sábado, 26 de marzo de 2011

CAPITULO III LOS BUSCADORES DEL PLACER


TRES
Ella es descuidada, con astuto cuidado, conmovedora para parecer inconmovible.
William Congreve

Bella estudiaba la imagen que le devolvía el espejo, miraba con ojos críticos el vestido de gala confeccionado según la última moda parisina, con un canesú de escote cuadrado, osadamente bajo y un talle alto, que le acentuaba los generosos senos.

El vestido era verdaderamente escandaloso. Tenía los pezones cubiertos apenas por un escaso género. Una simple y profunda inspiración bien podría dejarlos al aire, pero ella disfrutaba de los extremos; de otro modo la vida le resultaba demasiado aburrida.

Al principio, pensó que la elección de su atuendo era arbitraria, pero bien sabía que se engañaba. De hacerse presente esa noche cierto vil dueño de un caballo, ella directamente lo ignoraría, y pasaría como flotando sobre una nube de satén.

Oyó unos golpes en la puerta.

-Entre -pidió mientras la criada le abrochaba un delicado collar de zafiro alrededor del cuello que hacía juego con unos aretes que llevaba puestos.

Se volvió y se encontró a Emmett con un hombro apoyado en el marco de la puerta, con la cabellera dorada prolija, recién afeitado y una sonrisa irresistible:

-Luces encantadora, prima. -Su mirada era cálida y elogiosa.

-Gracias.

Bella se pasó una mano por la falda de satén. Unas hebras plateadas brillaban en el género de color azul oscuro, creando un efecto tornasolado a la vista.

Emmett le extendió un brazo:

-¿Nos vamos?

-Sí. -Unos nervios repentinos le encogieron el estómago al coger a su primo del brazo, pero logró controlar esa sensación extraña.

Desde el rellano, la larga galería resplandecía. Los candelabros de cristal y bronce que revestían las paredes reflejaban un destello dorado sobre los suelos bien lustrosos, y la madera lucía como agua oscura y quieta.

No era tanto el tamaño de Northcote lo que impresionaba a Bella, ya que ella había estado en propiedades más grandes, sino más bien la combinación de estilos: la alfombra turca de tonos rojo carmesí, verde esmeralda y dorado que cubría todo el largo de la escalera; la entrada hecha de granito de tono rosado extraído de los acantilados; los numerosos alféizares y nichos revestidos de paneles rococó de cerezo que albergaban vasijas de Sévres repletas de flores de jacinto, decorados con candelabros plateados. Un pórtico abovedado de mármol italiano daba al salón de baile, y un candelabro exótico brillaba intensamente desde una cúpula, proyectando puntos de luz que parecían diamantes en un cielo de medianoche.

La casa parecía poseer personalidad propia, o tal vez sólo era su ojo artístico que idealizaba las elegantes líneas y las gallardas curvas.

-La marquesa la restauró hasta recuperar su gloria pasada -le contó Emmett, cuando ella quiso saber acerca de la historia de la casa-. Pero de algún modo conserva un pasado tumultuoso. El dueño anterior, el décimo conde de Masen, se arrojó desde los acantilados al perder todo, endeudado.

Bella vaciló el paso. Hoy ella había estado al borde de aquellos acantilados, eclipsada por la simple vista aunque extrañamente fascinada por su belleza letal. ¿Qué tipo de sufrimiento habría llevado a aquel hombre a quitarse la vida, y de aquel modo tan brutal?

-Trágico, lo sé -dijo Emmett cuando leyó su expresión-. Quizás sea más trágico el hecho de que el hijo del conde acecha el lugar.

Bella abrió los ojos.

-¿Quieres decir que hay un fantasma?

-No, el decimoprimer conde de Masen está bastante vivo. Al morir su padre, quedó prácticamente en la ruina y la casa fue vendida al marqués de Denali, que falleció hace no más de un año. Poco tiempo después, el hijo del conde regresó. Y ahora vive aquí.

-¿Está relacionado con Lady Danali?

La mirada que Emmett le dirigió fue decididamente incómoda.

-Parece que mi lengua me traicionó. Saqué un tema que no condice con una compañía educada.

-¿Compañía educada? -Bella rió por lo bajo-. Por Dios, emmett, no irás a tratarme como a una mujer liviana cuya sensibilidad se vería ultrajada ante la mera mención de la falta de decoro, ¿verdad? Pensé que me conocías mejor.

-Y así es - respondió él con una sonrisa juvenil y cautivadora-. A veces me olvido de que eres distinta a las demás mujeres.

-Tomaré eso como un cumplido. Ahora dime, ¿quién es el hijo del conde?

Él vaciló:

-Se llama Edward Masen.

Bella quedó desconcertada un momento, y tamborileó los dedos en el mentón.

-Masen. Escuché ese nombre antes.

-No me sorprendería. Las hazañas del hombre a menudo aparecen en los titulares de escándalos del periódico Las mujeres, el vino y el juego eran parte de su vida, con las mujeres encabezando lista. Aunque su éxito en la alcoba no se extendió a las mesas de juego. Hubiera apostado su dinero hasta convertirlo en una fortuna, de no ser porque la señora Suerte le frunció el ceño. Aparentemente, le hizo pagar a cuenta por sus innumerables pecados.

El interés de Bella por conocerlo se había despertado ampliamente.

-Me lo señalarás, ¿verdad?

Llegaron a la galería y estaban a punto de bajar las es-caleras hacia el salón de baile, cuando Emmett se detuvo y la hizo girar para mirarla de frente.

-Te mantendrás alejada de él, Bella. ¿Me has oído? Tu reputación quedaría manchada para toda la eternidad si te vieran en compañía suya.

Bella no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida

-¿Mi reputación, Emmett? ¿No has visto mi vestido? ¿No has admirado mi destreza con las armas? ¿No me has regañado por montar a horcajadas? ¿No has estado en París y has visto mis pinturas? -El último comentario lo hizo moverse de manera incómoda-. Mi reputación es lo que es. No me imagino que pueda sufrir un abuso mayor

-Ser vista con Edward Masen la mancharía irremediablemente; cualquier otra cosa que hayas hecho se verá opacada en comparación. Créeme.

Bella desvió la mirada hacia el salón de baile, escudriñando a la multitud en busca de un hombre que fuese la personificación del vicio. ¿Pero cómo luciría un hombre así? ¿Estaría allí esa noche?

-Bella -empezó a decir Emmett con tono de advertencia-. ¿Se encuentra en el salón? ¿Lo ves?

-Maldición, ¿por qué tuve que abrir la boca? -Se pasó una mano por el cabello-. Aunque sea por una vez, ¿podría escuchar mi consejo?

-Estás empezando a hablar como mi padre.

-El pobre está asediado. Entre tú y tu madre... -Hizo una mueca.

-Ya lo sé. -Le sonrió ella amable-. Las mujeres Swan somos una irritación para los hombres.

El le devolvió una sonrisa torcida.

-¿Es por la sangre francesa?

-Oui, echémosle la culpa a la sangre francesa.

Con un gesto fraternal, ella le apartó un mechón de cabello de la frente.

- ¿Entramos ya?

El la cogió del codo en un gesto formal.

-Por favor, prométeme que no harás ninguna tontería.

Bella le confirió a su primo una mirada de ingenua Inocencia.

-¿Tontería? ¿Por qué lo dices, Emmett? ¿Cuándo he dicho yo alguna tontería?

Entonces él, con mirada afilada, le dijo:

-¿Quieres que empiece a enumerarlas? Podemos pasarnos aquí toda la noche.

-Tranquilízate, seré el brillante ejemplo de la rectitud moral.

-Pagaría un buen precio por verlo.-Entonces la miró con actitud de impartirle más consejos mundanos masculinos- Antes de entrar, hay algo más que debes saber sobre ¡Edward Masen!

-¿Más?

-Ella ya estaba sumamente intrigada. Aquella expresión tensa se volvió a dibujar en el rostro de él

-Él...

-¿Sí? -lo instó ella cuando vaciló.

-Él es un hombre mantenido.

Bella estaba segura de no haber escuchado correctamente.

-¿Mantenido?

-Por la marquesa.

Las palabras del primo cobraron sentido:

-¿Quieres decir que es el amante de Lady Denali?

Su respuesta fue un brusco movimiento de cabeza. Ese tema claramente lo irritaba, lo cual era ridículo.

-Este hombre parece muy emprendedor - meditó ella.

-¡Maldición, Bella! ¿Estás siendo terca a propósito?

-¿Por qué te irrita tanto este tema? Si la situación fuera al revés, ni te hubiera importado mencionarla. De hecho, los hombres se alían en circunstancias como esas, dándose palmadas en la espalda y brindando por su buena fortuna, haciendo abiertamente alarde de sus transgresiones, esforzándose en pensar (erróneamente) en que las mujeres no poseen la suspicacia suficiente para saber lo que ellos están haciendo.

Pero si una mujer quiere a un hombre con el mismo objetivo, entonces todo el mundo se queda boquiabierto y los hombres indignados colapsan las calles. Las mujeres terminan marginadas y expulsadas como leprosas. ¿No te suena eso un poco partidista?

Sin sorprenderse, el primo la miró con ceño fruncido, gesto que a Bella le recordó que era dueño de un cerebro masculino y, por ende, incapaz de interpretar el concepto de una mujer independiente y autosuficiente.

-Nosotros somos hombres -le dijo, como si aquello lo explicara todo-. Es distinto.

-¿Y cómo es eso? ¿Porque los hombres creen que ellos crearon el mundo? ¿Y que las mujeres son simples receptáculos de su lujuria?

-Leíste demasiados libros.

-Y eso nunca es bueno, ¿verdad? No para el delicado cerebro femenino.

-¿Por qué le das la vuelta a todo lo que digo?

-Porque lo que dices no tiene sentido.

Antes de que pronunciara alguna otra cosa absurda que pudiera indignarla hasta hacerla pegar un grito, Bella descendió las escaleras, casi sin esperar a que el lacayo anunciara su llegada.

Con delicadeza, Emmett la cogió del brazo y la llevó hasta el descansillo al pie de la escalera.

-Mira, lo siento. Sólo quiero que no te lastimen.

La rabia de ella se suavizó, aunque aquel seguía siendo un asunto espinoso para ella. ¿Cuándo llegaría el día en que los hombres vieran a las mujeres como compañeras para conversar, en lugar de verlas como máquinas para parir y engalanarse?

-Prometo que tendré cuidado -dijo ella, permitiéndose la necesidad que tenía él de protegerla-. Lo que sí creo es que Lady Rosalie está por allá, rodeada de al menos ocho caballeros. Dios mío, pero si parece un ángel.

El primo escudriñó el salón, detuvo la mirada cuando detectó a su joven amada, rodeada de hombres a ambos lados y con su madre que, con mirada de fuego del infierno, evitaba que se le acercaran demasiado.

El semblante ceñudo dibujado en el rostro de Emmett le dejó claro a Bella que la recatada señorita Rosalie significaba mucho para él. Claramente él se debatía entre quedarse escoltando a Bella y arrancarles la cabeza a los admiradores de la joven.

Con deseos de quedarse un momento a solas, Bella le dijo:

-Ve, Emmett. Yo estaré bien.

Su mirada de apuro se deslizó en dirección suya.

-¿Estás segura?

-Absolutamente. Será mejor que te des prisa. Veo a Lord King que está entrando. -Aquel fue el único impulso que el primo necesitó; atravesó el salón de baile.

Bella respiró aliviada. Ahora estaba libre para buscar al escurridizo Edward Masen. Aceptó una copa de champán de un sirviente que pasaba y se retiró hacia un costado del salón para observar a la multitud, esforzándose por invocar la imagen de un hombre de hazañas legendarias.

Curiosamente, la cara del armatoste que la había confrontado en los establos le vino a la mente; aquellos ojos oscuros, tan duros como el cuarzo, y esos cabellos que lucían tan espesos y suaves como piel de pez sable.

Y aquella terrible cicatriz. ¿Cómo se la habría hecho?

Sin duda habría sido provocada por la espada de algún esposo cornudo. El hombre era un grosero, que intimidaba a propósito, sin una pizca de caballerosidad debajo de aquel exquisito exterior (impresionante metro ochenta, calculaba ella y no menos de cien kilos de peso, todo sólido). Se descubrió buscándolo a él, extrañamente decepcionada al no verlo.

-Ahí estás, querida.

Bella se sobresaltó al escuchar una voz femenina. Se giró y se encontró a la anfitriona con toda la atención puesta en ella; cuando examinó el traje de Bella la expresión del rostro de la mujer era similar al de una máscara.

-¡Qué despampanante luces!

-Gracias. -Bella hizo su propio examen rápido de Tanya Denali. ¿Cómo sería tener bajo control a un canalla tan infame cuyo nombre circulaba por clubes y salones de igual calaña?

-Estos modelos parisinos son tan audaces... ¿verdad? -agregó la anfitriona, evaluando el canesú del vestido de Bella.

Cuando conoció a la mujer apenas aquella mañana al llegar, Bella había tenido poca oportunidad de distinguir el carácter de Lady Denali. Ahora que acababa de ser escudriñada, juzgada y etiquetada en un segundo, Bella supo que ella y la marquesa no serían amigas.

-Los franceses son más viscerales en su apreciación de la vestimenta -replicó Bella-. Ellos opinan que debe adornar modelar y realzar la imagen. -Su mirada punzante capto el atuendo de la mujer mayor. Aquel color borgoña oscuro contribuía poco en avivar la tez pálida de Lady Denali o en disimular su silueta que se estaba engordando.

La sonrisa de la marquesa se limitó sólo a mostrar los dientes.

-Supe por tu primo que eres aficionada al arte.

Bella dudaba de que Emmett hubiera usado esas palabras.

-Sí. Mi afición más reciente fue Marie Amelie d'0rléans.

La anfitriona quedó boquiabierta:

-¿La princesa Marie Amelie? ¿La hija recién nacida del rey Luis? ¿Esa Marie Amelie?

Bella asintió con la cabeza, apenada de permitirle a la mujer que la pusiera a su mismo nivel.

-Aunque no siento ningún tipo de aprecio por el rey, la gratificación ayudó a muchos orfanatos.

-¿Gratificación? ¿Quieres decir que recibiste un pago? -La mirada pasmada de Lady Denali expresaba claramente su opinión sobre el asunto.

Se suponía que las mujeres no ganaban su propio dinero. Se esperaba que fueran enteramente dependientes del hombre elegido para ello. Pero ya que el buen Dios amablemente la había premiado con dos brazos, dos piernas y un cerebro, ella no tenía intención de dejar que ninguno de esos miembros se atrofiara mientras esperaba a que un hombre dirigiera su vida.

-Sí -admitió Bella-, aunque también hago trabajos exclusivamente para beneficio propio.-Pinturas que nadie querría, debido a la temática. A la gente no le interesaba enfrentarse a diario con su propia miseria; era mejor ignorarla y hacer como que no existía.

-Con certeza tu familia no lo aprueba.

-Ah, sí. Lo aprueban. -Sobre todo su madre. Su padre simplemente toleraba su pasión por el arte, con la esperanza de que desapareciera y ella sentara la cabeza con algún lord completamente aburrido, de escasa inteligencia y que esperara que de ella saliera de sopetón un hijo tras otro, como una esposa sumisa.

Lady Denali examinó de nuevo a Bella, como si se hubiera perdido algún detalle en la primera inspección.

-Tal vez te permita pintar a Horacio.

-¿Horacio?

-Mi perro.

Bella se abstuvo de replicarle algo muy inapropiado para una dama. En cambio, le sonrió de manera indulgente y desvió la mirada hacia la multitud, más que preparada para deshacerse de la mujer. En ese momento hasta era capaz de darle la bienvenida a los paganos del establo.

Como leyéndole el pensamiento, la marquesa dijo:

-Me enteré del incidente en el establo. ¡Qué espantoso debió de haber sido para ti! Espero que no te hayas hecho daño.

-No corrí ningún peligro, siempre y cuando no me atravesara en el camino del verdadero amor.

-Khan es un bruto, lo admito, pero un semental espléndido.

Al igual que su dueño.

-Sólo necesitó un par de puntos, en una semana estará como nuevo.

El recordatorio de las heridas del semental hizo a Bliss caer en la cuenta de su desinterés por el estado del animal. Ella adoraba a los caballos y en Masen prácticamente había vivido en los establos desde pequeña.

La invadió la culpa. En general ella no era tan indiferente, pero había estado preocupada pensando en ojos turbulentos y cabellos desordenados. Luego había sido acosada por el dueño de esos ojos y esos cabellos, y no había habido otros pensamientos que la ocuparan, fuera de la furia, y aquel calor inquietante en la parte baja del vientre.

-Me disculpa, ¿verdad?

La marquesa hizo un gesto inclinando la cabeza.

-Por supuesto.

Bella se marchó de prisa y salió al balcón a tomar un poco de aire fresco. Nunca le habían gustado demasiado los bailes; sin mencionar que su primer baile oficial había sido un nefasto fracaso. Al año siguiente había evitado repetir la debacle. Ella sencillamente no encajaba con ese tipo de gente: las cosas que a ellos les interesaba no eran de su interés. Ella necesitaba estimulación, aventura. Un desafío.

Unos ojos verdes y una boca violenta y peligrosa se inmiscuyeron en sus pensamientos. Ahora había un desafío, un hombre que se rehusaba a ser domado.

El recuerdo de la mano enorme del desconocido sobre su brazo le provocó un estremecimiento en la piel, a pesar de que la noche era cálida y la ladera de la colina que llevaba a los establos atrajo su mirada. De repente, sintió inmensos deseos de ver a Ciara y Khan.

De repente, sintió la necesidad de estar en cualquier otro sitio menos allí.


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HOLA NIÑAS ESPERO QUE ESTEN DE LO MEJOR VALE LAS QUIER0 LA ACTU EL PROX SABADO SI SE PORTAN BIEN Y HAY BUENOS COMENTARIOS SUBO CAP EL MIERCOLES.

7 comentarios:

nany dijo...

hola me encanto tu cap
oye me encanta como es bella y por fis actualiza el miercoles

lorenita. dijo...

en serio..wow! tus historias son muy buenas,eres una buena escritora, sigue asi, aunque no tiene mucho tiempo que encontre tu blog, debo confesar que ya lei varias de tus historias en fanfic y me encantaron sobre todo pecado original y sera amor?, están geniales, tambien tus one shots como happy halloween..felicidades!

vyda dijo...

Definitivamente voy a ser fiel seguidora de esta historia, me muero por que Bella dome al insolente de Edward y se lo quite a la tonta de Tania u.u... jajajaja si ya se que comienzo a volar en mis ideas pero que quieres que haga, si esta historia ya me tiene mas que enganchada, nos leemos en el siguiente, besos...

nydia dijo...

Me encanta cada vez mas esta historia ,y muero x ver como el cambia su forma altanera hacia Bella...Sigue asi..Besos...

Cammy dijo...

aww! ya quiero que Bella le quite Edward a Tanya! es una pesada! y Edward un poco bruto! argg es igual a Khan!ya quiero el sgte! Besos!

Caresme dijo...

Una Bella muy moderna para su epoca , increible historia

Ana dijo...

Tanya es una perra... Mola esta Bella

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina