te dije…

Alice sacudió su cabeza, apretándola gentilmente.

—Olvidado.

Las dos mujeres se abrazaron por un rato, y cuando se separaron, Alice se sentó al lado de Tanya, tomando su mano y sosteniéndola con la suya. Algo me dijo que no importa lo fuerte que Tanya Denali pensara que fuera, había alcanzado su punto de ruptura.

Alice me miró.

—Entonces, ¿de qué estamos hablando?

Edward respondió.

—Tanya quiere ver a Vanessa. —Hizo una pausa por un momento antes de decir—. Lo estoy considerando.

La mirada de alivio en la cara de Tanya era evidente, pero la enmascaró con entusiasmo.

—¿En serio? Porque no me importa si nos quedamos aquí todo el tiempo. Podría tener un picnic con ella en el jardín del frente y estar bajo tu vigilancia. Prometo no meterme en tu camino ni nada.

Edward miró hacia la mano de Alice, la cual seguía sosteniendo la de Tanya.

—Una vez fuiste como familia, Tanya.

Sus labios temblaron de nuevo y murmuró bajo:

—Sé que la cagué. Y lo siento mucho.

Edward se puso de pie.

—No veo razón del porqué no puedas ver a Nessa cada que quieras. —Miró a la pequeña mujer y le dijo—: Ya no tiene a su madre. Me gustaría que tuviera acceso a alguien que conociera a Irina cuando era niña. Alguien que le pueda mostrar el lado bueno de ella.

La cara de Tanya se entristeció, respondió suavemente:

—Puedo hacer eso. Puedo ser esa persona.
Edward asintió.

—Sé que puedes.

Miró su reloj y murmuró:

—Esme la llevó al parque. Deberían de estar en casa pronto. Eres bienvenida a esperar.

Sin decir otra palabra, se giró y se alejó. Mi corazón se calentó, y esa calidez se esparció por todo mi cuerpo. Dios, amaba a Edward. Era un buen hombre.

Me puse de pie también, mirando a una sorprendida Tanya.

—Supongo que ha pasado un tiempo. —Me giré a Alice y sonreí—. Les daré tiempo para que se pongan al día.

Mis pies subieron las escaleras de dos en dos, no era fácil para una chica pequeña, hasta que llegué a nuestra habitación, abriendo la puerta para encontrar a Edward desvistiéndose. Me miró y entonces se bajó los bóxers, quedándose desnudo.

Mi voz se suavizó, le dije:

—Eres un buen hombre, Edward Cullen. —Entonces comencé a desvestirme.

Sus ojos cayeron en mi estómago desnudo y me miró hasta que me deshice de mi sostén. Su voz salió ronca.

—Necesito una ducha, Ratón.

—No —le dije, colocando mis pulgares en mis bragas y bajándolas. Cayeron en mis tobillos—. Necesitas ensuciarme.

Di un paso fuera de mis bragas y caminé hacia él. Cuando lo alcancé, miré su cara, la imagen de la inocencia.

—Y entonces ambos nos limpiaremos. ¿De acuerdo?

Sus manos se alzaron para descansar en mis caderas y me apretó ligeramente, sus ojos se oscurecieron con lujuria.

—¿Quién soy para discutir con mi prometida?

Sonreí mientras sus labios bajaban.

—Lameculos.

Pasamos un largo tiempo en la ducha.

Y cuando terminamos, estábamos demasiado lejos de estar limpios.

Estaba deliciosamente despeinada.


7 comentarios:

TataXOXO dijo...

Jajajaj parece que de verdad las cosas es tan mejorando... sólo espero que esto de verdad dure, porque se lo merecen!!!!
Besos gigantes!!!!
XOXO

cari dijo...

Estos traviesos no pierden el tiempo gracias 😘💕

MELANY dijo...

La noche fue un éxito y la idea triunfo
Estos golosos jaja

Unknown dijo...

Muchas gracias por la actualización.
Deseo de corazón que este todo mejor en tu casa. Saludos

Kar dijo...

Hola hola nena Annel es un placer tenerte de vuelta, de todos corazón espero que las cosas estén mejor en casa
Gracias por el capítulo, sigo leyendo
Saludos y besos 😘😘😘😘😘

Anónimo dijo...

buen cap me encanto
ed no se cansa de bella
y bels es adicta a ed jaja

Kari Salinas dijo...

Hola me encantan tus adaptaciones y releyendo está algunos capítulos me aparecen con las letras en negro y no se puede leer es solo a mí o a alguien más le pasa?

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina