lunes, 25 de septiembre de 2017

Dulce Asesino Capitulo 10

Capitulo 10


Dieciséis. No se sentían diferentes a los quince. ¿Y el 4 de julio? Seguía siendo el cumpleaños más patético. Empezó igual que siempre desde que tuve la edad suficiente para no estar en la guardería en verano.

Mamá y papá entraron a mi cuarto a las siete de la mañana, cantando un muy desafinado feliz cumpleaños. Mamá se sentó al borde de mi cama y me envolvió con sus brazos. —Saldré un poco más temprano del trabajo así podemos ir a la autoescuela antes de que cierre. ¡Tendrás tu licencia antes de que termine el día!
Podría estar emocionada por eso si tuviese un coche para conducir, pensé. Pero no lo dije. Forcé una sonrisa y dije—: Gracias mamá.

—Y nosotros iremos a buscarte un auto mañana por la mañana — dijo papá, empujando a mamá para darme un abrazo él—. Pero mientras tanto, estaré en casa a las seis y saldremos con tu hermana por una cena de cumpleaños y luego veremos los fuegos artificiales. ¿Qué te parece?
Patético. Tampoco dije eso. —Suena bien.


—Ten un buen día, amor —dijo mamá, besándome la frente y levantándose—. Trata de no romper ningún hueso por hoy.

—Tuyos o de quién sean —bromeó papá. Eso me hizo sonreír de verdad.

—No te preocupes papá. No tengo a nadie con quien pelear hoy. Los chicos del parque juegan los lunes, miércoles y sábados.

—Feliz cumpleaños muchachita.

Luego de que mis padres se fueran, traté de volver a dormir pero no pude. Me sentía demasiado deprimida. Realmente odio la autocompasión, así que fui a dar una vuelta con el skate para ponerme en marcha. Una buena descarga de adrenalina por lo general me hacía sentir mejor. Excepto que hacía realmente calor, así que no duré mucho. Puedo tolerar el sudor si estoy en un partido, pero vagar por un vecindario desierto no lo vale.
Cundo volví, me sorprendió ver a Rosalie en la mesa, ya duchada y vestida. —¿Qué haces ya levantada?

—Victoria vendrá a buscarme en un rato.

—¿Vas a trabajar? —pregunté. Quizás hoy no tendría por qué ser un completo desperdicio. De verdad quería comprar ropa. Especialmente desde que el jersey que vestía se pegaba a mi espalda. —Quizás podría llevarme también, y podrías… —ugh, era doloroso decirle esto—, ya sabes, lo que dijiste. Ayudarme a elegir ropa nueva.

Los ojos de Rosalie se hicieron tan grandes que casi salieron de su cabeza a su tazón de cereales.

—Olvídalo —dije rápidamente cuando sentí la sangre colorear mis mejillas—. No importa.

—No, no, Bella, ¡podemos! ¡Te ayudaré! Pero ahora no puedo. No voy a trabajar. Le prometí a Victoria que iría con ella a Lansing. Tienen una parrillada familiar. Vamos a irnos todo el día.
—Oh.
Cuando me giré para subir las escaleras, Rosalie me detuvo. —Pero estaré de vuelta a las cinco. Podemos ir entonces.

La cara de excitación de mi hermana me asustaba. Nunca se emocionaba por pasar tiempo conmigo. —No puedo —dije—. Mamá me va a llevar a la autoescuela y luego tenemos que ir a la cena en familia y a los fuegos artificiales.

—Oh, sí. —Su entusiasmo ya se había ido—. ¿Es hoy, no?
Genial.

—Sin ofender —dijo—, pero es el decimosexto cumpleaños más patético del mundo.
¿Tenía que restregármelo así? Ya me sentía bastante deprimida. Era difícil no mostrarlo. Me encogí de hombros y me dirigí a las escaleras de nuevo.

—¿Bella? —Me giré—. Vayamos mañana —sugirió—. Podríamos tomarnos el día e ir a las tiendas. Estoy segura de que mamá y papá nos prestaran el auto. Incluso te dejaré conducir.

Rosalie me sonrío —una sincera, honesta sonrisa. Quizás la primera real que me había dado alguna vez, pero llena de pena y me hizo sentir peor. —Sí, vale, quizás —dije, sabiendo que no iría pero no queriendo herir sus sentimientos.

Para cuando salí de la ducha, tenía la casa para mí sola. Nada como el sonido de una casa vacía para sobrellevar un mal día. La programación del día lo hizo peor, y rápidamente me di cuenta de que todos tenían razón sobre mis videojuegos. No es que quisiera empezar a asesinar gente ni nada, pero Skateboard Pro 2000 se volvió viejo.

Suspirando, apagué la X-box y me retiré a la ventana para observar a Edward ejercitarse. Me dije a mí misma que no volvería a hacerlo, pero era incapaz de mantener esa promesa. Sí, el chico me había arrastrado a su habitación pateando y gritando, pero era raro. En realidad no quería lastimarme. Creo que sólo trataba de explicarme por qué era un fenómeno. Parecía como si supiese que lo era y estuviera casi inseguro sobre eso. No podía sacarme ese rostro vulnerable, desesperado de la cabeza.

Además, no me forzó a quedarme quieta cuando presionó mi mano con su cara. Mi brazo todavía cosquilleaba en donde sus labios me habían tocado. ¿Y cuando sus labios tocaron los míos por ese breve segundo? Ni siquiera fue lo suficientemente largo para que contara como un verdadero beso, pero igual, no podía olvidarlo.

No ayudaba que Edward me ignorara completamente desde entonces. Prácticamente no había mirado mi casa desde que salí corriendo de la suya. Sé que es lo que quería, pero ahora que lo había conseguido me molestaba. ¿Se enojó conmigo por patearlo? Porque eso sería tan injusto, ¡me secuestró!

Mientras más pensaba en Edward, más aire fresco necesitaba. Salí a encestar algunas canastas en el camino de entrada. No soy la mejor en baloncesto, pero el hockey no sirve para liberar la ira tan bien si no hay nadie a quien golpear.

Me di cuenta de que me convertí en un blanco fácil para otro ataque, pero no me importó. Me negué a esconderme hoy. Luego de que Edward terminara su entrenamiento, desapareció en su casa y no salió. Ni siquiera miró en mi dirección antes de entrar. Imbécil.

No que necesariamente quisiera su atención, pero ya que mis amigos no estaban, mis padres trabajaban, y mi hermana rechazó la oportunidad de darme un cambio de imagen, el hecho de que mi psicótico acosador, quien sabía que era mi cumpleaños, no quisiera verme, era un golpe bajo.

Si no hubiera sido por el chico de UPS que apareció en ese momento, podría haber ido y preguntado a Edward cuál era su maldito problema, incluso si terminaba siendo degollada y arrojada al río Detroit.

—¿Tengo un paquete para una tal Isabella Eleonor Roosevelt Swan?

—Esa soy yo —dije. Y me di cuenta de cómo me había llamado—. ¿Isabella Roosevelt? —gruñí, sabiendo de quién era el paquete sin siquiera tener que verlo—. Idiotas.

—¿Roosevelt? ¿Ese es tu verdadero apellido? —preguntó el chico de UPS mientras firmaba por la caja.
—No. A mis amigos les gusta burlarse de mí porque nací un cuatro de julio.

—Oh. Bueno, ¡feliz cumpleaños!

—Gracias. —¿Era triste que el chico de UPS me hubiese deseado feliz cumpleaños cuando ni mi hermana lo había hecho?
Esperé hasta que el camión se marchase para ver lo que mis amigos idiotas me habían conseguido en el campamento. Casi me asustaba mirar. Si se trataba de un grupo de sudorosos suspensorios iban a morir.

Me sorprendió tanto la tela blanca y roja en mis manos, que la caja cayó olvidada al piso. No era la campera de las alas rojas lo que me sorprendió, era el autógrafo personalizado del diez veces presente en el salón de la fama de la NHL7, Steve Yzerman, en ella lo que hizo temblar mis rodillas.

“Para Bella, ¡felices dieciséis! Con amor, Steve Yzerman”.

Leí la inscripción una y otra vez sin poder creerlo mientras me hundía en la vereda. Todavía me sentía tan sorprendida que aterricé en la caja y la aplasté. Cuando la saqué de debajo, vi una nota en el fondo.

Bella,
¡Nunca creerás quién fue nuestro entrenador invitado hoy! Le dijimos sobre cómo no pudiste venir porque te faltaba un escroto y que nos ibas a matar por conocerlo ya que es tu ídolo, y el tipo nos dio esto. ¡Él es lo más! ¡Más te vale que nos consigas un gran auto, ya que nos lo debes completamente!
¡Feliz cumpleaños!
Jasper, Jacob y James
PD: Yo fui el que le contó sobre ti. ¡Pienso que eso merece el privilegio de sentarme en el asiento delantero de por vida! –James

No podía creerlo. ¿A quién le importa si me llamaron Isabella Elenor Roosevelt? Los. Mejores. Amigos. Del. Mundo. Ya no estaba enojada. De hecho, sentía que iba a llorar. No lo hice, por supuesto, pero el resto de mi día pasó volando.

Ya no me importaba ni conseguir mi auto, ni tener que cenar y ver los fuegos artificiales con mi familia. Ni siquiera importaba que Rosalie me hubiera regalado un maldito vestido, o el hecho de que nos hubiera abandonado apenas llagamos al parque dejándome sola con mis padres. Al final, mi cumpleaños, como que apestó, pero no fue el peor que tuve.

Las cosas mejoraron al día siguiente también, porque papá se levantó temprano y fuimos a buscarme un auto. Llevó horas, pero me ayudó a conseguir un gran trato y cuando todo estuvo dicho y hecho, era la orgullosa dueña de un Jeep Wrangler. Negro azabache, puertas y capota removibles… los J estarían muy apretados pero no me importaba. Estaba enamorada.

Incluso Rosalie se desmayó un poco cuando me detuve en el camino de entrada esa tarde. —Ooh, ¡brillante! —canturreó—. ¡Pongámonos lindas y salgamos por ahí, Bella! Podríamos recoger a Victoria y Alice. ¡Sería tan divertido!

—¡De ninguna forma! —dijo papá rápidamente—. Es sábado. No van a ningún lado.
—¡Pero papá!

No estoy segura de por qué la orden llenó a Rosalie de pánico. Yo, por una vez, lo había esperado —siendo el sábado por la noche la hora feliz de los asesinos en serie y eso. Y además, ¿salir con sus amigas? ¿En qué universo pensó que eso pasaría?

Rosalie se lanzó a un gran berrinche. Me miró en busca de ayuda, pero simplemente me encogí de hombros. —Son las preliminares de la UFC.

—¿Las qué? —preguntó.

Se lo expliqué como si fuera lenta. —¿Las preliminares de la Ultimate Fighting Challenge?

—¡Ugh! —se burló con obvio disgusto—. No tienes remedio.

Papá y yo nos echamos a reír cuando entró pisoteando en la casa.
Rosalie se encerró en su cuarto con el teléfono inalámbrico por una hora y media, pero eventualmente se unió a nosotros en la sala, suspirando a cada rato mientras se pintaba las uñas. —Pensé que iban a ver una pelea —dijo, frunciéndole el ceño a una repetición del SportsCenter en la tele

—No empieza hasta dentro de una hora —dije.

—¿Y sólo se van a sentar ahí y mirar charlas deportivas hasta que empiece?

—Sip —dijimos papá y yo al unísono.
Rosalie suspiró y pasó a los dedos del pie. Cuando se quedó sin uñas, dijo—: Bella, dame tus pies.

—No lo creo.

—Está bien. Tus uñas entonces.

—¿Qué uñas? —pregunté. Las mías se encontraban mordidas hasta la cutícula.

—Bien. Déjame peinarte.

—¿Por qué?

—Porque estoy encerrada como una prisionera una noche de sábado y desesperadamente aburrida, y sólo quiero ver como quedaría.

Mi hermana había estado tratando de darme un cambio de imagen prácticamente toda la vida. Nunca pensé que vería el día en el que cedería, pero algo de la mañana anterior —cuando había querido ir de compras conmigo— se me había quedado pegado. No lo sé. Era casi como, bueno, como si le gustara. Como si quisiera ser mi hermana y no sólo mi malvada hermana. Fue lindo de su parte querer hacer mi cumpleaños un poco mejor.
Sabiendo cuán duro debía serle estar encerrada básicamente por ningún motivo, sentí como que le debía algo a cambio. En vez de “piérdete, perdedora”, la miré y dije—: Lo que sea. —Después de todo, tuvo razón sobre la ropa, y no era como si alguien fuera a verme esta noche. No podía doler dejarla hacerlo por una vez, ¿cierto?

En realidad, dolió bastante. Tan pronto como acepté, Rosalie chilló y me arrastró a su habitación. Hubo mucha cantidad de restregar y tirar y pinchar y empujar involucrados, y luego sacó unas pinzas y fue a por mis cejas. Nunca imaginé que esa cosa de “la belleza duele” fuese literal.

Cuarenta minutos más tarde, Rosalie declaró que lo único que faltaba era que me pusiese el vestido que me había regalado. Era un vestido de verano con tirantes, hasta la rodilla. —Casual, pero clásico. —Lo había llamado.

Nunca antes había usado un vestido. Le dije que no iba a empezar ahora, pero insistió, diciendo que si no me quedaba me daría el recibo y lo podría cambiar por algo más.

Tras ceder y ponerme la maldita cosa, Rosalie me llevó a su cuarto a mirarme en su espejo de cuerpo completo. No había permitido que me mirara hasta ahora y tenía miedo.

No lucía tan mal como pensé. Había sido sutil con el maquillaje y el peinado. Todavía me veía como yo, sólo que en una versión más pulcra. Al menos eso fue lo que pensé, pero cuando Rosalie me arrastró abajo para mostrarle a mis padres, hubieras pensado que me había transformado en Julia Roberts o algo por estilo.
Mamá se emocionó tanto que pensé que se largaría a llorar. Papá en cambio, luego de estar bastante aturdido, frunció el ceño. —Rosalie —dijo, con un débil suspiro—, ¿es realmente necesario?

—¡Papá! —jadeó Rosalie.

E incluso mamá se puso en su contra. —En serio, Steve, sé bueno. Se ve hermosa. Bella, te ves fantástica.

Mamá y Rosalie esperaron a que papá concordara con ellas, pero el sólo se masajeó las sienes como si tuviera un repentino dolor de cabeza.

Casi como el destino quisiera salvar a papá, el timbre eligió ese preciso instante para sonar. Mi mamá contestó y cuando me llamó, mi corazón falló. ¿Quién podría venir a verme? Por primera vez desde que se habían ido, me sentía feliz de que los J no estuvieran aquí. Si ni siquiera mi propio padre podía manejar verme así, no había forma de que ellos pudieran. Probablemente me deshonrarían.
Mamá me llamó otra vez, y papá y Rosalie fueron a ver quién era, pero no me moví. La única persona que ahora podría estar en la puerta era Edward. El señor Acuchillador de los Sábados por la Noche en persona. No iba a dejarlo verme toda arreglada y linda como una especie de virgen llevada al altar como un sacrificio.

—Hola, señor Swan. —Escuché decir a alguien.
Reconocí esa voz instantáneamente y me sorprendió tanto escucharla en mi casa que olvidé el vestido que llevaba. —¿Emmett? —pregunté, girando en la esquina hacia la sala de estar.

Mi papá le había estado sonriendo a Emmett mientras estrechaba manos. Lo conoce bastante bien, ya que había jugado al golf con su padre por años. Pero cuando Emmett me vio, soltó la mano y sus cejas se elevaron. Muy arriba. Hizo que mi papá frunciera el ceño en respuesta.

Detrás de Emmett estaban Greg y Sánchez. —¿Swan? —preguntó Greg, casi cayéndosele el chicle de la boca, su mandíbula colgando abierta.

—Oh, ¡por el amor de Dios! —gruñó papá—. ¿Ves? ¿Ves cuál es mi problema, Renee? ¿Cómo puedes alentar esto?

De repente, el estrés de papá cobró sentido para todos. Mamá suspiró.

—¿Qué hacen aquí? —le pregunté a Emmett rápidamente antes de que mamá dijese algo acerca de la pubertad.

—Un par de nosotros nos vamos a juntar para ver las preliminares de la UFC —contestó. Trataba de mantenerse concentrado—. ¿Te apuntas? —Finalmente, no pudo soportarlo y rió—. ¿Qué es eso, Swan?

Señalaba a mi atuendo. —Nada —suspiré—. Me lo iba a quitar.
Mi hermana me agarró antes de que pudiera subir las escaleras. —Oh, no, no lo harás. Acabo de pasar cuarenta y cinco minutos haciéndote ver fabulosa. Puedes ir así.

—No voy a ir a la noche de lucha en un vestido.

—Nah, está bien, Swan —dijo Emmett, conteniendo la risa—, te ves… —Tenía problemas encontrando una palabra. Tras él, Greg y Sánchez seguían mirándome como si me hubiera crecido un tercer brazo. Cuando Emmett finalmente dijo—: Linda. —Ellos rieron disimuladamente.

—Entonces —dijo Emmett—, vamos. La primera ronda empieza en diez.

—¿Hay lugar para una más? —preguntó Rosalie.

—¿Para Rosalie Swan? —Emmett sonrió—. Siempre.
Me reí del intento de coqueteo de Emmett con mi hermana y me volví hacia ella.
—¿quieres ir a la noche de lucha?

—Quiero hacer lo que sea que me saqué de esta casa ahora. Aparte, quiero ver la reacción de todos a mi trabajo.

Miré a papá. Todavía se veía bastante gruñón. —Lo siento, David —dijo—. Mis chicas no tienen permiso para salir los sábados por la noche en este momento.

—Oh, sí, señor Swan, entiendo toda la cosa sobre el asesino en serie. Por eso traje a los chicos conmigo. —Greg y Sánchez hincharon el pecho cuando Emmett los señaló, tratando de verse duros—. Somos tres. Iremos directamente allí, Rosalie y Bella nunca estarán solas, y habrá padres en casa. Luego las traeremos directamente de vuelta. Prometo que nunca las perderé de vista.
No es que no apreciara el intento de fuga, pero me sorprendía que los chicos estuvieran dispuestos a hacer el esfuerzo.

Papá sacudió la cabeza obstinadamente. —No lo creo…

—¡Mamá!

Rosalie miró a mamá desesperadamente y, para mi sorpresa, ésta le respondió con una mirada conocedora. —¿Steven? ¿Puedo hablar contigo en la oficina?
Oh, genial. Ahora mamá será tan mala como Rosalie con la cosa de emparejarme.
Cuando mis padres se fueron, Emmett se echó a reír. —Vaya, no bromeabas cuando dijiste que tu papá estaba asustado con lo del asesino en serie.

—Sí, y no están ayudando en nada quedándose boquiabiertos, idiotas —dije—. ¿Demasiado babosa?

Por una fracción de segundo, Emmett pareció sorprendido, pero rápidamente hizo una mueca. —No te halagues a ti misma, Swan. Se necesita más que un vestido para excitarme.

Ahí fue cuando mis padres regresaron. Mamá se veía presumida. Papá vencido. —¿Habrá supervisión adulta? —preguntó, y Emmett asintió—. ¿E irán directamente allí? —Volvió a asentir.

Papá se mantuvo durante unos segundos, incluso cuando era bastante claro que había perdido la pelea. Finalmente, suspiró. —Las quiero en casa a medianoche —nos dijo a Rosalie y a mí—. Y llévate el teléfono de tu hermana. Quiero que me llames cada hora.

Mientras papá seguía con sus instrucciones, me pregunté cuánto era por el asesino y cuánto por el vestido.

—¿Y tienes el spray de pimienta que te di?
—Charlie —dijo mamá, poniéndole fin al discurso—. Estarán bien.

Emmett puso el brazo sobre mis hombros. —Cuidaremos de ella, señor Swan.
Papá frunció más el ceño y miró a Rosalie. —Esto es culpa tuya —acusó. Definitivamente era el vestido—. Es tu responsabilidad.

Rosalie entendió el significado, al igual que yo. —No te preocupes, papá —dijo orgullosamente—. Sé lo que hago.

Papá miró el brazo de Emmett y murmuró—: No eres la que me preocupa.
Luego de que papá se fuese de nuevo, Emmett preguntó—: ¿Qué fue todo eso?
Lo miré como si fuera idiota y quité su brazo.

Rosalie rodó los ojos y dijo—: Es la niña de papá. Está teniendo un momento duro adaptándose a la nueva y mejorada Bella.

—No es el único —murmuró Sánchez.

Le di un codazo en el estómago tan fuertemente como pude en mi camino a la puerta, forzándolo a inclinarse. —¿Qué tan duro fue eso, pervertido?

De camino, Rosalie convenció a Emmett para que pasáramos por casa de Rachel. Traté de decirle que Rachel, quien era incluso más popular que Rosalie, nunca aceptaría ir a una noche de pelea con unos juniors, pero insistió. Por supuesto, Emmett no discutiría si eso significaba aparecerse con ambas, Rosalie y Rachel.

Cuando llegamos, Rosalie me arrastró fuera del auto. —¿Para qué me necesitas?

—Porque incluso si no quiere venir, me gustaría que te viese. No creía que pudiera hacerte ver linda.

Rosalie golpeó la puerta, esperó dos segundos y se dejó entrar. —¡Alice! —gritó a la casa oscura—. ¡Estamos aquí!

—¿Qué quieres decir con “estamos aquí”?

Ahí fue cuando se encendieron las luces y alrededor de cien mil personas salieron gritando—: ¡Sorpresa!

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hola a todas perdon por no poder actualizar pero es que me dio una gripe horrible y pues aun me esty recuperando pero ya regrese asi que les dejo dos capitulos mas muchas gracias  a Cari y Beata por sus comentarios en el ultimo capitulo muchas gracias tambien a las lectoras fantasmas muchas gracias por leer.

2 comentarios:

cari dijo...

El jefe Swan sufriendo x su bebé q ahora es una mujer hermosa, Bella no se esperaba esa fiesta y Edward no dio señales d vida muy raro , gracias nena

Lizdayanna dijo...

Hola. Todo era un show, para. Una fiesta sorpresa.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina