Capitulo 11
Sorprendida
no comenzaba a cubrirlo. Era tan inesperado que ni siquiera supe lo que pasaba
hasta que mi hermana se volvió hacia mí con cara expectante diciendo—: Sé que
no querías una fiesta, pero te veías tan triste ayer, ¿cómo no iba a hacerlo?
—¿Me
hicieron una fiesta sorpresa? —le pregunté, todavía sin creérmelo bastante.
—Tuve
que hacerlo. Son tus dulces dieciséis. No podía dejar que fuera sólo la cena y
los fuegos artificiales con tus padres. ¿Qué clase de hermana mayor sería?
A
medida que la conmoción se desvanecía, me di la vuelta. Emmett, Greg, y Sánchez
habían llegado a la puerta detrás de mí y me observaban con expresiones
bastante divertidas. —¿Sabían sobre esto? —pregunté.
—No
nos dijiste que era tu cumpleaños —dijo Emmett, sonriendo. Greg y Sánchez
parecían tan orgullosos de haber mantenido en el secreto—. Rosalie me encontró
en los fuegos artificiales anoche.
Volví
a mirar a Rosalie, incrédula. —Pero no sólo invité a todos mis amigos —dijo, a
la defensiva—. ¿Ves? Tengo a Emmett ayudándome a obtener a tus amigos aquí
también.
Finalmente,
miré alrededor de la habitación y de seguro todos los chicos del parque se
encontraban allí. Incluso Newton. Y se veían muy emocionados de que me hubiesen
sorprendido por mi cumpleaños. Era un poco abrumador. Quiero decir, sabía que
éramos amigos y todo, ¿pero una fiesta sorpresa? ¿Y Emmett, Greg y Sánchez
pasando por todos los problemas para tenerme aquí? No me di cuenta que era tan
querida.
—¿Y? —preguntó Rosalie
nerviosamente. Creo que tenía miedo de que estuviera enojada con ella—. ¿Qué te
parece?
Seguía
mirando al mar de gente sonriéndome y sentí este bulto extraño en mi garganta.
—Creo que ha sido bastante genial por tu parte, Ang —admití. Y luego, porque
sentía como si estuviéramos acercándonos peligrosamente a una especie de
momento-unión de hermanas, añadí—: A excepción de la parte donde me engañaste
para meterme en un maldito vestido.
Todo
el mundo se echó a reír. —Y es por esto que amamos a Bella —dijo Emmett,
cepillando la mano sobre mi cabeza y erizándome el pelo.
Esa
debió haber sido la señal para que la fiesta comenzara, porque todo el mundo
dejó de prestarme atención y comenzó a mezclarse. Golpeé la mano de Emmett y se
rió de nuevo. —Feliz cumpleaños, Swan —dijo, y luego desapareció entre la
multitud.
Tan
pronto como se fue, comencé mentalmente a contar. Cinco... Cuatro... Tres...
—¡Oh,
Dios mío, Bella, Edward tenía razón sobre ti y Emmett! Son tal para cual.
Le
di demasiado crédito. La próxima vez tendría que empezar por el tres.
—Uh,
Edward no dijo que fuésemos el uno para el otro, sino que éramos muy amistosos.
Y, sí, tenía razón, somos amigos.
—Pero
podrían ser algo más. Estoy segura de ello. No creo siquiera que tomase mucho.
—Creí
que era todo sobre Edward —argumenté sólo por motivar la charla.
—Pero,
Bella, ni siquiera te gusta Edward, y tienes razón, es un poco escalofriante.
Eso
me sorprendió. —¿Por qué lo dices?
—Fui
a invitarle esta mañana a la fiesta y lo encontré enterrado en una pila de
libros acerca de trastornos de personalidad. Le pregunté si quería ayudarme a
planear la fiesta y dijo que estaba demasiado ocupado. Cuando le pregunté qué
hacía, dijo: "Averiguando cómo hacer que Bella caiga por mí”.
—¿Qué?
—Lo
sé, ¿cierto? Pienso que habría sido súper-romántico si no estuviese leyendo un
libro sobre sociópatas cuando lo dijo.
No sé qué me pareció
más inquietante, que Edward tratara de averiguar cómo hacer que cayese por él,
o que buscara consejos de Hannibal Lecter.
—Pero
Emmett —continuó Rosalie, regresando mi atención de nuevo—, es perfecto.
Es cierto que no es tan Zac Efron como lo es Edward, pero sigue siendo
bastante lindo y súper-popular. Además ya se gustan el uno al otro. Sólo
necesitan un empujón en la dirección romántica.
Suspiré
y Rosalie comenzó a hacer pucheros. —¿Por favor?
—Puedes
tratar todo lo que quieras, pero no funcionará. Emmett y yo sólo somos amigos.
Rosalie
lo tomó como luz verde para jugar a los casamenteros. Chilló y salió corriendo
vertiginosamente. Cuando desapareció, suspiré de nuevo.
—Vaya,
parece determinada.
La
declaración fue hecha con tanta naturalidad que respondí de forma automática.
—Cuando
Rosalie entra en modo casamentero, simplemente no se la puede detener.
—¿Así
que cómo hago para colarme en su lista de candidatos viables? ¿Y amablemente
podrías señalar mi competencia?
Eso
me hizo girar. —¿Garret? —pregunté, sorprendida de ver al mujeriego de la
fiesta de la semana pasada. Su rostro se iluminó considerablemente cuando lo
llamé por su nombre.
—Te
acuerdas —dijo—. Me alegro.
Me
sonrió tan cursimente que no le pude encontrar en lo más mínimo impresionante.
Una vez señaló Edward cuán jugador era este tipo, era fácil de ver.
Sonreí
ante la idea de Edward casi peleándose con Garret la semana pasada. Me sentía
tan enojada, pero retrocediendo, lo que hizo fue realmente muy dulce.
¿Edward?
¿Dulce? ¿De verdad dije eso?
—Me
alegro de haberte encontrado —dijo Garret, colocándose a sí mismo en mi línea
de visión de forma que tuviese que mirarle—. Realmente no tuvimos la
oportunidad de hablar la última vez.
—¿Cómo
me has encontrado, de todos modos? Rosalie no sabe quién eres.
—¿Así
que preguntaste por mí?
Garret
lucía tan contento con esto que era casi divertido estallar su burbuja. —No. Rosalie
me preguntó sobre ti después de que nos viera hablando.
—¿Y qué le dijiste?
Me
encogí de hombros. —Lo que sabía. Que eras algún chico llamado Garret.
Hablando
de Rosalie. ¿Dónde
diablos había ido? Con seguridad pensé que ya habría vuelto arrastrando a un
temeroso Emmett tras ella. Empecé a buscarla entre la multitud. En lo más
profundo de mi cerebro registré que Garret me pedía algo, pero no pude
responderle porque divisé a Edward en la habitación. Hablaba con una chica que
reconocí de la escuela, pero parecía estar prestándole la misma atención a ella
que yo a Garret.
No
sé por qué di por sentado que Edward no estaría aquí. Rosalie dijo que lo había
invitado. Mi corazón aleteó ansiosamente. O tal vez fue mi estómago retorcido
sobre sí mismo a la vista de él. Tan difícil de saber con Edward. Ambas
reacciones eran igual de probables.
—Veo
que el gran hermano está aquí de nuevo —gruñó Garret, asustándome. Me había
seguido y ahora miraba a Edward tan duramente que tuve que sonreír.
Edward
nos sintió observándolo y levantó la vista. La falta de vida que vi en sus ojos
me confundió. Oh, me miró fijamente, igual que siempre, pero no había chispa,
ni rastro de deseo, o incluso el peligro que por lo general solía haber. Bueno,
no hasta que vio a Garret. Entonces hubo mucho peligro. Él y Garret parecían un
par de pitbulls enjaulados listos para desgarrarse las gargantas entre sí.
No
es que sea naturalmente vengativa ni nada, pero no pude resistirme a la idea
tan simple que me llegó. —Bueno, me preguntaste quién era tu competencia —le
dije a Garret, luego le sonreí a Edward tan dulcemente como pude.
Pensé
que a Edward no le importaría que estuviera usándolo, desde que era un intento
por deshacerme de Garret. Era un tipo muy fuerte y no hacía falta ser un genio
para ver lo que hacía. Pero cuando le saludé amistosamente y gesticulé las
palabras—: Hola Edward. —Se sorprendió. Me devolvió la sonrisa y comenzó a
venir.
¡Oh,
genial! No quise
realmente animarlo. Ahora lo mejor que podía hacer era esperar a que se mataran
el uno al otro, lo que terminaría con la fiesta y me permitiría regresar a casa
para ver la pelea de la UFC.
Sin embargo, antes de
tener que lidiar con ese problema, Rosalie regresó arrastrando a Emmett. —¡Bella,
aquí estás! He estado buscándote por todas partes. —Me dio una mirada que
sugería que no estaba contenta de verme allí parada con otro tipo.
Emmett
miró a Garret curiosamente también, pero no fue tan sutil con sus pensamientos
como Rosalie. —¿Otro hombre con el que no estás saliendo, Swan?
—¿Persiguiendo
a mi hermana por ahí como un perrito faldero, McCarty? —respondí de vuelta.
—Oh,
chicos —dijo Rosalie sonriendo. Nadie podría haberse perdido cómo se interpuso
entre Garret y yo, y por consiguiente cómo me empujó hacia Emmett—. ¿Quién es
tu amigo, Bella?
Tras
presentarles a regañadientes, Rosalie dijo—: Así que, Garret, ¿cómo es que
nunca te he visto por la escuela?
—Soy
un senior en Stevenson High, Livonia.
—Oh.
¿Así que a quién conoces de Canton?
—Bueno,
me gustaría conocer a Bella mejor —dijo—. Prácticamente me robó el corazón
cuando le rompió la cara a ese tipo en el lago la semana pasada.
Con
eso, Emmett se echó a reír. —Sí, tiende a hacer eso.
—¿El
qué, robar corazones o golpear personas? —preguntó Garret.
Le
eché un vistazo a Emmett, sorprendentemente curiosa de su respuesta, pero sólo
le sonrió con complicidad a Garret y dijo—: Buena suerte con esta. —Dejando
caer su brazo por encima de mi hombro. Rosalie tenía que estar amando esto.
—Hablando
de golpear gente —murmuré.
Emmett
se alejó de mí, levantando las manos en señal de rendición. —Está bien.
Tranquila, Swan. Sólo estoy jugando.
—Tu
último pasatiempo favorito. Pero hablaba de la pelea. ¿Podemos proseguir con el
plan o qué? Estoy segura de que hay una gran pantalla por aquí en alguna parte.
Más
como una pequeña sala de cine. Los padres de Rachel eran propietarios de una de
las casas más grandes en Canton. Lo que hizo que la casa del lago con el barco
y las motos de agua luciera poco impresionante.
—¿Qué
pelea? —preguntó Garret.
Emmett
respondió antes que yo. —Las preliminares de la UFC.
—¿Son esta noche?
—Sí
—dije—. Y nos las estamos perdiendo, ¿así que por qué no van los dos a ver si
podemos encenderla?
Garret
empezó a decir algo, pero Emmett me dio un saludo burlón y dijo—: La chica del
cumpleaños ha hablado.
Le
di mi propio saludo especial mientras Garret era arrastrado en busca de Rachel.
Antes incluso de que estuviesen fuera de mi vista, Rosalie se aferró a mi
brazo, saltando arriba y abajo. —¿Viste eso? ¡Coqueteaba contigo totalmente!
—Eso
no fue coqueteo. Eso fue Emmett haciendo lo que mejor hace, darme mierda.
—No
creo, Bella. Es obvio subconscientemente, Emmett está por ti. Pero escúchame,
si vamos a hacer que esto suceda, realmente tienes que deshacerte del hombre
musculoso. ¿Qué hace aquí, de todas formas?
—¿Cómo
voy a saberlo? No es como si lo haya invitado. Ni siquiera sabía acerca de esta
estúpida fiesta.
La
cara de Rosalie cayó y al instante me sentí como un idiota. Lo que era
sorprendente, porque normalmente no me sentía mal por ser grosera con Rosalie.
Pero lo que fue aún más sorprendente es que pedí disculpas. —Lo siento —dije,
sorprendiéndonos a ambas—. No quise decir que la fiesta fuese estúpida. Estoy
molesta por Garret. Oh, bueno, ya sé. ¿Por qué no vas a encontrarle a alguna
chica para mantenerlo ocupado?
—Oh.
Buena idea. Ahora, no más coqueteo con nadie más.
—No
estaba… —Fue inútil. Rosalie ya se había ido.
Por
el lado positivo, ya no estaba. Y Emmett tampoco. Y lo mejor de todo, Garret
igual. Me dejé caer en una butaca vacía con un suspiro agotado, y cerré los
ojos, disfrutando del tiempo a solas. Pero sólo tuve un momento de paz.
—Te
dejaste el pelo suelto.
Sólo
una voz podía hacer que mi corazón aumentara la velocidad y levantara los pelos
de mi cuello al mismo tiempo. Abrí los ojos y Edward me miraba con esa familiar
azul-profunda penetrante mirada.
—Rosalie
me arregló —murmuré, maldiciéndome por sonar tan nerviosa como de repente me
sentía.
Edward se sentó en el
brazo del sillón, observándome de tal forma que me hizo sonrojar. —Me gusta
—dijo—. Mucho.
Extendió
la mano para tocar mi cabello y retrocedí con tanta violencia que lo
sobresaltó. En un instante su cara se volvió agria. —¿Cuál es tu problema?
—espetó.
—¿Mi
problema? —Oye, si alguien se cabreaba conmigo, yo lo hacía con él también,
pregúntale a Newton. No lo puedo evitar. Supongo que ni los posibles asesinos
psicópatas eran una excepción a mi manejo de la ira.
—Tú
eras la que me sonreía amistosamente hace un minuto.
—Eso
no significa que quiera que me toques. ¡Caray, Edward! Sólo hice eso para
molestar a Garret y que me dejara en paz.
Edward
reprodujo la escena en su mente y pude ver el momento exacto en el que se dio
cuenta de que era cierto. Su ira había desaparecido, y, al igual que hace un
minuto con Rosalie, de repente me sentí como una especie de idiota mundial.
Excepto
que no sólo dañé un poco sus sentimientos, los rechacé.
Me
dio esa despreciante, amarga mirada que me hizo sentir tan atormentadamente
culpable que no pude dejarlo marchar. Cuando empezó a alejarse, salté y agarré
su muñeca. —Edward, espera. Lo siento, ¿de acuerdo?
Edward
me miró, pero se calmó al instante en que le toqué. Pude sentir la forma en que
sus músculos se relajaron bajo mis dedos. Cuando bajó la vista hasta mi mano le
solté, pero intenté sonreír sinceramente. Probablemente parecía más una mueca.
Me
miró por un largo instante como si fuese doloroso y luego perdió cualquier
debate interno que había estado teniendo. —Aquí —dijo hoscamente. Sacó un
pequeño regalo envuelto desordenadamente de su bolsillo—. Feliz cumpleaños.
—¿Un
regalo? —Me había conseguido un regalo. Me sentía conmocionada y sorprendentemente
halagada—. Edward, no deberías haberte…
—Simplemente
acéptalo —dijo, regresando al modo ira—. No creo que mi ego pueda manejar otro
rechazo de tu parte.
Ahogué
un grito. Me sorprendió que me hubiese entendido mal. Por lo general, me leía
como a un libro abierto.
—No,
no quise decir eso así. Estoy sorprendida. No tenías por qué darme algo.
—¿Sorprendida? ¡Eres
la persona más testaruda que he conocido jamás! —Su rostro comenzaba a ponerse
rojo, estaba tan frustrado—.
Bella,
no debería ser sorprendente que quiera hacer algo bueno por ti en tu
cumpleaños. No entiendo por qué me odias tanto.
Para
ser tan misterioso, no podía ocultar sus emociones. Este vulnerable, consciente
de sí mismo chico que conocí en su dormitorio regresó, y trataba de luchar
contra mis rechazos constantes. Psicosis o no, algo en su cara, y no sólo
porque fuese hermosa, me dio ganas de hacerle sentir mejor.
—Me
ha chocado un poco —dije lo más suavemente que pude—. Estoy tratando aquí.
—Elevé la mano y Edward dejo caer vacilantemente el paquete en ella.
Mientras
arrancaba el papel, me obligué a ser extra-educada. No que fuese muy buena en
ello, como mi madre siempre andaba señalando—. Fue muy amable de tu parte, Edward.
Gracias.
Me
sorprendió lo que encontré en mi mano. Edward me había dado una pequeña navaja
suiza del ejército, rosa, para llavero. —No te defenderá de un asesino en serie
—dijo—. Pero puede venirte bien, y todo el mundo necesita un buen llavero para
tu primer juego de llaves.
No
pude evitar la sonrisa que se deslizó por mi cara. El rosa era el contraste
perfecto para mi Jeep negro brillante, y, en realidad, el regalo era
sorprendentemente reflexivo.
—Vi
el Jeep estacionado frente a tu casa esta noche. Es tuyo, ¿no?
Mi
sonrisa se hizo aún más grande.
—Es
una belleza —dijo Edward—. Pero no creo que tus amigos estén muy contentos
cuando vean el espacio para las piernas en el asiento trasero.
Mis
ojos destellaron en Edward y tras un instante, sonreí. —Entonces que caminen.
Edward
y yo nos reímos, pero en cuanto me di cuenta de que actuábamos como personas
normales, me negué a hablar de nuevo. No podía evitarlo. Cuando ya no pude
mirar a Edward, regresé la atención a la navaja. Empecé a sacar todos los
aparatos y pinzas, un palillo de dientes, tijeras, lima de uñas, y por último,
una pequeña cuchilla. Pensé en los diferentes cuchillos del garaje de Edward.
Éste no parecía peligroso como los que tenía. Éste era lindo.
—Sé que no es un
jersey autografiado ni nada —dijo Edward, sonando asombrosamente consciente de
sí mismo—. Iba a conseguir pases de temporada para los Red Wings, pero
mi tía me sugirió comenzar desde más abajo.
Sonreí,
pensando que Edward bromeaba sobre los pases de temporada, pero cuando levanté
la vista no pude realmente asegurarlo. Empecé a decir “Es perfecto", pero
luego me di cuenta de lo que había dicho. —¿Cómo hiciste para saber sobre el
jersey?
Edward
se encogió de hombros. —Te miraba desde mi cuarto. Me imaginé que la sudadera
estaba autografiada cuando casi perdiste el conocimiento.
—¿Me
espiabas? —pregunté, olvidando que Edward era sorprendentemente
sensible. También ignorando el hecho de que le había estado espiando
prácticamente todos los días. En un intento de suavizar el golpe, le dije—: Me
sorprende que no vinieras a saludar.
Edward
pateó la alfombra debajo de su zapato. —Quería, pero dejaste bastante claro la
última vez que hablábamos que no disfrutas de mi compañía. —Su voz era
repentinamente amarga de nuevo.
—Eso
no es justo, Edward. Me secuestraste. Me arrastraste a la fuerza en tu
casa y me encerraste en la habitación. ¡Me sentía aterrorizada! Era como
dijiste, pudiste hacerme cualquier cosa que quisieras. Obviamente no podría
haberte detenido.
El
rostro de Edward palideció. —¡No piensas eso! —Se quedó sin aliento. No llegué
a entender su reacción. Era como si ni siquiera hubiese considerado la
posibilidad de que tuviese miedo de él—. No te habría herido, Bella.
Se
veía tan absolutamente horrorizado por ese pensamiento que me costó admitir la
verdad. —No se sintió de esa manera.
Edward
empezó a ponerse verde, y la única cosa que pudo decir fue—: Lo siento.
Lo
decía en serio. Sin duda lo sentía. No lo comprendía, pero me hizo sentir
mejor.
Tenerle
menos miedo de alguna manera. Tal vez fui un poco ruda con toda la acusación
del Acuchillador de los Sábados por la Noche. Nadie tan triste como Edward por
el hecho de darme miedo podría ser el asesino.
Bueno,
no podía dejarlo viéndose y sintiéndose de esa forma, así que me alejé de la
multitud y me senté en las escaleras. Le hice señas a Edward para que me
acompañase. Era renuente a hacerlo, pero cuando cedió finalmente, se sentó tan
cerca que no dejó espacio entre nosotros. Lo dejé pasar. —Edward —suspiré—. No
es que te odie, porque no, no es eso.
—¿Entonces?
—No
sólo me pones nerviosa, me asustas hasta la mierda. No bromeaba cuando dije que
hay algo mal contigo. Estás muy avanzado, no pareces tener ningún concepto del
espacio personal, y haces cosas como entrar en mi habitación y secuestrarme. Le
gente, la gente normal, no hace las cosas de esa manera.
Edward
frunció el ceño, así que me apresuré a decir—: Pero no te odio. Lo digo en
serio. Si pudieras simplemente bajar el nivel, probablemente podríamos ser
amigos. ¿Como ahora? Esto no es tan malo.
Edward
se animó con la tenue esperanza que le acababa de dar. —Puedo hacerlo
—prometió.
La
determinación en su voz me pilló con la guardia baja. Cuando hicimos contacto
visual, algo pasó. No creo que ninguno se diera cuenta de lo cerca que
estábamos entre sí, pero de pronto se vio atrapado en un momento que no pudo
resistir, y yo en uno del que no podía escapar.
Esto
es todo, pensé
mientras la respiración de Edward comenzó a acelerarse. Mi primer beso.
No
había forma de detenerlo. Creo que él lo intentó porque susurró mi nombre, como
si no pudiera evitarlo, cuando empezó a inclinarse, casi como si me rogara que
rompiese la conexión. Pero no podía.
Al
final fue Rosalie la que nos regresó. —Bella —gritó desde el otro lado de la
habitación. Su voz hizo añicos el momento entre nosotros.
—Bella,
¿dónde estás? Tu estúpida pelea está comenzando. ¿Alguien ha visto a la chica
de cumpleaños?
Casi
salté de mi piel y le llevó a Edward un segundo sacudirse de su aturdimiento.
No estaba segura de si estar decepcionada o aliviada. Es decir, ¿realmente
quería que mi primer beso fuese con alguien que me daba miedo? ¿Alguien que muy
bien podría estar matando a chicas inocentes en su tiempo libre?
¿Alguien
al que realmente le gustaba, y que seguía y seguía intentándolo duramente a
pesar de mis desprecios?
No
tenía ni idea.
—¿Dijo
lucha? —preguntó Edward, rompiendo mis pensamientos.
Me
alegré por el tema seguro y asentí. —Sí.
—¿Las
preliminares de la UFC? —preguntó Edward entusiasmadamente de esta manera
realmente adorable—. ¿Te gustan las peleas?
—Debí suponer que
eras un gran fan de la UFC —dije—. Por tal y como golpeas el saco de tu garaje.
—Tuve
la oportunidad de entrenar con Georges St. Pierre el año pasado. Me metió
bastante en ellas.
Edward
se encogió de hombros como si no fuera gran cosa, pero déjame decirte, entrenar
con Georges St. Pierre no es no gran cosa. —¡De ninguna maldita manera!
¡Eso es increíble! —Me levanté y comencé a arrastrarle a través de la casa en
busca de la pelea. Ahora entiendo por qué me encanta tanto verte trabajar.
Edward
se detuvo bruscamente y levantó una ceja. Me tomó un segundo para averiguar
cuál era su problema, pero entonces mi mandíbula cayó. —No lo hice.
—¡No
acababa de decir eso en alto!
—Sabes,
Bella —dijo Edward, sin molestarse en ocultar lo mucho que disfrutaba de este
momento—. No tienes por qué observarme desde tu dormitorio. Eres bienvenida a
unirte en cualquier momento. Estaría encantado de mostrarte algunas cosas.
No
podía pensar en nada que decir. Me quedé allí, luchando contra el impulso de
enfermar hasta que Edward ya no pudo contener más la risa. —Vamos —dijo,
tirando de mi mano—. Te comentaré el detrás-de-las-escenas.
Cuando
llegamos a la sala de grabación, en la cual Emmett ya estaba repantingado,
seguía sintiéndome más allá de mortificada. Luego, para empeorar las cosas,
tanto Rosalie como Emmett inmediatamente se centraron en la mano. O, con más
precisión, en cómo seguía aferrada a Edward.
—He
encontrado a otro fan de la UFC —expliqué, soltando la mano de Edward como si
fuera una patata caliente.
No
pude leer la expresión de Emmett, pero la mirada en el rostro de Rosalie fue de
sorpresa y molestia. Después de echarme un rápido vistazo, sonrió enormemente.
—¡Edward!
¡Estoy tan contenta de que lo hicieras!
Rosalie
le saludó con un abrazo y de alguna forma se las arregló para colocarse entre
los dos cuando lo soltó. —¿Así que sabes sobre lucha? —le preguntó. Cuando se
encogió de hombros, tejió su brazo con el de él—. ¡Bien! Porque estoy tan
perdida. Necesito a alguien que me lo explique.
Edward
me lanzó una mirada inquisitiva, pero simplemente rodé los ojos con simpatía.
Sabía por qué Rosalie actuaba toda coqueta con él, pero no quería explicarle su
plan de casamentera. Especialmente no con Emmett sentado justo aquí.
Por
supuesto, resultó que no tuve que explicarle nada a Edward, porque cuando Rosalie
le arrastró al sofá con ella, "accidentalmente" me chocó, empujándome
directamente a Emmett. La habría matado si no estuviera completamente
preocupada por el hecho de que ahora estaba en el regazo de Emmett. Um, sí, eso
no fue un poco torpe ni nada.
—¿Alguien
coló un barril y no me enteré? —Se rió Emmett mientras me deslizaba en el
asiento vacío junto a él—. Porque estoy bastante seguro de que por lo general tienes
más coordinación que eso, Swan.
—No
me caí, imbécil. —Me apoyé en Emmett para mirar a Rosalie—. Me empujaron.
—Caray,
Bella. Fue un accidente. Lo siento. ¿Importa tanto?
Bien,
así que no fue un accidente. Rosalie no era exactamente la reina de lo
sutil y era obvio para Edward lo que acababa de hacer. Lo sabía, porque la
miraba más duramente de lo que jamás había visto. Y eso ya es mucho decir,
teniendo en cuenta todas las veces en las que le había llamado psicópata a la
cara.
Pero
al menos, Emmett parecía completamente ajeno a todo. —Sí, ¿qué te pasa esta
noche, Swan? Estás de tan mal humor. Siéntate y relájate ya.
Sintiéndome algo
derrotada —simplemente no del todo bien— me hundí en el sofá con un largo
suspiro. El problema de esto fue que Emmett había apoyado el brazo en el
respaldo y cuando me recosté, mi cabeza se posó en él. Ahora bien, para alguien
que no lo supiera mejor, podría interpretarse como que estaba abrazada a él,
pero volverme loca y moverme me haría quedar como un idiota, así que me quedé
donde estaba y dejé que Emmett lo moviese. Extrañamente, no lo hizo.
2 comentarios:
Rose eres odiosa bien x la fiesta pero siempre interrumpes en lo mejor y ahora t haces la tonta quitando a Edward del lado d Bella, Gracias =)
Hola, Rose tan intensa
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