APUESTA POR UN AMOR
FORKS
Todos hablaban de ello, una nueva familia llegaba al pueblo,
acababan de comprar la hacienda del señor Tanner, por lo cual debían ser muy
ricos, nadie los ha visto, nadie sabe quiénes son, lo único que se sabe es que
son muy ricos.
—No andes de chismosa Ángela— La reprendí.
Acababa de llegar del río, y seguía pensando del baño de
ayer en la cascada, sentí como si alguien me observara pero no había nadie ahí.
Pero no estaba loca, claramente sentí la mirada de alguien clavada en mi
espalda.
—Hay Bella pero yo sólo repito lo que oí— me dijo con una
risita, Ángela era un tanto… comunicativa.
— ¿De qué hablan? — dijo mi hermano entrando.
James seguramente venía de la cantina del pueblo, como
siempre, no sé porque los hombres solucionaban todo bebiendo.
—De los recién llegados al pueblo— le contestó Ángela.
—Chismes de viejas—dijo él restándole importancia.
—Pues por lo menos no andamos gastando el poco dinero que no
tenemos— le dije molesta. Había que pagar a los peones, comprar abono, comida,
y él gastando lo poco que teníamos.
—Ya vas a empezar— dijo él.
—James por favor— le dije—. ¡No tenemos dinero, no gastes lo
poco que hay!—dije acercándome a él.
— ¡No somos pobres, Bella!— dijo mirándome fijamente.
—Pero tampoco ricos—le dije—Papá está enfermo, y tenemos
muchas deudas.
—Ya veré que hacer— dijo sirviéndose un vaso de whisky.
—Hermano por favor, no bebas más— le dije mientras tocaba su
hombro.
— ¡Beber es lo único que me ayuda a olvidar que estamos
sumidos en deudas!, ¡que estamos prácticamente en la ruina Bella!— dijo él
estrellando el vaso contra el piso, Ángela profirió un grito asustada y yo me
acerque a mi hermano.
—Nada se resolverá tomando, James.
— ¡Para ti es fácil!, ¡No haces nada más que lucir bonita!
—Eso no es verdad, trato de hacer lo que puedo por la
casa—le respondí, Dios sabe que lo hacía, era la primera en levantarme y la
ultima en dormir, todo los días recorría la hacienda ayudando en lo que podía.
—Tal vez deberíamos vender la hacienda, los Tanner lo hicieron—
me dijo mirando por la ventana.
— ¡No! ¡No me importa lo que tengamos que hacer, pero no voy
a perder el único recuerdo que nos queda de mamá! — le dije antes de salir
corriendo, caminé por toda la casa hasta llegar a mi habitación a la cual entre
después de dar un portazo, me tiré en la cama a llorar. Lloré por todo los
males que nos embargaban, por no ser capaz de largarme y dejarlo todo. Estaba
abrazada a mi almohada cuando escuche como tocaban la puerta.
—Adelante—susurré.
—Bella, te busca el joven Jacob— dijo Ángela tocando la
puerta de mi habitación. Jacob pensé.
—Dile que ahora voy— le contesté.
—Claro Bella—me respondió Ángela del otro lado de la puerta.
Me levanté de la cama y me cepillé el cabello, mis ojos ya
no lucían tan rojos como hace rato. Me vi una última vez en el espejo antes de
salir de mi cuarto. Caminé por los pasillos de la gran casa hasta llegar a la
sala, ahí estaba parado el hombre más lindo del mundo, Jacob, mi sol personal.
El sonrió cuando me vio.
—Jacob— le dije corriendo abrazarlo, él me rodeó con sus
brazos, yo hundí mi rostro en su pecho, sentí como acariciaba mis cabellos.
— ¿Qué pasa Bells? —Me preguntó.
—Te extrañe— le dije.
—Me encantaría creer que estas así por qué me extrañaste
pero hay algo más ¿Verdad? — me conocía demasiado bien.
—Sí— le contesté.
— ¿Quieres contarme? —me dijo.
—No quiero agobiarte con mis problemas— le dije, tenía
suficiente con los suyos.
—Tú nunca me agobias Bells, tus problemas son los míos— me
dijo.
—Los acreedores dicen que sólo tenemos un mes para pagar el
préstamo, sí no lo hacemos, se quedaran con las hectáreas cercanas al río— le
dije.
— ¿Qué dice James?
— ¿James? —Bufé— James no dice nada, se la pasa en el bar
del pueblo tomando y jugando cartas— le dije sentándome, él se sentó junto a
mí.
—Lo siento—dijo consolándome y pasando un brazo por mis
hombros para acercarme más a él.
— ¡No podemos perder estas tierras Jacob, no puedo, son lo
único que queda de la historia de mi familia, mi madre adoraba este lugar!—
dije mirando sus orbes negras, eran tan negras como la noche, pero tan cálidas
como el sol, mi sol personal.
—Tranquila, algo podremos hacer— dijo acariciando suavemente
mi mejilla.
—No hay nada que hacer Jacob, a menos que tengas medio
millón— le dije tratando de bromear.
—Sabes que sí lo tuviera te lo daría— dijo serio.
—No tienes ni que decirlo, ya lo sé— le contesté besando su
mejilla.
—Tengo algo para ti— me dijo tomando un paquete del sofá y
tendiéndomelo.
—Gracias— le dije.
—Ábrelo espero que te guste, Rachel dijo que si te gustaría
pero…
—Seguro que me gustará— lo interrumpí, rompí la envoltura
que lo cubría y abrí la caja, dentro había un hermoso vestido con cuello en
"V" de color azul, me llegaba hasta las rodillas.
—Es precioso— le dije.
—Qué bueno que sea de tu agrado— contestó con una sonrisa
adornando su rostro, él era tan guapo, siempre había estado medio enamorada de
Jacob Black.
—Pero no debiste gastar— le reproché.
—Ya deja eso, que ni fue tanto— me dijo riendo.
—Gracias Jacob, muchas gracias, lo usare en la feria del
pueblo— le dije.
—Sí, ya me contó Rebecca que te comprometió en el puesto de
los besos— dijo riendo.
—Ni lo menciones, no sé cómo acepte— le dije sonrojada. —No
quiero besar a una fila de borrachos—me quejé
—Bueno, yo estaré en la fila esperando por mi beso— dijo
viéndome con sus grandes orbes negras.
—Tonto— le respondí con una sonrisa en los labios.
—Tú sabes lo mucho que te quiero Bella, y nada me haría más
feliz que aceptaras ser mi novia, sé que no tengo nada que ofrecerte salvo mi
amor pero…
—Jake, tu sabes que yo también te quiero y mucho, y me
gustas, pero ahora no estoy como para tener novio, tengo demasiadas cosas en la
cabeza, y ya sabes que a mí no me importa el dinero, nunca me ha importado,
pero ahora necesito concentrarme en esto, de eso depende el futuro de la
hacienda y el de mi padre— le dije
—Te entiendo— me dijo. —Pero se esperar— añadió con una
sonrisa la cual correspondí, nada me gustaría más que decirle si.
—Te quiero Jake— le dije abrazándole. El besó mi frente.
—Nos vemos por la tarde en la feria— me dijo antes de irse.
Lo vi salir por la puerta y me quede ahí parada en medio de
la sala con el vestido entre las manos.
—Vaya, bonito vestido— dijo mi hermano haciendo acto de
presencia.
—Gracias— le dije.
— ¿Así que no debemos de gastar lo poco que tenemos? ¡ehhh!—
dijo riendo.
—Es un regalo, no gaste nada en el— le dije guardando el
vestido en la caja y tomándola entre mis manos.
—Regalo ¿De quién? — preguntó sentándose en el sofá y
subiendo los pies en la mesa.
—De Jacob, regresó hoy de la capital— le dije.
—Así que el peón te trajo un regalo.
— ¡No es un peón, es el capataz de la hacienda!—le dije
molesta, no me gustaba que despreciara a la gente, me molestaba mucho, pero era
algo que aprendió del tío Marcos.
—Como sea, no me gusta que te dé regalos— dijo
—Pues lastima— le dije caminando rumbo a la habitación pero
me detuvo su voz.
— ¿Iras a la fiesta del pueblo? — me dijo.
—Sí, Rebecca me comprometió en un puesto— le dije mirándolo.
—Que bueno, llego un nuevo hacendado al pueblo, deberías
conocerlo— me dijo.
— ¿Qué? — le pregunté.
—Lo que oíste, ya que no te gusta Mike Newton, pues debes
conocer más gente para dejar de andar pensando en el peón— me dijo— Aparte
saldaríamos muchas deudas.
— ¡No soy ganado para que me vendas!— le dije molesta
girándome y caminado a mi habitación.
Me encerré dando un portazo. ¡Idiota! Pensé, ¿cómo me decía
semejante cosa? ¿Venderme?, ¡jamás! eso lo hacían las putas, ¡y yo no lo soy!
Traté de tranquilizarme, respira Bella, me dije, recuerda la única razón por la
que sigues aquí, es tu padre, tu padre y Jacob.
—Jacob—susurré, me encantaría ser su novia, mirarlo todos
los días como algo más que mi amigo, pero por el momento era imposible, la
hacienda requería toda mi concentración. Así que tome un gran respiro, tenía
que arreglarme para la fiesta del pueblo.
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EDWARD
—Señor, ¿Dónde quiere que dejemos esto? — me preguntó
Demetri el capataz de la hacienda.
—En el estudio por favor—le dije
— ¡Hermanito, hermanito!— gritó Alice bajando las escaleras,
para tener veintiuno años era muy infantil al igual que Emmett de veinticuatro,
dos años menor que yo.-¡Edward!-grito al final, rode los ojos por su
infanteleria.
— ¿Qué pasa Alice?
—Hay una fiesta en el pueblo, me lo dijo María la muchacha—
dijo sonriente
—Sí es verdad, no lo recordaba— hace tantos años que me fui
que no tendría por qué, pensé para mí.
—Iremos verdad, di que sí— me dijo haciendo su habitual
pucherito.
—Claro Alice, claro que iremos— Subí a mi habitación a
ducharme y no pude evitar recordar, mientras el agua descendía por mi cuerpo la
tarde de ayer.
Hace apenas una semana que nos mudamos,
así que me fui a recorrer los alrededores de la hacienda, estaba montando mi
caballo favorito "Trueno", hacía mucho calor y decidí parar para
darle de beber agua al caballo, sí mi memoria no fallaba tanto, cerca de donde
estaba había una pequeña cascada, así que me bajé del caballo y caminé con él
hasta la cascada y en efecto la encontré después de un rato, pero lo que no
esperaba encontrar era a aquella chica, su cuerpo está sumergido por completo
en el agua, sólo se podía observar su cabeza, estaba nadando, a un lado del
pequeño lago que se forma al final de la cascada estaba una yegua blanca junto
con sus ropas, pensé en irme pero ese pensamiento se evaporo cuando se paro
debajo del chorro de agua y saco su cuerpo de esta, podía ver su perfecta
espalda blanca, sus largas piernas, sus manos, sus pechos, ¡Dios! Sus pechos se
veían demasiado apetecibles, redondos y firmes con dos piedrecillas adornando
la punta de un color chocolate, me quedé cómo un imbécil ahí parado, viendo
como tallaba su cuerpo, poniéndome duro con sólo verla, estuve tentado a
meterme en el lago, pero no lo hice, no quería que me acusaran de violador. Así
que la observe hasta que ella giro su vista, me había escondido entre los
arbustos por lo cual era imposible que me viera, pero era como si ella
estuviera buscando algo, su rostro era dulce, se veía muy joven, su tez blanca
tanto como la mía, su cabello largo y café pegado a su cuerpo, sus ojos
marrones. ¡Era hermosa! Y debía ser mía.
Recordando eso comencé a acariciar mi duro miembro, imaginé
que era su mano la que lo hacía, era estúpido ni siquiera sabía su nombre, pero
no podía dejar de pensar en ella, desde que la vi.
Me imaginé que eran sus labios carnosos los que estaban
alrededor de mi miembro besándolo y chupándolo con ansias, moví mi mano más
rápido, más rápido, hasta que sentí como mis músculos se contraían hasta que me
liberé en un gran orgasmo. Cerré la ducha y envolví una toalla alrededor de mi
cintura, al entrar a la habitación me encontré con Tanya, la prima del capataz,
ella me dedicó una mirada lasciva, cargada de libido y lujuria, tenía que
aceptar que no estaba nada mal, y ¿a quién le dan pan que llore?
— ¿Necesita algo señor? — dijo ella con un doble sentido que
capte perfectamente.
—Sí, a decir verdad— le dije acercándome, ella toco mi pecho
y descendió sus manos hasta topar con la toalla, la cual desanudó y me empujó a
la cama, me senté mientras ella se ponía de rodillas para después meterse mi
miembro en su boca, Tanya no era una muchachita nada inocente, era de las pocas
del pueblo que ya habían tenido experiencias previas al matrimonio, una churnia
como les llamaban, trabajó muy bien el movimiento de su lengua alrededor de mi
miembro, era por así decirlo "talentosa". Cuando terminó la hice
salir de la habitación dejándole claro que no pensara cosas que no eran, ella
asintió y me sonrió.
—No se preocupe señor—había dicho—Eso sólo fue algo así cómo
una bienvenida—sonrió y salió de mi cuarto cantoneando las caderas.
— ¡Edward!—dijo mi hermana tocando la puerta
insistentemente—. ¡Date prisa, el auto ya estás listo vámonos!
Bufé, no había nadie más molesto que mi hermana.
—Ahora salgo Alice—le dije, termine de abotonar mi camisa y
salí de la habitación, Alice estaba dando saltitos por la sala, Jasper sonreía
y trataba de mantenerla quieta, una verdadera misión imposible.
—Anda Edward mueve tu trasero, la feria ya debió haber
comenzado—rodé los ojos.
—Debí dejarte en la ciudad—le dije y ella me saco la lengua.
—Soy tu hermana favorita—me dijo.
—Sera por qué eres la única que tengo—completé y ella
sonrió.
Nos tomo casi media hora llegar al pueblo, los caminos eran
empedrados, pero me gustaba este lugar, el aire limpio sin rastro de
contaminación, las callejuelas con personas caminando tranquilamente, los
locales al aire libre, algunas carpas cubriendo el área de comida, caballos
atados a los arboles, sí este era mi lugar.
La camioneta aparco cerca de la plaza principal, se
apreciaba el bullicio, Alice bajo del auto de un brinco como si fuera una niña
pequeña, rápidamente tomó a Jasper de la mano y lo arrastró hasta los puestos,
le encargue la camioneta al chofer y fui tras de ellos, había diferentes
puestos, los artesanales eran sin duda de los que más llamaba la atención, las
hermosas cazuelas y vasijas hechas de barro, los cantaros para el agua, la
gente caminaba de cada lado viendo los puestos, la carpa de la comida estaba
llena, desprendía un olor delicioso, mejor que todos los restaurantes de la
ciudad.
— ¡Edward cómprame un helado!—dijo Alice, mi pequeña
hermana, asentí.
—Edward—dijo Emmett palmeando mi hombro
—Pensé que no llegabas—le respondí
—Claro que no—dijo él—sólo que Rose tardo casi un siglo en
ponerse unas botas—rió y su novia le dio una mirada fulminante.
—Edward—replicó Alice
—Vamos por el helado—le dije—no sé para qué tienes novio sí
todo lo tengo que pagar yo.
— ¡Oye!—se quejo Jasper — ¿No viste la cuenta de las compras
que realizo antes de venir?—preguntó.
—Sigo aquí esperando mi helado—dijo Alice impaciente.
—Vamos enana—le dije y caminamos hacia el puesto de helados.
—Quiero una nieve de tequila—pidió Alice, de hecho todos
pedimos una, sabía deliciosa, la crema mezclada con un ligero toque de tequila
era una completa delicia, le extendí un billete al vendedor.
Cuando iba a dar el primer bocado al helado la vi, parecía
un ángel, venia flanqueada por dos chicas, ella caminaba con tal gracias como si
fuera una bailarina, sonreía y saludaba a todos, lucía hermosa en ese vestido
azul, su reboso estaba enredado entre sus brazos, por una fracción de segundo
me miro y sonrió, yo sonreí en respuesta.
—Edward—me llamo Alice.
— ¿Qué? —le dije.
—Tu helado esta en suelo—lo miré y así era, pero ¿A quién le
importa? ella junto con las otras dos chicas pasaron a nuestro lado, ambas
rieron y ella se sonrojó, me quede como estúpido mirándola, y cuando había
avanzado lo suficiente se giró y me miró por sobre su hombro, sonrió y luego
continuo su camino.
—Bonita en verdad—dijo alguien a mis espaldas.
— ¿Ah? —sé que soné como retrasado pero ¿Cada cuánto tienes
la oportunidad de ver a un ángel?
—Isabella—dijo él—Isabella Swan, aunque prefiere que la
llamen Bella— dijo Demetri mi capataz—Es la hija de Charlie Swan.
—Bella—repetí.
Ese nombre le iba a la perfección. Sonreí, el pueblo ahora
me gustaba más que antes, tal vez era hora de sentar cabeza como decía la tía
Esme. Sólo tal vez.
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