CAPÍTULO 3
Bella
se mordía el borde de una uña con los
dientes. Ni Edward, ni Jake habían
llamado todavía. Había mantenido su promesa y no había llamado a Edward. No
había dicho, sin embargo, nada acerca de no espiar.
Había visto a Edward entrar
en el bar como de una hora atrás. ¿Cuanto tiempo era posible que pudieran
hablar con una sola pregunta que hacer, y responder?
La
emoción había teñido su día entero. Eso y la paranoia. ¿Podría alguien oler lo
excitada que estaba? Por enésima vez desde que llegó a su casa, Bella paseó a
través de su sala de estar y luego de vuelta a la ventana. Y una vez más
comprobó su teléfono celular. Sin mensajes.
¿Qué
si Edward cambiaba de opinión? Tal vez debería...
—Maldita
sea. — En días como éste Bella deseaba todavía fumar. Algo para suavizar la
situación.
Las
palabras de Jake acerca de perder lo que tenía se habían mantenido presionando
a través de sus visiones calientes.
¿Qué
tenía? Edward era caliente. Definitivamente. Genial en la cama. El calor
ruborizó su piel. Dos puntos importantes en su libro. De todos modos, la
mayoría de las veces sus relaciones eran todo acerca de lo físico. ¿Por qué no
habría de querer a alguien en gran forma? Con una gran polla. Y que sabía cómo
usarla...
Su
mente se volvió a los acalorados recuerdos de sexo antes de que la persistente
voz de la razón saltara de nuevo.
Pero
era dulce también. Como cuando estuvo enferma el mes pasado.
Desafió sus gérmenes nocivos para traer su sopa de miso de su restaurante favorito de sushi. La mantuvo con ginger ale y jugo de naranja por una semana. Se detuvo allí todos los días antes y después de su turno. No es que fuera perfecto. Su genio se encendía en ocasiones, dándose cabezazos con su propia impaciencia, pero reconciliarse era la mejor parte de sus disputas. Ellos se parecían mucho pero eran apenas lo suficientemente diferentes como para mantener las cosas interesantes.
Desafió sus gérmenes nocivos para traer su sopa de miso de su restaurante favorito de sushi. La mantuvo con ginger ale y jugo de naranja por una semana. Se detuvo allí todos los días antes y después de su turno. No es que fuera perfecto. Su genio se encendía en ocasiones, dándose cabezazos con su propia impaciencia, pero reconciliarse era la mejor parte de sus disputas. Ellos se parecían mucho pero eran apenas lo suficientemente diferentes como para mantener las cosas interesantes.
Una
vez más, miró su reloj. Una hora. ¿Que podía estar haciendo? Una vez más, el
sentimentalismo ocupó un lugar secundario al deseo. Visiones de todas las cosas
que podrían estar haciendo, sin ella, se agolpaban en su cabeza. No sabía si
estar encendida o cabreada.
Pero
entonces, Edward le prometió que nunca la engañaría. Tan sincero, cuando lo
dijo. Y algo chistoso, con sus vaqueros en torno a las rodillas y su polla
desinflada extendida a través de su bajo vientre. De una manera entrañable. Muy
parecido a él mismo.
—Pero
es su fantasía. —Como si decir las palabras en voz alta pudiera convencer a su
corazón de que ella no tenía nada que perder complaciendo a su amante. —Nada
dura para siempre.
Su
brillante idea implosionó. Tal vez Edward iba a durar.
¿Qué pasa si él era su 'único' pero todo se venía abajo a causa de su imaginación hiperactiva y su libido fuera de control?
¿Qué pasa si él era su 'único' pero todo se venía abajo a causa de su imaginación hiperactiva y su libido fuera de control?
Un bulto del tamaño de una pelota de tenis se formó en su garganta. ¿Cómo podía impedir las cosas ahora? Ella había llevado la idea. Empujado incluso.
Tal
vez los dos hombres no pudieran llegar a un acuerdo. Tal vez el problema se
resolvería por sí mismo. Tal vez la nieve caería en el puto infierno...Un
movimiento en la puerta del bar le llamó la atención.
A través de la oscuridad creciente, una silueta familiar hacía sombra en la puerta.
A través de la oscuridad creciente, una silueta familiar hacía sombra en la puerta.
—¡Por
fin! —Bella se agachó detrás de la ventana. Con su espalda contra la pared,
literal y figurativamente, ella negó con la cabeza.—¿Y ahora qué...?
Una
rápida mirada en torno al marco de la ventana le dijo que no tendría mucho
tiempo para decidir. Edward se dirigía a través de la calle en un trote lento.
—Oh,
mierda... —Bella respiró hondo y se paró en el centro de la habitación mientras
sus pensamientos se arremolinaban. Su mente y su cuerpo dividido en direcciones
opuestas. La lógica le decía que deje las cosas antes de perder a Edward. Su
libido gritaba por la satisfacción de ver a su amante con un hombre. El timbre
interrumpió su argumento interno. No era suficiente tiempo.
—Cálmate.
Tal vez decidieron no hacerlo... —Con una respiración profunda fortificante, se
armó de valor y se apresuró a través de la habitación para pulsar el botón del
intercomunicador.
—¿Hola?
—Ella se encogió al escuchar el insípido tono de su voz. Había estado
haciéndose la inocente.
—Bells,
es Edward.
Mierda.
Él la llamaba Bells. En sus momentos más cachondos, el vocabulario de Edward
volvía a las sílabas simples.
—Ven arriba. — Su voz se agrietó en la última
palabra. Ven y córrete…[1]
Lo que sea que Jake y Edward habían hablado parecía haber dejado a Edward dejó un poco animado.
Lo que sea que Jake y Edward habían hablado parecía haber dejado a Edward dejó un poco animado.
Ella
desbloqueó la puerta principal, mirando hacia el ascensor.
El chasquido de la puerta de la escalera la hizo volverse justo antes de que la mano de Edward empujara la puerta abriéndola más.
—Hola…—Todo
lo demás que podría haber tenido que decir fue amortiguado por un beso duro. Con
una fuerte patada, Edward cerró la puerta detrás de ellos.—Te necesito. Ahora.
Con
la desesperación en su voz, el coño de Bella se apretó.
Su corazón se endureció, preparándose para la inevitable pérdida.
Su corazón se endureció, preparándose para la inevitable pérdida.
—Cachondo ¿eh?
Alejándolo
la longitud del brazo, corrió la mirada hacia arriba y abajo por el cuerpo de Edward.
Cara ruborizada, su frente perlada de sudor. Su polla estaba dura y larga y una
pequeña mancha húmeda en sus vaqueros atestiguaba la medida de su excitación.
—¿Qué
hizo Jake contigo?
—Hablaremos
más tarde. —Casi barriéndola de sus pies, Edward se apresuró con ella hacia la
puerta del dormitorio.
—Lo
que tú digas. —Su cuerpo no pudo resistir el calor de sus besos. El deseo se
incrementó, empujando todos los otros
pensamientos al fondo de su mente. Tomaría lo que podía por el momento y
trataría con las consecuencias más tarde.
Edward
la apoyó contra la puerta cerrada del dormitorio. Dispersó besos por su cuello.
Sus dedos tiraron abriendo los botones de la blusa.
Sus labios se burlaban de las cimas de sus pechos reveladas por su sujetador.
—Amo
tu cuerpo. Perfecto. —Tiró abriendo su camisa abierta y a continuación cubrió
los pechos con ambas manos.—Buena estantería. —Edward miró hacia arriba y se
encontró con su mirada, una sonrisa arrugando la esquina de sus ojos.
—Juega
todo lo que quieras. —Casi desde el primer día, sus pechos parecían atentos a
su toque. Varias veces, casi había llegado sólo con él jugando con su “gran
estantería”.
Un
dedo se sumergió en el interior de la parte superior de su sujetador,
burlándose del pezón cubierto de encaje. Bella tomó una respiración entrecortada
y cerró sus ojos. Un escalofrío de calor embromó por su cuerpo, girando a
través de su bajo vientre para después instalarse en su coño. Otro golpe en su
pezón dejó su carne rígida. Carne de gallina erizó sus aureolas, endureciendo
la piel alrededor de la dura protuberancia. La humedad resbalaba hacia sus
labios. Su clítoris palpitaba en anticipación.
—Te
voy a hacer llegar tan duro. —Edward enterró su cara en el escote. La barba
áspera de su mandíbula erosionaba su sensible piel. Sus manos tiraron del
sostén debajo de sus pechos.
—Sí.
—Bella extendió sus manos contra la puerta. Su uñas rasparon contra la madera
fría. Su cuerpo dio la bienvenida a su juego áspero. Una nueva faceta de él.
Genial...
Una
vez más, expulsó sus dudas. Cualquier cosa que pasara después de esta noche,
después de Jake, ella tomaría el placer
que ofrecía ahora.
Mañana sería otro día.
Mañana sería otro día.
Su
boca se aferró a su pezón derecho. Su lengua parpadeaba contra la protuberancia
sensible. Los dientes tiraban en un suave maltrato. Un choque de necesidad
conectó su pezón y su coño.
—Sí.
—Amo
tus tetas... Más que para llenar la boca. Menos que para llenar la mano.
Él
atacó el otro lado, ocupándose de su pezón izquierdo con el mismo vigor que del
primero.
Bella
no podía mantener sus manos quietas. Agarrando la parte posterior de la cabeza
de Edward, lo abrazó mas cerca.
—¿Qué
... te tiene tan excitado? —Tan pronto como habló, no estuvo segura de querer
la respuesta.
—Tú
lo haces. —Edward besó su camino hasta el pecho. Sus labios revoloteaban desde
su cuello hasta el hombro. —Por estar dispuesta a... —Su frenético ritmo se
hizo más lento, y sus manos ahuecaron los lados de su cara.—Por aceptar la
parte de mí que nunca pensé que podría compartir.
Su
voz se ahogó con sus palabras. La emoción nublaba sus ojos.
Las
lágrimas empañaban la visión de Bella. Ahora nunca podría dar marcha atrás.
—Sólo
quiero hacerte feliz. —Las palabras que espetó eran ciertas.
El shock se estableció en su corazón. ¿Pero si lo perdía a causa de su decisión?
El shock se estableció en su corazón. ¿Pero si lo perdía a causa de su decisión?
—Tú
lo haces. —Besos fervientes subrayaban sus palabras. —Definitivamente, tú lo
haces.
—Bien.
—Se tragó su arrepentimiento por el momento. Disfruta el momento. La vida le
enseñó que el ahora era lo único que
importaba. —Ahora fóllame sobre el colchón.
Edward
alzó una ceja.
—Una boca tan traviesa...
Su
estado de ánimo morboso no pudo resistir la sonrisa de Edward, o sus manos
itinerantes.
—Te
encanta.
—Sí.
Confirma que eres mi tipo de chica. —Una sonrisa de medio lado compensaba la
intensidad de su mirada. Su corazón dio un vuelco. Mi tipo de chica... Sus pensamientos necesitaban la distracción
física.
—¿Pues
qué estás esperando?
Edward
pasó un brazo por detrás de ella. Su otra mano desapareció. El clic del pomo de
la puerta dormitorio le advirtió que estaba a segundos de perder el soporte
sólido. El brazo de Edward le impidió caer por la puerta. Brazos musculosos se
tensaron alrededor de ella, medio cargándola, medio empujándola en el
dormitorio.
Mi tipo de chica...
Las palabras resonaron en su cabeza, golpeando al ritmo de su corazón.
—Eres
increíble.
Su
susurro la emocionó. Su caminar arrastrando los pies se detuvo junto a la cama.
Sus brazos fuertes la liberaron, pero ella no tuvo tiempo para llorar la
pérdida. Con sus manos cubrió cada lado de la cara. Suave besos revolotearon
sobre su frente.
—Nunca
conocí a nadie como tú. —Movió los labios mas abajo, burlándose sobre los
párpados. —Te...
¿Te amo? Ella completó su frase sin
terminar con la más inesperada pregunta. ¡Oh,
Dios. ¿Qué pasa si lo hacía?
Su
boca se encontró con la suya en suaves, fundentes besos. Dulce y amorosos, tan
diferentes del arrebatador calor de la pasión.
Las lágrimas se agolparon detrás de sus párpados cerrados. Demasiado dulce. Las relaciones no eran sobre el afecto y el amor. Su madre lo había demostrado una y otra vez durante los últimos treinta años.
Hazlo
divertido. No lo abrumes. Y, sobre todo, mantéenlo caliente. Una vez el
chisporroteo se iba, no quedaba nada.
Mientras
que sus dudas la fastidiaban como un bulldog con un viejo hueso, la idea de Edward
con Jake estaba más allá de un infierno
caliente.
Su libido y su corazón estaban en guerra y tenía miedo de que no hubiera un verdadero ganador.
Su libido y su corazón estaban en guerra y tenía miedo de que no hubiera un verdadero ganador.
—¿Así
que Jake está de acuerdo? —Sus besos amortiguaban sus palabras.
—Sí.
Domingo por la tarde.
Por
un segundo, ella se aquietó. Dos días. Tal vez algo cambiaría en dos días.
—¿Y
todavía quieres? —Pasó las manos arriba y abajo por su espalda, los dedos
siguiendo las líneas de sus músculos.
—Oh,
sí.—Empujó sus caderas más cerca. La cresta de su polla apretó contra su
estómago.
—Dulce.
—Obligó sentimiento positivo en la palabra. —Ahora fóllame.
¿Quién
sabía lo que ocurriría en dos días? Puede ser que también disfrutara del
momento.
—Sí,
señora. —Con suavidad inesperada, Edward la dejó sobre la cama. La ternura se
mezclaba con urgencia, mientras sus
dedos desabrochaban los pantalones vaqueros. Ásperas manos callosas se
deslizaron bajo su camisa, arrugándola bajo el sujetador. Una ráfaga de besos
bromeó en su estómago, sumergiéndose más bajo hasta que los labios de Edward mordisquearon la piel sensible entre la V abierta de sus vaqueros.
Sus
manos se apoderaron de las mantas por debajo de ella mientras sus caderas se
resistían contra el toque delicado.
Edward
se rió entre dientes contra su estómago. Su aliento caliente se añadió a la
oleada de calor abrasando su piel. El frío temor se disipó mientras cerraba los
ojos, perdiéndose en la pasión del momento. Dedos se cerraron alrededor de la
cintura de sus pantalones vaqueros.
—Levanta.
La mirada de Edward se encontró con la suya. Su cuerpo obedeció y fue recompensado por Edward deslizando sus pantalones vaqueros por su cuerpo, sacándolos de sus piernas. Dejó sus bragas. La depresión de su ropa interior con corte de muchacho dejaba la parte inferior de su estómago abierta a más de sus travesuras.
Sus
besos se arrastraron a lo largo del borde de la cintura de encaje. El camino de
vuelta involucró un montón de lengua húmeda. Bella se estremeció, apretando más
la manta para evitar el impulso de alejarlo. De decirle que había cambiado de
idea.
—Eres
tan hermosa. —Pasó las manos por los costados y a continuación agarró el
dobladillo de su camisa. —¿Te quitas ésta?
—Sí.
—Sentándose, ella tiró de la camisa sobre su cabeza. Edward llegó a su
alrededor y soltó el sujetador. Uno mano se deslizó hacia delante, tirando del
sujetador hasta que el material cayó de sus pechos, las correas deslizándose
por sus brazos. Su otra mano estaba pegada a su espalda, sosteniéndola derecha.
Se quedó sin aliento cuando él se inclinó hacia abajo. El rosa de su lengua
parpadeó entre sus labios cuando alcanzó su ya endurecido pezón.
—Maldita sea.—Su coño se apretó cuando amamantó su sensibilizada carne. Sus manos arañaron un poco en el aire y luego se establecieron en el parte de atrás de su cuello.
La
fuerza y la presión de su boca enviaron jalones de deseo chisporroteando en su
piel, cavando en el centro de su deseo.
—Te
necesito. —Las palabras nunca fueron más ciertas que ahora. Ella lo necesitaba
en todos los sentidos... y siempre.
—Ya
vamos a llegar allí. —Sus labios la encontraron con besos suaves. Bella se
agarró a la parte de atrás de su cabeza, tirando de su boca más cerca. Su deseo
la empujaba hacia besos duros, necesitados. Aprovechar al máximo la pasión. La fuerza de Edward dominó su necesidad. Sus
manos se apoderaron de sus hombros, empujándola hacia abajo en la cama.
—Relájate,
cariño. —Sí, claro. Sus labios se
burlaban del fino algodón de su ropa interior mientras se movía hacia abajo.
—Quiero probarte.
El placer tembló a través de ella. Sus párpados se cerraron en anticipación. Se llenó los pulmones con una respiración profunda. Con un largo suspiro, obligó a sus músculos tensos a relajarse. Se aclaró la mente quitando la confusión, el conflicto, dejando a un lado sus dudas, mientras su cuerpo absorbía su toque. Sus dedos se clavaron en la cintura de sus bragas, las uñas raspando suavemente la piel. Ella levantó las piernas, permitiéndole deslizar fuera su ropa interior.
Dio
toques suaves de un lado a otro de su estómago. El aire frío se sumó a la carne
de gallina que se alzaba en su piel.
Una
risa suave y el chirrido de la apertura de un cajón la forzaron a mirar. Los
labios de Edward se torcieron en una amplia sonrisa. Su mano derecha sostenía
un vibrador delgado. No era la primera vez que Edward se había sumergido en su
baúl de juguetes, pero al pensar en los consoladores fermentó una idea, y su
pulso se aceleró.
La
punta fría araba un surco lento entre sus ya húmedos pliegues. Aunque ella lo
esperaba, el ronroneo suave de la más baja vibración la hizo jadear. El
contacto con su clítoris hizo que sus dedos excavaran en el lecho. Edward
presionó el juguete en su coño.
Las
vibraciones se estremecieron todo su cuerpo, pulsando hacia el exterior como
ondas en el agua. Sus párpados se cerraron de nuevo. Arqueó sus caderas hacia Edward
mientras el vibrador retrocedía. Imitando su ritmo, se reunió con su siguiente
impulso.
Sacó
fuera el juguete para una segunda embestida. Cada dos o tres golpes, Edward
deslizaba fuera el consolador y a continuación, pasaba la punta contra su
dolorido clítoris.
Corto
gemidos llenaban el aire. Sus gemidos. Palabras cercanas a por favor,
amenazaban con escaparse. Las cosas estaban cerca de las palabras
sentimentales. Como amor. Se mordió el labio inferior para evitar mendigar,
derramar su amor o sus dudas.
Un
cálido aliento le dio aviso poco antes de que la lengua de Edward se sumergiera
entre sus pliegues. Una lamida bromista
bombardeó su clítoris con placer. El
vibrador fue al siguiente nivel. Golpes firmes la empujaron más cerca del
éxtasis. Cuando Edward amamantó su clítoris en su boca, su cuerpo se elevó. Sus
manos se agitaban en el aire y luego se posaron en su cabeza.
—¡Maldita
sea! —Tan cerca… tan cerca...
El
vibrador se deslizó libre de su coño.
—¡No!
—Los vecinos probablemente habían escuchado su aullido anhelante. El zumbido se
redujo un nivel y luego rodeó su culo. El anillo de piel sensible disparó un
rayo de necesidad a través de ella. A pesar de que sus caderas corcoveaban, la
boca de Edward se pegó a su clítoris, chupando. El juguete, empapado de sus
jugos, se deslizó en su culo. Con movimientos cortos, las vibraciones inundaron
su coño.
—¡Oh,
mierda! —El cuerpo de Bella estalló en éxtasis. Su clítoris estaba
hipersensible. El tacto de Edward era demasiado. Demasiado.
Sus dedos apretaron los cortos mechones de pelo, tirando duro.
—Demasiado.
¡Es demasiado! —El vibrador golpeó el suelo con un ruido metálico, todavía
zumbando con un sonido hueco. Edward se puso en pie, tirando de su camiseta sobre
su cabeza. A continuación, los vaqueros se fueron con dedos voladores y pies
pateando.
—Fóllame.
Por favor. —Ella no podía dejar de mendigar. Buscó su polla, decidida a
llevarlo en su interior. Le dio una palmada alejándole la mano.
—Sin
tocar. Soy capaz de explotar sin ninguna ayuda. —Sus manos temblaban mientras
desgarraba un condón, abriéndolo. —Aguanta, nena. Ya estamos ahí. —Mientras
rodaba el látex sobre su polla, apretó los dientes. Tiró de sus piernas,
presionando sus pantorrillas contra sus hombros. Su calor la invadió duro y
rápido. Movimientos frenéticos abofeteaban su piel sensible. El sudor rodaba de
sus cejas. Su mandíbula apretada en furiosa concentración.
—No
puedo durar mucho.
—Oh,
sí. —Subió otra vez la corta distancia a la máxima excitación. No mucho
más...—Vamos, nene. Más duro. —Darse cuenta de que haría cualquier cosa por él
agitó un demonio perverso en su alma. —Fóllame, como Jake va a arar en tu culo.
Voló
fuera del borde, mientras los golpes de Edward se convertían en sacudidas
bombeando y moliéndose contra su clítoris.
—¡Maldita
sea! Tan malhablada... —Se inclinó hacia adelante, recogió sus brazos alrededor
de sus muslos y empujó sus piernas casi hasta su pecho. Besos duros se
intercalaban con sus palabras. —Amo. Eso. De ti.
Amor.
Esa palabra otra vez. Su corazón le decía que debía acostumbrarse a escucharla.
Amaba a Edward, sin importar lo que su mente dijera. Lo suficiente como para
permitirle experimentar con Jake. Suficiente como para dejarlo ir si necesitara
más de lo que podía obtener de su relación.
El
zumbido del vibrador interrumpió sus pensamientos.
—Me
pregunto lo que pensarán de ese sonido los vecinos de abajo...
—Mierda.
—Edward enterró la cabeza en su cuello. —No quiero moverme.
Su peso la sujetaba al colchón debajo.
—Yo
tampoco. — Nunca.
Besos
revolotearon a lo largo de su cuello y luego se levantó con los brazos
extendidos.
—Pero...
—Sí.
Echaba
de menos la plenitud de su longitud dentro de ella incluso mientras salía de su
cuerpo. Con un suspiro, ella se movió mas arriba en la cama, luego bajó las
sábanas. Tan temprano como era, debería levantarse, pero acurrucarse en la cama
sonaba como una idea mejor.
El culo desnudo de Edward se movía en el aire, mientras pescaba el vibrador desde debajo de la cama.
Su
idea se solidificó. Un último esfuerzo para satisfacer las necesidades de Edward
y todavía salirse con la suya. Sin confrontación o la admisión de los celos. O
cualquier otra cosa significativa.
—¡Lo
tengo! — Con el vibrador apagado, Edward se levantó con una sonrisa victoriosa.
—¿Vienes?
—Ella dio unas palmaditas en la cama a su lado.
—Oh,
sí.—Tiró el vibrador en la mesita de noche mientras se revolvía a su lado. Sus
brazos la envolvieron en una sensación de seguridad. En lugar de tener una
conversación honesta, ella fingió un bostezo para ganar tiempo para que su plan
se solidificara.
Se
acurrucó más profundamente en sus brazos.
—No
dormí muy bien anoche. Algo me mantuvo despierta hasta tarde.
Edward se echó a reír en su pelo.
Edward se echó a reír en su pelo.
—Tuve
el mismo problema, pero el mío involucraba trabajo. Apuesto a que podría haber
encontrado algo con que cansarte una vez que mi turno había terminado.
—Como
esta noche.
—Te
desgasté, ¿eh? —Su sonrisa rayaba en el orgullo por sus esfuerzos.
—¿Puedes
quedarte? —Bella siempre preguntaba a pesar de que siempre estaba de acuerdo.
Ella nunca suponía que pasaría la noche.
Supuestos como ese parecían demasiado
posesivos. Cada fibra de su cuerpo quería que dijera que sí. Para que su
complot en preparación funcionara, lo necesitaba aquí.
—Claro.
—Él se deslizó hacia abajo, debajo de las sábanas, curvando su cuerpo junto al
suyo. Ahora, a permanecer despierta hasta que se durmiera. Un hombre raro al
que no le importaba abrazar un poco, no duraría mucho tiempo. Él era demasiado
caliente por naturaleza. Antes de quedarse dormido, se movió y pateó las
sábanas.
—Se
siente bien. —Ella terminó su frase con un no tan falso bostezo. Su sueño la
noche anterior se había interrumpido con tórridos sueños sobre Edward y Jake.
Bajando los párpados, ella se hizo la dormida, esperando que él flotara a la
deriva.
—Te
amo...
Sus
suaves palabras -casi inaudibles-
hicieron que su corazón se saltara un latido. La necesidad de sentarse
gritando que también lo amaba la sorprendió en el centro de su alma. Pero ¿sus
palabras habían sido porque había arreglado la cita con Jake? Si ella se echaba
atrás ahora, podría perderlo.La repentina revelación la mantuvo alerta.
Reprimió un suspiro de alivio mientras Edward rodaba lejos. Las sábanas duraron
sólo unos segundos más que el abrazo. Un suave ronquido anunció su rápida caída
en el sueño.
Bella
se acomodó otra vez hasta que se enfrentó a él. Dejó que su mirada paseara por
su espalda. Sus brazos metidos en torno a una almohada debajo de él resaltaban
los músculos tensos de los hombros y la espalda.
Con la pierna de arriba ladeada, su culo inclinado hacia ella. Buen culo.
Ella podía entender por qué Jake lo encontraba atractivo. La idea de una polla arando en Edward seguía enviando un estremecimiento cálido a través de ella. Si tan solo...
Era
hora de poner su idea a medio cocer en juego. No se perdería nada con tratar.
—¿Cierto?
[1] Come on and come, en el original. Come on: ven y come también como
“correrse” en un orgasmo. Es un juego de palabras muy corriente.
3 comentarios:
Wow a la espera del próximo capítulo gracias!!!
El capítulo siginte va a estar caliente o con dudas
www que candentes!
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