martes, 1 de noviembre de 2011

La novia robada del highlander capitulo 22

Capítulo 22
Bella levantó la mirada hacia la figura que se alzaba detrás del féretro. El pánico le hacía latir el corazón locamente. Se preparó para la lucha, pero luego, la persona se alejó de las sombras y le quitó el pañuelo de la boca. 
—¿Mike?
—En persona, mi niña. —Le sonrió con esa maléfica manera que le era tan característica— . Veo que estás en un poco de apuros, pero aquí estoy para salvar el día. —Comenzó a desatar la cuerda que le ataba las piernas y las muñecas.
—¿Cómo has llegado aquí? ¿Dónde está James?
—¿Presumo que te refieres a la persona que estaba merodeándote hace unos minutos?
—Sí, pero…
Mike la ayudó a sentarse.
—El hombre está muerto. Se me acercó con un cuchillo y me sentí obligado a devolverle el gesto, pero con los puños, como lo hacen los caballeros. Lamentablemente, cuando cayó hacia atrás, se rompió la cabeza con el borde del altar.
Deslizó las manos por debajo de las piernas de Bella y la alzó en brazos.
—¿Te ha herido? Estaré complacido de traerlo a la vida para volverlo a matar, si es así.
—Estoy bien —Bella le dijo, aún intentando comprender la noción de que su hermanastro estaba muerto—. ¿Estás seguro de que está…?
—Bastante. Te lo enseño, si quieres, pero quizás no es lo mejor tener un recuerdo tan truculento por el resto de tu vida.
—Gracias —dijo ella.
—Completamente innecesario. Vivo para servir. —Le guiñó el ojo, pícaro.
—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? Creí que habías huido con Jessica Trelawny.
—Por favor, no me lo recuerdes —murmuró—. Me enteré de tu secuestro por accidente.
Estaba en misión de robar comida de la despensa, cuando escuché voces en el patio y vi que alguien te llevaba en hombros. Pensando que mi hermano había desarrollado tendencias bárbaras, y por lo tanto intrigado más allá de la razón, los seguí… y aquí me tienes.
—¿Qué estabas haciendo en el patio? ¿Y dónde has estado estos últimos dos días? Creía que tú y Jessica estarían a miles de kilómetros de aquí a estas alturas.
—Contaba con ese razonamiento, sabía que este sería el último lugar donde los hermanos Trelawny buscarían. Calculé que estaríamos más seguros aquí durante unos días hasta que el alboroto hubiera pasado, luego podríamos escabullimos en la mitad de la noche. Una vez que los ánimos se hubieran aplacado por completo, habría enviado a la descarada de regreso al adorable seno de su alocada familia y acabar con todo.
Bella enarcó una ceja.
—¿De verdad?
—Por favor, no me mires así. Mi intervención con los Trelawny fue puramente en beneficio tuyo.
—No lo creo más que tú.
Mike arrugó el entrecejo; era evidente que no apreciaba el hecho de que ella había visto a través de su fachada.
—Ven adentro conmigo; estoy segura de que Edward te permitirá regresar.
—Un gesto noble, pero no estoy seguro de querer regresar. Otras cosas esperan por mí. — Jessica, quería decir. Sí que le importaba la muchacha.
—Entonces, creo que esto es un adiós, por ahora. Cuídate.
—Y tú también, dulce niña. Hazle sudar tinta a ese señor.
Bella rió mientras se alejaba hacia las puertas principales de la iglesia.
—No creo que te contendrás de contarle a mi medio hermano acerca de mi galantería, ¿verdad? —gritó Mike hacia Bella.
—Por supuesto que no —contestó ella, dándole un poco de su propia medicina al tiempo que salió al dulce aire nocturno—. Tus actos heroicos serán recordados con los mayores honores. Prepárese para ser un héroe, mi buen señor.
Bella fijó la mirada en el castillo Gray, y un anhelo repentino se apoderó de ella.
Necesitaba ver a Edward, sentir sus brazos a su alrededor.
Se levantó la falda, y corrió colina abajo.

—s–

Edward escuchaba voces mientras cruzaba el vestíbulo y se dirigía hacia la biblioteca. Al menos diez razones diferentes se le cruzaron por la cabeza de por qué dos de sus mejores amigos estaban en su casa en la mitad de la noche, ninguna de ellas era buena.
¿Habrían encontrado a Westcott? ¿Estaba el hombre encarcelado, o mejor aun, muerto?
Edward deseó con fervor que fuese una o la otra, puesto que solo así Bella encontraría paz.
También se marcharía.
Edward negó con un movimiento de cabeza para deshacerse del pensamiento. No la dejaría marcharse tan fácilmente. Una vez que ella no tuviese la carga del hermanastro persiguiéndola, quizás sea lo que sea que le estaba molestando se aliviaría también.
Permaneció de pie durante un momento en el umbral de la puerta de la biblioteca, observando a sus amigos. Anthony y Jasper estaban sentados en extremos opuestos del sofá, con lady Alice en el medio. Estaban mirando hacia el fuego, hablando con voces animadas, sin notar que él había llegado.
Jasper, más que nadie, era ahora un hombre casado. Lo último que Edward recordaba haber escuchado era que había llevado a Alice a algún lugar, y nadie les había visto ni había sabido de ellos en más de una semana. Eso sucedió poco antes de que Edward se haya involucrado en la vida de Bella.
Luego, estaba Anthony, el hijo menor del duque de Glenmore y completamente satisfecho de ser un libertino.
—Buenas noches, lord Manchester —murmuró una suave voz. Lady Alice lo observaba desde el otro lado de la habitación.
Jasper se puso de pie y sonrió, con una mirada de alegría en el rostro que Edward no le había visto en mucho tiempo.
—Dios santo, viejo, aún te mueves como un maldito fantasma. Espero que no hayas estado allí lo suficiente como para escuchar a Tremayne difamar tu carácter.
—Bravuconerías —respondió Anthony, dibujando una media sonrisa mientras se ponía de pie del sofá—. Gracias a Dios que lady Alice ha tomado la mano de este bárbaro. Quizás, tenga éxito donde los otros han fallado. —Y hacia Alice, dijo—: Tienes mi más profunda simpatía, miladi.
—Vete lejos, cabrón —gruñó Jasper alegremente mientras acercaba a su mujer a su lado— . La señora me adora. —La giró hacia él y le murmuró con ternura—. ¿No es así, mi amor?
—Sin duda. —Ella se inclinó para besarlo suavemente en la mejilla.
Edward se aclaró la garganta, despertando a la pareja de su mundo de fantasía.
Un débil rubor oscureció las mejillas de Alice cuando miró a Edward.
—¿Isabella está en la cama? No deseo despertarla, pero la he extrañado tanto.
—Ella te ha extrañado también —contestó Edward—. Parece que ustedes dos han tenido varias aventuras.
Los ojos de Alice se iluminaron con alegría.
—Supongo que sí.
—Sí, como dispararme en la pierna —rezongó Jasper.
Su esposa le sonrió con paciencia.
—Agradece que apunté mal.
—Estoy sumamente agradecido, amor. De otro modo, no estarías disfrutando la habitación como lo haces.
Una sensación de pura mortificación creció en el rostro de Alice, y le dio una sonora cachetada a su marido, quien rió.
—¿Quizás podríamos ocuparnos del tema del día? —Anthony dijo en tono gracioso.
—Díganme que se trata del hermanastro de Isabella —dijo Derek.
—Sí. Hace dos días, me enteré de su paradero. Parece que está de camino hacia aquí — contestó Jasper.
—No podría atravesar la puerta.
—Es lo que esperamos —dijo Jasper—. Pero teníamos que estar seguros.
—¿Estás seguro de que Isabella se encuentra bien? —preguntó Alice, evidentemente preocupada.
Lo primero que Edward pensó fue decir que sí, pero de hecho, nunca había llegado a su habitación para el encuentro.
—Imagino que estará durmiendo ahora —contestó.
—¿Cuándo la viste por última vez? —insistió Alice—. He tenido una sensación extraña todo el día, y solo necesito saber que está bien. Entonces podré respirar aliviada.
—Ven conmigo —Edward le dijo y se dirigió fuera.
Subieron las escaleras uno al lado del otro. Justo antes de que llegaran a la cima, la puerta principal se abrió. Miraron hacia abajo y vieron a Bella entrar, con los pies desnudos y desalineada, la cabellera era una masa salvaje que se le derramaba por la espalda.
Edward descendió las escaleras de a dos escalones por vez y le tomó los brazos con las manos.
—Dios mío, ¿qué sucedió?
—Estoy bien. Santo cielo, es incalculable cuantas veces he dicho esas dos palabras desde que me marché de Londres. Pero estoy agradecida de poder seguir diciéndolas. —La mirada de Bella se desplazó alrededor del hombro de Edward y arrugó el entrecejo—. ¿Alice? — Parpadeó—. ¡Alice!
Bella se liberó de Edward y la rodeó, catapultándose para reunirse con su amiga. Las mujeres se abrazaron y lloraron.
Cuando las dos finalmente se separaron, Bella le preguntó a Alice:
—¿Qué estás haciendo aquí? Lo último que escuché fue que te habías marchado con el señor Whitlock. No pude averiguar nada. Estaba tan preocupada.
—Debería disculparme por eso. —La voz de Jasper se oyó al tiempo que se desplazaba por el salón—. Recluté a tu amiga por la fuerza injustamente. Espero que puedas perdonarme, considerando que he hecho de ella una mujer de honor al final.
La mirada de Bella retornó a Alice, quien agregó un poco avergonzada:
—Bella, ¿puedo presentarte a mi esposo?
Ella la miró fijamente durante diez segundos completos, y luego se lanzó a los brazos de Alice una vez más.
—¡Qué maravilloso! Sabía que eran el uno para el otro desde el primer día.
—Sé que siempre he dicho que serías mi dama de honor —dijo Alice—, pero todo sucedió tan rápido. Espero que puedas perdonarme.
Bella apretujó la mano de Alice.
—No hay nada que perdonar. Estoy muy feliz de que estés aquí. Te he extrañado con desesperación.
—Y yo a ti. Ahora, dime, ¿qué ha estado sucediendo? ¿Por qué estabas fuera, y descalza?
—Oh, sí… eso —dijo Bella. Sorprendentemente, se había olvidado de lo que acababa de sucederle—. Pues bien, fui secuestrada.
—¿Qué? —gritó Edward.
—¿Quién? —demandó saber Jasper.
—¿Cuándo? —insistió Anthony.
—¿Otra vez? —dijo Alice, la única voz calma del grupo.
Bella suspiró.
—Sí, y se está volviendo muy agotador. He comenzado a creer que tendré que acampar en el salón de desayuno si quiero dormir toda la noche. Mi habitación se ha convertido en un lugar al que uno va si no tiene deseos de dormir efectivamente.
Edward gruñó con impaciencia al tiempo que tomó a Bella de los hombros y la giró para enfrentarla.
—¿Quién te ha secuestrado?
La miró fijamente.
—Pues, James, por supuesto. ¿Quién si no?
—Quién si no, pregunta ella —murmuró Edward, a lo que Anthony negó con un movimiento de cabeza.
Al ver a la nueva persona en el grupo, Bella sonrió.
—Hola.
—Hola —contestó Anthony, regresándole la sonrisa—. Me alegra verla de regreso ilesa, miladi.
—Gracias…
—Lord Anthony Tremayne —completó Jasper—. Un bueno para nada y ocasional filántropo, siempre y cuando la filantropía esté dirigida hacia él mismo.
En el tono más calmado que Edward pudo reunir, dijo:
—Isabella, ¿dónde está Westcott? ¿Está aún aquí o ha huido?
—Se ha ido.
Edward maldijo por lo bajo.
—¿Cómo es posible que el tío haya entrado y salido del castillo sin ser detectado? Mis hombres responderán por esto.
—Milord —Bella dijo, intentando captar su atención.
—Doblaré mis hombres. No, ¡los triplicaré! No volverá a entrar aquí sin una bala entre los ojos, te lo prometo.
—Milord —intervino Bella con más fuerza.
—Perseguiré al viscoso gusano hasta encontrarlo. No me hará ver como un estúpido de nuevo.
—¡Milord! —casi gritó Bella, sin paciencia.
Giró para enfrentarla, con el ceño arrugado.
—¿Qué?
El hombre podía ser tan bruto a veces.
—Yo sé cómo James ingresó. —Odiaba tener que decirle acerca del pobre Carew sin rodeos, pero no tenía más remedio—. Parece que tomó el lugar del cuerpo de Carew en el ataúd.
—¿Tomó su lugar?
—Quitó el cuerpo en Londres, hizo un agujero pequeño para respirar, y viajó hasta aquí en ese lugar. —Con voz suave, agregó—: Lo lamento mucho. Carew no se merecía un final tan innoble.
Edward permaneció de pie, inmóvil, el rostro parecía haber perdido un poco de color.
Bella posó una mano sobre el brazo de él para confortarle. Finalmente, Edward levantó la mirada y la expresión en los ojos era asesina.
—¿Dónde está el bastardo?
—En el vestíbulo de la iglesia.
—¿Te ha herido?
—No. —No tenía sentido contarle del terrible susto que pasó, o del horror que aún sentía, al pensar que terminaría enterrada viva—. Simplemente me tomó por sorpresa. Un segundo después, me desperté en el ataúd.
Tres pares de ojos la miraron fijo.
—¿Te colocó dentro del féretro? —lord Tremayne preguntó con un tono incrédulo.
—Sí —Bella luchó para contener un escalofrío.
—¿Cómo has logrado escapar? —preguntó Alice.
—Aunque no fue por mérito propio, me temo. El hermano de Edward estaba más cerca de lo que todos creíamos.
Edward arrugó el entrecejo.
—¿Mike? ¿Qué hizo ese sinvergüenza?
—Lo vio a James cargándome y nos siguió. Cuando Mike entabló una pelea con mi hermanastro, James cayó hacia atrás contra el borde del altar. Está muerto.
—Entonces, ¿dónde estuvo Mike todo este tiempo? —preguntó Alice.
—En una antesala que decía que un grupo de paganos utilizaban para rituales secretos hace cientos de años.
—Mi padre hizo construir esa «antesala secreta» cuando se convirtió en señor de estas tierras —dijo Edward—. Pensaba que era divertido hacerle creer a la gente estúpida que el castillo tenía una historia macabra.
—Parece que tu hermano tiene mucha imaginación —comentó Alice, divertida—. Me agradaría conocerlo.
Bella echó una mirada en dirección a Edward.
—Está en una pausa extendida en este momento.
Edward giró la mirada hacia Alice.
—¿Podría convencerte de que llevaras a Isabella de regreso a su habitación? Necesita descansar.
El pedido, hecho sin emoción alguna, fue como un golpe para Bella. Edward la quería fuera de la vista. Era evidente que le había causado demasiados problemas y quería terminar con todo.
Alice asintió con un movimiento de cabeza.
—Por supuesto, milord.
Edward giró sobre los talones, luego se marchó ofendido hacia la oficina y cerró la puerta ruidosamente tras él.

2 comentarios:

sory78 dijo...

Estuvo genial me encanto... parece que Mike si puede hacer cosas buenas y Edward esta celoso...

Vianey dijo...

Siempre con los malos entendidos o con los celos, jaja me encantan.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina