CAPÍTULO 5
Esme se acurrucó junto a Carslie, mientras yacían en su cama. Tenía su
brazo alrededor de ella, y su rostro se apoyaba en su pecho musculoso. Estaba absolutamente exhausta de la "fiesta" de la noche anterior.
El hecho de haber tenido sexo con tres hombres, había volado su
cabeza.
Pero ahora estaba abrazando al hombre con el que ella realmente quería estar.
Olía tan bien, tan masculino.
Después
de que se había desvanecido la noche pasada, había despertado en los brazos de Carslie
y Emmet y Aarón se habían ido. La había ayudado a vestirse y habían ido
directamente a su casa. Se sentía como borracha, como si hubiera bebido demasiado, y no había consumido nada con alcohol.
Una vez que llegaron a casa de Carslie se dieron un baño de
lujo
y luego la metió en la cama, sus enormes brazos envueltos
alrededor de
ella, abrazándola con
fuerza. Los olores de la ropa de cama
limpia y
el jabón del baño de la noche anterior eran reconfortantes y junto con el olor masculino de Carslie, la hacían sentir como si estuviera en casa.
—Buenos días, cariño—, dijo Carslie con voz ronca mientras apretaba los labios en su cabello.
—Si, buenos—. Se acurrucó más cerca y descubrió que podría ser una
mañana muy buena si el tamaño de su erección era una indicación.
Carslie bombeó sus caderas, frotando su polla contra su vientre, y ella
dio un suave gemido. El correspondió con un fuerte gruñido cuando la
puso sobre su espalda y se deslizó entre sus muslos. Estar sobre su espalda hizo que su
culo quemara deliciosamente por los azotes de la noche
anterior, sumándose al calor húmedo en su coño.
Él acarició la curva de su cuello.
—Me gustaría poder follarte sin nada entre nosotros—,
murmuró. Estaba tomando la píldora,
pero nunca tomaba riesgos, sin importar lo mucho que confiara en un hombre. No hasta que ambos fueran plenamente examinados.
Carslie metió la mano
en el cajón de su mesilla de noche y sacó
un
paquete. En un momento había revestido su erección y se dirigió directamente a ella antes de que tuviera la oportunidad de prepararse para
llevarlo dentro.
Con un fuerte jadeo, ella arqueó su espalda y envolvió sus muslos alrededor de sus caderas. Él bombeó su polla duro y rápido
y Esme dio gritos suaves con cada golpe.
La sensación de tenerlo dentro de ella y la quemazón continua de su culo y los muslos, la condujeron
más y más cerca de un poderoso clímax.
Esta vez,
dejó que la energía se
disparara a través
de ella, hasta sentir un hormigueo en cada terminación nerviosa de
su cuerpo. Profirió un grito largo y Carslie
la siguió momentos
más tarde con un fuerte gemido,
unos
pocos golpes más de sus caderas y el pulso de su polla dentro de su núcleo.
Carslie se hundió en su contra, pesado, pero bienvenido. Esme dio un suspiro de satisfacción y él levantó la cabeza y le dio una sonrisa sensual. Su cabello
rubio estaba
desgreñado, sus ojos azules con los párpados pesados, los músculos acordonados y poderosos mientras
se apuntalaba por encima de ella y tenía una sombra
de una barba. Nunca había visto a alguien tan sexy como estaba él en ese preciso momento.
* * * * *
Fue sólo cuestión de días antes
de que Carslie supiera que estaba locamente enamorado de Esme.
¿Amor a primera vista? Siempre
había pensado que eso era pura mierda. Ahora ya no podía imaginar la vida sin ella y su personalidad dulce, los colores siempre cambiantes de sus ojos color avellana y el cabello rojo fuego.
Tan elegante y refinada durante
el día, y tan caliente y desenfrenada por la noche.
Había tenido un montón de relaciones, sobre todo de usar y tirar, donde él y la mujer tenían una aventura y se separaban de manera amistosa. Nunca había querido más que eso. Había muchas mujeres bonitas
para
disfrutar como para estar atado a una.
Mientras miraba por la
ventana de su oficina se
preguntó que estaría
haciendo Esme en ese momento. Habían decidido que no
era una buena idea
que los dos trabajaran juntos.
Estarían haciéndolo como conejos todo el tiempo. Se frotó el pene a través
de sus pantalones. Ese conejo rosa con el tambor no tenía nada que
ver con ellos1 .
El cielo estaba nublado, amenazando con llover como lo estuvo el día en que había
entrado en su despacho. ¿Qué hacía? ¿Una
semana? ¡Dios! parecía que habían pasado meses en lugar de días.
En ese mismo momento, ella todavía estaba trabajando de
consultora para la empresa en la que su contrato
estaba
a punto de agotarse la semana próxima. Ella
le había dicho que, a menudo entre los empleos, se había tomado tiempo libre, por lo general sus
contratos eran
lo bastante lucrativos
como para poder permitírselo.
Él sólo tenía que convencerla de que se tomara ese tiempo libre ahora y pasarlo con él, en lugar de
gastarlo en busca de un puesto a
tiempo completo, o incluso otro contrato de trabajo.
No había tomado unas vacaciones en quién sabe cuánto tiempo,
y tenía un personal eficiente que podría prescindir de él durante un par de semanas. Infierno, un mes, incluso.
Sacó su teléfono celular
fuera de su funda y pulsó el número de marcación rápida
en que había programado el celular de Esme.
Ella respondió al tercer timbrado, su voz baja y
sin aliento mientras decía, —Hola, Carslie—, con su sexy voz de “fóllame” que lo ponía más duro que nunca.
Se ajustó
la furiosa
erección a través
de sus pantalones. Podía imaginarla en su oficina ahora, de rodillas, chupando su
polla.
Carslie la imaginaba dando vueltas un mechón de su pelo rojo alrededor de un dedo.
—Mirando a la pantalla del ordenador y pensando en ti.
Un gemido
se levantó en su garganta que apenas contuvo.
—¿Y qué estabas pensando?
—Acerca de arrodillarme delante de ti en tu oficina,
con todo tu personal del otro lado de la puerta—. Sus palabras lo hicieron sollozar de nuevo. —Sería tan caliente el hecho de saber que no tendrían idea de lo que estamos haciendo… o tal vez estarían tratando
de adivinar si me estoy tirando a su jefe.
—Estás siendo una chica muy mala, Esme—. No podía dejar de
frotar su erección a través de sus
pantalones. —Burlarte de mí solo hará que
seas castigada.
—¿Quién, yo?—, dijo ella y él la imaginaba haciendo todo lo posible para parecer inocente.—Nunca me burlaría de ti acerca de querer que vengas
aquí,
donde estoy trabajando,
y me lo hagas en la trastienda.
—Oh, definitivamente creo que te
has ganado un castigo... o dos—. Se inclinó hacia adelante jugando con una pluma sobre el escritorio. —¿Algún plan para el primer par de semanas en febrero?
Se la imaginó metiendo un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Bueno, no.
—¿Qué dices sobre
esquiar en Colorado?— Para su sorpresa, en
realidad se sentía nervioso
por preguntarle y por cuál podría ser
su respuesta.
Una pausa.
—Yo, bueno... no sé esquiar.
Él sonrió. No estaba diciendo que no.
—Te voy a enseñar, cariño.
—Tengo un miedo de muerte a cualquier cosa rápida, Carslie.
—Pista de esquí para conejitos1 , —dijo pensando en ese conejo rosa de nuevo y
casi rió. —Vamos a mantener la cosa lenta y fácil hasta que estés lista para avanzar más rápido.
Al igual
que en su relación. Cero a cien en cuanto a su corazón
concernía, pero sabía que tendría que ir más lento con ella.
—Claro—, dijo después de otra pausa, y dejó escapar un suspiro de
alivio. —Pero te
advierto de antemano que no soy loca por la nieve.
—¿Qué hay de chocolate y palomitas de maíz sobre una alfombra de piel de oso delante de una chimenea caliente?
Ella se echó a reír.
—Bueno, la idea definitivamente tiene sus ventajas.
—Bueno. Voy a hacer los arreglos necesarios—, dijo antes de que ella le tirara un beso por el teléfono y él sonrió
como un tonto.
* * * * *
Una bola de nieve explotó en la cara de Carslie y se limpió la
nieve
helada de sus ojos con el dorso de su mano enguantada.
—Jovencita—, dijo con una sonrisa, el calor en su pecho calentando cualquier enfriamiento
que la nieve pudiera causar. —Tendrás que pagar por ello.
—Sí, bueno, yo
era el tackleador de
primera ofensiva—, dijo justo antes de lanzarse por ella y
abordarla en un banco de nieve.
Esme reía nerviosamente mientras se retorcía debajo de él y
trataba de liberarse.
Mientras la miraba, ella le quitó el aliento. Sus mejillas rosadas por el frío, los labios de rojo, y
sus siempre cambiantes ojos de
color avellana casi azules como el cielo.
Más nieve se
estrelló contra el costado de su cabeza y se echó hacia atrás para ver que se había aprovechado de su lapsus y le dio bien con un
puñado de nieve.
Se retorció y se rió un poco más, pero aguantó y tiró de ella hacia abajo de modo que estuvo debajo de él de nuevo y tenía
sus manos enguantadas clavadas
sobre su cabeza en la nieve.
—Oye, no es justo—, dijo con un brillo en sus ojos.
—Todo vale en el amor y en la guerra—, dijo,
mientras comenzaba a hacerle cosquillas a
través de su chaqueta de esquí, debajo de
los brazos. Había descubierto que era extremadamente cosquillosa.
Esme se rió y gritó mientras luchaba en contra de su agarre.
—Noooooo—. Ella se reía tan fuerte que apenas podía hablar.
—Ese es tu primer castigo—, dijo mientras Esme reía tan fuerte que estaba teniendo dificultades para respirar. La dejó y detuvo las cosquillas
para que pudiera recuperar el aliento.
Su respiración subía y
bajaba por debajo de su chaqueta de esquí.
—¿Por q…q…qué? — Sus labios estaban
empezando a ponerse morados por el frío. Él se haría cargo de
eso.
En lugar de responder, la besó lentamente, dejando que su boca le
calentara los labios antes de besarla
más profundamente. Esme suspiró en su boca y su cuerpo se relajó. Liberó sus labios y
le tomó la cara entre sus manos enguantadas, aún sosteniéndola
para poder tomarla más a fondo.
Su pantalón de esquí estranguló su pene y apretó sus caderas entre sus muslos.
Hizo suaves gemidos y envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
Él la cogió por el culo, que probablemente estaba todavía dolorido de la paliza de la noche anterior, que había
sido por lo menos una semana después de la última. Esme envolvió sus piernas alrededor de
sus caderas y le sonrió mientras la llevaba hacia
su cabaña.
Se encontraban en Aspen, quedándose en una cabaña propiedad de un amigo de Carslie. Era enorme,
apenas podría llamarse
una cabaña según
las normas tradicionales, pero tenía una sensación acogedora.
Cuando estaban en la cabaña, Carslie
encendió un fuego en la enorme chimenea que también
servía como chimenea en el dormitorio principal. Esme se había desprendido de sus guantes y estaba temblando mientras él alimentaba el
fuego. A pesar de que habían tenido una cantidad ridícula de
diversión el último par de
semanas en Aspen, la nieve todavía no era su cosa favorita. Con Esme, cualquier cosa era su favorita, siempre y
cuando pasara
el
tiempo con ella.
Él estaba enterrado con la mierda hasta el cuello cuando se trataba de Esme. Hasta encima de su cabeza.
Cuando la habitación estuvo
calentita,
ayudado por el sistema
de calefacción de primera que su amigo había instalado en la cabaña de lujo, Carslie
la ayudó a salir de su traje para la nieve. Ella aún estaba fría y mientras lentamente la ayudaba a quitarse la ropa, besó todas las partes frías sobre su cuerpo que pudo encontrar.
Apartó su capucha y soltó su cabello. Esme suspiró mientras comenzaba con su nariz, antes de pasar a besar cada una de sus orejas.
—Carslie—, dijo al final de
un gemido. —Eres un hombre útil para tener alrededor.
—¿Lo soy?— Él trajo la boca a sus labios y
la calentó con un beso.
—Definitivamente.
Él levantó una ceja y se retiró.
—¿Y cómo es eso?
—¿Debería enumerar las formas?
—Me encantaría escucharlas.
Se pellizcó las cejas como si
pensara profundamente.
—Vamos a ver... tienes excelentes habilidades de entrevistador y
manejas situaciones de grupo casi tan
bien como trabajas persona
a persona.
Carslie sonrió y negó con la cabeza.
Sus ojos se volvieron de un gris ahumado.
—Por no hablar de tu capacidad de controlar una situación caliente. La llevó a la suave alfombra de falsa piel de oso delante de la chimenea tan
rápido
que ella dio
un grito de sorpresa. Tiró de
la cremallera
de su traje para la nieve, a
continuación le quitó las botas,
le quitó el traje para la nieve,
su franela y
luego su
ropa
interior.
Se retorcía
un mechón de cabello con uno de sus dedos mientras lo miraba, desnuda y bella a la
luz del fuego. Cada vez que la miraba de esa manera, le robaba el aliento. Su pelo rojo hacia los lados, en una ola de fuego
sobre
la piel de oso pardo,
vacilante luz del fuego en su piel pálida
y
cremosa. La única cosa en ella era su collar de oro, el cual llevaba todo el tiempo
para su placer. Sus pecas
salpicadas con delicadeza
sobre sus hombros, sus pechos eran grandes, sus pezones duros y maduros para saborearlos. Su mirada se detuvo en los rizos de fuego entre sus muslos. Hablando de saborear...
—Estás chorreando—,
dijo ella con una sonrisa burlona y Carslie miró
hacia abajo para ver que todavía estaba en su traje para la nieve.
Resolvió el problema rápidamente. En un momento estaba desnudo, y entre sus muslos. Juntos, habían ido a
hacerse las pruebas, por lo que ya no necesitaban ningún tipo de barrera entre
ellos. Maldita sea,
amaba la adherencia sedosa de su coño alrededor de su pene.
Se frotó su erección en un puño mientras la miraba y
ella
llegaba hasta él. Él negó con la cabeza, extendió sus muslos amplios y bajó hacia ella.
Sabía tan dulce. Ningún vino podría coincidir con el sabor de sus jugos. Ella gemía y se retorcía mientras le lamía y chupaba su clítoris. Golpeó con los dedos dentro y fuera de su coño mientras implacablemente la empujaba hacia el borde.
—Carslie, por favor—,
rogó.
Le encantaba cuando ella le rogaba.
—Este es el castigo por esa bola de nieve—. La miró mientras ella se retorcía por la pérdida de
contacto entre la boca y su coño. —No puedes correrte hasta que yo diga. ¿Entiendes?
Tenía una expresión de dolor, pero asintió con la cabeza y empezó a
devorarla de
nuevo. Ella sollozó, se retorció
y lloró, pero no abandonó hasta que él no pudo soportarlo más.
Metió la polla en su coño en un solo movimiento duro, lo
que la hizo gritar. Ella agarró su culo,
clavándole las uñas
profundo en su carne
mientras se metía duro. Sus gritos se hicieron más fuertes y más largos y el sudor brillaba en su frente
por
luchar tan duro contra el orgasmo.
Su propio clímax se
construía dentro de él, una concentración fuerte en la ingle que amenazaba con dispararse a través de su cuerpo y salir por la parte superior de su cabeza.
Cuando nada pudo parar su propio orgasmo,
apenas pudo decir las palabras.
—Córrete, cariño—, antes de explotar dentro de ella. Ella gritó al mismo tiempo que él lo hizo y sintió las fuertes contracciones de su coño alrededor de su polla
mientras palpitaba en su interior. Pensó que iba a
desmayarse por la intensidad de su orgasmo.
Momentos más
tarde, la estaba abrazando a la luz del fuego, sin
querer dejarla ir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario