Capitulo
13
Joe
Louis Arena, sede de los Detroit Red Wings, es el hielo que nunca he tenido el
privilegio de bordear. Así es como supe que estaba soñando. De modo que cuando
una figura oscura en un jersey rojo y blanco con una máscara de portero
apareció, esperaba que fuera Chris Osgood10 o alguien viniendo a darme algunos
consejos.
A
medida que la figura se acercaba, me di cuenta de que no estaba teniendo un
sueño. Esta era una pesadilla, y el hombre que venía a mí era el Acuchillador
de los Sábados por la Noche. Traté de escapar, pero de repente me encontraba
atada al palo de mi red. El Acuchillador levantó su cuchillo a mi cara y lo
deslizó hasta mi garganta. Rió con una risa profunda y amenazante cuando empecé
a gritar, pero en lugar de cortar a través de mi piel dejó caer su cuchillo y
empezó a besarme. Cuando se apartó la máscara de hockey se había ido y miraba a
los ojos risueños de Emmett McCarty.
—Guau,
Swan —dijo—. Realmente apestas besando. Parece que vas a necesitar mucha
práctica.
Detrás
de Emmett, se formaba una larga fila de Acuchilladores de los Sábados por la
Noche, cada uno esperando su turno para torturarme con besos. Empecé a gritar y
golpear, pero no podía escapar y el Acuchillador Emmett me besó una y otra vez.
La
tortura no terminó hasta que lo golpeé tan fuerte que me desperté en el suelo
enredada en un montón de sábanas. Apenas tuve tiempo de averiguar dónde estaba
antes de que mi padre irrumpiera en mi dormitorio en calzoncillos, agarrando un
hierro número nueve. Rosalie y mi mamá
vagaban detrás de él, pareciendo igualmente asustadas. —Lo siento —dije,
levantándome del suelo—. Fue sólo un sueño.
—Un
sueño bastante intenso —se quejó Rosalie.
Mi
madre bostezó, pero sonrió con simpatía. —¿Quieres hablar de ello?
Um,
no. Definitivamente
no quería hablar de un sueño en el que la principal forma de tortura era besar.
Sobre todo no con mi madre.
—Estoy
bien —dije, rogando que no me ruborizara—. Vuelvan a la cama. Lamento haber
asustado a todo el mundo.
Mamá
logró decir un “buenas noches” a través de un pesado bostezo, y mi papá
comprobó doblemente la seguridad de la ventana de mi habitación sin decir una
palabra. No sabía que la había estado bloqueando desde el día en que me di cuenta
que Edward podría entrar a través de ella. —¿Todo a prueba de asesino en serie?
—pregunté, pero mi broma cayó plana cuando mi padre no pudo reunir una sonrisa.
La
mirada en el rostro de mi papá me dijo que tenía un montón de sus propias
pesadillas sobre el Acuchillador de los Sábados por la Noche. Y estaba bastante
segura de que las suyas no terminaban en un beso.
—Estoy
bien —le aseguré cuando parecía a punto de acampar el resto de la noche a los
pies de mi cama—. Vuelve a dormir, papá.
—Te
quiero, nena —susurró, besando mi frente.
Las
declaraciones de amor definitivamente no son lo mío, pero de todos modos me
atraganté con un—: Yo también, papá.
Tan
pronto como mis padres se habían ido miré a Rosalie, preguntándome qué hacía
todavía en mi habitación.
—¿De
qué trataba tu sueño? —preguntó.
—De
nada —le dije rápidamente. De ninguna manera quería entrar en esto con Rosalie.
—¿Se
trataba de Edward?
—Dame
un descanso, Rosalie. No voy a hablar contigo ahora mismo. Son las cuatro y
media de la mañana. Vuelve a la cama.
—No
puedo dormir —dijo, ignorando mi molestia—. No eres la única que tiene
pesadillas acerca de Edward esta noche.
—No soñé con Edward.
—Por una vez—. Espera. ¿Por qué tenías pesadillas con Edward?
Rosalie
miró por la ventana al otro lado de la calle y luego se hundió en mi cama.
—Lo
siento, no te escuché antes, cuando trataste de decirme que Edward estaba loco.
—Edward
no está loco, ¿y no te disculpaste ya conmigo realmente? ¿Qué demonios ha
pasado?
—Esta
noche, después de que te vio con Emmett juntos, se enloqueció tanto.
Rosalie
puede ser tan tonta. —Por supuesto que sí.
—Golpeó
su puño a través de la pared de la sala de estar de Alice.
—Gran
cosa. —Me encogí de hombros—. He golpeado con mi puño la pared de la cocina y
la pared de la sala de estar. ¿Y recuerdas esa vez que pateé la puerta de mi
dormitorio?
—No
lo entiendes. Me sentí muy mal por él porque le gustas, y Emmett en cierto modo
te ganó y…
—Oye,
oye, Emmett no ganó nada. Te dije que sólo…
—…
y parecía tan molesto, así que fui a hablar con él y él-él-él me agarró fuerte.
—…
somos amigos; espera. ¿Edward te lastimó?
Rosalie
frunció el ceño. —Bueno, no —admitió—. Pero me agarró fuerte y me atrapó contra
la pared. Se veía tan enojado. Y tenías razón acerca de él. Es realmente el
asesino y ahora tú eres la próxima en su lista y todo es mi culpa.
—Guau.
Así que así es como soné como cuando acusé a Edward de ser un asesino en serie.
Tienes razón. Estaba loca.
—Bella,
sus palabras exactas fueron: “tu egoísmo acaba de matar a tu hermana”.
Quería
decirle a Rosalie que estaba loca, pero me encontré a mí misma sonriendo en su
lugar. ¿Cómo sabía Edward? ¿Cómo sabía que me enojé tanto esta noche? Porque
él me conoce, pensé. Rosalie me sacudió, literalmente me sacudió por los
hombros, de mis pensamientos. —Bella, admitió justo delante de mí que te iba a
matar.
—No
creo que eso sea lo que…
—¿No lo ves? —me
interrumpió Rosalie—. Nunca quiso venir en pos de ti antes porque le gustabas.
Pero ahora que estás con Emmett, no puede tenerte, así que va a venir tras de
ti.
Era
difícil no reírse de ella. —Voy a volver a dormir. Habla conmigo mañana, cuando
estés siendo menos estúpida —le dije, aunque había estado pensando ese tipo de
cosas exactamente hace apenas unos días.
Me
dormí, ya que no tenía ganas de ir al parque después de que todos los chicos
fueran testigo de Rosalie lavando el cerebro de Emmett anoche. Por no hablar de
que me cansé de haber estado acostada despierta durante horas preocupada por Edward
después de que Rosalie me dijera lo enojado que había estado.
Rosalie
se encontraba sentada en mi cama con los prismáticos de mi papá, mirando la
casa al otro lado de la calle, cuando me desperté. Miré el reloj y me sorprendí
al ver que eran ya las nueve y media. Salté de la cama a mi ventana y empujé a Rosalie
fuera del camino para echar un vistazo por mi cuenta. Perderme el partido de
hockey era una cosa, ¿pero perderme el entrenamiento de Edward?
Dime
acerca de arruinar mi día.
—No
te molestes —me dijo Rosalie—. Ya entró en la casa.
Eché
un vistazo al reloj. —Pero nunca trabaja por menos de una hora.
Rosalie
se encaramó de vuelta a mi lado, mirando a través de los prismáticos. —Eso es
porque probablemente se rompió la mano.
—¿Qué?
—Deberías
haberlo visto esta mañana. Es como dijiste… estaba totalmente desquiciado.
Golpeó la bolsa hasta que sangraba. ¡Mira!
Rosalie
empujó los prismáticos hacia mí y cuando di una hojeada, efectivamente, había
brillantes manchas rojas en el saco de boxeo. Pero las manchas no me
perturbaron de la manera que lo hicieron en Rosalie —Edward no sería el primer
boxeador en hacer sangrar sus nudillos— pero me hicieron sentir lástima por él.
Edward debió sentirse peor de lo que pensaba. Tenía que arreglar las cosas.
Tenía que ir allá y explicarme.
—¿Qué
estás haciendo? —me preguntó Rosalie cuando me levanté y me puse algo de ropa.
—¿Qué
te parece? Voy a ir allí.
—¿Qué?
—exclamó Rosalie—. ¿Por qué?
—Um,
¿tal vez para disculparme?
—¿Disculparte?
¿Con Edward? ¿Por qué?
—¿Tal
vez por romper su corazón? ¡Sabes lo mucho que le gusto a Edward! Estaba
tratando muy duro anoche y tú incitaste a Emmett, un tipo al que odia con todas
sus ganas, en mi dirección. Pensándolo bien, no voy a pedirle disculpas. Tú lo
harás.
Agarré
a Rosalie por el cuello y comencé a arrastrarla hacia la puerta.
—¡No!
—gritó con tanta fuerza que la solté—. Bella, no puedes ir allí. Tenías razón.
Está loco.
—Tiene
un mal genio —concordé—. Y es un poco torpe socialmente. Pero no está loco. En
realidad, tenías razón esta vez, por mucho que me duela admitirlo.
—¡No!
¡Bella, no! Nunca me escuchas acerca de algo en tu vida. Nunca. ¿Por qué
empezar ahora?
—Debido
a que no es un asesino.
Empecé
a arrastrar a Rosalie de nuevo, pero se defendió y trató de empujarme a
mi
ventana. —¡Lo vi! —dijo.
—¿Viste
a Edward matar a alguien?
—Lo
vi hacer la cosa del cuchillo. ¿Ves el gabinete de metal? Está lleno de
cuchillos. Él-él-fue tan rápido. Lamento no haberte creído antes.
—Así
que lanza cuchillos —dije—. Es un pasatiempo. Uno extraño, es cierto. Pero ya
hemos establecido que es un poco extraño. Voy a ir allí. ¿Vienes o no?
Me
hallaba casi en la puerta cuando de repente Rosalie jadeó. —¡Espera un minuto!
Alto ahí, señorita.
Me
detuve ante la sospecha en la voz de mi hermana. Cuando volví a mirarla daba
golpecitos con el pie, con los brazos cruzados con fuerza sobre el pecho.
—¿Desde
cuándo te importan los sentimientos de Edward?
—No
lo hago —dije rápidamente, pero el enrojecimiento de repente en mis mejillas
probablemente le dijo a mi hermana que estaba mintiendo.
—¡Mentirosa!
¿Ven?
—¿Qué
pasó entre ustedes dos anoche? —exigió Rosalie saber. Parecía a punto de luchar
conmigo en el suelo en busca de respuestas.
—Nada.
—Tonterías. Cada vez
que te vi, ustedes estaban juntos.
—No
es mi culpa. Ya sabes como es Edward. No podía deshacerme de él más de lo podía
deshacerme de ti o Garret.
Los
ojos de Rosalie se estrecharon mientras trataba de decidir si creerme o no.
Bueno, no iba a permanecer rondando hasta que decidiera hacerme sangrar todos
mis secretos —es bastante mala, no me extrañaría que lo hiciera— así que opté
por usar el momento para distraerla de una vez por todas.
—¿Podemos
olvidarnos de Edward? Me voy a llevar mi jeep nuevo afuera para un largo y
agradable viaje y encontrar esas tan llamadas galerías comerciales que dijiste.
Iba a preguntarte si querías venir y ayudarme a comprar, pero si prefieres
sentarte aquí y espiar a los vecinos, está bien.
—¿Qué?
—Rosalie se animó, exactamente como pensé que lo haría—. ¿Realmente me dejarás
ayudarte a elegir algo de ropa?
Me
encogí de hombros. Iba a causarme dolor físico el admitir mi próxima oración.
—En
cierto modo me gustó la forma en que me veía anoche. —Bueno, eso lo hizo. La
mandíbula de Rosalie cayó al suelo—. No es que voy a dejarte comprarme un
montón de vestidos —dije rápidamente—, pero ambas sabemos que no puedo escoger
un nuevo vestuario por mi cuenta, y realmente no creo que tenga más opciones.
En cierto modo, le he mencionado tal vez comprar algo de ropa nueva a mamá y
ella me hizo tomar esto.
Me
acerqué a la cómoda y saqué un fajo de billetes enrollados de mi cajón de
calcetines. Los ojos de Rosalie se abrieron con entusiasmo. —Creo que tenía
miedo de que me gastara todo mi dinero en un auto nuevo y luego continuar por
ahí vistiendo con... bueno, la ropa que tengo ahora.
¿Edward
quién? ¿El Acuchillador de los Sábados por la Noche qué? Rosalie es simplemente
demasiado fácil de distraer.
—¡No
tienes ni idea de cuánto tiempo he querido hacer esto! —gritó ella.
Prácticamente me arrastró por las escaleras—. ¿Sabes lo bonita que eres en
realidad? Te voy a mostrar, Bella. Y te prometo que te va a gustar. No tenemos
que exagerar ni nada. Tu aspecto es más de una sutil belleza. No va a ser malo,
te lo prometo. Y cuando haya terminado, tendrás a todos esos chicos con los que
te la pasas con espuma en la boca.
—Uh,
la mayoría de ellos lo hacen de todos modos. No es exactamente atractivo.
—Pero
ahora van a estar babeando por ti.
Me eché a reír. —Sí,
claro.
Rosalie
siguió divagando sobre cómo durante años hasta ahora quería hacerme darme
cuenta de mi potencial como chica y bla, bla, lo que sea, todo el camino hasta
la galería comercial. Pero estaba feliz, y lo crean o no, yo estaba más o menos
divirtiéndome.
—Lo
veto —dije mientras Rosalie sacaba una camisa morada de un gancho. Por lo
menos, creo que era una camisa… difícil de decir con todos esos volantes. Miré
a mí alrededor en toda la ropa con volantes brillantes, y arrugué la nariz—. De
hecho, vamos a ahorrarnos un poco de tiempo y veto esta tienda entera.
—No
puedes vetar una tienda entera, Bella.
—Oh,
sí puedo.
—Eso
es totalmente abuso de tu poder.
—Y
tratar de hacer compras en esta tienda es un abuso del tuyo. Estuvimos de
acuerdo en que no íbamos a exagerar.
—Pero
esto se vería tan lindo en ti. Vas a probártelo.
—Voy
a conseguir un batido —dije sobre mi hombro, ya saliendo de la tienda y de
nuevo en el centro comercial—. Alcánzame cuando hayas vuelto a la realidad.
Cuando
Rosalie me encontró, estaba sentada en una mesa en la feria de comidas
sorbiendo lo último de un batido de chocolate. —Te tomó bastante tiempo.
—Para
tu información, me detuve en el puesto de periódicos en el camino.
Levanté
las cejas ante la bolsa que colgaba de su muñeca que no había estado allí
antes. Estaba segura de que contenía una horrible cosa-vestido-camisa púrpura
con volantes. —Bueno, alguien tenía que probárselo —musitó Rosalie—. Era
fabuloso y con cuarenta por ciento de descuento.
—¿El
quiosco de prensa? —Me reí—. Lo dudo. Como si alguna vez iba a creer
que
te detendrías en un puesto de periódicos, incluso si no estuvieses en un centro
comercial.
Rosalie
frunció el ceño y luego arrojó el periódico sobre la mesa delante de mí. No me
importaba que acabara de comerme mis palabras. Estaba ya sorbiendo la historia
principal en la primera página.
—¿El
alcalde de Detroit implementa toque de queda en toda la ciudad? —Empecé a leer
la historia—. El cuerpo de quince años de edad de Crystal Chambers fue
descubierto en Maplewood Park en Garden City esta mañana, aumentando el número
de muertos en la cadena de asesinatos en serie a cuatro. Sin nuevas pistas, los
funcionarios estatales, así como las fuerzas del orden están instando a los ciudadanos
a tomar precauciones adicionales de seguridad.
—A
ninguna persona menor de dieciocho años se les permite salir sin supervisión de
un adulto después de las 10 pm los fines de semana —se quejó Rosalie—. El
alcalde está instando a todas las ciudades de los alrededores para hacer lo
mismo. Canton ya es en cierto modo patético. Apuesto a que vamos a estar bajo
llave al final del día.
—Creo
que es inteligente.
—Pero
ninguno de los cuerpos fueron encontrados en Detroit.
—Eso
no significa que las chicas no fueron tomadas de allí.
—Lo
sé —suspiró Rosalie—. Es sólo que, ¿el toque de queda en toda la ciudad podría
extenderse a la totalidad del área metropolitana? Eso significa que es grave.
No tienen ninguna pista. Simplemente no pueden encontrar a este sujeto, y no
saben cómo mantener a la gente segura.
Seguía
leyendo el resto del artículo; por suerte había una foto del alcalde de
Detroit, y no de la más reciente víctima. No necesitaba otra cara para
atormentarme. Levanté la mirada cuando Rosalie dijo—: Tengo miedo por ti, Bella.
—Voy
a estar bien, Rosalie —dije en serio—. No es como si fuera a ir a buscar
problemas. Quiero decir, ¿cuáles son las probabilidades? Hay más de cinco
millones de personas que viven en el área metropolitana de Detroit. Siempre y
cuando no esté pasando el rato en cualquiera de los callejones oscuros o
estacionamientos 7/11, el Acuchillador de los Sábados por la Noche nunca
siquiera sabrá que existo.
—A
no ser que viva al otro lado de la calle.
—¿Así
que estamos de vuelta a esto? —dije, con un suspiro—. Lamento haber alguna vez
sacado el tema. Ang, Edward no es el Acuchillador de los Sábados por la Noche.
Sólo lo dije porque me molestaba que me estuvieras tratando de hacer salir con
él.
—¿Pero qué si tenías
razón? El tipo es un poco escalofriante, ¿no? —Cuando no pude negarlo, Rosalie
prosiguió—. Piensa en ello. Se mudó a Michigan justo antes de que los
asesinatos comenzaran a suceder. Tiene una cosa por los cuchillos. Está
obsesionado contigo y te ves igual que todas las chicas muertas. Además, no
volvió a casa hasta casi las seis de la mañana. Lo sé, porque después de que
nos despertaras a todos anoche me di cuenta de que él no se encontraba en casa,
así que lo esperé.
—Y
me llamas una acosadora —me quejé. Creo que habíamos tenido esta conversación
exacta antes, sólo que ahora nos habíamos cambiado los puntos de vista—. Si no
lo has notado, Edward nunca llega a casa antes del amanecer los fines de
semana, y si tuvieras padres que te permitieran salirte con la tuya, sabes que
harías lo mismo.
—¿Cómo
puedes pasar por alto las coincidencias? Sé lo mucho que Edward te asusta.
Tienes pesadillas con él tan horribles que te hacen caer de la cama.
Esta
conversación ya me molestaba, pero cuando me acordé de mi sueño me enojé. —Ese
sueño de anoche no se trataba de Edward… ¡era sobre Emmett!
—¿Emmett?
—Rosalie, su cerebro cableado para el chisme, dejó el otro tema por completo—.
¿Por qué tendrías pesadillas con Emmett?
—Nada.
No hay razón. ¿No se supone que estamos de compras? —Volé de mi asiento y salí
de la feria de la comida.
—¿Porque
te besó? —exigió Rosalie, alcanzándome y aferrándose en mí de modo que no
pudiera escapar—. Oh, Dios mío, ¿fue tan malo? Fue malo, ¿no? ¿Qué tan malo
fue?
—¿Quieres
que le dé a la brillante tienda otra oportunidad? —pregunté. Lamentaba tener
que sacarlo a relucir.
—¿Así
de mal? —Hablando de espuma por la boca—. ¡Deee-talles! —se quejó—.
Hablamos sobre Emmett McCarty. Es, como, la fantasía de todas las chicas de tu
año.
—Oh
sí, estoy segura de que cada chica sueña con ser besada sólo para tener al tipo
apartándose y diciéndote que fue extraño.
—¿Él
hizo qué? —Para su crédito, Rosalie se veía muy molesta en mi nombre.
—Bueno,
fue extraño —dije—. Te dije que éramos sólo amigos. Deberías haberte
quedado fuera de esto.
Es
una buena cosa que pasamos a un tipo en traje de perrito caliente gigante en
ese momento, y que el chico totalmente se riera de mí, porque estoy segura de
que todo el relleno en su traje amortiguó el golpe cuando le di un puñetazo y
me sentí realmente mucho mejor después de golpear a alguien.
Rosalie miró al
perrito caliente gigante a nuestros pies. Estaba atrapado ahora en su espalda
agitando los brazos en el aire. —Caray Bella, no hay necesidad de que saques
todo el manejo de la ira en perdedores del centro comercial. Fue sólo un beso.
—¡Oye!
—protestó el hombre en el suelo.
—No
fue sólo un beso. Fue mi primer beso.
Sabía
que eso haría que Rosalie se sintiese mal. Si bien yo no era necesariamente el
tipo de chica que fantaseara acerca de mi primer beso, Rosalie lo era
totalmente. Se tapó la boca con la mano, jadeando en horror como si hubiera sin
ayuda arruinado mi vida.
—Sí
—le dije, más o menos echando sal en la herida a propósito. Suponía que estaba
todavía muy molesta con ella—. Así que, uh, gracias por arruinarlo.
El
hombre atrapado en el suelo volvió a reír. —Amigo —dije, y le di una patada.
Lástima que no le doliera; maldito estúpido traje de espuma—. Estás haciendo
salario mínimo vestido como una salchicha gigante. Tengo serias dudas de que
estés recibiendo ninguna acción tampoco.
Chico
Oscar Mayer murmuró algo entre dientes. Estoy bastante segura de que no me
decía que tenía una picazón, pero antes de que pudiera golpearlo hasta quedar
sin sentido, se ahogaba en Coca-Cola Light. —Así se hace, Rose —dije, más
impresionada con mi hermana de lo que creo que nunca había estado en mi vida.
No sabía que pudiera ser tan genial.
—Nadie
habla con mi hermanita así —le dijo al perdedor estúpido en el suelo.
—Um,
en realidad, un montón de gente me habla de esa manera.
—Cállate,
Bella —dijo Rosalie, enganchando su brazo con el mío—. Estás arruinando nuestra
salida dramática.
—Nos
vemos, chico salchicha. Espero que el traje te dé una erupción —le dije
mientras Rosalie me alejaba antes que la seguridad pudiera echarnos o algo así.
Una
vez que volvimos a nuestras compras, Rosalie se disculpó por arruinar mi primer
beso, y luego no descansó hasta que tuviera todos los detalles. Después de que
obtuvo toda la historia empezó a hacer una lista de los posibles tipos que lo
“remplazarían”.
Sorprendentemente,
tuve un montón de diversión comprando con mi hermana ese día. Seguí vetando la
mayor parte de su ropa mientras parloteaba sobre cómo tenía que pasar mi mala
experiencia y no dejar que me impidiera que me gustasen los chicos. De hecho,
le presté atención a algunos de sus consejos de citas, porque tenía intención
de “seguir adelante” como había sugerido. Simplemente no tenía intención de
hacerlo con cualquiera de los chicos en su lista de tipos aceptables.
******************************************
que les parecio ahora rosalie le cree a bella.
que les parecio ahora rosalie le cree a bella.
1 comentario:
X mi q se pudra la rose me cae mal q se meta donde nadie la llamo, GRACIAS
Publicar un comentario